jueves, 31 de julio de 2008

Izquierdas y derechas

Hace muchos años, cuando era un redactor de “Caretas” que trotaba las calles, hice una encuesta sobre Vallejo y llegué a la conclusión, puramente estadística, de que la mitad de los emergentes jóvenes consultados no tenía ni pájara idea de quién era Vallejo.
No hablo siquiera de los títulos de sus libros ni de sus poemas difíciles sino de su mera existencia.
Allí me di cuenta de que el genocidio de las clases medias había tenido éxito y que la inmersión del Perú en un mar de analfabetismo cantarín y confiado había continuado. Me di cuenta, en resumen, que hoy el Abraham Valdelomar de “Colónida” sería imposible.
Por eso es que, pocos años después, la versión armada del marxismo que nos merecimos fue la que sostenía un falso profesor de filosofía que no había leído bien a Kant ni entendido a Hegel y ni siquiera aprovechado a Marx. “Presidente Gonzalo” fue también hijo de la crisis cultural peruana.
Y por la misma razón, la solución aparente vino en una caja de laca de la que salió un japonés acriollado que se paseaba con una yuca en la mano, se burlaba de los caídos del palto y se decía beneficiario de la reforma agraria. ¡Telúrico y magnético resultó Fujimori!
Casi todo en el Perú actual trasunta una cierta zafiedad. Si la derecha agrede con su simpleza, la izquierda lo hace con su anacronismo. Gamonalistas nostálgicos por un lado, señores de Sipán del leninismo por el otro.
Lo cierto es que no hay debate sino gritos lanzados desde las orillas. La derecha templaria cree que porque las cifras gordas andan bien las cosas andan mejor. Y la izquierda que sólo odia pero no propone –la vieja izquierda viuda de Mariátegui- tiene una respuesta ya mimeografiada y lista para cada ocasión. Con lo que, al igual que la derecha, se vuelve predecible y aburrida.
Y en medio de esta batalla de paporretas está la gente que quisiera oír nuevas voces y nuevas salidas.
González Prada y Mariátegui no dejaron jamás de hablar de la educación como el mayor desafío de la nación peruana. En el otro extremo, Riva Agüero y Víctor Andrés Belaunde hicieron lo mismo. Y las “escuelas populares” creadas por Haya de la Torre tenían el mismo propósito civilizador. Y el optimismo de Basadre se basó en un Perú mejor educado y, por lo tanto, vigilante de sus instituciones.
En el Perú de hoy la educación es un asunto de ministros y dirigentes magisteriales más o menos locuaces. Y el país se hunde en los peores niveles de América Latina.
No hay democracia posible sin masas educadas. Lo que hay es oclocracia, mandatos de la turba, democracia por aclamación cuando de linchar a un alcalde se trata.
Y en eso estamos. Para complacencia de esos intelectuales que creen que el pueblo es infalible y que la democracia es sólo suma de cabezas (pensamiento de origen ganadero que los civilistas se encargaron de difundir cuando manipulaban las elecciones). Y para gusto de esos medios de comunicación que, en manos de la derecha, viven y prosperan venteando estupideces.
La derecha marca el paso de las muchedumbres. La izquierda les promete el mundo imposible de la reivindicación social sin esfuerzo individual. La derecha usa a las masas para el presente. La izquierda las ve como el gran marco de la futura dictadura del proletariado (dictadura en la que el único que no manda es el proletariado).
Mientras tanto, como decía, no hay debate sino torneo de insultos y rancios lugares comunes.
El Apra, que era el último centro exitoso, ha decidido ser parte de la derecha. Y el doctor García no tiene idea del daño que le ha hecho al país con ese corrimiento.
Por eso es que su propuesta para un ministerio de Cultura suena a ironía y sonará a burla mientras no se declare en emergencia el sector educación.

miércoles, 30 de julio de 2008

La reforma del alma

La reforma del alma, tocada por el mensaje presidencial, es probablemente un imperativo ciudadano. Y debería empezar por las autoridades que fueron elegidas prometiendo una cosa para luego, una vez en el poder, hacer otra.
Y esto, ¿por qué? Porque en la teoría platónica la mayor función del alma es la cognitiva, empezando por la búsqueda de la verdad. De lo que se deduce que quien miente con placer y beligerancia debe tener el alma estropeada.
Ahora bien, reformar el alma de un mentiroso crónico requiere de varias operaciones invasivas.
En la primera, a corazón abierto, el equipo de correctores tendrá que encontrar el tejido de nervios de acero que permite mentir sin vergüenza, prometer sin convicción y reirse luego de los ingenuos caídos en la trampa. Desmontado ese tejido metálico que tiene la ligereza y temple del titanio, la siguiente operación intentará reemplazar la estopa que ha llenado el corazón del mentiroso por sangre viva y corriente.
Y una vez dado este muy cruento paso, la tercera fase en la rehumanización de un farsante feliz consiste en la búsqueda del alma propiamente dicha.
El alma ha sido, como se sabe, un tema espinoso hasta para la sabiduría cristiana, que ni siquiera en el Medioevo pudo definir qué parte del alma era corpórea y qué otra insubstancial.
Pero partiendo de los presocráticos y continuando otra vez en Platón, está claro que para el mundo antiguo el alma era el “pneuma”, el aliento vital que recorría la sangre arterial limpiada por el corazón, el soplo de espíritu que terminaba con el último suspiro de la muerte.
Muchos años después, Descartes, en “Las pasiones del alma” (1649), establecería que la jamás hallada conexión entre el alma y el cuerpo es la glándula pineal. Sería arduamente refutado por la ciencia de los siglos siguientes –sobre todo cuando se descubrió que esa glándula lo que segregaba era melatonina, la hormona del reloj biológico- pero, en todo caso, fue él quien se atrevió a señalar la residencia de lo que en latín se llamó ánima y en griego psiché, eso que ahora el doctor García quisiera reformar.
Dicen los apologistas y hagiógrafos del doctor García –o sea todos los apristas alfabetos- que alguna vez la dicha reforma del alma fue encargada al doctor Agustín Mantilla, especialista en operaciones encubiertas. Y dicen también que, en efecto, el doctor Mantilla se entregó a la tarea en sujetos vivos y con tratamiento ambulatorio. El resultado parece ser que decepcionó al doctor García, quien habría alegado que una cosa era sacar el alma y otra reformarla.
Stalin, el padrecito, sostuvo alguna vez que los escritores eran ingenieros del alma. Como se sabe, para el constructor de los más grandes campos de concentración de la Siberia moderna el alma era un mural donde había que pegar las estampillas del realismo socialista y la ingeniería del alma consistía en lograr que la unanimidad fuese moco de pavo frente a lo que él se proponía hacer y logró hacer después de asesinar a todos sus rivales.
De modo que hay que tener cuidado con la reforma del alma que inquieta ahora al doctor García. Mi esperanza es que se trate de otra de sus mentiras.

lunes, 28 de julio de 2008

Secretos del Apra

Víctor Raúl Haya de la Torre no es sólo el ser mítico, infalible y profético que la religión aprista ha puesto a la cabeza de su iglesia.
Como puede uno comprobar leyendo parte de la correspondencia que Haya mantuvo con Luis Alberto Sánchez (1), el fundador del Apra albergó, como todos, grandezas y miserias. El Apra jamás ha admitido la espesa humanidad de su líder y ha pretendido imponerle al Perú la imagen de un santo agnóstico que todo lo supo y casi todo lo pudo.
Para el Apra de hoy, Haya es refugio y paraguas, coartada y pretexto. Pero las cartas que aquí recordamos furtivamente señalarían que las debilidades pactistas, las claudicaciones doctrinarias y las surtidas mezquindades de la actualidad vienen de lejos, se diría que de la diestra del dios-padre.
El 9 de febrero de 1937, Haya le escribe a Sánchez y le presenta una lista de “indeseables” respecto de los cuales hay que proceder con cautela: “...José María Arguedas, comunista, empleado de correos y uno de los registradores de correspondencia; Augusto Tamayo Vargas, comunoide, empleado de informaciones de Palacio...Palabra (una revista de la época, nota de C.H.) está bajo los auspicios de Xavier Abril, “fugitivo de España” como Sassone, Pablo Abril de RREE y una banda de intelectuales y universitarios de media agua...”
¿Arguedas censor de correos? ¿Tamayo Vargas topo de Palacio? ¿Xavier Abril intelectual de media agua? La avaricia de Haya para reconocer a otros fue legendaria.
En abril de 1937, en otra carta dirigida a Sánchez, Haya pasa de la pequeñez a la calumnia e insulta por la espalda a César Vallejo un año antes de la muerte del ilustre paisano: “Yo creo que en cuanto al Congreso aquel de España, aunque se trata de evidente maniobra comunista, debes ir...Esos Congresos son siempre inocuos y como los paga Moscú, tienen plan de redada, pero ya tú estás crecidito para que te aprovechen...Vallejo es un agente pagado para eso...”
Haya no quiere pronunciamientos en favor de la República española herida mortalmente por el fascismo alzado en armas. Lo dice en varias cartas y lo repite indirectamente en otra dirigida a Sánchez en marzo de 1937: “A mí me tendieron la red cuando el Frente Popular. Conozco el poder mágico de un señor delegado de la III (la Tercera Internacional comunista, nota de C.H.)... Pero de esos delegados he visto a centenares por todas partes, tantos como los mercachifles judíos. No. Yo no seré nunca un Azaña. A mí ni me atraparán...”
Queda claro: su escandalosa “abstención” en el asunto de la guerra civil española se debe a que está convencido de que la República traicionada es un gobierno copado por los comunistas. Espantoso horror moral que lo hará aprobar, más tarde y sibilinamente, “la lección” que Franco le dio a sus enemigos.
Haya era pro chileno hasta la médula. En la carta ya citada le escribe a Sánchez: “Me dicen que Américo largó bilis amarga y limeña... contra los sureños. ¿Por qué? ¿Qué piensa ese hombre? ¿Hasta cuándo no van a liberarse de lo mezquino, de lo pequeño, de lo limitado? Si los del sur intrigan ¿por qué no sentirse grandes y dominarlos por la grandeza como hombres y no como comadres?”
¿Algún parecido con discursos actuales? En todo caso, ese párrafo me concierne en lo personal. El “Américo” de la misiva es mi tío materno Américo Pérez Treviño, hermano de mi madre, periodista, escritor y diputado aprista de la Asamblea Constituyente y, como muchos, exiliado en Chile.
Lo peor no es el tono de cueca tarapaqueña que ensaya la prosa epistolar de Haya. Lo peor es que lo que dice procede de un chisme idiota (ese sí que limeñísimo). Cuando Sánchez le responde desde Santiago le suelta esta línea: “...Informe sobre antisureñismo de Américo es mentira vil. Califícola a sabiendas: mentira vil. Trasmisor es individuo que nunca hizo nada aquí ni en Concepción...” Poco tiempo después Américo partiría a Venezuela, donde moriría, en la plenitud de su edad, devorado por un cáncer.
Si el Apra pacta hoy con Fujimori, Haya, en plena dictadura de Benavides, se reúne varias veces con Manuel Prado –vocero de uno de los sectores más recalcitrantes del conservadurismo peruano- y recomienda a los desterrados en Chile que se entrevisten con Luis Flores, el secretario general de la abiertamente fascista Unión Revolucionaria.
Haya y Sánchez se distancian en 1943. El carácter de ambos los colocaba en trayectoria de colisión, es cierto, pero la explicación menos subjetiva para este pleito de colosos es la arbitrariedad creciente y el narcisismo sonámbulo con que Haya pretende subyugar a todos. En una carta del 9 de enero de 1943, Sánchez le reprocha a Haya haber puesto al Apra de furgón de cola en el tren de los Estados Unidos de América:
“...esa resolución nos coloca en una apresurada y exagerada posición de gonfaloneros de Estados Unidos y compañía”.
No sólo eso separa ahora al político del escritor. Sánchez asaetea a Haya con este reproche:
“...me ha mostrado M un párrafo de una carta tuya respecto a Waldo Frank, en que le tratas de judío, traidor, mentiroso, etc. Linda cosa: precisamente a un hombre que escribe un artículo en defensa nuestra para 3 millones de lectores...se le pone en la picota...Y luego, mientras de un lado nos llamamos los judíos del Perú a causa del maltrato que nos dan, se le enrostra como un delito el que sea judío”.
¿La eterna escopeta de dos cañones, el invento más socorrido de la tecnología aprista? Sánchez lo afirma en este párrafo:
“Hemos llegado a despertar una sistemática desconfianza. A través de conversaciones con distintas personas de diverso tipo, el criterio dominante que se percibe sin dificultad es este: Pero, ¿se puede confiar en la palabra del Partido?...Tenemos que reconquistar la confianza en nuestra lealtad...”
El autor de “América: novela sin novelistas” pone el dedo en la llaga recordándole a Haya pasajes ingratos de su pactismo algunas veces promiscuo:
“Se trata de nuestras relaciones con la Unión Revolucionaria. Recuerdo que hace unos buenos tres años recibimos vehementes reiteraciones a abrir conversaciones con esos señores. De mis peores recuerdos es una entrevista con alguien de ellos, que me produce una terrible sensación de asco y una invencible inclinación al odio...”
Haya de la Torre no se quedó atrás y casi tres meses después, el 29 de marzo de 1943, le respondió a Sánchez. En relación al asunto de la desconfianza, Haya escribe:
“El Partido ha cumplido con su palabra de no traicionar a su línea, de mantenerse firme y moral en un país podrido por el Civilismo leguiista (en 1976, sin embargo, Haya le diría a Barnechea que Leguía “fue el mejor presidente que tuvo el Perú”, nota de C.H.)...Que ellos nos llamen hombres sin palabra es un elogio...Nunca he creído en mi infalibilidad y estoy seguro de que tú no aceptas ninguna porque tienes bastante con la tuya, cada vez más acusada y enorme...La vanidad del escritor...lo lleva a avergonzarse de creer en algo, a perder calor y emoción, a sentirse como esos intelectuales españoles precursores de la guerra civil, azorados, o, como dice graciosamente un emigrado gachupín en México, “azorinados”. ¡No hay que azorinarse!”
Enfurecido por una alusión bajuna de Haya a su esposa, doña Rosa Dergán, Sánchez replica el 6 de mayo de 1943:
“Algunas veces te he oído y leído que los chismes son cosa de proxenetas. Hay tantos chismes, y además inexactitudes y hasta calumnias en tu carta del 29 de marzo, que forzosamente tengo que suponer que te hallas materialmente asediado de proxenetas...”
Sánchez va directo al corazón:
“...debes sentirte muy amargo al no poder uncir a la victoria tu carro. Todos hemos experimentado esa amargura...Días de sabor a ceniza y hiel en la boca, que convidaban a vomitar injurias con acritud de profeta fallido...”
Haya ha insinuado que Sánchez ha coqueteado con Leguía. Sánchez le recuerda que ha sido detenido tres veces durante el gobierno de Leguía y añade:
“...además...en el peor de los casos ser leguiista es menos delictivo que estar al lado de quienes no vacilaron en 20 meses de poder en asesinar a algunos centenares de compañeros nuestros (se refiere a la dictadura de Sánchez Cerro y a su brazo político, la fascista Unión Revolucionaria, nota de C.H.)”.
Luis Alberto se ensaña:
“De todos los sectores llueven críticas sobre la versatilidad y hasta “la claudicación” aprista...”
Pocos meses más tarde la relación entre el fundador del Apra y su intelectual más prominente se reanudaría. Aunque dicen los que estuvieron cerca que, tras ese intercambio de iras, ya nada sería igual. En todo caso hemos reseñado esta correspondencia como una manera de entender, con cierta perspectiva histórica, de dónde viene el pragmatismo sin remordimientos del partido que heredara Alan García. El psicoanálisis afirma que, si lo permitimos, la infancia se convierte en destino. Pasear por la infancia del Apra, por eso, aclara muchas cosas.

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(1) Primer tomo de la correspondencia Haya-Sánchez. Edición de 1982/ Mosca Azul Editores.

domingo, 27 de julio de 2008

Nos “habíanos” amado tanto

Javier Velázquez es un malhechor del idioma. Dice “teníanos” y “habíanos”, “comprendíanos” y “asistíanos”. Ayer dio un discurso digno de su gramática de búfalo errante y del Congreso que representa. Al final de su estropeada lectura dijo que, al ser elegido presidente de esa ayudantía del Ejecutivo, “sentía que estaba recibiendo una difícil encomienda”. ¡Y pensar que Andrés Townsend Ezcurra también venía de tierras chiclayanas!
Velázquez Quesquén es doctor en varias cosas, como hacen los ignorantes que aspiran al poder. Su hoja de vida nada en maestrías y especialidades y su oficina será, al final, un paredón de diplomas y reconocimientos de las universidades apristas donde “ejerce” la cátedra de “derecho constitucional”.
Pero no ha sido por ser ignaro lector de una enciclopedia Zoopena imaginaria que el señor Velázquez Quesquén ha sido elegido presidente del Congreso. Lo ha sido gracias a la diestra bancada fujimorista, al cajón de sastre upepista (ocho de esa agrupación encumbrada por Ollanta Humala votaron por el Apra) y a la señora Fabiola Morales, explicable embajadora del jefe de la banda del SAT, o sea Castañeda Lossio.
La secta de un vasto traidor (es decir, el fujimorismo), el traidor Álvaro Gutiérrez, que ya no sabe quién es de tanta deriva, y la neoaprista solidaria Fabiola Morales, que quiso ser la primera de todos y terminó siendo la tercera de nadie, han sumado dobleces, han hecho sinergia de hipocresías y masa crítica de ordinariez parlamentaria y han convertido todo ese cambalache en victoria aplastante.
Pero la suma del cainismo no desemboca en Jesucristo. Vara, más bien, a Velázquez Quesquén, el flamante muymuy de la marea.
El renovado pacto del Apra y el fujimorismo redundará en presiones que pueden llegar a lo abyecto para liberar, lo más pronto que se pueda y usando todas las armas que estén a mano, a Alberto Fujimori. Servirá también esa compinchería para terminar de ablandar el sistema anticorrupción, que de eso se trata todo: de volver a la época en que podías robar como Drake, exiliarte como si fueras Napoleón, vivir como Luis XV, mentir como Alva Castro, pactar como Ramiro Prialé y regresar como Alan García para tu segunda orgía fiscal.
¿Digo volver? Ya estamos en esto.
“La Razón” festeja y tiene por qué. No hay cómo negar que el triunfo de ayer es el del fujimorismo en acción y el de la corrupción blindada y futura que prevalecerá. Que un grupo de topos de la UPP (a los que se volverá a encargar “las comisiones de control político”) y que otro salido de las zanjas de Solidaridad Nacional hayan tenido un papel aritméticamente importante en el bochorno de ayer, resulta, sin embargo, poca cosa frente al rol de co-protagonista del fujimorista Alejandro Aguinaga, que hará todo lo posible desde su primera vicepresidencia para que el Congreso actual se parezca a aquel donde gritaba Martha Chávez, corregía Martha Hildebrandt, vomitaba Chirinos Soto, susurraba Tudela y mandaba Montesinos.
La boda del Apra y el fujimorismo, denunciada hace dos años desde esta columna, ha tenido ayer una nueva luna de miel. Dos organizaciones perseguidas por el hedor plantean el canje de sus respectivas amnesias. Todo “en aras” –por supuesto- de “la gobernabilidad”.
Si alguien dudaba de que la sordidez iba a tener más parlamento en esta comedia de Ricky Tosso, que se retracte. Si con la señora Cabanillas el Congreso fue anuente y con el señor González Posada fue concurrente, con Velázquez Quesquén faltarán guaipe y franela para el simonizado diario del siempre brillante doctor García.
La democracia tenía una buena oportunidad para demostrar que no era la rabona señalada por muchos. Con lo de ayer, el formalismo democrático ha quedado evidenciado en toda su malicia y la rabona ya no sigue a un soldado sino que alivia a un regimiento.
Que la oposición pague su cuota de castigo es también importante. Buena parte de esta inmundicia viene de esa UPP que el señor Humala inventó consultando no sé qué páginas amarillas y acatando a no sé qué lúmpenes. Y por el lado de Unidad Nacional, supongo que la señora Lourdes Flores ya habrá decidido tomar distancia de esa enfermedad de transmisión sensual que se llama Solidaridad Nacional. Y Vitocho, el amable y estimado Vitocho, ¿querrá hacer otra vez el papel de cojudo hiperbólico que hizo ayer? Ojalá que no. Quienes lo queremos para bien esperamos que no.
Al Apra y al fujimorismo amancebados no los van a sacar del poder con recetas de la abuelita ni con suspiros limeños. La oposición requiere renovarse y fijar metas eligiendo, al mismo tiempo, un nuevo elenco y otras vocerías. Lo que ayer se ha soldado es la alianza de la derecha que tiene muertos en el armario, cuentas por entregar y suciedades por hacer. No será con gente blandengue que el Perú se libre de esta vigorosa infección.
Y en relación a Jorge del Castillo, qué sapo más enorme y crudo el que tuvo que tragarse ayer. Y lo hizo con estoicismo aprista. Eso de hacer del esófago un tubo galvanizado, una tubería matriz, un oleoducto siberiano, un gasoducto de Camisea es, al final de cuentas, la prueba de fuego de todos los discípulos de Haya de la Torre.

sábado, 26 de julio de 2008

Invocación a los congresistas

Lima, 26 de julio del 2008

Señores parlamentarios:

Hoy es un día histórico. Hoy se separan las aguas. Por un lado, la anarquía y la sedición. Y por el otro, el crecimiento, el cambio responsable y la alianza entre las dos grandes fuerzas que han hecho y seguirán haciendo posible el milagro económico del Perú. Nos referimos, claro está, al Apra y al Fujimorismo.
Si el Apra y el Odriismo fueron, alguna vez, la barrera de contención de las fuerzas comunistoides, hoy el Apra y el Fujimorismo representan la seguridad de que no habrá desvío en el camino ni tregua en el crecimiento ni populismo repulsivo que saboteen las premisas del desarrollo conquistado.
El general Odría persiguió al Apra cuando el Apra representaba un peligro marxista y cuando su líder –hay que reconocerlo- no había hecho abandono explícito de sus primitivas ideas de subvertir el orden y amenazar a las Fuerzas Armadas de la patria.
El Apra, sin embargo, tuvo la grandeza de amnistiar simbólicamente al general Odría y en 1963, cuando Belaúnde y su reforma agraria pusieron en peligro a la Nación, dio los pasos necesarios para constituir la inolvidable “Coalición Apra-Unión Nacional Odriista (UNO)”.
Gracias a esa Coalición, refrendada por el pueblo aprista y por los miles de simpatizantes del general que hizo tanto por la infraestructura pública del Perú, las fuerzas del comunismo, irresponsablemente reclutadas por el belaundismo, tuvieron que dar marcha atrás en su propósito de ampliar la reforma agraria empezada tan temerariamente en el Cuzco.
Fue por esa Coalición histórica que las haciendas azucareras siguieron en las manos de sus dueños legítimos y que el latifundio, esa economía a escala que hace posible el incremento constante de la productividad, continuó siendo el faro del mundo rural en su ascenso inexorable a la justicia social.
Tuvo que venir el resentimiento y la traición del general Juan Velasco Alvarado, aliado de los comunistas peruanos y cubanos, para que la reforma agraria llegase con todo su odio de clases y la productividad de la tierra peruana alcanzase mínimos históricos en medio de un clima de despojo y saqueo de las fuerzas vivas.
Pero ahora son otros tiempos. Esa pesadilla socialista ha terminado. Las dudas del Excelentísimo Sr. Presidente de la República, doctor Alan García, ya no existen más. Y todo el Perú se felicita de que el camino trazado por don Alberto Fujimori Fujimori, interrumpido sin mayores daños por el paniaguato y continuado por don Alejandro Toledo, sea el que hoy recorre a paso firme el Apra moderna.
Por todo eso es importante, señores parlamentarios, que decidan cuidadosamente su voto el día de hoy. No se trata de dejarse impresionar por moralinas que la izquierda, herida de muerta pero no muerta todavía, suele lanzar para impactar en la mente de los dubitativos.
Votar por la lista de Javier Velázquez Quesquén, cuya primera vicepresidencia se ha destinado al compañero fujimorista Alejandro Aguinaga, es votar para que el Perú siga creciendo y para que el Ejecutivo siga contando con el apoyo de un Congreso que la izquierda, sumada otra vez al belaundismo resurrecto, quiere convertir en un Congreso petardista, alharaquiento y en la oposición sin ton ni son.
Acusan a la lista de los compañeros Velázquez Quesquén y Aguinaga de haberse fraguado a raíz de la visita que el señor Ministro del Interior, doctor Luis Alva Castro, hiciera hace dos noches al ex presidente Alberto Fujimori. En efecto, esa visita se produjo pero fue en el marco de la cortesía que debe reinar entre el Presidente en ejercicio y el hombre que fuera elegido, en tres oportunidades, Primer Mandatario de la Nación. Nada tiene que ver esa reunión estrictamente protocolar con la decisión de la bancada Fujimorista de seguir apoyando al Apra.
El compañero Velázquez Quesquén no necesitaba la ayuda del doctor Alva Castro para dar fe de su poder de convocatoria, como lo demostró en una reciente reunión que la prensa ha querido tergiversar.
La oposición comunista-belaundista quiere incendiar el país. Lo que los peruanos de buena fe queremos es que el doctor Alan García siga haciendo por todos, pero sobre todo los más pobres, la obra que nos hace cada día más grandes y más competitivos.
Votar por la plancha Velázquez Quesquén-Aguinaga es votar por el progreso. Votar por la oposición es votar por la parálisis y el cambio irresponsable. ¡No lo permitamos, señores parlamentarios! ¡De ustedes depende ahora la estabilidad del Perú!

Firman:

Aurelio Pastor, Carlos Manrique, Mariano Ignacio Prado, Gral. (r) Nicolás de Bari Hermoza, Víctor Joy Way, Enrique Venero, Héctor Neyra, Samuel y Méndel Winter, Luis Briones Dávila, Celestino Manchego, F. Tudela, Mayor EP (r) Martin Rivas, Agustín Mantilla, hermanos Picasso Peratta, hermanos Berckemeyer Pazos, Grupo Grace, Julio de la Piedra, Hacienda Tumán S.A., familia Larco Herrera, Susana Tudela, American Metal Climax, Isabel de Perón, Sindicato de Trabajadores del Ministerio de Fomento y Obras Públicas, Raúl Romero, Ernesto Schultz, Bunny Zavala, Cayo Mierda.

viernes, 25 de julio de 2008

María Elena y la zampona

Es una hazaña lo que la señorita María Elena Peschiera hace casi todos los días en la página de Sociales del diario más antiguo del Perú.
No se trata sólo de poner leyendas originales en fotos que parecen ser siempre las mismas desde la guerra con Chile sino que, además, el diseño obliga a colocar, en negrita, una palabra que defina la escena y ancle visualmente cada pie de foto.
De modo que María Elena debe acudir hasta quedar exhausta a infinitos presentes del indicativo de la tercera persona del plural.
Así que a Lucero y familia hay que ponerles “Celebran”, mientras que a Mariví y acompañante “Comentan” y a Marisa y pareja “Departen”. Y cuando se trata de Maigualida junto a una señora gorda será “Brindan”. Pero cuando sale Ítala junto a una tía carnal pondrán “Disfrutan” y si hablamos de Chepita, condesa de Olmos, lo mejor será decir que “Opinan”. Otra condesa -la Potocka-, en cambio, fotografiada junto a una colección de pasados remotos que llegan hasta la Besarabia, merecerá un audaz “Catan”, lo que no sucede con Pelusa, que sale junto a un noviete de temporada y entonces suscita el genérico “Llegan”.
Y así, sin tregua. Las Coco “Aprecian”, las Queca “Reciben”, las Maili “Conversan”, las Brissa “Sonríen” y las Coco “Donan”.
¿Y las Lala? Ellas “Asisten”, del mismo modo que las Mate “Comparten”, las Mariú “Cooperan” y las Paloma “Compiten”.
Cuando Lara sale junto a otras muchachas en flor hay que poner “Adornan”, pero cuando Belén se abraza con un amigo que parece un odre de Barolo entonces lo mejor será decir que “Posan”. Esto no sucede con Lannie, cuya mirada inteligente -más allá de la compañía a su flanco- inspira un interactivo “Participan”. Las travesuras de Libre y sus amigas, en cambio, se señalan con un “Bromean”, mientras que Dana y los suyos “Observan”, Mailí y compañía “Impresionan”, Tití y su clan “Presencian” solamente y a Pepita y demás contemporáneas no les queda más que el generoso “Invitan”.
Y así casi todos los días, sin apenas descanso, corriendo contra el cierre, María Elena Peschiera estira el castellano más allá de lo dable para no repetirse, para ser siempre fresca y novedosa en una página que es y será la más vieja de todas, una página que tiene el sepia de la encomienda y la zalamería ritual del “Variedades” de Leguía.
Esta trabajadora verbal, esta hacedora de leyendas, está obligada a tratar con guantes de seda hasta lo que pueda disgustarle. Es el hada cibernética que pone “Celebran” debajo de una foto de pisqueros macerados en una fiesta y que acude al “Apadrinan” cuando de un alcalde favorito del director se trata.
Gracias a María Elena Peschiera la clase social que empezó gritando “Viva y/o Muera San Martín” (según convenga) y gritó “Viva Fujimori” hasta que la francachela terminó y grita ahora “Viva Alan García” (mientras dure), la clase social que se juntó con los cholos cuando los cholos fueron uniformados y fascistas como Sánchez Cerro y Odría, gracias a María Elena esta clase social, digo, aparece guapísima, talentosa, a ratos académica, presta siempre a la filantropía y, por lo general, sin rastros de coca.
O sea que María Elena pone “Opinan” y la pundonorosa Valenzuela, que siempre soñó con que la dejaran entrar aunque fuese por la puerta falsa, los hace opinar. Ambas hacen lo mismo, sólo que María Elena es auténtica y la otra una zampona.

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Posdata: Me llega una carta de Gustavo Espinoza Montesinos.

Lima, 24 de julio del 2008

Estimado César:
Como todos los días, hoy leí con placer tu artículo en la edición de La Primera en el que haces una ingeniosa descripción de la falsía del patriotismo en el país que tenemos hoy.
Lamentablemente, encontré una frase ciertamente reprochable en la que te refieres a la vergonzosa conducta de algunos congresistas como Torres Caro y Espinoza Soto, verdaderas ratas de conventillo, como podría haberlas descrito Jorge Luis Borges. Dices, en efecto: “¿No nos da vergüenza decir que son peruanísimos los Carlos Torres Caro y los Gustavo Espinoza?”
Te preciso: Gustavo Espinoza se llamó mi padre, un venerable luchador social nacido en Supe en 1910 y que murió hace tres meses, a los 97 años, luego de una vida prolongada, fecunda y, sobre todo, honrada. Y Gustavo Espinoza soy yo, que puedo, modestamente, decir que tengo una vida pública reconocida por muchos y que tú también conoces. Recientemente mostraste tu indignación porque un caricaturista despistado hizo mofa del apellido Hildebrandt. Y tuviste razón –como lo dijimos en su momento-.
Pero ahora, buscando poner en evidencia la conducta reprochable de un individuo cualquiera, hablas en plural de un nombre y apellido que tienen detrás personas de carne y hueso. Eso no es justo.
El congresista Espinoza Soto –algunos dicen que es mi “homónimo” y yo digo que es mi antónimo porque es exactamente lo opuesto a lo que soy yo- merece los vituperios que quieras usar para ponerlo en evidencia. Pero para evitar confusiones, debieras tú hacer valer el precepto cristiano: honrar Padre y Madre, y nombrarlo exactamente así: Espinoza Soto, para que nadie se confunda.
Pienso, en todo caso, que debieras ser justo también en este caso, preservando no sólo tu apellido sino también el de los demás. Un abrazo,

Gustavo Espinoza Montesinos.

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(Respuesta): “Mi estimado Gustavo: tienes toda la razón. Me faltó mentar la madre del otro Espinoza. Un abrazo también”.

jueves, 24 de julio de 2008

De Leysi Suárez a Lady Godiva

Lo que no se ha entendido en todo esto de una modelo sentándose calata sobre la bandera peruana es eso de la globalización.
O sea que sí nos debe ofender que la tal Leysi Suárez ponga el trasero sobre la bandera de la que es súbdita, pero no nos debe ni siquiera mover un pelo que toda la economía se haya vuelto extranjera, en general, y chilena, en particular.
Un poco de coherencia, please.
¿No es que ya no hay fronteras –como dice Vargas Llosa-, ni nacionalismos?
¿No es que hemos dejado de ser tribus endogámicas y apostamos ahora al comercio mundial, con la OMC (Organización Mundial de Comercio) de Basílica?
Pues bien, si ya no hay países sino telecés, ¿por qué debería haber banderas sagradas, símbolos patrios, marcas antiguas de los estados-nación en trance de desaparecer?
Es curioso que una tal Leysi Suárez, que parece una modelo para el “antes” de un método de adelgazamiento, haya puesto en ridículo la tesis del ultraliberalismo sin patria ni bandera.
¿O sea que sí hay patria y sí bandera, doctor Flores Aráoz?
Y entonces, ¿por qué arriamos la bandera de las empresas que otros sí reservan para sus estados (el cobre de CODELCO, el petróleo de ENAP, la capacidad exploratoria de PETROBRAS)? ¿Y por qué ni el aeropuerto llamado graciosamente Jorge Chávez es peruano sino que está en manos de un consorcio internacional tramposo?
Y ya que estamos en esto, ¿serán peruanos los que celebraron el cierre de “la línea de bandera”, paso previo al dominio chileno del cielo comercial del Perú? Y ya dispuestos a provocar, ¿no nos da vergüenza decir que son peruanísimos los Carlos Torres Caro y los Gustavo Espinoza?
Lo que la editora de la revista que publicó las fotos de Leysi Suárez debería explicar es si su crítica a la globalización va a quedar allí o si estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo partido, decididamente venido de la farándula.
Porque aun cuando la señorita Daisy Ontaneda –la editora en cuestión- no lo haya querido, es inevitable comparar a Leysi Suárez con Lady Godiva.
Como todos sabemos, Lady Godiva también se montó desnuda sobre un caballo. No lo hizo, claro, para una sesión fotográfica de horrendo gusto sino porque así pudo convencer a su marido, Sir Leofric, señor de Coventry y conde de Chester, a que rebajara los impuestos.
Por eso es que detrás de la imagen pintada por el inglés John Collier en 1898 –una Lady Godiva adorable, desnuda y con la cabeza gacha, montada sobre un caballo blanco- hay siempre un mensaje de rebeldía y de triunfo popular. Y lo cierto es que esta mujer del siglo XI logró pasear desnuda sin ser vista, dado que el pueblo de Coventry, avisado, cerró puertas y ventanas para que nadie se asomara a verla. Y el señor de Coventry tuvo que rebajar las tasas y las exacciones.
Por lo tanto, es lícito preguntarnos si esta señorita Leysi Suárez, cuyo nombre real es Lacey Zamudio, ha querido poner la pica en Flandes con un desnudo mensaje dirigido al ministro de Economía. Porque eso de que los símbolos patrios han sido vejados –como sostiene el ministro de Defensa que representa a un ejército en ruinas que no podría defender ninguna soberanía- suena peor y más cínico que cualquier frase de Alberto Fujimori, ese japonés que nos gobernó a patadas con el aplauso de millones de “perguanos”.
El problema no es que alguien se siente sobre la bandera. El problema es en qué trapo escenográfico han convertido los que nos gobiernan la bandera que alguna vez inspirara tanto respeto.

miércoles, 23 de julio de 2008

Las FARC del tiempo

El tiempo es un francotirador peor que el Chacal. Tú vas por la vida pensando en los almendros que alguna vez viste en España y el tiempo te dispara entre los ojos.
Crees que eres el mismo y el tiempo te acribilla.
No es que el tiempo pasa. Es que tú pasas por el tiempo, por su cámara oscura, por su laboratorio de ácido y humos, de óxido y redomas.
Y cuando sales de ese ámbito es que el tiempo ha hecho su trabajo y dio su veredicto. La sentencia siempre es la misma: habrás de recordar todo lo que sea posible.
Los jóvenes son tiempo comprimido. Los viejos son (somos) tiempo perdido.
Cuando tienes 40 crees que la máquina del universo se detiene y por un largo tiempo no escuchas la gotera del tiempo anegándote (negándote). Pero después te das cuenta de que estás caminando entre los charcos del goteo.
Plaj, plaj, suenan tus pasos en la inundación de las goteras.
El tiempo es la cámara lenta que te espera, la punzada de un recuerdo feliz, la neblina que ha empezado a quererte.
No somos tiempo que se ejerce ni dueños del presente. Somos víctimas del misterio del tiempo.
No, eso no es lo que quería decir: lo que quería decir es que estamos secuestrados por el tiempo. El tiempo tiene sus FARC, su Marulanda, su espesura en la noche. Y nosotros vivimos encadenados a sus vicios y sometidos a su crueldad sin rostro.
¿Sin rostro? Bueno, la cara del tiempo es la cara que vamos siendo.
La cosa más perversa que se ha dicho sobre este tema del tiempo y sus trabajos la dijo Stephen Leacock: “La única buena cosa que se puede decir sobre la vejez es que es mejor que estar muerto”.
Quizás en algo parecido haya pensado durante estas últimas horas el señor Felipe Tudela, a quien unos jueces corruptos del Perú y del Alto Perú han declarado minusválido mental.
Y todo para que su hijito Francisco Tudela, que se preocupa por su padre tanto como por el testamento en disputa, sea nombrado “curador provisional” de los bienes que el padre acumuló y que le ha dado la gana de compartir con su esposa.
¿Qué clase de hijo es este Francisco Tudela?
Bueno, basta recordarlo como sobón de Fujimori, como alfombra de Fujimori, como recadero internacional de Fujimori, como encubridor de Fujimori y como pésimo danzante ventral y descaderado de “El baile del chino” para imaginar qué clase de hijo es este Francisco Tudela.
Alguien dijo que los padres son los huesos en que los hijos afilan sus dientes. Bueno, mi experiencia personal me dice que este lobezno del fujimorismo también tiene incisivos poderosos.
Lo que demuestra que los jueces en Bolivia están baratos y que en el Perú la judicatura heredera de Alejandro Rodríguez Medrano está actuando como si no se la hubiese fumigado –y de hecho: tras la limpieza ordenada por Paniagua, los señores Toledo y Alan García, en ese orden, se han encargado de que los juzgados hayan vuelto a ser, en muchos casos, covachas y madrigueras–.
Con el señor Ghersi como guardaespaldas, don Francisco Tudela se la ha pasado amenazando a todo el que osase decir algo que lo contradiga. Hasta se atrevió a enjuiciar por difamación a un psicoanalista que le dijo, freudianamente, “parricida”. Por supuesto que el psicoanalista tuvo que ir, previa transfusión de “Rivotril”, donde el psiquiatra de guardia por el puro terror que lo poseyó, con lo que se demuestra que esa mala costumbre de irse de las batallas es una limeñada hereditaria.
Y es que don Francisco Tudela es bien valiente porque sabe que la caracha moral que él ayudó a fomentar (hablo de la caracha del fujimorismo, claro) pica en el poder judicial y arde en los bufetes y se rasca con el filo de una chequera almidonada. Por eso es bien valiente este hijito de papá que va a terminar matando a su papi de tanto disgusto.

lunes, 21 de julio de 2008

La inmortalidad de Laura Bozzo

Cuando Laura Bozzo fue asesinada por aquel Jack del East End londinense, jamás pensó que, reunida otra vez y muchísimos años después, caminaría por otras calles igualmente sombrías de la mano de quien sería el gran amor de su vida: Charles Manson.
Luego del ataque traicionero de Jack, Laura fue largamente operada y sufrió lo indecible para recordar su identidad. Y el hecho de que su cerebro no recibiera irrigación sanguínea durante sesenta y tres días –hay que admitirlo- dificultó su recuperación.
Aferrada a un botellón de formol que goteaba a toda prisa, entubada a un codo de pulgada y media, perturbadoramente amarilla, Laurita parecía el sueño de un enterrador ad honorem y la playmate de cualquier esquizofrénico.
De hecho, y sólo por un error inexplicable, alguna vez había sufrido la vergüenza de un entierro prematuro. Sólo su habilidad para escarbar le permitió superar ese malentendido, que se produjo después de un intento de quemarla viva en aquel pueblo bárbaro de Salem.
(La injusticia de este episodio está descrita en el capítulo VII del “Necromicón”. Se establece allí que la parte acusadora jamás probó que los cuerpos encontrados en casa de Laurita pertenecieran a las autoridades locales de Salem –tal era el grado de desfiguración que presentaban- y tampoco pudo probar que la alimaña locuaz hallada bajo su cama fuese el hombre que se atrevió a engañarla).
En todo caso, la Laura que surgió de su malograda aventura con Jack era una nueva Laura, fundada en otros patrones de gravedad, cosida y rehecha hasta el último centímetro.
-Quiero un vaso de agua –fue lo primero que dijo después de la trigésima operación. Su médico, el célebre Peter Knife, hubo de hacer unos cuantos arreglos que algunos consideraron, injustamente, como desmesurados. Lo cierto es que Laurita pudo volver a la circulación luego de permanecer veintiocho días en una morgue, primero, y catorce años en el circuito hospitalario de Londres, después.
Y lo cierto también es que un día, en Nueva York, otros muchos años después, muchas plagas y guerras después, un día en Nueva York, como decíamos, adonde había viajado para ver el musical de “La metamorfosis” de Kafka, Charles Manson la vio mirando una vitrina de lencería.
Manson andaba en busca de un sostén de brocado porque tenía una fiesta y Laura quería hallar un calzón con tirantes, tal era su delgadez. Manson la miró de reojo –bueno, él sólo podía mirar de reojo- y decidió que esa mujer tenía que ser suya. Laura contaría después que ella también sintió un hormigueo que recorrió cada escama de su espalda.
Porque más allá del atractivo físico estaba la comunión de sus inexistentes almas y la afinidad de sus infiernos.
Los unía virtualmente todo: las cicatrices exteriores, las sucesivas mortajas de la memoria, la compasión que les inspiraba la preñez de las comadrejas y su devoción sin límites por Barba Azul, a quien jamás consideraron un personaje de Perrault sino el fundador de ese estilo seriado de matar que tanto amaban.
Se tuvieron esa misma noche, por partes, e hicieron su promesa de pareja formulando un pacto de sangre tan entusiasta que terminó con ellos en la sala de emergencias del Hospital Presbiteriano.
Pasado ese contratiempo menor, se casaron en un quirófano y partieron de luna de miel a Europa, en un periplo que debía de terminar en Rumania, donde, además, Laura tenía que recibir la considerable herencia de un pariente que no terminaba de morir.
Al llegar por tren a Bucarest la pareja no cabía de gozo. El invierno empezaba y era un día gris en el que parecían flotar partículas de ceniza. Un mendigo les extendió la mano y Laurita no dudó en desprenderse del bocadillo de salami que había comprado en Padua ocho días atrás.
Luego de una corta espera los parlantes de la estación anunciaron la partida del tren a Transilvania. Laurita y Manson se miraron desde sus respectivas cataratas y sonrieron.
-Es el nuestro– dijo Laura, tosiendo como en sus mejores tiempos.
Como hemos dicho, Laurita debía de heredar a un pariente que, con la firmeza típica de la familia, se negaba a morir. El hombre se llamaba Theo D. Tritus y era un viudo plural y ahora solitario. Y como muchos de su estirpe, había fallecido en un par de ocasiones y había regresado de esas tinieblas más sucio y perverso que nunca.
Cuando llegaron a su casa lo encontraron con la suficiente fuerza como para preguntar con hostilidad:
-¿Qué quieren? ¿Quién los ha dejado entrar?
Fueron sus últimas preguntas. Laura lo mató hasta la redundancia, lo estranguló sin necesidad, lo esparció con vocación de desorden y remató cada trozo de pariente desconsiderado con la misma estaca de encina que siempre llevaba puesta por si fuera menester.
Manson estaba emocionado.
-Tendremos una casa de playa en el Mar Negro y una cuenta más que linda en la banca suiza –dijo Laurita.
Manson se enamoró más que nunca. Años más tarde intentaría encontrar en sus discípulas una sombra siquiera del veneno de Laura, un gramo apenas de su erudición funeraria, una pizca de su genio a quemarropa. No tuvo suerte. Ningún otro cadáver pudo llenar el hueco que dejó Laura en su vida.
Sin embargo, llegó un tiempo en que Laura pareció hartarse de sus filudas hazañas. Fue en esos meses cuando empezó a leer literatura vinculada a otras artes: la masacre de los espíritus, por ejemplo.
Leyó el diario de Goebbels con lágrimas de granizo, se emocionó con los apuntes del doctor Mengele, vio quince veces el vídeo familiar de Idi Amín Dadá, doce el largometraje que Papá Duvalier les mandó a hacer a los prisioneros de uno de sus campos –ellos mismos ponían la palabra FIN al terminar la obra- y tantas veces que no pudo ni contarlas la película cumbre del cineasta chileno Manuel Contreras: “En el estadio todos cantan”.
Esas lecturas y esas visiones la hicieron pensar que su prolongadísima vida había tenido algo de banal. “Deshacerse de la materia es algo relativamente fácil”, se torturaba. Un día, cuando reflexionaba sobre esos asuntos, una amiga que había muerto en el Titanic le escribió una carta que sería decisiva.
En ella le hablaba de un país sudamericano donde el gobernante tenía la espléndida obsesión de que sus súbditos llegasen a ser, de ser posible y en orden sucesivo, bagatelas mineralizadas, nadas haciendo colas en mercados donde no hubiese nada.
Laura captó la poesía de inmediato.
La amiga le describía en la carta el método de esa matanza de voluntades que Chino Maldito –que así se llamaba el gobernante- estaba practicando con la anuencia de todas las cabezas rapadas del Infierno.
Se trataba, para empezar, de desalentar toda honradez y fusilar a la decencia. Pero, sobre todo, de que la gente aceptase, agradecida, el lodo del chantaje, los residuos de su sueldo y la viruta de sus futuros negros.
Era el holocausto de la libertad que otros habían intentado inútilmente. Su amiga le decía que Chino Maldito, venido del séptimo círculo del Resentimiento, lo que estaba logrando, en el fondo, es que esa gente perdiese toda noción de sí misma y aceptase con hurras ser un guiñapo, haciendo olas el hecho de no tener qué comer, con aplausos su degradación ciudadana y con himnos de victoria la llegada de sus torturadores.
Y la prueba de que Chino Maldito estaba teniendo éxito es que era vivado hasta por los que se habían hecho míseros por su política de saqueo de las arcas públicas.
Laura decidió que tenía que venir.
Así que un día hizo maletas y dejó a Manson, que para entonces ya era el asesino del zodiaco, y aterrizó en Lima dos días antes de los crímenes del Santa. Traía una recomendación de Sirhan Bishara Sirhan dirigida a un tal Vladimiro Montesinos.

(Del libro “Biografías Apócrifas”).

domingo, 20 de julio de 2008

Encuestas, prensa y Apra

La baja en la popularidad de Alan García no está en relación proporcional al apoyo que buena parte de la prensa le brinda.
El diario “El Comercio”, por ejemplo, es un bastión del régimen que terminó pensando como sus editorialistas, escribiendo como sus colaboradores y demonizando a los adversarios como sus fantasmas de siempre.
¿Qué escribió “El Comercio” al día siguiente del último paro?
Escribió lo siguiente: “En Lima (el paro) fue casi nulo y en el interior se apeló a desmanes y bloqueos para forzar una paralización con consecuencias graves en heridos y destrozos de propiedad pública” (Editorial del 13 de julio del 2008).
En resumen, para “El Comercio” no hubo paro sino chantaje extremista y violencia. Sin embargo, como la consistencia es escasa virtud en la página editorial del diario en cuestión, a párrafo seguido se admite que algo de protesta hubo (y a escala nacional). Ahora, claro, esos reclamos no estaban dirigidos en contra del régimen solamente: “...las protestas no solo fueron contra el Poder Ejecutivo, sino también contra la ineficiencia y desidia de los gobiernos regionales y locales, así como contra el Congreso, todos los cuales deben asumir su responsabilidad”.
¿Ya ven? El paro fue un fracaso pero fracaso y todo –dizque “El Comercio”- el Ejecutivo, los gobiernos regionales y locales y hasta el Congreso “deben asumir su responsabilidad”. ¿Qué responsabilidad, si el paro fue un desastre proletario y un duro golpe para la CGTP? No es que Aristóteles sea amigo de “El Comercio”, como se ve.
Cuando “El Comercio” indaga en las motivaciones de la “abortada” movilización popular encuentra que la principal de ellas es “la opinión de los principales involucrados (que) reacciona frente a la intención de modernizar el país”. Y esa modernización tiene nombres, según el diario. Esos nombres son la llamada “ley de la selva”, la de utilidades mineras “y las normas sobre propiedad y venta de tierras comunales...”
¡Ajá! Es la teoría del perro del hortelano bryceanamente copiada en el editorial de “El Comercio”: los que protestan quieren oponerse a la modernización del país. Y esos protestantes resultan azuzados por la izquierda anarcoide de siempre.
Así lo dice “El Comercio”: “...somos conscientes de la persistencia de grupos radicales, felizmente minoritarios, a quienes molestan los avances del país, y que deben ser desenmascarados, denunciados y sancionados con los instrumentos que provee el Estado de derecho”. Entre esos instrumentos, como se sabe, está el uso de las armas y las nuevas leyes que tienden a criminalizar la protesta social.
¿Le ha servido de algo al gobierno un apoyo como el de “El Comercio”?
Viendo las últimas cifras de la Universidad Católica, las que sitúan en 31% el apoyo al régimen, se diría que de poco.
¿Le sirve de mucho al doctor García el control evidente que ejerce sobre la televisión y la tierna comprensión que la radio, en general, le dispensa?
No parece que le sirviera de mucho, aunque la verdad es que el padrinazgo de la TV y la radio, los medios más poderosos por su influencia, sí están evitando un deterioro mayor de las cifras que las encuestas están revelando. Se diría que sin una TV y una radio tan amigas, la aceleración del descenso gubernamental en los sondeos de opinión llegaría a la velocidad de las desgracias.
Lo que no se ha dicho en relación a las encuestas es que éstas no apuntan sólo a Alan García sino al Apra y a sus más rudos mentores.
Nadie se ha preguntado, por ejemplo, cuál ha sido el aporte de Mauricio Mulder en la caída de la popularidad del régimen.
En opinión de este columnista, el “factor Mulder” ha sido devastadoramente decisivo. En las últimas semanas, este desaforado operador de la calle Alfonso Ugarte ha puesto a Montesinos como fuente de la verdad, ha reconocido que –violando la ley de bancarización- pagó al contado 18,000 soles a Canal 4 por la difusión del inmundo spot montesinista, no ha aclarado el enredo del Pnud apareciendo como facturador y se ha permitido acusar a la CGTP de estar implicada en un plan subversivo para “bolivianizar al Perú”.
Pocas veces se ha visto una densidad mayor de metidas de pata, cinismo profesional, sentimiento de impunidad y voluntad de provocación.
Para atenuar el asco producido por el uso de Montesinos, Mulder se ha preguntado: “Cuando Montesinos imputa a Fujimori el haber ordenado el asesinato de los estudiantes de La Cantuta, ¿eso es verdad o es mentira?”. Y en seguida argumenta que si creemos en esas palabras también deberíamos asumir como verdad lo que Montesinos dice sobre la presunta cobardía del Sutep durante la dictadura.
¿Qué torpezas estará adquiriendo Mulder para argumentar de esa manera? Porque, precisamente, lo que no dice Montesinos es que Fujimori ordenó matar a los estudiantes de La Cantuta. Como géiser de mentiras, Montesinos vocifera o susurra mendacidad sin pausa alguna. Por lo tanto, a Montesinos sólo podemos juzgarlo por los hechos que lo comprometen y por el cúmulo de indicios que lo sindican como el más sombrío asesor de la banda encabezada por Alberto Fujimori, banda a la cual se acercó Agustín Mantilla y a la que ahora se ha aproximado el secretario general del Apra ¡ante el silencio anuente de casi toda la gran prensa!
Pero el telón de fondo de las cifras en las encuestas es la subida anualizada del precio de los alimentos, que ya va por el 9,5%. Es cierto que en eso hay un componente exterior, pero es también cierto que todo sería más manejable si el gobierno hubiera puesto a la agricultura nacional entre sus prioridades. Por lo menos si la hubiera puesto al mismo nivel en el que se encuentra su explícita vocación pro chilena.
Y, por si acaso, al despedirse del puesto, el ex ministro de economía Luis Carranza ha admitido con todas sus letras: “Ahora tienes un contexto en el cual la inflación es una amenaza...”
Un mensaje nada cifrado en relación al gasto público mal hecho y a punto de desbocarse. Un gancho de derecha que nos remite al exterminio del Inti como moneda. Un recuerdo que ojalá no sea del futuro.

sábado, 19 de julio de 2008

La historia de Víctor Jo

Víctor Jo Guai estaba contrabandeando opio en la frontera rusoafgana cuando lo llamaron para asesorar a Boris Yeltsin.
Jo Guai había asesorado antes a Enver Hoxha, contribuido a la educación moral de Pinochet en su calidad de tutor y era en ese momento el oráculo infalible de Chino Maldito, el único soldado nipón que desertó de Iwo Jima apenas empezaron los tiros y llegó nadando hasta Rapa Nui, donde empezaría una carrera política coronada en el Perú con el llamado Shogunato de los Mil Cerezos.
La mafia rusa se había enterado del talento inmenso de Jo Guai para la política porque el dueño de las mejores plantaciones de amapola en el sur afgano era Dimitri Vomitoliv, jefe de la campaña electoral de Yeltsin y amigo de Jo Guai desde los tiempos en que ambos hacían medicinas chinas en el patio trasero de sus casas.
Así que Yeltsin y Jo Guai se reunieron.
-Cuénteme algunos detalles –dijo Jo Guai con tono muy profesional.
-¿Podemos hablar en confianza?- preguntó Yeltsin mientras Jo Guai asentía con la cabeza-. Mire usted –añadió-: hemos matado, hemos robado, hemos hecho doscientos atentados para culpar a los chechenios y hemos enviado nuestra plata negra a Marbella. Ahora necesitamos ser reelegidos para seguir tapando todo esto.
-¿Y cuál es el problema? –preguntó Jo Guai.
-Tengo a mi alrededor a muchos pusilánimes que quieren consenso y moderación –dijo Yeltsin.
-Ese sí que es un problema –dijo Jo Guai.
-Yo sí creo en lo que hago –dijo Yeltsin.
-Pero es necesario más que eso –dijo Jo Guai-. Me refiero a verdadera convicción, a ese entusiasmo que podría confundirse con la felicidad –filosofó-.
-¿Cómo hicieron en el Perú? –preguntó Yeltsin.
-Chino Maldito, por ejemplo, nunca dejó de creer que el Perú debía ser un guáter, una cisterna averiada, un atoro de tamaño amazónico. Y nunca dejó de creer que las almas de los peruanos debían ser aplastadas por toneladas de basura venérea y periódicos sucios. Y que los valientes o los inadaptados debían ser vomitados por el sistema. Y nunca dudó, fíjese bien señor Yeltsin, nunca dudó de que el Perú sería, al final, un país de noche, un trozo de nada navegando a la deriva, un país maravilloso donde las mulas mandaran y las ratas recibiesen descanso posnatal.
-Lo que usted dice me confunde un poco –dijo Yeltsin.
-Es que es una visión cósmica del mal –dijo Jo Guai con la frialdad de un académico que describe la teoría de los fractales-. Eso es lo que hace falta aquí, señor Yeltsin: matar el último escrúpulo de la pútrida conciencia.
Yeltsin se quedó pasmado. Nadie le había hablado así. Ni siquiera Vladimir Chavetovich, el mayorista de la mafia rusa, el que mataba estadios enteros y sinagogas en actos de celebración. Alguna vez, recordaba, Chavetovich había tratado de reflexionar sobre la inutilidad de la decencia pero eso era muy poca cosa frente al discurso de este peruano de ojos mongólicos que no parecía adular al mal sino encarnarlo.
-Eso en primer lugar –añadió Jo Guai-. Lo segundo es actuar. Las elecciones no son elecciones: son una confirmación, una clonación fotográfica de la elección anterior. No son elecciones: son una redundancia. Por lo tanto, camarada, arreglas las computadoras. Eso se llama modernidad. ¿Alguien te ataca por la prensa? Lo desapareces. ¿El periódico entero se suma al ataque? La madre del jefe de la Unidad de Investigación resulta atropellada por un tren de carga que se desvió de ruta y fue a parar a una carretera. ¿Te jode una radio, con el perdón respectivo por esa palabra, querido camarada? Te llevas el transmisor por la noche. ¿Sale un candidato amenazante? Lo sepultas en mugre lanzada desde la televisión que controlas, es decir toda. Porque lo único que hacen estos brutos que gobernamos es ver televisión.
-¿Pero eso no es... volver a Stalin? –balbuceó Yeltsin hincado por el último miligramo de pudor que le quedaba.
-Es peor. Stalin fue un reo primario porque no tenía satélites ni computadoras ni interceptores telefónicos. No tenía ni siquiera rayos infrarrojos para burlarse de la noche ni GPS para saber qué pisas ni Internet para difamar a escala planetaria. Permítame decirle, señor Yeltsin, que Stalin fue un pobre diablo. ¡Stalin no tuvo nada de lo que el mundo se merece! –gritó Jo Guai.
-¿Cuánto le debo? –preguntó Yeltsin, mareado sin haber tomado una copa de vodka.
-Nada, Su Excelencia. Sólo quiero comprar más medicina en la frontera.
-Será escoltado hasta allí para protegerlo. Le agradezco mucho sus consejos –terminó Yeltsin.
Tenía la cara de quien había vuelto al estado de gracia de los inocentes.

(Del libro “Biografías Apócrifas”, de pronta aparición).

viernes, 18 de julio de 2008

La escritora Angie Jibaja

La editorial “Planeta” habría descubierto a nuestra Sagan, a nuestra Sarraute, a nuestra Poniatowska. En todo caso, a la literatura peruana como que le hacía falta una celebridad que, frente a Vargas Llosa, encarnara la simetría y el cuoteo que tanto reclaman las manuelas.
Por las noticias de ayer podemos decir que esa Restrepo nuestra se llama Angie Jibaba y tiene –dicen– la virtud de ejercer el realismo sucio sin saberlo y de imitar vitalmente a Bukowski sin haberlo leído y de caminar por el mundo a lo Kerouac sin tener ni idea de Kerouac. O sea, instinto puro dictado desde los forros.
Pero también es que “Planeta” quiere hacer en estos reinos amables lo que hizo en España: convertir en vendible todo lo que se edite bajo su nombre.
Allá en España hicieron escritores por resmas y manadas, al peso y en barcazas. ¿Habías pasado por las manos de media farándula? Pues te editaban contando tus memorias de tualé y ponían en la tapa “Polvo de estrellas” o algo parecido, con lo que “Planeta” poblaba sus arcas y la niña en cuestión recibía su 10 por ciento, que era menos de lo que solía cobrar pero que estaba compensado por el hecho de que la habían hecho escritora y hasta había tenido una cola de pedigüeños esperando su firma el día de la presentación del libro.
Escritores mediocres, periodistas grises, mitómanos profesionales, bataclanas y despatarradas, borrachos al viento, sobones en racimo y todos los que tuvieron sus quince minutos de gloria aparecieron un día con su libro de letras grandes y grandes letras pagadas puntualmente.
Hasta que llegó el momento con el que había soñado el viejo Lara, el fundador de esa casa editora: “Planeta”, que para ese entonces ya había comprado todas las editoriales antagónicas, decidía quién era y quién no era en un mundo cultural donde las reseñas se alquilaban y la mayor parte de las críticos había optado por el oficio que había hecho famosa a Xaviera Hollander.
¿Cocinabas bien? Pues lanzaban tu libro inventándote una vida aventurera y tres amoríos de verano aunque sonoros. ¿Habías robado un banco ladrillo tras ladrillo pero tenías un apellidote con teflón? Pues allí estabas impreso con cara de víctima y una historia de persecución que escribía otro estirando la imaginación hasta quebrarle los huesos. Y así por el estilo.
“Planeta” convirtió en dinero masivo lo que aquí ha sido siempre labor de artesanos. Y en vez de escritores, a los que servía de vez en cuando con un premio previamente arreglado, creó una legión de grafómanos y una lectoría chismográfica.
Y todo lo que tocaba “Planeta” era oro. Gracias a “Planeta” el insufrible Antonio Gala vendió como nunca en “El corte inglés” y hasta Sánchez Dragó, asesino serial de la novela, recibió su primer premio de “Planeta” y hubo que comprarlo para apostar en qué página nos quedaríamos dormidos.
Aquí ya sabemos a quiénes publica “Planeta” y qué mafia acrisolada trabaja al alimón con este monstruo que aspira a borrar todo asomo de editorial nativa.
Lo de ayer, sin embargo, como que supera a la exageración. He visto y oído el video de Angie Jibaja a la salida de Canal 4 porque no me bastaron los despachos escritos.
“Quiero agradecer a la editorial “Planeta” por hacerse cargo de estos pensamientos”, ha dicho la señorita Angie Jibaja muy emocionada.
Se refería al hecho de que “Planeta” ha recibido los manuscritos carcelarios de la Jibaja de manos de quien aparece como su Carmen Balcells, o sea su agente literario (y más tarde quizá su albacea), es decir el estilista Marco Antonio.
Y uno de los directivos de “Planeta” dijo a RPP que “el testimonio de Angie Jibaja podía ser de valor para los lectores”.
“Escribir te descarga de todos los momentos que estás pasando”, dijo la señorita Jibaja. Y luego de decir que escribió cada día de los que estuvo en prisión por cortarle la cara a una parroquiana, añadió de lo más misteriosa: “También estoy escribiendo la parte de adelante de esto, para que vean que siempre hay un cambio...”
Los ansiosos lectores esperan, claro, que la parte de adelante (de la obra) sea tan buena como la parte de atrás. Pero eso ya depende de qué negro literario le adjunte “Planeta” a tan prometedor retoño de las letras peruanas.

jueves, 17 de julio de 2008

La noche de Laura y Aníbal

Laura Bozzo estaba confundida aquella noche en la que salió con el brazo derecho puesto en el flanco izquierdo y una ceja del otro lado haciendo esquina casi con la sien.
Eso le pasaba por vestir las piezas de su cuerpo puestas sobre la cama y no colocadas ya, como siempre le había recomendado Jack el Destripador, su literalmente entrañable amigo.
Pero esta vez los grititos, el farfullar excitado, el alboroto de su almita podrida se justificaban ampliamente: el mismísimo Aníbal Lecter la había invitado a cenar un policía neoyorquino en una suite del hotel Plaza. La entrada y el postre serían una sorpresa.
Hablaron, como en los viejos tiempos, de sus últimas presas, del incorregible Jack, que acababa de secuestrar la mitad de un banquero alemán y se había atrevido a pedir rescate por pieza entera, y de lo vulgar que se había puesto la cosa en el Perú con la moda esa de aserrar gente en los sótanos del Pentagonito.
-¡Cómo puedes vivir en un país así!- dijo Aníbal.
-Es por dinero, sólo por el dinero –contestó Laurita compartiendo el asco de su amigo.
Laura y Aníbal se habían conocido poco después de estallada la Revolución Francesa, con ocasión de la decapitación del conde Gobineau (dificultada por la incompetencia del verdugo, a quien Aníbal tuvo que ayudar con una sugerencia magistral).
Laurita, que había sido testigo de tan talentosa asesoría, se enamoró a primera vista.
El amor y el crimen, la puerca exquisitez y la insaciabilidad, los charcos y el infortunio vestido de mil maneras, la lascivia y el arte del malherir sin rematar, en fin, los habían visto juntos en la última gran peste de Venecia (1796), durante la batalla de Marengo –donde, infiltrados en el cuerpo médico, sellaron la suerte de los austriacos–, ante el estrangulamiento del zar Pablo (11 de marzo de 1801), y a lo largo de la diseminación de la fiebre amarilla entre las tropas del general Leclerc, enviado por Napoleón a sofocar una de las tantas rebeliones de Haití.
-Sabía mal pero era pasable. Creo que la fiebre amarilla terminó de amargarlo –diría Aníbal de Leclerc muchos años después.
El asunto es que Laurita y Aníbal tuvieron una conversación de lo más divertida, amenizada por un piqueíto de orejitas dulces y deditos de queso.
Un mayordomo, que tenía un garfio en el muñón del brazo derecho y al que Aníbal presentó con el extraño nombre de Raúl Modenesi, trajo por fin el banquete prometido.
En la mesa esperaban un consomé con tenues hilachas de novicia (la primera sorpresa), el ya anunciado adobo de policía de Manhattan, y un postre que ni siquiera el hediondo cerebro de Laurita hubiese podido imaginar: “Suspiro limeño con su procedencia”, majestuoso invento que Aníbal encontró entre las pertenencias de un inquisidor portugués a quien se había comido a la sal.
Y todo regado por un vino rumano que ardía como se debe.
Lo que sucedió después de esa cena no es dable de contarse en un periódico leído por seres humanos. Quizá lo único digno de decirse es que al día siguiente esa suite estaba tan desordenada por el odio y el placer equívoco que Laurita jamás pudo encontrar su segundo talón. Pero había sido feliz. Espantosamente feliz. Como casi siempre.
(Del libro “Biografías Apócrifas”, de pronta aparición).

miércoles, 16 de julio de 2008

¿Alianza corazón?

Las imágenes difundidas anoche, aunque editadas piadosamente a pedido lloroso de algunos influyentes, son la prueba redundante de que el fútbol peruano está en manos de mequetrefes y en las patas de algunas mulas trotonas.
En la juerga por la despedida de Reymond (sic) Manco, sudada en una discoteca a 48 horas del partido decisivo con Cienciano, algunos de los aliancistas que se iban a jugar la vida por esos tres puntos se emborracharon como la Jibaja, vomitaron como Bush papá y fueron al baño a echarse polvos porque el maquillaje se les había corrido tanto como la vergüenza.
A las 5 de la mañana, zigzagueantes como nunca pueden estar en el campo, dribleando a la mona, algunos de estos bajofondinos que cobran como si jugaran y exigen como si fueran serios, se despidieron y se fueron a dormir la variada intoxicación que se habían infligido.
Dos días después, Cienciano les volteó el 0-2 vigente hasta el minuto 70 y los sacó de la clasificación de los siete primeros con un gol al minuto 93. ¡3-2! ¡Fue un partido tranca para la pandilla de Matute! Se diría que, al final, los únicos diablos en la cancha fueron los diablos azules que el equipo había visto entre Pisco y Nazca.
Con razón los jugadores de Alianza se niegan sistemáticamente a entrenar temprano por la mañana. Es que, sin necesidad de surfear, frecuentan la resaca.
Y hasta el señor Johnnier (sic) Montaño, que cobra veinte mil dólares mensuales, aportó al vomitorio. El señor Marko Ciurlizza no vomitó, es cierto. Sólo se quedó dormido como cualquier borracho con el encéfalo sumergido en cañazo. Y fue el señor Ciurlizza quien permitió, con su marca al estilo Jimmy Santi, el gol enterrador de las postrimerías. Como se sabe, Ciurlizza es un veterano de mil batallas terminadas todas, escrupulosamente, en fracaso.
Hubo otros cadáveres de futbolistas en la discoteca del adiós. El señor Juan Jayo Legario abandonó su habitual silla de ruedas para brindar de pie (como casi nunca está en la cancha). El señor Waldir Sáenz, que era malo hace 20 años y que ahora es un malo añejado y con cierto prontuario, salió de su letargo hipotalámico y se animó a gritar “¡salud!” sin cometer ningún error de pronunciación. El señor Kerwin Peixoto jura que no fue él quien orinó en las inmediaciones del local. El señor Jorge Soto se sometería al polígrafo para demostrar que él no fue ese viejo patético que contaba porquerías.
Y así por el estilo desfilarían todos los que casi se amanecieron bebiendo como Bob Esponja. Porque los jugadores, como siempre, son el reflejo de sus dirigentes. Y hace mucho tiempo que Alianza Lima, el equipo que me hizo amar el fútbol, está en manos de los que no tienen nada que perder porque jamás ganaron nada en el brutal partido de la vida.
El presidente de Alianza Lima, el señor Carlos Franco, que hoy finge indignación radial, es el mismo que le regala centenares de entradas a las dos barras bravas que compiten para ver cuál de las dos es la que acuchilla mejor, la que insulta más, la que escupe con la mejor parábola. Es el mismo que vende jugadores apenas brotan “para hacer caja” siguiendo la política suicida de deshacerse de lo que vale y quedarse con lo invendible (reforzado con algunos obesos colombianos). El mismo que ha dado derecho a voto a algunos fanáticos cuyo mérito es votar por Franco sin preguntar qué se está votando.
¿Y el entrenador? Pues es un buen hombre que viene de Venezuela, donde hace diez años que se juega al fútbol en serio. Se llama Richard Páez y a él le dijeron los del club del vómito que “se iban a una reunión familiar”.
Yo me enamoré del fútbol porque es un deporte donde caben el brillo y el equipo, la fantasía personal y la severidad colectiva, la estrella y el firmamento que la sostiene. El fútbol americano construye cargadores frontales. El nuestro hace trenes fantasmas. Los deportes colectivos (el básket, el vóley) son, por lo general, bastante predecibles y escasos de ocurrencias. En el fútbol, como en la vida, todo puede pasar. Porque el fútbol es destino concentrado, zumo de azar, esencia de imprevistos, rayo que te mata o lluvia bendita para la cosecha del gol.
Cuando yo iba al estadio de niño, Gómez Sánchez era materia oscura a la velocidad de la luz por la banda izquierda. Y Guillermo Delgado era Lanzarote defendiendo a su reina en el centro de la fortaleza. Y Barbadillo era un genio del humor porque los que querían taparlo terminaban dando risa.
En estos últimos años, sin embargo, he llegado a pensar que lo que aquí se juega es un dialecto del fútbol, una manera lateral de entenderlo, un crónico adagio de lentitudes y resignación. El fútbol peruano padece de anorexia de gol. Para el fútbol peruano los arcos son horizontes que se miran sin mucha ambición, desde el abatimiento, desde el Tratado de Ancón.
Ahora ya sé por qué este fútbol que tanto emocionó mi infancia y mi primera juventud es hoy un vinilo de 33 revoluciones por minuto. El cambio tiene que ser de raíz.

lunes, 14 de julio de 2008

¿Cuándo se jodió la radio, Zavalita?

“...para que diga por qué APRODEH intervinió en favor del MRTA...”, dice el locutor de RPP.
“...Aperturarán proceso penal en contra de funcionarios...”, añade su pareja de locución unos segundos después y refiriéndose a otro asunto.
“Un equipo se preparaban...”, insiste la voz de RPP, o sea “la del Perú”, instantes más tarde.
Y todo eso en el lapso de unos segundos.
Y me refiero a la emisión de ayer por la tarde, entre las 6:30 y las 7 p.m. Lo que transcribo puede ser verificado escuchando la grabación respectiva.
¿Intervinió? ¿Aperturarán? ¿El equipo que se preparaban?
La radio está más cerca de la gente que apenas habla español. Claro que sí.
Y para remate, el conductor del noticiero, un amable nieto de Chita, comenta un “concierto romántico” que será “todo un suceso” y recomienda, eso sí, que “no se corten las venas cuando vayan”.
¿Cuándo se jodió la radio, Zavalita?
¿De dónde viene ese Huascarán de bazofia gramatical, esa riada de huachafería, ese supremo mal gusto? ¿Cuándo fue que empezamos a ser nuestro propio Yungay cultural?
Con la debacle del Perú, por supuesto.
Si un Nuremberg internacional de educadores nos juzgase, la horca nos esperaría. El Perú es, en cuanto a ignorancia declamada, nazismo puro. Y muchas de sus falsificadas universidades son el campo de concentración donde se tortura al lenguaje, se gasea al arte, se patea hasta la muerte a las matemáticas y se marca a fuego el brazo de la imaginación.
Si fuera posible herir al idioma sin palabras, los peruanos lograrían esa hazaña aunque fuese matando a todos los mimos de la tribu. ¡Qué mal se habla y qué peor se escribe en estos reinos que un día vieron a Garcilaso el Inca subiéndose a las más altas cotas del idioma!
Los escuadrones de la muerte del analfabetismo al mando se pasean por las redacciones impartiendo sus manuales de estilo, aporreando a los partisanos que insisten en escribir con corrección, amenazando con los peores castigos a los que leen. Un tal Zavala los financia, un tal Delgado los arma, la cucaracha Martina los destina, el demonio de Tasmania les da el tono.
¿Cuándo fue que nos jodimos, Vargas Llosa?
Creo que nos jodimos:
a) cuando la escuela de Teresa González de Fanning fue reemplazada por la Escuela de Choferes;
b) cuando Porras Barrenechea empezó a ser un desconocido;
c) cuando Mariátegui fue sólo una avenida que cruza Jesús María;
d) cuando Chapulín el dulce tuvo más presupuesto que el Conservatorio;
e) cuando a “Radio Selecta” la mataron de un botellazo en la Novena Sinfonía;
f) cuando Ricardo Palma fue sólo una universidad que auspicia mamotretos;
g) cuando al pobre Vallejo lo raptó un tal Acuña;
h) cuando en el Bausate Meza empezaron a creer que Abril de Vivero era una florería;
i) cuando a Blanca Rosales la llamaron la directriz;
j) cuando nadie recordó que Javier Prado fue, antes que una vía rápida, el autor de “El problema de la enseñanza” y el rector por encargo de San Marcos;
k) cuando todos creyeron que la Vulgata Latina era la Chichi;
l) cuando el cachorro Zavala pensó que José Enrique Rodó había sufrido un grave accidente;
ll) cuando Tula Rodríguez soñaba con bailar las suites de Barranco en tutú rosado;
m) cuando Jessica Tapia creyó que D’ Anunnzio era un gran publicista;
n) cuando los hermanos Agois aprendieron a firmar (hace ocho años);
ñ) cuando Cacho llamó al ministro del Ambiente para hacerle una consulta;
o) cuando Bryce se plagió a sí mismo y escribió “Un mundo para Julius”...
Etcétera, etcétera.
Hace poco tuve que hablar con un psicólogo, titulado y todo, que decía “dea” y “dean” en vez de “dé” y “den”, respectivamente. Así que le dije que me “dea” un permiso y me retiré. Javier Velázquez Quesquén dice “habíanos” y “teníanos” y puede ser el próximo presidente de ese Congreso que alguna vez pisó Luis Alberto Sánchez. Un señor escribió hace un año en “El Comercio” que los toros de lidia gozaban tanto cuando los atormentaban en las plazas que dejaban de sentir dolor (“Un mecanismo anula el dolor al toro bravo en la lidia”, “El Comercio”, 30 de julio del 2007, página C-11), lo que constituye, más allá de la gramática, un caso extremo de ignorancia bebida y entusiasta.
Es que también nos jodimos cuando don Luis Miró Quesada de la Guerra se murió y dejó a “El Comercio” muy parecido al Pérez Araníbar.

domingo, 13 de julio de 2008

Sentados en un banco de oro

Al escribir estas líneas acababa de morir en Pataz, región La Libertad, Manuel Yupanqui Ramos (23 años).
Yupanqui era uno de los seis mineros heridos de bala por la policía en las cercanías del yacimiento de oro que explota en Pataz Minera Aurífera Retamas S.A. (MARSA). Un compañero de labores llamado Rosario Castillo Ramos había sido operado de emergencia por una herida de bala en el abdomen y su estado era grave.
Yupanqui fue herido en el pecho. Otros cuatro trabajadores presentaban lesiones de armas de fuego, pero tenían un buen pronóstico médico.
Todo ocurrió ayer. Y según la versión del secretario general de la Federación de Trabajadores Mineros, Luis Castillo, todos los testigos señalan que la policía parecía tener órdenes de provocar el enfrentamiento.
“Los mineros estaban protestando pacíficamente y la policía llegó de otro sitio para rodearlos. No había ninguna necesidad de hacer eso porque nadie estaba causando daños a nada ni a nadie. Sólo se estaba protestando porque MARSA se niega a entregar las utilidades que corresponden al año 2007”, dijo Castillo a una emisora radial de Trujillo.
La verdad completa es que algunos piquetes de los dos mil mineros que han paralizado sus labores habían bloqueado la carretera que conduce a Pataz. En la conciencia del ministro Alva Castro se librará el debate en torno a si despejar una carretera vale un muerto y otros cinco heridos de bala.
Lo cierto es que doscientos policías salieron de Tayabamba rumbo al anexo de Llacuabamba, distrito de Parcoy y provincia de Pataz, requeridos por los ejecutivos de MARSA, cumpliendo órdenes impartidas desde Lima por el ministerio del Interior y dispuestos a escarmentar a quienes empezaron el 30 de Junio una huelga sectorial que fue levantada hace tres días pero que ellos prosiguieron a nivel local.
Y por supuesto que MARSA se parapeta, entre otros argumentos, en el hecho de que la ley sobre el reparto de las utilidades mineras está atorada en los drenajes siempre a tope del Congreso -y en esto la bancada del señor Ollanta Humala tiene una gran cuota de responsabilidad-.
Si en las próximas horas sucede algo aún más grave que lo que ha pasado ayer, nadie podrá decir que no estuvo notificado de la situación. Los auxilios bomberiles del régimen parecen haber empezado también una huelga de brazos cruzados.
Si el dinero fuera líquido, las empresas mineras tendrían mar propio y océano comanditario. Entre 1990 y el 2007 las exportaciones minerales pasaron de tres mil millones a diecisiete mil trescientos millones de dólares. Y mientras, en ese mismo lapso, el PBI genérico creció un 109 por ciento, el PBI minero lo hizo en un 135 por ciento. Sólo el año pasado MARSA incrementó su producción en 36 por ciento.
Pero así como la del guano fue “la prosperidad falaz”, la abundancia minera resulta un cruel espejismo para la mayor parte de los trabajadores del sector.
De los 101,192 trabajadores mineros censados por el ministerio de Energía y Minas sólo el 36 por ciento está en planilla (“empleo decente”, para usar la terminología del doctor García). El resto labora bajo el régimen de contratas, en subsidiarias muchas veces engañosas de las propias mineras, y con precarios contratos que se renuevan cada tres o seis meses.
Y el salario promedio de un service está entre los 25 y los 30 soles diarios, uno de los más bajos de América Latina. ¿Y cuánto gana un trabajador de socavón formalizado en la planilla de Shougang? Pues 43 soles diarios, un jornal que poco tiene que ver con las cifras de la bonanza corporativa y menos todavía con un oficio que conoce de jornadas de doce horas diarias y reduce en diez años el promedio de expectativa de vida.
Para no hablar de la siniestralidad, que en un 75% de los casos ocurre, cuando de accidentes fatales se trata, en los llamados services mineros, ínsulas infames donde las leyes no llegan y la atmósfera es la de las viejas enganchadoras que se mueven como sombras en el “Tungsteno” de Vallejo y en la saga del Garabombo que Scorza hizo galopar.
Las cinco primeras empresas del Perú en la lista del éxito hecha por la publicación “The Top 10,000” son mineras. Y la primera es Southern, que sólo en el 2006 tuvo utilidades netas (después de pagar impuestos) por valor de 1,273 millones de dólares. Y un cálculo de Humberto Campodónico respecto de las sobreganancias mineras en el 2007–es decir lo que obtuvieron como añadido por el incremento de ese año en el precio internacional de los metales- nos pone ante la sideral cifra de 12,000 millones de soles. Estamos hablando de 12,000 millones de soles ¡sólo de sobreganancias! ¡Y de 22,000 millones por el mismo concepto si sumamos los años 2005 y 2006!
Eso está muy bien. Pero estaría mucho mejor si esa cornucopia salida del Reino de Nunca Jamás fuese menos mezquina con los de abajo y si el gobierno hubiese llegado a un arreglo más digno con la gran minería. Sólo con un razonable 10% de impuestos sobre esas ganancias no previstas el Estado habría obtenido dos mil y doscientos millones de soles para hacer obra social.
Mientras tanto, en MARSA, aquella mina que Raimondi merodeó con su vista de lince, a los mineros los abalea una policía que parece la Forza de Yanacocha, la benemérita de la Cerro de Pasco, la de asalto de los tiempos de Toquepala. Y es que cuando García habla de “conspiración comunista para traerse abajo la democracia” no sólo está rebobinándose a los tiempos del muro de Berlín sino que está emitiendo señales químicas que Alva Castro interpreta salivando y el general Salazar rastrillando y los descendientes del famoso Marsano del fujimorismo mirando sentados en su banco de oro. Todo como siempre.

sábado, 12 de julio de 2008

De Montesinos a la cobardía

¿Hay que incendiar sedes de gobiernos regionales para que el Ejecutivo envíe una comisión de alto nivel?
Ayer, escuchando al ministro Antonio Brack, creí estar en otro país. Un hombre civilizado le decía a la gente que había trabajado duro para lograr un consenso con las autoridades de Madre de Dios.
La Comisión de Alto Nivel analizará, entre otros muchos aspectos, el asunto de las restingas –las islas que aparecen cuando los ríos decrecen su caudal–, la titulación de las parcelas de bosques que están en predios privados, el manejo de la explotación forestal y las medidas que habría que tomar en relación a las zonas agrícolas inundables.
Lo que más llama la atención es que la solución a buena parte de esos problemas yace en el Congreso, engavetada por comisiones remolonas o ineptas, o en el entorno presidencial, generalmente sordo cuando de los “chillidos” populares se trata.
Lo que significa que el vandalismo de Madre de Dios, condenable desde cualquier punto de vista, se pudo evitar. Se pudo y se debió evitar.
En todo caso, a lo que iba es a la diferencia que plantea Brack en un gobierno presidido por la autocomplacencia y los desmanes autoritarios.
Escuchar a Brack es, por ahora y más allá de las dudas que pueda haber en torno a decisiones futuras, reencontrarse con la serenidad. Es volver a ver a la buena fe sirviendo al interés público. Ojalá que no se harte y ojalá que no lo embosque algún celo minúsculo de algún ínfimo sin escrúpulo pero con carnet partidario.
En las antípodas de Brack, el resurrecto Alan García de siempre volvió por sus fueros. Ha llamado conspiración a lo que 24 horas antes había calificado de “descontento entendible” y ha defendido a la chusma que ha usado a un delincuente como cita citable de la vieja “Selecciones”.
En vez de alejarse del basurero de la petite histoire, García se asoma al cubo y aspira con placer. Y parece ignorar el daño que se hace (y el que le causa a la figura presidencial) respaldando al dúo Mulder-Alva Castro, responsable de haber puesto a Montesinos como ejemplo de memoria histórica y veracidad.
No exagero si digo que ensuciar la política con Montesinos ha sido el peor error moral de esta administración. Peor que rescatar a Giampietri del expediente ensangrentado donde se debatía. Peor que aliarse con el fujimorismo para perseguir a las ONG defensoras de los derechos humanos. Peor aún que el delito de lesa democracia de permitir que la derecha gobierne sin haber ganado las elecciones.
¿Qué provocación al país es esta? ¿No sabe García que mientras él vivía en París, en aquel departamento inexplicable, hubo aquí mucha gente que se jugó el pellejo –sin corretear por las azoteas– frente a esa concentración de inmundicia que fue el régimen operado a diario por Montesinos?
García no es presidente de la República cuando dice que está muy bien emplear a Montesinos como fuente de verdad. No, en ese momento no encarna a la nación. En ese momento expresa al ala del partido que produjo a Langberg, que crió a Pacheco, que cobijó a Neyra y Figueroa y que permitió el asalto general a las arcas públicas del quinquenio 85-90.
Respetos guardan respetos. Se entiende que dos apristas feroces como Alva Castro y Mulder puedan recurrir a Montesinos. Total, eso hizo Agustín Mantilla, el cajero automático. Lo que no puede tolerarse es que el presidente de la República cruce la delgada línea roja que a veces separa a la política de los bajos fondos.
Montesinos infectó la política peruana como nadie lo ha hecho y, posiblemente, como nadie lo pueda hacer. Para eso, por supuesto, requirió de alguien como Fujimori, su gemelo. ¿Para su reivindicación inverosímil requiere de García? ¿O es que García tiene algo secreto que agradecerle y por eso lo eleva al rango de cronista de los últimos años?
Ya el Sutep ha demostrado que hizo tres huelgas importantes durante el fujimorismo. ¿Cuántas hizo la CTP, central de trabajadores apristas? ¡Ninguna! Cuando Fujimori mandaba y Montesinos robaba y Hermoza Ríos ensuciaba el uniforme de Bolognesi, la señora Cabanillas hablaba en la tele de un Apra sin García y el señor Garrido Lecca condenaba su cómoda lejanía parisina.
La batalla en contra de Montesinos fue por la supervivencia institucional del país. Con él y Fujimori al mando el Perú corría el riesgo de transformarse en una inmensa hediondez donde se masacraran todas las decencias. Y estuvo a punto de serlo. Basta oír algunas audiencias del llamado “mega-juicio” para entender la profundidad de esa sepsis que convirtió al jefe del Estado en el cabecilla de una banda.
¿Quiere alguien hablar de cobardías cívicas?
Pues bien. No he hallado mejor ejemplo que prometer solemnemente la modificación de la Constitución de 1979 y luego, tras el engatusamiento, no hacerlo. Y no hacerlo a sabiendas de que esa Constitución espúrea es, además, nula. No sólo porque fue redactada por un congreso elegido con surtidos fraudes (la votación de Ayacucho se anuló, los votos del extranjero se extirparon del conteo final) sino porque el referendo que la “consagró” fue leído al revés por la dictadura mientras la prensa de todos los miedos hocicaba en grandes columnajes.
En efecto, como lo demostró en su momento José María Rodríguez, si consideramos los votos realmente emitidos tenemos que la mayoría del pueblo peruano rechazó el texto constitucional. El “Sí” obtuvo, desde esa perspectiva, sólo el 48 por ciento de los votos y salió triunfante en sólo diez departamentos. El “No”, en cambio, ganó en 14 departamentos, en diez de los cuales superó el 50% de los votos.
Y si consideramos que hubo un 30% de abstención reconocida y que el 10% de los que votaron lo hicieron blanqueando o anulando su boleta tendremos que la Constitución a la que se aferra el doctor García fue aprobada por el 32,9 por ciento de los peruanos en edad de votar.
¿No sería valiente enfrentar este problema, que deslegitima la Constitución que la mafia y las Cepris, el inversionismo como chantaje y las transnacionales como grandes favorecidas, que Joy Way y Yoshiyama, en suma, redactaron? ¿O es que sacralizar ese texto manchado es otro homenaje al montesinismo?

viernes, 11 de julio de 2008

Carta a Wong

Señores de Cencosud en el Hinterland

Señores:

Me entero quie han conseguío quie los peruanos les autoricen el corso del 13 y no quería pasar esta oportunidad sin decirles quie ustedes son la avanzaá de la patria y lo mejor de toó el empresariau quie espera repetir, en nombre de Portales, las hazañas de Arica y Tarapacá.
Claro quie ya no será por la vía anticuaá de la guierra sino por los caminos del comercio y la compra de toó lo comprable en ese espacio vital chileno que empieza en Moquegua y termina en Tumbes, donde empieza nuestro aliao el Ecuador.
¿Recuerdan ustedes cuando les decía quie fueran a comprar Perú, quie estaba barato, y quie ustedes, remolones, no me creyeron al comienzo y se hicieron los retrecheros?
Me imagino que ahora me agradecerán quie haya sido tan perspicaz. Porque ahora tenemos algunas cosas de nuestros anexaos muy claritas.
En primer lugar, tienemo ese triángulo isóscele del mar de Prat, quie ninguna Haya ni la puta que lo parió nos va a quitar pero ni una onza. Porque al mar de Prat no me lo toca nadie sin pasar antes por los procedimientos de Contreras, quie después de esos procedimientos ya no se te ocurre naá con qué joder porque, por propia experiencia, puedo decirles que los muertos no joden.
En segundo lugar, sin ninguna Covadonga ni Esmeralda ni lanchita, oiga usté, tenemos su marina mercante y nos vamos a la conquista pacífica de sus puertos, siguiendo el ejiemplo de Matarani.
En tercer lugar, tenemo, como se dice en el lenguaje inmobiliario destos cabrones, sus aires pú, es decir que nuestra LAN está en nuestro patio delantero como nuestros Hawker Hunter el día glorioso en quie extirpamos el cáncer del marxismo.
En cuarto lugar, estamo a punto de comprar millones de sus hectáreas en la selva, quie es algo que nos faltó tener pero estamos compensándolo. Y en esos millones de hectáreas podremos agrandar la riqueza forestal y superar la fatiga de muchos suelos, quie de eso se trata cuando se hace patria, de ampliarnos por la razón y por la fuerza, que no es quie sea una o lo’tra sino quie son las dos conjuntas.
En quinto lugar, tenemos a medio gobierno del país derrotau metío en el bolsillo, empezando por la ministra del ramo que ya saben y terminando por todo lo alto (no sé si me dejo entender). O sea quie esta vez sin ningún Lynch quie ponga orden, los que nos tocaron como allegaus por el norte aceptarán quie les ocupiemos la geografía que ellos han despilfarrau nomás pú.
Por eso y todo eso es importante quie ustedes, ilustres señores de Cencosud, parte de nuestra avanzada sin pólvora esta vez, hayan volteau la tortilla y puedan ahora desfilar por las calles de Lima. Es un acto simbólico quie le va pegando en la mente a la indiaá que, como decía ese poeta comunista que a veces escribía de lo más bien, “lo mío es tuyo, lo tuyo es mío, toda la sangre formando un río...” Claro quie aquí no va a haber sangre sino cobranzas y si hay un río será el Bío Bío, que todo ya me suena a cueca nortina.
Lo único que tengo que confesar es quie me cuesta mucho decirles que son dueños de “Wong” –perdónenme, pero no puedo escribir eso de “Wong” junto a su nombre, porque me suena a mapuche mezclau con esquimal-. Dicho con toó el respeto.
Adelante mijos, quie así se hace patria grande (más grande) y se difunde la bravura de nuestros antepasados. Hay que empernar la mayor cantidad de mestizas a ver si de ese marrón agitau sale algo mijor.
Un comentario final, quie espero que no les moleste: aunque su corso es estratégicamente importante, la verdad es quie el verdadero corso soy yo, que fui, sin falsas modestias, el Napoleón del 11 de septiembre.

Desde el infierno y para siempre vuestro,

Augusto Pinochet Ugarte,
Comandante en Jiefe.

jueves, 10 de julio de 2008

El paro mató al bombero

Ya a las 9 de la mañana el señor Aurelio Pastor aseguraba en RPP que el paro había sido un fracaso y que la lección que podíamos sacar era que la democracia prevalece, los comunistas fracasan y los trabajadores quieren trabajar. Lo dijo con el mismo énfasis con el que alguna vez se fue del Apra tirando un portazo porque “algunos compañeros” le robaron en mesa la silla de diputado ganada con el sudor de su frente (popular).
Pero ahora resultaba que esos ladrones de votos fraternos habían triunfado en toda la línea, para beneplácito de Raúl Vargas, que ya empieza a ser, gracias a su talento culinario, algo así como la Teresa Ocampo del oficialismo sucesivo.
Ese parte de guerra dado antes de la guerra por Aurelio Pastor lo repitió muy temprano por la tarde, don Jorge del Castillo, investido de capitán de Burgos al final de la batalla del Ebro. Este señor enterró al paro poniéndole lunares de diversos colores a un mapa del Perú y diciendo que en los lunares rojos (que eran muy pocos) el paro había sido parcial, “aunque de cierto impacto”, pero no por la voluntad huelguística “sino por el bloqueo de las carreteras”.
Añadió que los lunares amarillos (también pocos) señalaban los lugares donde el paro se había notado muy discretamente (también a causa del bloqueo de carreteras, recalcó). Y remató su análisis ya no como capitán falangista sino como médico forense diciendo que los puntos azules (que eran un montón, como si los Pitufos hubiesen hecho escala en el Perú) describían aquellas ciudades –todas importantes, empezando por Lima– donde el paro no sólo había fracasado sino que casi podía hablarse de una jornada especial de trabajo, una suerte de festival del esfuerzo estajanovista con el que los trabajadores le guiñaban el ojo al gobierno y le enseñaban el dedo medio a Mario Huamán y camaradas.
A mí me dio ganas de llamar a Huamán y darle el pésame, llamar a Olmedo Auris y saludarlo con carácter póstumo, llamar a Manuel Dammert y preguntarle si no estaban pensando seriamente en el suicidio tipo Guyana.
Y estuve yo mismo pensando en la autoeutanasia compasiva cuando vi al horneado doctor Alva Castro hablar con jefes policiales que no le contestaban y que, por lo tanto, también decían que los mítines habían sido escasos, señor ministro, y los pocos piquetes fácilmente reprimidos, mi general Salazar, y los saboteadores a la fiscalía –todo ello deducido de la estática por los desencriptadores de Haifa que deben asesorar al muy ministro–. Entonces empecé a sospechar.
En eso se me ocurrió abrir las páginas de RPP, CPN y El Comercio, que funcionan de Senamhi del régimen, y reparé en que en ninguna de ellas se había usado las palabras fracaso, derrota, frustración. Todos hablaban del incendio vandálico en Madre de Dios, de la condenable agresión a una periodista de Canal 4 y del ilegal bloqueo de carreteras en diversos puntos del país. Pero nadie calificaba a la jornada.
Así que me puse a hacer algunas llamadas, a ver entre líneas alguna tele y a revisar Andina, que también hablaba del vandalismo pero no se atrevía –hasta las 8 de la noche y resistiendo presiones, me imagino- a llamar fracaso al 9-J.
Ninguna agencia de noticias y ningún periódico serio del mundo repetían a pie juntillas la precocidad del alemán Pastor ni el responso de Jorge del Castillo. “El País” tituló: “Más de 200 detenidos en la segunda jornada de huelga en Perú”. Y la agencia Reuters, en un extenso despacho, dijo que “el ministerio de Trabajo informó de una asistencia laboral del 98 por ciento mientras que según los organizadores de la protesta el paro fue exitoso”.
Lo que más se acerca a la verdad es que el paro fue débil en Lima y entre fuerte y muy fuerte en los departamentos de la sierra y en los del oriente. Eso no se puede llamar fracaso y así pareció entenderlo hasta el presidente de la República, que habló por la tarde antes de Jorge del Castillo y lo hizo en un tono conciliador admitiendo que, en muchos casos, “hay razones para estar descontento”.
Con lo que Jorge del Castillo queda haciendo el papel de ultrapapista y vengador beligerante, algo que lo inhabilita para seguir siendo bombero y componedor. Ayer puede haber sido la despedida con ceño fruncido de un primer ministro que, en vez de serenidad, demostró una intolerancia peligrosa frente a lo que es, sin duda alguna, legítima defensa social.
Ha sido triste ver a Jorge del Castillo en el papel de “general victorioso” y sumándose al coro de Gonzales Posada y Aurelio Pastor, dos de las histerias más teatrales y esas sí que chillonas de los últimos tiempos.
El paro se dio, a pesar de amenazas y de ese spot que la mafia aprista hizo aparecer como a cuenta del Pnud (¿habrá investigación o el fujimorismo volverá a canjear algo con el alemán Pastor). Imprescindible es decir, sin embargo, que este paro de poco servirá en el pliego de las reivindicaciones.
Sí será un hito de autonomía sindical y conciencia de los propios intereses frente a un régimen que quiere todos los poderes y sueña con la pesadilla de la unanimidad.
Escuchando a algunos dirigentes apristas hablar desde ese púlpito imaginario en el que ensayan remedar a García y homenajear a Haya, algunos jóvenes quizá entiendan por qué un partido tan masivo y popular fue odiado, en sus mejores momentos y más allá de la resistencia que podujo en la oligarquía, por dos tercios del Perú.
Dos tercios de peruanos que, desde el pueblo, odiaron asidua y pulcramente a esa Apra de asalto y catapulta que ayer asomó su entraña. Y es que la mezcla de arrogancia y matonería es, como la intrusión de Evo Morales, sencillamente repulsiva. Hoy, en efecto, es 10 de Julio. Pero habría sido un 10 de Julio muy distinto sin la demostración de resistencia de ayer.

martes, 8 de julio de 2008

Puntos para el paro

La encuesta de la Universidad Católica difundida ayer es un respaldo tácito al paro convocado por la CGTP. No digo que La Católica le quiera hacer un favor al paro. Lo que digo es que el paisaje social que nos pinta el sondeo que mensualmente hace La Católica coincide con lo que podrían ser las motivaciones más profundas de los que van a parar.
En efecto, sólo el 25 por ciento de los consultados –se trata de más de 1,200 entrevistas hechas durante la última semana de junio en 70 distritos urbanos de 13 regiones en todo el país– considera que “estamos mejor” en relación al tema de la creación de empleos. Esa cifra desciende al 7 por ciento en el centro del Perú. ¡Y 34 por ciento cree que estamos peor que antes del segundo debut del doctor García! En la sensación de que todo está igual y nada se ha movido respecto del crecimiento de las plazas de trabajo está el 39%. Por lo tanto, si sumamos a los que piensan que estamos peor (34) los que piensan que estamos igual que antes (39), tendremos el fornido 73 por ciento que puede mirar el paro como una protesta legítima y no como el comienzo del apocalipsis.
El asunto se agrava en el rubro de sueldos y salarios. Los que piensan que estamos mejor apenas llegan al 10 por ciento mientras que 47% considera que estamos igualitos y 40% afirma que estamos peor. Con lo que tenemos un 87% de ese estamento que en Cuba llamarían “desafectos”. Punto para el paro.
Sobre el control de la inflación –es decir la sensación popular frente al alza del costo de vida– la cosa es peliaguda. El 54% piensa que estamos peor frente a un 11%, basado fundamentalmente en Lima, que dice que estamos mejor. Punto de Nadal para el paro.
Prescindiendo de quienes responden “igual” –lo que implica, dadas las circunstancias, un punto de vista desalentado y negativo– la relación “Mejor-Peor” es abrumadoramente triste para el gobierno que apela a Montesinos con tal de desacreditar al paro (sí, el Montesinos que le ponía 30,000 dólares en el bolsillo a Agustín Mantilla, el secretario bilingüe del doctor García).
En el tema acceso a los servicios de salud, “Mejor” es 18 y “Peor” 31 (patatús con soroche para Hernancito). En el de violencia e inseguridad, “Mejor” llega a 11 y “Peor” a 55%. En el de la reforma del poder judicial, un anhelo de multitudes, “Mejor” es 7 y “Peor” es 36 por ciento.
Pero si no prescindimos de quienes dicen “Igual” queriendo decir que nada ha cambiado, el gobierno pierde hasta donde gana. Ese es el caso del tema acceso al agua y desagüe, donde “Mejor” es 29 pero la suma de “Peor” (21) e “Igual” (47) asciende al más o menos constante 76% de alejados del régimen.
Caso semejante se da en el asunto de la educación, en el que “Mejor” es 26% y “Peor” es 25%, frente a un rotundo 46% que afirma que no ha habido ningún cambio.
Y ya no hablemos del tema “lucha contra la corrupción”. Allí el “Mejor” es 16, el “Peor” 37 y el “Igual” 45, con lo que tenemos que un 82 por ciento del país tiene la sensación de que esta vez (también) la corrupción saldrá ilesa y ganadora y más “madame” que nunca.
Y claro, cuando a la gente se le pregunta cuáles son los principales problemas del Perú las primeras respuestas son: Desempleo (18%), Corrupción de funcionarios del gobierno (17%) y “Crisis de valores morales” (15%). ¿Y el terrorismo, a pesar de la campaña oficial-fujimorista para hacernos creer que el rebrote ya viene, que el segundo del subjefe de “Artemio” también viene y que hasta el sepulto MRTA pena en el Vrae y duerme junto a los gringos en Ayacucho? Pues el terrorismo es juzgado como un problema sólo por el 0,3 por ciento de los encuestados. Y esto a pesar de que Alva Castro, con su cara de asesino en serie, es uno de los favoritos de los noticieros de la medianoche.
El paro tiene que ser una lección de ira pacífica y protesta en orden. Y el paro tiene que ser político a secas, aparte de laboral y reivindicativo. Tan político como lo fue el del 2004, la tarde aquella en la que el Apra desfiló juntó a la CGTP para decirle a Toledo “basta de incumplir promesas y basta de engañar al pueblo, pidamos la vacancia presidencial de una vez por todas”.
¿O es que en esa oportunidad el Apra ocultó a sus líderes para que nadie dijera que el paro era político? No, hombre. Tan no ocultaron a sus líderes que cuando el doctor García resultó fugazmente eclipsado por un zampón de clínico talante, un correctivo tipo escuela militar enmendó la situación. Y el paro fue político y nadie se quejó por ello y no hubo más lamentos que el del culo del señor Lora, pobrecito.
Así que el paro viene, así no les guste a los hermanos Agois y a la cocinera del Canal 2, que será amarilla pero hace los mejores rocotos rellenos de la CAN, para qué vamos a ser mezquinos.