miércoles, 31 de diciembre de 2008

Deseos para el 2009

1) Que el alcalde de Surco se caiga en uno.
2) Que la señora Nores siga pensando que “El quinto elemento” es sólo una película.
3) Que el canciller García Belaunde deje de actuar como el novio de Barbie.
4) Que Gonzalo Prialé deje de vender algodón de azúcar.
5) Que el doctor García recupere la memoria.
6) Que a la soldadesca israelí que masacra niños Hamás se le perdone.
7) Que Chichi deje de creer que el Perú es una agencia.
8) Que una nueva lista de Schlinder sea hallada en la franja de Gaza.
9) Que Obama deje de ser el sepulcro blanqueado que es hasta hoy.
10) Que Moisés reimprima el Decálogo.
11) Que las almas de destrucción masiva dejen de llenar las iglesias.
12) Que nos dejemos de gentilezas con la matanza del pueblo palestino.
13) Que en Cuba deje de aplicarse la justicia castrense.
14) Que Hugo Neira sea más democrático y permita que la huachafería se reparta mejor.
15) Que nadie diga que los narcosenderistas vraen y vienen con toda impunidad.
16) Que antes de ir a Roma Rafael Rey lea “El fin de las embajadas” y “Las llaves de San Pedro”, de Peyrefitte.
17) Que Jaime Cáceres no siga creyendo que T.S. Eliot escribió “Tierra eriaza”.
18) Que Carlos Álvarez deje de imitar a su mito.
19) Que Bush conozca la verdadera horma de su zapato.
20) Que “La República” deje de encargarle el análisis de Gaza a un ciudadano israelí.
21) Que Magaly Medina salga tan libre que ya no quiera hacer lo mismo.
22) Que Marcelo Cúneo haga terapia y deje de ser la sombra de un fantasma.
23) Que Marco Zileri le pida un préstamo a su papá.
24) Que el futuro recapacite.
25) Que el pasado deje de mentir.
26) Que el presente no se interponga.
27) Que la señora Rampolla deje de dar consejos sobre acrobacias que su obesidad no le permitiría ejecutar.
28) Que Bayly se defina de una vez por todas.
29) Que mi novia deje de creer que Delly Madrid es un restaurante.
30) Que El Grupo 5 le cante a Genaro.
31) Que algo de la “Operación Reparto de Plomo” le toque a Azi Wolfenson. Se lo ha ganado.
32) Que Lucecita deje de vestirse como un foco ahorrador.
33) Que a García lo persigan ominosas cadenas arrastradas y un viento salino y una isla.
34) Que Dios elija a otros pueblos y no a uno solo.
35) Que el tiempo avance sin que sintamos miedo y que sólo sintamos miedo si el tiempo se detiene.

martes, 30 de diciembre de 2008

El gueto más grande del mundo

Hay 21 niños entre los cientos de muertos palestinos caídos por la ofensiva de estirpe nazi que el estado de Israel, creado para reivindicar a las víctimas del nazismo, ha decidido perpetrar en contra de Hamas. Veintiún niños muertos y 235 niños heridos. Son los daños colaterales de esto que la prensa internacional llama “guerra”.
Pero es una “guerra” donde un bando tiene aviones F-16 y F-18, helicópteros Apache, misilística teleguiada, tanques de última generación, satélites rastreadores (aun de noche), interceptación electrónica y, por último, si llega el momento, un arsenal clandestino de bombas atómicas de uranio y de plutonio; una guerra donde el otro bando tiene viejas armas ligeras, cohetes artesanales que han causado una baja israelí en su “última ofensiva”, piedras, hondas, gritos, multitudes, rabias, y mucha carne de cañón, muchos niños que interrumpir con una bomba lanzada por computadora.
Porque de niños interrumpidos y guerras asimétricas está llena la historia de los palestinos, víctimas de un genocidio rapaz y lento que los pretende aniquilar como nación. Un genocidio que el mundo permite porque el lobby sionista lo ha comprado casi todo y porque los sionistas nazis que hoy gobiernan Israel piensan que el Holocausto les da derecho a todo y les otorga, además, un monopolio del martirio que el pueblo palestino no puede atreverse a disputar.
Yo nací el año del nacimiento de Israel. Soy coetáneo de ese Estado que todo el mundo democrático aplaudió y que tanto le debió a personajes entrañables como David Ben Gurión.
Sólo después nos enteramos de que el nacimiento de Israel implicó el despojo de millones de palestinos que, de la noche a la mañana, se vieron sin casa ni futuro y que vivirían su propia y trágica diáspora.
Curioso es que para redimir a una cultura sin territorio –que eso eran los judíos errantes por el mundo- se tuvo que privar de todo a una nación que sí tenía territorio pero a la que se consideró sin derechos.
Que el estado de Israel -prosocialista, democrático y, en muchos sentidos, ejemplar- se haya convertido en esta especie de Gestapo dispuesta a todos los abusos y a todas las infamias, es algo que no se alcanza a comprender si no se entiende, al mismo tiempo, la descomposición del liderazgo occidental –especialmente el de los Estados Unidos-, el ascenso social del fundamentalismo de ambos bandos, las guerras ganadas y la arrogancia que eso trajo, las traiciones entre árabes, las provocaciones suicidas y ante todo retóricas de grupos como Hamas y la indiferencia mundial ante la matanza sistemática del pueblo palestino (recuérdese los sucesos de Sabra y Chatila).
Esa zorra de la diplomacia internacional que se hace llamar Condoleezza Rice dice que Hamas tiene la culpa. Lo mismo dice el sumamente corrupto Mahmud Abbas, el títere que Washington y Tel Aviv mantienen como presidente de la llamada Autoridad Nacional Palestina.
Pero lo cierto es que si Hamas no existiera, Israel ya lo habría inventado.
De hecho, cada vez que las cosas han marchado sin que corriera sangre y en la atmósfera de cierto mutuo reconocimiento, Israel ha hecho todo lo posible para que, en el seno de Hamas, los halcones ahuyenten a las palomas y empiece de nuevo lo que el estado terrorista de Israel llama, sin rubor, “provocaciones terroristas”.
Cuando Hamas ha dado alguna muestra de tolerancia, Israel ha soltado las alarmas. Y, de inmediato, ha reiniciado y hasta redoblado el bloqueo inhumano del más grande gueto de la historia (más grande que el de Varsovia): la franja de Gaza.
Negándole todo al enemigo, arrinconándolo y humillándolo, Israel logró, por enésima vez, que los idiotas cohetes “Katiushka” del extremismo de Hamas cruzaran la frontera y amenazaran a ciertas aldeas. El porcentaje de eficacia de estos artilugios que se arman en garajes y cocinas es, felizmente, menor al 1 por 1000. Imagínense lo que estaría haciendo el ejército israelí en Gaza si ese porcentaje mejorara.
Pero el libreto israelí era esta vez más audaz. Se trataba de demostrarle a la administración Obama, proisraelí hasta decir que la seguridad de Israel “es sacrosanta”, que Israel –por si acaso alguien lo haya pensado- no admitirá recortes en su política de exterminio del pueblo palestino y en su afán de “admitir” un Estado palestino partido en dos, sin retornados y de cuyo diminuto espacio el estado judío se apropiaría, además, del 7,4 por ciento, que se destinaría a los asentamientos ilegales (algo que ni siquiera el podrido Abbas puede aceptar públicamente).
¿Quién se opone a los designios de Israel?
¿Quién puede conducir a los palestinos a una negociación de verdad?
¿Quién puede convocar a una Intifada?
La respuesta es una sola: Hamas, que ha conservado su limpieza, ha ganado elecciones limpias y ha terminado de enterrar a Fatah, la organización militar que creó Arafat y que hoy ha hundido en el lodo el señor Mahmud Abbas.
Se trata, entonces, de asesinar a Hamas –metáfora sólo para gentiles: literalidad para el extremismo sionista-. Y con Hamas habrán de morir quienes puedan estar en su entorno. Y con la política de terror que la ocupación israelí de Gaza va a suponer se cree que el “problema Hamas” quedará resuelto.
Se equivoca Israel. Como se equivocó Hitler cuando aspiró a que la fuerza fuera derecho y el derecho fuera fuerza. Los sueños nazis terminan en pesadillas mundiales.
Israel necesitaba de Hamas para torpedear las negociaciones de paz y frustrar todo intento de ejecutar las hojas de ruta de las que hablaba Clinton. Todo indica que el gobierno de Tel Aviv ha recibido señales de que la administración Obama no apostará por esas negociaciones ni se opondrá a la política de tierra arrasada y cadáveres brotando de edificios humeantes en una Gaza rota.
Pero si esto es así, entonces el próximo objetivo será Irán. Y si Israel –el pueblo elegido- logra sus objetivos en Irán, estaremos asistiendo al nacimiento larvado de la tercera guerra mundial y de un terrorismo –más “ideológico” y “místico” que nunca- que hará que lo de las torres gemelas parezca un juego de play station.
Entonces, el Armagedón estará próximo.

lunes, 29 de diciembre de 2008

La Ilusión de Dios: cuando la ciencia derrota al todopoderoso

Esto es un complemento y a la vez una respueta al post "Carta de un Agnóstico" publicado por mi amigo Pedro hace unos días.











Tomado de "El escudo de Orlac"

domingo, 28 de diciembre de 2008

Ratas rojas

Como se sabe, la rata es un animal que suele pasar del albañal a las redacciones de algunos periódicos.
Allí roerá lo que pueda, mordisqueará lo que sobre y permitirá lo que su odio de rata y su corazón de rata le aconsejen.
Ratas hay para todos los gustos, por supuesto. Pero a mí las que más me divierten son las ratas estalinistas.
Esas crecieron al calor de la agencia de viajes del PCUS, se alinearon con el que mandó a matar a sucesivas muchedumbres del campo y la ciudad -o sea el camarada Stalin-, exportaron sus métodos a donde pudieron, y crearon en el Perú una sucursal mental lo suficientemente depravada como para creer que los equivocados eran siempre los otros (o sea, las víctimas del paredón de la verdad, los ejecutados por el balazo de la revelación en plena nuca).
Fueron esas las ratas amables que le dijeron sí señor a los asesinatos en Berlín (1953), a los de Budapest (1956), a las purgas dignas de Gengis Khan que ocurrieron en los años de espanto del primer estalinismo soviético.
Fueron las ratas que chillaron de alegría cuando los tanques rusos invadieron Checoslovaquia en 1968 y las que se callaron en siete variaciones de chillido cuando al pobre (y gran poeta) Heberto Padilla el estalinismo cubano le arrancó, junto con el alma y la autoestima, una autoconfesión de estirpe soviética y casi como un homenaje a Arthur London.
Fueron esas las mismas mordedoras criaturas que aplaudieron la invasión de Afganistán en 1979 (ocupación sanguinaria que crearía, como contrapartida, el extremismo talibán).
Esta manera bubónica de entender el socialismo tuvo en el Perú a sus embajadores criollos. Fueron los que se alinearon con Moscú aun después de saberlo todo, y con la RDA aun después de saberlo todo, y con la Hungría de János Kádár precisamente por saberlo todo.
Y los que se alegraron cuando la revolución cubana llegó a ser esa arterioesclerosis monopartidaria, monoideológica, monoperiodística y monótona hasta la desesperación.
En fin, el gorilismo de izquierdas que le dicen. Sólo que ese gorilismo de gulag tuvo y tiene aquí sus nostálgicos y sus asilados y sus rabiosos agentes.
A mí me divierten mucho los estalinistas que sueñan con la restauración de su paraíso. Hay sirvientes del estalinismo, en versión “Tropicana” con trago gratis, que siguen creyendo que la simpatía que Cuba despierta en muchos círculos es simpatía por su dictadura fracasada -tan fracasada como las que la derecha yanqui impuso hasta 1959 en la isla-.
No, comisarios: es simpatía por un pueblo que jamás se mereció a Batista pero que tampoco se merece que Raúl Castro herede borbónicamente el trono vacante.
A mí los estalinistas peruvianos siempre me han parecido una fuerza dormida a la espera del nuevo príncipe que los reanime. Y siempre me ha sorprendido que no lean el ABC de Madrid, cuando ese buen periódico -donde trabajé cuando Fujimori me hizo la vida imposible en 1991-, es tan monárquico como ellos.
Y es que en ambos casos se cree en los derechos hereditarios, en las noblezas transmitidas y en la serenidad de los cambios que no son cambios sino siempre sucesiones. En ambos casos, además, y por distintos motivos, los derechos de sangre tienen un tratamiento especial.
Se acercan los 50 años de revolución cubana. En realidad, deberían celebrarse sólo doce. Porque la auténtica revolución cubana, la que le puso los pelos de punta a los yanquis, terminó tras el fracaso de la zafra de 1970 y la instauración alegre y plena del modelo soviético a partir de 1971, “el año del deslinde” estalinista.
Castro tuvo veinte años más para sus experimentos sombríos, hasta que en 1991 la URSS de Stalin dejó de existir sin apenas estertores, muerta de aburrimiento, preñada de escaseces. Y cuando la URSS fue un epitafio (y aquí sus comisarios lloraban), Cuba fue el hijo mantenido al que le avisaron por cable que la fortuna familiar se había acabado.
Y desde 1991 Cuba es esa convalecencia que no termina, ese fantasma que no acaba de esfumarse, ese patio trasero de la familia Castro y de diez familias reales más. Sí, porque Cuba es una monarquía de partido.
Combatir al imperialismo norteamericano es una necesidad del baño diario. Combatir las farsas de la izquierda debería ser lo mismo. Aunque eso desate el chillido de las simpáticas y disciplinadas ratas rojas.

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Posdata de urgencia.- El gobierno de Israel ha matado a 225 palestinos y ha herido a 400, muchos de ellos de gravedad. Ha sembrado la muerte desde 60 aviones de fabricación norteamericana y con el apoyo político de Bush y su banda de forajidos. Hasta Ban Ki-moon, el débil secretario general de la ONU, ha tenido que escandalizarse ante esta nueva monstruosidad. Miguel Ángel Moratinos, en España, también ha condenado, desde su cargo de canciller, “la desproporción del ataque israelí”. Y en Chile, el gobierno de la señora Bachelet ha condenado también “enérgicamente” el ataque ordenado por Tel Aviv en la franja de Gaza, ataque que se ha prolongado hasta la noche y que amenaza con reanudarse en las próximas horas. Los israelíes primero hambrearon Gaza durante meses cortándole el pan, el agua, las medicinas. Cuando enfurecieron lo suficiente a la dirigencia de Hamas, que ha ganado elecciones legítimas en ese territorio, volvió lo que Israel estaba buscando: la estupidez de los cohetes que lo único que logran es servir de pretexto a la masacre. Israel ha vuelto a aprovechar esta magnífica oportunidad para convertir las tierras bíblicas en una nueva versión del Apocalipsis. ¿Y Torre Tagle? Bueno, Torre Tagle debe de estar sesionando de urgencia en alguna playa de Asia. ¿Hasta cuándo el mundo asistirá, sin hacer algo efectivo, al espectáculo del genocidio palestino? ¿Y Obama?

sábado, 27 de diciembre de 2008

Insulto a la fe cristiana

Alguna vez creí, con Malraux, que el hombre era un montón de secretos.
Descubrí, sin embargo, que, más bien, el hombre suele ser un montón de mentiras.
Y que la historia es, casi siempre, una suma de ensangrentadas mentiras.
Pero si tuviera que elegir la mentira más perturbadora, más clamorosa y, en muchos sentidos, más abyecta, elegiría la de la religión.
Estas fiestas pasadas, claro, esa mentira ha sido de neón y ofertas, de cielo y de cupones, de epifanías y descuentos.
Y como que uno se va resignando, como que uno se va ablandando, como que uno se va agrietando. Y entra en el mercado del Mesías y compra como loco y gasta como idiota y se endeuda como irresponsable y todo para cantarle su cumpleaños al Señor que odiaba a los mercaderes y despreciaba a los fariseos y quería que el hombre fuera otra cosa.
Pero, en fin, se dice uno, si la navidad de los católicos sirve para que nos regalemos y reunamos los que nos queremos y para que extrañemos a los que nos hacen falta, no está mal.
Pero las huestes del Papa, la guardia suiza de las supremas farsas, el sicariato celestial del signore Cipriani, no se satisfacen con eso. Quieren más. No sólo quieren tu cansada anuencia sino tu entusiasmo y lo que te quede de alma.
Y por eso, después del nacimiento en Hiraoka, un día después de que los reyes magos se cambiaron en un camerino de Ripley, minutos más tarde de que el pesebre parpadease con pilas Duracell y el Papá Noel de almacén sudase como un cerdo vendiendo peluches, inmediatamente después de todo eso, lanzan su psicosocial:
“Virgen María dio a luz a Jesús en la Maternidad de Lima”.
Con libreto de teleserie de las 9 de la noche, con vocación de Canal 2 y de señora Alexander, con la firma de un Luza del séptimo cielo, la historia es que una tal señora llamada Virgen María Huarcaya, de 20 años, dio a luz, a las cero horas con diez minutos del día 25 de diciembre y en un desatendido hospital público de Lima, a un niño al que bautizó como Jesús Emmanuel. Detalle conmovedoramente adicional: el padre, Adolfo Jorge Huamaní, es carpintero como José, el padre telepático de Cristo.
¿Se puede ser más idiota?
¿Se puede querer más idiotez?
¿Se puede aspirar a idiotez tan perfecta y –por qué no decirlo- sublime?
No, no se puede.
Y esta historia que insulta ya no a la inteligencia sino a la fe de los que tienen la virtud de poseerla, este cómic de franciscanos de cerebro, resulta, por supuesto, desplegado a todo dar en los comercios de la prensa.
Y así resulta que “El Comercio”, que alguna vez decentemente laico, pone una foto inmensa del nuevo enviado, de su madre, la señora Virgen María, y de quien emula al carpintero bíblico que fue padre inmóvil y distante del Señor.
Y titula: “Se llama Jesús y nació de Virgen María en Navidad”. Y subtitula: “Dos milenios después se revive la historia de Belén”. Señala, además, que este Jesús vivirá en la precaria casa de sus terrestres padres, en Pamplona Alta.
¿Pamplona Alta? ¿No es ese un lugar cuya pobreza aplastante parece no haber sido vista por el atento Dios que acaba de reencarnarse, o algo así?
No importa, el asunto es que la gente común se lo crea. Porque los que organizan esta historia saben que la religión, tal como ellos la han entendido desde hace dos mil años, es el terror que se esgrime para que el mundo parezca hechura de Dios y la pobreza hechura de Dios y la riqueza hechura de Dios y la injusticia hechura de Dios y hasta la estupidez y las guerras hechuras de Dios.
O sea que te arrodillas, crees, y te adhieres. Y a lo primero que te adhieres es al acta de sujeción del Vaticano.
Hasta “La República”, un diario que podría ser positivista por lo menos –decimonónico y librepensador por lo menos- no duda en plegarse a esta historieta vulgar y pone una foto enorme en primera página. Y encima de la foto, el recatado título que a Charlie se le ocurrió en pleno trance místico del cierre de medianoche:
“El misterio en Lima” Y más abajo: “Jesús, el hijo de Virgen María...Huarcaya”.
Es como para no creerlo.
Es como para no creer.
Es lo que le gusta a la gente.
Es como los goles de Cubillas.
Así se explica uno la deserción masiva que en todo el mundo están sufriendo las filas de estos neopaganos arrimados a la sombra de Roma.
He sido agnóstico practicante. En vez de catedral he tenido tiendas de campaña y, en vez de cruces, ceros de infinito.
Pero después de leer cosas como esta, ciprianadas como esta, y después de ver al doctor Alan García cada día más morado en octubre y devoto todo el año, cargando andas el doctor García, morado y entre incienso el doctor García, estoy a punto de declararme ateo y de decir, citando a Baudelaire, que Dios es el único ser que, para reinar, ni siquiera tiene necesidad de existir.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Ironias de la vida (2)

Estamos viendo...
Gracias a un gentíl auspicio de:

Publicación independiente. No vinculada a César Hildebrandt.

jueves, 25 de diciembre de 2008

CARTA DE UN AGNÓSTICO

Lima, 21 de Diciembre del 2008

Estimados amigos gnósticos (aunque no sé si ustedes aun me consideren su amigo, sin embargo yo les sigo dando esta calificación):

Es en fechas como éstas, que se nos aproximan, en las que nacen las promesas del marido que jura no volverle a pegar a la mujer, los propio hace la esposa que asegura no serle nuevamente infiel a su conyugue, surge también el compromiso del hijo mayor que garantiza dejar pronto las drogas y las pandillas o las ofertas de la hija de dejar la vida callejera y abandonar lo antes posible su adicción al trago. Todas éstas, por supuesto, promesas que no se cumplirán y que ni se intentarán cumplir. Pero eso es parte de la celebración navideña, de su congénita falsedad y su profunda hipocresía. O al menos es así para aquellos que hemos decidido negar toda posible existencia de un ser supremo y que desde el agnosticismo obtenemos la libertad para pensar y actuar sin estar sometidos a la opinión del supremo hacedor que todo lo ve, lo escucha y lo siente. Y me refiero, desde luego, a aquel ser al cual han decidido llamar ‘Jehová’, ‘Alá’ o ‘Yahvé’ dependiendo a qué iglesia uno acuda.
Las religiones lo único que me inspiran –a parte de una sonrisa burlona y un poco de compasión– son interrogantes. Siempre me eh preguntado, entre otras cosas ¿cómo hicieron para saber cuál era el nombre de Dios? Dudo, pues, que al tratarse de un ser supremo éste haya tenido DNI o partida de nacimiento, razón por la cual es fácil deducir que alguien le puso alguno de esos nombres o, de otra manera, se trata de un caso de usurpación de identidad, cosa que se podría denunciar ante el ministerio público celestial.
Otra cosa que cuestiono es aquello de acudir a Dios si acaso tenemos algún problema. “Dios es padre, no padrastro, nos sabrá escuchar”, decía un sacerdote de una de sus ceremonias a las que asistí, no recuerdo el porqué. Cuestiono esto no por el hecho en sí de la ayuda que nos pueda ser negada. Eso más bien lo veo factible. Cuestiono la implícita contradicción que hay en ese discurso: si todo proviene de Dios, ¿no debo suponer que lo malo también proviene de él? Entonces más que pedir ayuda al ser supremo, debo de pedirle una corrección y hasta donde sé Dios es infaliblemente perfecto.
Pero lo que me causa espanto y me deja al filo de un derrame cerebral es aquello que proponen las iglesias evangélicas: el pago puntual del diezmo. ¿Y qué ocurre si uno se niega a pagarlo? Pues aparte de estar confinados a tener nuestra alma en el infierno, por ser avaros, puede que también se nos condene con un brutal saqueo con las mismas artes de Alí Babá. Eh visto casos, dignos de la ficción, donde una iglesia embargaba a uno de sus fieles por llevar varios meses sin abonar el correspondiente pago mensual que equivale a la décima parte del total de sus ingresos. Y eh visto, también, otros casos, por qué no decirlo, en los cuales la persona voluntariamente entregaba sus vienes a la iglesia a la cual acudía. Pues si algo saben hacer las religiones es practicar, a gran escala, los lavados de cerebro.
En fin. No quiero que esta carta sea vista como una burla ó un gesto de compasión a vuestras creencias –que también lo podría ser–. Pues, en realidad, esto no es nada de lo que quería escribir. Quería escribir sobre una teoría basada en la administración de empresas y la psicología, los temas que más conozco, la cual relata la necesaria creencia en Dios mas no por ello su real existencia.
Explico:
En todo buen curso de administración se le explica al participante que el mejor producto, el más rentable quiero decir, es aquel cuyo costo es mínimo o nulo. Es el caso de Dios. Pues a Dios no se le arma en una fabrica. La creencia de Dios ingresa desde muy temprano a la vida de la mayoría de las personas, generalmente a través de los padres. Razón por la cual todo aporte, por insignificante que sea, le representa una ganancia a las iglesias. Con esto quiero decir que las iglesias son, en mi modesta y falible opinión, un gran negocio cuyo único producto de venta es Dios, o más que él, lo es su supuesta existencia y los beneficios que éste trae consigo.
Pero, ¿si Dios no excite, cómo es posible que más del 90% de la población mundial crea en un ser todopoderoso que nos ha creado y que nos conserva?
Que más del 90% de la población mundial crea o no algo, no significa nada en lo absoluto. Las creencias, sentimientos y las costumbres son fáciles de manejar a partir de los medios de comunicación, motivo por el cual la cantidad de personas que crean en Dios es un elemento poco importante.
Ahora, si queremos analizar, a profundidad, el porqué tanta gente cree en Dios debemos, entonces, de acudir a la psicología. Ésta nos dice que el ser humano (usted, yo y en general todas las personas) es un ente con una seria tendencia a la ociosidad y que si hace algún esfuerzo es para evitarse uno mayor. Además, según la psicología, el ser humano es también bastante débil. Con debilidad, claro está, no me refiero a un tema de fuerza física. Me refiero más bien a la necesidad que tiene el humano de sentirse protegido, de saber que hay un ser que lo cuida, al que puede acudir las 24 horas del día, los 365 días del año, sin feriados ni pago de horas extra. Ante esta necesidad es fácil, entonces, crear en el cerebro humano la existencia de un supremo hacedor. Y es aun más fácil si con la existencia de éste se resuelven preguntas como: “¿Cómo se creó la tierra?” ó “¿Cómo aparecimos los humanos?”. La supuesta existencia de Dios absuelve éstas y muchas otras preguntas, pues ante ellas la respuesta siempre será: “Dios lo hizo todo”.
La administración de empresas nos dice que todo producto que sacia una necesidad de los consumidores tiene un elevadísimo porcentaje de éxito. Presumo ya haber demostrado que el ser humano tiene la necesidad de creer en un ser supremo, sin que ello represente su real existencia.
A factores como la debilidad y la ociosidad se suman otros dos: la hipocresía y la ignorancia. En el caso de la primera, más que creer en Dios, ésta hace que las personas finjan que creen en ese ser supremo. La ignorancia, por el contrario, hace que la creencia en Dios sea aun más profunda, ya que una persona al no ser instruida es más fácil de convencer de algo sin que haga mayores objeciones.
Lo antes señalado no quiere decir que todas las personas que creen en Dios son hipócritas, débiles, ignorantes y ociosas. Pues basta con tener una de estas cuatro cosas para ya tener cierta dependencia de ese ser al que llaman Dios.
Explicando esta teoría, hecha por mí mismo, no trato de cambiar la creencia de nadie, sólo expreso mi punto de vista y en qué sustento mi agnosticismo.
Sin otro particular y con la poca amabilidad que me caracteriza, me despido enviándoles un cordial saludo por las fiestas navideñas que yo no celebraré.

Atte.

Pedro Armando Rosario Ubarnes.

Tomado del blog .

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Regalos de navidad

Habrá que regalarle al amor un poco de menos entusiasmo. Y al desamor una dosis de memoria.
Y a los grandes sueños con mayúsculas un manual del escepticismo y una enciclopedia del fracaso.
Y al árbol que se alza creyéndose el fundador de todas las genealogías, regalémosle la sombra de otros árboles mejores.
Y al bosque una pradera.
Y a la pradera un mar.
Y al mar un gran naufragio.
Al egoísmo debemos regalarle una guerra civil congolesa.
Y a la neutralidad, una ruandesa.
A Steven Spielberg, un huérfano de Gaza.
Y a Alan García deberíamos regalarle perspectiva (en dosis de caballo).
Y a Obama, al que sólo Shangó podrá salvar, una disminución del patriotismo.
Y a la estrella de Belén un astrónomo sumerio para que diga toda la verdad.
Y a los sodálites -las barras bravas de Dios- la cortesía intelectual de la duda.
A los que se volvieron, ya viejos, defensores del viejo orden habría que mandarles la foto de la primera enamorada.
A Fujimori, la espada con la que jamás se haría el Harakiri porque el Harakiri es el restablecimiento del honor y no se restablece lo que nunca se tuvo.
Debemos regalarle a la mujer de al lado una mirada y al niño menesteroso un llamamiento y a Cipriani la fe del carbonero.
Y al que no pide nada, debemos regalarle más que nunca.
Sería de lo mejor regalarle a la izquierda un poco de derecha y a la derecha un tiburón blanco.
El mejor regalo para Genaro Delgado sería devolverle el alma (encontrada en una escena del crimen).
Y a Dionisio Romero habría que regalarle un libro sobre la fugacidad.
Y a Bernard Madoff un juego de Monopolio.
Y al pobre diablo, un libro de Hugo Neira para que se consuele.
Al Señor de los Milagros, un milagro.
Y al cielo de Lima, una foto del cielo de Huaraz.
A los comunistas sobrevivientes, una réplica del único muro que la demagogia igualitaria no podrá derribar: la Gran Muralla China.
Al señor Bush hay que regalarle dos montañas: una de cadáveres iraquíes y otra de caca.
Al nuevo Adán, un paraíso (fiscal).
A los fanáticos, un poco de perdón.
Y al perdón, sabiduría.
Y a la sabiduría, un poco de tristeza.
Y a la tristeza, nada. Porque nada necesita la tristeza.

martes, 23 de diciembre de 2008

Decadencia de la prensa

La empresa encuestadora Ibarómetro encuestó a 240 periodistas argentinos y resultó que el 52 por ciento de ellos considera que las empresas donde trabajan no respetan la libertad de expresión de los hombres de prensa.
Mucho menos que aquí, aunque, claro, aquí todos le huyen al tema y el día en que Ipsos-Apoyo haga un sondeo parecido ese será el día en que García será sobrio, Fujimori honesto, Lucecita recatada y el curita Martín todo un retador de peso mosca.
Cada día que pasa la derecha mundial maneja de modo más directo sus fábricas de almas –que eso son, dicho huachafamente, los periódicos- y controla con personeros más atentos a los periodistas que quieran salirse del cauce.
Mantener desinformado y en estado de sonámbula idiotez al soberano: ese es el asunto. Y si para eso hay que establecer la dictadura del protectorado, pues bienvenida la dictadura del protectorado (norteamericano).
Las cosas en Argentina han caminado de mal en peor para los colegas que creyeron que con la democracia del voto viene la democracia del periódico, la libertad de las opiniones en un marco responsable, las investigaciones serias que pisen callos.
En Canal 13 de Buenos Aires, por ejemplo, el departamento de prensa ha elegido hace unos días a sus representantes gremiales. Dos de los ocho candidatos a delegados ya habían sido despedidos por la empresa, que pertenece al poderoso grupo Clarín, y la urna de votación fue puesta a propósito debajo de una cámara de seguridad que grababa a todos los participantes. Las cintas han ido a parar a Recursos Humanos.
Ricardo Junhanns, elegido delegado sindical y despedido brutalmente por la empresa, no se ha callado: “En Canal 13 los periodistas vivimos como en la época de Videla”.
Pero por lo menos en Argentina se lucha, se terquea, se reta.
En el Perú, en cambio, la norma es el acatamiento y los periodistas de los periódicos son, en la mayoría de los casos, dateros que escribirán lo que otros habrán de pasteurizar y corregir.
Porque en el Perú la prensa no la hacen los periodistas sino los propietarios a través de sus capataces. Es como si el oficio hubiese perdido su dignidad primordial. Es como si en los quirófanos operaran los accionistas de la clínica.
Para esta masiva castración era necesario, desde luego, expulsar de las redacciones a quienes asomaran una cuarta en la línea del horizonte. Es que esas promesas, esos chicos y chicas brillantes podían salir respondones.
Un ejército de hormigas invadió, entonces, muchas redacciones. Estaban programadas (las hormigas) para la anuencia. Y aceptaron el trato: ustedes escribirán lo que convenga, la libertad la traerán los columnistas surtidos que adornarán el periódico.
Y así ha sido. En la información misma está implícita la ideología. Si conviene decir que en tal mitin hubo tantos y no los que estuvieron, pues se dice. Si se tiene que calumniar, se calumnia. Si se requiere de la tergiversación, se tergiversa. Todo vale con tal de que el periódico sea arma blanca al servicio, en general, del adormecimiento, el reuma cerebral y el quietismo social.
Hace algunos meses, los jóvenes de “Todas las voces” fueron presentados por esa banda uniformada que se hace pasar a veces por Policía Nacional como “delincuentes terroristas”.
Las chichis rampantes, las chichis de todas las raleas se sumaron al coro. Y repitieron el libreto de la Dircote: “Esta gente tenía planes de atentar contra la residencia del embajador de los Estados Unidos y contra Palacio de Gobierno”.
Pues bien, una sala penal presidida por el magistrado David Loli Bonilla ha declarado que todo era falso, que la policía no aportó ninguna prueba, que la acusación fiscal no tiene sustento y que la denuncia debe archivarse.
¿Cuántos de los periodistas que difamaron a “Todas las voces” tendrán el coraje de publicar sus rectificaciones y sus disculpas? ¿Cuántos medios reconocerán que fueron altoparlantes conscientes de la Dircote?
¿Y cuántos dirían, sabiendo que es así, que la Dircote vive de inflar el fenómeno del terrorismo y de “encontrar” terroristas inventados para seguir pidiendo partidas extraordinarias, bonificaciones de excepción, libramientos secretos y vales más opacos que sus jefes?
Hablando de esta crisis de identidad del periodismo sin periodistas, vayamos al ejemplo más ilustre.
Nadie discute el derecho del más viejo de nuestros periódicos a ponerse en el sitio que quiera. Pero el lector merece respeto y el protocolo del periodismo serio exige que los titulares resuman lo que se leerá más abajo.
Eso no sucede con “El Comercio” de hoy. Queriendo emocionar a la platea con el asunto del Vizcatán, el periódico titula a todo columnaje: “Los combates son a sangre y fuego”. Uno se imagina una batalla cuerpo a cuerpo, una película sobre la playa Omaha de la Normandía.
No hay nada de eso en el texto, sin embargo. El cronista repite lo que le dicen los policías, lo que le cuentan los agentes de imagen de la policía. No comprueba nada, no cruza ninguna información, no habla con ningún poblador, no presencia ningún combate.
Lo que sí hay es una frase significativa, probablemente la única sincera del reportaje: “Sin embargo, el enemigo sigue allí: incansable, numeroso y conocedor de su territorio”. ¿Y las batallas a sangre y fuego no lo han mermado, no lo han obligado a salir de sus madrigueras? ¿Y cómo sabe el cronista si el enemigo es numeroso? ¿No será que está mejor armado? ¿No será que hay filtración de datos sobre desplazamientos y caravanas? Todo se desconoce. La crónica se queda en la neblina. Es un publi cachaco que pende de un titular inexplicable.
Cuando la semana pasada el TC dio vergüenza y votó en dirección de la prescripción del caso Frontón, “El Comercio” de inmediato se arrimó al fogón de Palacio: “Constitucionalistas opinan que pronunciamiento del TC es legal”. ¿Era Eguiguren quien lo decía? ¿Era Bernales? ¿Era Valega? ¿Era siquiera el decano del CAL? No, eran Domingo García Belaunde y Jorge Power. Eso se llama un servicio delivery y sin recargo. Además, la nota nada decía de cómo fue que un miembro del TC cambió su decisivo voto, historia sórdida que ensombrece el proceso. Y nada decía de las impropias declaraciones de Alan García elogiando el fallo que lo favoreció.
Y cuando Michelle Bachelet, la presidenta de Chile, tiene el cuajo de decir que “para Chile no hay ningún tema pendiente con el Perú”, el diario “El Comercio”, que consigna esas palabras en el último párrafo, titula así la crónica de su corresponsal en Santiago: “Presidenta Michelle Bachelet afirma que su país no es una amenaza para nadie”. ¿Cómo? ¿Y no es una implícita amenaza negar lo del mar arrebatado, el hito movido y la apelación peruana ante La Haya? ¿No era ese el titular más conveniente desde un punto de vista estrictamente noticioso?
Digamos que “El Comercio” hubiese puesto: “Presidenta Michelle Bachelet afirma que no hay temas pendientes con el Perú”. ¿No era esa una pulcra manera de decir la verdad sin aspavientos?
Pero, claro, no estamos hablando estrictamente de periodismo. Porque cuando el señor Pepe Graña Miró Quesada, importantísimo accionista de “El Comercio”, se asocia en condiciones de segundón con una empresa chilena y consigue Collique a 28 dólares el metro cuadrado y obtiene que el Estado les dé un bono de 178 millones de soles “para arrancar las obras”, me dirán ustedes si a la hora de hacer un titular sobre la señora Bachelet no rondará por allí la sombra embilletada de Graña y Montero (y ahora Besalco).
La prensa, que es la última línea de resistencia ante el avance del pensamiento único y la estupidez que quiere ser unánime, pasa por una crisis mundial. El Perú tampoco estaba “blindado” para esta tormenta. Y con García al mando, las amenazas de homogenización han aumentado.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El fin de la hegemonía del pensamiento neoconservador

Por Manuel Rodríguez Cuadros

En los últimos treinta años el pensamiento neoconservador ha influido decisivamente en la política interna y externa de Estados Unidos. Y por difusión en el mundo entero. En América Latina no ha tenido seguidores teóricos importantes, pero su influencia práctica ha sido casi hegemónica. Los gobiernos de Fujimori y Alan García son expresiones criollas del neoconservadurismo, aunque es posible que ellos mismos no lo sepan.
Como señala Francis Fukuyama, el pensamiento neoconservador se origina en la conversión de izquierdistas anticomunistas en derechistas mesiánicos. Su origen se ubica en los intelectuales de ascendencia obrera e inmigrante del “City College de New York” de los años 30 e inicios de los cuarenta: Irving Kristol, Daniel Bell, Irving Howe, Philip Selznick, Nathan Glazer, Patick Moynihan y Norman Podhoretz..
Con Ronald Reagan el neoconservadurismo llega al poder y se difumina por el mundo como políticas prácticas del pensamiento único. En la década de los noventa William Kristol y Robert Kagan desde “The Weekly Standar” impulsan las ideas neoconservadoras a sus parámetros actuales: Elevación del mercado a una categoría ideológico-política, sustitución de la idea del bien común por un individualismo egoísta, oposición a toda ingeniería social y unilateralismo en la política exterior.
Con el gobierno del presidente Bush las ideas neoconservadoras se ejecutan con mayor profundidad. En la economía se afirma in extremis, como bien dice Barack Obama el “…absolutismo del mercado libre, una ideología de pocos impuestos, poca regulación y ninguna red de seguridad, una ideología que, de hecho, propugna la ausencia de gobierno más allá de lo necesario para proteger la propiedad privada y financiar la defensa nacional”.
En la política interna, se divide el país en “buenos” y “malos”, se introduce el miedo como instrumento del poder, se debilita la tradición norteamericana de respeto a las libertades y los derechos humanos. En política exterior el pensamiento neoconservador actúo bajo los supuestos teóricos de que el mundo está dividido ideológicamente entre el “bien” y el “mal” y que la diplomacia se ejerce a través del poder unilateral, al margen del derecho y los organismos internacionales.
Los resultados son conocidos. Estados Unidos está sumido en una grave crisis social y económica. Y su poder internacional ha perdido eficacia y legitimidad. Esa es la herencia neoconservadora.
Barack Obama durante la campaña no se limitó a presentar un programa. Opuso al pensamiento neoconservador un pensamiento alternativo. El subproducto más importante de las elecciones norteamericanas quizás sea ese, revalorizar el debate político de las ideas.

domingo, 21 de diciembre de 2008

La ciudad y los gatos

Me llega un comunicado de la cofradía leonciopradina denunciando que el ministro Ántero Flores Aráoz tiene el propósito, en su fiebre demoledora y rematadora de gato con botas, de demoler el Colegio Militar Leoncio Prado con el argumento de que tal desaparición es imprescindible para la ampliación de la avenida Costanera.
Eso le habría dicho Flores Aráoz al ingeniero Enrique Vega León Dávila en una conversación de viejos camaradas salesianos. Flores Aráoz habría añadido algo así como que para qué vamos a tener dos colegios militares con el mismo nombre, considerando el que existe en Huánuco.
Hace poco pasé por el colegio. Quería enseñárselo a alguien y, seguramente, recordarlo yo mismo. Seguía siendo la mole enorme y atemorizante que un día se me presentó como el lugar donde habría de estudiar en condición de interno.
Se me vinieron a la cabeza un par de asuntos: las veces que me quedé sin salida de fin de semana por quebrar alguna norma -en un solo episodio de insumisión crónica estuve dos meses y medio sin ver la calle- y la calidad estupenda de sus profesores.
Aprendí a desobedecer en esa escuela de obediencia y me enseñaron a querer saber más Santillán Arista, Büsse de la Guerra, Pons Muzzo, Antenor Samaniego. Y como no soy ingrato, amo esa mole acribillada de sal y a punto de sumergirse en la mar brava de La Perla. Y amo lo que viví entre esos muros, que no se parece casi en nada a lo que se contó en “La ciudad y los perros” -novela magistral que jamás se quemó en ninguna hoguera, tal como lo inventó el mercadeo literario de aquel entonces-.
No sé si será verdad aquello de que se van a tirar abajo el viejo colegio donde acabé la secundaria. Quizá las malas noches y las salpicaduras de la niebla lo hayan ablandado como edificio. Lo que me parece lamentable es que se hable de su demolición justo en la semana en que el señor Flores Aráoz se ha tenido que tragar un dragón de Comoro luego de la frustrada venta del Pentagonito.
¿Así que como no se pudo con el Pentagonito ahora van por el Leoncio Prado? ¿Premio consuelo a la vera del mar?
Yo no sé si será, al fin, verdad esto del colegio. Lo que no sé tampoco es si Flores Aráoz es un masoquista que se mueve entre uniformes para sufrir, un topo que está allí para espiar en nombre de otros intereses, o un convenido que ha aceptado el cargo porque ese era el único que tenía en oferta el doctor García.
Lo cierto es que ya es tiempo de preguntarse cómo se puede tener a un ministro de Defensa que detesta “lo militar” como concepto.
Yo no es que cante a cada rato el himno nacional horroroso y acomplejado que tenemos ni que me ponga la escarapela de la patria los 28 de julio ni que me vaya a Jesús María a ver el desfile de la utilería chatarrera que hemos llegado a tener.
No soy, vamos, un militarista sino un civilista que no cree en Manuel Pardo, un pacifista que cree que hay que estar preparados para enfrentar a los buitres y un ciudadano, en suma, que está convencido de que puedes prescindir de las Fuerzas Armadas si eres costarricense y limitas al norte con la débil y siempre invadible Nicaragua, al sur con ese condado de Miami llamado Panamá, al este con el Mar Caribe y al oeste con el Océano Pacífico.
Ya quisiera el Perú tener esas fronteras líquidas y no vivir inexorablemente pegado a la envidia sólida, el odio concreto, la voracidad inextinguible y el zarpazo al acecho del militarismo chileno.
Fíjense que no hablo de Chile, ese país más alpino que andino, esa tierra áspera y con carácter que nos ha dado a Neruda y a Mistral, a Donoso y a Allende, a los Parra y a Recabarren, a Huidobro y a Edwards (el Jorge).
Fíjense que no hablo de Chile sino del militarismo chileno, ese animal predador que tiene la cara de Pinochet, el estómago de Alessandri, el puñal de Lynch y el cerebro nazigaseado de Sebastián Piñera, su próximo presidente.
Bueno, frente a las expectativas de ese monstruo que la derecha pelucona y portaliana de Chile siempre estará dispuesta a armar, es un insulto tener a Flores Aráoz de ministro de Defensa.
Como fue un insulto tener a un payaso amanerado de comandante general del Ejército. Como será un insulto imborrable el que los altos mandos ladrones del Perú toleraran que un japonés los maltratara, un traidor a la patria los aceitara y un Hermoza Ríos -ladrón confeso- los terminara de representar.
El Perú siempre será mirado como un botín por los herederos del salitre.
A los pueblos del Perú y Chile todo nos une. Nunca tuvimos mejores relaciones que cuando Allende gobernó, democráticamente, ese país. Y si Velasco tuvo un rasgo estúpido fue, precisamente, querer “vengarse” de Chile en 1975, cuando el fascismo chileno necesitaba, con urgencia, un enemigo exterior que unificara a la chilenidad.
Nadie quiere venganzas ni niños muertos. La guerra perdida, perdida está. Chapotear en la melancolía de la derrota es envenenarse. Es vivir en muñones. Es experimentar la ruina emocional del bien perdido.
De lo que se trata es de evitar que el militarismo chileno, alimentado por los empresarios como Piñera, nos tenga amenazados y viviendo como rehenes de nuestra debilidad.
La Fuerza Armada del Perú es actualmente, desde el punto de vista operativo, un adefesio. Y a García (un neoPardo) no le da la gana de ponerla por lo menos en condiciones de responder una agresión. Hace lo que hizo Toledo, hijo moral del ciudadano norteamericano Pedro Pablo Kuczynski.
Los intelectuales de profesión suelen despreciar a los militares. Pero cuando un marxista mutante como Abimael Guzmán jaquea Lima con sus coches explosivos, entonces los intelectuales miran hacia los uniformados y les piden limpiar el terreno. Como, felizmente, no soy un intelectual, no voy a incurrir en la hipocresía de satanizar a los militares para luego llamarlos al 911.
Los militares que nada tuvieron que ver con la podre fujimorista ni con los asesinatos surgidos de esa podre, merecen respeto, consideración salarial y reequipamiento bajo el control del Congreso. Lo que no se merecen es tener al gato de despensero. O sea a Flores Aráoz fingiendo que dirige las operaciones de Vizcatán.
Pero, en fin, al presidente más chilenófilo de nuestra historia -excepción hecha del fugitivo acopiador de joyas Mariano Ignacio Prado- le convenía tener a un Flores Aráoz que garantizara nuestra indefensión, del mismo modo que tiene al ciudadano chileno-peruano Hugo Otero como embajador en Santiago.
Y mientras tanto, la señora Bachelet, que es la Betancourt chilena porque ha sido secuestrada por el extremismo castrense y ahora es su portavoz, sigue diciendo que con el Perú “no hay ningún problema por resolver”. Lo que quiere decir desencriptadamente: “Nos cagaremos en lo que diga La Haya si La Haya no nos favorece”.
En el Perú lo que hay que jalar es la cadena de mando.

sábado, 20 de diciembre de 2008

¡Salud, América TV!

Don Neca Neca y don Antonio Umbert nunca imaginaron que estaban haciendo historia cuando echaron a andar América Televisión hace 50 años.
Eran los tiempos en que Lima podía respirarse y la verdura de los parques visitarse y los ómnibus Mercedes Benz flotaban en su amortiguación y te subías a uno de ellos y venía alguien uniformado de azul y te cobraba el boleto que minutos más tarde otro uniformado de azul te picaba para invalidarlo.
Los tranvías todavía cruzaban Lima con su vaivén y sus chispas y Prado gobernaba en francés y los apristas convivían con sus adversarios.
La radio, que era una caja de madera que decía Philco, era una distracción ocasional para los jóvenes pero una obsesión para los mayores. El aparato no tenía cubierta posterior para que no se recalentara y uno podía ver cómo, al encenderlo, se calentaban las válvulas hasta adquirir el tono ígneo que las hacía funcionar.
Uno de niño se maravillaba al ver que ese laberinto de cables y tubos incandescentes se convertía en la voz de Pantuflas, en las noticias de David Odría y en la música de Schubert y de muchos otros que transmitía Radio Selecta y que mi madre solía escuchar y hacernos escuchar.
Éramos pocos en Lima y vivíamos con la creencia estúpida de que todo sería siempre así y con la convicción aún más estúpida de que las cosas podían ir para mejor.
En ese paraíso estábamos cuando, para afianzar la esperanza, llegó la tele.
Era una caja de catorce pulgadas que nada tenía de boba porque gracias a ella el Llanero Solitario terminaba atrapando a los forajas y el Sheriff de Cochise sacaba su Colt-45 antes que nadie y hasta ese señor que hablaba como cubano pero que no era cubano –o sea Perry Mason- terminaba descubriéndolo todo, como sucede en las novelas policiales ejemplares.
Y fueron don Neca Neca y don Antonio Umbert los que nos permitieron ese primer deslumbramiento en blanco negro.
La verdad es que cuando la tele llegó a las casas nadie pensó que llegaría a ser tan importante. Para empezar, la transmisión empezaba a eso de las seis de la tarde, con el deber escolar cumplido, y la programación consistía en algunos dibujos animados, unas pocas series que pronto empezaron a repetirse y, de vez en cuando, algún programa en vivo. Los comerciales se hacían sobre el caballo, en un plató lateral, y el cartel de patrón de sintonía estaba siempre listo para llenar cualquier bache.
¿Quién iba a pensar en esa época que a la tonta de Lucy la terminarían sucediendo las arpías de Dallas? ¿Y quién hubiera dicho que la tele sería, con el tiempo, niñera ponzoñosa, maestra del mal gusto, alimento de revejidas, espejo de cojudos y comida caliente para Fernando Vivas?
Nadie lo hubiera dicho. Pero es que la tele empezó como un experimento y terminó siendo la sede gubernamental de 1984, la novela de Orwell. La imaginaron los líderes del entretenimiento y la terminaron haciendo los chulos del pensamiento único.
Pero, en fin, ni Neca Neca ni Umbert tuvieron que ver con lo que vino después.
Y entre lo que vino después estuvo, para mi asombro, mi paso profesional por América Televisión.
Sí, a pesar de que la tetudez miroquesadista (con sus escribas de yapa) me ha borrado de los archivos con tíner y me ha fusilado con la tecla del delete y me ha purgado para ejercer su sanchecerrismo de Club Nacional, este columnista comenzó su carrera televisiva y obtuvo sus mayores sintonías en América Televisión.
Hace meses que escribo a duras penas un libro sobre mi paso por la tele –el libro que Planeta pensaba publicar-, así que me reservo las mejores anécdotas para esa autobiografía de pantalla, pero me permitiré recordar un episodio que fue parte de la historia de la censura de la televisión peruana.
El año era 1983, el programa se llamaba “Visión”, la reportera era Sonia Goldenberg –una de veras brillante y decente- y el gobierno era el segundo de Fernando Belaunde Terry.
Sonia había logrado otra de sus notas extraordinarias: una cámara disimulada, metida gracias al pago a un celador, probaba que en el centro de detención policial de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) los presos –algunos de ellos acusados de delitos muy graves- salían de parranda los fines de semana y la lista que se pasaba era contestada por un par de voces que decían, alternadamente, “¡presente!” ante cada nombre pronunciado. Una farsa asquerosa, en suma.
Cuando los dueños del Canal se enteraron de que ese reportaje existía –había una red de soplones que se encargaba de esa tarea- me llamaron y me pidieron que no lo propalara, que el prestigio de la policía estaba en riesgo, que Sendero amenazaba al país, que no podía ser tan negativo.
Por supuesto que no les hice caso.
Al final de la difusión del reportaje, más o menos a la media hora de empezado el programa, el gerente general de América TV –don Mauricio Arbulú- llamó por teléfono a uno de sus esbirros en el control maestro y le ordenó que apenas yo me fuera a comerciales siguieran poniendo comerciales y más comerciales, hasta que la tanda fuera tunda y Hildebrandt se quedara en al aire sin pantalla, qué tal cojudo, ahora vería quién mandaba.
Así que me fui a comerciales y, en efecto, la tanda se extendió, abarcó minutos interminables, fue aderezada con todas las promociones del Canal. Y yo estaba allí, con el micro en la solapa, esperando regresar aunque a esas alturas sabía que no regresaría mientras mi director, el inolvidable Lucho Carrizales, gritaba y preguntaba que qué diablos era esto, que quién había dado esa orden, que qué canal era este.
Hasta que los minutos corrieron y entonces, inaugurando el arte de la censura en vivo, América Televisión puso a las 8 y 45 de aquella noche de domingo el programa cómico “Los detectilocos”, con producción de Fernando Guille y protagonismo de Ricky Tosso y el loco Ureta y su lengua casi bífida.
Arbulú había sido presionado por el ministro del Interior del momento, un boticario de Chimbote que juraba haber visto a la Virgen María. Luis Percovich se llamaba y no sé qué fue de él, pero no le guardo rencor y me pareció muy divertido lo que hizo (me refiero a cuando contaba que había visto a la Virgen).
Cuando salí a la calle, acompañado de algunos reporteros igualmente estupefactos, ya había decenas de televidentes protestando en la puerta del Canal.
Y cuando llegué a mi alquilado departamento de Jesús María esas decenas se habían convertido en una auténtica manifestación popular. Fui visitado aquella noche por políticos de todas las tiendas ajenas al gobierno de Belaunde y nunca olvidaré el abrazo solidario del entonces alcalde de Lima, don Alfonso Barrantes Lingán.
Hace 25 años que sucedió lo que cuento. Por lo tanto, yo también celebro las bodas de plata de mi censura más rochosa. ¡Salud, América TV, ahora que ya no necesitas censurar a nadie porque todos han llegado a un bonito arreglo-macro! La TV y el comercio terminaron casándose.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Faraones de pirámides

La colosal estafa de Bernard Madoff, “uno de los hombres ejemplares de la comunidad judía neoyorquina” –la frase es del corresponsal del diario español El Mundo- ha salpicado a instituciones financieras de todas partes, a personalidades comprometidas agresivamente con la causa israelí como Steven Spielberg y a bancos ávidos de plata fácil regulados al estilo Ronald Reagan.
La pirámide de Madoff sobrepasa todos los cálculos y ahora, con cifras cada vez más consolidadas, los 50,000 millones de dólares se han confirmado y son parte de la acusación fiscal.
Que estafara a sus propios hijos (Mark, de 44 años, y Andrew, de 42) y a muchísimos miembros de la comunidad de la que era ejemplo de éxito revela que Madoff tenía la solitaria lealtad y el egoísmo supremo de los avaros. Que pudiera engañar a tantos dice mucho de cuán relajados están los sistemas de vigilancia del capitalismo financiero –y esto es algo que ha reconocido ayer el mismísimo Obama-.
Sin embargo, Madoff no es el único pecador. Quien pone un dólar para ganar diez o doce por ciento de interés anual es, a pesar de lo que diga, una víctima relativa, un socio pasivo de un esquema insostenible en el tiempo, un ruletero ruso esperando que la bala le toque a los demás.
Madoff se movía en los altos círculos de los adinerados de la Florida y Nueva York. Era un hombre discreto y persuasivo y había aprendido a beber moderadamente y a jugar golf, sin mucho brillo, en el Palm Beach Country Club.
Había empezado en los 60 poniendo 5,000 dólares en la bolsa neoyorquina. Hace diez días, cuando confesó ante el FBI que “no tenía explicaciones inocentes”, se había hecho con dos propiedades carísimas en Nueva York y una residencia de 21 millones de dólares en Palm Beach.
Madoff no es que inventó el método de la pirámide, que en esencia consiste en pagar los intereses de los depositantes antiguos con el dinero de los nuevos. Lo que sí puede decirse es que lo perfeccionó hasta convertirlo en una obra maestra de la impostura.
Cuando alguien le preguntaba cuál era su secreto, Madoff tenía siempre a la mano la frase “esto es como lo de Coca Cola, no puedo revelar la fórmula”.
Como la de William Miller en 1899, como la del inmigrante italiano Carlo Ponzi en 1919 –que dejó 20,000 nuevos pobres entre Boston y Nueva York-, como la de Robert Vesco hace algunas décadas, la pirámide de Madoff cayó hecha trizas cuando la crisis financiera asustó a los depositantes y no hubo más dinero fresco para seguir sosteniendo el engaño.
“Esto era una Ponzi-empresa”, atinó Madoff a decirle a sus pocos empleados horas antes de su arresto.
El pionero Ponzi se había hecho multimillonario en seis meses ofreciendo intereses semanales del 10 por ciento y simulando, gracias a una compra cuantiosa de estampillas, que la plata venía del exterior.
Pero si Madoff es el rey piramidal individualmente considerado, el Egipto de la especialidad es Albania. En ese país, que alguna vez gobernó psicopáticamente Enver Hoxha, un equivalente al 50 por ciento del PBI llegó a estar comprometido en un megafraude que estalló en 1997 y produjo unas dos mil muertes en los disturbios que le siguieron. Digamos que Albania pasó del extremismo estalinista a atragantarse de capitalismo en dosis de caballo.
Hoy la Madoff Investment Securities es una lápida. Y el señor Madoff, de 72 años, tiene que cumplir su arresto domiciliario con una pulsera electrónica en el tobillo. Lo que no está sometido a vigilancia es el dinero esfumado, que Madoff niega tener y que no podría devolver ni siquiera entregando todo lo que obtuvo por la vía del fraude.
¿Y la Comisión de Valores de los Estados Unidos? Su última inspección en el nido de Madoff fue en el 2007 y no encontró nada irregular. ¿Una empresa de tan poca envergadura manejando fondos por 50,000 millones de dólares? Lo cierto es que la SEC está en salmuera y Barack Obama ha prometido darle más poderes.
Pero al margen de que Mary Shapiro le dé nuevos bríos a la SEC, lo que sólo el neoliberalismo tonto podrá negar es que Madoff es la encarnación absoluta del capitalismo tal como se entiende en Wall Street. O sea, una batalla neanderthal por la disputa de un mamut. Que no nos vengan a decir ahora que la pirámide de Madoff es arquitectura extraña al sistema.
Y que el banco Santander no llore como si Franco acabase de morir. Sus 3,200 millones de dólares desaparecidos en las catacumbas virtuales de Madoff son daño colateral de la codicia de cinco de sus fondos y de nueve de sus sociedades de inversión.
Cuando Madoff ya olía mal, el Santander envió a Nueva York a Rodrigo Echenique, gerente de Riesgos. Las crónicas dicen que tras algunas reuniones a fines de noviembre, Echenique, engatusado por Madoff, regresó a Madrid con un informe alentador: no había nada que temer, las cuentas parecían estar claras.
Por último, sorprende la comparación entre el trato judicialmente aséptico dado a Madoff y el trato mafioso y corporativo que el gobierno de Bush ha dispensado a los banqueros que jugaron con las hipotecas basura y crearon fortunas de papel y paquetes que se revendían a partir de la basura original. Si en ambos casos se esfumaron montañas de dinero, ¿por qué la diferencia?

jueves, 18 de diciembre de 2008

Trotskistas hoy

¿Los trotskistas querían una revolución mundial o eran, como decían los estalinistas, un caballo de Troya?
¿Quien pide lo imposible quiere, en realidad, el inmovilismo?
Al plantear la revolución como un incendio de todas las praderas, un parto épico del tamaño del mundo y un acabose sin fronteras, ¿el trotskismo contribuyó al triunfo del proletariado o, al revés, saboteó con sus monsergas maximalistas al movimiento marxista?
El saldo del trotskismo es claro: decenas, centenares de siglas lo representaron pero en ningún caso esas ideas sedujeron masivamente a los obreros y campesinos y en ningún país del mundo las banderas del Programa de Transición se discutieron en alguna sede de gobierno. En resumen: el más exhaustivo de los fracasos.
Y, sin embargo, el trotskismo reclutó muchas veces a los marxistas más honestos, a los más generosos y a los más auténticos. Mientras el estalinismo pactaba con Hitler, el trotskismo lloraba aún el asesinato de su líder a manos de un agente de la NVKD dirigido desde Moscú.
Y mientras los estalinistas se contaminaban de política “frentista” y construían con cara seria partidos ortodoxos devotos de Rusia –o “democracias populares” que tenían el deber, cuando era imprescindible, de ametrallar al pueblo-, los trotskistas anunciaban que el verdadero triunfo del marxismo de veras caería en forma de diluvio.
Bueno, esos eran los que podríamos llamar trotskistas bíblicos. Había zamarros como Homero Cristali Frasnelli (alias Juan Posadas), que vivían de crecientes donaciones y que eran el equivalente marxista del pastor supremo de la Iglesia de los Últimos Días.
Posadas pedía plata, primero en Córdoba y después en Buenos Aires, para construir los refugios nucleares que serían necesarios después de la guerra atómica que él no sólo vaticinaba como inexorable sino que solicitaba como “depurativa”.
Mucho antes que Bush, Posadas habló de una guerra preventiva (sólo que en contra de los Estados Unidos). Fingía imaginar que tras esa devastación, atravesando nubarrones de uranio y avistando las piltrafas de humanidad que hubiesen quedado, el trotskismo –más tenaz que las cucarachas inmortales- levantaría sobre tierra arrasada el paraíso primordial de los trabajadores.
Es difícil explicar cómo es que hubo gente de buena fe que creyó en Posadas y cómo es que este farsante apocalíptico pudo fundar la llamada “Cuarta Internacional Posadista”, una de las tantas máscaras pomposas que el divisionismo trotskista produjo. Lo cierto es que quienes supusieron que Posadas era un loco se equivocaron. Era, más bien, un talentoso vividor que exprimió la vida de muchos y exigió lealtad hacia unas ideas que jamás asumió.
Posadas fue en el escenario trotskista el equivalente del Consejero de los Canudos en la novela de Vargas Llosa “La guerra del fin del mundo”. Con la diferencia, en favor del personaje de la ficción, de que Posadas no creía una palabra de lo que decía mientras que el beato del sertón sí estaba convencido de que en 1899 “los ríos se tornarían rojos y un planeta nuevo cruzaría el espacio”.
Sería injusto, sin embargo, juzgar al trotskismo por el caso casi cinematográfico de Juan Posadas. Porque, frente a él y casi a pesar suyo, hubo en la misma Argentina miles de trotskistas, afiliados a alguna capilla salida del divisionismo maniático que siempre atormentó al movimiento, que entregaron lo mejor de su inteligencia (y a veces la vida) en la lucha por un mundo mejor.
Aquí en el Perú el trotskismo tuvo de todo. Desde las maravillosas chicas bien que redimieron culpas inventadas militando en sus filas, hasta el campesino Hugo Blanco, pasando –era inevitable- por personajes como Ismael Frías o Nicolás Lúcar.
Este columnista siempre pensó que Trotsky habría hecho, en el poder, lo que Stalin consideró necesario hacer. O sea, crear esa especie de zarismo proletario que terminó con el borracho de Yeltsin subido a un tanque y agitando la bandera de los Romanov.
Lo que no quita la fascinación que el brillo intelectual de Trotsky sembró hasta entre las filas de los no creyentes.
Pienso en Trotsky y pienso en la dulce Vanessa Redgrave encabezando una raleada marcha en alguna calle londinense. Intento abrir la vieja página del Centro Internacional del Marxismo Ortodoxo (CITO), producto de la mitosis de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), y compruebo, una vez más, que la verdadera revolución permanente del trotskismo es su divisionismo oncológico.
Cuando logro abrir la página, la melodía de La Internacional irrumpe con toda la nostalgia que uno pueda imaginar mientras un letrero me advierte:
“El Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo se ha disgregado. Algunos de los partidos que lo formamos hemos formado La Liga Socialista Internacional”.
No, jamás cambiarán.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cumpleaños del PPC

Cuarenta y dos años cumple el Partido Popular Cristiano (PPC), que nació en una suite del hotel Crillón cuando la Democracia Cristiana se puso colorada (a lo Vallejo) y Luis Bedoya Reyes se puso rebelde y Bobby Ramírez del Villar se puso conspirador y Luis Banchero Rossi puso la plata.
En la puerta de la suite 14-H del Crillón la revista “Oiga”, con el ojo de Humberto Romaní, tomó a Ramírez del Villar saliendo de conversar, para los arreglos finales, con Banchero, el industrial pesquero más importante de América Latina y el Ciudadano K de esta comarca, a partir del originalmente tacneño diario “Correo”.
O sea que el PPC salió de fábrica con el olor del billetón recién impreso y un tufo de anchoveta que te podía echar para atrás. Eso explica la halitosis ideológica de los Agois, herederos mortuorios de Banchero, y el carácter “principistamente” fenicio del PPC.
El asunto es que el lobby pesquero, con Banchero en la cresta de la ola, necesitaba de leyes afines y de poderes fácticos y que Bobby Ramírez se los ofreció. Después –pero sólo después- el brillante Bobby metió todo el carbón que pudo y convenció a Luis Bedoya Reyes, el vice de Héctor Cornejo Chávez, de que la Democracia Cristiana era un infierno plagado de comunistas y que las cosas estaban maduras para un nuevo partido y para una derecha vulcanizada que ya no usara brillantina.
Por eso es que, a diferencia de Chile, de la Democracia Cristiana peruana sólo salieron frustraciones, broncas, traidores y elecciones perdidas. Digamos que Bedoya Reyes se llevó a la gente y que Cornejo Chávez se quedó con el púlpito y una iglesia vacía.
Cornejo terminaría de asesor servil de los militares reformistas –lo que demuestra que el destino de la gente no sólo lo determina la inteligencia sino también el carácter y la autoestima- y Bedoya Reyes haría, como para ganar un Oscar, el papel de candidato crónico, ideólogo de la cumparsita y pico de oro de las derechas reunidas alrededor de la codicia, virtud teologal que, como se sabe, es el verdadero programa de nuestras cavernas.
De 1966 a 1970 el diario “Correo”, que era una copia maquetera del “Ici Paris”, usó a Sofocleto, el genial y venal humorista, para satanizar con éxito a Cornejo Chávez. Cornejo, de puro picón, se fue amargando. La venganza se la tomó redactando el infame Estatuto de Prensa, que era un modo castrense de entender los límites de la libertad.
Asesinado Banchero por un jardinero más idiota que Peter Sellers haciendo de lo mismo, masacrada la anchoveta por la sobrepesca, cambiado el país por los militares hartos de ser los dóberman de la plutocracia, Bedoya Reyes fue haciendo cosas buenas en la alcaldía provincial –lo que no le impidió tener magníficas relaciones con Velasco, a quien le encendió un cigarrillo en una actuación pública- y construyó eso que salva a Lima y se llama La Vía Expresa –eso que los apristas tildaron de “zanjón” y no habrían construido de haber ganado Jorge Grieve la alcaldía de la ciudad-.
Lo que no terminó de construir Bedoya fue el Partido Popular Cristiano, parido en el “Crillón” y criado por nanas en el Country Club y socio natural del Waikiki. El PPC quiso ser una fábrica de cuadros conservadores. Lo que terminó siendo fue una fábrica de conservas –algunas bastante agrias, dicho sea de paso-.
Mañana, el partido de Bedoya Reyes –que a eso se ha reducido- cumple 42 años con la marca insuperable de haber sido derrotado en todas las elecciones importantes en las que participó.
Lourdes Flores ha hecho todo lo posible para conducir al centro al PPC. Pero es que Bedoya Reyes, que todavía viste de capitán de yate y da gritos en la cubierta, no se lo permite plenamente. Y es que, aunque digan lo contrario, la sal se hereda y la vocación por ser minoría antipática, también. Bedoya Reyes es el Fraga Iribarne del PPC y Lourdes Flores no ha podido ser Aznar (aunque Anterito sí llega a ser Rajoy).
En Alemania la Democracia Cristiana ha jugado un rol histórico. En el Perú se dividió en dos clases de difunto: Cornejo Chávez y su rabia brillante y Bedoya Reyes y su labia vacía. Total que el muchacho llega a los 42 años sin profesión, sin mujer, sin trabajo, pero, eso sí, con pañuelo de seda a lo Berlusconi. Hasta Sánchez Cerro lo hubiese hecho mejor.

martes, 16 de diciembre de 2008

El director no tiene quien le escriba

El periodismo no es una profesión sino un oficio liberal, una modestia socialmente bien vista, el más democrático atajo hacia los espejismos del poder.
Claro que grandes escritores han sido periodistas y que grandes periodistas han escrito libros, pero eso no quita que el periodismo sea una puerta abierta y sin portero para menganos y perencejos que, una vez instalados, tendrán derecho a todas las prerrogativas de la prensa.
La prensa juzga a los demás como si fuera una señora de su casa y controla a los poderes públicos tratando de hacer olvidar a los demás de que ella es en sí un poder muchas veces sin control.
En países devastados por la descomposición institucional, el enérgico progreso de la ignorancia y el subdesarrollo político (como el Perú), la prensa puede cumplir un gran papel –recordemos lo que significó “La Prensa” de Chamorro durante la dictadura de Somoza-, pero también puede ser el disfraz grafómano o locuaz que usa el dinero para hacerse respetable y disimular sus propósitos.
Una reciente prueba de que la prensa es un club sin tribunal de admisión y un alegre potrero carente de arbitraje y hasta una pollada multitudinaria es el ingreso como director de “Perú 21” del señor Fritz Du Bois.
El señor Du Bois no es que escriba. Tampoco es que piense. Porque el señor Du Bois no está allí para escribir lo que piensa sino para impedir que otros piensen y escriban (y titulen y editen y prioricen) de modo distinto al decálogo que él decidió acatar con tanta resignación como disciplina.
Esas normas, que no vienen del arameo jesuítico sino del slang de Chicago, podrían abreviarse en una sola frase pontificia:
-Dios tiene cara de dólar y a él nos debemos.
Y lo demás es burundanga y paporretas que recita el cura Romaña.
Lo que pasa es que el cura Romaña es hijo de 2000 años de imperio del terror y es, además, un prosista ejemplar y un hombre culto.
No sucede eso con don Fritz, cuya cultura debe de estar en algún PDF comprimido de tan secreta que es y cuya prosa gatea y echa la babita en las inmediaciones de un jardín de la infancia.
En efecto, no contento con sus cadencias sedantes, su viudez intelectual y ese sonido reverberante que viene de la vacuidad (y va hacia ella) el señor Du Bois escribe ayer, por referirnos sólo a una de sus columnas, esta frase:
“En los últimos días el nivel del “alturado” intercambio entre el actual presidente y su antecesor nos han dejado con la sensación...”
Eso de alturado intercambio sólo puede escribirlo un guerrillero anarquista combatiendo las normas del castellano. Porque intercambio es, según el diccionario, “reciprocidad e igualdad de consideraciones y servicios entre entidades o corporaciones análogas”, o, en primera acepción, “acción y efecto de intercambiar”. E intercambiar, señor Du Bois, es “cambiar dos o más personas o entidades entre sí ideas, informes, publicaciones”.
De modo que usted debió precisar qué tipo de intercambio y de qué naturaleza fue el vulgar lío entre García y Toledo.
Ahora bien, es casi natural que usted ponga intercambio donde debió poner disputa. Lo que ya es imperdonable es que usted no sepa nada sobre ese asunto de la concordancia de género y número.
No se puede decir, señor Du Bois, que “el nivel alturado...nos han dejado” porque el singular requiere del singular y patatín patatán y mimamemima.
Que ese no es un error de tecla ni de corrector lo demuestra usted en esa misma columna cuando, algunas líneas más abajo, construye el siguiente prodigio cervantino:
“...ya que alentar con tanta antelación acalorados debates con tinte electoral terminarían saturando al ciudadano...”
¿Alentar concuerda con terminarían? ¿“...Ya que alentar terminarían”?
Que algún escriba le bañe los párrafos y le fumigue la sintaxis, señor Du Bois. Le han dado el encargo de dirigir un periódico, no de subvertir el idioma en el que intenta expresarse. Hasta para ser comisario ideológico hay que aprender a escribir.

lunes, 15 de diciembre de 2008

MÉTETE CON TODOS…PERO AL PRESIDENTE NO ME LO TOQUES

La siguiente imagen fue hecha por el muy talentoso dibujante Álvaro Portales, quien se vio censurado por uno de los diarios vinculados al putigrupo editorial “El Comercio”.

domingo, 14 de diciembre de 2008

El extraño caso de Bolivia

Bolivia ha crecido 6,7 por ciento en los últimos doce meses, la tasa más alta de los últimos 30 años. Es la primera vez que Bolivia supera los 5 puntos porcentuales de crecimiento.
¿O sea que no hay que ser parte del séquito de Bush para crecer más del 6 por ciento del PBI?
Sí, Bolivia lo está demostrando.
Y lo está demostrando en medio de la hostilidad más absoluta de dos de sus vecinos (Colombia y Perú) y superando la embestida de la CIA, la DEA, la media luna, el quinto malo, el tercer ojo, el embajador estadounidense que fue echado y la iglesia católica que está hasta el forro de la sotana de puro metida en la conspiración.
Claro que “la gran prensa” es la que coordina el faenón subversivo. Hace unas horas, por ejemplo, “La Prensa”, que es un diario que está a la derecha de Rudolph Hess, llamó “contrabandista” a Evo Morales.
Lo hizo para provocarlo. Y Morales cayó en la trampa: maltrató a un empleado del periódico en vez de pelearse con el dueño del comercio.
Así que, de inmediato, la SIP ha saltado, la Voz de América ha festejado (“Evo Morales se pelea con la prensa de su país”, es su titular), y la media luna fascista y pinochetista ríe (como les pasa a todas las medias lunas).
Pero Bolivia ha crecido 6,7 por ciento en un año, como no lo hacía desde hace tres décadas. Y esto que, a partir de hoy, las empresas bolivianas ya no se beneficiarán con la rebaja de aranceles de la ATPDEA, suspendida por la administración Bush como castigo a “las insolencias” de Morales.
Y Bolivia, luego de 33 meses de campaña y con el apoyo de Venezuela y Cuba, anunció ayer, en el Beni, que acaba de erradicar el analfabetismo.
Es una hazaña que el Perú no ha terminado de lograr.
La vieja e inmóvil herencia del “modelo camba”, del estilo Sánchez de Losada, de la fórmula derechista, es un país con más del 60% de pobres y un 23% de pobres extremos.
Pero Estados Unidos está muy interesado en que esa pobreza se agudice mientras Morales nacionaliza la producción de energía y se enfrenta a las grandes transnacionales.
Quizá algunos se pregunten por qué el apuro norteamericano de firmar el TLC con Colombia. Una de las respuestas es esta: la vigencia de ese tratado hará que Colombia ya no le compre a Bolivia los 180 millones de dólares de soya que le compra cada año. Y es que el subsidio agrícola abarata la soya estadounidense y saca de la competencia a la boliviana.
Pero Bolivia ha crecido el 6,7% en el último año.
Y sin vender mafiosamente aeródromos civiles ni pretender vender instalaciones militares a firmas chilenas como Cencosud. Y sin enviar cartas a inversionistas de Chile para que sigan viniendo a comprarse barato el Perú.
Porque el Perú es barato dado que el Presidente es caro y siempre necesita más.
Pero mientras el rematismo da eufóricos martillazos y le cobra a Slim lo suyo y a Repsol lo que se convino y a Telefónica lo que fue a recoger personalmente a Madrid y a Pepe Botellas la apuesta corrida y a Odebrecht un porcentaje, el odiado indio Evo Morales vadea los ríos de sangre que propone la derecha y sigue su camino que hasta ahora parece tan limpio como un puquio altoandino.
Y mientras Bolivia crece 6,7% sin necesidad de pintarrajearse y salir de putón, (y crece a pesar de haberle subido los impuestos a los ricos y habérselos duplicado en algunos casos), Rafael Correa, el muy digno Presidente del Ecuador, anuncia la moratoria del 39% de su deuda externa, el que renegociaron en términos leoninos los banqueros que hoy estiran la mano en Wall Street y los lobistas nativos de toda la vida.
¿Cómo? ¿Se hacen cosas así en la aldea global?
Sí. Y es que no hay que ser tiburón neoyorquino para dejar de pagar lo que fue contratado por delincuentes.
¿Y el doctor García?
Vendiendo lo que puede. Creyendo que el Perú es un garaje, una yapa con vistas, una oferta de la quincena, un cierrapuertas de Ripley, un burdel, una feria del Pacífico y una teletón donde la tanda comercial es él.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Jaurías sobre Shakespeare

Hay en el Reino Unido un club tenaz que lucha por demostrar que William Shakespeare no fue William Shakespeare y que las obras que figuran bajo ese nombre fueron escritas, en realidad, por Edward de Vere, decimo-séptimo conde de Oxford, dramaturgo y poeta, romántico y tan desprendido, que terminó en la miseria después de haber cedido todos sus derechos a una compañía teatral.
El club se llama Sociedad De Vere y ha heredado –y agrandado- las dudas que en 1920 sembró el inglés Thomas Looney, erudito del periodo isabelino y feroz detractor del Shakespeare autor.
Para Looney, Shakespeare fue el nombre que usó Edward de Vere para publicar parte de su producción teatral. El amor por la seudonimia del noble isabelino lo atribuyó Looney a la distraída modestia de Edward de Vere y al hecho de que en esa época no resultaba bien visto que un conde escribiera obras de teatro y frecuentara ese mundo de libertinos sumergidos en vino.
A Looney no le importó el hecho de que los defensores de Shakespeare saltaran sobre la yugular de su libro recordando que en Stratford-upon-Avon hay una tumba con el nombre de William Shakespeare, que hubo un actor con ese mismo nombre en la compañía teatral que representó algunas de sus obras, y que en la recopilación shakespereana de 1623, la llamada First Folio, el escritor Shakespeare es llamado como “el cisne de Avon” precisamente por sus méritos literarios.
Lo que a Looney más le importó fue que con su libro –“Shakespeare identificado”-continuó y llevó quizá a su momento más brillante una leyenda que le niega a Shakespeare, un hombre sin educación formal nacido en un suburbio de muy pocas luces, la posibilidad de haber escrito dramas que demuestran una sofisticación que “él no pudo tener”.
Que Looney no es un pobre guiado por el afán difamatorio lo demuestra el hecho de que su obra sigue considerándose una monumental indagación en la muy poco conocida vida de Shakespeare. Hay que recordar también que Sigmund Freud felicitó a Looney por el libro, al que consideró tan desmitificador como abrumador en los detalles.
El fantasma de esta sospecha avariciosa tiene más vieja data y adquirió, en el siglo XIX, estatuto de teoría giratoria cuando la obra de Shakespeare les fue atribuida, sucesivamente, a Francis Bacon –aunque cualquiera que haya leído algo de Bacon podría descartarlo como dramaturgo propenso a los desgarros-, a Christopher Marlowe, a Ben Johnson y hasta al mujeriego y aventurero marino inglés Walter Raleigh, que con tanto entusiasmo participó, en 1596, en el saqueo de Cádiz.
Incapaces de probar hasta ahora lo que dicen, los “anti Shakespeare” obtienen algunos sucedáneos. Hace pocos años, por ejemplo, se terminó de descubrir que el clásico retrato de Shakespeare –el que aparece en el First Folio- era un fraude en cuanto a la fecha de su realización. En efecto, en el óleo figuraba la fecha de 1609, pero los rayos X, el barrido ultravioleta y la microfotografía han derribado este otro mito.
El cuadro, conocido como el Retrato Flower, fue pintado, en realidad, entre 1818 y 1840.
Y hace relativamente poco también –casi para poder hablar de un renovado complot en contra del autor de “Romeo y Julieta”- el parlamentario Alex Johnston, del Partido Conservador, presentó una moción en Edimburgo para reivindicar al presuntamente calumniado rey Macbeth, soberano de Escocia, a quien Shakespeare describió como un hombre sanguinario manipulado por su esposa.
No está demás decir que esa moción contó con el apoyo de 19 parlamentarios de los partidos Nacionalista Escocés, Verde y Socialista.
La lección de todo esto parece ser que no importa lo que se haga o lo que se escriba, de qué tamaño sea la proeza realizada o cuán extenuante pudo ser la travesía, y tampoco interesa si el apellido es Shakespeare, Wilde, Sartre, o Cortázar: siempre habrá una jauría sañuda persiguiendo en la sombra, negando el pan, rebajando el mérito, profanando las tumbas y, a veces, en esfuerzo mayúsculo, tratando de matar las autorías.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Palabras de anoche(*)

Después de escuchar a César Lévano y a Pedro Salinas, lo mejor sería que hiciera lo que a Hugo Chávez no le dio la gana de hacer ante la exigencia borbónica del rey Juan Carlos. Pero los organizadores de esta presentación me demandarán si no digo algo.
Así que empezaré diciendo que agradezco a Tierra Nueva Editores, una editorial loretana, haber recordado que existía un libro llamado “Cambio de Palabras”, un libro agotado al punto de circular en fotocopias, un libro de entrevistas que hoy conoce esta segunda y aumentada edición, la que incorpora entrevistas que debieron de estar en la primera versión y alguna que otra realizada después de esa primera publicación.
Entre las novedades de esta edición están las entrevistas a Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Manuel Scorza y Javier Valle Riestra. Y los editores han incluido, por su cuenta y riesgo, una entrevista que me hiciera Reynaldo Naranjo para sus “Talleres de Comunicación”, una entrevista que tomó la forma de un monólogo predicador al que Naranjo y José María Salcedo titularon, a mis espaldas, “El estilo Hildebrandt”, sea lo que fuere lo que esa frase quiera decir.
Ahora, déjenme decir algo sobre las entrevistas, que es el tema que nos reúne esta noche.
La entrevista consiste en hacer que el otro diga lo que no debió decir.
O en hacer que recuerde lo que no está dispuesto a recordar por placer.
O en empujar al otro a una respuesta que contradiga una tesis anterior sostenida por la víctima en una revista que tuvimos que rebuscar.
De tal modo que la entrevista es, como habrán visto, un pariente pobre del sadismo, un sustituto pálido del poder y un premio consuelo de la autoridad.
Algo o mucho debo de tener, por lo tanto, de sádico, de amante del poder y de autoritario. Y si los que me quieren no me creen, pregúntenle a quienes no me quieren y ya verán.
Y, sin embargo, las entrevistas que más me gustó hacer fueron aquellas que hice con el fervor de un cómplice. Es decir, aquellas donde nada tuve de sádico ni de amante del poder ni de autoritario.
Y veo que, de alguna manera, todas esas entrevistas entrañables tuvieron que ver con la literatura, el viejo amor al que le puse cuernos desde el primer día en que pisé una redacción.
Cuando era un lector maniaco, cuando era un adolescente maniaco leyendo diez horas diarias, siempre me soñé escribiendo en un garaje lleno de gatos y puchos de cigarrillo.
La vida me quiso, más bien, en una casa sin gatos pero con perros y con los puchos de cigarrillo de Rebeca. Porque es cierto que el hombre propone y los puchos son los que disponen.
Esas entrevistas beligerantes se cotizaron siempre más alto que las amables. Pero yo, en secreto, prefería las amables.
Y las prefería porque en ellas no se perseguía encontrar la verdad, ni descifrar un pasado, ni mapear el zigzag de una vida ni bucear en la historia de un partido o de una época.
En ellas no se perseguía nada sino que lo que se quería era tocar a dúo alguna improvisación, tocar al alimón alguna melodía que el tiempo haría irrepetible.
Con Juan Gonzalo Rose, el adagio más ronco; con Borges, el allegro de su cinismo; con Bryce, alguna opereta de Offenbach.
En esta edición depurada han sido suprimidas algunas entrevistas duplicadas y otras a las que los años habían cubierto de maleza.
Quedan, pues, en lo que a política se refiere, los testimonios de quienes encarnaron y encauzaron la política peruana del siglo XX.
Allí está Haya de la Torre, de quien recuerdo su casa mucho más pobre que rica, su persistencia en el error, sus brillos de interlocutor impaciente, y sus perros chuscos (sin alusiones contemporáneas) al cuidado de Jorge Idiáquez.
Allí está don Jorge del Prado, a quien jamás pude imaginar juvenil y desde cuya voz cascada salían eslóganes y grandiosos mitos que a mí me sonaban a juicios de Moscú.
Allí está Fernando Belaunde Terry, quien jamás me volvió a hablar después de esa entrevista, que consideró insolente e impropia.
Pero están también el entrañable y dignísimo Andrés Townsend Ezcurra, Héctor Cornejo Chávez, Pedro Beltrán Espantoso, Armando Villanueva, Hugo Blanco, Luis Alberto Sánchez, Pablo Macera, Luis Bedoya Reyes, Enrique Chirinos Soto, Julio Cotler, Leonidas Rodríguez Figueroa o Alfonso Barrantes Lingán.
También está en estas páginas, retratado para la posteridad que tanto amó, don Luis Miró Quesada de la Guerra, el fundador de “El Comercio” moderno y el hombre que guió al periódico a luchar en contra de la International Petroleum Company -sucesora de la Standard Oil Company, propiedad de los Rockefeller-, y a enfrentarse a la derecha fisiocrática que encarnaban “La Prensa” y sus mentores.
Después de leer esta lista de personajes entrevistados, nadie puede negar que lo que aquí se presenta es más que un libro. “Cambio de Palabras, segunda edición”, es, casi en su totalidad, un cementerio, un panteón de próceres, una sesión de espiritismo.
Es una lástima que estos muertos ilustres hayan muerto de modo tan intestado. De la izquierda de Barrantes, que estuvo a punto de llegar al poder, quedan sólo deberes que cumplir (y que espero que nadie quiera cumplir hasta el último cartucho).
De don Fernando Belaunde quedó una sigla, un hijo liberal, varios sobrinos, pero ningún partido. De ese prodigio de parlamentario y polemista que fue Héctor Cornejo Chávez sólo queda el reconocimiento perecedero de quienes lo escucharon. Y no quiero decir qué ha quedado de don Pablo Macera porque de eso se encargarán los años y ojalá que la compasión.
De los entrevistados en este libro-mausoleo, el único muerto intestado que dejó un partido y varias ferocidades en disputa, fue Haya de la Torre. Hoy, tras la muerte o la jubilación de los primeros combatientes, el albacea de Haya ha vendido las joyas de la abuela, la caja de laca japonesa, lo poco de antiimperialismo que quedaba, Collique y el Pentagonito, y gobierna con los hijos y nietos de quienes acusaron a su líder de narcotraficante y terrorista.
Alguien puede preguntarse por qué no hay una entrevista al doctor Alan García en este libro.
La respuesta es sencilla: porque el doctor García sólo concede entrevistas a quienes invita a Palacio para tomar el té.
Además, hay razones de otra índole. Los discursos del doctor García son tan variados y encontrados, tan contradictorios y simultáneos, que hacerle una entrevista sería una hazaña comparable a la de tirarle un dardo inmovilizador a un puma en acción.
Porque, ¿a qué García entrevistaría un periodista independiente que no fuese a Palacio a recordarle lo buenmozo e inteligente que es?
¿Entrevistaría al García proletario, al García-amigo-de-Pepe-Graña, al García de la CADE o al anpitucos, al que no cree en el Estado o al que inyecta diez mil millones de soles estatales en la economía, al García electoral del cambio o al García cambiado de la Presidencia?
De modo que este libro no ha incluido una entrevista al doctor García. Están, más bien, todos los que pueden explicar el porqué estamos como estamos y el porqué estos lodos vienen de esas polvaredas.
Por último, quiero referirme al silencio con el que este libro ha sido y será recibido. Con excepción de la revista “Caretas”, donde nacieron estas entrevistas, y de “La Primera”, que dirige don César Lévano –un especialista en el Mariátegui que todos apreciamos-, todas las demás coleguerías se han callado y habrán de callarse.
Quiero decir, con toda honestidad, que a lo largo de estos años he hecho todo lo posible por ganarme esos silencios.
Es más: soy autor de ese silencio. He construido a pulso ese silencio. Y, de algún modo, me enorgullece ese silencio que siento más estruendoso y más reconfortante que cualquier aplauso.

Muchas gracias.

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(*)Palabras dichas anoche en la presentación de la segunda edición, corregida y aumentada, de “Cambio de Palabras”. Los comentarios estuvieron a cargo de César Lévano, cuya generosidad intelectual jamás podré agradecer debidamente, y de Pedro Salinas, uno de los pocos periodistas y escritores que admiten que la amistad y el mutuo respeto pueden sobrevivir a las diferencias.

jueves, 11 de diciembre de 2008

García desatado

El doctor Alan García le exige al Congreso menos Contraloría para poder gastar los diez mil millones de soles que le pidieron Vega Llona, la Confiep y la banda de Choclito.
Lo irónico es que la Contraloría de Genaro Matute no vigila con denuedo ni examina con rigor ni abre procesos ni se mete con nadie que esté vinculado al poder.
Allí está el caso de Verónica Zavala, que debería estar enjuiciada por haber puesto cinco millones de dólares de fondos públicos en el NBK Bank (cuando ya era notorio que el tal banquito quebraría), y que no lo está gracias a que Matute se ha guardado el informe acusatorio en alguna de sus cuantiosas secreteras.
¿Qué pez gordo está preso gracias a Matute? ¡Nadie!
Pero para García esa permisividad es insuficiente. García propone el desenfreno y se lo exige al Congreso.
Si se roba a manos llenas con las pocas trabas vigentes, ¿cómo se quiere robar ahora?
¿Cuántos departamentos en París le costará al Perú que el Congreso, obedeciendo la voz de orden del Presidente, cambie las leyes del control?
Ya la doctora Cabanillas, convertida en enfermera de urgencias, ha socorrido la demanda presidencial planteando que “de inmediato se cree una subcomisión que evalúe las trabas burocráticas”. Y cual Morticia, la mujer de Homero Adams, ha agregado sedantemente:
“Las normas de la Contraloría son muy dilatorias y engorrosas”.
El doctor García había dicho poco antes:
“La Contraloría tiene excesivas atribuciones...La crisis internacional nos exige acelerar las inversiones en infraestructura”.
O sea que la crisis, que no existía durante la Cumbre de la Apec, que nos coge “blindados” y que sólo asusta a los Obama pero no a los García, esa crisis que durará 18 meses apenas y de la que saldrá el capitalismo recargado del siglo XXI, esa crisis, decía, ahora resulta que “exige acelerar las inversiones en infraestructura”.
Es como decirnos:
-¡Arriba las manos!
Es más, este columnista encontraría hasta épico y divertido que el doctor García, nuestro excelentísimo señor Presidente, nos dijera “¡Arriba las manos!” en vez de hablarnos de la crisis en la que no cree y de la inversión pública que no lo ha desvelado y de la Contraloría que apenas se siente.
Luego de crearle la agenda al Congreso servil que se maneja, el doctor García tomó otra píldora (o dejó de tomarla) y se invistió de magistrado superior, de juez titular, de supremo pleno y, refiriéndose a Magaly Medina, decretó ante los micrófonos de CPN Radio:
“Creo que ya son suficientes los dos meses de reclusión. Vamos a analizar el caso con la ministra de Justicia”.
Así. Como lo leen.
La pobre ministra de Justicia, que ha hecho todo lo posible para merecer el indulto presidencial de cada día, tuvo que explicarle al doctor García que, sin estar condenada en firme, la señora Medina no puede ser tocada por ninguna gracia presidencial.
La abogada Tatiana Bardales también tuvo que salir a decir que el Presidente no tenía por qué meterse en un caso específico que está bajo la jurisdicción del poder judicial.
Dicen que el doctor García montó en cólera cuando le dijeron que no podía sacar de la cárcel a Magaly Medina. No había recordado esa vaina de la separación de poderes.
Se vengó a su manera, momentos después, en otra ceremonia pública, cuando predijo que las exportaciones peruanas “no bajarán 70% por la crisis”.
Claro que no bajarán 70%.
Pero es que nadie digno de tomarse en cuenta había mencionado ese 70% atribuible a Nostradamus.
Lo mismo hubiera podido decir:
-“¡No bajarán 90%!”
-“¡No bajarán 80!”
-“¡No bajarán 60%!”
-“¡No bajarán 50%!”
Y siempre habría acertado.
¿Por qué escogió 70%? Será por la heptalatría, tan presente en los 7 días de la semana, las 7 plagas de Egipto, los 7 pecados capitales.
Ni bien habló de aquel 70 por ciento, el doctor García tomó una píldora (o dejó de tomarla) y se puso en Bismarck, en Nelson, en Aníbal y en Napoleón, todos juntos en su sola y magnífica persona, y dio el parte de la noche:
-“Mi trabajo es mantener a las tropas en guardia y evitar que den la espalda y a eso me voy a seguir dedicando...”
Cuidado, irreverente lector: no saque conclusiones apresuradas. El doctor García no está loco. Actúa y habla como un loco, que es distinto.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Revolución educacional

Me parece muy bien que no se exija haber pasado por la secundaria para conducir una mototaxi.
Yo diría que, para ser coherentes con la situación del Perú, no debiera exigírsele a un mototaxista ni siquiera la primaria.
Es más, sería hasta dable no pedirle a tal autoridad del asfalto y el bache ni siquiera la condición humana.
Porque, al fin y al cabo, ¿qué es la condición humana en un país como el nuestro? ¿No es eso que se pisotea diaria y masivamente?
¿Por qué no Chita de mototaxista?
¿Por qué no el buey Jacinto de contralor?
¿Por qué no la araña peluda haciendo mejor lo que la pobre Chichi hace con demasiado esfuerzo?
Si muchos congresistas rebuznan y algunas estrellas de la tele balan y más de un columnista croa, ¿por qué no dar un paso más audaz en nuestro proceso involutivo?
Propongo que, con los mototaxistas, empiece la gran revolución peruana de la educación.
Esta consistirá en aplicar el método Alan-Chang, o sea el que viene de un mal alumno del Eguren, de un vago de la Católica, y se bate en la coctelera del Apra de Mirones Bajo:
a) que se decrete el deber de ser estúpido;
b) que esté penado leer cosas que valgan la pena;
c) que sea obligatorio decir “disgresión”, como dice el doctor García, y “teníanos”, como conjuga el doctor Velásquez Quesquén;
d) que las lobotomías complementarias (y pleonásticas) sean consideradas como operaciones financiadas por la seguridad social;
e) que el inexistente doctor Idel Vexler sea nombrado ministro del inexistente ministerio de Cultura;
f) que el curso de religión se imparta por vía de una sonda gástrica;
g) que Raúl Tola enseñe Técnicas de la Entrevista en la UPC;
h) que se declare de necesidad pública leer los ensayos del doctor García en “El Comercio”;
i) que se vuelva a despedir del INC, por no ser aprista, al poeta Juan Gonzalo Rose;
j) que Jaime Cáceres, de la CONFIEP, sea el traductor oficial de Shakespeare en el Perú;
k) que la Feria del Libro tenga carros chocones;
l) que la nueva brigada de búfalos se denomine “Martín Fierro”;
ll) que Frieda Holler dirija “Dedo Medio”;
m) que ser fronterizo sea un plus en la hoja de vida de cualquier funcionario;
n) que “Los Reyes Rojos” y “Los Diablos Azules” sean declaradas instituciones gemelas;
ñ) que César Vallejo sea sólo una academia;
o) que la ataraxia (griega) y el mototaxismo (chaclacayano) sean términos equivalentes;
p) que “Coquito” se refiera a Jorge Mufarech;
q) que las currículas y los currículos se armonicen en aras de los altos intereses y de las altas cualidades;
r) que el “Informe sobre ciegos” sea extraído de “Sobre héroes y tumbas” y publicado como separata en el sistema Braille;
s) que “Los miserables” ya no pertenezca a Víctor Hugo y sea adjudicado a don Jorge Basadre, con retroactividad al año de 1821;
t) que “La casa de cartón” sea desocupada por una orden judicial del Cono Norte;
u) que Bartolomé de las Casas se llame el próximo plan de gobierno de la mafia gobernante;
v) que “La mancha escarlata”, de Arthur Conan Doyle, sea usada para la educación sexual de las jovencitas;
w) que “Los heraldos negros” sean declarados aliancistas;
x) que el escritor latino Macrobio sea combatido con amoxicilina;
y) que Truman Capote escriba sobre toros en “El Comercio”;
z) que Fritz DuBois escriba el tercer tomo de “El Quijote”
Archívese y comuníquese.