viernes, 29 de febrero de 2008

Preguntas

¿Y si los recogedores de basura estudiaran periodismo? ¿Y si los humoristas gráficos se convierten en ilustradores de los cuentos de hadas de Palacio?
¿No será que la aldea global nos quiere hirviendo en un sancochado de variadas nadas?
¿No será que las madres deberían también jubilarse?
¿Y si la democracia analfabeta no fuera la solución?
¿Puede haber algo más amargado que una mujer que fue bella y que hoy sólo es neurótica?
¿Y si Basadre fue el palabreador que jamás se metió con la derecha?
¿Por qué la homofobia es un crimen?
¿Por qué Alan García ha varado a la orilla de los 60?
Cuando Cipriani dijo que la Comisión de Derechos Humanos era una cojudez, ¿hablaba con la franquicia de Dios?
¿Por qué el gregarismo es la mejor opción?
¿Por qué Nakazaki tiene cara de ampolla?
¿Se cumplirá el sueño de Yavé e Israel lanzará su bomba atómica?
¿Por qué no tenemos el derecho de elegir a nuestros enemigos?
¿Por qué la mujer que nos impacienta siempre está a punto de llegar?
Cuando Martin Rivas muera de muerte natural, ¿terminará de descomponerse?
¿Y si la revolución francesa se equivocó pero no sabemos en qué se equivocó?
¿Será pedófilo enamorarse de una infanta borbónica?
¿Por qué a los viejos se les ocurre que les falta tiempo cuando eso es precisamente lo que les sobra?
Desasido de la mano de Dios, ¿alguna vez se me aparecerá una virgen?
¿Y si Jaime Bayly ha sido asesinado y es Doris Bayly quien nos habla todos los domingos?
¿Es verdad que Martin Rivas ha dicho que apenas salga de esto ingresará a una universidad?
¿No será que los ojos de Kenji miraban desde una casamata en Guadalcanal?
Si el fujimorismo tuviera doctrina y tesis y no fuera la porquería de transmisión oral que es, ¿tendría el éxito que tiene?
Cuando la hora nos toque, ¿perdonaremos a nuestros mejores amigos?
¿Terminará García visitado como una pirámide maya?
¿No será que Villanueva es el viejito de “Volviendo al futuro”?
¿Qué es el Apra hoy sino un ataque multitudinario de amnesia?
¿Y si Bryce no plagia sino que se le pega?
¿Por qué Alonso Cueto escribirá sus columnas con tan pundonorosa opacidad?
¿No será que los cusqueños quieren su ruina?
¿Y si Dios tuviera el mismo malhumor que demuestra en la Biblia?
¿Por qué el Movimiento 26 de Julio fue lo primero que detuvo Castro?
¿Qué mascan siempre en los asilos?
¿Y no será que los locos perdieron la razón mientras la buscaban?
¿Podrá Lourdes Flores ser la lideresa de una oposición en la que no cree? ¿Y si no es Mulder el de las mordidas?
¿Elena Iparraguirre soñará con Tarata?
¿Por qué las mujeres que más nos interesan son las que menos nos importan?
¿No será que quien preside la Confiep finge ser tan bruto para pagar menos impuestos?
¿Será cierto que cuando ella habla el español calla?
¿Y no será que los elefantes no defecan sino que se desintegran poco a poco?
Si el Perú festejara sus derrotas, ¿no sería un país feliz?
¿Por qué los discursos de García no parecen provenir de ningún tercio superior?
¿Alguien puede discutir que “Correo” es el diario más vendido del país?

jueves, 28 de febrero de 2008

Carta a Martin Rivas

Mi muy repulsivo señor: Concentra usted todas las taras morales del Perú. Es usted una dosis homeopática de lo peor de este país. ¿O deberé decir que es usted un amasijo de yerros retorcidos?
No importa como lo nombre. Usted sabe qué linajes de rata lo componen y cuánto se parece usted –por espantoso– a las muertes que planeó y ­ejecutó.
Hasta ayer era usted un asesino por encargo, que no es poco. Ahora aspira a ser absuelto negándolo todo.
Lo que sucede es que de tanto negar se ha negado usted mismo y de tanto querer borrar huellas imborrables es usted ahora una sombra sin historia y una piltrafa de ectoplasma. Por eso he dudado en escribirle esta carta. Porque ­ahora no sé si es usted el homicida serial que en realidad es y será o si ha sido convertido en un libreto de Nakasaki, una ocurrencia idiota de Kenji, o la viruta que deja la amnesia calculada de Fujimori, su maestro y guía.
Que usted quiera salvarse de la condena inexorable que le espera negando que existiera el grupo Colina –cuando hay veinte testimonios, un ascenso grupal, una felicitación presidencial, una denuncia documentada y primordial del general Robles, muertos y testigos, fosas comunes y deudos– resulta, en todo caso, explicable. Asesinos como usted suelen maridar el sadismo y la cobardía. Sadismo a la hora de matar a un niño de ocho años o a un periodista vendado en una playa y cobardía a la hora de afrontar su responsabilidad.
Usted, señor Martin Rivas, viene, aunque quizás no lo sepa, de una larga tradición. Esa tradición es la de la cobardía de fabricación nacional (también tenemos cobardías importadas: Fujimori es un ­ejemplo). En ese sentido es usted un hijo putativo de Mariano Ignacio Prado, el presidente que se fugó en plena guerra con Chile “a conseguir armas y buques en Europa” y que nunca volvió. Esa rata ancestral de la historia peruana es el tatatarabuelo de Fujimori, su jefe, y su premonición personal, señor Rivas.
Dice usted que lo que le confesó a Jara era un ensayo. Pero se ensaya para decir la verdad, para no perder el hilo del relato, para no dejarse intimidar a la hora de los loros. Así que ese ensayo general –sigo su lógica roedora– era para que usted adquiriera el temple suficiente a la hora que tuviese que dar su testimonio ante la autoridad.
Como será usted de asesino que hasta la putrefacta justicia militar de Fujimori, su jefe, lo condenó por los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta (en ese entonces no se conocía todo su pasado).
Y cómo será usted de cobarde que ahora dice que sólo hacía análisis de inteligencia, que estaba detrás de un escritorio haciendo tareas administrativas que no sabe precisar, que jamás le disparó a nadie. Poco faltó para que le dijeran “San Martincito”, mayor.
Pero lo peor de usted es que pretende hablar en nombre del Ejército. Es cierto que el actual jefe del Ejército es un festivo subdotado mental, pero eso no lo autoriza, señor Rivas, para seguir ensuciando el uniforme de Bolognesi y Ugarte. Ni ocultándose detrás de mil uniformes –como ahora pretende– podrá usted impedir que veamos qué montículo de basura alberga usted en sus entrañas.
Por gente como usted es que el Perú estuvo a punto de perder la guerra con Sendero. Cuando Guzmán soñaba con “el equilibrio estratégico”, soñaba con gente como usted y como Telmo Hurtado y como el comandante “Camión”. Ustedes lograron que miles de peruanos que hubieran podido defender la causa de la democracia se plegaran a las filas del marxismo mutante de Guzmán. Si hubiese sido por usted, Guzmán habría jaqueado al Perú como hoy ni siquiera lo podemos ­imaginar.
No manche a las Fuerzas Armadas hablando en su nombre. No hable usted de patria: la suya es el crimen y la miseria moral. No hable usted del Perú: el Perú que usted concibe es un escuadrón de la muerte haciendo de las suyas ante civiles indefensos.
Y no crea que la gente se ha tragado su teatro. Lo único que ha logrado usted es que el repudio hacia su conducta haya adquirido la muy extraña dimensión de la cuasi unanimidad. Porque ya sabíamos quién era. Pero ignorábamos qué nuevos aportes podía hacer usted a su prontuario de sangre y emboscadas.
Usted ha querido matar a sus difuntos. Con su fallida burla ha vuelto a disparar en la nuca a los que mató en Lima o en Chimbote. Y ha rociado de balas a sus familiares, que esperaban una señal de que usted seguía siendo humano. Sólo ha faltado su compinche “Kerosene” para que la jornada del repase pueda ser considerada completa.
Y no crea usted que Raffo es un buen consejero, Saravá un estratega y Nakasaki el Perry Mason de los Barracones. Mire nomás dónde está Fujimori.
Y tampoco crea que el diario “La Razón” lo salvará con su “peso mediático”. Peso tenía cuando Faisal reinaba y Bressani repartía.
Por último, tengo que decirle que estoy entre quienes no se han sorprendido por su faena. Estaba casi seguro de que usted haría lo que hizo. Y no porque yo sea muy perspicaz sino porque tengo algunos estudios al respecto. Lo que quiero decirle es que, desde el 5 de abril de 1992, modestamente, me especialicé en estudiar a ratas como usted.
Con la debida distancia dictada por la salubridad, se despide

César Hildebrandt

Posdata: Yo escribí sobre el perro de los Aguá y me contestó Aldo Mariátegui. ¡Maravilloso! ¡Pavlov fue un genio! Y en relación a los Aguá, Aldito, no vuelvas a ser bruto: hay un ­País Vasco-Francés en el que el eusquera languidece y el afrancesamiento de patronímicos y topónimos se ha impuesto. Dile a Laurita, tu socia en ADN, que te lo explique. O dile a “Suez Energy” (¿o era, dado tu lenguaje, “Soez Energy?) que te regale otro viaje, esta vez a la vieja Aquitania. Y te cuento, para terror no sólo de los Aguá sino del amo mayor, o sea el papá de Federico Danton: ¡las conversaciones con el 11 no se han truncado todavía! Uyuyuy. Y sin picarse, ¿eh? A ti no te puedo decir, como haces gentilmente tú conmigo, que no contestes burradas.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Una mente brillante

El premio Nobel de ­Economía John Forbes Nash, quien tuvo y tiene que luchar contra la esquizofrenia siempre al acecho, acaba de mostrar su aplastante cordura política interviniendo en el proceso electoral norteamericano.
Nash, que inspiró la película “Una mente brillante”, dijo ayer en Madrid que tanto Barak Obama como Hillary Clinton deberían recordar que el verdadero adversario se llama John McCain y que “el dilema del prisionero” está listo para quien quiera recordarlo y sacar de él las lecciones correspondientes.
El llamado “dilema del prisionero” es un esquema de conflicto que ha sido materia de muchos análisis en la teoría de los juegos no cooperativos, la especialidad de Nash y de quienes compartieron con él el Nobel de Economía de 1994: John Harsanyi y Reinhert Selten.
En el famoso dilema, dos incorregibles que andan juntos son puestos en celdas separadas, sin posibilidad de comunicarse. Han sido acusados por tenencia ilícita de armas, lo que supone dos años de cárcel, pero el fiscal está seguro de que ambos han perpetrado el robo de un banco. Como la autoridad no tiene pruebas para lo del robo, delito que se castiga con diez ­años de prisión, va donde los detenidos y les promete a cada uno de ellos que reducirá su condena en 50 por ciento si testimonian en contra del otro respecto del delito mayor (el robo del banco).
El dilema parece fácil: si ambos no se traicionan, estarán dos años en la cárcel. Si la traición tienta a uno de ellos, el traidor estará sólo doce meses en prisión pero su compañero podría estar una década. Pero el hecho de que ninguno de los dos conozca qué ha decidido el otro convierte a la traición en una opción frecuente, a pesar de que su resultado es notoriamente peor que el que hubieran logrado manteniéndose leales. Con lo que Nash llega al llamado “punto de equilibrio”: ambos se traicionan y van sendos tres ­años a la cárcel, un año más que si se hubiesen mantenido como dúo.
Sobre este modelo, que es en realidad matemático y no lógico, pueden trazarse muchas variaciones, con estrategias reactivas o sin ellas, y lo que acabo de hacer es una grosera simplificación de aficionado con pocas luces. Pero es evidente lo que Nash ha querido decirles a Obama y Clinton: sigan así y el “fiscal” McCain se saldrá con la suya.
El matemático, que contribuyó a la aplicación de la ­Teoría de Juegos a la guerra fría desde la ultraconservadora Corporación Rand, ha llegado más lejos todavía y ha propuesto que Obama y Clinton junten sus figuras en ­una sola fórmula, de modo que la vicepresidencia norte­americana “esté asegurada en cuanto a su idoneidad”.
La verdad es que cuando uno escucha a los candidatos demócratas decir lo mismo con distintas inflexiones y afirmar cosas semejantes con ademanes de otro color, existe la impresión de que este es un ardoroso debate entre una Coca Cola en lata y una Coca Cola en vidrio reciclable. O sea, el dilema del prisionero encarnado del modo más vivaz. Y es bueno que un hombre como Nash haya echado un chorro de sentido común al avispero ­inexplicable del partido que Franklin Roosevelt llevó a la gloria y Bill Clinton condujo, puro en mano, a la promiscuidad con lo peor de los republicanos.

martes, 26 de febrero de 2008

Regreso a la TV

Me llaman y me preguntan si volveré a la televisión. Digo que no lo sé y no me creen.
Pero es verdad: no sé qué pasará con las negociaciones que Federico Anchorena lleva a cabo en mi nombre y como productor general del proyecto.
Hay presiones de todos lados.
Presiona el perro de los ­Aguá, asustado como está porque siempre piensa que le darán bocado y se morirá botando espuma por la columna.
Presionan algunos empresarios diciendo que cómo es posible que se me dé otra oportunidad. Sobre todo empresarios ligados a intereses chilenos.
Presionan algunas coleguitas de latina frecuencia y algunos colegas deseosos de que mi destierro televisivo sea perpetuo.
Presionan el Padrino de la Panamericana, el Judío Errante, el Fantasma de Michoacán (con su bruja del 71 más), el doctorcito Nava, las varias Susanas del circo beat, las tías de Marysienka, el copón divino que Cipriani llena con margaritas.
-No vaya a ser que vuelva a tener rating –dicen con la mitad de la boca.
-Y que vuelva a joder –dicen.
-Ahora que todo está más o menos tranquilo –dicen.
-Ahora que las cosas quizás no estén tan tranquilas -dicen.
-Con mayor razón –dicen.
-Enano comunista –dicen.
Hace dos años y un mes que Alberto Cabello me dijo, a pie firme, que el Canal quería resolver mi contrato.
Pregunté por qué me lo decía él y no Ivcher si era con Ivcher con quien yo había firmado el contrato.
Cabello me dijo que Ivcher estaba muy ocupado. Y en seguida añadió:
-Que el de esta noche sea el último programa. Para que te puedas despedir.
Le pregunté si me creía idiota. ¿Despedirme del público cuando me estaban cerrando el programa por el solo hecho de entrevistar a Humala? Le pregunté cuáles eran las razones oficiales del cierre.
-Nunca te integraste al equipo del Canal –dijo Cabello.
-¿Pero no es que yo era una producción independiente? –pregunté.
-Sí, pero a veces hay que hacer equipo –dijo Cabello.
A las pocas semanas descubrí que Toledo, el hermano de un ex asaltante de bancos y Presidente de la República, el hombre de PPK, le había entregado a Ivcher 20 millones trescientos mil soles como indemnización por haber sido un sacrificado luchador por la libertad de expresión.
Hace poco, un par de jóvenes ejecutivos de Canal 11 hicieron contacto conmigo.
Me dijeron que querían contar con mi programa.
Les he creído.
Me aseguraron que harían caso omiso a las presiones que vendrían.
Les he creído.
Me dijeron después que esas presiones ya se estaban dando, pero que ellos no darían marcha atrás.
Les creo.
En vista de un cierto empantanamiento de las conversaciones, acordamos con Federico Anchorena proponerles comprar el espacio: una hora diaria de lunes a viernes.
No nos han dicho que no. Tampoco nos han dicho que sí. Nos han dicho que puede ser.
Mientras tanto, el guaguau de los Aguá suelta la especie de que detrás de mi reaparición está la figura de Jorge del Castillo. La suelta sabiendo que es un invento maligno (es decir, una creación suya, entre tiro y tiro). Pero lo hace porque así alerta a Alan García, a quien califica como “enemigo personal (de Hildebrandt)”.
Y si García presiona, claro, toda negociación será imposible. Nadie resiste la presión de un odio tan principal.
Porque así está la televisión peruana.
A pesar de todo, estoy dispuesto a volver a la tele. Sin pretensiones pero con ganas de hacer lo que siempre he hecho hasta la extenuación: jalar del ovillo y decir lo que a otros les cuesta el soponcio. Y creo en la buena fe de los chicos del 11.
Pero si García y las jaurías presionan y los chicos del 11 se ven entre la espada y la pared y la TV demuestra que sigue siendo lo que era con Fujimori –una casa verde que bien podría regir Xaviera Hollander–, por mí pueden quedarse con su pantalla, su antena y su terciana de terror. Por mí pueden irse perfectamente allá donde La Chira huele y no precisamente a rosas. Dicho esto con el mayor de los respetos, como es natural.
Hasta más vernos.

lunes, 25 de febrero de 2008

Por qué odio los Oscar

Mi odio hacia la ceremonia de los Oscar sólo puede compararse con el que siento por los matadores de focas bebés.
Y sí, algo también se mata con los Oscar, algunas cosas sucumben en ese escenario que es el olimpo de la vanidad más grande con el menor respaldo posible. El buen gusto, por ejemplo, resulta varias veces muerto. Y también, por lo general, se mata a la justicia. Para el primero de los crímenes están los comentarios al borde de la alfombra roja y los modelitos que las divas llevan a cuestas. Para lo segundo –el asesinato constante de la justicia– está la elección sistemática de lo banal y lo externo, la consagración previsible de todo aquello que la industria cinematográfica ha decidido construir como nueva mercancía.
Cientos de millones de seres humanos pasteurizados por Hollywood se han pegado anoche al televisor. Muchos más de los que vieron, a esa misma hora, el documental de Nat.Geo sobre el calentamiento global. Y muchos más de los que han visto las películas que se disputaban ese trofeo ridículo ideado por un empleado de la Metro en 1928.
Debo explicarme mejor: mi odio por los Oscar es inversamente proporcional a mi amor por el cine. Porque resulta que lo que a mí me parece premiable no lo es para la mafia de Los Ángeles y lo que es maravilloso para la mafia a mí me parece, casi siempre, un fiasco.
La llamada “Academia etcétera” –un club endogámico donde los actores se premian entre ellos, las actrices se van rotando en el trono de mimbre y el lobby judío ejerce una influencia enorme– jamás premió a Hitchcock o a Kurosawa, a Bergmann o a Fellini, pero podría hacerse un tomo del tamaño de la guía telefónica con la lista de medianías sin remedio que han dicho “gracias, muchas gracias” después de recibir su premio.
No premiaron a Orson Welles por “Ciudadano Kane”, pero le dieron once de esas cosas doradas a “Titanic”, un naufragio de película. Y encima convirtieron en non plus ultra como actriz a Kate Winslet, de quien nadie hablará dentro de cinco años.
Y en un año en el que había que premiar a actores negros porque así lo exigía lo políticamente correcto, entonces le dieron su Oscar a Forest Whitaker, uno de los peores actores que he visto en varias décadas de cinéfilo. Pero, claro, se lo dieron porque hizo el papel de Idi Amín y, en ese caso, la presión del lobby judío –el rescate de Entebbe: negro caníbal versus inteligencia israelí– hizo lo suyo. Como hizo lo suyo a la hora de premiar al insoportable Roberto Benigni por “La vida es bella”, una huachafada insultante para quienes de verdad sufrieron los horrores de los campos de exterminio nazis.
Cómo serán de tramposos y enrevesados estos administradores de honores truchos que hicieron de Cecil B. De Mille, un director de cartón para películas de cartón-piedra y trompetas romanas, poco menos que un genio. Cuando la verdad es que el señor De Mille era un paisajista holístico y un José María Pemán recreando la Biblia para el canal 33.
A “Lo que queda del día” no le dieron ni un Oscar de hojalata, pero le entregaron cuatro a “Cleopatra”, con Elizabeth Taylor haciendo de reina egipcia maquillada por Elsa Maxwell en un ataque de lujuria lésbica. Y a “El hombre elefante”, ni el cobre, pero sí a ese bodrio cecilbedemilesco llamado “El espectáculo más grande del mundo”.
Nunca premiaron a Richard Burton porque les caía gordo que fuera tan borracho, tan talentoso y tan exitoso con sus mujeres (y que, además, recitara con voz de guarapero mundial a ese otro borracho glorioso llamado Dylan Thomas). Y nunca le dieron nada a Alber Finney probablemente por las mismas razones.
No nominaron a Jodie Foster por “Pequeño Tate”,una película brillante, pero sí a Sofía Coppola por “Lost in Translation”, un aborto pentamesino de película.
Y así podríamos seguir. Los Oscar son la farsa más exitosa del mundo. Sólo ciertas Iglesias están por encima. Y la alfombra roja –no lo olviden– está siempre en todas las grandes farsas: bodas, celebraciones de hermandad, inauguraciones de gobiernos.
Posdata: Raúl Castro, de 76 años, es el nuevo Presidente de Cuba. Su primer vicepresidente será José Ramón Machado Ventura, médico de 77 años. Reelegido presidente del parlamento ha resultado Ricardo Alarcón, de 71, el más joven de la más alta jerarquía. El paso a los más jóvenes, anunciado por Fidel, parece estar cumpliéndose.

sábado, 23 de febrero de 2008

Haya y García

Ayer fue el cumpleaños de Víctor Raúl Haya de la Torre y, por lo tanto, la noche que el Apra siempre llamó la de la fraternidad.
Se dice que Alan García ha traicionado a Haya de la Torre. La pregunta que surge de modo inevitable es esta: ¿A qué Haya se refiere usted?
Si del Haya primordial se trata, lo que hay que decir es que el primero en contrariar y desobedecer a ese Haya antiimperialista y primo hermano del marxismo fue el propio Haya.
Haya se mudó al capitalismo, con mascotas y todo, en “Treinta años de aprismo”. Haya ya no era Haya pero el mito debía continuar. Por lo tanto, echando mano a Einstein, un Haya casi cuántico, un discípulo de Heisenberg vecino de la Incertidumbre, se reinventó con eso del “espacio-tiempo histórico” y asistió al velorio de sus ideas más bien panchovillescas sobre la revolución.
Ahora bien, esa abjuración del propio pasado tuvo que ver también con el clima de la segunda posguerra mundial, un escenario de guerra fría amenazante en el que muchos liderazgos venidos del marxismo fueron aproximándose a la cepa de la socialdemocracia. Era absurdo pedirle a Haya que en 1954 pensara como en 1924.
Tan absurdo como lo que hizo Haya consigo mismo y con el partido que había convertido en fervor de multitudes. Porque Haya no detuvo su viaje de converso en zancos en la estación de la socialdemocracia ni tomó el centro del espectro político como el referente inflexible de su evolución.
Una mañana, para estupefacción de todos, Haya amaneció en el dormitorio de la derecha más zafia del Perú. Su pacto convivencial con Manuel Prado –un cursi descendiente del enorme traidor de la guerra con Chile– y su ­alianza sombría con el dictador ultraderechista Manuel ­Odría, un hombre que había mandado matar a algunos de los mejores dirigentes populares del Apra, confirmaron ya no el cambio modernizante sino la simple depravación política. Haya había fugado del campo de las ideas y se paseaba orondo en la casa embrujada “de lo posible”. Y lo único posible para él era transar con quienes había descrito como la causa de todos los atrasos y todas las injusticias.
Haya de la Torre se suicidó, políticamente hablando, en 1963, cuando sus contertulios eran Beltrán y Ravines. Pero ya en 1956, aceptando el chantaje de la oligarquía pradista, había intentado cortarse las venas.
¿Este Alan García modelo 2008 traiciona o interpreta a Haya de la Torre? De ninguna manera lo traiciona. Puede decirse que lo lleva hasta las últimas consecuencias y lo despoja de la retórica enrevesada con la que Haya quiso difuminar su transformación. Haya se enredaba tratando de hacer que los enjuagues parecieran manantiales. García tiene la ventaja de decir que está apegado “al discurso global del desarrollo”.
Haya fue, desde finales de los 50 del siglo pasado, el auténtico líder de la derecha peruana. Sólo los derechistas del arrabal no lo reconocieron así.
Y como civilista popular, Haya le ofreció a la estabilidad conservadora un regalo que nadie más podía darle: el partido más organizado y poblado del Perú jamás intentaría cambiarlo todo.
La tragedia de Haya es que no entendió que entre el desahuciado “cambiarlo todo” y el cínico “no cambiar nada”, allí, en ese punto equidistante, estaba precisamente el destino del Apra.
Hoy García está haciendo desde el poder lo que el parlamentarismo aprista de Prialé, Melgar y Valencia anunció desde hace décadas. Hasta puede decirse que lo que García hace hoy es el más fiel homenaje al viejo patriarca. El García de los 80 quiso contrariar al Haya histórico. El García de hoy es un discípulo que sabe que el Haya que coordinaba con los barones del azúcar lo bendeciría si volviera. El viaje del Apra ha terminado.

viernes, 22 de febrero de 2008

La devolución cubana

Está muy bien eso de renunciar “para no obstruir el paso a personas más jóvenes”. Sobre todo cuando uno tiene 81 años y hace 49 que gobierna con puño de hierro y jueces que van a los mítines del partido.
Es un gesto muy generoso ­ese de “no aferrarse a ningún cargo” 49 años después de haber sido, simultánea y férreamente, Comandante en jefe, presidente del Consejo de Estado y máxima autoridad del Partido Comunista de Cuba, el único permitido.
Es muy conmovedor dar paso a los jóvenes, sobre todo si esos jóvenes son como Raúl Castro, el hermano, que va a cumplir los 76, maneja a las Fuerzas Armadas y es el voceado sucesor de la no-transición que Fidel ha decidido desde su no-cargo. Ah, sí. Porque la sucesión de entrecasa de Raúl garantiza que el régimen del estalinismo con palmeras no habrá de moverse ni siquiera un centímetro hacia la pluralidad de partidos y la libertad de expresión.
Es muy vistoso alabar a Castro cuando no se vive en Cuba. Es lo políticamente correcto para quienes piensan que la represión que padecen los cubanos “es el costo de la revolución”.
Lo que sucede es que muchos de los que ensalzan a Castro –léase la sublime huachafería del señor Tomás Borge en este diario nuestro– estarían presos en Cuba si decidieran probar in situ la medicina que recetan. ¡Con el carácter que se manejan no habrían aguantado ni diez años de idolatría vigilante! Porque en Cuba hay ­una sola prensa, un solo partido, una sola TV, un solo líder, una sola central de trabajadores, una sola juventud, una sola literatura permitida, una sola memoria que ha hecho lo que ha querido con el pasado, un solo sueño real-socialista y una sola y robusta pesadilla sobre la que se posaban palomas de paz mientras recibía miles de millones de rublos como subsidio.
Cuando el subsidio se acabó porque la URSS enfermó de un mal de necesidad mortal (el llamado Síndrome del Sinceramiento) y el CAME volviose una caravana funeraria, las palomas se marcharon y llegaron los cuervos.
Ese periodo especial fue de auténtica hambruna. Cuba había sido un hijo marsupial de la URSS. Y al canguro protector lo había matado un ruso alcohólico llamado Boris Yeltsin, salido de lo mejorcito de la Juventud Comunista soviética.
Yo no represento a ningún gran medio –al contrario: los he combatido a pie y sin medias tintas– y, sin embargo, sostengo, como los millones de cubanos que se expresarán en asamblea de calle y sol a la hora señalada, que en Cuba hay una dictadura perversa que desacredita a la izquierda y caricaturiza el socialismo. Yo no encarno el imperialismo yanqui –al que siempre despreciaré– y, sin embargo, sostengo que el régimen de Castro sólo puede entusiasmar a quienes jamás denunciaron los crímenes de ­Stalin (conociéndolos), no se atrevieron a condenar lo que hicieron las tropas soviéticas en Berlín, Budapest o Praga y dividieron el mundo en dos bandos maravillosamente definidos: ellos –los reaccionarios, los débiles, los réprobos, los vendidos al oro yanqui, los que amaron a Heberto Padilla a pesar de su debilidad– y nosotros, los que manejamos el estatal Estanco de la Virtud.
Yo no adulo, como habrán notado, a Alan García ni defiendo a Álvaro Uribe, pero ­afirmo que quien sueña sueños sin libertad merece quizás que esos sueños se le cumplan. Y pueden cumplírsele precisamente en La Habana, la Numancia de un hombre que fue un héroe, un ídolo de mi generación y, con el tiempo, y cada vez más con más desenfado, un tirano implacable. Un tirano implacable que hoy, con la muerte cercana, anuncia su renuncia imposible.
“Yo no soy comunista”, dijo Castro en 1957. Lo repitió, para su desgracia, en 1959.
Y no lo era. Lo eran Raúl, el Che, Blas Roca. Castro pudo resistir al imperialismo norteamericano invasor y asesino sin convertir “su isla” en un presidio de inspiración estalinista. Hubiera sido la resistencia de un pueblo, no la de una camarilla que pasa las crisis energéticas en medio de sus aires acondicionados. No ­era necesario ser un Stalin del Caribe para enfrentar al enemigo.
No era necesario pero sí fue lo más cómodo. 49 años después, Cuba languidece y su líder deja para que otros lo mejoren (si pueden) el fracaso comunista que más nos atañe a los latinoamericanos. Cuba no puede volver a ser el burdel mafioso de la mafia de Miami. Pero es imposible imaginar siquiera que tenga que seguir siendo el inmenso Guantánamo del viejo estalinismo.

jueves, 21 de febrero de 2008

EE.UU. no necesita nuevo presidente

Para quienes creen que el mundo es y ha sido una porquería (tango Cambalache dixit), no hay ídolo mayor que George Bush coronando una montaña de bosta texana.
Empeñado en que el mundo se le parezca, el señor Bush ha llegado a extremos que ni siquiera su padre, autor de algunas operaciones encubiertas que hoy avergonzarían a la propia CIA, pudo imaginar. Extremos que nos regresan a la guerra fría y ponen al mundo en peligro.
Porque es necesario que los norteamericanos que no han sido corrompidos por el patriotismo imperial, entiendan que lo que está dejando Bush como legado no permitirá mucho margen de juego al nuevo inquilino de la Casa Blanca, sea éste el ex prisionero de guerra republicano o el demócrata Kennedy sin grandeza que hoy derrota a la mujer de Clinton.
Y dos de sus peores legados son Kosovo e Israel.
Con Kosovo y su írrita independencia, Bush ha querido castigar a Putin y la política exterior rusa. Su estupidez sin mácula, sin embargo, le impide ver que con Kosovo él y su servidumbre europea han ­abierto la caja de Pandora por la que deberán salir todos los fantasmas de las naciones que tienen la convicción de estar oprimidas y todas las furias de las identidades que no obtuvieron nada en la lotería de los territorios.
Bush piensa en Chechenia –que ya perdió dos guerras y está exhausta– pero el mundo alfabeto piensa en Bosnia, donde los serbobosnios tendrán el derecho de reclamar el principio étnico que ha primado en Kosovo, o en Macedonia, un país recientísimo que también “padece” una población albanesa con una tasa demográfica insuperable. Algo parecido podría ocurrir en Azerbaiyán, Moldavia, o Georgia. Para no hablar de la nación kurda en Irak y Turquía y la siempre afligida Cataluña en el seno de una España que odia tanto como necesita.
El sueño de este jinete pálido y matón que es Bush parece cumplido: el Derecho Internacional es ahora una sombra; la ONU ve burlado hasta a su propio Consejo de Seguridad –cuando de defender a los Estados Unidos se trata– y la Unión Europea estira la resolución 1244 de la ONU para crear este protectorado parásito en el corazón de los Balcanes. Bush mata países, pero también los crea.
En relación a Israel, el asunto es más serio todavía. Prisionero de los intereses israelíes, padrino de los mismos pistola en mano, Bush ha tolerado y/o instigado la más oscura etapa de la política internacional de ­aquel pequeño país que alguna vez fue el sueño de demócratas e idealistas judíos.
El último agravio israelí a la paz mundial es la continuación de la política de construcción de asentamientos en la Cisjordania, algo que el primer ministro israelí Ehud Olmert se comprometió a parar el 27 de noviembre del 2007 en Annapolis. Enésima mentira del hombre que destruyó parte de Líbano sólo para demostrar que podía dar órdenes salvajes sin un solo temblor de mano.
Como lo señala Juan Miguel Muñoz, corresponsal de El ­País en Jerusalén, sólo en los últimos días los colonos del Gran Israel han creado una nueva colonia a la vera del río Jordán y han acrecentado otra igualmente ilegal al norte de Ramala. Tanto la nueva como la que se está ampliando cuentan con que los palestinos expropiados no podrán defenderse en ningún foro porque ellos son los apestados de la Tierra.
En boca de los colonos ortodoxos vuelven los nombres bíblicos de Judea y Samaria y retorna, con el apoyo del gobierno de Olmert, la idea de que no habrá devolución de territorios y de que la Palestina salpicada y cautiva con la que se resignaba el triste Abbas ya no es ni siquiera necesaria. Mientras tanto, Israel sigue matando a domicilio a los dirigentes de Hamas en la Franja de Gaza y a los que pueda alcanzar de Hezbolá en Beirut. El Occidente vomitivo que nos proponen como civilización mira hacia otro lado. Y Bush convalida y aplaude. Al final de cuentas, al criminal de guerra que bombardeó la cuna de la civilización esgrimiendo premeditadamente ­una mentira debe parecerle poca cosa que los palestinos sean, para siempre, los judíos de la Alemania nazi en 1933.
uien saturó de cohetes Tomahawk las campiñas del Edén y las ciudades donde sumerios, babilonios y asirios crearon la escritura y la agricultura, no puede ser inquietado por ningún remordimiento. Y eso hace de las ­elecciones norteamericanas el sainete seguidista que es en verdad. Estados Unidos no necesita un nuevo presidente. Requiere de una nueva guerra por su independencia. De una guerra que termine con el secuestro que la banda de Bush y Cheney ha perpetrado en contra de Jefferson, Washington y Lincoln.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Otoño de patriarca

Fidel Castro ha renunciado al poder que, por enfermedad, hace 19 meses que ya no podía ejercer. Ha renunciado a casi nada, entonces.
El problema de la tal renuncia es, sin embargo, que es de pleno derecho inexistente.
Porque se renuncia ante el jefe y Castro ha sido el jefe de sí mismo. Se renuncia ante un superior y no ha habido superioridad más elevada que la de Castro. Se renuncia ante el Presidente y él ha sido el Presidente. O se renuncia ante el Consejo de Estado, que era Castro clonado y con diversas voces y en guayaberas surtidas. Para decirlo en breve: Castro no puede renunciar.
Podría hacerlo ante Dios pero él es Dios en traje de campaña, Dios en el Octavo Día de la Creación, Dios creando el paraíso de la uniformidad, la utopía de la repetición, el Génesis donde se separaron las tinieblas y se dio, sin zarza ardiendo, la Revelación por la que los cubanos asimilaron los Mandamientos Abreviados diseminados a sangre y fuego por el padrecito Stalin.
El primer mandamiento era pensar como el partido. El segundo era ser pionero de niño, JC de joven, militante de cuadra a la hora de la madurez. El tercero jamás se pudo descifrar porque estaba escrito en caracteres cirílicos, aunque Hubert Matos sostiene que decía que todo cubano debía de rezarle en yoruba a Nicolás Guillén, el del son entero y la paloma de vuelo popular, el poeta que no quiso estar el día en que Heberto Padilla confesó ser un espía de la CIA y tener un contacto canadiense para sus infidencias.
Este columnista entró una vez a una librería en La Habana y preguntó por las obras de Ajmátova, Djilas, Trotsky, Dumont y Cabrera Infante. Lo de Cabrera Infante era en plan de joda, pero respecto de los ­otros la verdad es que esperé encontrar algo. No encontré nada. Pero la lista de omitidos era oceánica y no toda se justificaba por el asunto de la escasez de divisas, que era el cuento con el que querían lavarte el cerebro. La Inquisición había sido, en suma, una porquería llena de huecos y rendijas: ¡este era el verdadero Index Librorum Prohibitorum! ¡El infierno antiborgiano en forma de biblioteca expurgada! ¡El destierro de todo lo que pudiera hacer pensar distinto!
Hablando una vez con Hubert Matos, que se había jugado la vida en Camagüey para que Batista fuera derrocado, le escuché esta frase terrible:
–Camilo se murió a tiempo, felizmente. Por eso su recuerdo es pura luz.
Bueno, Camilo Cienfuegos se murió precisamente en ­uno de los viajes entre La Habana y Camagüey, adonde iba continuamente para calmar los ánimos y explicar pór qué Hubert Matos, comandante del Movimiento 26 de Julio, jefe militar de la insurrección en Camagüey, profesor de primaria y combatiente, por qué Hubert Matos, digo, había sido condenado a veinte años de cárcel por traición. Fue Camilo quien le pidió la pistola y lo arrestó en nombre de la Revolución, que en ese momento ya se escribía con mayúscula.
Matos fue juzgado por un tribunal militar revolucionario. Lo que pasó allí fue histórico y está documentado y es una de las peores vergüenzas del castrismo autista de los Raúl y los Alarcón de hoy: cuando Matos estaba convenciendo al tribunal que su juicio era una farsa, que su castigo nada tenía que ver con la sedición y sí mucho con la autenticidad del M-26, Fidel Castro, descendido del Olimpo donde ya vivía dando órdenes, se presentó ante los jueces y el público y lanzó un discurso poderoso y conminatorio en contra del reo Matos, su compañero de lucha, su ­amigo. Los jueces deliberaron ese mismo día. La condena fue a 20 años de reclusión. Castro ya conducía hasta la judicatura.
Matos estuvo los primeros cinco años incomunicado y desnudo. Es que en la cárcel del Combinado del Este debía de usar uniforme de preso común y él se negó a vestirse con ese disfraz. A los cinco ­años, sin embargo, ya no pudo más. Una paliza le había inmovilizado el brazo derecho –lesión que sería una invalidez permanente– y su salud mental empezaba a dar muestras de deterioro.
Cuando se cumplieron los veinte años, Matos tardó todavía un año en gestionar su libertad.
–Fue la última venganza de Castro –me dijo Matos–. Por ­eso es que estuve 21 años en la cárcel, uno más que la pena dictada.
Ese dictador insomne, ese patriarca desmedido, ha renunciado ayer a no se sabe qué en La Habana, Cuba, el país donde ha gobernado sin dudas ni murmuraciones durante cuarenta y nueve años de su edad. García Márquez debería escribir un libro de verdad sobre este tema.

martes, 19 de febrero de 2008

Perú de tierra y agua

Yo vivo en el Perú que está contento con su hortaliza fresca y a buen precio en Vivanda.
Es el Perú del 40 por ciento de respaldo al mutado doctor Alan García, el sorprendente inventor de un brebaje que lo llevó de González Prada a Riva Agüero pasando por un tubo catódico de marca Westinghouse.
En este Perú subarrendado en el que vivo, la Bolsa se escribe con B mayúscula, Máncora es el nombre de unas vacaciones, Ricardo Bedoya es el mejor crítico de cine y en las noches de aburrimiento te pones un DVD para ver el documental vitriólico sobre las corporaciones que, en el fondo, admiras porque hasta lo que sudan huele a éxito.
Yo pertenezco a ese Perú y vivo en su burbuja.
Es el Perú que viene directamente de Nicolás de Ribera, el Viejo, primer alcalde de Lima y compañero de aventuras de Francisco Pizarro, el Perú que continúa en la testa del primer presidente del Perú –José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, llamado “gran traidor” por Simón Bolívar y condenado a muerte por el libertador–, gotea en el general que da un golpe de Estado para poder firmar el infame Tratado de Ancón con Chile (sí, Iglesias, 1883) y quizás tenga su mayor expresión sociológica y literaria en la exquisita solicitud que escribe el historiador José de la Riva ­Agüero y Osma –el que fundaría la universidad Católica, el bisnieto del primer presidente del Perú– y que firma su madre, Dolores de Osma y Riglos de de la Riva Agüero. El petitorio estuvo dirigido al rey de España Alfonso XIII y tuvo como objetivo que el gobierno peninsular la autorizara a volver a ­usar el título nobiliario correspondiente al marquesado de Monte Alegre de Aulestia, estatuto del que la familia disfrutó antes del advenimiento de la malhadada República.
De allí viene el Perú que limita con el futuro. El Perú que sabe (o supo) que Montaner y Simón no era un dúo folclórico y que a Antonio Cánovas del Castillo lo mató un anarquista. El Perú de Menéndez y Pelayo, ayer, y hoy de Repsol.
Pero hay otro Perú que rabia y sufre hace tantos años que ya nadie recuerda cómo empezó todo. Uno que presenta su pliego petitorio ante otro Alfonso XIII y no pide un marquesado devuelto sino semillas, un banco que no esquilme, precios que justiprecien su trabajo, minas adecentadas que no los arrinconen ni los hagan escupir plomo, Estado en el buen sentido –en el del contrato social–.
Pero a ese Perú titular de estas tierras, viejo y doliente, a ­ese Perú de tierra y agua, el Estado le llegó con el encomendero y con el palo, con los máuseres que Rosendo Maqui sabía distinguir, con Arana y su mierda, con Celestino Manchego y su mierdita. Porque a ese país que no nos pertenece se le trata siempre como si fuera que la Confederación de Santa Cruz hubiese tenido éxito y ellos fueran el Alto Perú. Es el Perú del que nos separa el abismo de cien masacres y ningún arrepentimiento. Es el país rural que fue el primero y ahora es borrado desde los presupuestos y negado en lengua de ministro y tratado como un hijo irresponsable por el Alfonso XIII que esté a cargo, no importa quién sea porque siempre será igual.
Bueno, pues ese país está rugiendo. Y no diré que “se ha ­echado a andar” porque eso lo decía el Che y miren en qué terminaron las andanzas. Ni diré que ahora sí tendrán que escuchar a tanto harto tomando las carreteras de ese otro país (al que pertenezco y donde nado). Ese otro país que tiene la clave de la caja fuerte y el abracadabra de los BCR. La verdad es que ni siquiera sé si los escucharán. Lo que sí sé es que mañana (hoy) un montón de hipócritas se harán los sorprendidos y llamarán a la guardia civil de Leguía y al juez de turno que hacía llamar la Standard Oil y al arma larga que siempre disparó desde los cerros y seguirá disparando desde el Perú de Riva Agüero y Sánchez Boquete.

lunes, 18 de febrero de 2008

La peste llegó a Inglaterra

La peste de las hipotecas chuecas ha llegado a Gran Bretaña de un modo cuantioso. Tan cuantioso, que probablemente usted no encuentre esta noticia con las dimensiones que se merece en la prensa neoliberal que domina el mercado.
Resulta que el inmenso banco inglés Northern Rock ha quebrado. Es el primer banco inglés que cae víctima de lo que en Estados Unidos empezó con una tosecita y ha terminado en un enfisema financiero de tamaño planetario que mejor te internas.
Bueno, eso de decir que ha quebrado es un modo bastante raro de describir la situación. Porque, como ustedes saben, los bancazos, por lo general, no quiebran, así hayan sido víctimas de sus propios vicios privados y sus íntimas depravaciones bursátiles.
He aquí, entonces, que el Northern Rock va a ser estatizado. Sí, como lo oye: el Northern Rock va a ser nacionalizado por el gobierno de Su Majestad.
¿No era que la señora Thatcher dejó jurisprudencia sobre la no intervención del Estado en ninguna convulsión del mercado? ¿No era que la única intervención estatal tolerada era la de apalear a los mineros en huelga, despedir a los sindicalistas radicales y decir, desde el 10 de Downing Street, que el darwinismo social es como la selección natural de los mejor dotados y el tercio superior de los que pueden?
Sí, era. Pero al Northern Rock lo van a estatizar. Y es que este banco le debe sólo al Banco de Inglaterra –es decir, al BCR inglés– la bonita suma de 25,000 millones de libras esterlinas, o sea 49,000 millones de dólares. Y cuando debes sumas como esas ya no te pueden dejar quebrar porque “el sistema se pone en riesgo”, a mister Brown le da una diarrea intaponable y a los que mandan en el mundo dando consejos que no cumplen se les puede ocurrir que no hiciste bien la tarea.
Así que manos a la obra. Al comienzo de la crisis, los chicos del Northern Rock disimularon el tamaño del forado. Cuando ya no pudieron aguantar más la respiración, salieron del closet y confesaron todo: los juegos especulativos, los vuelos lisérgicos con el dinero ficticio de las hipotecas envueltas en hipotecas que envolvían hipotecas, la burundanga de los futuros en la bolsa de Hong Kong, las amapolas de la hora del té, en suma, se habían llevado en peso la bóveda del banco.
Allí fue cuando Alistair Darling, el ministro de Economía del señor Gordon Brown, alistó, con la asesoría de Goldman Sachs, una terapia más que keynnesiana: convertir la deuda del Northern en bonos garantizados por el gobierno. De allí a la decisión de nacionalizar el banco colapsado sólo había un paso.
Reuters ha informado al mundo que en las cuentas del golpeado gobierno de Brown el Northern figura con una deuda pública de 90,000 millones de libras esterlinas, una cifra delirante aun para la mega crisis que empieza a sentirse a nivel global.
En septiembre del 2007 las acciones del banco cayeron en una sola mañana 18 por ciento, cuando se anunció la primera inyección de dinero público a sus arcas. Pero ese mismo día, la BBC de Londres, que para estos casos ya empieza a parecerse a la muy patriótica agencia Andina, señaló “que el Northern no parecía estar ante un peligro mayor que el de una eventual iliquidez”.
¿Cuántas vestiduras desgarradas veremos en Lima por esta estatización forzosa del Northern Bank? ¿Los neoliberales, que son el Opus Dei friedmanita, dejarán constancia de su horror por esta mano sucia que usurpa a los hados del mercado? ¿Algunos cometerán suicidio lanzándose al vacío? ¿Desde la azotea del Interbank? ¿Desde alguna ventana indiscreta? ¿Desde algunas de sus columnitas? ¡Fariseos!

domingo, 17 de febrero de 2008

TULA BENÍTEZ

La población peruana es muy sensible, y por ende, manipulable. Quienes saben de marketing o periodismo conocen del tema. Es por ello que la opinión tiene mucho poder y es por ello, también, que ésta es muy cotizable.
Si un medio dice algo; puede ser cierto.
Si dos medios dicen lo mismo; el tema cobra fuerza.
Pero si todos los medios repiten el mismo discurso; tiene que ser verdad absoluta y casi considerado dogma de fe.
Eso es lo que ha pasado con Tula Benítez, la denominada “Canchaya del APRA” por un diario que le pertenece a otro más grande, que fuese, cuando menos, una de las putas favoritas de la dictadura que nos gobernó la década pasada.
Ese diario, “Perú 21”, el 31 de Mayo del 2007, publicó la historia de una congresista que aparentemente tenía como auxiliar a un sujeto que no trabajaba, que nunca aparecía en la oficina y que sólo estaba en planilla, pues deseaba obtener el seguro medico, y sus haberes líquidos eran entregados a la legisladora que lo había contratado.
Pues bien, esa historia oscilante entre el dramatismo y la sinverguenzura es falsa y tendría como inspiración lo ocurrido con Elsa Canchaya y su asesora, una empleada domestica –casos que algunos tratan de comparar pero son inmensamente distintos–.
La historia real es la siguiente:
Se dice que Tula Benítez contrató a Juan Carlos Cuadros Noriega para que éste ejerza la labor de auxiliar en su despacho. Bueno pues, ni Tula Benítez ni ningún congresista pueden contratar a alguien. Los legisladores sugieren contratar un personal al departamento de Recursos Humanos y es esta oficina la que se encarga de acoger o no la sugerencia. Por lo tanto, la contratación es del congreso de la republica.
Precisamente, según la oficina de Recursos Humanos, Juan Carlos Cuadros Noriega sí laboró en el parlamento, en el despacho de Tula Benítez, durante los meses de Agosto y Diciembre del 2006. Fecha después de la cual fue cesado ha pedido de la congresista oficialista, cosa que está registrada en un memorandum.
En fin. En Mayo del 2007, Juan Carlos Cuadros Noriega acudió a la frecuencia de Ivcher para ofertar una primicia; una congresista aprista tenía las mismas mañas que la ya fenecida Elsa Canchaya. Y pues, en “Frecuencia Latina”, son de todo, pero estúpidos no, y no compraron la noticia. Con la frustración encima, Cuadros Noriega se preguntó a sí mismo dónde escupir una patraña, una gran patraña, y recordó que no hay mejor letrina que “El Comercio”, pero como ese diario a perdido toda credibilidad, prefirió acudir a un periódico allegado a él; “Perú 21”. Allí, con un pasaje a España, compraron la primicia que destapo el escándalo que todos ya conocemos. Pero, lo que todos no conocen, es, pues, que dicha primicia está basada en argumentos que carecen de solides y con pruebas que dan vergüenza. Una de las evidencias más importantes presentadas por el diario que dirige, mediocremente, Augusto Álvarez Rodrich es un audio cuya trascripción dice ininteligible cada dos renglones y que es la conversación que tuvieron Cuadros Noriega y Carlos Castillo, periodista de “Perú 21”. Es decir, Juan Carlos Cuadros Noriega, es la columna vertebral de la denuncia del diario antes mencionado.
¿Pero, hay más testigos? No. No los hay.
Ni siquiera los ex compañeros de trabajo –en la oficina de Tula Benítez– de Cuadros Noriega, han apoyado la denuncia. Ellos confirman que él trabajó para la parlamentaria del partido aprista durante la segunda mitad del 2006 y que fue muy allegado a ella. Descartan totalmente que haya continuado laborando durante el 2007 pues conocen de su cese.
Tras este primer desmoronamiento de la acusación, Carlos Castillo, el periodista de “Perú 21”, afirmó que esta denuncia era tan cierta y que había causado tanta incomodidad en la señora Benítez, que su tío, el señor Walter Vásquez Vejarano, ex presidente el poder judicial, había mandado a su asesor de imagen, Jorge Kishimoto, a amedrentar al editor de política de “Perú 21”, Dan Flores. Pues bien, Jorge Kishimoto probó que nunca fue asesor de imagen y que no conocía a Walter Vásquez.
La denuncia se seguía desmoronando.
Y se desmorona aun más, si consideramos que Cuadros Noriega, la columna vertebral de la denuncia, es, moralmente, una porquería.
A lo de vender la información a dos medios de comunicación, debemos añadir que este señor, le propuso al congresista Luís Galarreta que lo incluya que su lista de trabajadores y que el sueldo se lo regalaba, pues no quería laborar en el parlamento sino sólo obtener el seguro medico. (Galarreta así lo afirmo en una entrevista con César Hildebrandt el pasado 29 de Noviembre)
Desmoronada la denuncia. Digo yo y pregunto ¿a dónde nos quiere llevar a prensa con esta nauseabunda farsa? ¿Quieren acaso probar que en nuestro país si hay una prensa independiente pues ésta se enfrenta a una congresista del partido de gobierno? No pues. Los desafió a que se metan con el presidente o con alguna trasnacional y demuestren, recién allí, su independencia. Independencia que no tienen y que está limitada al publisoborno el cual cada día los emputece un poco más.
Esto da asco.
Una congresista, electa por voto popular, está a punto de ser desaforada por una patraña, creada por un vomito moral y publicada por un diario que no es muy distinto. Se nota que estamos en el Perú.

Posdata: No es intención de este blog, ni mucho menos de su redactor, defender a Tula Benítez. Aquí lo único que nos interesa es conocer y difundir la verdad. Y si la verdad incluye atacar o –aparentemente– defender a alguien de partido de gobierno o de otras fuerzas policías, así se hará. De no hacerlo, ya no estaríamos defendiendo la verdad, estaríamos estafando a los lectores de este blog, cosa que jamás sea querido hacer, ni se hará.

Tomado del blog "Opinión, comentarios y más".
Autor: Pedro Armando Rosario Ubarnes

sábado, 16 de febrero de 2008

Távara cogido del cogote

Francisco Távara Córdova, presidente del Poder Judicial, está muy molesto con la jueza María Teresa Jara García.
Y ha dado orden a la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) para que investigue por qué esa jueza rechazó el hábeas corpus de la fiscal del miedo Luz Loayza cuando lo que debió hacer fue inhibirse dado que, según la fiscal Luz Loayza, la procuradora Sonia Medina y El Comercio y anexos, dicha jueza había favorecido, hasta en dos oportunidades, al narcotraficante rematado Fernando Zevallos.
La primera pregunta que hay que hacerse es por qué ­una jueza virtualmente vinculada al narcotráfico, como dice El Comercio y repite su nuevo monaguillo La República, seguía operando en el Poder Judicial. Es decir, por qué Sonia Medina, la “impecable procuradora” que alguna vez liberó a “Polaco” torciendo el derecho, recién nos habla de tan tremenda jueza. Y por qué recién la descubre para la opinión pública la doctora Luz Loayza. Y por qué El Comercio recién la nombra, cuando los actos impropios de la jueza Jara García se habrían perpetrado en los ­años 2004 y 2005.
¿O sea que, desde el 2004, teníamos a una jueza protectora de Zevallos ensuciando la judicatura?
¿Y recién es que la OCMA va a poner las cosas en su sitio?
Lo que pasa es que hay muchas cosas que El Comercio y su nueva conquista, o sea La República, no le dicen a la gente.
Y lo primero que deberían decirle estos diarios a sus muchos lectores es que la supuesta narcojueza Jara García sería ahora una heroína si hubiera amparado el hábeas corpus que Luz Loayza presentó en contra de la Junta Suprema de Fiscales.
¿O se imaginan a El Comercio poniendo el siguiente título?:
“Jueza que favoreció a Zevallos le da la razón a fiscal Loayza”.
No, ¿verdad? Si eso hubiese ocurrido, El Comercio y el Chichón que le ha salido en la cabeza, habrían dicho:
“Poder Judicial respalda a fiscal Loayza”
“Ejemplar resolución de jueza Jara García”
Porque así es el negocio de los socios de América TV: demostrarle a todo el mundo que el Poder Judicial es una sayonara en la arena de Totoritas. Y demostrar que el tal Francisco Távara es un pelele.
Ahora bien, a Francisco Távara lo tienen cogido del cuello, por decirlo con alguna ­elegancia: eso es verdad.
Y eso estaría muy bien si el propósito de esa prensa fuese la justicia y no el canje bajo la mesa. Porque Távara está, según todos los abogados consultados, incurso en el delito de peculado de uso por haber hecho uso privado y hamaquero y probablemente sensualón de la casa de playa del corrupto general fujimorista César Saucedo. Sí, señor. Távara hizo que una camioneta del Poder Judicial cargara muebles y vituallas, sombrillas y menaje de cocina, y se dio la gran gozada en una casa que había sido entregada al Poder Judicial para su uso institucional pero no para su uso privado y en truza.
Y como Távara habría cometido el delito de peculado de uso, entonces es fácil que la mafia mediática le proponga que ya no hablarán más de su caso si es que decapita a la jueza que se atrevió a rechazar el hábeas corpus de la fiscal y formal allegada a la DEA Luz Loayza. Porque la DEA es tan importante que hasta es posible que Sonia Medina soltara alguna vez a “Polaco” por sugerencia de ­ese organismo. Eso es lo que se comenta en círculos judiciales.
Lo que cuenta, en el fondo, es que El Comercio y su combo demuestren la inmensidad de su poder y que, además, nadie se meta con una informante de la DEA tan encumbrada como Luz Loayza. Y si el presidente del Poder Judicial tiene un rabo de paja tamaño familiar, mejor. Porque así se pueden negociar silencios, embestidas, declaraciones y órdenes para la OCMA.
Y órdenes para el siguiente nivel procesal, porque está claro que con este escándalo, y con las declaraciones invasivas de Távara, lo que hará la Corte Superior correspondiente será amparar el hábeas corpus y asestar otro golpe a quien El Comercio y su matancera consideran la enemiga pública número uno del Perú, es decir la Fiscal de la Nación ­Adelaida Bolívar. ¿Y por qué enemiga pública? Lo repito: porque, entre otras cosas, se negó a autorizar un operativo por el cual la DEA pretendía producir 25 kilos de cocaína para ser “sembrados” en un operativo-trampa.
Y porque no ha querido ser la Natacha de El Comercio. Y porque se le puso brava a Rospi, el yerro del hortelano.
Que para esa campaña de asesinato moral El Comercio y sus ácaros se sirvan de un Távara acogotado es lo de menos: todo vale en esta batalla en la que una mafia de la comunicación necesita demostrar que aquí, en esta chacra llamada Perú, manda ella. ­Igual que en la época de Billinghurst.
Y otra cosa que El Comercio y su chavito deberían de hacer es contarle la verdad a su público en relación a los dos descuartizados hallados en Puente Piedra.
Fuentes policiales soberanas, al margen de la planilla de la DEA, tienen el cuadro completo de la situación: Jack Lester Reátegui y Johnny Linares Pérez eran narcos ­abastecedores de “camellos”; la DEA los reclutó para que siguieran siendo narcos y para que dieran el soplo respecto de algunos pases importantes (de allí el incremento de las capturas en el aeropuerto); hicieron eso por un buen tiempo hasta que el jefe de su banda los descubrió y los mandó matar de un modo espantoso. Uno de estos desdichados delincuentes era primo de Oscar Benítez Linares, también informante de la DEA y acusador, en el 2004, de Fernando Zevallos. Que el narco Zevallos mande matar a un primo de alguien que ya lo acusó y que ya ayudó a condenarlo a 20 años de chirona –y que ese primo sea narco y a la vez informante de la DEA–, ¿no parece un guión de Canal 2 para su serie de las 9 p.m.? Y eso es, sin embargo, lo que insinúa El Comercio en su propósito de hacer campaña por Luz Loayza. ¿No ven? –apuntan–. ¿Y ­así quieren que Luz Loayza vaya a Maynas? Todo vale en esta batalla campal por el poder fáctico.
De toda esta historia sórdida, empero, fluyen algunas preguntas:
La primera es esta: ¿El asesinato de estos dos narcos e informantes de la DEA no se pudo evitar? ¿No era que la DEA protege a los suyos? ¿O es que los deja a la suerte de las fieras cuando de retiradas se trata?
La segunda: ¿Cuántas veces la DEA hizo que sus narco-agentes indujeran a camellos a llevar droga al aeropuerto para que la Dirandro, que parece estar bajo sus órdenes, se luciera y nos siguiéramos olvidando del tráfico (y consumo) de cuello y corbata, tráfico tan grande como el de Zevallos pero multiplicado por cien, tráfico gigante que nunca ha sido perseguido debidamente en el propio territorio norteamericano, tráfico inmundo en el que muchas veces ha estado metida no sólo la DEA sino, como lo prueba el caso Irán-Contras, la mismísima CIA?
La tercera: ¿Sabe el ministerio del Interior del Perú cuántos policías, cuántos miembros del ministerio público y cuántos de la judicatura trabajan para la DEA? ¿Quién supervisa a la DEA en el Perú? ¿O es que, como nos han dicho, no hay supervisión alguna?
Y la última, de tono general: ¿Hasta dónde llegará la hipocresía?
Sé que la servidumbre de la DEA dirá ahora lo que su lodazal le inspire. La verdad es que poco me importa. Esta batalla es larga y no seré yo quien la abandone.

viernes, 15 de febrero de 2008

El Juanito

Yo conocí a Juan Paredes Castro tres semanas antes de que fuera Nadie. Poco después me enteré de que presidía el comité de intervención del diario “Ojo” durante la expropiación de Velasco a los Aguá y a los Miró.
Allí, en la redacción común de Epensa, lo vi alguna vez, mientras yo hablaba con mis amigos de entonces (y quizás de ahora, no lo sé) Alfredo Barnechea y Güido Lombardi.
A Juanito sólo le faltaba el caqui y la charretera para ser el sargento furriel del mariscal Tito.
Lunatcharski era un bebé de pañales frente al empeño de Juan Paredes por mantener al periódico en la línea de la OCI, en el marco de los temores de su consejero Frías y en la macetita con geranios de su prosa mimeografiada desde el principio de la tinta.
Juanito Paredes era en esa ­época un eslavo del sur, es decir un yugoslavo en relación a los medios de comunicación. Y dirigía un periódico que la revolución militar de Velasco había tomado. Para alguien que era Nadie era todo un mérito.
Poco tiempo después, sin embargo, según siempre la leyenda urbana, Juan Paredes entró al baño del Country Club premunido de un maletín. Demorado más de la cuenta, víctima de la impaciencia de algunas vejigas, salió a los 20 minutos disfrazado de Aspirante a Morir en El Comercio, con mostacho, barbita rala y anteojos antiguos de carey.
Fue de lo más comentado en el carnaval del Regatas, adonde Juanito llegó explicando que su paso por “Ojo” había sido para espiar el ducto duodenal del velasquismo y que él se había declarado titoísta por Tito Drago, que era todo un señor en el juego de la pelota.
Pues bien, El Comercio dio ­una ley de amnistía, expidió un Memorándum Paradójico obligando a la amnesia a todo el que se sintiera ofendido, y contrató para siempre a Juan Paredes. Don Luis ya había muerto y todo podía ser posible.
Desde esa época remota de máquinas Remington y grabadoras de carrete y Elsa Arana siendo la premonición de Lourdes Alcorta, Juan Paredes cumplió tres tareas fundamentales para el diario que lo acogió como a niñito de Dickens: obedeció, obedeció y obedeció
Cobraba por separado cada una de esas tareas, por supuesto. Y obedeció tanto que llegó el día en que la muerte de su Voluntad apareció en la muy leída página de obituarios del periódico. Fue el día más feliz de su vida: el ser o no ser angustiante había terminado: era el triunfo de la calavera. Fue en ese momento que Juan adquirió el cargo que ostenta con orgullo: el de Obedecedor de Turno. Porque El Comercio no es un diario de ideas –que le huyen–, ni de principios –que no se comen– sino, más bien, un diario de intereses. Y éstos –los intereses– no demandan otro compromiso que no sea el de la anuencia y el silencio. El Comercio no es un diario conservador. Es un conservador que escribe un diario.
Es en nombre de esa Obediencia de Turno que Juanito dice ayer en su columna que el narcotráfico persigue a la fiscal Loayza y que algunas actitudes de la Fiscal de la Nación “son sospechosas”. No dice cuáles, pero se infiere que son aquellas que se refieren a la doctora Loayza.
¿Puede Nadie agredir así a ­una persona honorable que está enferma de cáncer de páncreas y que hasta ahora sólo ha defendido a la institución que El Comercio quisiera ver ­aterrorizada y de rodillas?
Pues Nadie acaba de hacerlo.
El Comercio y sus agradecidos siguen insultando a quienes le hemos dicho basta a la teatrera agente de la DEA Luz Loayza y basta a quienes quieren enlodar, sin aportar una sola prueba, a la fiscal Bolívar.
Es fácil, seguramente, asustar a Távara y a los suyos. Pero a nosotros El Comercio nos sigue sin asustar.
No le creemos a un periódico que endiosa, por ejemplo, a Carolina Lizárraga, supuesta zarina anticorrupción, pero nunca le ha preguntado por qué, en el año 2000, constituyó una empresa en Panamá para comprar el departamento del Golf de 300 metros del que se había enamorado. ¿Una empresa panameña con una sola accionista (ella misma, también “presidenta ejecutiva”) para comprarte el departamento de tus sueños? Sí. Y al año siguiente, en el 2001, la empresa panameña de una sola accionista ­(ella misma) “le donó” a la doctora Lizárraga (ella misma también) el inmueble. El asunto es que la empresa panameña compró el bien en 231,658 dólares, pero, en el 2001, a la hora de la donación, el mismo bien se calculó a un precio más bien módico: 185,000 soles, es decir apenas 56 mil dólares. ¿Diferencia? ¡175 mil dólares! Esa hábil maniobra financiera, desde luego, redujo considerablemente la alcabala.
La zarina anticorrupción hizo prácticas en el estudio de José ­Ugaz, abogado de El Comercio. Siempre ha estado muy bien asesorada.

jueves, 14 de febrero de 2008

Capitalismo triste

Un nuevo estudio realizado por cuatro universidades norteamericanas ha confirmado lo que otro, realizado en el 2004, había revelado: que la tristeza es buena para el capitalismo porque los tristes compran más y pagan mejor.
El mecanismo es así: las personas que pasan por un mal momento tienden a consolarse de maneras erráticas (una de ellas es comprando cosas superfluas), piensan que el dinero no es tan importante como les había parecido antes y, además, pueden adquirir repentina conciencia de la brevedad de la vida, pensamiento que pone al sentido del ahorro en la categoría de mandamientos por revisar.
En suma, nada mejor para el consumo sin pausa que un ejército de la noche triste, un manhattan de depres vitrineando, miríadas de señoras con tarjetas platinum después de enterarse de la última del marido.
Lo que el estudio no dice, por supuesto, es que ese “buenos días, tristeza” está garantizado por el propio sistema del consumo febril y por su agente mayor, la publicidad. Sí, por qué cómo no sentirse un poco al margen y un tanto forastero de los goces (y, por lo tanto, un poco triste) si no podemos comprar lo que la tele dice que debemos comprar para ser plenos y felices. Plenos y felices como ellos: los que con ­una fragancia nueva derriban a las Misses, los que con un coche nuevo conquistan la Patagonia, los que con una hoja de afeitar de triple filo ven a Dios mientras se dan golpecitos en el mentón.
Imposible ser como ellos. Imposible ser feliz.
Imposible para ellas ser como ellas: las que hacen hervir la testosterona de los que las miran, las que bailan bajo la lluvia y no se mojan, las mujeres soñadas que lacean hombres como reses y nunca conocerán la celulitis. Imposible ser como ellas. Imposible ser feliz.
Pero si no eres feliz siempre podrás intentarlo. Y la mejor manera de acercarte a esos paraísos es ­imitando a quienes habitan en ellos. Por eso es que la publicidad es un pasaje al alivio y una apuesta por el pensamiento mágico. De pronto, si hago lo que ellos (o ellas), experimentaré esa plenitud, esa cima de mil doscientas líneas por segundo.
Al Manifiesto Comunista lo han reemplazado los encartes en papel cuché de los grandes almacenes. No hay mensaje más implícitamente revolucionario que el que proponen. No hay mundo más dividido e ­irreconciliable que el que invitan a visitar. No hay resentimiento más hondo y espontáneo que el que llaman a rebato. El comunismo –si viene– no vendrá subido en tanques rusos sino que a pie: millones de individuos exigiendo el cumplimiento de la felicidad prometida en tanta tele y tanto suplemento.
Porque entre nosotros –desde África a América Central y del Sur, pasando por buena parte de Asia–, frente a los tristes que compran (y que se entristecen porque no podemos comprar todo) están los que no tienen tiempo de estar tristes porque apenas pueden comprar lo indispensable.
De esos impedidos de estar tristes se ha olvidado la derecha asnal que padecemos y que gobierna sin siquiera molestarse en ganar las elecciones.
Cuando Sendero mataba por docena y sarta y se reía como hiena a rayas, la derecha decía que, si todo iba bien, trataría de mejorar la situación de los trabajadores y entendería que su tarea pendiente seguía siendo la de ayudar a hacer un país que comprometa a todos.
Cuando Sendero fue derrotado y volvió la democracia con la cara del sinvergüenza de PPK, la derecha se olvidó del miedo y volvió a lo suyo: saquear lo que se pueda porque el Perú no es un país sino un incendio.
Así que mientras los tristes con dinero plástico consumen más y pagan mejor, millones se consumen en el arte saltimbanqui de la sobrevivencia. Son los que mañana, atizados por un unificador de la ira, le recordarán a la derecha (y a todos) que el Perú tiene futuro porque es un país por hacerse.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Discurso del dolor

Escucho por ratos y cada vez que puedo a Carmen González en RPP. Sé que es algo mandona y tiene un toque de fundamentalismo freudiano un poco pasado de moda, pero me sorprende cómo logra que acuda a su cabina tanta gente que clama por ayuda y que no se puede costear un tratamiento psicológico porque para este Estado desatento la salud mental es cosa de ricos y además, como siempre, para esas cosas no hay plata.
¡Cómo sufre la gente! ¡Cuántos padres idos, qué huellas de palizas, de qué modo atroz se cavaron las fosas comunes de las infancias muertas!
Me conmuevo escuchando esas voces que la vida ha convertido, martillo en mano, en hilos, hilos que van contando a retazos lo que tuvieron que pasar ante la madre que parecía odiarlos cuando eran pequeños, la madre del infierno que los empujó a salir de casa lo más pronto posible porque para ella esas eran bocas de más, estómagos que había que llenar, sed que costaba ­apagar. O ante el padre que se emborrachaba y tenía diablos azules, doctora, y se ponía muy violento y le pegaba a mi mamá y hacía que nos tapáramos los oídos debajo de la almohada porque no podíamos hacer nada, doctora, y sólo sentíamos terror. O ante el profesor que te hacía sentar en sus rodillas para que le recitaras esa pequeña poesía en inglés por el día de la madre y para que la repitieras varias veces pero sólo cuando el salón estaba vacío porque hacía que te quedaras unos minutos después de la campana de la última hora y él sabía que a ti no te recogían sino que te regresabas a pie caminando por los sardineles con tu falda a cuadros.
¡Qué compasión la que se siente escuchando el discurso neto del dolor! ¡Cuánta solidaridad nos llama! ¡Qué esfuerzos hay que hacer para no llorar con ellas y con ellos! Porque esta muchedumbre de masacrados del alma que se confiesa ante un micrófono encarna el sufrimiento pero también la posibilidad de su derrota. Y para eso está Carmen González, que analiza los daños, reconstruye la escena del crimen, da órdenes reparadoras, consuela casi cuartelariamente y exige el término de la resignación, origen de todos los males. Y trata de hacer andar a ­esos mecanismos estropeados con el mismo empeño que el de un mecánico de carretera polvorienta presionado por el exceso de trabajo.
Esta es la verdadera Comisión de la Verdad, la permanente –no le quito méritos a la CVR–, la que tiene que ver con los lucanamarca del olvido, con el senderismo crónico de los padres que echan a sus hijos a la calle. Porque le ganamos “la guerra” a Sendero, pero entre millones de peruanos quien preside la mesa de migajas es el gonzalismo en pijama, el iparraguismo en chancletas, el garridolequismo del tenedor que se calienta para castigar a la niña, la niña propia que rompió los pasadores de sus zapatillas: el campo de concentración del abuso infantil no tiene límites. Porque en el Perú hay millones de seres humanos que tuvieron que elegir entre un padre polpotiano y una madre colina.
¡Cómo sufre la gente! Y qué poca cosa parecen las cosas que a la prensa desamorada le parecen grandiosas cuando ­uno escucha este chirriar de puertas que nunca terminaron de cerrarse. Sobre todo si pensamos que si no fuera por gente como Carmen González, los tristes sin recursos no tendrían ni siquiera cómo desfogarse.
De estas cosas debiera ocuparme en estas líneas diarias. De estas cosas importantes y no de la miseria de tener que responderle a los míseros de espíritu y a los canallas de profesión. Qué fatiga mortal, qué pérdida de tiempo, qué ­obligación horrenda.

martes, 12 de febrero de 2008

Prensa y poder

¿Hasta dónde debería de llegar el poder de la prensa? Depende de la prensa. Si hablamos de la prensa que investiga de verdad, que separa los intereses de sus propietarios de la necesidad de servir a la opinión pública, la respuesta debería de ser: hasta donde la búsqueda de la verdad se lo permita.
Sin embargo, esa prensa ­ideal –el Post de los Graham, el New York Times antes de la enfermedad del “patriotismo”– está hoy desapareciendo o se debilita delante de nuestros ojos.
Muerto Jesús de Polanco, por ejemplo, El País, el mayor y mejor periódico escrito en castellano, se debate entre la presión de los sucesores de Polanco por defender el imperio de Prisa y las demandas de independencia de sus ya viejos lectores. Y, claro, aquí cuenta la casi confesión sincera de Juan Luis Cebrián, fundador de El País y siempre consejero de Prisa: “La prensa no puede dejar de ser un negocio rentable”.
Eso es cierto. Lo que pasa es que los negocios rentables de las demás esferas no tienen como producto la búsqueda de la verdad, que suele ser tan incómoda y tan explosiva para los negocios más rentables del planeta (la especulación financiera, el petróleo, la fabricación de armamento, el narcotráfico, el lavado de dinero).
¿Cómo, entonces, buscar la verdad que puede herir a los más poderosos y seguir contando con el favor publicitario y bancario de los poderosos?
Esa es la clave de todo el problema. Y ante ese dilema, la respuesta global de la gran prensa ha sido desactivar lo más que se pueda sus equipos de investigación y, simultáneamente, dirigir esa investigación a escudriñar las debilidades de los políticos –lo cual está muy bien–, pero a costa de no meterse con el poder monstruoso de las corporaciones (el verdadero gobierno de la aldea global).
¿Estará el futuro, entonces, en el llamado “periodismo ciudadano”, el que surge de los blogs del Internet? Lo dudo: cada día que pasa los blogs demuestran, con las excepciones del caso, los mismos defectos de la gran prensa y los mismos vicios del periodismo: el culto al poder establecido, la rutina mental que lleva a ser parte mineralizada “de lo políticamente correcto”, la creencia implícita de que la alianza entre el libre mercado y la democracia electoral es el fin de la historia (es decir el cese de todas las rebeldías). Y con un agravante: muchos blogs de investigación no son sino la expresión iracunda de filias y fobias personales y de investigación profesional no tienen nada. Confunden, con todo amateurismo además, papas con camotes y encima editorializan con la certeza del que cree que dudar es pecado mortal.
¿Dónde está la luz al final del túnel? Quizás en periódicos hechos por periodistas, falansterios de la comunicación que vendan masivamente, que puedan prescindir olímpicamente de la publicidad y que sean premiados con el ­éxito gracias a su demostrada independencia y rigor.
Rigor. Esa es la palabra que a muchos espanta. Porque una cosa es tomar la declaración de un testigo dudoso y convertir eso en un panfleto lapidario para la víctima de turno –eso es lo que se hace con quienes no tienen posibilidad de defenderse en igualdad de condiciones– y otra es investigar con inteligencia y recursos en búsqueda de una verdad generalmente oculta entre malezas y papeles de apariencia indescifrable, entre empresas de paja y tercerías con sede en islas del Caribe. La investigación requiere mucho talento y un poco de dinero. En nuestro medio ambos factores escasean: las universidades construyen preguntadores ingenuos –no investigadores– y a las empresas la investigación les interesa, por lo general, si es libre de gastos y más aún si está dirigida contra algún adversario del periódico.
Y rigor es lo que ha perdido la prensa peruana. Con excepción de Páez, Cruz y Uceda –topos pacientes y exitosos la mayor parte de las veces–, los profesionales de la investigación brillan por su ausencia. Han sido reemplazados muchas veces por difamadores de comida rápida, armadores de tramas que no se sostienen en el tiempo pero que pueden impactar en el instante.
Si alguien se dedicara a investigar el verdadero poder del narcotráfico en el Perú, ¿no llegaría a conclusiones sorprendentes? ¿Por qué nunca se investigó la compra de dólares negros de Uchiza por el Banco de Crédito? ¿Por qué no se nos dice cuántas pesqueras han sido alcanzadas por el poder que compra todo? ¿Por qué nunca sabremos cuántos periodistas preocupados por el poder de la cocaína la consumen en abundancia y se sienten omnipotentes e impunes por su inhalación?
¿Se han dado cuenta de que hay gente muy interesada en que nos quedemos con el menú del narcotraficante y asesino Fernando Zevallos, ya condenado a 20 años de cárcel y residente forzado de Piedras Gordas?
¿Cuántos exportadores han sacado coca por el puerto del Callao desde el día en que alguien anuló el control de la supervisoras privadas de aduana?
¿Quién quiere hacernos creer que el narcotráfico es un ­asunto que atañe sólo a narcos ya encarcelados y a mochileros del Vrae cuando es también “un asunto de blancos” –como se dice en el Perú que Jorge Bruce acaba de describir tan bien–?
Posdata: El ministerio público debería concederle a la quebradiza fiscal Luz Loayza la gracia de quedarse en Lima. Total, tampoco es que Maynas se sublevaría ante su ausencia. Y en cuanto a ti, Aldito: ¿por qué tratas de enlodar tan enfermizamente a quienes te recuerdan, con un poco de humor, tu viaje pagado por Suez Energy? Y siempre te vas de narices, Aldo querido: si la DEA me siguiera los pasos, como en tus sueños de opio ­imaginas, ya lo habría soltado, a todo pulmón, la doctora Loayza, que trabaja allí. En cuanto a mi inglés: es muy malo, pero es mejor que tu finlandés. ¿Te acuerdas?

lunes, 11 de febrero de 2008

El animal de la naturaleza

Había una vez un Gusano que pensaba que el mundo debía de cambiar porque así como estaba era muy injusto. Pisoteado por la vida, impotente y debatiéndose entre asfaltos y suelas, Gusano vio que había una vacante para una mutación. Postuló y la ganó con altos merecimientos. Convertido en todo un periodista, Gusano fue más tarde comprado por los Estados Unidos a tarifa de remate post incendio y usado como veneno sin antídoto. Gracias a su esfuerzo siguió un posgrado en la Universidad del Charco y un MBA en la universidad francesa de La Podre, donde lanzó su famosa teoría del igualitarismo ecuménico.
Este igualitarismo fue enunciado así: como yo soy un traidor, un vendido a poderes oscuros y un calumniador a destajo, entonces todos tienen que ser iguales a mí para que yo no me sienta mal y para que, al fin, la uniformidad se imponga como sustituto de la armonía. De lo más filosófico, como se ve. Gusano fue escalando posiciones y, otra vez por méritos propios, fue responsable de dos crímenes y un asesinato de tumulto en tanto ministro del Interior del régimen que nació en el Emanuel, siguió en el Melody y terminó en el regazo de una guardaespaldas. Luchó contra el narcotráfico a pesar de que su presidente se coqueaba, como lo demostró “Caretas”, y que uno de sus amigos ministros había perdido el tabique en una escoba, aunque no consiguió reducir en una pulgada el hectareaje destinado a la siembra de la coca. No obstante eso, siguió cobrando mensualmente en la embajada de los Estados Unidos, o sea su país de adopción, y calumniando a todo el que se metiera con la podredumbre de la DEA, donde él solía hociquear y cambiar ideas por cromos.
A Gusano le gustaba provocar para ver si le respondían en serio y a veces la jugada le salía. Por ejemplo, le encantaba decir que la fiscal de la nación, que no obedecía a sus amos, era como Blanca Nélida Colán y que todos los que le cantaban sus cuatro frescas a la fiscal del pañal siempre puesto (Luz Loayza) “eran sirvientes del narcotráfico”. Es decir, Gusano suponía que todos padecían de su penosa condición de tualé de gringos. Y a veces la fiscal aludida o algún desavisado, le contestaban. Era el peor error que se podía cometer. Porque entonces Gusano se inflaba, se frotaba las manos y se sentía importante. Pero cuando lo trataban como lo que era, es decir un mal bicho capaz de toda inmundicia, Gusano se desesperaba y seguía en campaña escribiendo matonadas, diciendo que quien no estaba con sus ideas es que estaba con el narcotráfico, babeando con su baba urticante a quien se cruzara en el camino de sus amos y lanzando su excrecencia favorita: “es que esos que están en contra mío y de la DEA, que me da de comer, es porque son cómplices de Fernando Zevallos”.
Cuando escupía esa frase de tenues verdes, Gusano sentía el éxtasis que sólo su picado de viruela producía en las chicas que habían pasado por sus distintas comodoy. Es decir, gozaba como un chancho, ya no como el Gusano ancestral que serpenteaba en su arteria carótida. O sea que Gusano era un montón de bichos juntos, un Animal Planet de cuello duro y con licencia para difamar –licencia que le había otorgado el diario más joven del zoológico de cristal–, un resumen de medusa-avispa mezclada con chuchupe en fa. Y es por eso que cuando algún malestar interrumpa su buena salud, será el doctor Rondón quien lo atienda y lo ponga al día en sus vacunas.
Y seguramente necesitará al doctor Rondón cuando alguien le cuente que, por enésima vez, no se le ha tomado en serio y nadie se ha asustado por su ladrido con espumarajo, su mirada de anaconda, su picadito de pulpo a la oliva y su alharaca de chimpancé a cien dólares la hora. Y no se le puede tomar en serio porque el problema aquí, en este país recolonizado, es saber quién manda: si el Perú o la podredumbre de la DEA asociada a podredumbres nativas. Ese es el problema, Gusano. No nos distraigas con tus muecas. Fernando Zevallos es un narcazo y un asesino y por eso está preso. Bien hecho. Pero tú, como la fiscal del pañal, eres un sirviente de la DEA, que sirve a una potencia extranjera, y quieres tumbarte a la fiscal de la nación porque ella se negó a “producir” 25 kilos de cocaína de alta pureza en Uchiza, pedido que le hizo la DEA y que ella rechazó por escrito. Eso es lo que quieres ocultar con tu barro y tu ventilador, Gusano de toda la vida.
Y con tu misma malignidad, Gusano, alguien podría decir que tú estás con el narcotráfico porque te plegaste al pedido de la DEA de “producir oficialmente” 25 kilos de cocaína que sirvieran de anzuelo dizque para algunos “operativos”. Y no mezcles a Chávez, las FARC y a los que aquí queremos que la DEA te mande a ti y a sus otros sirvientes, pero no a todos los peruanos. Chávez es como tú –un mal bicho–, las FARC son una banda de delincuentes, pero los que aquí queremos que la DEA sólo mande a sirvientes como tú no es que estemos con el narcotráfico. Es que estamos con la soberanía y un cierto sentido de la dignidad. ¿O es que necesitamos a los marines para derrotar a Sendero? Decir que los que estamos en contra de la podredumbre de la DEA estamos con el narcotráfico, es una calumnia. Bueno, sería una calumnia digna de un proceso judicial si la soltara alguien serio. Pero no es este el caso, claro está. Este es el caso de alguien que muerde y ensucia en defensa de su sueldo. Nada más.

sábado, 9 de febrero de 2008

Juego de damas

En el diario que todos los días tiene que rectificar sus cocecitas de burro sobrecargado de mermelada (qué abuso, que intervenga la Sociedad Protectora de Animales), la procuradora antidrogas Sonia Medina me emplaza a rectificarme.
¿Sobre qué debo rectificarme?
Dice esta señora que yo he dicho “que se vendió a los Zevallos”. No, madame. Eso le ha hecho creer algún monguito de la redacción de “Correo”. ¿Cómo voy a decir algo así si no me consta, si no tengo pruebas, si ningún documento me respalda? ¿Cómo la voy a calumniar de esa manera?
Esa tonta versión se la ha hecho creer el periódico de los visitantes del SIN, los señores Aguá. Lo que no me explico es cómo es que una mujer de su cociente intelectual se ha tragado tan hiriente anzuelo.
Vamos a ver. Lo que yo dije, doctora Medina Calvo, es que usted, que se presenta como la virgen de la Macarena de la lucha en contra de la banda del narcotraficante Zevallos, usted, sin embargo, ordenó la liberación, cuando era jueza, del que resultó segundo de ­esa banda, es decir Jorge Chávez Montoya, alias Polaco.
¿Puede usted negar que decretó la libertad de Polaco? No, no lo puede negar.
Usted lo liberó el 2 de agosto del 2001 con una resolución que terminaba así:
“RESUELVE: DECLARAR PROCEDENTE EL BENEFICIO DE LA semi-LIBERTAD solicitado por el sentenciado Jorge Chávez Montoya… y en consecuencia Ofíciese al Instituto Nacional Penitenciario para su inmediata excarcelación…”
Y usted firma abajo. ¿Es cierto o no? Entonces, ¿de qué me voy a retractar? ¿A quién quiere usted atarantar?
Pero veamos qué escribió usted, que disfuerzos jurídicos y qué acrobacias penalísticas tuvo que hacer para ordenar sacar a Polaco de la cárcel cuando éste, como usted misma señala en su resolución, había cumplido sólo cuatro años, seis meses y cinco días de una condena de quince (15) impuesta el 22 de julio de 1997.
Ahora bien, usted puede decir que ese era el tiempo de la carcelería sufrida pero sin incluir los beneficios penitenciarios. Muy bien, usted sumó el Certificado de Cómputo Laboral y entonces la suma de la carcelería sufrida por Polaco llegó a cinco años, diez meses y siete días. A eso añadió usted el Informe Sicológico (“se notan condiciones favorables en el rematado para acogerse al beneficio solicitado, las mismas que le permiten reincorporarse adecuadamente a la sociedad”, señaló usted de lo más comprensiva); el de Buena Conducta (“datos que demuestran el grado de rehabilitación y reincorporación a que ha llegado el solicitante”) y, claro, su soberana gana, doctora Medina, porque parece que usted tenía ganas de ser generosa en este caso.
¿Que no? ¡Claro que fue usted generosa!
Como la ley vigente en el 2001 no alcanzaba para decirle sí a Polaco, usted escribió lo siguiente:
“Quinto: Por lo que ante el beneficio solicitado cabe un ­análisis hermenéutico antes de incurrir en una simple denegatoria, puesto que si bien resulta imperativa la aplicación de las normas vigentes, también es imperativa la aplicación de normas anteriores en uso del Principio de Retroactividad IN BONAM PARTEM…verbigracia TEMPUS REGITACTUM es regla general que la ley aplicable es aquella que estuvo vigente en la fecha de la comisión del hecho o cuando se ejecuta la sanción impuesta…”
Mucha erudición, mucho latín, mucha reflexión de jurisperita y todo para ordenarle al Inpe que soltara a Polaco. Usted puede decir que estaba en su derecho el emitir esa resolución. Yo no lo discuto. No discuta usted mi derecho de juzgar, como periodista, su actuación en ese caso. Y si quiere llevarme a los tribunales por lo que aquí ratifico, pues nos vemos en los tribunales. No me amenace porque yo no soy Luz Loayza y usted no me da miedo.
En relación a la “valiente” Luz Loayza, la cosa ya se torna patética. Antes de ­ayer la agencia noticiosa de Cecilia Valenzuela de H. la entrevistó para arrancarle, entre otras cosas, algunas palabras en contra de este modesto columnista.
La señora Valenzuela, sustituida con suma injusticia pero con mucho mejor rating por la señora Rampolla en las noches de Canal 2, está obsesionada hace años con enviar a este columnista al infierno de sus maldiciones de hija del Piojo y matriarca del periodismo de investigación.
¿Qué logró la doctora Valenzuela? Que la señora Luz Loayza, la valiente que se orina las bragas de terror, le dijera que yo una vez la llamé por teléfono dos veces y que ella no me contestó.
Claro que la llamé dos veces. La llamé para decirle que la iba a denunciar por hacerme perder el tiempo y prestarse a las jugadas sucias de El Comercio –con su sicario Miguel Ramírez a la cabeza–. ¿Y por qué no me contestó? Porque sabía qué tipo de porquería había hecho, a quién había servido, de quién recibía dineros y privilegios (de la DEA en combina con El Comercio) y hacia dónde apuntaban los pliegos interrogatorios que mandaba a Lima para que sus jefes (la DEA y El Comercio) vieran qué dócil había sido.
Resulta, como ustedes sabrán, que un tipejo, un granuja que había sido sicario, delator, nuevamente sicario y más tarde confesor sincero para todo uso y siempre al servicio de la DEA y El Comercio, sostuvo, sin que viniera a cuento, que alguna vez vio a un camarógrafo de un programa dirigido por mí recibir “35 mil dólares en una caja de zapatos cerrada” de Fernando Zevallos nada menos. ¿Treinta y cinco mil dólares en una caja de zapatos, delante de testigos, en un mundo donde hay cuentas en el exterior como las negras de El Comercio? ¿Y a Orlando Cánepa, uno de los periodistas más honestos y modestos del gremio, un colega ejemplar en todos los sentidos?
La cosa se caía de estúpida y ni siquiera fui mencionado, pero a la fiscal Loayza le “preocupó” tanto el asunto que envió preguntas dirigidas a mí, al camarógrafo y a Mariella Patriau, con quien alguna vez me tiré los trastos pero de cuya limpieza nadie puede dudar (también la acusaron de haber hecho un reportaje en un avión “fletado” por Aerocontinente).
Detrás de esa caca de cacasenos que quedó en nada, estaban la DEA y el Chicago Chico que vive dentro de El Comercio. Delante de ella, dando la cara, estuvo Luz Loayza. Y ahora viene a decir que yo la llamé y que ella no me contestó “porque no hablo con quienes investigo”.
Yo fui citado como testigo y mi testimonio corroboró el descargado por mis otros dos colegas, doctora Loayza. Allí están mis citaciones para desmentirla. Ni usted ni nadie me ha investigado a mí o a alguien de mi entorno por el caso Zevallos. Miente usted, doctora Loayza. Así que encima de teatrera, miedosa como una gata que va a la ducha, espía de una potencia extranjera por los servicios que presta en la DEA, y secretaria de El Comercio, es usted una mentirosa. Vaya, doctora Loayza. Es usted una joyita. Debería usted tener un programa de investigación en la tele. Ya hizo méritos suficientes.

viernes, 8 de febrero de 2008

Vigencia de González Prada

Las mismas voces: sé más prudente, de nada sirve que te enfrentes a los que siempre te van a ganar porque son el poder. Las voces de siempre: ¿qué has ganado sino ser un proscrito?
Pero para las mismas voces, siempre las mismas respuestas: la rebeldía será siempre mejor que el miedo, la limpieza es un aprendizaje (te la debo, Hinostroza), el cacareo es el bajo continuo del Perú, es mejor el desierto que el revolcón en algún charco, no hay peor socio que el oportunismo, no hay chancro más rebelde que el de la comodidad. Y, por último: que uno haga su trabajo, sencillamente su trabajo como es mi caso, no tiene nada de “heroico”.
Hay quienes conciben la vida como un viaje en subte y con los ojos cerrados. Hay los que la viven como una tarea hacia los demás.
Siempre pensé que el periodismo era una manera de entender la vida: la del testimonio. Cuando lo veo convertido en ese lupanar donde todo parece comprable, desechable, calumniable, doblegable y lavable, me pregunto, sin embargo: ¿me equivoqué de profesión, de oficio, de bohemia?
Ahora, a la luz de cómo están las cosas en el Perú, la respuesta tendría que ser sí.
Pero esto no puede ser indefinido, esta pesadilla tiene fin. No lo veremos los de mi edad, pero confío en que Pía Gabriela y Elia sí lo vean.
Vamos, Hildebrandt, sé sincero, no le mientas a tus lectores: ¿Confías?
Y la verdad es que no mucho.
Es que el Perú no necesita sólo chorros de dinero, como cree el doctor García, sino también diluvios de desinfectante. El Perú de hoy sigue siendo el que describió en tantos libros uno de los pocos escritores y políticos peruanos que avistaron la posteridad: don Manuel González Prada:
“Siempre hemos deseado que algún escritor de chispa y buen gusto fundara un Disparatario Semanal, donde cada sábado señalara las necedades y despropósitos almacenados en los diarios durante la semana. Ahí tendría su lugar preferente El Comercio con sus editoriales sin sentido común, sus telegramas sin gramática y sus crónicas sin gramática ni sentido común”.
“Sin embargo de todo esto, ¡qué ínfulas en los redactores de ese diario! En toda cuestión social o política, religiosa o científica, artística o literaria, El Comercio se encumbra hasta las inconmensurables alturas de su fatuidad y falla sin apelación, pontificalmente. Es el Papa del diarismo nacional, aunque no sabemos si ha sufrido la prueba de la silla gestatoria”.
“Por un rezago de pudor, El Comercio reconoce implícitamente su falta de razón para darse un título honroso y se llama “periódico serio y práctico”: tradúzcase “serio” por imaginación de topo, “práctico” por hombre que escribe con una mano y recibe con las dos. El Comercio tiene el espíritu serio del asno que no pudiendo desarmarnos con un chiste ni con una sonrisa irónica nos ensordece con un rebuzno y nos derriba de una coz; posee el genio práctico del gorrino que se instala en el mejor sitio del comedero, quiere engullir la ración ­ajena después de engullirse la propia y gruñe o muerde al primero que se le aproxima”.
“Hará unos cincuenta años que don Felipe Pardo y Aliaga llamó a El Comercio “un carretón de basuras tirado por dos mulas chilenas”. Muertos Villota y Amunátegui (las dos “mulas” de Pardo) el diario continúa siendo el mismo vehículo repleto de la misma sustancia y jalado por algunos solípedos de nacionalidad ambigua…”
“En El Comercio se ve la marcha ascendente del crimen: ayer mancharon honras con la difamación y la calumnia; hoy quieren suprimir vidas con el palo: ¿usarán mañana el veneno, el puñal y la dinamita? Son una amenaza pública. Los antiguos romanos tenían la costumbre de poner en la puerta de sus casas un letrero que decía cave canem, cuidado con el perro; los peruanos debemos escribir en todas las paredes de las calles: “Ojo al asesino”, “Cuidado con El Comercio”.
“El Comercio” es el mal caballero abrumado por la reprobación general, es el reo condenado por la opinión pública: dejémosle revolcarse en el despecho y la rabia, emponzoñarse con su propio veneno. Ya no conviene insultarle ni denigrarle, porque al cubrirle de lodo se le hace el bien de disimularle la sangre. Rojo debe quedar para infundir el horror y el desprecio en todas las gentes honradas”. (Manuel González Prada, Fragmentaria, capítulo penúltimo del libro “El tonel de Diógenes”, ediciones Tezontle –México–, primera edición de 1945, con notas y supervisión de su hijo Alfredo González Prada, muerto poco antes de la publicación, y prólogo y cuidado final de Luis Alberto Sánchez)
¡Pero si parece que fue ­ayer que se escribió todo eso! Y así pasa, en general, con los escritos de González Prada, un hombre que se enfrentó al sistema, escribió lo que quiso, fue maestro de obreros y ejemplo de ciudadanos y nunca quiso congraciarse con ese Perú hipócrita que hoy, tenazmente, sigue deslizándose entre matas haciendo sonar el cascabel. Un hombre que muchos han querido arrancar del corazón de sus lectores, convertidos en discípulos sin esfuerzo. Un hombre negado, mil veces preterido, diez mil veces vuelto a callar por los de siempre. Un hombre que hay que leer para saber qué honda es la enfermedad del país que él quiso salvar con su prédica. Un hombre rotundo en un ­país de tibios y ecuánimes conchudos. Un hombre indignado en un país de cómplices. Un hombre, en fin, que sigue siendo un faro en la tormenta y que, gracias a su coraje y lucidez, conserva una sorprendente lozanía. Hasta da ganas de decirle a don César Lévano que le pida alguna colaboración. En La Primera estaría feliz don Manuel.
Posdata: está confirmado que la fiscal Loayza, la valerosa autora de su miedo, despacha con la DEA y sirve a esa agencia yanqui que tiene en El Comercio a su vocero. Pero hay una primicia que quiero compartir con ustedes: se ha sabido, gracias a la sesión secreta del Congreso con los fiscales supremos Peñaranda, Echaíz y Peláez Bardales, que la DEA le pidió a la Fiscal de la Nación “autorización” para que en ­una de sus bases –la de Uchiza, San Martín– se fabricara ­unos 25 kilos de cocaína de alta pureza con el propósito de que la droga sirviera de “anzuelo” para realizar algunos operativos policiales. La fiscal Adelaida Bolívar se negó rotundamente a dar tamaña “autorización”. Desde allí sus relaciones con la DEA y con sus voceros ha sido muy mala. Hay una carta de Bolívar dirigida a la DEA expresando el rechazo que comento. Es un deber del Ministerio Público difundirla. Me parece.

jueves, 7 de febrero de 2008

Heroínas de papel

La heroína en veremos. Ese podría ser el título de la fiscal Luz Loayza, una distorsionadora compulsiva que parece trabajar para la DEA y el holding periodístico que decide cuál es la agenda de sus segundones y el miedo del día de sus amedrentados.
Después de revisar alguna documentación que considero clave, puedo decirle a mis lectores que detrás del lloriqueo de Loayza está la aspiración de la DEA de dirigir a la Dirandro y el sueño de una corporación de las comunicaciones de influir decisivamente en algunas investigaciones, no sólo para embarrar a quien se le antoje, sino –ojo, mucho ojo– para salvar eventualmente a algún allegado que pudiera haberse metido en el tráfico de drogas. Sí, señor. Como lo oye.
Pero ese no es el tema de esta columna. El tema de hoy es esta actriz amateur digna de un Goya que se llama Luz Loayza y que hace fuerza, junto a sus inventores periodísticos, para enlodar a todo el ministerio público y tumbarse a la Fiscal de la Nación.
Y si para demostrar su musculatura, el holding mencionado tiene que construir “historias”, pues las construye.
Por ejemplo, construyó la historia de que “una fuente policial” les dijo que en la computadora de Fernando Zevallos, (a) Lunarejo, habían encontrado una resolución del fiscal Eduardo Castañeda Garay, dando a entender que el tal Castañeda tenía relación ­epistolar con el narco condenado a 20 años de prisión.
Tengo ante mis ojos el informe 28-04-06 de la Dirandro en el que se niega haber entregado alguna información o haber conversado siquiera con alguien de El Comercio. Y donde se señala que lo encontrado en la casa de Zevallos es “una copia del Parte N°005-09-03-DIRANDRO-PNP-DOTAD-TJ del 10SET03 instruido por personal policial de la DOTAD-PNP-Tarapoto, que transcribe el Oficio N°43-2003-2° FETID-MP-FN y la Resolución Fiscal del 27ENE2003 expedida por el Dr. Eduardo Castañeda Garay remitiendo al Dr. Néstor Padilla Romero, Fiscal Provincial de Tarapoto, la Denuncia 008-2001 sobre la comisión del delito de Tráfico ­Ilícito de Drogas imputado a Fernando Melciades Zevallos González y otros…”
Eso es lo que dice el parte policial. Pero El Comercio, en combina más o menos pública con la DEA (que quiere mandar en el Perú a pesar de su nauseabunda corrupción mundial), ya salpicó de lodo al doctor Castañeda. ¿Quién lo limpia ahora? Será Moya, porque el diario de marras no publica verdaderas cartas de rectificación.
Con sus canales N y M y sus diarios dirigidos por ex fujimoristas que hoy se creen Robespierre, las FARC del odio miroquesadista también construyeron la historia de que la fiscal Adelaida Bolívar saboteó la pericia que la fiscal Loayza hizo en trece naves que pertenecieron a “Aerocontinente”.
Pura mentira. La fiscal Loayza, “la heroína”, no encontró nada en esos aviones. Así lo informa el Dictamen Pericial de la Dirección de Criminalística de la policía:“
Las muestras M-1, M-2 y M-3 (recogidas de la aeronave OB-1780-P) fueron sometidas al proceso de extracción y purificación de solventes, luego ­analizadas por métodos químicos: colorimétricos, cromatográficos en capa fina y cromatográficos por gases, obteniéndose como resultado NEGATIVO para adherencias de COCAINA”.
En los otros aviones no se encontró ni la caspa de algún tripulante y las bodegas “estaban llenas de fierros y objetos”. Es que había que ser mensa para suponer que la coca que “Lunarejo” fabricaba por arrobas podía haberse “derramado”, como la lisura, en unos aviones que empezaban a oxidarse de puro desuso. Había que ser mensa o teatrera.
Pero hay más en esta farsa. Cuando al día siguiente de su primera inspección la “valiente” Loayza debía terminar el operativo, se desapareció. Así consta en la llamada “Acta de Suspensión de Diligencia” del 31 de mayo del 2006:
“La presente diligencia se suspende en razón de que a horas 09:50 de la fecha, el instructor recepcionó una comunicación telefónica de la sede central Dirandro-PNP, mediante la cual hacían conocer que por motivos de salud la Dra. Luz Hortensia Loayza Suárez…no participaría en la misma”. (Firman los peritos, el Instructor y el Procurador José Huerta).
¿Cuál había sido ese problema de salud? ¿Una neumonía? ¿Una apendicitis? ¿Una diarrea incontenible? Nada de eso. La doctora Loayza usó el día para ir donde el oculista Oscar Aguinaga Oliver a tratarse una vieja úlcera corneal –para la que el doctor Aguinaga recomendó “completar el tratamiento con antibiótico” y ponerse un apósito sobre el ojo afectado–. ¿Y por eso suspendió una diligencia clave en la búsqueda (según ella) de rastros incriminatorios en los aviones de “Lunarejo”?
Loayza, además, debió realizar la inspección de esos ­aviones del 1 al 15 de mayo del 2006, cuando llegó a Lima haciendo uso de solicitadas vacaciones. La hizo, sin embargo, el 29 de mayo. ¿Qué hizo entre el 1 y el veintitantos de mayo? Se fue de viaje a descansar.
Una de las cosas más sorprendentes en este asunto es que la “valerosa” doctora Loayza se moría de miedo aun antes de que Zevallos González “fuese a prisión” por sus investigaciones.
Habría que aclarar que Zevallos no está preso gracias a esta heroína de papel. Está preso por el trabajo realizado por otra fiscalía a cargo de ­una tocaya de apellido: la doctora María Lourdes Loayza Gárate, que estuvo a cargo de sostener la acusación del ministerio público en el tramo decisivo del proceso. La investigación que concierne a Luz Loayza está en marcha, es por lavado de dinero y será materia de ­otra condena (menor, sin duda, a la de 20 años ya impuesta). Y, sin embargo, nadie ha escuchado a la doctora María Lourdes Loayza Gárate –la Loayza que es valiente de verdad– anunciar que su fin está próximo y que la persiguen en coches sacados del cine policial.
El miedo de la Loayza miedosa convertida en “heroína” por la prensa que quiere tumbarse a la Fiscal de la Nación como demostración final de su inmenso poder, no es de ­ahora sino que está registrado en fecha tan temprana como agosto del 2006, cuando le pide a la Fiscal de la Nación que la traslade de inmediato a Lima por lo que le puede pasar en Maynas. Y esto que sólo había rozado el tema de “Lunarejo” en una investigación preliminar, dado que el encausado principal del caso que ella llevaba era Ramiro Pérez Córdova (alias Gato).
La “valentía” de la doctora Loayza sigue emocionando a quienes la leyeron:
“…los hechos descritos han creado un ambiente de peligro permanente para mi salud y mi vida, pues me generan un delicado e intenso estado emocional de estrés que repercute en contra del normal desarrollo de mi vida personal, laboral y familiar, que interfieren (sic) gravemente en el normal desarrollo de la investigación…” ¡Pedía que la sacaran a mitad de la investigación! Y esto que no se había metido a fondo con Zevallos.
¿Y por qué estaba tan tocada de nervios la fiscal que debía de ser nuestro equivalente al Jim Garrison del caso Kennedy? El único incidente ocurrido hasta ese momento en torno a la doctora Loayza había tenido como escenario su casa en Lima del jirón Sevilla, Miraflores, y había consistido en el ingreso al domicilio de una gavilla misteriosa de merodeadores que usaron una pata de cabra para forzar la puerta. Pero eso había ocurrido en Lima, no en Maynas. Y, sin embargo, la fiscal Loayza exigía su inmediato traslado a la capital.
Es muy fácil construir reputaciones (o destruirlas) en base a exageraciones o desinformación. El ejemplo de la doctora Loayza no es el único. La procuradora Sonia Medina se ha vendido como la Terminator con rímel de la banda de Zevallos González. No le conviene recordar que siendo jueza penal liberó, en agosto del 2001, nada menos que a Jorge Chávez Montoya (a) Polaco. Con argumentos esforzadísimos y más que sospechosos, aludiendo a retroactividades benignas incompatibles con la magnitud del delito juzgado (por el que Polaco había sido sentenciado a 15 años de cárcel en 1997) Sonia Medina demostró en ­ese caso una generosidad difícil de explicar y soltó al sujeto que hoy se carea con su antiguo jefe de pandilla. Sonia Medina es, sin embargo, otra de las heroínas de cartón-piedra fabricadas en los estudios de la televisión controlada por la corporación.