El cambio en la dirección de “El Comercio” puede ser decisivo para esa casa editora.
Decisivo porque “El Comercio” había caído en los últimos años en lo que don Luis Miró Quesada de la Guerra -su director más importante en el siglo XX- nunca imaginó. O sea: ser un negocio más que un periódico, terminar como un enredo de intereses en conflicto, sonar como una caja registradora.
Esos fueron los años malos e infecundos de don Alejandro Miró Quesada Garland, de cuyas pocas luces “El Comercio” padeció durante demasiados años. Y los peores años de su hijo, Alejandro Miró Quesada Cisneros, mucho más listo que su padre pero enamorado de las expansiones y las compras y los avales y no demasiado de la prensa.
Estos dos Alejandros sucesivos construyeron “El Comercio” que hoy conocemos: un imperio plagado de prudencias. Hicieron mucho más rica a la familia -es cierto-, pero distanciaron al histórico periódico de la veraz independencia que el extraordinario Luis Miró Quesada de la Guerra consideró siempre el patrimonio invisible de “El Comercio”.
Conocí a Miró Quesada de la Guerra cuando a la editorial “Mosca Azul” se le ocurrió juntarnos para un diálogo que habría de cerrar el ciclo que las conversaciones Basadre-Macera y Sánchez-Oviedo habían empezado.
Durante más de treinta noches acudí a su casa en Javier Prado. El carácter noctámbulo de don Luis me obligaba a llegar a las 11 de la noche.
Las conversaciones, que grababa con su consentimiento, fueron de lo más interesante gracias a las confesiones del legendario personaje. Duraban unas dos horas por noche y se hacían en una salita que su hija Viruca, a quien el viejo adoraba, había preparado. A eso de la medianoche, Viruca le hacía una seña a un mayordomo y éste traía un carrito donde había cosas que beber o masticar. Yo me tomaba un café y don Luis siempre tomaba un té inglés poco cargado y mordisqueaba lentamente galletas untadas con esos quesos holandeses que hasta ahora se venden en forma de triángulos.
-Mi padre parece un ratoncito- decía Viruca, aludiendo al infaltable queso.
Viruca, que moriría de cáncer poco después, era la única que se podía quedar como testigo. Con ella, don Luis se sentía a sus anchas.
Una vez se asomó, pipa en ristre, Alejandro Miró Quesada Garland, hijo de mi entrevistado y que por esa época dirigía la compañía de publicidad “Causa”. Fue notorio el fastidio que sintió don Luis al ver a su hijo tratando de espiar. Una sola mirada bastó para alejarlo.
Yo estaba estupefacto. Cuando su hijo ya no estaba al alcance de su voz, don Luis me dijo:
-Este hijo mío es muy bueno para la publicidad.
No fue una descripción paternal. Fue una profecía.
Seis meses después de esos diálogos que habían llenado decenas de cintas magnetofónicas, el hijo que debía dedicarse a la publicidad heredó el periódico tras la muerte de su ilustre padre. Los Miró Quesada eran nuestros Borbones republicanos y la línea de sucesión había que mantenerla.
Seis meses después, con don Luis muerto y su hijo encumbrado, Abelardo Oquendo, fundador de “Mosca Azul”, puso a consideración de la familia Miró Quesada los cientos de papeles que contenían la trabajosa transcripción de las conversaciones Miró Quesada-Hildebrandt. Fatalmente, una cláusula del contrato que don Luis había firmado con la editora había consagrado esa exigencia.
La venganza de Alejandro Miró Quesada Garland, el hijo no preferido de don Luis, fue vetar la publicación del libro. Esas conversaciones, en efecto, permanecen inéditas.
Yo hice público el veto de este poco magno Alejandro. Mis problemas con “El Comercio” y el odio de ese periódico en contra mía nacieron con ese libro que la rabia de un hijo que siempre se sintió postergado canceló con un “¡No!”
Don Luis Miró Quesada de la Guerra hizo de “El Comercio” un periódico ajeno a los intereses de la derecha cavernaria y lo más distante que pudo de sus empresas endogámicas y sus conexiones bizarras.
Los norteamericanos lo odiaron por su histórica campaña en contra de la International Petroleum Company por la ocupación ilegal de los pozos petroleros de Talara.
“El Comercio” era el diario conservador que no se casaba con nadie. El diario de los negocios era “La Prensa”.
Los sucesores que don Luis hubiese amonestado, los Alejandros que hace dos noches terminaron felizmente su misión, convirtieron al diario nacionalista y centrista en un remedo de “El Mercurio”, el diario que recibió dinero de la CIA durante la gestión de Allende, el diario que aplaudió el golpe de Pinochet y se entregó a sus designios.
Hoy esa etapa sombría parece haber terminado. Ojalá sea así. El Perú se merece que “El Comercio” sea rescatado de las manos de quienes lo vieron tan sólo como una mina. Buena suerte, señor Miró Quesada Rada. Tiene ante usted un enorme desafío de navegante y ojalá que logre usted derrotar a la piratería de los huesos cruzados. Pero no crea que será algo fácil.
-----------------------------------------------------------
Posdata: en la columna publicada el viernes se deslizaron dos gruesos errores: “petit histoire” en vez de “petite histoire” y aun sin tilde ortográfica siendo que en el contexto era sinónimo de todavía. Sorry.
lunes, 29 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
La historia sería la siguiente, según fuentes de toda credibilidad.
Hace un tiempo el Directorio en pleno de El Comercio tomó la decisión de ponerle una valla a sus directores, los 65 años. Y ya estaba barajando algunos nombres para reemplazar a Alejandro Miro Quesada Cisneros, 64 años recién cumplidos, 9 de ellos en la dirección del diario. Sin embargo, antes de que alcance la valla, el Directorio decidió establecer una "dirección colegiada" es decir, que El Comercio sea codirigido por Alejo y también por su primo Francisco Miro Quesada Rada.
A Alejo no le gustó la idea y presentó su renuncia irrevocable, y junto con él todas las cabezas periodísticas, el Editor General Mario Cortijo, el Editor de la sección Política Juan Paredes Castro y Fritz Du Bois, Asesor de la Dirección y encargado de ediciones especiales de fin de semana; esta, hasta el momento, la única aceptada. (Cortijo y Paredes Castro han sido ratificados).
Ahora, la salida de Alejo no significa que esté fuera del Directorio, sigue teniendo peso y presencia, pero ya empiezan a tejerse algunas leyendas urbanas. ¿Fue acaso una situación prevista para forzar su renuncia porque sabían que lo de "la dirección colegiada" no le iba a gustar? O por el contrario ¿El diario intentó con esa figura mantenerlo pese a su edad, sin calcular que no lo aceptaría? Mi fuente me recuerda que Alejo antes había sido subdirector de Alfonso Miro Quesada Sosa, así que no tenía que extrañar que pudiera trabajar con Paquito. Por eso ahora se dice que habría una sub dirección a cargo de Milagros Miro Quesada de Rodríguez Larraín.
Los primeros cambios serían una portada mucho más involucrada con la realidad nacional, secciones repotenciadas como deportes, o resucitadas como contracorriente, y la parte editorial insistiría mucho más que antes en la supervision de la gestion de los poderes de estado.
Para criticar hay que tener autoridad moral.
Ojala el diario "el Comercio" vuelva a su antigua gloria, realmente hay algo de borbones, y eso es importante que sus hijos lo sepan: "la sangre llama" no basta con el er el "hijo de tal y parar las plumas con sacudón y todo, al estilo pavo real". Dentro de las limitaciones de talento o inteligencia y en el techo de los sueños y anhelos propios, está la honor, la lealtad, la honra a los que construyeron un pasado.
Sería de lo más interesante que ese veto desaparezca y esas interesantes conversaciones se publiquen.
"Errar es humano, pero andar herrado es de bestias".
Sinceramente no creo que el diario "El Comercio" vuelva a ser el de antes, el dinero y el poder son afrodisiacos adictivos muy díficiles de evitar. Si a esto le agregamos una buena cantidad de pocos escrúpulos(en quienes toman las decisiones); la tarea del retorno se hace imposible.
Tengo fe en mi ilustre profesor Miró Quesada Rada. Después de todo es sanmarquino y como tal tiene espíritu de cambio y lucha. Eso sí, jamás lo he visto envuelto en excesos de ningún tipo, pero tengo mis reservas respecto a la efectividad del cambio que se viene: las cosas no cambian de la noche a la mañana.
Pero bueno, el fundador de la escuela de Ciencia Política de SM, tiene mucho que dar. No por nada el ilustra Silva Vallejo le decía "el muchacho".
A mi parecer, la sección más huachafa fue la de SOMOS. Se tornó un triste escaparate de trapos y reportajes artificiosos, maitenas y vuelos de libélulas, fariseos disfrazados de liberales, publicidades sofocantes... en fin una abominación. Hasta en contenido científico le abandonó dejando tras de sí un "podríaismo" (hacer x podría causarte y en la parte z de tu cuerpo) avalado por institutos anglosajones.
El colmo fue al anuncio que decía: "ahora DirecTV también para tu casa de playa". Traduzcámoslo del lenguaje chabacano del mercantilismo disuelto en el jarabe de la publicidad: ¿qué mercado tan reducido es ése? ¿Cuántas personas en este Perú componen ese mercado con casa en Lima la horrible y otra en su arenal remojado privado? Desde entonces me quedó claro que SOMOS estab pútridamente elitizada, y que aquello, no era sino la punta del iceberg en el Mercioco.
Adelante Panchito, no nos vayas a fallar. ;)
Publicar un comentario