sábado, 6 de septiembre de 2008

El cáncer de Fujimori

Espero que Fujimori no tenga cáncer. Nada sería peor para los fines de la justicia que un acusado de tantos crímenes sea socialmente absuelto por la vía de la conmiseración. Un tumor no debería convertir en víctima a un verdugo.
En “La enfermedad y sus metáforas” Susan Sontag –que murió después de una larga lucha con la cangrejería que llevaba dentro- planteó la extraña dualidad del cáncer: como estigma, por un lado, y como llamado a la solidaridad, como dulce compañía, por el otro.
He visto a enfermos de cáncer más o menos desahuciados encerrarse a morir sin permitir contacto alguno con el exterior. Ese es el cáncer como presunta maldición, como infortunio y casi como peste. Nunca olvidaré la ermitaña y pudorosa muerte de la gran pintora Tilsa Tsuchiya, que volteó la cabeza hacia la pared –como en el poema de Blanca Varela- meses antes de expirar formalmente.
Y he visto, por otra parte, a cancerosos incipientes convertir su cáncer en una virtual tarjeta de invitación al acompañamiento y hasta a la compadrería. Es más, he visto a cancerosos imaginarios, a neoplásicos voluntarios, demandar privilegios compasivos y reconocimientos tan urgidos, primero, como chasqueados, después. En una sociedad de hombres-placebo el cáncer tiene también su picaresca.
El cáncer, en suma, puede ser un arma. Y por lo que leemos en el vocero del fujimorismo, los adictos a la podrida nostalgia de los Joy Way y los Yoshiyama ya están jugando con el cáncer de páncreas del ex fugitivo aun antes de un diagnóstico creíble.
Se diría que, en el caso de Fujimori, el cáncer vende. Y hay fujimoristas que están seguros de que una milagrosa prescripción descenderá de algún séptimo cielo nipón si es que la enfermedad echa una mano. En esa corriente de jugar con las tristezas populares puede inscribirse la destitución –exigida por el fujimorismo y acatada por la fiscal de la nación- del doctor Luis Bromley Coloma, ex jefe del Instituto de Medicina Legal.
Lo bizarro, lo paradójico, lo literario, en suma, de todo esto es que el cáncer parecería rondar –como dato posible y como conveniencia- al hombre que canceró al Perú.
Si González Prada imaginó un país infectado en el que el pus se asomaba con cada apretón, el Perú de Fujimori fue el esquelético experimento de una neoplasia medular. Lo que quiero decir es que el mal de Fujimori llegó al tejido más sustancial de la sociedad peruana, corrompiendo sus fibras y deshaciendo su institucionalidad. Y el Perú no ha superado ese episodio clínico.
En la concepción totalitaria del hampa fujimorista, no hubo descuido alguno ni isla que se resistiera ni instancia que se salvara. Nunca el delito, concebido como utopía invertida, supo de una tal unanimidad y de tamaño empuje. Y nunca un concierto de truhanes produjo una obra tan acabada. Y es que jamás el Perú había sido gobernado desde ese extranjero desprecio que Fujimori sólo reveló tras su huida, cuando exhibió, como un trofeo, su excluyente ciudadanía japonesa.
Porque con el cáncer de Fujimori la Fuerza Armada fue la primera banda de ladrones que tuvo Migs, tanques, hangares y basura condecorada; el Congreso una especie comprada en el Banco de la Nación; la Fiscalía un fumadero gobernado por una madame; la Contraloría un susto crónico; el Poder Judicial un urinario; el “Poder Electoral” un pony; los servicios de Seguridad e Inteligencia un coto personal de Montesinos. Y así hasta la náusea.
¿Qué se salvó de la metástasis fujimorista? Nada. El Perú entero –con sus redundantes islas guaneras incluidas- se sumergió bajo el tsunami de un proyecto alevoso que todo lo pudo y que dejó sus larvas a la espera de una nueva oportunidad.
Hoy esa oportunidad parece cercana. País que remeda sus propias muecas y que olvida hasta lo inolvidable por falta de entereza, el Perú apro-fujimorista de estos días se prepara para una nueva recaída.
El sueño de una chusma romana alentando a Nerón a bajar el pulgar para ver muerto al vencido, para hacer de la muerte un pasatiempo, está otra vez a la espera de su reconstrucción.
Paniagua duró muy poco. Toledo no fue quimioterapia. García y Fujimori se han aliado. La enfermedad y su posible remedio se han reunido otra vez y han negociado un armisticio. Ahora, la enfermedad es cura y la cura es Cipriani, que es la extremaunción de la decencia. El cáncer avanza. El cáncer del Perú, quiero decir.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Aquel que no sólo organizó y sistematizó las condiciones durables del cáncer social que abatió, más allá de la indecencia a nuestro país, desorganizando la evolución de sus órganos fundamentales, corrompiendo la lógica de la evolución celular durante largos años, sino que, también, reprimió y proscribió la lucha popular contra el cáncer que instaló, pareciera ser que hoy, se convierte en víctima de su propia medicina de depravación, transferida al diagnóstico clínico y personal.
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Es decir que en su propio cuerpo, las células corrompidas hasta la degeneración impiden el proceso ordenado de la división celular, descontrolan dicho proceso en una especie de anarquía autoritaria, haciendo que se sigan formando células nuevas cuando su cuerpo no las necesita y prolongando la existencia de aquellas células viejas, cuando estas deberían morir…


Eso es el cáncer y en el caso del cáncer pancreático (a menos que la infinita imaginación de Fujimori and Co. para salir de los atolladeros imposibles, tales como su renuncia a la presidencia por fax, su matrimonio en blanco, la senaduría japonesa o el asilo chileno, no sea esta vez, una maniobra manipuladora en busca de excarcelación), se trata de una enfermedad que ocupa el quinto lugar de mortalidad en el mundo, según el Mundo de la salud, “Ese cáncer es uno de los tipos de tumores más difíciles de diagnosticar, debido a que los síntomas suelen aparecer cuando la enfermedad ya está en una fase demasiado avanzada. Además, la localización de esta glándula impide que los tumores más pequeños sean detectados durante las revisiones rutinarias.

El páncreas es una glándula situada en el abdomen, entre el estómago y la columna vertebral, y cercana a otros órganos como el intestino o el hígado. Con su peculiar forma de pera, el páncreas es el encargado de fabricar insulina y otras hormonas, que llegan al flujo sanguíneo y circulan por todo el organismo con el objetivo de emplear o acumular para más adelante la energía procedente de los alimentos. Además, esta glándula también segrega jugos pancreáticos, que contienen enzimas necesarias para digerir la comida.

Los tumores de páncreas pueden dividirse en dos grandes grupos, según su naturaleza, benignos o malignos. Los primeros no son cancerígenos, y los cirujanos pueden extirparlos sin mayor complicación. De hecho, la mayoría de las veces no vuelven a reaparecer después de la operación, y las células de estas tumoraciones no suelen propagarse más allá de su localización inicial. En el caso de los tumores malignos, la gravedad es mayor, y el riesgo para la vida del paciente aumenta. Las células malignas pueden llegar a invadir y dañar los tejidos colindantes, llegando a 'colarse' en el flujo sanguíneo e incluso en el sistema linfático. Éste, encargado de la defensa del organismo, es el que las células enfermas emplean como medio de trasporte para viajar desde el tumor hasta otras zonas del organismo.

Esta expansión es lo que se conoce como metástasis. Cuando las células enfermas alcanzan los ganglios linfáticos, donde se producen los glóbulos blancos (o células defensivas), es fácil que la enfermedad alcance otros ganglios y tejidos, como el hígado o los pulmones (lo que se conoce como metástasis a distancia). En otras ocasiones, la patología se propaga hasta el peritoneo, el tejido que recubre el abdomen, en estos casos se considera que la extensión es local.

Existe un tipo de cáncer pancreático muy raro, que comienza en las células que producen insulina y otras hormonas, de las que toma su nombre, cáncer de las células de los islotes pancreáticos. En estos casos, el organismo produce demasiada insulina ».


El enfermo enfermo, deberá escoger entre tumor benigno o tumor maligno. Si el primero es real, la operación no comportará riesgos porque no es cancerígeno y por lo tanto no puede comportar, tampoco, ninguna absolución. Si el tumor es declarado maligno, lo que de ninguna manera deseamos, nos tocará asistir a una operación en el anfiteatro o a una operación de teatro.

Anónimo dijo...

Cáncer de el oriental.
Antes de escribir sobre el cangrejo venenoso que tiene en la boca el genocida, ladrón y japonés Fujimori, tengo que reconocer a este blog de César Hildebrandt su seriedad y su valentía, el blog este acepta las críticas e incluso los insultos de nosotros los que comentamos los artículos. Quiero decir que en este blog de Hildebrandt no hay el tamiz, la coladera, el parámetro y el miedo que tienen otros blogs. Por ejemplo el blog de un tal OBREGÓN (Pospost) que publica solo aquellas criticas que llevan agua a su molino. Le dije en un escrito, a este sujeto, que el no podía calificar de INDIADA a nuestro pueblo, en su artículo Obregón desprecia a los peruanos, y lo peor de todo fue que en un video se lo ve a este habitante con rasgos de inga y mandinga, nada de ario, ni latino, un poco de mongol y pigmeo del África central. Arribista el periodista, el crítico, el poeta y no se que títulos que se pone este personaje.
Yo, como afectado en carne propia, como millones de peruanos por el oriental Fujimori, deseo de corazón, que este elemento sufra con el cáncer, que tenga lenta, dolorosa y larga agonía, que después muera y se queme en el infierno por los siglos de los siglos, con otros de su misma calaña.
Todos sus sucios actos de GENOCIDA, LADRÓN, MENTIROSO, PEGADOR DE SU ESPOSA Y MÁS CRÍMENES sean juzgados por la justicia, que reciba condena en las mazmorras y que no tenga jaula de oro. Que el pueblo apunte con el dedo acusador a sus secuaces, compinches, los cuales tambien tienen que ser juzgados y sentenciados a condenas equiparables a sus crimenes (Garcia Peres).
Seguro que los seguidores y lacayos y sobones del macaco querrán que este siniestro apocalíptico cabalgador, se salve de esta deuda sangrienta que tiene con el pueblo peruano, trataran de usar artimañas, tinterilladas,sobornos, amenazas, apoyos presidenciales, la compasión que tiene el pueblo para los enfermos. Pero no, a es japonés que funge de peruano le toca estar en la miasma de la historia, junto con otros personajes genocidas y asesinos del pasado y del presente.
Atte. Catalejo

Anónimo dijo...

No les parece señores que están exagerando. El Perú es un país enfermo desde hace muchos años, y todos los que han pasado por la presidencia han robado, dejado robar, cometido abusos y demás.
En lugar de tanta rabia, no se debería uno preguntar por qué se vota por gente incompetente, y no se concientiza más a la gente para que vote con conocimiento y no con hígado.
Tan culpable es García como Fujimori, y al primero ¿Quién lo juzga?

Anónimo dijo...

La justicia a veces tarda, como el caso Pinochet, si el presidente García tiene la corrupción del tamaño de los dictadores, muy pronto lo sabremos en éste sistema democrático.

Anónimo dijo...

El infierno de Dante, las pesadillas de Edgar Alan Poe, la amoralidad de Nietzsche, la maldad de Principe, la crueldad de Sun Tzu, son libros que han hecho vida propia en la mente torcida del Señor Vladimiro, que cuando acabe este gobierno renacerá como el ave Fenix.
Todo ha sido maquinado con la perfección del reloj de Lucifer, engranajes de huesos, sangre como lubricante, las poleas de tendones y el alma entera como cuerda de un destino inexorable hacia la muerte.

Anónimo dijo...

Se exagera en este escrito.....este sr. con todo lo malo que hubo de su gobierno (cuando ha sido lo contrario, en algun gobierno?), nos liberó del peor cancer que alguna vez tuvo nustro país: el terrorismo, y el tenernos lejos d la modernidad.
Por favor no exageren.

Anónimo dijo...

Hildebrandt ES
El exponente del género periodístico del odio hecho verbo y que pretende inflamar el hígado y enceguecer la razón.
La historia no se puede torcer con algunos retruécanos verbales y diarrea de adjetivos. Las cifras hablan por sí solas: el 80% de víctimas de la violencia fueron antes de Fujimori. En 1990 el Perú estaba destruído por el desmanejo económico de García, la corrupción, la incompetencia.
La guerra psicológica de Sendero es ahora seguida por Hildebrandt en espera de mejores tiempos para Sendero. Mientras tanto puede cobijarse en la democracia que rescató Fujimori de las fauces de los aliados ideológicos de Hildebrandt.
Me pregunto: debajo de qué escritorio estaba este valiente escribidor, asustado de miedo mientras Sendero hacía de las suyas en el Perú? O calculaba el muy ladino que, si sendero llegaba el poder, ya tendría algunos méritos al haber ayudado a las "fuerzas populares" a tomar el poder encegueciendo a tanto incauto?
Este oportunista fue lamebotas de Velasco, sobón de García I, promotor de Vargas Llosa y propagandista taimado de Sendero y el Mrta - usa ahora los insultos de los senderistas contra Fujimori. No dicen los senderistas genocida, asesino, ladrón, y más perlas a Fujimori? pues eso mismo hace Hildebrandt, pero sazonado con más artificios linguísticos para exacerbar su ego: a mayor adjetivación, mayor sed de figuración del enano.