domingo, 29 de noviembre de 2009

Frases hirientes

- La derecha uruguaya se quedará hoy en Lacalle.
- “Reconocemos las elecciones en Honduras porque competimos con Colombia a ver quién se arrastra mejor ante Washington...” (Joselo García Pérez)
- Sospecho que hoy al Real Madrid lo van a sacar de sus Casillas.
- Los fines de semana recibo kilo y medio de folletos publicitarios. Mezclado con ellos viene “El Comercio”, que ya no parece un nombre sino un pronunciamiento.
- Para lograr el indulto José Enrique Crousillat ha hecho una nueva novela del corazón.
- La campaña “Recíclame” de la Defensora del Pueblo bien podría ser un lema electoral.
- “¡Los puse en regla!” (La bestia educadora de Chosica)
- Jaime Bayly dice que la libido es algo que dejó atrás.
- Allison cargaba con la culpa.
- La confusión fue de apellidos. Robbiano era él.
- Cuando Allison le contó a Uceda lo del supuesto soborno de un millón de dólares lo que hacía era expresar un deseo.
- Hasta que un día apareció en Taboada.
- “Lo mató la radiación. Fueron los rayos X los que descubrieron los fajos”. (Testigo ocular)
- “Soy inmune a las tentaciones. Me protege una doble moral”. (Belmont)
- El jefe de la Fuerza Aérea Peruana es contrainteligente.
- Alan García re-cobró sus derechos en el 2001.
- ¡El día en que los hambrientos le hagan un juicio de alimentos al mundo!
- Noticia hípica: el adjunto de Caballo Loco es Plata.
- La verdadera vía láctea es una teta.
- Los caníbales de Nueva Guinea también se preocupan por el precio del crudo.
- Ya no hay duda: con esos jales Canal 5 volverá a ser “un canalazo”.
- Para una pareja no hay nada más duro que la flacidez.
- “¡Esto tiene que parar!” (Anónima)
- No hay alas más peruanas que las de los gallinazos.
- Eso de “la inteligencia emocional” suena a premio consuelo.
- Cuando se construya el puerto del Grupo Romero, ese será el terminal de Ancón.
- Fatalidad es cuando nos ocurre. Destino es cuando les pasa a los demás.
- El crimen de los barrios altos es que nunca aprenden.
- Laura Bozzo dice que no quiere que la entierren en el Perú. Es que toda repetición es una ofensa.
- La Sagrada Familia también era disfuncional.
- La mayoría de las tumbas votarían por flores.
- Lo de Dubai era un castillo de arena.
- No es que García esté gordo: es el gas de Camisea.
- El de Alfredo Ferrero y Claudia Hernández fue un plan quinquenal.
- A Tiger Woods le pegaron porque se equivocó de hoyo.
- Chile imita al Perú excepto en la costumbre de perder las guerras.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Lengua muerta

“Deleitó a los asistentes” dice la leyenda de una foto puesta en un blog de La Católica.
Los lugares comunes, las barrabasadas idiomáticas, el uso patológico de la ambigüedad se han impuesto en las comunicaciones.
Están en boca de locutores, cronistas, enviados especiales, políticos, economistas y hasta educadores. Cunden en la prosa con siyau de los periódicos y, por supuesto, pueblan los documentos oficiales, los editoriales serios y hasta los considerandos de las leyes.
Gracias a los lugares comunes los términos son “de referencia” o “de intercambio”, los ajustes son “de cuentas” y los suicidas tomaron “una drástica decisión”.
Se ha puesto de moda decir “alertas tempranas”, como si las alertas remolonas fuesen alertas. Y el bárbaro “aperturar” uno lo puede escuchar hasta en el programa de Jimena de la Quintana.
Los choques cruentos y fatales terminan siempre en “un amasijo de fierros retorcidos”. Y cuando un río se sale de cauce y daña las riberas siempre se habla de “la furia de la naturaleza”.
A cualquier manganzón se le despide “dándosele las gracias por los servicios prestados”. Y sólo se requiere estar muy viejo y no haber matado a alguien para merecer aquella frase: “permanente ejemplo de peruanidad”. O esta otra, aún peor: “con honda vocación de servicio”.
Los crímenes de ámbito doméstico suelen perpetrarlos gente que la prensa describe como “presa de los celos”. Y cuando habla algún general de la policía la crónica respectiva deberá de incluir, inexorablemente, la frase “instó a cerrar filas”.
Las “trabajadoras sexuales” son las que antes se llamaban, castizamente, putas y los que padecen una avería cognitiva –digna de toda compasión y de la mayor de las ternuras, dicho sea de paso- es que “tienen habilidades diferentes”.
Cuando el Estado gringo da un maquinazo que hubiese significado la quiebra de un país normal es que “se ha ejecutado un gigantesco plan de estímulo fiscal”. Y cuando la Sunat nuestra roba como loca entonces sale un nerd con cara de pinche de la riquería y dice que “la presión tributaria se está incrementando positivamente”.
Hay comentaristas que llaman a las piedras y a los insultos lanzados por las tribus futbolísticas “miedo escénico” y señoritas que en vivo y en directo sueltan una frase como “en su bolsillo del abogado”.
Y no es que los bonos se vendan, como siempre: se “colocan”. Y no es que las bolsas pierdan un día: es que “ceden”. Y no es que General Motors quiebre: es que “es parte del plan de emergencia y recuperación del presidente Obama”.
De modo que al ejército invasor de Irak hay que llamarlo “la coalición”, a la guerra allí librada por el segundo Bush “Operación Libertad Iraquí”, y a la soldadesca que mata en Afganistán “Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad” (ISAF). Y a los negocios de Halliburton, del criminal Cheney, hay que llamarlos “la reconstrucción de Irak”. Y a los niños asesinados en Gaza por el ejército del aire de Israel tenemos que llamarlos “daño colateral”.
Y así vamos matando el sentido de las palabras, relativizando el crimen, prostituyendo la palabra luego de prostituir el planeta.
Los filósofos de la ambigüedad están felices. Detrás de sus naderías somníferas no hay nada sino encubrimiento, pero nadie puede quitarles el mérito de haber tenido un clamoroso éxito en esto de preparar a los jóvenes para la resignación.
Un mundo como este necesitaba un lenguaje en el que todo estuviese trastocado.
Para el gobierno mediático y global que las corporaciones han construido era imprescindible que, como Orwell lo imaginó, la verdad fuese mentira, la mentira simulase ser erudición, la duda se filtrase en cada párrafo y la ira fuese exiliada como “sobra sesentera y radical”.
Para un mundo que fomenta y que casi exige la idiotez, qué mejor que unos sociólogos que no se pronuncien, una prensa metida en la danza y un lenguaje uniforme y enfermo de eufemismos. Una lengua muerta en la guerra que perdimos.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El millón de García

Está muy bien eso de publicar la lista de congresistas que se beneficiaron el año 2001 por un bono que engordó sus pensiones.
Revisando la lista uno se encuentra con algunos nombres sorprendentes.
El combativo dirigente del Sutep César Barrera Bazán, por ejemplo, aparece allí con una remuneración mensual de 7,032 soles y catorce centavos. Digamos que es difícil imaginar a Barrera como un jubilado que la pensión amansó.
Nadie puede discutir la legitimidad de las pensiones de gente como Héctor Cornejo Chávez, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio y aun de Gustavo Espinoza Montesinos –por más antisistema que haya sido-. Como esas, hay muchas otras pensiones de gente que hizo vida parlamentaria fecunda y reconocida.
Habría que ser muy mezquino para negarle a Francisco Belaunde Terry una pensión de siete mil soles y un sencillo. Pero tendríamos que ser muy permisivos para ver sin ironía la presencia en esa lista de gente como Daniel Espichán (7,585 soles), cuyo mayor mérito fue ser servil con Fujimori y bravo con la oposición arrinconada.
¿Y qué hacía en esa argolla pensionaria Rómulo León Alegría (3,634 soles)? No era un faenón pero quizá sí demasiado para alguien que usó el parlamento sólo para trepar en el escalafón previsional.
Que Julio Castro Gómez (7,251 soles) haya estado en la lista no deja de sorprender. Pero que Enith Chiquival Saavedra haya estado disfrutando de 6,800 soles mensuales sí parece de una generosidad que sólo el dinero ajeno puede permitir.
Y que Agustín Mantilla, el titular formal de una cuenta negruzca de 4 millones de dólares, haya estado viviendo con sus 7,368 soles mensuales resulta casi conmovedor.
Y ya no hablemos del fugaz Francisco Chirinos Soto y la meteórica Cristala Constantinides, ambos con pensiones por encima de los siete mil y tantos.
¿Y el cosmopolita Javier Silva Ruete necesitará los 7,047 soles que recibe? ¿Y don Carlos Tapia García no sentirá un culebreo contradictor a la hora de pasar por su cheque de 7,047 soles y 23 centavos? ¿Y qué méritos misteriosos le permitieron a Emeterio Tacuri, el dirigente popular, acceder a los 7,123 soles que cobraba catorce veces al año?
En fin, que la lista tiene exquisiteces.
Dicho esto, hay que decir también que esas pensiones, subidas cuando se sumó la llamada “asignación congresal” al monto de la remuneración básica, no fueron dadas a escondidas.
La “primicia” de Fritz Du Bois –el segundo de a bordo del judiciable Jorge Camet durante todo el fujimorato y actual director de Perú 21- tiene varios años de retraso.
Todos los apristas que han presidido el actual Congreso cumplieron con pagarlas sin chistar. Y lo que ha hecho Alva Castro –aterrorizado no se sabe por qué- es más pacharaco que lo que perpetró en Interior con los patrulleros chinos que alguien le impidió comprar y va a desatar una ola de procesos judiciales.
Se ha tratado de enlodar a Carlos Ferrero, pero lo cierto es que ni él ni Henry Pease ni Manuel Masías –que fueron los que aprobaron el aumento de las pensiones- se beneficiaron con la norma porque no están en la ley 20530.
Ferrero, bestia negra de Perú 21, está en la ley 19990 y recibe una pensión de 832 soles mensuales. Para decirlo con toda sencillez: Ferrero es actualmente un consentido salarial de su mujer, que es la manera más elegante de decir que es un provisional mantenido.
Se puede haber sido fujimorista y Ferrero, para su fatalidad, lo fue. Pero se puede haber sido fujimorista y, al mismo tiempo, decente con la hacienda pública. Y ese es –hasta que no se demuestre lo contrario- el caso de Ferrero.
Que un mandamás del ministerio de Economía de la época de Camet se yerga como el nuevo árbitro de la moralidad pública dice mucho de la agonía política que vivimos y de la prensa que toleramos.
Tampoco se ha dicho que la norma que permitió el alza de las pensiones congresales se dio después de un informe favorable del Defensor del Pueblo de aquella época, Jorge Santistevan de Noriega. Tengo el informe aquí sobre mi mesa y no hay ninguna duda: Santistevan conmina al Congreso a subir las pensiones.
Y tampoco se dice que fue el gobierno de Toledo el que, el 20 de diciembre del 2004, derogó la ley 20530 y fijó en dos unidades tributarias el techo de las pensiones del Estado –lo que fue un gesto de brutalidad jurídica que nada tuvo que ver con las delicadezas abominables con que PPK y los suyos trataron a la empresas extranjeras-.
Ayer Ferrero salió a desafiar al Apra a que dijera cuánto cobró Alan García cuando, en el 2001, reclamó los devengados de su larga ausencia tras su fuga por las azoteas de Surco.
Claro, nadie le contestó.
Pero nosotros sí tenemos una idea.
El doctor García recibió en el 2001 nueve años acumulados de su sueldo de parlamentario.
En el momento del reclamo –que es el que se toma en cuenta según ley-, el sueldo de un congresista era, como lo reconoció ayer el mismísimo Mauricio Mulder, de unos 9,000 soles.
Si multiplicamos 9,000 por 14 tendremos la suma recibida por un año (los congresistas reciben 14 sueldos). Y 9,000 por 14 dan 126,000 nuevos soles.
Y si multiplicamos 126,000 por 9 obtendremos la suma que recibió, en total, Alan García el año 2001.
Esa suma llega a un millón ciento treinta y cuatro mil nuevos soles (1’134,000 soles).
Nada mal para un hombre que había sido acusado de enriquecimiento ilícito en un dictamen firmado por el congresista Rafael Rey Rey y que se había pasado esos años entre el piso de Bogotá y el piso de París, sin contar las escapadas vacacionales.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Desconocía mayormente

Encantadora la entrevista que diera Francis James Allison ayer en una radio archifamosa.
Es la primera entrevista que oigo donde el diálogo –esa molestia de la ortodoxia periodística- queda suprimido en beneficio del entrevistado. ¿Para qué dialogar si antes se ha conversado?
Allison dijo en un altisonante monólogo casi sin interrupciones que es inocente, que todo ha sido un malentendido, que su caso es administrativo y no penal, que desconocía mayormente la ley estadounidense que obliga a declarar el trasiego de dinero en efectivo, que el dinero que tiene lo ha obtenido trabajando toda su vida como abogado exitoso, que sigue queriendo a Alan García y deseándole lo mejor a él y a su gobierno, que la dureza de algunos comentarios no le afecta porque es un hombre fuerte que se quedó sin madre cuando tenía seis meses de edad, que jamás cometería un delito y que nunca metería a su propia mujer en algún problema.
Los periodistas que lo escuchaban –uno de ellos un amigo queridísimo de fiestas y alegrías- no le hicieron ninguna pregunta que pudiese ser calificada como tal y, por supuesto, el señor Allison les dijo que ellos sí que eran periodistas de verdad, que por eso había llamado a esa hora determinada a la radio y que esa sería la única y la última entrevista que iba a conceder, faltaba más.
Ni una pregunta hirió al sospechoso de Miami.
No le preguntaron, por ejemplo, por qué su esposa, inducida por él, llenó un formulario mentiroso.
¿No era que él no sabía “absolutamente nada” de la ley que obliga a declarar el dinero que se lleva a la salida de un aeropuerto de los Estados Unidos? ¿Y si ignoraba que eso era un derecho del gobierno de los Estados Unidos, por qué permitió entonces que su mujer dijera, primero, y firmara, después, una declaración jurada donde había una grosera falsedad?
¿O es que, enterado por el agente aduanero de aquella “ley que ignoraba”, le dijo a su cónyuge que mintiera y que nada pasaría porque no se atreverían a revisarlos?
¿No es que el verdadero asunto era que ese dinero no podía entrar al sistema bancario peruano porque su procedencia resultaba inexplicable por más recibos que expidiese Business Track?
Ni le preguntaron por qué está con grilletes electrónicos, bajo fianza y en arresto domiciliario si su caso constituye “una falta administrativa”. Ni si acostumbra a andar con sus ahorros en los bolsillos de la chaqueta por los aeropuertos del mundo. Ni por qué prejuicio romántico y vagamente rural desprecia las transacciones electrónicas y las ventanillas formales de la banca.
No le preguntaron nada. Lo dejaron hablar y hablar como si de un calumniado se tratara. Y como si los oyentes fueran cretinos que se iban a tragar el cuento ese de que “como estoy ahora desempleado, vengo a Miami y saco algo de mis ahorros para pagar las cuentas y el colegio de mis hijos”, pobre ángel.
Es que Allison no está solo.
Para que el mundo de los Allison exista es imprescindible que mucho de la política, de la barra de abogados y de la prensa tenga ese aspecto alarmante que tienen los cadáveres de varios días.
Ese aspecto y ese olor que distingue a la materia descompuesta.
A un contrabandista de dinero, próximo a Business Track, hay que propinarle alguna incomodidad. ¡Un poco de vergüenza profesional, por favor!
Aunque sea una preguntita como esta: Mister Allison, ¿podría decirnos por qué eligió un vuelo de Copa con parada en Panamá? ¿Por qué quería pasar por Panamá cuando hay cuatro vuelos directos de Miami a Lima en aerolíneas mucho más globales?
¿O es que ya le habían dicho que, a raíz del caso Business Track, podían pedir el levantamiento de su secreto bancario y usted estaba borrando huellas y abriendo nuevas cuentas con el nombre de su mujercita o de algún familiar capaz de pagar fianzas? ¿O no abriendo cuentas y trayéndose los fajos directamente a Lima? ¿O es que escogió Copa precisamente por ser una empresa discreta donde no volaría un ex ministro del doctor García?
Pero no. Ninguna pregunta. Naca la pirinaca.
“Gracias Francis”, dijo una voz al terminar.
“Gracias a ustedes”, dijo Allison.
Tengo la convicción de que el señor Allison jura que todavía está en Lima y que todo aquello es una pesadilla. Está convencido de que va a hablar con algún vocal de Alas Peruanas, con algún supremo sinvergüenza, con algún sinvergüenza supremo, y que todo se va a arreglar. Como antes. Como siempre.
Porque han pescado al trucha Allison. Pero la laguna negra está llena de manatíes de la cutra. Y algunos de los que han salido a condenarlo terminarán arponeados por un ballenero japonés.
Y es que en el reino de Alí Babá Kurí don Francis Allison no llega ni a portero. ¡Vuela en Copa!

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Allison y el mal gusto

Quien habla con la boca llena puede pegarle a una mujer.
Quien escupe en el suelo podría aplaudir a Tongo.
Quien escuche conmovido a Marisol Aguirre terminará diciendo que en las plazas de toros el arte brilla y la muerte ronda.
Lo que quiero decir es que el mal gusto viene en mancha, en kit, en montonera. Es un combo omnívoro, una totalidad hecha de pequeñas sumas.
Y hay un hilo invisible pero fuerte que une las uñas sucias con la asistencia a una charla de Miguel Ángel Cornejo.
Y un encadenamiento que eslabona el carmín excesivo y los labios hinchados de silicona con el “fuistes” y “dijistes” y con las historias grasientas de Televisa.
Cuando hace pocos meses Francis James Allison Oyague se le acercó a Alan García y le dijo “te puedo armar una manifestación de respaldo en dos días” –frase que una cámara captó- muchos recordaron, por afinidad, al Allison Oyague borracho que quería pegarle a la policía y que también fuera captado por una cámara indiscreta.
Quien se emborracha hasta caerse puede ofrecer “portátiles” a pedido, del mismo modo que quien se tiñe el pelo hasta oxidarlo puede hacer del circunloquio una virtud.
Y cuando García, a las pocas horas de haber recibido el ofrecimiento de las multitudes mercenarias, nombró a Allison ministro en una cartera donde se puede robar con suma facilidad, allí fue cuando el mal gusto alcanzó un nuevo esplendor. Fue un mal gusto a dos bandas. El dúo Pimpinela del mal gusto.
Y cuando García tuvo que botarlo porque hubiese sido embarazoso sostener a quien estaba financieramente vinculado con Business Track, entonces el borrador se hizo novela y el apunte obra de arte.
Todo encajaba: el alcalde ebrio que no podía tenerse en pie, el angurriento que quería más campo de acción para sus negocios y aceptaba un ministerio, el señor abogado que cobraba un dinero negro de una empresa oscura.
Pero Allison es ambicioso y no podía quedarse allí. Es un perfeccionista de la cutra, un bolchevique del mal gusto.
Por eso ha hecho lo que acaba de hacer en Miami: sacar 50,000 dólares en efectivo de una de sus cuentas, declarar veinte mil al servicio aduanero de los Estados Unidos y terminar preso en su casa, con grilletes electrónicos y todo, al lado de su señora esposa y acusado de varios cargos federales.
El señor Allison ha dicho que venía a Lima con esos 50,000 dólares y que sólo declaró veinte mil a la hora de las preguntas aduaneras “porque se distrajo y no reparó en que tenía 20,000 en un bolsillo mientras su esposa llevaba otros 10,000 en la cartera”. Eso es lo que su increíblemente estúpido abogado ha esgrimido como argumento.
Lo cierto es que el vuelo de Copa que lo traía a Lima iba a hacer una escala en Panamá y nadie sabe qué habría hecho el señor Allison con ese dinero en alguna cuenta sin nombre y con número en el país que inventó Teodoro Roosevelt.
Nadie porta 50,000 dólares entre la casaca y el bolso de la señora. Nadie omite declarar 30,000 de ellos “por distracción”. Nadie paga 100,000 dólares de fianza para cumplir arresto domiciliario si es que no tiene una cierta fortuna que lo respalde.
Con todo ello el señor Allison ha redondeado su hoja de vida.
Su foto de aspirante a convicto ha salido, con todos los honores, en The Miami Herald. Cinco años de cárcel lo pueden estar esperando por falso testimonio, contrabando de dinero y omisión de declaración.
El juez Bandstra, del condado de Dade, le ha quitado el pasaporte.
Saint-John Perse, seudónimo de Alexis Léger, tenía razón cuando, al salir de una entrevista con Hitler, le dijo al canciller francés Edouard Daladier (en alusión a las majaderías y al boato del líder nazi): “Hoy estoy más convencido que nunca de que el mal gusto conduce al crimen”.
Será por eso que quien canta “Soy el rey”, con mariachis fingidos y falsetes en serio, bien puede cobrarle megacomisiones a las megaobras. Del mismo modo que Pancho Villa podía pedorrearse antes de dispararle a un tren de pasajeros.

martes, 24 de noviembre de 2009

Tiempo de notas

Si los colegios fueran sinceros tendrían una horca en la entrada.
Allí colgarían a los niños insumisos, a los singulares, a los brillantes sin método, a los sospechosos distraídos, a los que no, a los que no ven “Al fondo hay sitio”, a los que no otra vez.
Porque el colegio es un safari donde nadie dispara a las manadas pero donde llueve plomo en contra de las gacelas perdidas.
Y en esta época de notas y evaluaciones, viene el sentido común, con sus tijeras, y establece quién es mansa paloma y quién hereje a quemar.
Y llueve el plomo en forma de notas rojas y la cárcel gobernada por maestras bigotudas se llena de repitentes.
Los maestros castigan y los padres, claro, se la creen y desesperan. Porque padres y maestros forman el dúo perfecto: el maestro encarna la norma decapitadora, el padre representa el miedo.
La norma y el miedo son la misma cosa. Ambos están al servicio del colectivismo brutal. La norma amenaza a todo aquel que es diferente. Y el miedo del padre es que el hijo repita el año y, por lo tanto, repita al padre (repitente crónico de su propia grisura).
Ya viene diciembre, que es el mes de la matanza escolar. Allí mueren, a notazos y a veces y patadas, muchas de las personalidades que nos habrían hecho mejores.
Allí, entre notas azules y aplausos mediocres, prosperan las memorias esforzadas, las medianías chanconas, las monas de seda.
A Nabokov le hicieron la vida imposible en San Petersburgo porque a veces se le salían palabras en inglés y en francés. La tribu de los Ivanes terribles lo azotaba en los recreos por diferente.
Porque de eso se trata la norma: de empaquetar la mercadería y lanzarla al camión de reparto.
Y si no te prestas a los ritos de la estupidez masiva y a las exhibiciones mnemotécnicas –o no estás en el coro de las fechas inútiles y las biografías inservibles-, entonces vienen el maestro que no ríe hace años o la maestra que da risa hace siglos y te dan con un palo y con un rojo te matan las vacaciones y con otro rojo te joden los febreros.
Desde luego que hay flojos y brutos, pero de ellos no estoy hablando. Estoy hablando de las ovejas negras que se salen del corral para vagar a solas.
Esas que hacen preguntas raras y que parecen estar en otra cosa. Esas promesas que los colegios persiguen hasta lograr su domesticación.
Quien sobrevive al colegio con la locura más o menos ilesa y con la imaginación sin castrar es que es un héroe de la resistencia.
Nunca he visto más rabia ni más envidia que la que, en los colegios, se dirige a la chica que marcha a destiempo pero lee libros que valen la pena, o al chico que no sabe quién dijo tal cosa pero ha leído a Moro en la biblioteca.
Porque si el colegio no sirve para amparar lo que parece inútil, lo que no es práctico –el arte, en suma, la reflexión pura, la inquietud disparada en cualquier sentido-, ¿entonces para qué sirve el colegio?
¿Para ensamblar gerentes, televidentes, taurófilos, gente que lea la prensa del fútbol y los potos y crea que se está enterando?
A finales de la secundaria tendría que haber un curso para aprender a pensar, otro para dudar, otro para armar el rompecabezas que no quieren que armemos; un curso de sospechas y otro de descrédito de las especialidades y uno más para atreverse.
Porque lo que más teme el fascismo pedagógico es el humanismo integrador. El humanismo que da perspectiva crítica y la singularidad de la que pueden nacer las rebeldías: he allí los dos grandes enemigos de la educación formal.
Por eso, en estos tiempos de notas y libretas, mi modesto consejo es el siguiente (consejo que yo mismo no seguí como debía): al diablo con las notas cuando quien las padece está por encima del sistema y cuando quien las inflige está por debajo de cualquier expectativa razonable.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Habla Pinochet

Para entender al gobierno de Chile -a este y a los que vengan porque Chile sí tiene visiones de largo plazo- hay que entender a sus fuerzas armadas.
Y para entender a sus fuerzas armadas hay que llegar al núcleo duro de su doctrina.
Esa doctrina tiene muchas expresiones desde que Diego Portales construyera la Constitución de 1833.
Y una de esas expresiones -quizá la de mayor influencia- es la que Augusto Pinochet Ugarte virtió en su libro “Geopolítica”.
Leamos a Pinochet (me remito a la segunda edición de ese libro, de Andrés Bello Editores, 1974):
“Existen además numerosos principios o leyes con respecto a la modalidad en la expansión de los Estados; así tenemos algunos como:
-Ley del menor esfuerzo: El autor de esta ley es Otto Maull, quien expresó que la expansión de los Estados se materializa en dirección hacia las líneas de menor resistencia, tanto física como demográfica, que presentan los Estados vecinos.
-Ley de la oportunidad: Se realiza en cuanto a tiempo, es decir aprovechando los momentos políticamente favorables, como sucede cuando el Estado vecino o el por agredir se encuentra débil (internamente débil).
-Ley de los espacios. Los Estados de área pequeña, cuyos pueblos posean una vitalidad grande, tienden a dilatar el espacio de que disponen inicialmente...”
Más adelante, hablando de las llamadas “leyes de Ratzel” -Friedrich Ratzel, teórico alemán creador del concepto “espacio vital”-, Pinochet abunda con absoluta sinceridad:
“También se aumenta el espacio cuando la solidez cultural de un Estado ingresa a otro de menor capacidad, pasando a constituir el segundo un granero del primero. Porque, en este caso, el Estado inferior normalmente abre sus puertas y sus mercados, estableciéndose un intercambio intenso con ventajas lógicas para el Estado de mayor capacidad cultural por cuanto será él quien aprovechará las fuentes de materias primas (explotación) y entregará, en cambio, sus productos elaborados (distribución)...”
Pinochet, que toma al pie de la letra la definición que de la palabra Estado hizo el acuñador del concepto de la geopolítica, el sueco Rudolf Kjellen (“organismo biológico”, “ser vital supraindividual”), parafrasea la llamada quinta ley de la expansión de los Estados -según Ratzel- con estas palabras:
“En su crecimiento y expansión, el Estado tiende a incluir secciones políticamente valiosas: líneas de costas, cuencas de ríos, llanuras y regiones ricas en recursos”.
No olvidemos que cuando escribió este libro (1968) Pinochet era coronel, especialista en Estado Mayor y profesor de Geopolítica de la Academia de Guerra del Ejército de Chile. No podía imaginar siquiera que algún día encabezaría uno de los golpes de Estado más cruentos de Latinoamérica y de allí, probablemente, la transparencia casi conmovedora con la que se refiere a “los Estados vivos” -una constante alusión tácita a la vitalidad del Chile del siglo XIX-.
“Todo Estado que incrementa su poderío siente la necesidad de extenderse”, escribe en la página 222.
Y por si alguien dudara, sermonea:
“La expansión de los Estados conduce fatalmente a un conflicto que sólo puede solucionarse en dos formas: 1) Por mutua y pacífica integración; o Por subordinación de un Estado a otro, lo que puede suceder de una forma pacífica o por las armas...Todo Estado debe vivir preparado para cualquiera de estas eventualidades”.
A pesar de lo palurdo que pudo parecer para la mayoría, Pinochet siempre fue considerado, por sus compañeros de armas, un intelectual y un referente. Su libro sobre Tarapacá -“La Guerra del Pacífico. Campaña de Tarapacá”- es uno de los mejores y más exaustivos estudios sobre ese capítulo decisivo de la guerra que Chile ganara.
Y sus teorías sobre geopolítica continúan impartiéndose en las escuelas castrenses de Chile.
De modo que estas citas no son las de un general exaltado ni periférico: son parte de una esencia doctrinaria que el ejército de Chile fraguó desde los comienzos de la República.
Es posible, entonces, que la política más agresiva de Chile en relación al Perú proceda directamente de los cuarteles. Y que la Concertación -traumatizada con el recuerdo de 1973- no tenga otro remedio que marchar con el paso de ganso que le marcan los uniformados. Triste papel el del “socialismo” posmoderno.
Ministros patéticos en su prochilenismo, periodistas que parecen cónsules de Santiago -la señora Rosa María Palacios, por ejemplo-, harían bien en leer a Pinochet. Leerían, al fin de cuentas, al padre tutelar de ese modelo económico impuesto a sangre y fuego que tanto les fascina.

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Posdata:
gracias a mi hija Pia me llega información que me aclara el papel jugado por Gastón Acurio como mediador en el conflicto surgido alrededor del restaurante “Central”. Acurio no avaló la irregularidad ni respaldó la política de hechos consumados del propietario del local. Al contrario: defendió el derecho de los vecinos y habló del ineludible cumplimiento de las normas como un requisito para vivir civilizadamente. Me alegra. Cometí un error y me disculpo.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Comité Central

Mermeládicamente, cierta prensa ha hecho causa (criolla) común con el restaurante “Central”. Otra prensa, que se siente progre y que es amiga de sus amigos (sobre todo cuando invitan), ha pintado al Central como un palacio gastronómico bombardeado por los talibanes. Y al alcalde Masías como el Bin Laden del parque Kennedy.
No tuve el gusto de ir al Central ni conozco a su vecino contiguo, La Bodega de la Trattoria, pero estoy seguro de que no es por puro gusto que Raúl Vargas lamente su cierre y que Reportaje al Perú comente que “perdimos todos” y que hasta Aldo Miyashiro, que tiene pinta de comer sólo tacos fríos, diga que todo esto es un abuso de la municipalidad de Miraflores.
No dudo de que en el Central se comiera bien ni de que entre sus comensales estuviera la flor y nata de la popularidad y el poder.
Lo que me parece increíble es que se hable de cierre arbitrario cuando el Central ¡no tenía licencia de funcionamiento!
De modo que es poco ortodoxo hablar de cierre porque, formalmente, el Central no existió nunca.
A no ser, claro, de que para los tragaldabas de lo “políticamente correcto” –y siempre y cuando se trate de sus amigos- la ley no exista, las normas no se cumplan, los municipios no ordenen y los vecinos no tengan voz y voto.
Dice el dueño del Central que, antes de comprar la casa que convirtió en negocio sin licencia, tuvo “una conversación informal” con el alcalde Manuel Masías y que allí recibió la promesa de un cambio de zonificación que, al final, no se dio.
¿Una conversación informal? ¿Una promesa privada? ¿Un contrato tan oral como sin testigos? ¿Un arreglito bajo la mesa o sobre la mesa (de los postres)?
A mí me importa un rábano que en el Central coman los Raúles y los Cuchos y los diversos Albertos del ambiente y del medio ambiente.
Lo que importa es que el Central era clandestino porque abrió sin autorización y pretendió seguir abierto porque le salía de los forros y porque cierta progresía comía allí con descuento, sobremesa y carantoñas.
O sea que si te arropan los medios y los gourmets del vino Queirolo y/o Tabernero, entonces puedes hacer lo que te da la gana. Desde no requerir de licencia hasta calumniar a Mariana Mould de Pease y mandar a decir a tus sicarios de la tele que si los vecinos están molestos “será mejor que se muden”.
No dudo de que la señora Sandra Plevisani, dueña de la competencia adjunta, puede haber intervenido azuzando al barrio y quejándose ante el municipio. A mí esa señora me cae tan mal como su marido, que es un fujimorista sin vacunar y un negrero con sus mozos y empleados.
Pero el asunto es que esa señora sí tiene licencia para su Bodega y ha cumplido con la ley. Y por más que sus postres me den cólico y su voz de mando me dé escalofríos, las normas son las normas y la verdad es la verdad.
Que haya periodistas que reclamen un estatuto especial, un limbo jurídico para sus cocineros favoritos, da una idea de que el Cuarto Poder ha encontrado entre las ollas y el honesto hollín una manera de ejercer la influencia que antes tuvo en la política y en la economía.
Pero lo peor no es la propuesta de la irregularidad amiguera. Lo peor es ese tono lastimero y huachafo que pinta a un respetable comerciante de la buena comida como si fuera un Galileo perseguido y una víctima digna de asilarse en el local de Aprodeh.
Y, claro, para ir a su rescate galopó hasta Castilla el Mio Cid de la butifarra y el glutamato de sodio. O sea el muy exitoso y reconocido Gastón Acurio, el mismo que dice que el BBVA es lo mejor de la banca y que la cerveza Franca es casi bávara.
Medió Acurio en el conflicto, pero no logró nada. Y el Central sigue igual. Es decir, cerrado sin haber abierto.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Necrológicas

Ayer aparecieron en el diario ABC –edición de Sevilla- unas necrológicas que bien le habrían gustado, en nuestro medio, a José de la Riva Agüero.
Sucede que hoy 20 de noviembre la derecha española recuerda a dos de sus muertos más ilustres.
Un 20 de noviembre de 1936 murió, ejecutado por la República luego de un juicio que probó su papel de ideólogo e instigador del alzamiento franquista, José Antonio Primo de Rivera.
Líder del fascismo español, fundador de la Falange, Primo de Rivera era de esos monárquicos que se sienten emparentados con Bermudo I de Cantabria y fue el enemigo más insidioso y brillante que tuvo el régimen de Manuel Azaña Díaz.
Treinta y nueve años después del fusilamiento de Primo de Rivera, otro 20 de noviembre, murió en su cama hospitalaria, con el cuerpo acribillado de drenes y tubos y sondas, don Francisco Franco Bahamonde, el gallego feroz que devolvió España a su ancestral oscuridad: los curas decidiendo, los toreros toreando, los Grandes saludando, las duquesas haciéndolo.
El destino, que teje su tapiz y orquesta de manera misteriosa las cosas, hizo que el 20 de noviembre se convirtiera en el último día de las vidas del ideador y del soldado. Primo de Rivera fue el discurso y Franco la acción. Los unió la misma llamarada de sangre y escarmiento.
Lo increíble es que ayer, en pleno 2009, el ABC de Sevilla haya publicado unos obituarios melancólicos que nos hacen viajar por la máquina del tiempo y situarnos en el clima y el lenguaje del revanchismo fascista.
El de Franco dice así:
“Rogad a Dios en caridad por el alma del Excelentísimo señor Don Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado, Caudillo de España, Generalísimo de sus Ejércitos. Falleció en Madrid el día 20 de noviembre de 1975, habiendo recibido los santos sacramentos y la bendición de Su Santidad...”
El apologético funerario de Primo de Rivera alcanza cimas casi surrealistas:
“Grande de España, metafísico, jurista, orador insigne, ideólogo innovador, tradicionalista, español imperial, fundador de Falange Española, cofundador y primer Jefe Nacional de Fe de las Jons, caballero de la Orden militar religiosa de Santiago Apóstol, Tercer Marqués de Estella, Gentilhombre de Su Majestad el Rey, abogado de su entonces ilustre Colegio de Madrid...Expiró recibidos los santos sacramentos y la bendición, in artículo mortis, de Su Santidad el Papa Pio XI...”
Mientras el Partido Popular se debate en una de sus peores crisis a raíz de una trama de corrupción con epicentro en Valencia y de la virtual anarquía que reina en su dirección, la vieja derecha de Blas Piñar asoma el hocico y otea el escenario.
Esa gente siempre ha considerado que el PP es su incómoda representación contemporánea. A Aznar lo aman porque Aznar es un Franco disfrazado de Chaplín. Pero a Rajoy lo desprecian y Fraga está para la tumba. Y a esa señora apellidada Aguirre se le nota demasiado el hambre por los enjuagues y los euros.
Si por los franquistas explícitos o agazapados fuera, restaurarían la guardia mora, las celebraciones de Burgos y La Leyenda del Beso como himno de la cultura ibérica.
Es que, de algún modo, las dos Españas se siguen mirando como se miraron a lo largo del Ebro y el Jarama: la España vieja y exitosa que volvería a bombardear Guernica si fuera el caso y la España nueva y siempre amenazada que volvería a cruzar los Pirineos en un invierno de derrotas.
Porque a la hora de la verdad, la gran tarde de sangre y arena que empezó en julio de 1936 volvería a escenificarse. Para el contento de Don Álvaro de Orleáns y la Princesa de las Dos Sicilias.
Y es que la tradición no muere, como suelen decir los que van al camal de Acho y a la matanza de Las Ventas y al río de sanguaza de la Maestranza de Sevilla.

jueves, 19 de noviembre de 2009

El 2011 se acerca

Lo que no está en duda es que, si las cosas continúan su actual tendencia, el próximo gobierno del Perú volverá a estar en manos del conservadurismo. Queda por saber si esta vez nos tocará el centro-derecha o la derecha pura y dura.
En el centro-derecha pragmático están Luis Castañeda Lossio y Lourdes Flores.
Un gobierno de Castañeda sería lo más próximo al odriismo, aquella formación personalista que sembró de obra física el Perú con la bonanza del precio del cobre por la guerra de Corea.
Castañeda y Odría tienen en común su lejanía de las ideas, su amor por el hormigón y una vena popular que sintoniza con el asistencialismo y una cierta eficacia en la gestión de los recursos.
Lourdes Flores podría dar un paso al costado, pero lo más probable es que reincida en una candidatura varias veces malograda.
Lourdes viene del centro-derecha institucionalista y democrático con casa matriz en la Alemania de Konrad Adenauer. La sucursal chilena de esa corriente, sin embargo, apoyó el golpe de Estado de Pinochet, con lo que vació de contenido la idea de una democracia cristiana reflexiva y centrada.
El problema de Lourdes no es el programa, en el que siempre abunda. El problema es que en un país de caudillos y machomanes una mujer que propone políticas de consenso parece una rara avis.
Y si su idea del liderazgo sigue siendo la de no ser explícita y clara en lo esencial, entonces será fácil que otro García la arrincone como la candidata de los ricos. En todo caso, está allí y es una carta. A menos que Cataño se entrometa con algún expediente.
Keiko Fujimori es la derecha pura y dura y encarna una vieja tradición de autoritarismo y corrupción. Keiko hasta puede creer que esa “herencia” viene de su padre, pero no es así.
Su padre –es cierto- elevó ese estilo a las alturas de las Torres Petronas, pero fue el enésimo episodio de un modo de entender el Estado como botín, la nación como víctima y el presupuesto como gran almacén.
Todo empezó cuando la recién fundada República del Perú derogó, en 1826, la llamada “alcabala de cabezón”, un impuesto que gravaba las tierras sin cultivar y que los dueños del Perú contaban por miles de hectáreas. Con ese acto de encomenderos pasados por conveniencia a las filas de la independencia empieza la historia de la gran corrupción en el Perú.
Siguió luego con el robo de las tierras comunales a manos de un ejército de criollos y notarios que fraguaron escrituras e interpretaron a su modo las leyes dadas por Bolívar (1824) y La Mar (1829).
No es calumnioso decir que la República peruana fue, en lo que a propiedad agraria se refiere, una sucesión de despojos que encontró su cima en las leyes de Enjuiciamiento y de Procedimientos Civiles de 1852, usadas como arma letal –nos lo recuerda Emilio Romero- en contra de la propiedad comunal y en favor de la oligarquía latifundista.
Inclusive la abolición de la esclavitud fue un capítulo manchado. En efecto, el decreto original lo dictó el muy corrupto presidente José Rufino Echenique. Ese decreto se publicó el 19 de noviembre de 1854.
Enterado de eso, el jefe de la revuelta que jaqueaba al gobierno, es decir Ramón Castilla, publicó el 3 de diciembre de ese mismo año de 1854 otro decreto abolicionista pero en versión mejorada: los negros serían libres sin necesidad de pasar por el servicio militar y las indemnizaciones a sus amos serían inmediatas y no requerirían de mayores trámites.
Dejamos de tener esclavos negros a partir, entonces, del astuto oportunismo de dos bandos enfrentados en guerra.
No es en una columna sino en varios tomos donde cabría apenas la historia trenzada de la rapiña y la clase dominante peruana.
Bastaría con recordar que buena parte de la riqueza guanera -19’154,200 pesos- sirvió como repartija de malandrines entre quienes, gracias a Echenique, “demostraron”, con una “declaración jurada de testigos” como único requisito, que el Estado les debía plata por los servicios prestados a la patria en la guerra de la independencia (¡guerra en la que muchos de estos parásitos ni siquiera habían peleado!)
La instalación de Keiko en Palacio sería no sólo la continuidad de esta vieja historia sino el premio que el país le daría, como indemnización guanera, a quien hizo lo posible para disolvernos como entidad civilizada.
Porque elegir a Keiko sería elegir a su padre. Y junto a su padre volverían las oscuras golondrinas de aquel decenio deshonroso.
¿Cómo miraría el mundo a un país que le entrega la presidencia a una señora cuyo programa máximo consiste en liberar a su padre, condenado por homicidio y masiva corrupción?
Si las cosas siguieran como ahora, está claro que Ollanta Humala, subestimado por las encuestas, podría bordear un 20 por ciento de votos, porcentaje nada desdeñable en relación al Congreso pero insuficiente para pasar a la segunda vuelta. Y si lograse pasar, todas las encuestas apuntan a que una coalición del miedo lo derrotaría.
El problema de Humala es que ya no es novedad. Lo segundo es que parece no tener una idea clara de hasta dónde debe llegar el cambio antes de convertirse en anarquía.
Lo tercero es que sus asesores -consideren este plural como una cortesía porque es Tapia quien cumple ese papel- le hacen decir cosas raras, como aquella de que en el Vrae sólo hay narcotráfico, y le hacen creer que la virtud está siempre en el terreno de la exageración –cuando no de la caricatura maniquea-. Eso explica por qué Humala considera toda moderación como una ofensa.
Por último, a sus carencias como personaje se suma el hecho de que Humala no ofrece una salida viable, una transición ordenada hacia los cambios cualitativos que se imponen. La idea del desborde le queda cerca. La cola de una turbamulta saqueadora lo persigue.
En cuanto a Arana y Simon, pues se trata de auténticos nonatos, de modo que cualquier pronóstico resultaría tan precoz como lo son sus campañas.
Arana, sin embargo, no es el iluminado y multitudinario arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero. Y Simon tiene, políticamente hablando, el aspecto de una libra de plastelina puesta sobre una torta de gelatina color fresa.
En relación al Apra, todo depende de los petroaudios. Si Jorge del Castillo sale judicialmente chamuscado pero no incinerado de sus proximidades con Canaán –que son, de por sí, un golpe muy duro a su reputación-, se perfilaría como el único candidato de peso en el partido gobernante.
¿Le permitirá García esa candidatura? Está por verse. Y de darse, ¿llegaría a ser importante?
Hay mucho pan que rebanar, pero lo cierto es que Del Castillo, en todo caso, está en el campo del centro-derecha y podría ofrecerse como una suerte de “continuidad con algunos ajustes” –un libreto que será el marco programático de todos los candidatos de ese campo-.
¿Surgirá alguien que encarne la seriedad, la decencia y la valentía para reformular parte del modelo actual y lograr esto con la mayor de las anuencias y sin producir una hecatombe económica?
Siempre es posible un milagro. Mientras tanto, y por ahora, resignémonos a que las derechas continúen en el poder. Las izquierdas se lo han buscado.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Frases hirientes

- Después de las relaciones que ha tenido con Chile, el Perú necesita la píldora del día siguiente.
- A ese Judas lo compró La Moneda.
- “Condorito: ¡exijo una explicación!” (El Cuy)
- Divorcio: cuerdas separadas.
- “¡Y que viva también el estrecho de Magallanes!” (El roto Vivas)
- El mal de Alzheimer es como una autoamnistía.
- Hay quienes están a favor del servicio militar obligatorio y en contra del voto voluntario.
- En toda América Latina la Iglesia está en capilla.
- “Yo sabía que iba a salir adelante”. (La teta asustada)
- Gisela tenía soñadores. Ahora tiene espectadores.
- “¡Tomaremos Andahuasi por la razón o por la fuerza!” (Los Wong)
- “El Perú es el tercer destino turístico del mundo”. (Don Cojudo)
- “La mujer del César no sólo debe ser honesta sino también parecerlo”. (Mesalina)
- Al Niño hay que seguirle la Corriente.
- “Debemos endurecer nuestra posición”. (Miembro del Tribunal Constitucional)
- Eso de cena-baile con máscaras como que suena redundante.
- “El pueblo unido jamás será vencido”. (Marcha de blogueros en Cuba)
- Los matrimonios deberían de tener revocatoria.
- “Las mujeres no tenemos derecho sobre nuestro cuerpo”. (El útero de Marita)
- “Hombre se tragó una llave inglesa”, dice el periódico. Los británicos generalmente comen ese tipo de cosas.
- Hay gente que se llena de diplomas y vive en una casa de cartones.
- “¡Viva la renovación por tercios!” (Jack el destripador)
- Gustavo Espinoza (no Montesinos) acabó su secundaria pero terminará entre primarios.
- Pura coherencia: Carlos Villagrán hacía de niño idiota y ahora es un viejo zonzo.
- Europa es el viejo incontinente.
- En asuntos de sexo la Iglesia siempre tiene una respuesta a la mano.
- Recordando a Hitler uno concluye de que es mejor que haya una sola Alemania.
- “¿Los discos de vinilo son los retroaudios?” (Belmont)
- “Mi nombre es Alcides Huamán, mi DNI es el 28645372 y juro que las truchas de mi criadero se alimentan de mercurio y relave y están sanas y gordas”. (Aviso contratado)
- “El muro no es sólo de Israel porque es medianero”. (Netayanhu)
- La frontera con Chile está llena de mojones.
- El suboficial Ariza no era una estrella solitaria.
- “¡Achutz!” (Nuevo estornudo de Anchorena)
- “¿Y si Chile se molesta?” (Mariano Ignacio Prado, 1879)
- “Nosotros, que queremos una televisión inteligente y distinta...” (Lucecita)
- Lo que más les disgusta a las feministas es que se diga que hay vaginas leporinas.
- Quizá el orgasmo no es, como dicen los franceses, “la pequeña muerte”, sino la versión pagana de la resurrección.
- “Al espía le pagábamos para que nos confirmara que todo seguía igual de mal en la fuerza aérea del Perú”. (Bachelet)
- “Después de sobrevolar La Joya, me di una vuelta por el Colca”. (Condorito)
- Lo único recto en la vida de Belmont es la línea que arroja su encefalograma.
- En efecto: las bestias no sufren en Acho.
- “Y con esto nos despedimos de esta emisión de Habla el Pueblo”. (Calló Bruto)

martes, 17 de noviembre de 2009

García lo hizo bien

Los periodistas no se equivocan cuando captan lo más noticioso de un discurso.
Y todas las agencias de noticias importantes encontraron que el término “repulsivas” fue el más atractivo en el discurso de ayer del presidente de la República.
Associated Press, por ejemplo, tituló así su largo despacho fechado en Lima:
“Perú: García acusa a Chile de “repulsivas” prácticas de espionaje”.
La France Presse encabezó de modo semejante la jornada:
“Perú: Alan García rechaza “actos repulsivos” de Chile en caso de espionaje”.
Reuters, quizá la más importante agencia noticiosa del mundo, tampoco desdeñó el suculento bife del fraseo presidencial:
“Perú dice que caso de espionaje de Chile es repulsivo”.
La BBC de Londres, más discreta, ponía como primera noticia la foto de García y este titular:
“García: Atentado contra la soberanía”.
El despacho del corresponsal del diario “El País”, de España, venía con este encabezado: “Una novela de espías que indigna a los peruanos”.
El portal del diario “El Mundo” prefirió como titular principal esta cabal síntesis de lo sucedido:
“García: es un acto repulsivo de espionaje de un sector pinochetista”. Y la crónica de su corresponsal Beatriz Jiménez incluyó el video con la intervención de once minutos del presidente peruano.
Entrada la noche, no cabía duda: la reacción del gobierno del Perú había cundido como noticia protagónica en todo el mundo. Y las precisiones que se detallaban en cada texto –las casas, las transacciones, los correos del espía- suprimían las primeras incredulidades.
Hizo bien García en denunciar ante la opinión pública global esta felonía. Hizo bien en llamar repulsivas a esas prácticas y, al mismo tiempo, en convocar a la serenidad y en apelar a una instancia como la Interpol –lo mismo que hizo Uribe con la computadora de Raúl Reyes- para que compruebe la acusación y calibre las piezas del expediente.
Chile se ha quedado cogido en la trampa del zorro. Sus analistas pensaron que si el Perú descubría la red de espionaje montada en Lima no diría nada de pura vergüenza. No se esperaron la denuncia pública y esta ira reunida más allá de las camisetas.
Chile nos ha hecho un favor. Al menos por un momento –un momento iluminado- nos hemos sentido nación, país, proyecto de todos. Por un momento, al menos, hemos sentido que hay una herida que a todos nos concierne.
La indignación presidencial no es demasiado diferente a la que hemos venido sintiendo muchísimos peruanos respecto del lacayismo chilenófilo de algunos de sus ministros vigentes.
Y ahora que el doctor García ha llamado repulsivo a lo hecho por el “hermano país” (al-que-no-hay-que-temer-si-se-molesta), yo quiero, con la humildad del caso, contribuir al sentimiento nacional que sacude Palacio de Gobierno mostrando una de las fotos que acompañan esta columna.
En la página que hemos adjuntado verán imágenes de la reciente celebración de los diez años de LAN en el Perú. En la tercera foto del lado derecho –contando de arriba hacia abajo- apreciarán algo que parece de lo más común: cuatro personajes con el dedo pulgar hacia arriba en señal de victoria, sincronía y compañerismo.
De izquierda a derecha figuran Emilio Rodríguez Larraín, presidente del directorio de Lan-Perú; Enrique Cornejo Ramírez, ministro de Transportes y Comunicaciones del Perú; Jorge Awad, presidente del directorio Lan Airlines; y Jorge Vilches, gerente general de Lan-Perú.
La fiesta fue en el Museo de Osma y a todo dar.
Lan tenía por qué celebrar: el Perú la había tratado con mayor afecto que el distante y liberal gobierno chileno. Con mayor afecto y mayores prerrogativas y exoneraciones casi de escándalo (como que los pilotos militares chilenos puestos a volar la flota en cielos peruanos no requiriesen de visa de trabajo).
¿Pero qué hacía el ministro Cornejo celebrando con Lan y con su dedito pulgar erecto?
¿No es que Cornejo dirige el sector que fiscaliza a Lan? ¿No debe un ministro de Transportes mantener una distancia decente respecto de las empresas que debe de supervisar?
¿No es repulsivo que un funcionario del gobierno peruano se ponga la camiseta de una empresa que debería de competir en iguales condiciones?
Las fotos fueron publicadas por la revista oficial de Lan. Cuando “El Comercio” dio cuenta de la fiesta en sus páginas sociales no incluyó, piadosamente, la foto de este Cornejo tan parecido al roto Quesada.
Es que todos sabemos lo que pesa don Emilio Rodríguez Larraín, casado con la guapísima Milagros Miró Quesada, en algunas decisiones del diario decano del Perú.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Una nueva relación con Chile

La verdad es que ya me aburre hablar de Chile. Durante estos años me he ocupado del asunto y, al lado de personajes de veras importantes, he tratado de advertir y recordar.
Al final, todo lo que uno puede decir de Chile es, en resumen, que nunca será un país amigo del Perú.
Con Chile, sin embargo, tenemos que entendernos.
Entendernos no como lo propone la diplomacia del doctor Alan García, desde luego.
Porque García sigue hablando de cuerdas separadas y diciendo que por un lado están los negocios y por el otro el asunto de fondo.
Es que García no entiende que para Chile los negocios son el asunto de fondo. Y los chilenos tienen razón.
El guano y el salitre fueron su negocio en el siglo XIX.
Comprar un Perú barato, de a trozos y sin tregua, es su negocio actual.
Y para defender esos negocios es que Chile se arma.
No es el asunto de La Haya lo que ha desatado la belicosidad de Chile.
Su armamentismo superlativo tiene veinte años de existencia y se ha reforzado, precisamente, en los últimos seis –mucho antes de que presentáramos nuestro expediente en la máxima instancia del arbitraje internacional-.
Nadie ha armado mejor y más ofensivamente a Chile que la señora Bachelet, que es una mezcla de Pasionaria con Patricio Lynch.
Porque a la hora de pensar en el Perú el socialismo de la Concertación pasa por el filtro de la historia y se impregna de esa enemistad rancia y pétrea que viene de lejos y que no terminará fácilmente.
Chile sólo nos mirará como interlocutores cuando nos mire como a iguales.
Y eso quiere decir un Perú digno, erguido, serio y dispuesto a hacerse respetar sin apelar a bravuconadas ni hurgar todos los días en el resentimiento.
Un Perú militarmente respetable y económicamente floreciente es la única manera de encarar la construcción de una nueva relación con Chile.
Un Perú económicamente floreciente y militarmente cachivachero es el sueño de Chile.
Claro que el civilismo inmortal de la derecha –aquel que nos condujo a la humillación del siglo XIX- no está de acuerdo con esto.
La derecha peruana, a diferencia de la chilena, no tiene patria. Tiene sólo bolsillos.
El señor Graña, por ejemplo, es tan peruano como los chocolates Costa. Tan peruano como las tiendas Wong.
Graña –no lo olvidemos- fue el socio de Chile en el allanamiento del Aeroclub Collique, vendido truhanescamente gracias a la cutra y a la desnacionalización de la agenda del desarrollo peruano.
Lo primero que hicieron en Collique fue sacar con comba el busto de José Abelardo Quiñones Arízola, el héroe de la Fuerza Aérea peruana.
El círculo se cierra: de Quiñones Arízola expulsado al suboficial Ariza bien pagado.
Víctor Ariza es un traidorzuelo.
Pero, ¿cómo llamar a quienes han permitido que Lan-Chile sea hegemónica en los vuelos domésticos del Perú, empleando a pilotos militares autorizados por el ministerio de Transportes de Lima?
¿Qué nombre les damos a los que destruyeron la flota mercante del Perú y le cedieron las naves y las rutas a Chile?
Y a quienes encubrieron la presencia del capital chileno en la pestífera operación del puerto de Paita, ¿qué nombre les ponemos?
Ariza es un traidorzuelo. Pero la verdad es que los datos que ha podido entregar en los cinco últimos años eran los datos de la bancarrota y del desarme involuntario.
No había muchos secretos, felizmente, que ofrecer desde una Fuerza Aérea públicamente inoperativa, achatarrada y necesitada de repuestos y antioxidantes.
Para decirlo con grosería: ¿Qué secretos puede esconder una Fuerza Aérea que casi no puede despegar?
Alguien podría decir, no sin cierto cinismo, que Ariza, que volaba en Lan y compraba en Saga y se remediaba en Fasa y cambiaba losetas en Sodimac, ha podido pensar que lo que estaba haciendo no era traicionar a su país sino colaborar con un hermano mayor y empoderado.
¿Será que, más que traición, lo de Ariza podría ser colaboracionismo de un nuevo Felipillo en un nuevo proceso de conquista?
A la derecha dizque peruana le aterroriza la idea de ponernos firmes con Chile.
Y es que la derecha dizque peruana no hizo a este país: apenas lo saqueó.
La derecha chilena, en cambio, construyó un país serio y a veces temible donde antes hubo una remota capitanía y, más tarde, la anarquía de los primeros años de su república.
La derecha chilena no se avergüenza de su bandera ni susurra su himno. La peruana carece de bandera y bailaba minués cuando al inmenso Grau le faltaba carbón de calidad en los calderos del Huáscar.
No proponemos el baño María eterno de la memoria herida. El pasado es inmodificable. Lo que tenemos que lograr es que también sea irrepetible.
Hablamos del presente.
Hablamos de empezar a revisar nuestra política hacia Chile.
Primero, poniendo restricciones al ingreso del capital chileno en áreas que pueden ser consideradas delicadas para nuestra seguridad. Eso es lo que ellos hacen y harán en relación al Perú. Si eso significa desbaratar el TLC firmado a espaldas del Congreso, pues habrá que hacerlo.
Segundo, comprando –a pesar de las rebietas “cosmopolitas” de la derecha- lo que nos falta para dejar de estar indefensos. Porque las armas, doctor García, son también una inversión. No le haga usted caso al civilismo, madrastra de todas las derrotas.
Tercero, cooperando con Chile en todo aquello en lo que podamos marchar juntos como los vecinos inexorables que somos.
Cuarto, afianzando nuestra relación con Ecuador, Colombia, Bolivia y Brasil –más allá de los discursos y entrando al terreno del desarrollo de fronteras, la inversión recíproca y la sinergia de empresas y proyectos-.
Chile es un país serio con el que tenemos que convivir. Es, en muchos sentidos, un país admirable.
Pero es también un país que ha pensado siempre que Bolivia es obviable y que el Perú es una suerte de hinterland, un súbdito comercial, una Araucanía del norte, un peldaño de esa escalera que lo llevará ser la mayor potencia del Pacífico sur.
Es hora de entender esta complejidad y de actuar como un país y no como un serrallo. Sin aspavientos pero con la férrea voluntad que merecen las buenas causas.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Obama y la bomba

Al señor Barack Obama lo invitaron a visitar Hiroshima y Nagasaki.
Dado que estaba en Japón, de camino a Singapur, sonaba lógico que el Premio Nobel de la Paz 2009 acudiera a las ciudades que Truman ordenó disolver en sendos holocaustos. Era una buena ocasión para hablar de los nuevos tiempos y de las llamadas “injerencias benévolas”.
Pues bien. Resulta que el señor Obama rechazó la invitación que le hiciera el primer ministro Yukio Hatoyama.
-“Iré a Hiroshima quizá después” –dijo el presidente de los Estados Unidos.
Yo he estado en el Museo de la Paz de Hiroshima y jamás podré olvidar lo que allí vi.
Cuando la bomba estalló aquel 6 de agosto de 1945 lo hizo a unos 700 metros sobre del suelo.
Eran las 8 y 15 de la mañana. La era del terror nuclear había empezado.
Hiroshima no era un blanco militar. Había sido escogida porque las colinas que la rodean encerrarían la explosión haciéndola mucho más devastadora.
El ruido inaudito –una trepidación colosal seguida de una reverberancia- se pudo escuchar a 60 kilómetros. Hubo un resplandor enceguecedor y, de inmediato, una silueta de gelatina hirviendo –el hongo atómico, de dos kilómetros de ancho- se irguió varios cientos de metros.
La temperatura alrededor de los primeros 1,600 metros, contados desde el centro de la explosión, llegó en instantes a un millón de grados. Todo lo humano se evaporó. Los incendios brotaron como si salieran debajo de la tierra.
Un mendigo sentado en las escalinatas del Banco de Hiroshima se convirtió en un dibujo de grasa que ocupó tres peldaños. Ese trozo de escalinata de mármol está en el museo. Se muestra bajo un título que dice “Shadow on de stone” (la sombra sobre la piedra). Es el homenaje que la muerte le hizo al arte aleatorio. Estoy seguro de que mucho del expresionismo abstracto viene de allí.
A doce kilómetros a la redonda, desde el centro de la bomba, todo se destruyó. Y lo que agonizaba o latía o se mantenía en pie fue fulminado de inmediato por un huracán de fuego radiactivo.
Ochenta mil japoneses –el 95 por ciento de ellos población civil, un tercio de la población de Hiroshima- murieron en los primeros treinta segundos de la explosión –que equivalió, como energía, a veinte mil toneladas de dinamita- .
Otros miles morirían a lo largo de los meses y los años venideros a consecuencia de las quemaduras y el incremento brutal del cáncer, especialmente la leucemia.
Las estadísticas hospitalarias que se muestran en la enorme edificación destinada a recordar los horrores de la bomba son conmovedoras: la curva del cáncer infantil de los diez años siguientes a la hecatombe se eleva como un cuervo negro sobre las barras de los años.
En aquel museo uno puede ver lo que puede hacer una bomba atómica: pieles colgando, un caballo que encaneció en unos segundos por la radiación gamma, una caja fuerte de acero estrujada por la onda de choque como si hubiera sido de papel, tenedores convertidos en tirabuzón.
Y por donde uno mire, fotos de gente a medio quemar vagando entre escombros. Esos eran lo que un sobreviviente describió con precisión: “los heridos envidiaban a los muertos”.
Cuando el espanto parecía haber terminado, media hora después de la detonación, empezó a caer del cielo una lluvia sucia de hollín y de partículas, una lluvia de uranio y polvo que terminó de contaminarlo todo.
“Les hemos devuelto el golpe (de Pearl Harbor) multiplicado”, dijo el presidente Truman. En seguida amenazó con una segunda bomba, “una lluvia de ruina como nunca se ha visto sobre la tierra”. Truman era un hombre de honor y cumplió.
Se entenderá ahora mejor la reticencia de Obama.
Pero no se crea que es sólo el pasado. El presente también le exige discreción sobre el tema nuclear al presidente de los Estados Unidos.
Porque Estados Unidos avala la sombría política de Israel, el único país del medio oriente que tiene entre cien y doscientas bombas atómicas clandestinas y listas para armarse.
Resulta que hace pocas semanas la Agencia Internacional de Energía Atómica le solicitó a Israel unirse al Tratado de No Proliferación Nuclear y permitir que técnicos de la agencia inspeccionen sus vastas instalaciones.
Israel no contestó. Estados Unidos hizo todo lo posible para evitar la exhortación y le aseguró a Israel que seguía contando con su apoyo.
Los países con arsenal nuclear que no han firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear son Israel, India y Pakistán, todos aliados de los Estados Unidos.
Y aunque la Casa Blanca y Tel Aviv pagan millones a sus agentes para hacernos creer que Irán es el problema, lo cierto es que India y Pakistán han estado a punto de pulverizarse y que Israel tiene listo el plan de ataque en contra de Irán.
Para eso acaba de recibir de los Estados Unidos lo último en devastación subterránea: bombas de trece toneladas que se lanzan desde bombarderos Stealth B-2 y B-52 y que pueden romper todos los blindajes de concreto conocidos hasta hoy.
Y si eso no bastara, pues siempre queda el arma atómica, que Estados Unidos no dudaría en justificar.
La verdad es que es bueno que Obama no haya ido al Museo de la Paz de Hiroshima. Lo habría contaminado de mendacidad.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Operación Condorito

Recuerdo cuando el presidente de la República del Perú preguntó a los peruanos: “¿Y si Chile se molesta?”
Eso fue el 6 de junio de este año y García hablaba de la posibilidad de no venderle gas a Chile, como lo exige la gran mayoría de los consultados por las encuestas.
Sentí vergüenza ajena y recordé vergüenzas mayores de la historia. Recordé, por ejemplo, a Mariano Ignacio Prado, el gran traidor. Y se me vino a la cabeza Piérola, el gran felón que tanto hizo por Chile antes y durante la guerra. Antes con sus revueltas y durante con su incompetencia militar de fanfarrón risible.
García tiene algunos problemas en relación a la historia del Perú: el primero es que no la ha leído.
Y García tiene todavía más problemas en relación a la historia de Chile. No sólo no la conoce sino que creyó siempre que Diego Portales –a quien debe de conocer por lo que le ha contado Hugo Otero- era un prócer muerto y no el doctrinero vigente de la política chilena frente al Perú.
Portales, cuyo bisabuelo paterno fue el peruano José de Portales Meneses y cuya bisabuela materna fue la peruana Petronila de Acevedo Borja, fue importante sin ocupar la presidencia, fundó el republicanismo autoritario y legó a la clase política de ese país la concepción de que Chile fue y será, por sus singularidades, una entidad predestinada a la victoria del orden y al orden de la victoria.
Por algo es que Pinochet gobernó desde el rebautizado Edificio Diego Portales.
Enemigo casi intrínseco del Perú, donde vivió y fracasó como comerciante en 1822, dijo del general Santa Cruz, arquitecto de la Confederación Perú-Bolivia de 1836: “Este cholo nos va a dar mucho que hacer”. Y vaya que así fue.
Portales, el estratega intelectual que destruyó la Confederación y contribuyó a unificar a su país alrededor de un ejército aliado a la oligarquía –la paradoja de haber muerto a manos de una sublevación militar en 1837 no cancela esos méritos- nunca terminó de morir. Es el fantasma desconfiado y brutal que puebla el alma tanto de un general de derechas como de una gobernante socialista.
Esa es, en todo caso, una virtud estimable de Chile: persistir en su identidad y crear una mirada común en asuntos de política exterior.
El problema es que el Perú no persiste sino que reincide en su verborrea andaluza: después de que Chile ha gastado 10,000 millones de dólares para armarse en los últimos ocho años, al doctor García no se le ocurre nada mejor que enviar delegaciones personales a varios países para hablar, tautológicamente, de los beneficios del desarme.
¿Quién puede estar en contra del desarme? Nadie. ¿Quién lo acataría de buena fe? Eso es otro asunto.
Es tan torpe la diplomacia peruana que plantea el desarme justo en el momento en que Chile podría firmarlo. Y podría hacerlo porque es tal la diferencia en equipamiento que una guerra entre ambos países –hipótesis indeseable para la razón pero no inverosímil desde el punto de vista de la historia- la ganaría Chile en menos de los seis días israelíes.
Y a pesar de poder decirle sí a la propuesta peruana, Chile le dice que no. Y responde al Perú pidiéndole autorización al Pentágono para comprar 665 millones de dólares en misiles portátiles Stinger, misiles aire-aire AIM y un sistema de radar avanzado (el Sentinel).
Con lo cual el Perú regresa al ridículo internacional que parece convocarlo cada vez que se trata de Chile.
Y mientras eso ocurre, se descubre un nuevo caso de espionaje financiado desde Santiago: un suboficial de la Fuerza Aérea Peruana, capturado en Lima después de un seguimiento, había estado, desde el 2003, pasándole información militar clasificada a la inteligencia chilena.
El mismo perfil del traidor suboficial FAP Julio Vargas Garayar, fusilado en enero de 1979 después de ser descubierto entregándole información a militares de Chile.
Y como si eso no bastara, Sebastián Piñera, el dueño de LAN y candidato a la presidencia con grandes opciones, se acaba de comprometer ante una organización de ultraderecha –“Chile, mi patria”- a parar los juicios a los militares que hubiesen violado los derechos humanos.
De modo que Piñera anuncia el sesgo uniformado de lo que sería un gobierno bajo su mando.
Torre Tagle podría ser acusada de ingenua si fuéramos benévolos. Como no lo somos cuando se trata de la política exterior peruana, diremos, con toda sencillez, que el aspecto de nuestra diplomacia hacia Chile es cada vez más anacefálico. Anancefálico y clueco.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Aparta de mí estos vocales

A mí lo que me parece atroz es que usen a Vallejo como pretexto para irse a París a cuenta de una entidad cien veces litigada por no pagar beneficios sociales a sus despedidos.
Que una universidad se llame Alas Peruanas ya es extravagante. Pero que dos vocales supremos se vayan a París para hablar del poeta a cuenta de la universidad de los cien juicios –y que viajen con sus esposas- es simplemente pícaro.
Pobre Vallejo, qué tendrá que ver con estos sinvergüenzas.
Vallejo fue una de las más típicas víctimas del Perú.
Acusado de provocar un incendio durante unas jornadas de lucha social en Santiago de Chuco, su tierra natal, es encarcelado por lo menos tres meses en una cárcel de Trujillo.
Después de publicar, ante la indiferencia general o la hostilidad manifiesta de la crítica, “Los heraldos negros”, “Trilce”, “Escalas melografiadas” y “Fabla salvaje”, se va a París en 1923. Jamás regresará. Ni muerto.
No es que la pasara muy bien en París. La miseria –ese perro rabioso- lo perseguirá siempre.
En 1924, un año después de llegar a París, Vallejo enferma gravemente y tiene que ser operado. Una hemorragia intestinal ha estado a punto de matarlo.
Le escribe entonces, desde un hospital de la caridad, una carta a su gran amigo Pablo Abril de Vivero:
“Hay Pablo en la vida horas amargas, de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas mucho más siniestras que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado y yo no las olvidaré...”
Negado para toda ambición, para todo sentido práctico de la vida y para todo asomo de autobombo, Vallejo se instalará en la bancarrota permanente igual que otros se acomodan en un chalé.
Alguna vez Gerardo Diego, su amigo, contará que Vallejo no tenía ni para el metro. Y Juan Larrea abundará en conmovedores detalles sobre ese estado de pobre vocacional y romántico sin concesiones.
Suficiente ha tenido Vallejo en el norte del Perú trabajando, como empleado administrativo, en la esclavista hacienda azucarera “Roma”, donde aprendió a compadecerse. Allí se le terminó la breve dosis de pragmatismo con que vino al mundo.
Vive de cachuelos, de traducciones ocasionales, de colaboraciones mal y tardíamente pagadas, de éxitos editoriales –como el de “Rusia en 1931”- que no dan dinero. No hay premios que lo socorran ni negocios que lo llamen. Vive al límite.
Encima, en ese mismo año de 1931, la policía política francesa lo señala como agente comunista y ordena su expulsión.
Se va a España con Georgette Phillippart. Allí asiste al nacimiento de la segunda República española. Se inscribe en el Partido Comunista de España. Ha roto con el Apra para siempre.
En 1932 regresa a París en secreto. Las cosas están tan duras que Georgette vende lo único que tiene –su pequeño piso de la rue Moliere-. A partir de ese momento la pareja vivirá en hoteles cada vez más sombríos.
Escribe y publica en revistas mayores y menores. Pero un intento de publicar su obra poética resulta fallido.
La agresión fascista en contra de la República española lo sacude en 1936. Y en 1937 ya está en Valencia, en el Congreso de Escritores que se pronuncia en contra de esa corriente que ha encumbrado a Hitler en Alemania, a Mussolini en Italia, al militarismo chauvinista en Japón y que está a punto de entregar España a las fauces falangistas.
Ese es el año en que termina “Poemas Humanos” y “España, aparta de mí este cáliz”.
En 1938, el día de viernes santo, Vallejo muere a los 46 años. Todo ha empezado con una fatiga banal. El médico que lo atiende en la clínica Villa Arago, adonde lo han llevado funcionarios de la embajada peruana en París, no sabe qué decir.
Vallejo morirá sin causa aparente. Los tantos años de pobreza han hecho también su trabajo. Sólo después, muchos años después, Georgette hablará de un paludismo rebrotado -diagnóstico que más parece un pretexto para escamotearnos la verdad: Vallejo pasaba hambre y su organismo estaba muy debilitado cuando lo internaron-.
Lo entierran en el cementerio de Montrouge. Sólo en 1970, sus huesos irán a parar adonde él había querido: a Montparnasse.
De modo que esta es, simplificada casi hasta la impertinencia, la dura vida de Vallejo en París.
Por eso es que una ira veteada de desprecio me sube a la cabeza y al corazón cuando pienso que un par de buscones van a París, con toga e impostura, a hablar de quien no saben y a citar a quien no debieran ni rozar.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La palabra del muro

Alguna vez, cuando Willy Brandt era Canciller, yo también crucé el muro de Berlín.
En el checkpoint Charlie, el más importante de los tres pasos que comunicaban los dos Berlín, crucé el control erizado de cemento y guardias a bordo de un ómnibus que, de inmediato, cambió de tripulación: tanto el chofer como la guía –más que una guía, un cuadro político escogido entre las mujeres más guapas del sector oriental- pertenecían a la República Democrática Alemana, el nombre oficial de aquel país miembro del Pacto de Varsovia cuya capital era esa ciudad dividida. Esa ciudad donde había estado a punto de estallar la tercera guerra mundial.
Nos llevaron por todo Berlín comunista, que no era feo ni lúgubre como dicen algunos de oídas sino austero y lleno de espacios públicos enormes, y la guía, en voz alta, iba diciéndonos: a la izquierda tienen ustedes la Alexanderplatz, este es el Karl Marx Allee, aquí tienen la Friedrichstrasse.
Después pudimos pasear libremente y dispersarnos por donde quisiéramos –a una hora señalada el bus vendría a recogernos en un sitio convenido-.
Al final de mi breve recorrido llegué a un hotel llamado Berolina, donde tomé un café. En una sala de lectura contigua uno podía encontrar, en veinte idiomas distintos, el folleto con la última entrevista del líder comunista Erick Honecker, que había reemplazado al ortodoxo Walter Ulbricht.
Berlín oriental no era lúgubre sino aburrido. Y el Estado policiaco tenía una presencia mucho menos grosera que en otros países de la órbita socialista. La RDA era, en todo caso, la economía menos artificial de los países del CAME y se destacaba en la industria óptica y en la elaboración de algunos textiles sintéticos.
A pocos metros del muro, en el sector occidental, en las cercanías de la Puerta de Brandenburgo y mirando justo al sector soviético donde estaba el checkpoint Charlie, se erguía el gigantesco edificio levantado por el zar de la prensa germano-occidental Axel Springer.
Allí estuve, en su último piso –donde tenía su sede el Club de la Prensa- y poco después asistí al espectáculo que más irritaba a los dirigentes de la RDA: un letrero electrónico, erguido en la azotea de aquel coloso, donde discurrían sin cesar las noticias que la prensa controlada del Berlín Oriental no publicaba. Era el periódico gratuito y subversivo que el dueño de Die Welt y Bild había creado como aporte a la guerra fría.
Se dice que al comunismo lo mató la economía. Puede ser. Pero yo tengo la indemostrable teoría de que su derrota mayor fue la censura. Cuando en una sociedad la verdad no se puede decir algo muy malo tiene que estar pasando.
Y la censura era hija del miedo. El miedo de la jerarquía comunista a que la democracia popular que decían haber construido se hiciera de veras democracia y de veras popular.
¿Una república de obreros donde los obreros no podían protestar?
¿Un país antifascista donde la Stasi era una Gestapo leninista?
¿Una democracia popular donde las huelgas eran consideradas traición a la patria?
Recuerdo que en la cancillería alemana pregunté si se había dejado de pensar en la por entonces remotísima, inimaginable reunificación alemana.
-Los alemanes jamás dejaremos de pensar que la reunificación es nuestro destino –fue la respuesta.
Dieciocho años más tarde de pronunciadas aquellas palabras, el muro cayó.
Y la RDA murió en olor de multitud. Multitud que no lloraba sino que festejaba. La madrastra con cara de Stalin se había ido de este mundo sin tiros ni masacres.
Pero ahora que todos celebran los 20 años de la caída del muro de Berlín habría que recordar que si hubo RDA y muro y Pacto de Varsovia fue porque Hitler, apoyado por todos los empresarios alemanes y buena parte de los de “Occidente”, quiso destruir el mundo que quedó después del Tratado de Versalles –paz idiota impuesta tras una guerra también avalada por las derechas mundiales-.
Y también habría que recordar que si el socialismo degenerado cayó sin balas ni lamentos, eso no quiere decir que el mundo haya mejorado para las vastas repúblicas del hambre y la exclusión en África, Asia y América Latina.
El mundo no es más justo después de la caída del muro. Una Europa acrecentada y federativa no es algo que concierna a los pobres del planeta. Es algo que blinda, aún más, el egoísmo europeo.
Celebremos la caída del muro de Berlín. Pero no pretendamos decir que la historia ha terminado y que las grandes cuestiones de la economía, la energía, el calentamiento global y la brutal asimetría del comercio mundial ya están en vías de solución.
Recordemos también que hay muros como el de Cisjordania, que está pensado para tener no los 45 kilómetros que tuvo el de Berlín sino los 721 kilómetros de su diseño original.
Un muro levantado para separar a los palestinos de su propia tierra y para consolidar, desde el hormigón armado, las urbanizaciones ilegales del estado de Israel en tierras de conquista.
La hipocresía mayor de los últimos años es ver a la derecha europea denostando los muros de la vergüenza y avalando la política criminal de los Estados Unidos en el medio oriente.
Porque habrá caído el muro de Berlín pero los pobres del mundo siguen estando contra la pared.

martes, 10 de noviembre de 2009

Frases hirientes

- Los miembros del Tribunal Constitucional cuelgan ahora de un hilo.
- “Mi nombre es Juan Quispe Huamán, mi DNI es 48674432 y me ha contratado la Sociedad de Minería para que diga lo que voy a decir...”
- El día que a los cobardes los pongan en valor vamos a ser un país muy rico.
- “¡Qué injusticia! ¡Los Juegos Panamericanos tenían que hacerse en Lima!” (Bolón)
- Alas Peruanas era una agencia de viajes.
- Los canales porno transmiten in situ.
- Cuando se arrima a la izquierda, Valle Riestra parece el Barón Rojo.
- Lo que quería la mujer del martillo era rematarlo.
- “¡Esto es espantoso! ¡Estoy rodeado de llamas!” (Pinochet en el infierno)
- Quien cortó un rabo en la corrida fue César Gutiérrez.
- El grave problema de la igualdad es que no existe.
- Los que más festejan la caída del muro de Berlín son los que viven rodeados de cercos eléctricos.
- Nada me hace más agnóstico que pensar que Cipriani tiene la franquicia de Dios en el Perú.
- De tanto cambiarse de nombre Cataño debería apellidarse Malpartida.
- “Ahora estoy en la cámara baja”. (Belmont)
- Viendo la vejez de sus intérpretes y compositores uno se pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre el Día de la Canción Criolla y el Halloween?
- “No hay que perderse el concierto de Raphael”. (Rey)
- Lo que le faltó al comunismo fue masa crítica.
- Vendiendo el país a pedazos García es un loco de remate.
- “El que inventó el show de los sueños fui yo”. (Freud)
- Se llama fast food porque te mata rápido.
- Borracho que llora es bomba lacrimógena.
- La mayoría de las mujeres contraen patrimonio.
- “¡Sólo la verdad y Keiko nos harán libres!” (Montesinos)
- Luis Nava debiera ser ministro de Cultura porque es un hombre que sabe demasiado.
- La conciencia ecológica todavía está verde.
- “¿Aquí no hay algo como Gaza? ¿Y qué vamos a bombardear entonces?” (Baruch Ziv, asesor israelí contratado para el Vrae)
- Las barras bravas son las que celebran los penales.
- La corrupción demostró en Paita que tiene un amor en cada puerto.
- La “pobreza extrema” la inventaron para consolar a los pobres.
- ¿Y cómo podemos estar seguros de que esto que vivimos no sigue siendo parte de la prehistoria?
- El pecho de las jóvenes es un modelo de desarrollo autosostenible.
- El protestantismo que más crece está dentro del Apra.
- El único seguro universal es la muerte.
- Detrás de una muchacha anoréxica hay una muñeca inflable.
- A la hora del divorcio todos somos envases retornables.
- El norte de Chile es el Perú.

domingo, 8 de noviembre de 2009

La fiesta inolvidable

“Presidente García arma jarana en Plaza Mayor por hallazgo de gas natural”, dice la página web de “Crónica Viva”.
“Este es un homenaje al Perú por el gas encontrado en el lote 58”, dice Gonzalo Iwasaki animando la gran fiesta que se transmite por Canal 7.
“Tengo una noticia extraordinaria que darles: hemos encontrado un inmenso yacimiento de gas en la estructura Urubamba del lote 58. Son cinco pozos o estructuras y parece que sólo en el primero hay bastante más que un trillón de pies cúbicos de gas. Yo voy a estar mañana sábado allí y podré confirmar este hallazgo”, dijo el viernes el presidente de la República Alan García.
“El viaje del presidente García al lote 58 se frustró por el mal clima. El mandatario tuvo que retornar a Lima antes de lo previsto”, informó el sábado la secretaría de prensa de Palacio de Gobierno.
“Con este hallazgo gasífero del lote 58, de confirmarse, podemos decir que el Perú tendrá seguridad energética hasta por lo menos el año 2050”, señaló el viernes Alan García.
“El presidente García dijo que el hallazgo de petróleo ligero logrado por la empresa Talismán en la selva norte sería tan importante como el del gas encontrado en el lote 58”, informó ayer el portal digital del diario “El Comercio”.
“Cancelan viaje del presidente García al lote 58 por problemas climatológicos”, tituló el sábado la versión electrónica del diario “La República”.
“Estamos celebrando lo del lote 58, este hallazgo del gas que va a cambiar al país”, grita Marisela Puicón junto a Gonzalo Iwasaki en la tarima de la megafiesta de la Plaza Mayor. Anuncian que los hermanos Yaipén estarán de todas maneras en el escenario montado delante de Palacio de Gobierno.
“Petrobrás no puede confirmar hallazgo de gas en Perú”, titula un despacho de la agencia estadounidense Associated Press. El texto bajo el encabezado es el siguiente:
“Lima, 6 de noviembre.-La petrolera estatal brasileña Petrobrás dijo el viernes que no puede confirmar las informaciones de que descubrió un yacimiento con un billón de pies cúbicos de gas natural en Perú.
Petrobrás dijo en una declaración que concluyó las perforaciones de un pozo de 4,000 metros (13,100 pies) de profundidad en la selva peruana.
La empresa analizará ahora sus descubrimientos y no anunciará ni la cuantía ni la viabilidad comercial del yacimiento hasta pasadas unas semanas.
El presidente peruano Alan García dijo el jueves que Petróleo Brasileiro SA halló un enorme yacimiento en la provincia central de Cuzco.
García señaló que los técnicos peruanos calculan que el yacimiento encierra hasta cinco billones (trillones en el sistema decimal empleado en el Perú, nota de este columnista) de pies cúbicos de gas.
Respecto de la reticencia de Petrobrás a confirmar el hecho dijo que entendía y compartía “la prudencia” de la empresa brasileña”. (Fin del despacho de la Associated Press).
“La empresa Talismán señaló que sólo en diciembre podrá hacer un estimado del tamaño del yacimiento de petróleo encontrado en la selva norte”, informó el sábado Canal N.
“El Perú sigue creciendo. Sigan divirtiéndose”, dicen los hermanos Yaipén.
“Todo esto es un regalo de nuestro creador porque Dios apoya a los pueblos que tienen fe, a los pueblos que saben cantar. Ayer llevé la palabra de todos ustedes a Guadalajara...”, dice Alan García junto a los hermanos Yaipén.
“Y para todos los que se oponen al Perú, aquí va esta canción que tanto gusta: Ojalá que te mueras”, dice uno de los Yaipén. El doctor García saluda al público.

sábado, 7 de noviembre de 2009

La derrota de Lima

La presencia del presidente de la República en Guadalajara quizá no fue lo más contraproducente para la candidatura de Lima pero sí jugó un cierto papel.
García, que se reserva el populismo para el exterior y que aquí parece hermano menor de Milton Friedman, habló de países pobres y ricos y de igualdad de oportunidades para todos y añadió que la jornada no tenía que ver con una competencia de dineros y de infraestructura sino que era un capítulo del espíritu deportivo y de las ganas de hacer las cosas bien y de fraternizar.
El problema es que la jornada sí era una competencia de dineros y de infraestructura. Y en cuanto a eso del derecho de todas las ciudades a presentarse como aspirantes a sedes de torneos importantes, lo primero que a uno se le ocurre, ante tanta demagogia, es pensar en Puerto Príncipe, sumergida en su enésima anarquía, o en La Paz, donde la muerte se ensañaría con los corredores de fondo, o en Ciudad Juárez, donde las plusmarcas vienen de los sicarios que huyen de la policía.
No, pues. No se va a Guadalajara a decir que el Perú es la mamá de Tarzán, como quiso decir García. Ni a ofrecer como sede central –y escenario de la inauguración y la clausura- un estadio nacional construido en los años cincuenta del siglo pasado y mejorado con 13 millones de dólares en obras.
Nada tenía que ver la batalla de Ayacucho con la decisión de la Odepa (Organización Deportiva Panamericana). Esa mención presidencial quizá hizo recordar a la delegación colombiana lo remolona, monárquica y realista que era aquella Lima manejada por el señoritismo y lo extraño que era aquel Perú que tuvo que ser liberado por tropas extranjeras.
El asunto era entender el desafío y portarse a la altura de las circunstancias.
Y la delegación peruana lo primero que hizo al llegar fue meter la pata ofreciendo, en un tríptico, la transmisión satelital gratis para los países del Caribe que no pudieran pagarla, algo que la Odepa le había prohibido expresamente hacía pocas semanas.
Y se lo prohibió porque esa ganga violaba el reglamento de la convocatoria y los derechos de transmisión que se reserva Odepa.
Ante la llamada de atención del organismo que debía decidir, la delegación peruana, con el inefable Iván Dibós como estratega, pidió disculpas y dijo que el reparto de ese folleto “había sido una distracción atribuible al descuido de un funcionario”.
Nadie creyó eso, desde luego. La “viveza criolla” nos había vuelto a costar.
No es cierto, además, que las sedes de eventos famosos estén reservadas a una aristocracia internacional. Eso fue lo que insinuó García y esa fue –estoy seguro- una de sus frases más rechazadas.
Es cierto que Chicago y Winnipeg han acogido los Juegos Panamericanos. Pero también es cierto que Cali (1971), Caracas (1983), La Habana (1991), y Santo Domingo (2003) fueron sedes del mismo certamen.
Lo peor de todo es que un fracaso que debería limitarse al ámbito deportivo parece ahora una derrota política y diplomática.
Y eso porque, tal como lo reseñaba un despacho de la agencia Efe, “el Ejecutivo consideraba que los Panamericanos serían el espaldarazo que necesita Perú para confirmar su sólido crecimiento en América Latina”.
Es que cuando se mezclan papas con camotes lo que sale es una yuca.
Y quien coronó con una frase histórica la triste aventura de ayer fue el alcalde de Lima.
La agencia oficial “Andina” lo resumió así:
“Castañeda destacó el que, al final, Lima haya quedado segunda, después de Toronto...”
Todo un aporte a la cultura vernacular.
Quedamos segundos y éramos tres.
A Castañeda habría que decirle que hay maneras menos brutas de consolarse.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Perogrullo nos defiende

“Se aprovechan de la situación. Nuestros soldados están en sus bases y los terroristas atacan desde lejos. Atacan a mansalva y en cualquier momento”.
Esta frase no proviene de un retrasado mental ni de un amante de las obviedades y ni siquiera de Perogrullo, aquel que decía que nadie podría ver las estrellas al mediodía.
Esa frase pertenece al repertorio del señor ministro de Defensa, don Rafael Rey, y fue dicha ayer como glosa de lo ocurrido en Vizcatán: un soldado muerto y otros cuatro heridos a causa de un ataque neosenderista.
Con lo que ya van 41 efectivos del ejército asesinados por la pandilla de alias José en los últimos meses.
Y claro, señor Rey, que las bases del ejército no se mueven (porque por eso se llaman bases) y que las guerrillas sí se mueven (porque por algo son guerrillas) y por supuesto que los irregulares aprovecharán siempre la ventaja de su naturaleza evanescente y desde luego que atacarán a mansalva y lo más lejos que puedan –o lo más cerca si de una emboscada se trata-.
Porque lo que pretende una guerrilla es escoger un escenario propicio y jaquear a las tropas oficiales llevando la iniciativa, demostrando temeridad y desmoralizando al adversario.
Una guerrilla es un matorral que dispara, un árbol que ejecuta, un señuelo que cuesta vidas, un recodo de plomo.
Así fue desde los tiempos de David –cuando los ejércitos judíos combatían exitosamente en contra de los cananeos- y así lo creyó Sun Tzu nada menos que cinco siglos antes de Cristo, cuando en “El arte de la guerra” teorizó, precisamente, sobre el modo de imponerse desde la sorpresa y la velocidad de movimientos.
Es más, Sun Tzu fue el primer ensayista que escribió sobre el papel de la inteligencia militar y lo hizo, con su habitual brillo, en el capítulo 13 del libro, aquel titulado “Sobre el uso de los espías”.
Como se sabe, la versión que hoy conocemos de “El arte de la guerra” es una síntesis y todo apunta a que cada capítulo de la edición que occidente conoce fue en realidad un libro en la versión ancestral.
De modo que cuando don Rafael Rey nos habla, entre la furia y la conmoción, de “la alevosía de los narcoterroristas” lo que está demostrando es que de Defensa no sabe nada y que de manuales antiguerrillas sabe todavía menos y que el papel que cumple es el de guardia suizo del Vaticano fungiendo de ministro en el ministerio que debiera librarnos de la amenaza neosenderista.
Pero si el ministro de Defensa es un amateur y un comandante en jefe de la nada, lo menos que podría hacer el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas es poner las cosas en su sitio.
Y la única manera de hacerlo es replanteando la estrategia en el Vrae. Ese cambio se logrará retomando la iniciativa del combate, renunciando inclusive al concepto de las bases con tal de quitarle al enemigo la ventaja de la predictibilidad, desplegando enérgicas acciones de inteligencia, recuperando el uso del espacio aéreo, poniendo al día el sistema de comunicaciones entre las patrullas y el mando central y, sobre todo, ganándose a la población a través de una benévola presencia del Estado –precursora de proyectos de desarrollo que, más tarde, reciban beneficios tributarios especiales y demanden mano de obra intensiva-.
Si hacemos todo ello, es probable que en un plazo no menor de cinco años podamos decir que el boscoso santuario de Sendero ha sido derrotado.
De lo que podemos estar seguros por ahora es de que la presencia de Rafael Rey en el sector Defensa es algo que alias José nunca terminará de celebrar.
Y cuando nombro a alias José me refiero también a aquella izquierda ambigua –felizmente microscópica- que sigue creyendo que la solución maoísta es la que el Perú se merece.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Conflicto de intereses

Hace unas horas, el congresista Ricardo Belmont logró que la Comisión de Transportes y Comunicaciones del Congreso creara un grupo de trabajo que estudiará los métodos que emplea la empresa Ibope para medir la sintonía de los programas de televisión.
La empresa Ibope es privada y, aunque sus métodos sean discutibles, no es fácil entender por qué la Comisión de Transportes y Comunicaciones tendrá que examinarla como si de una entidad pública se tratara.
El señor Belmont tiene en este asunto un visible conflicto de intereses. Es un congresista súbito a raíz de la muerte de Alberto Andrade y es, al mismo tiempo, el archifamoso propietario del Canal 11, desde el que habla, para regocijo de sus miles de televidentes, casi todas las noches.
Como congresista imprevisto tiene el derecho de presentar las iniciativas que se le ocurran. Pero como congresista y propietario de un canal no puede presentar propuestas que conciernan a la televisión. Y menos todavía propuestas que estén destinadas a hostilizar o presionar a una empresa que tiene tanto que ver con el negocio de la televisión.
Es como si Juvenal Silva, presidente de la mencionada comisión congresal y dirigente del club Cienciano, presentara en el pleno una iniciativa que favoreciera a los equipos de fútbol provincianos en desmedro de los limeños.
O como si Carlos Raffo, vice presidente de la misma comisión, propusiera que los publicistas de campañas electorales están exonerados de rendir cuentas ante la justicia en el caso de que hubiesen recibido dineros negros de manos sucias.
Sería mostrar el fustán de un modo por lo menos impropio y el plumero de una manera por lo menos ridícula.
El señor Belmont fue convencido por el señor Anchorena para que reingresara al ámbito de Ibope.
Cuando las cifras que mostró Ibope no le gustaron, el señor Belmont despidió al señor Anchorena aduciendo, precisamente, que la nueva programación no era lo que él había esperado.
Yo nunca he creído en Ibope, a pesar de que en muchos momentos de mi carrera sus mediciones me ponían por las nubes.
Pero una cosa es no creer en Ibope y otra es tratar de intimidar a Ibope aprovechando el cargo congresal y sacándole el jugo a la amistad con Alan García -que le dio hace poco las gracias por los servicios prestados- y con Luis Alva Castro, de cuya proximidad se ha jactado en el canal y en el hemiciclo.
Ricardo Belmont cree que su cargo de congresista puede ser usado para prácticos fines personales.
Lo increíble es que la Comisión de Transportes le siga el juego. Y que gente como Lescano lo acompañe en algunas de sus aventuras.
El 29 de octubre, por ejemplo, Belmont presentó un proyecto de ley que, de aprobarse, castigará con prisión efectiva (de 2 a 6 años) “al Director, Editor o responsable de las publicaciones o ediciones, a transmitirse a través de medios de comunicación social, tales como diarios, revistas, afiches, paneles, volantes, radio, televisión, o cualquier otro medio que produzca un efecto de comunicación similar, que publiciten imágenes, mensajes o audios obscenos o pornográficos”.
La cita es textual e incluye los atropellos al idioma y el cocido cerebral que de ese modo se revela.
En los considerandos, que llevan su indudable huella digital, Belmont, firmante protagónico de la iniciativa, cita a Joseph Pulitzer como fuente de inspiración ética, ignorando lo mucho que la prensa sensacionalista y amarillenta le debe al rival de William Randolph Hearst.
Y después de llamar a Pulitzer “el gran benefactor de una institución como la Columbia University Graduate School of Journalism”, añade:
“Que, (sic) el Pueblo Peruano no puede asistir impasible, ni mantenerse indiferente a los procesos de degradación moral que se yergue (sic) en estos momentos sobre nuestra sociedad...”
Y suma:
“De otro lado, no dejemos de reparar en lo siguiente, (sic) que no sólo hay excesos en la televisión sino en otro tipo de medios de comunicación, como la prensa escrita. Pero en todos estos casos, desde el punto de vista moral, cristiano y social, las imágenes carnales íntimas muchas veces caen dentro de la pornografía. En ese sentido, no creamos lo que dicen los que defienden la pornografía de que sólo “la más fuerte”... es dañina o ilegal. Pues hay estudios que confirman que la pornografía considerada “leve” (la que se ve en algunos programas de televisión, diarios o revistas indecentes) causan (sic) más crímenes sexuales que la pornografía más desembozada y fuerte” (varias veces sic).
Y no sigo porque estimo vuestro tiempo y vuestra salud mental, amables lectores. En todo caso, ahora entenderán cabalmente por qué tuve que largarme de Canal 11.
Ya veo al cura Oviedo decidiendo qué es pornografía y qué es erotismo permisible. O sea, separando la paja del trigo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Copiar y pegar

Lima, 3 de noviembre 2009 (Associated Press).-El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique cometió plagio, ratificó el martes la entidad peruana defensora de la propiedad intelectual.
La Sala de Propiedad Intelectual del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) confirmó en segunda instancia que Bryce plagió 16 artículos periodísticos publicados en diversos medios de comunicación locales e internacionales, según un comunicado divulgado por esa entidad estatal.

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Julio Ortega, ese valedor de la teoría de que el plagio no existe porque todo es lo mismo, se aparecerá ahora diciendo que el Indecopi es un ente burgués que protege esa antigualla que es el derecho de autor.
Es que ayer el Indecopi ha confirmado lo que todos ya sabíamos: que don Alfredo Bryce Echenique es, como colaborador periodístico, más activo que Francis Drake, más exitoso que William Walker –el pirata que juramentó en inglés como “presidente de Nicaragua” en 1856- y más viajero que Henry Morgan, tan orgullosamente inglés como los otros y como el linaje del escritor en cuestión.
O sea que Bryce es autor de dieciséis plagios comprobados por el Indecopi, aunque su abogado, el mago Enrique Ghersi, haya querido ocultarlo todo y aunque Bryce haya dicho ayer, desde Madrid, que “ahora sí tendré que apelar al poder judicial, un organismo más fiable”. ¡Cómo no!
En vez de pedir disculpas y decir que fue una mala racha, que la carga de trabajo era inmensa, que el surmenage era inminente, que fue préstamo y no apropiación, Bryce, con la ayuda valorable de Ghersi, insiste en la mentira.
Allá él. La investigación de Indecopi, que tenía listo su dictamen desde el mes de enero de este año, acredita que don Alfredo aterrizó como mosquito hematófago en la vena (literaria) de varios autores –la mayor parte de ellos catalanes- y publicó sin asco, bajo su firma y cobrando por ello, textos de otros.
A veces cambiaba alguna que otra palabra, o metía un gerundio, o reemplazaba un verbo por otro equivalente. Pero la mayoría de las veces la copiandanga era fotográfica, clónica y computacional. Para el prolífico novelista la modernidad llegó bajo el lema copiar y pegar del nunca mejor llamado mouse.
Y así entró en los domicilios literarios de Oswaldo de Rivero (“Quehacer”, mayo 2005), Eulalia Solé (La Vanguardia, julio del 2005), Nacho Para (El Periódico de Cataluña, diciembre del 2005), Carlos Sentis (La Vanguardia, julio del 2005), Jordi Cebriá y Víctor Cabré (Revista Jano, España, octubre del 2005), Sergi Pamies (Revista Jano, abril del 2004), Juan Carlos Ponce (Revista Jano, marzo del 2002), Blas Gil Extremera (Revista Jano, mayo del 2005), Jorge de la Paz (Revista Anuies, México, julio 1986), Benjamín Herrera (Revista Jano, marzo del 2002), Cristóbal Pera (Revista Jano, octubre del 2005), Luis Iruela (Revista Jano, octubre del 2005), Francesc-Marc Alvaro (La Vanguardia, noviembre del 2006), Josep Maria Puigjaner (La Vanguardia julio del 2005), y otra vez Oswaldo de Rivero (WWW.Contexto.Org).
Dieciséis plagios, quince autores. El único doblemente cogoteado es Oswaldo de Rivero. Digamos que se trata de una pincelada nacionalista.
El ensañamiento con la revista Jano es explicable. Jano es una gran revista dedicada a la medicina y a las humanidades. De allí el título de algunos de los artículos plagiados: “La estupidez perjudica seriamente la salud”, “La angustia de Kafka”, “El psicoanálisis de Woody Allen”, “La enfermedad de la nostalgia”.
La pregunta que habría que formularle a la “intelligenza” peruana es muy sencilla: ¿Puede hablarse de la anomia de la sociedad peruana, de la crisis de valores de la política, de la separación entre ética y función pública sin pronunciarse sobre este asunto?
Sin necesidad de hacerlo, un escritor talentoso y de éxito, famoso y reconocido, entra a saco en ingenios ajenos y firma 16 textos expropiados y recibe su cheque respectivo. Hasta que alguien –una investigadora chilena, para nuestra vergüenza- lo descubre y, claro, hay que llamar al Indecopi, que se demora meses en publicar el resultado de sus comprobaciones.
¿Y cómo reaccionan los intelectuales del Perú, las “fuerzas vivas” del espíritu, los herederos novoandinos de Voltaire?
Pues igual que los otorongos pacharacos: purito gremialismo, misma Sicilia, mismos cuñados de los Soprano.
Y después pretenden dar lecciones. Y hablar desde sus púlpitos.