domingo, 31 de agosto de 2008

Virus y gusanos

Les ponen nombres irónicos: Miguel Ángel, Irish, Jerusalén. Pero nadie sabe para qué tanto nombre si sólo son virus de computadora, dolencias de disco duro.
A los gusanos, que son cadenas moleculares de invasores, no les gustan los nombres sino el enigma de las fórmulas y la pinta letal, matemática y a veces apocalíptica con que sus padres los bautizan: Qh208, Doble Adviento, UG11.
Y a los troyanos, que son los Ph.D. del pus virtual, a veces ni se les nombra sino que se les alude con algún dato sobre la ciudad de donde proceden y la naturaleza de su maligno pundonor.
Pero virus, gusanos simples y troyanos de última generación son parte del mismo ataque y del mismo instinto tanático del hombre.
Es decir, bastó que una red invisible se tejiera en el ciberespacio y que esa red ofreciera una posibilidad de intercambiar información, juntar voluntades y mejorar el funcionamiento de la gente y de las empresas, para que, de inmediato, un ejército de legañosos y de lúmpenes empleara su talento para perforar la red y atacar sus sistemas.
La teoría de que sólo en el Perú funciona aquello de que el que sube el palo ensebado es jalado del saco para que se caiga, no es cierta. El mundo está plagado de parásitos y la envidia agresiva, la imbecilidad lúdica, el alma de langosta y el mongolismo voluntario son una realidad global. En ese sentido, el mundo es ancho pero no ajeno.
Por eso es que hay gente que se pasa horas y horas imaginando qué inventar para joder al prójimo. Y como la red es, por ahora, la mejor prótesis que la comunicación no censurada ha creado, pues entonces a agredirla y a menoscabarla con todo lo que la envidia pueda concebir.
Desde otra perspectiva, ser intruso en una computadora remota es una variante de la violación sexual. Hay algo casi sagrado que se rasga y hay una intimidad que se estropea en el acto de aparecer como un fisgón en el disco duro de otro y no dudo de que algunos pacientes de la flacidez más amarga encontrarán en el arte de crear virus o troyanos un sustituto extravagante de la erección y el cumplimiento del deber.
Estoy convencido también de que algunos fabricantes de pestes de sistema son asesinos en serie que no se atreven a ejercer y que están locamente seguros de que matar a una computadora es algo muy parecido a matar a su propietario (a), sólo que con el añadido gozoso de la impunidad.
Cuando un gusano la penetra y la infecta, le borra la memoria y la condena a un estado de inocencia que ya es invalidez, ¿habrá una vibración que no percibimos? Y es que sin programas y desmemoriada, la computadora corre el riesgo de parecerse a lo que siempre, y en el fondo, ha odiado ser: un estuche de plástico y carbono, un cacharro con marca, un montón de organizado sílice.
Alguna vez yo también pensé que cuando un virus eficaz ha hecho su trabajo, la computadora agoniza parpadeando su luz azul y, de inmediato, lanza un último suspiro en clave de Windows. Ese era el momento -llegué a pensar- en el que su base de datos, o sea su alma, trepa hasta el cielo cargado de cúmulos de la IBM. Allí será juzgada por sus actos, los servicios prestados y las veces que evitó el Alzheimer de un ataque viral.

sábado, 30 de agosto de 2008

Generación del 68

Se abalanzan sobre el 68 los fuertes dóberman del pensamiento débil, los caniches del fin de la historia, los consultores y los lobistas se abalanzan, los nietos de Maurras patean el mayo del 68 (y sus colaterales), los admiradores de Petain hacen llover cacana sobre el 68 (que es sólo una leve sombra) y lo embisten como si se tratara del demonio.
Y el pobre 68 es sólo una foto amarilla, una película llena de estrías y un póster de desván. Pero los dóberman del pensamiento débil ladran cuando alguien les habla del 68, de aquel mayo francés que casi fue Comuna de París y Danton al mismo tiempo, que puso en jaque a De Gaulle y a su Quinta República y que le advirtió al mundo que el hastío se había juntado con la rabia y que el hastío, la rabia y la inteligencia (entendida como generosidad) harían temblar a los de arriba.
¿Por qué tanto ensañamiento con el 68?
Porque el 68 les recuerda el miedo en el que viven: miedo a que la represa de naipes que han construido se venga abajo; miedo a que se den cuenta del papel del miedo en toda esta mugre; miedo a que las cosas cambien aunque sea un poquito.
Pero esa no es la única razón. Otra es que el 68 les recuerda en qué se han convertido: en niños cantores de Viena, en chicheñones, en camposdecanalsiete, en bien pagáos, en sobones del gran poder y en parásitos de lo que sea que salga elogiado en “Gestión”.
Porque el 68 les recuerda a los más jóvenes lo que podrían haber sido en vez de estos fantasmas con una X en la frente y un cementerio a la altura del corazón.
A los 68 les disgustaba el mundo pero disfrutaban mucho de la gente y muchos de ellos no sentían vergüenza amando como animales, gritando como descubridores, viviendo al filo de la navaja y contradiciéndose groseramente. Los del 68 querían un mundo mejor pero antes de quererlo, ellos mismos se hicieron mejores. Y se hicieron mejores con el método más sencillo: sintiendo que la injusticia nos concierne y que el planeta es uno solo, lleno de prójimos y de esperanza. ¡Tenían una idea clara de cómo hacerlo y a quiénes había que desenmascarar para lograrlo!
¿Por qué fue languideciendo esa alegría constructora –con barricadas y fuego también se construye- de mayo del 68?
Primero, por lo que el comunismo real hizo con el pobre de Marx y el rico de Engels: países que eran campos de concentración, laboratorios de la unanimidad fingida, secretariados de hombres-lobos, sucio estalinismo armado contra el pueblo.
Cuando a mayo del 68 le siguió la invasión de Checoslovaquia por tropas soviéticas dispuestas a terminar la primavera de Dubcek y restaurar el invierno de la KGB, muchísimos jóvenes se preguntaron para qué diablos se habían deshecho de De Gaulle si lo que quedaba era esto.
Era una reflexión apresurada, por supuesto. Porque en eso vino Salvador Allende y demostró que el asunto de fondo no era la democracia –que él respetó todo lo que pudo- sino el control económico y el manejo centralizado de las fuentes de energía. Y entonces, vino el gobierno ya impúdico de las transnacionales y la ONU de los CEOs y las corporaciones alquilando políticos para que les llevaran el cartapacio.
Para que ese gobierno de Friedman y sus macacos cundiera, era imprescindible que la socialdemocracia degenerara en lo que encarnó González, en España, y Craxi, en Italia. En resumen, la socialdemocracia fue eviscerada y lo que pudo ser el premio consuelo de un cierto socialismo democrático y tolerante se convirtió, en el poder, en una exquisita rama de la derecha. Una derecha que decía venir de Rosa Luxemburgo pero que se dirigía donde la Lola Flores. Una farsa, en suma, que no alcanzaba ni para el repudio.
Y un último elemento en el entierro del espíritu del 68 ha sido la colosal operación mundial que la derecha financió con sus chequeras y sus universidades, sus fundaciones y sus fundiciones, sus capones y sus videlazos. Esa operación ha tenido, como decía, éxito y hoy asistimos a la hegemonía global de las ideas más idiotas que una ameba podría imaginar –si las amebas imaginaran cosas-.
Entre esas ideas está esa de que lo que es bueno para Dionisio Romero es maravilloso para el país. O esta otra: que de tanta riqueza en el penthouse llegará a haber una masa crítica de sobras que chorreará y nos hará felices. O esta, maravillosa: que lo que los trabajadores necesitan, en esta hora de desamparos, es más desamparo. O esta: que el libre comercio existe. Y esta: que la democracia es un activo de la nación. O esta: que la prensa es independiente. Y esta: que como hay inflación en el precio de los alimentos sería muy bueno sembrar millones de hectáreas para hacer combustible en vez de comida. Y como mil etcéteras más.
La entronización del pensamiento idiota como referente es una hazaña mediática que algún día será analizada con asombro. Mientras tanto, debemos cruzar este desierto en el que Bush, un auténtico delincuente internacional, es figura central y comandante en jefe de varias invasiones simultáneas.
Por todo lo aquí dicho, nunca terminaré de agradecer a la casualidad haber pertenecido a la generación del 68. Porque no había duda: los del 68 estábamos vivos y odiábamos la indiferencia.

viernes, 29 de agosto de 2008

Un Perú de papel

Como habrán notado algunos, esta columna hace tiempo que no comenta las babosadas de la caverna.
¿Que la Comisión de la Verdad es una conspiración caviar? Que lo sigan diciendo. La gente no les hace caso. El país está en otra. Los giampietris no son ni, por asomo, importantes.
¿Que Fujimori es honrado y patriota? Que Saravá siga diciéndolo y que su rostro siga siendo el logotipo moral del fujimorismo. No hay que contestarles porque sería de pésima educación.
¿Que la ley de la selva debió de aprobarse y que su rectificación será vista como una claudicación por los inversores? Que “El Comercio” lo siga escribiendo en esos editoriales que tose Huguito Guerra y corrige el fantasma sin cabeza de Sánchez Cerro.
¿Que la felicidad está a la vuelta de la esquina gracias al manejo económico a cargo del hampa de Eisha que federó Kuczynski y heredó, gustosamente, el doctor García? Que algún diario de los Agois lo diga no significa nada. Total, los Agois son, como se sabe, la viruta tenaz de Luis Banchero Rossi.
¿Que el chavismo y el humalismo encienden la pradera y que si no fuera por ellos la paz del Perú sería absoluta? Que lo diga algún Wolfenzonzo no debería alterar a nadie. El sur se pronuncia a su manera, la selva deroga una ley hecha para los madereros de Chile, los de abajo no se la creen.
En el fondo, como dijo Abelardo Oquendo en su versión de Pedro Rojas el día que “La Crónica” dejó de ser de la familia Prado, “la derecha es un tigre de papel”.
Y con papel impreso quieren aturdirnos. De papel es el país inventado donde Alva Castro es una autoridad respetable, Vega Llona un intelectual, García un estadista, el Perú un tigre asiático camino al primer mundo, la minería un gran contribuyente, Keiko Sofía una gran dama y así por el estilo, todo cambalacheado y al revés, patas arriba y de contra, acangrejado y tornasol.
Este Perú pirata que la derecha ha levantado dominando la escena de los medios, no es el real. Y lo que va a suceder, como ha pasado cada treinta años, es que va a llegar el día en que esa verdad calumniada por la ficción de la caverna va a encontrar la manera de imponerse.
Y se impondrá.
Así se reúnan veinte mil giampietris vestidos de blanco (primero) y rojo (después de la tarea).
Así “El Comercio” tenga una rabieta y los Agois una rabietita.
Así las radios claves griten en clave de sol.
Porque a la derecha peruana le pasará siempre lo mismo que a sus ancestros guaneros: hará negocios pero no país, plata pero no nación, fortuna pero no cimientos, bonanza pero no futuro.
Si la llamada “prosperidad falaz” del guano nos dejó corrupción y deudas, ¿qué nos dejará esta bonanza metálica que tiene fecha de caducidad?
No sé, desde luego, qué nos dejará. Creo saber, sin embargo, qué no nos dejará.
No nos dejará un Estado arbitral tratando de reducir las peores inequidades.
No nos dejará un país amistado, longitudinal y transversalmente. El hecho de que sigamos llamando “nativos” a quienes pueblan la selva que no miramos y que es el 70% de nuestro territorio, da una idea del fracaso peruano como proyecto de Estado-nación. El hecho de que mucha gente siga pensando que los asesinados de Putis no son semejantes sino miembros de una ciudadanía degradada que habita las alturas, es otra huella de esta desgracia desintegradora.
El Perú es, potencialmente, una Yugoslavia andina. Está pegado con las babas del diablo y el terokal del centralismo represivo y, a diferencia de la Yugoslavia de Tito, carece de un centro real. Y la derecha de papel cree que domina la situación porque sus periódicos se lo dicen y sus televisiones se lo paporretean. Está segura, además, de que el consuelo de la caridad –vaso de leche, juntos, sembrando, toda esa porquería “altruista”- resultará suficiente para calmar las hambres y parar las rabias.
Si la política peruana no se renueva, si los partidos no se adecentan, si la perplejidad sigue paralizando a los buenos y la impunidad alentando a las sabandijas, el Perú sabrá lo que es violencia. Y no sólo sabrá. Quizá sea que la merecerá.

jueves, 28 de agosto de 2008

Divino tesoro

Según la página juvenil inaugurada hace poco por el diario más viejo del Perú, los jóvenes limeños –encuesta de Apoyo dixit- podrían competir en un torneo de descerebrados satisfechos, esos que el señor Vivas halaga desde su reciente postura de biógrafo oficial de Calígula.
Y es que en esa página de ombligos tatuados y mechas sueltas sale que los jóvenes prefieren la TV como medio de información –lo que implicaría que la TV nacional informa-; que lo que más ven son los noticieros –lo que supondría que los noticieros peruanos de la tele dan auténticas noticias-; y que, en suma, lo que más ven son el programa de Magaly Medina y el de Jaime Bayly –lo que es una clara señal de las ningunas ganas que tienen los jóvenes de interesarse por el mundo y de su definida afición, más bien, por evadirlo-.
Ahora bien, uno puede evadirse del mundo de muchas maneras. Uno puede, por ejemplo, meterse a un cine, ver al Municipal reahogándose en segunda, proponerle indecencias a la novia, masticar tendones en una pollería, coleccionar los cromos de Narigones 2, suicidarse por distracción y hasta leer un editorial del diario que fundó un chileno, mejoró un argentino y compró finalmente una familia panameña.
Sin embargo, si le tenemos que creer a “El Comercio”, los chicos limeños no hacen nada de lo descrito en el párrafo anterior. Lo que hacen es tirarse a una cama con el control remoto en la activa mano y darse un atracón... de TV nativa (pero sin nativos).
Y, además, los chicos de hoy están convencidos de que los mejores periodistas son, según el género, Federico Salazar y Rosa María Palacios. Ambos, por estricta coincidencia, pertenecen al Canal 4, propiedad de “El Comercio” desde su espectacular compra por 35 millones de dólares.
Palacios y Salazar tienen méritos que nadie puede discutir. Pero que su patronal los encumbre –con la manita de Apoyo- parece confirmar que la gran prensa se reserva el concepto “conflicto de intereses” sólo para ser usado en el Congreso.
A lo que voy es que, detrás de esas inclinaciones generacionales, está el éxito que la derecha mundial ha obtenido en su tarea de desprestigiar la política, fomentar la banalidad, premiar el individualismo predador, exiliar las utopías como si de plagas se tratara y, en fin, hacer de buena parte de la juventud ese ejército de zombies que nada cuestiona y que ante ningún horror se escalofría. Son los nihilistas que no escogieron la nada porque fue la nada quien los escogió. Son los ejércitos de la noche que Mailer no pudo imaginar.
O sea, son parte del sistema, la vaina, el billetón, la burundanga que la Rand Corporation empezó a lanzar gaseosamente como si del agente naranja se tratara.
-¿Cómo impedimos otro mayo del 68? –se preguntaron en Chicago.
-Logrando que sólo piensen en el 69– respondió un genio.
Y así empezó esta ola tóxica que quiere hacernos creer que el cine es bang-bang, que pensar da sarna, que dudar te mata, que no comprar causa ladillas, que no ir a Eisha es de necesidad mortal, que si lees amaneces sin huevos, que Vega Llona es humano y que América Noticias es un noticiero y no la hemorragia imparable que es en verdad.
Cretinizar es un programa mundial que una Unesco invertida y en la sombra está llevando a cabo todavía. Porque hace mucho tiempo que los que cortan el jamón serrano se dieron cuenta de que la información puede producir la peste de la rebelión. Y de que enmugrar a la gente desde los medios masivos de comunicación que manejan (el 99%) es un santo deber que Escrivá de Balaguer bendice desde el cielo (donde baila una jota con Francisco Franco). Y también se dieron cuenta estos lobos de varios husos horarios de que un Latin American Idol es la manera moderna de vendernos el anzuelo de la tierra de las oportunidades.
De modo que cuando un chico bizquea ante una Play Station y otro cree que la TV nacional informa y un tercero desprecia a los aguarunas después de leer a una alimaña limeñísima, alguien en la Rand –o en el Cato Institute, o en la cama de Condoleeza Rice- siente que ha hecho bien su tarea y que la rebelión de las masas es ahora tan sólo un viejo libro de un tal Ortega y Gasset (que hasta medio pronazi había sido).

Felicitaciones, jauría.

miércoles, 27 de agosto de 2008

A sangre fría

La notable periodista estadounidense Amy Goodman logró hace algún tiempo la hazaña de entrevistar a una ex oficial de Inteligencia del ejército que Bush mandó a Irak y a Afganistán.
¿Por qué fue esta una hazaña periodística?
Porque la entrevistada confesó, en resumen, que lo de la muerte de dos periodistas en el hotel Palestina de Bagdad fue un asesinato y no –como ha sostenido la repulsiva administración norteamericana actual- “un trágico error”.
La entrevistada se llama Adrienne Kinne y sirvió en las fuerzas armadas de los Estados Unidos durante diez años, de 1994 al 2004.
Su último destino fue Fort Gordon, Georgia, y su misión consistió en ayudar a interceptar todas las comunicaciones telefónicas que pasaran por el empleo de satélites y que ocurriesen en Irak y Afganistán.
¿Todas?
Sí, todas. Un equipo de veinte personas, entre las que se encontraba Adrienne, recibía la retransmisión del espionaje satelital, lo almacenaba en gigantescas computadoras, lo programaba de acuerdo a ciertos parámetros lingüísticos preparados por especialistas en árabe, dari y pashto –las tres lenguas básicas de la región- y lo enviaba donde los analistas militares si la transcripción resultaba “interesante” desde el punto de vista de la guerra.
Desde diciembre del 2001 hasta agosto del 2003, la sargento de Inteligencia Adrienne Kinne escuchó miles de conversaciones telefónicas. Muchas de ellas procedían de sospechosos de pertenecer a redes terroristas y parecía normal que se las secuestrase, pero la mayor parte –y eso empezó a preocupar a la sargento Kinne- salía de las líneas usadas por oenegés humanitarias, la Cruz Roja, la Media Luna Roja, Médicos sin Fronteras, periodistas, diplomáticos de todos los colores y hasta funcionarios norteamericanos del cuerpo diplomático.
Esto último inquietó especialmente a Kinne. Al fin de cuentas, una directiva de Inteligencia –la USSID 18- prohibía espiar los teléfonos de ciudadanos de los Estados Unidos (y hasta de los nacionales de países aliados) y lo que estaban haciendo en Fort Gordon ya no sólo era invasivo sino abiertamente criminal.
Un día, asustada por lo que había escuchado, le preguntó a su superior, el Brigada John Berry, si no debían temer en el futuro alguna acción legal de parte de las víctimas de tan colosal espionaje. Berry le contestó que no se preocupara, que estaban en guerra.
La sargento Kinne no sólo hacía escuchas telefónicas sino que también recibía copias de algunos documentos secretos. Eso permitía al equipo de orejones de Fort Gordon tener más luces sobre adónde dirigir la atención.
Una tarde, Kinne tuvo en sus manos un documento que la conmovió especialmente. En los días previos a la operación Shock and Awe (Impacto y Terror) –un modelo de cómo aterrorizar a un pueblo y desalentar toda respuesta organizada-, la sargento leyó un mensaje en donde se señalaba al hotel Palestina, en pleno Bagdad, como “objetivo militar potencial”.
¿No era ese el hotel de donde habían provenido tantas voces de periodistas hablando con sus jefes distantes y sus familias preocupadas? Lo era.
La sargento Kinne fue entonces donde su jefe y lo encaró. Dejemos que lo cuente con sus propias palabras:
“...Acudí a mi oficial al mando y le dije que hay periodistas alojados en ese hotel y ellos creen estar a salvo, y lo tenemos catalogado como objetivo potencial...¿no deberíamos hacer un esfuerzo para que las personas adecuadas conozcan esta situación? Por desgracia, mi oficial al mando, de forma parecida a cuando le expresé mi preocupación acerca de ciertas cosas que estábamos recopilando, me dijo que mi trabajo no era analizar, que mi trabajo era recopilar información y pasarla y que alguien, en un nivel superior de la cadena de mando, sabía lo que estaba haciendo”.
En efecto, el alto mando militar de los Estados Unidos no hizo ninguna advertencia a los vulnerables ocupantes –casi todos periodistas y colaboradores de equipos noticiosos- del hotel Palestina.
Y todo indica que ese fue un acto premeditado cuyo objetivo fue extender el terror a los periodistas independientes que no se habían alistado como “patrióticos” corresponsales de guerra en las columnas del ejército invasor. Por eso es que quienes murieron fueron dos temerarios y “marginales” camarógrafos –la especie más odiada por los asesores que demandaban no repetir los errores mediáticos de Vietnam-: Taras Protsyuk, de la agencia Reuters, y José Couso, de la cadena española Telecinco.
Cuando ese asesinato ocurrió el 8 de abril del 2003, la sargento Kinne no podía creerlo. Ese fue el día en que decidió su espantado retiro. Ahora, desinfectada y libre, recuerda lo que su jefe, el Brigada John Berry, le dijo un día de esos de máxima tensión mientras corría la cuenta regresiva de la operación Impacto y Terror:
-“Mi Brigada realmente dijo que esto era básicamente la venganza definitiva por el 11-S y que íbamos a bombardear a esos bárbaros hasta el fin de los tiempos”.
Un mes después del doble asesinato del hotel Palestina, Colin Powell mentiría –una vez más- diciendo que “esa instalación jamás estuvo entre los blancos militares de nuestras fuerzas armadas”. (No vaya a ser Obama un Powell más sofisticado).
Que esos crímenes se hayan producido “en nombre de la libertad” ya es vomitivo. Que hayan quedado impunes es toda una lección sobre la ética del nuevo orden mundial. Que una sargento de Inteligencia se atreva a contar la verdad cinco años después es, sin embargo, esperanzador. De abajo tendrá que venir la resistencia y la decencia que nos puedan salvar de tanta mierda.

martes, 26 de agosto de 2008

La Ley de la Selva o el arte del mal gobierno

En el mes de las olimpiadas, el Perú ha estado en la noticia de las principales cadenas y diarios del mundo. No precisamente por haber ganado alguna medalla en Beijing. Desde CNN, la BBC o Al Jazzera hasta Le Monde, The Bangkok Post, The New York Times, Clarín o Le Temps, la prensa mundial ha informado sobre la tensión social y nacional por el conflicto de tierras indígenas en la Amazonía.
La imagen: Un gobierno que violando su Constitución y el derecho internacional legisla para promover la privatización de ancestrales tierras comunales, con el objetivo de inducir su venta a consorcios internacionales petroleros y gasíferos. Nada más y nada menos. Es decir un gobierno hundido en el pasado de la explotación no sustentable de los recursos naturales de su propio país y reacio a entrar a la modernidad que implica el respeto a la identidad cultural de las comunidades nativas y al derecho de participar en las decisiones que afectan sus tierras. Una suerte de lucha entre las prácticas más oprobiosas de la explotación indígena del pasado y las nuevas prácticas de la modernidad y la democracia que promueven la inversión y el desarrollo con respeto de los derechos indígenas.
Todos los peruanos queremos que la inversión crezca en el Perú. Que podamos convertirnos en un país exportador de petróleo y gas, satisfechas reservas y necesidades internas. Y no hay duda que la voluntad nacional ansía que los siempre postergados y marginados peruanos y peruanas de la Amazonía deben ser beneficiarios y actores directos del desarrollo sustentable de la selva. Pero las erráticas e incompetentes decisiones del gobierno atentan contra todo ello. Hay una contumacia en hacer las cosas mal.
El Perú puede y debe conciliar la inversión en la selva con respeto y promoción de los derechos y aspiraciones de las comunidades indígenas. Ello implica sabiduría en la acción de gobierno para transformarla en gobernanza. El gobierno son las decisiones de las autoridades electas, buenas o malas. La gobernanza es la acción de gobierno fortalecida por la legitimidad de la consulta, el diálogo social y ciudadano, la negociación y el consenso. En el gobierno se puede tomar, como es el caso actual, decisiones que favorecen sistemáticamente a los ricos. En la gobernanza se concilia los intereses de todos. Y en un país como el Perú, tan desigual, ese equilibrio entre los intereses de todos debe hacerse con atención preferente de los pobres, los marginados, los excluidos.
La Ley de la Selva ha violentado los Arts. 2 y 89 de la Constitución, el Convenio 189 de la OIT, el Art. 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y los Arts. 8, 18,19 y 32 de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Un “pedigree” nada democrático. Si se observa la ley que la deroga, se violentará también la voluntad nacional y los consensos internacionales.

Autor: Manuel Rodríguez Cuadros

lunes, 25 de agosto de 2008

La pobreza como eternidad

Por qué no nos dicen la verdad de una vez por todas?
Gianfranco Castagnola reseña, en “Perú 21”, que según la revista Newsweek el mundo, creciendo a un 5% anual, ha vivido una etapa de prosperidad virtualmente unánime entre los años 2003 y 2007.
Sin embargo -añade- el hecho de que los pobres estén consumiendo más y de que China y la India estén trotando tan entusiastamente hacia el desarrollo, ha producido, a partir del 2008, un frenazo mundial, un “recalentamiento” por demanda y, por tanto, una inflación que sólo puede combatirse ralentizando el crecimiento.
La verdad es que no capto qué lógica perversa es ésta de la economía “cada vez más globalizada”.
Cuando las cifras están en rojo, las iras y las revoluciones merodean. Y es que los pobres no ven ninguna luz al final del túnel.
Pero cuando los pobres mejoran en algo sus ingresos y adquieren los productos que las clases medias y altas de las sociedades desarrolladas compran todos los días, entonces aúlla el fantasma de la inflación y la orden es retroceder y detener la expansión. Esto trae consigo una recesión, que devuelve a los pobres a esa condición que el modelo de desarrollo se esmera en considerar natural y vitalicia.
Y la paradoja es que cuando las cifras son azules, los ricos duplican sus ingresos mientras que los pobres de muchos países pasan -para citar el caso del Perú- de 44 a 40 por ciento de la población. (Habría que preguntarse, sin embargo, si ese 40 por ciento no ha vuelto a crecer en estas semanas con inflaciones provinciales de alimentos del 12 al 15 por ciento en algunos casos).
Y, como lo subraya Castagnola, una inflación que amenaza a todos impide la baja de las tasas de interés, con lo que el capital para reactivar la economía desaparece o escasea.
O sea que si estamos bien, las cosas irán mal. Y si estamos mal, como casi siempre en el tercer mundo, las cosas irán peor. Y si van mucho peor, entonces las plazas se llenarán de clamores y los políticos llamarán a sus ejércitos para que “el orden se restablezca”, “y el progreso sea posible”, “y la subversión sea derrotada”, “y el populismo no pueda regresar”. O sea, todo eso que dicen aquí los sobones del Canal 7 y los pinches del campo fujiaprista.
¿Serán los pobres imprescindibles para la marcha del modelo? ¿Será el desempleo del tercer mundo una necesidad en la composición del costo de las mercancías? ¿Es que es imposible que la economía invente fórmulas que sirvan a todos? ¿Es que no todos somos seres humanos? O dicho de otro modo: ¿es la pobreza una condena perpetua? ¿No nos dijeron que era un accidente pasajero del que podía salirse cumpliendo la normatividad internacional?
Es como si el tren del progreso se hubiese llenado y pasase, como una bala, sin parar en ninguna estación de Desamparados. Como si el mundo donde se come tres veces al día y se sale de vacaciones con la familia fuese ya un club sin vacantes.
Mientras tanto, el país que inventó el mundo actual y voceó por todas partes cuáles eran los secretos para obtener riqueza –mercado libre, seriedad en el gasto público, igualdad ante la ley-, impide ahora el libre flujo de mercancías con su proteccionismo irreductible, padece el más pavoroso déficit fiscal de toda la historia de Occidente y ha creado una clase de ricos mafiosos que están más allá de toda ley (empezando por el vicepresidente Cheney).
No sólo eso. Ese país, que en 1945 tenía la razón y mantenía un puñado de ideales por los que valía la pena luchar, fabrica cada año un presupuesto de Defensa con cuyo monto podría superarse el problema del hambre a nivel mundial, invade y bombardea países des-soberanizados a los que acusa de tener armas que jamás tuvieron y trata al mundo, en general, como Rusia trata a Georgia o a Chechenia.
Y más: ese país, que es también el de Chomsky felizmente, está empeñado en depredar santuarios naturales para agujerearlos en busca de petróleo -porque no ha firmado el Protocolo de Kyoto, a pedido de las petroleras y sus plumarios- y ahora destina tierras de cultivo a sembrar trigo y soya que saciarán el hambre de su desmesurado parque de automóviles (lo que contribuye a la inflación mundial, por supuesto).
Los bonos estadounidenses que compra China han impedido la quiebra técnica de los Estados Unidos. Pero si los 800 millones de chinos pobres empiezan a mejorar su nivel de consumo, entonces viene la crisis y la inflación. Y mientras todo esto ocurre, la Europa sin Churchill pero con Brown, sin Adenauer pero con Merkel, sin De Gaulle pero con Sarkozy –la Europa ínfima de hoy-, ha dejado de pensar, retoza en su seguidismo, es el viejo mundo recluido en su egoismo y que ya nada ansía descubrir.
¿Y a esto se le llama orden internacional? Si este es el orden internacional –y lo es-,entonces me declaro, oficialmente, anarquista mundial y réprobo sin culpa.

domingo, 24 de agosto de 2008

La señora Gibson

En el Manifiesto del Surrealismo, André Breton pide que, al morir, lo conduzcan al cementerio en un camión de mudanzas.
Lo que Breton quería decir es que, a su manera, él era un creyente encantado con la idea de la inmortalidad y sus variadas e imaginativas reincidencias. La provocación no le alcanzó a Breton para admitir el carácter inapelable de la muerte.
Pero la muerte es tribunal supremo que carece de casación y que jamás reconoce error alguno. Y quien crea que volverá detrás de alguna materia viva -emboscado en un cisne, por ejemplo- tiene el derecho de consolarse a solas. A lo que no tiene derecho es a convertir esa ilusión en un poder administrado por el nuncio apostólico. O sea que si te persignas y acatas, vuelves como líder; pero si haces preguntas que sólo pueden responderse “desde la fe del dogma”, entonces sí que te largas definitivamente.
Estoy escribiendo sobre la muerte no porque haya leído al cura Romaña –que es como un cementerio del progreso y un osario de la actualidad y que ayer dijo que el Sha de Irán fue derrocado por “los cassettes” que Jomeini enviaba a Teherán desde París-, ni porque acabo de cumplir años, ni porque sea un tema amable, sino porque me acaban de avisar que se ha muerto, de edad y hastío, Doris Gibson.
Y o, que tanto le debo a “Caretas” y que tantas veces vi a Doris, pienso que esta legendaria mujer por fin descansa y siento un piadoso alivio porque la cruel vejez ya no le hará recordar, cada mañana, de cuántos huesos se compone el dolor, de qué color es una mente en blanco y qué vísceras va pidiendo la muerte como anticipo de legítima.
Morir a los 98 años, lejos de todo y de uno mismo, es ganarle al pulso a la vejez, que es la abogada mafiosa de la muerte. Matar a la vejez que no quería largarse es un triunfo. Y Doris, por fin, ha vuelto a triunfar.
Solicito, modestamente, que la huachafería peruana no se ensañe ahora con ella.
Que los que han hecho del periodismo una yapa que acompaña a la publicidad no salgan a decir sus discursos funerarios.
Y que los hacedores profesionales de perfiles póstumos no nos cuenten el cuento de su proximidad con Doris.
Doris odiaba muy pocas cosas porque su talante era el de entender a todos. Pero lo que sí despreciaba era la impostura, que es la fórmula más socorrida de la huachafería. La impostura del grafómano que pasa por novelista, la del ignorante que se las quiere dar de enciclopédico, la de la señora que fuera de cascos ligerísimos y que ahora presume de casi beata.
Dicen que uno puede amar u odiar y que en esa disyuntiva poderosa nos movemos siempre. Lo curioso es que yo no he conocido a nadie que sólo ame ininterrumpidamente, a nadie que no haya pasado por las gradaciones ultravioletas y las feroces vacaciones propias de una relación. Y, más bien, la experiencia me ha demostrado que el amor sin intermedios de profundo rechazo ya no es amor sino campo de golf, tic, aburrimiento, cordura y cubitos maggi.
Pues bien, yo amé y odié a Doris. La amaba cuando era esa voluntad a prueba de clausuras y dificultades. La odié –muy pocas veces, es cierto- cuando se transformaba en esa tormenta tropical de vocación filicida.
Pero Doris era mucho más que estas palabras torpes que me saca el dolor. Fue la primera gran feminista del siglo XX, la empresaria que dio a luz a “Caretas”, la heroína publicitaria que le vendía avisos a la rancia derecha que su revista ridiculizaba, la belleza que volvió locos a los bohemios del Zela y el Negro Negro, la socia peregrina de Francisco Igartua, la modelo consuetudinaria de Sérvulo Gutiérrez, la madre del mejor periodista peruano y la inteligencia intuitiva más devastadora que yo haya conocido y tenido que vadear.
Si este fuera un país serio, Doris Gibson hubiese sido nuestra Katherine Graham. Y “Caretas” se hubiese convertido –con Enrique Zileri, claro- en el diario inteligente, agudo y a veces mordaz que sólo tuvimos (por breve tiempo) con la difunta Prensa de Pedro Beltrán. El diario que hasta ahora el Perú no se ha permitido.

sábado, 23 de agosto de 2008

Pepitas de útero

Terminaremos más blogueando que leyendo en soporte de papel? ¿La irreverencia, las voces incómodas, los datos urticantes se asilarán en los blogs, dado que los periódicos están siendo, por lo general, brazos armados de variados intereses económicos y, por lo tanto, han hecho de algunos silencios su mejor negocio?
Pregunto nomás porque ocurrió que ayer, blogueando en el ginecológico y/o edípico blog “El útero de Marita”, me entero de que un humorista a quien quiero, y con quien he discutido varias veces sobre su alanismo impertérrito, figura en la planilla del Pnud (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) como contratado a tiempo completo para el proyecto “Desarrollo y Estrategia Política Comunicacional del Poder Ejecutivo”. Triste primicia para quien esto escribe. (En esa misma planilla figura Giovanna Peñaflor, pero en su caso, por lo menos, se ha abstenido de hacer encuestas en estos últimos tiempos. El asunto mayor es que más del 90 por ciento del presupuesto del Pnud –a pesar de lo cosmopolita de la sigla- proviene del Estado).
Y sigo blogueando y en “Reportaje al Perú” me cuentan las últimas movidas de CPN Radio, la radio que los mineros hermanos Baertl compraron por 3,500,000 dólares. Allí me entero de que el inaudible Enrique Castillo, que tiene una consultora de imagen, solía entrevistar, con especial ahínco, a algunos de sus contratantes. ¡O sea que hablaba con sus facturas!
Y allí también me entero de que el congresista de Unidad Nacional Martín Pérez Monteverde no sólo ha sido el gestor de los cambios en CPN –algunos positivos, otros inexplicables- sino que oficia como delegado del directorio, con amplios poderes. Pérez Monteverde asesoró a Lourdes Flores en la campaña electoral y es hombre del clan de Dionisio Romero, que fue el sostén económico de esa inútil cruzada pepecista, la misma que hoy encarna, sin ninguna vergüenza y con creces, el doctor Alan García.
Hay también por allí una hermanita de los hermanitos Baertl muy unida a la señora Pilar Nores de García y a la ONG que las convoca.
Y vuelvo al “Utero...” –frase que estremecerá a la doctora Kaplansky- para saquear otro dato: la jefa de prensa de la campaña de Martín Pérez Monteverde fue la resbaladiza señorita “Canela”, temible agente del recontraespionaje de una cierta y baja policía.
Así que continúo y en pleno zapping por la red me encuentro con los datos de “Pepitas” sobre el patrimonio personal del doctor Alan García, según su declaración jurada anual del 2008. Esa fortuna reconocida asciende a 1’780,062.38 soles, que se divide así:
a) Bienes: 523,964.94 soles
b) Otros: 1’256,079.44 soles
En ese vasto rubro “Otros” –nos recuerda “Pepitaspuntocom”- está incluida la venta de la famosa casa de verano de Los Pulpos, propiedad que García negó tener cuando declaró ante la Comisión Herrera que investigaba su desbalance patrimonial.
Pero en ninguno de los ítems expuestos –observa el autor del blog- está el piso que el doctor García posee en París, en la Rue de la Faisanderie, y que figura como propiedad de una sociedad denominada Fides. Los accionistas de Fides, claro está, son el doctor García y la señora Pilar Nores de García. Esa propiedad estaría valorizada en un millón y medio de dólares (unos 4’410,000 soles al cambio de ayer).
“Pepitas” –blog nostálgico, como se ve- recuerda que en 1985, poco antes de empezar su primer gobierno, García declaró como únicos bienes “mi casa de Chacarilla y un reloj”. Al poco tiempo, sin explicación alguna, se compró una casa playera. El reloj empezaba a ser de arena.
Pero volviendo al tema de esta columna. ¿Terminaremos encontrando el gozo de la audacia informativa sólo en Internet? ¿Qué epidemia de castración voluntaria, incompetencia involuntaria, tibieza delivery y aburrimiento unánime está carcomiendo a la prensa de los kioscos? Pregunto nomás.

viernes, 22 de agosto de 2008

Vacunas matadoras

En Santiago del Estero, una provincia argentina donde todavía hay miles de quechuahablantes, la pobreza conoce muchos vecindarios.
La pobreza y, demasiadas veces, el analfabetismo puro y duro. Santiago del Estero viene del fondo de la historia argentina, le da la espalda al Atlántico migratorio y, quizá por eso, poco tiene que ver con el peronismo multilingüe que grita en montonero, malbaratea en lenguaje menemita y perfecciona su tartamudez en idiolecto kirchner.
Pues bien, a Santiago del Estero fueron los químicos del laboratorio británico GlaxoSmithKline para probar, en carne de niños atendidos por la salud pública, una vacuna experimental para combatir el neumococo, la bacteria de la neumonía y la meningitis.
Es cierto que ya hay una vacuna en el jugoso mercado de los ministerios de salud, pero esta requiere de varias aplicaciones –con lo que el seguimiento en zonas rurales se hace difícil- y, además, protege sólo de siete de los serotipos más insidiosos (pero no de todos).
Cientos millones de dólares están en juego gracias a que, de tener éxito, Glaxo no tendrá dificultad alguna en aliarse otra vez con la Organización Panamericana de la Salud –convertida para algunas ocasiones en filial de las grandes farmacéuticas- y vender su producto como de uso masivo y obligatorio (a costa del tesoro público).
Así que, como decía, hasta Santiago del Estero fueron las redomas, las cepas, y las mutaciones vinculantes de Glaxo y su ejército de investigadores moleculares. Y allí empezaron a inyectar a cuanto niño pudieron.
Esa fue la buena noticia para Glaxo. La mala noticia para Santiago del Estero es que catorce de los niños vacunados con el nuevo producto en trance de experimentación–bautizado como Synflorix- han muerto. La noticia la reseñó ayer la agencia de noticias argentina Telam.
Ayer también se supo que el responsable de Salud de Santiago del Estero, Franklin Moyano, le ha pasado el caso a la justicia provincial y que ya está en curso una investigación.
Glaxo no sólo habría sido temeraria sino maliciosa a la hora de reclutar a los sujetos del experimento.
“No se les explicaba a los padres que se trataba de una vacuna en etapa experimental y muchos padres que dieron su consentimiento no sabían leer”, dijo Ana María Marchesse, presidenta de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de Santiago del Estero.
Y añadió:
“En algunos casos, primero les aplicaban la vacuna a los niños y luego les daban a firmar el consentimiento a los padres. Pero ese consentimiento tenía trece páginas; trece páginas que yo, siendo médica, tuve que leer tres veces para entenderlas”.
Un cable de la Associated Press recaba las declaraciones de Glaxo:
“Sarah Alspach, portavoz de GlaxoSmithKline en Estados Unidos, dijo a la AP que la compañía no atribuye las muertes a la vacuna, pero que a fines de junio suspendió temporalmente el estudio (del Synflorix) en tres países sudamericanos (Argentina, Panamá y Chile) por recomendación de una junta independiente que monitorea la salud de los niños que participan en el ensayo”.
La señorita Alspach añadió que la tarea de esa junta ya terminó, que la conclusión de sus miembros fue que el experimento era inofensivo y que, por lo tanto, Glaxo planea probar la nueva vacuna en unos 24,000 niños latinoamericanos.
La pregunta que quedó por hacerle es por qué Glaxo no experimenta con niños de Misuri o de alguna Dakota o de cualquiera de las Carolinas. O por qué, siendo británica desde 1715, no inyecta sus mágicas fórmulas a niños de Manchester o Liverpool. ¿O debí decir Cardiff o Belfast? ¿Y no habrá niños en el peñón de Gibraltar?
Quizá sea porque en este mundo –sueño de fenicios, bazar acribillado, territorio comanche de las corporaciones- hay niños de primera, niños de segunda y niños de tercera. Como en el Titanic.

jueves, 21 de agosto de 2008

Morir en Madrid

Ese aeropuerto siempre me ha producido escalofríos. Llegando a él murió, hace muchos años y entre una muchedumbre de ceniza, nuestro Manuel Scorza, el novelista de Garabombo y el Nictálope. Su avión, que venía de Alemania, retozó de panza en Mejorada del Campo, a diez minutos de la torre. Si toda muerte accidental es intrusa y despiadada, la de Scorza –una muerte en mancha en una tierra extraña durante un invierno especialmente duro- fue muerte de espanto.
Y ayer, en una matazón de cables y chatarra ardiendo, se han carbonizado 153 personas –entre ellos 18 menores y dos bebés- que se iban o regresaban a las islas Canarias.
En el aeropuerto de Barajas ese avión de Spanair debía de salir ayer a la 1 de la tarde.
Pero no pudo decolar a esa hora porque una luz roja en el panel de la cabina del piloto dio un aviso de alarma.
Muchos pasajeros, entonces, llamaron a sus familiares desde sus celulares para decir que el avión había tenido un desperfecto, que era probable que los cambiaran de aeronave y que partirían a las 3 de la tarde.
Pero no los cambiaron de avión. Un piquete de técnicos de la compañía revisó el aparato y, tras una hora de manipulaciones y supuestos ajustes, dio la aprobación para el despegue.
La nave, un McDonell Douglas fabricado hace 15 años y comprado hace 9 a la Korean Airlines, desplegó toda su potencia, llegó a despegar, pero cuando intentó tomar altura –a los 60 metros de altitud más o menos, según varios testigos- se convirtió en trampa mortal. Desde las cercanías del bosquecillo donde iría a ser tea de 12 toneladas de combustible, varias personas lo vieron golpear los árboles con la turbina izquierda en llamas.
-Y al tocar el suelo, otra explosión lo terminó de partir en dos– dijo un viajero que vio todo desde la cabina de un avión estacionado en una pista paralela.
Spanair estaba esa misma mañana discutiendo con el sindicato de trabajadores cómo se planteará en la práctica el plan de emergencia de la empresa, que ha presentado a las autoridades un Expediente de Regulación de Empleo para 1,100 trabajadores.
Es decir que Spanair quiere deshacerse de un tercio de su plantilla, que llega a 3,300 entre ejecutivos, pilotos, personal de apoyo aéreo, empleados y obreros.
No sólo eso. Quiere también cerrar varias de sus oficinas y quedarse con las de Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca y, por último, aspira a una congelación de sueldos que corra hasta el año 2010.
A sí ha puesto el alza del petróleo, la desregulación absoluta y la competencia sin escrúpulos a una compañía que alguna vez fue ejemplo de buena gestión y eficiencia.
Y esto que Spanair, para sobrevivir, ha tenido que subordinarse a SAS, la aerolínea escandinava, e integrarse al consorcio Star Alliance.
El sindicato de Spanair está convencido de que el plan de regulación presentado por la compañía no conducirá sino a una mayor crisis y lamentó que en las épocas de bonanza, cuando el petróleo estaba a 30 dólares, la compañía no renovara su flota.
El MD-80 vuelto infierno la tarde de ayer es un caso de juzgado de guardia. Si la prensa española, en general, no fuera tan servicial con las empresas que la socorren publicitariamente habría difundido lo que algunos pilotos comentaban: que la presión por despegar aun con averías llega a ser criminal en este mundo construido al alimón por el dúo ochentero Thatcher and Reagan.
El avión caído pertenece, además, a una especie aérea con sombríos antecedentes. Aviones semejantes, de la misma McDonnell Douglas, se han caído en los últimos años en California, Milán, cercanías de Pekín, Java, frontera colombo-venezolana y Phuket, Tailandia. Todas esas tragedias masivas han ocurrido entre los años 2000 y 2007 y la mayor parte de ellas podría atribuirse a lo que algunos buitres de directorio llaman “nuevas políticas en el área de mantenimiento”. Lo que en buen romance quiere decir: ahorremos todo lo que podamos en el asunto de seguridad. La globalización, que así la llaman los que construyen muros para evitarla.

miércoles, 20 de agosto de 2008

El Congreso como gallinero

Martha Moyano sería una ama de casa levemente alfabeta, de morado en octubre, de orchata por dentro, de gris toda la vida, sino fuera porque su hermana –la Moyano que monopolizó la decencia de la familia, la María Elena que peleaba por las causas populares- fue asesinada por Sendero Luminoso.
Ese crimen horrendo sacó a esta otra Martha impresentable de la nada donde contaba con los dedos y murmuraba despacito la lectura de algunos diarios chicha formateados por el gordo Bressani.
Mucho debió envidiar esta Moyano viva a la Moyano heroína y muerta y dinamitada para terminar militando en el otro Sendero, es decir en el fujimorismo. Porque el fujimorismo quería para el Perú lo mismo que las hordas de Guzmán: un país donde la ley no existiese y donde la Constitución fuese un olvido crónico, el derecho una incomodidad, la justicia un blanco a disparar, el respeto por las instituciones una maldición, la conciencia un suvenir, la lealtad un estropajo y las palabras un desfile de putas pirandellianamente en busca de su autor. O sea que a su hermana inalcanzable le debe esta embajadora procaz del fujimorismo su presencia pública. Y ahora, gracias al Apra con várices que Mauricio Mulder tiene que defender a duras penas, la señorita Moyano está a la cabeza de la subcomisión de Acusaciones Constitucionales, la única del Congreso que puede someter a disciplina a jueces y vocales supremos.
La maniobra es clara. Los fujimoristas suponen que con esto pueden intimidar a los magistrados que están juzgando a su líder, el que sigue reclutando el voto de aquellos que desacreditan la democracia como sistema de valores; el “líder” que, encarnado en su hija –la que estudió en Boston con dinero robado al tesoro público-, podría recuperar el poder en este país nuestro que quizá nunca mereció la independencia.
La fuerza política que usó la Constitución como papel de baño se ha hecho con la presidencia de una instancia delicadísima en la relación constitucional entre poderes. Y la señora Moyano, que no sólo no es abogada ni jurista ni constitucionalista sino que demuestra con cada palabra venir de la nada y dirigirse a ella con entusiasmo circular, presidirá esa comisión que el Apra acaba de regalarle.
Fue “Teníanos” quien presentó la candidatura de la señora Moyano. No es de extrañar. Si la política peruana no hubiese descendido a los abismos en donde hocicará (si no la cambiamos), el señor “Teníanos” sería el abogado comarcal y mañoso que debió soñar ser cuando usaba pantalones cortos y algún mártir del profesorado le trataba de meter en la cabeza los secretos del pretérito pluscuamperfecto. Y la señora Moyano, como se ha dicho, honraría el croché y lloraría de emoción viendo a Gisela y reiría viendo a Tongo en lo de Bayly.
Pero como a veces no somos un país sino una derrota, un intermedio más que una función, entonces extras del Canal 7 como “Teníanos” y la Moyano estelarizan y titilan en las candilejas.
“Teníanos”, claro, carece de la glándula de la autonomía y sólo puede cumplir órdenes. Y esas órdenes sólo pueden venir de la jefatura del partido, instalada por ahora en el palacio gubernamental.
Y es que el doctor García necesita del fujimorismo para sus asuntos criminosos. Como Haya necesitó de Prado para matar toda esperanza de cambio y, más tarde, de Odría para hacerle la vida imposible a Belaunde, así el doctor García requiere de la banda fujimorista para sellar el expediente del Frontón y lograr que el Congreso, hoy en manos de “Teníanos”, sea ese gallinero por el que no pasan ni siquiera tratados de libre comercio como el que hemos firmado con Chile –vecino hostil donde el Congreso sí aprobó lo que se firmó con el Perú-.
Mientras la selva se enciende –y con razón-, y la sierra se enoja –con mil porqués-, esa viejita sin memoria que es hoy el Apra se junta con lo peor de las esquinas malevas para amarrar cosas, establecer canjes, abreviar las penas de los otorongos y recordarnos que el doctor García llegó a la política como un personaje y se irá de ella como un prontuario. Con “Teníanos” de vocero congresal, Martha Moyano de socia de alto vuelo, Mantilla de lavador, Valle Riestra como deja vu y los aplausos de Vega Llona desde un palco incendiado del Municipal. Ningún partido político se ha suicidado tantas veces.

martes, 19 de agosto de 2008

Un minuto de silencio

Ocurrió hace algunas semanas y revela, de un modo retorcido, en qué nivel de civilización nos encontramos en el Perú.
Fuimos con Rebeca a ver “París, yo te amo” –una bella película que, probablemente, podría aburrir a los cinéfilos amantes de la acción porque no tiene balazos ni muñones ni tarantinadas- y, de pronto, otra vez, un susurro de avispa, un secreteo, una vocecita instruyendo algún oído.
Los cines de Lima son en estos tiempos cámaras de tortura. La epidemia de lobotomización ambulatoria que cunde entre nosotros ha llenado los cines de bisbiseos, risotadas que sólo Forrest Gump podría entender, profecías respecto de la próxima escena (o balacera, o puñetazo, o adulterio).
Si en una americanada ruidosa como el último “Batman” -tan elogiada por la “crítica oficial”, con la notoria y sabia excepción de Ricardo Bedoya- esas murmuraciones son insoportables, en una película llena de códigos y sutilezas como “París, yo te amo” la intromisión de ese bajo continuo de los bárbaros llama, sencillamente, al homicidio. Al homicidio con pistola y silenciador, de preferencia.
Así que en plena performance de Natalie Portman, lanzo una mirada de chacal hambriento a mi derecha, de donde viene esa vocecilla que comenta, que a alguien le explica, al parecer, qué parte de París es la que aparece en pantalla, qué tan latino es ese barrio latino, por qué tiene ese verdor jorobado la cúpula de Notre Dame y, seguramente, por qué el Sena está tan sucio como el Támesis (o más).
Y cuando volteo para dirigir mi furia veo, con la dificultad de la penumbra, a un señor y a una señorita tan lejanos en edad como cercanos en afecto. Me parece reconocer al pedagógico caballero. Dudo. Me cuesta creerlo.
Se calla el señor por unos minutos. Puedo entonces ver a Catalina Sandino convirtiendo el silencio en oro cinematográfico.
Pero luego, cuando Alfonso Cuarón hace un corto con un solo plano-secuencia sostenido brillantemente por Nick Nolte, el cuchicheo magisterial se reanuda. No puedo más y lanzo un grosero “¡Shhhhhhhh!”, seguido de un disimuladamente rogativo “¡Por favor!”
Rebeca me mira con cariño. Ella, desde la izquierda de esa fila, tiene lo suyo: otras vocecillas interrumpidas por ruidos sorbedores y masticaciones.
Me resigno. Veré el resto de la película rodeado de sonidos parásitos. Trataré de no hacerles caso. Total, estamos en Lima, una ciudad donde los envases de galletas se arrojan desde los Mercedes Benz o desde los Ticos, donde los taxistas se mean en las bermas y donde, sobre todo, se odia el silencio y el respeto por el otro.
Y así es, en efecto. La vocecilla de la derecha glosará hasta el último fotograma con ese airecito de haber estado mucho tiempo en París, de haberlo recorrido de arriba a abajo, de noche y de día. No puedo descifrar lo que dice porque ha bajado el tono pero compruebo que ayuda a su joven acompañante a entender esa ciudad que ama y donde, por supuesto, jamás se atrevería a hablar durante la proyección de una película.
Hace muchos años, en el cinematógrafo del “Leoncio Prado”, vimos –una noche de viernes- “Muñequita de lujo”, que fue el nombre bobo que aquí le pusieron a “Breakfast at Tiffany’s”, la película de Blake Edwards cuya banda sonora fue nada menos que el “Moon River” de Mancini y Mercer. Recuerdo, como si fuera ayer, que cuando algunos atilas expresaron de modo gutural su admiración por Audrey Hepburn el capitán Lora –el inolvidable Lora- mandó a encender las luces y dijo a gritos que el cine era arte y que el arte merece respeto. Quizá no necesito decir que en mi casa aprendí lo mismo.
Ahora ha terminado la exhibición de “París, yo te amo”. Las luces también se han encendido. Puedo entonces verle la cara al murmurante. Sí, es quien me temía. Es el físico nuclear peruano Modesto Montoya, un científico a quien siempre admiré y a quien he entrevistado varias veces para hablar de lo poco que en el Perú se invierte en investigación, en ciencia, en educación.
Si Modesto Montoya, que estudió en París y tiene una maestría por La Sorbona, hace lo que hizo aquella noche en un cine de Lima, tengo que llegar a la conclusión, quizá redundante, de que la verdadera educación no viene de los títulos ni de las membresías.
Y vamos marcha atrás –a despecho de nuestra economía siempre guanera-: cuando Zavalita preguntaba cuándo se jodió el Perú, en los cines se guardaba silencio.

domingo, 17 de agosto de 2008

Chile mueve sus fichas

¡Sorpresa! Abro las portadas virtuales de la agencia oficial Andina y del diario “La República” y allí está, como noticia abridora, la declaración del ministro de Defensa peruano, Ántero Flores Aráoz, en relación a que el Perú está pensando, seriamente, dotarse de un satélite de observación o alquilar los servicios de uno.
Y, claro, Flores Aráoz señala a renglón seguido que esto no es una respuesta al satélite chileno sino que se estaba pensando desde hace algún tiempo. Pero lo cierto es que recién lo dijo ayer, luego de lo publicado solitariamente en esta modesta columna que tantos escozores (cercanos y lejanos) produce.
Me imagino que en las próximas horas una turba de pánfilos saldrá a decir que no deberíamos responderle a Chile en ese terreno porque eso es revivir agravios y atizar fuegos del XIX.
Pero es que nadie habla del pasado. Lo que Chile hace lo hace hoy y lo hace con miras al futuro. De modo que aquí no hay festivales del resentimiento eterno sino previsiones de Estado frente a una larga historia de hábitos rapaces.
Y si Latinoamérica gastó 40,000 millones de dólares en armas en el 2007 –lo que es un crimen, una imbecilidad-, Chile fue, según el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz, uno de los que más invirtió en su ya superlativo arsenal.
Sólo entre 1989 y el 2004 la llamada ley del cobre le permitió al militarismo chileno gastar 4,189 millones de dólares en reequipamiento. Los peruanos deberían de saber que ese 10% de las ganancias del cobre que Codelco –la Corporación del Cobre- destina al presupuesto militar de Chile sólo puede invertirse, por mandato explícito de la ley, en armas. Y que esas compras no están sujetas a control ni fiscalización por expresa disposición legal.
Chile ha incrementado su presupuesto de Defensa en 49% en los últimos cinco años (los datos son de SIPRI, con sede en Estocolmo). Es, después de Colombia, el país que más porcentaje de su Producto Bruto Interno dedica a armarse (3,62% del PBI, frente a 3,98% de Colombia). Pero la martirizada Colombia libra una guerra interna que le cuesta miles de millones de dólares desde hace cuatro décadas. ¿Qué guerra espera Chile? Si la brutal “pacificación de la Araucanía” no hubiese terminado en 1883 podríamos hablar de algún temor doméstico que justificase la dimensión de sus adquisiciones militares.
La ofensiva chilena no es sólo militar, por supuesto. Y cuenta con el silencio del canciller peruano, de la plácida anuencia del embajador del Perú en Santiago y del mismísimo presidente peruano, doctor Alan García, autor de esa frase que lo perseguirá con más saña que la que amarga a los deudos de El Frontón: “No se vaya Chile a molestar”.
Mañana empiezan, por ejemplo, nuevas maniobras militares conjuntas de los ejércitos de Chile y Argentina. El año pasado desarrollaron el ejercicio Aurora Austral 1 y mañana empiezan el segundo capítulo. Este gesto binacional de camaradería y sincronización de respuestas terminará el 22 de agosto, en la austral ciudad argentina de Comodoro Rivadavia, con una solemne ceremonia en la que estarán presentes los ministros de Defensa de los dos países.
Mientras tanto, en Asunción, donde el doctor García envió al internacionalmente nulo señor Giampietri, la presidenta Bachelet ha insistido en reflotar a Unasur –Unión de Naciones del Sur- y ha recordado –por si acaso- que la primera propuesta de Chile fue que Bolivia asumiese la presidencia de esa instancia creada en el Cuzco en el 2004.
La señora Bachelet ha enfatizado, además, que Chile ya ha admitido en la agenda bilateral de 13 puntos –por primera vez desde la guerra del salitre- el asunto de la mediterraneidad del país altiplánico.
Y Evo Morales, que no mandó a su vicepresidente sino que fue en persona a saludar al presidente Lugo, ha dicho también en Asunción algo que hace mucho tiempo no se le oía a un mandatario boliviano:
“Bolivia y Chile hemos creado una confianza única en el marco de la diplomacia de los pueblos, en las Fuerzas Armadas y de presidente a presidente. Nuestros pueblos nos quieren ver juntos trabajando”.
Y el ministro de Exteriores de Morales, David Choquehuanca –que nada tiene de idiota como dice por allí un racista urgido ya de una camisa de fuerza- ha añadido algo que tampoco tiene precedentes: “Pienso que podríamos reanudar las relaciones diplomáticas con Chile sin que el acceso al mar sea una condición sine qua non”.
Y, por supuesto, tanto Morales como Choquehuanca se acercan más que nunca a Chile después del trato infame que el Perú les ha dado en el asunto de la Comunidad Andina y su cláusula sobre patentes.
Chile mueve sus fichas y avanza en todos los terrenos. Es un país serio y acostumbrado a liderar.
La política exterior peruana consiste en minimizar la inteligencia y menemizar Torre Tagle, que es una manera sudamericana de decir que si arrodillarse ante los Estados Unidos fuese tener política exterior entonces el Perú tendría una digna de Metternich y Bismarck.
García, secuestrado por la derecha funcionalmente analfabeta, parece haber perdido toda lucidez. Está convencido de que es un estadista que no debe detenerse ante la política menuda. Y lo que no sabe es que lo importante está ocurriendo a sus espaldas.

sábado, 16 de agosto de 2008

Países con o sin satélite

Como las fronteras se han abolido y el villorio global que somos es cada día más unificador y la fraternidad universal del capitalismo administrado por vía oral nos junta en una gozada de tumulto y como somos cada día más felices en este planeta que ha superado los estandartes de la tribu, entonces, por todo lo ya dicho, Chile se compra su satélite para espiar al Perú.
Para espiar al Perú escudriñando la frontera con su tercer ojo estelar, vigilando qué tanque ruso reciclado sale de qué base y qué tanquista torreja va en la torreta y hasta contando los peces que los pesqueros peruanos puedan “llevarse ilegalmente” de esas aguas que, estando en litigio en La Haya, ya son chilenas sin apelación y con satélite.
Y porque Chile siempre ha creído que todos los peruanos somos como “El Comercio”, o sea sus socios mercuriales, sale su ministro de Defensa, José Goñi, a decir que esa compra “no debe preocupar a ningún vecino”. Así, con una tácita sonrisita de vencedor crónico y repitente de rapiñas.
El satélite le ha costado a Chile 72 millones de dólares –salidos de los mil millones de dólares que tiene como remanente del presupuesto militar del 2007- y será fabricado por el consorcio francés EADS-Astrium, que aprovechará un lanzador ruso Soyuz para ponerlo en órbita, desde la Guyana francesa, en febrero del 2010 (el año del bicentenario de la independencia de Chile).
“Chile se pone los pantalones largos” –dijo Goñi-.
“Este satélite nos permitirá controlar la soberanía marítima y la pesca ilegal”- añadió. Más claro ni la DINA.
El costoso artilugio tiene la última tecnología y, según el subsecretario de Aviación de Chile, Raúl Vergara, pesa 130 kilos, mide un metro con cuarenta y cuenta con un telescopio hecho de carburo de silicio que le permitirá fotografiar tridimensionalmente cualquier cosa a 620 kilómetros de altura.
Su resolución será mejor que la de los satélites que ya tienen Brasil y Argentina: 1,45 metros por píxel para blanco y negro y 5,8 metros por píxel para imágenes multiespectrales, es decir en color o en mapas infrarrojos. Descargará imágenes cuatro veces por día y podrá almacenar 400 fotografías examinables por los 64 expertos que están siendo capacitados con ese propósito. Y puede cubrir mil trescientos kilómetros cuadrados de superficie en 3,2 minutos, es decir a una velocidad de barrido de 6,500 metros cuadrados por segundo.
El diario “El Mercurio” describió así las bondades del aparato, bautizado como SSOT (Sistema satelital de observación terrestre):
“Es decir, podrá pasar sobre Santiago y obtener una imagen en la que se cubra desde la Plaza Italia hasta más allá de la plaza Los Dominicos y hasta ver nítidamente en colores los buses articulados que circulan por Apoquindo y en blanco y negro las bicicletas...”
El periódico añade que, eso sí, las placas de las bicicletas no se podrán distinguir. Eso se llama sutileza. El ministro de Defensa, en cambio, va al grano y embiste con entusiasmo:
“Podremos obtener información de todos los objetivos que nos planteemos”, dijo.
Más claro ni Pinochet.
Pero esa no es la única noticia en relación al “hermano del sur” que en Lima controla la flota de cabotaje, la aviación comercial y hasta la medición de las audiencias de televisión y, ahora, en sociedad con “El Comercio”, la “lectoría” de los periódicos.
La otra noticia, difundida casi al mismo tiempo que la del satélite prodigioso, es que Chile le ha comprado a Embraer, de Brasil, una flota de doce aviones Súper-Tucano de combate. ¿El costo? Sólo 120 millones de dólares.
Se trata de un modelo más avanzado que el que empleó la Fuerza Aérea colombiana para bombardear el campamento de Raúl Reyes.
Embraer también anunció que ya tiene un acuerdo con la Empresa Nacional de Aeronáutica de Chile (ENAER) para el desarrollo del jet regional ERJ-145.
¿Y en el Perú pasó algo? ¿Hubo alguna reacción?
A las 9 y 43 de la noche las páginas virtuales de “El Comercio” no consignaban nada. Los titulares de RPP, tampoco. La agencia “Andina” no tenía una sola línea sobre lo del satélite.
¿Y el ministerio de Defensa?
El ministerio de Defensa anunciaba en su página oficial que haría una campaña de acción cívica en el VRAE, que había firmado un contrato para reparar, a lo largo de los próximos tres años, 19 Migs-29 que ahora no pueden ni despegar y, por último, que habría un ahorro de 500,000 dólares por la compra corporativa de automóviles para algunos cargos militares.
Y eso es porque el Perú sí cree en el nuevo mundo de la globalización que hermana y del comercio que reúne y de los TLC que componen sinfonías ecuménicas. Somos como Georgia. Seguimos siendo el país de Manuel Pardo.

viernes, 15 de agosto de 2008

Santiago querido

El nuevo presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso es el señor Santiago Fujimori. Y si bien es cierto que el fujimorismo endémico ya había ocupado, en las dos legislaturas anteriores, la presidencia de esa comisión de nombre tan rimbombante, el nombramiento del hermanísimo tiene un plus de provocación y desvergüenza. De hecho, varias agencias noticiosas internacionales despacharon titulares como el de ayer de la France-Presse: “Hermano de ex presidente Fujimori dirige comisión de RR.EE. del Congreso”.
El señor Santiago Fujimori es, como se sabe, un parásito con muchos talentos para la adherencia, el tráfico de influencias –especialidad de la casa, se diría- y, eventualmente, también ha sido un discreto pero eficaz colaborador de algunas actividades criminales (como que su camioneta fue usada por los “Colinas” en el exterminio de los Barrios Altos).
Aparte de fiel consejero de quien jamás le consultaba nada, de asesor de quien lo despreciaba y de tío pródigo con dinero ajeno, el señor Santiago Fujimori es uno de los cerebros más invictos del Congreso y jamás se le ha conocido, desde luego, afición alguna por los temas internacionales, conocimiento alguno de las complejidades foráneas ni escrito alguno en relación a algún asunto allende las fronteras de Huacho, que es donde comienzan, para él, la tierra ignota y los peligros consiguientes.
Si al señor Santiago Fujimori le dijeran que el mundo ha dejado de ser bipolar, el señor Fujimori replicaría diciendo que él al único bipolar que conoce es a Vladimiro Montesinos, el heterogéneo ladrón y monótono asesino que despachaba casi todos los días con su hermanito.
Y si le dijeran que el mundo de hoy tiene un solo polo, el señor Santiago Fujimori diría que los de marca “Lacoste” están en rebajas y que cómo se puede vivir sin una muda completa.
Así de pulcra es la ignorancia del señor Santiago Fujimori, quien debe de creer también que los rusos ya están en los Estados Unidos porque han invadido Georgia, que Hamás no negocia porque así su nombre lo indica, que el golfo de Bengala puede incendiarse, que Mao Tse Tung tenía que ser como fue porque nació en el extremo oriente y que, en fin, si los argentinos hicieran discurrir como se debe al río de la Plata estarían boyantes.
Ahora bien, aparte del escarnio de este nombramiento está la vergüenza de su origen. Y esa vergüenza está concentrada en ese ídolo de barro que se hace llamar Javier Velásquez Quesquén, que aspira a ser el señor de Sipán del aprismo hecho sushi y al que muchos conocen por el evocador alias de “Teníanos”.
Este ya es, ahora sí y abiertamente, el Congreso de “Teníanos” y del pacto aprofujimorista. El Congreso donde un pobre diablo, llevado a su curul gracias al dedo del señor Ollanta Humala, falsifica facturas de pollerías y anticucherías para poder justificar los 7,000 soles de gastos de representación, y donde otro pobre diablo, como es Santiago Fujimori, es presentado como si fuera experto de Torre Tagle e imitador de Isaac Bigio.
¿Qué es más repelente? ¿Decir –prestándole alas a la imaginación- que uno se ha comido 390 soles de pollo de un solo porrazo, como acaba de hacer el upepista José Anaya Oropeza, o escuchar decir a los apristas que Santiago Fujimori hará un buen papel al frente de la comisión que debería examinar la política exterior del Perú?
Admito que la elección es difícil. Lo que sí sé es que con “Teníanos” y su pandilla el Congreso peruano alcanzará simas jamás vistas, podredumbres no olidas, fosas de las Marianas del pragmatismo entendido por un cogotero. ¡Este es el Congreso que debió de cerrar Alberto Fujimori!
Ironías aparte, este es, también, el Congreso que es hijo de la devastación democrática ejecutada por el fujimorismo. Este es el Congreso que puede permitirse una democracia tarada por el hambre, degenerada por la incultura, jaqueada por el caudillismo, avergonzada por un poder judicial asustadizo y sujeto a extorsión.
El Congreso, en suma, de un país donde la prensa, en general, ha adquirido un poder enorme que, sin embargo, sólo se emplea en contra de la política –lo que no está mal-, pero jamás para descubrir las mugres del modelo y los pies de barro de muchos capitanes de empresa (incluyendo a los de varios medios de comunicación).
Bueno, si la democracia ateniense exilió a Anaxágoras y mató a Sócrates –dirán algunos- ¿por qué la peruana debería de ser mejor?
Sí pues, aunque una cosa debió ser vivir los tiempos de Pericles y otra muy diferente es tener que aguantar al doctor García.

jueves, 14 de agosto de 2008

Camino a la infamia

La historia demuestra que el camino hacia la infamia es muy variado. Hay, por ejemplo, vías rápidas (tal el caso de los hechos de sangre), trenes bala (la violación de menores) o pasos lentos pero seguros hacia la infamia (el hecho de militar en un partido de estirpe racista, por ejemplo).
Ahora bien, hay individuos que no necesitan dirigirse a la infamia porque ellos mismos son la infamia en estado inmobiliario. Estas sucursales vivientes de la infamia tienen, más bien, la prerrogativa de fiarla y concederla a quienes así lo quieran. Son páginas sueltas de la historia universal de la infamia.
Un infame puro, por ejemplo, es el periodista español Federico Jiménez Losantos, dos veces condenado por la blandengue judicatura española por haber calumniado, difamado e injuriado a un periodista respetable y a una autoridad en el gobierno de Madrid.
Lo increíble es que este sujeto, convertido en vertedero oral, trabaja para la radio COPE, que pertenece al Episcopado Español. O sea que la Iglesia que dice ser la embajada de los países altos tiene de vocero a un individuo que es, con todos los méritos del caso, semejante a aquel que Vargas Llosa llama en “La fiesta del Chivo”, refiriéndose a un distinguible Henry Chirinos, “una inmundicia viviente”.
O sea que la embajada de los países altos emplea los bajos fondos para satanizar, mentir y enlodar.
Cómo será de pestífero este señor que hasta el presidente del Partido Popular, heredero del franquismo tecnocrático, ha tenido que tomar distancia y, por supuesto, ha recibido también los insultos que la COPE ventosea cada mañana en sus tertulias de arsénico y encaje antiguo.
Para que los peruanos tengan una idea de quién es Jiménez Losantos –maoísta en su juventud- habría que decirles que es una mezcla de Eudocio Ravines con Esparza Zañartu, un mixto caliente de Luis A. Flores y Julio de la Piedra, un combo de reaccionario esquizofrénico y fascista cerebrovascularmente accidentado.
¿A qué viene todo esto? ¿Por qué podría ser de interés para nosotros el señor Jiménez Losantos?
Pues porque hace pocos días el señor Jaime Bayly lo entrevistó en Miami. Y Bayly, que aquí se queda en Tongo y en Gisela (porque ese es nuestro mercado televisivo actual), allá en Miami juega a la política y apuesta fuerte.
Claro que juega y apuesta a lo ludópata por la gusanera, por la Little Havana y el Miami Vice, por la bazofia del exilio y el bushismo en español. Así que por eso será que entrevista a Jiménez Losantos como si Jiménez Losantos fuera un dios mediático, un padre repentino, un oráculo salido del Valle de los Caídos.
Es decir que entrevista a Jiménez Losantos como si éste fuera una autoridad en política internacional. Y lo hace coincidiendo con su entrevistado en todo, homenajeando a su entrevistado con sus aplausos, su festejo, su anuencia. O sea que no lo entrevista sino que se entrega a sus brazos con la pasión que aquí dedica a la farándula y a su cruzada en contra de Laura Bozzo.
¿Y qué dice Jiménez Losantos en esa entrevista que está circulando por la red?
Dice, entre otras cosas, que por algo será que a Barack Obama lo dejaron sus padres cuando era pequeño (“fueron los primeros que no votaron por él”); que la esposa de Barack Obama “es una arpía y una negra profesional”; que el rey Juan Carlos cometió una indignidad al reunirse otra vez con Hugo Chávez; que les desea una enfermedad inhabilitante a Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa y Daniel Ortega; que Estados Unidos tendría que invadir Cuba de una vez para que Fidel Castro sea ejecutado “en la horca, la silla eléctrica o algo más humillante”; que Hugo Chávez es un gorila y Evo Morales es, más bien, un chimpancé; y que fue una lástima que el golpe de Estado contra Chávez fracasase porque esa era una buena ocasión para que el presidente de Venezuela “fuese ejecutado”.
Y mientras decía esto, el señor Bayly aplaudía, festejaba, reía. Y la gusanera de la platea aplaudía, festejaba, reía.
Y yo decía mentalmente viendo el espectáculo de Bayly: “¡Pero este hombre salió del clóset para encerrarse en los servicios higiénicos!”.

miércoles, 13 de agosto de 2008

El infierno perfecto

Isaias Berlin es una de las bestias negras de la izquierda académica (o sea, la casi inexistente izquierda que debate y refuta sin parapetarse en los dogmas de Stalin).
Y es una bestia negra porque se ganó a pulso esa condición. A mí también me parecen repulsivas las posiciones que Berlin adoptó, en su momento, en relación a Vietnam o Cuba.
Que un liberal de su estirpe no condenara la bucanera intervención de los Estados Unidos en la Cuba de los años 60 resultó un escándalo. Y que un filósofo de la historia, que buscó la huella de la ética hasta en la obra de Maquiavelo, no condenara la guerra de Vietnam resultó una felonía.
Esas dos manchas imperecederas convirtieron a Berlin en un blanco vulnerable de las exclusiones y, fatalmente, lo emparentaron –dado que murió en 1997 a los 91 años- con la chusquería derechista de los Johnson, la Thatcher y los Reagan.
Pero Berlin fue mucho más que sus errores y en estos días en que hemos visto morir a Soljenitsin yo he recordado que la más pavorosa definición del estalinismo la leí en boca de ese filósofo nacido en Letonia y que hizo toda su vida intelectual en Inglaterra.
Ya sé que decir “la leí en boca” suena chirriante. Pero no encuentro otra manera de referirme a la impresión que me causó el libro surgido de la inmensa entrevista que Berlin le concedió, a lo largo de varias semanas de 1986, al intelectual de origen iraní Ramin Jahanbegloo (el mismo que padeciera 150 días de arresto en Teherán en el 2006).
Aparte de su feroz erudición, su ironía didáctica y la claridad de sus fobias filosóficas, Berlin sumaba a esas virtudes la de ser un gran conversador. Y, para mí, hubo dos momentos cumbres en ese diálogo tan nutritivo como actual.
El primero tiene ribetes kafkianos y es cuando Berlin, que salió a los trece años de la Rusia revolucionaria, cuenta cómo fue aniquilándose la pluralidad informativa que, mal que bien, le permitió al ala bolchevique del marxismo ruso crear la conciencia del cambio radical que vertebraría su programa.
En Petrogrado, adonde había ido a parar la familia Berlin huyendo de Riga, había un periódico más o menos centrista que se llamaba “Día”. Cuando el leninismo cundió, ese diario, convertido en amenazante vocero del nuevo poder, salió con el nombre de Noche”. Pero sucedió que la primera purga ordenada desde Moscú exigió, al parecer, un cambio en el cambio, así que “Noche” se convirtió en “Medianoche”. Poco después, desapareció por unos días y reapareció con el ya onírico (y profético) encabezado de “Noche profunda”. Y a los pocos días, en efecto, desapareció definitivamente.
Resulta obvio decir que en Petrogrado, en aquel 1919, la prensa se convirtió en un solo puño proletario.
El segundo escalofrío de esa lectura es cuando Berlin, después de considerar la idea de la justicia perfecta como enemiga de la humanidad e inspiradora de enormes crímenes y luego de expresar su acérrimo odio por “el monismo occidental”, define lo que fue el estalinismo. En lo que a mí respecta, no volvería a encontrar descripción más exhaustiva que la suya (tomada, en realidad, prestada de un personaje injustamente olvidado).
Cuenta Berlin que él creía, como muchos, que la Rusia soviética era un “estado hobbesiano”, es decir una dictadura derivada del Leviatán de Hobbes. Eso creía hasta que en 1946 o 47 –no lo puede precisar- conversó con Alexandre Kojeve, un ruso que se había hecho francés y que fue uno de los más grandes especialistas en Hegel.
Kojeve –que murió en 1968- le quitó la venda de los ojos. Porque le hizo comprender que lo de Stalin no tenía como fin imponer la autoridad sino, abiertamente, el infierno. Un infierno en el que todas las individualidades se disolvieran en un solo caldo de terror.
Berlin lo describe así: “Pero si usted acusa a la gente de romper leyes que no rompió, si la acusa de delitos que no cometió, de actos que ni siquiera puede comprender, acaba reduciéndola a papilla...Hobbes concebía una ley que, de ser obedecida, permitía sobrevivir. Las leyes que hizo Stalin eran tales que uno podía ser castigado por obedecerlas o desobedecerlas, al azar. No había nada que se pudiera hacer para salvarse. A uno lo castigaban por transgredir o acatar leyes que no existían. No había salvación”.
¿No es la perfecta descripción del infierno perfecto?
Y pensar que hay gente que suspira de la nostalgia recordando esos tiempos de maniqueísmo ramplón y silenciosa complicidad.

lunes, 11 de agosto de 2008

¿Bolivia será Georgia?

Cuando dos rivales ganan la misma guerra, ¿de qué estamos hablando? Podría ser una paradoja surrealista sino fuera el drama de Bolivia.
Evo Morales habría obtenido el 62,3% de los votos en el referendo, es decir ocho puntos más que los que obtuvo en las elecciones presidenciales de diciembre del 2005. Eso es un triunfo.
Pero Rubén Costas, el enemigo mayor de Morales, habría obtenido alrededor del 62% de los votos, con lo que su ratificación en el cargo de prefecto de Santa Cruz es un hecho. Eso es un triunfo para la oposición.
El prefecto de Cochabamba, sedicioso opositor, ha sido destituido (aunque se negará a acatar el veredicto de las urnas y tendrá que ser revocado judicialmente). Eso es un triunfo del gobierno.
Pero, al mismo tiempo, el prefecto oficialista de Oruro tendrá que dejar el puesto por mandato de los electores. Eso no es un triunfo gubernamental.
El opositor prefecto de La Paz, José Luis Paredes, no ha podido retener el puesto. Pero sí lo han hecho, en cambio, los otros tres prefectos de la media luna: Ernesto Suárez, de Beni; Mario Cossío, de Tarija; Leopoldo Fernández, de Pando (aunque en este último caso las cifras rurales que van llegando pueden hacer muy estrecha su victoria). ¿Eso es un empate?
La derecha golpista no ha podido arrasar. Eso es un triunfo latinoamericano. Pero el gobierno socialista de Morales no ha podido remover a ninguna autoridad de los cuatro departamentos con vocación sediciosa. ¿Cómo llamamos a eso?
Claro que Morales ha salido a decir que seguirá con su política de nacionalizaciones y de enfrentamiento con los departamentos no mineros que son la parte más dinámica de la economía boliviana.
La respuesta de esos cuatro prefectos ha sido anunciar que aplicarán sus estatutos de autonomía a partir de la confirmación de los datos electorales.
Esos estatutos contemplan un régimen inconstitucional que desgaja a la media luna del gobierno central y pretende recaudar impuestos y crear fuerzas de seguridad no regidas desde La Paz.
Por lo tanto, puede decirse que ayer Bolivia no se ha movido, políticamente hablando, un centímetro.
Han ganado los unos y los otros. Han perdido los otros y los unos.
Cada cual está en su trinchera, esperando (¿deseando?) lo peor.
Y lo peor llegará pronto si el diálogo se descarta y la concesión se ve como debilidad.
La oposición debe abandonar el fascismo golpista que parece ser su programa.
Morales debe renunciar a ese maximalismo de vocación arrasadora que puede producir la balcanización de su país.
Estados Unidos debería dejar de intervenir en la política boliviana con la grosería que lo está haciendo.
Y Hugo Chávez debería quitarle a Morales la pesada losa de su apoyo.
Bolivia tiene que preservar su unidad, aun a costa de la derrota política de los dos extremismos que la amenazan.
Morales tiene que entender que la paz se construye y se fomenta y que el primer deber de un jefe de Estado es preservar la paz y dejar de actuar como jefe sectario de una fracción de la nacionalidad.
Y tiene que comprender que si la guerra civil está en la boca de algunos de sus consejeros, debería –tras destituirlos por traidores- abrir la página internacional de un periódico y enterarse de lo que está pasando en Georgia.
Allí, en la tierra de Stalin, Osetia del Sur es la pequeña media luna que se quiere largar de la legalidad georgiana y que está sometida a la atracción gravitacional de Rusia. Algo parecido al apego prochileno expresado ya abiertamente por la derecha boliviana de Tarija. ¿Será Bolivia nuestra Georgia y harán las fuerzas armadas chilenas el papel de la Federación Rusa?
Que la sensatez asista a ese país entrañable.

domingo, 10 de agosto de 2008

El caso Arana

“El Comercio” y RPP son naves insignias de la armada vencible del periodismo. Porque “El Comercio” y RPP se las ingenian siempre para sacarle provecho crediticio a los gobiernos, obtener publicidad estatal a camionadas y favorecer a todo aquel que haya pasado por la bendición de la Confiep y la hostia de los doce apóstoles resucitados al tercer día.
Con Fujimori, “El Comercio” fue comprensivo, taimado y aprovechador hasta el año 2000, el año terminal de esa sepsis que padeció el Perú. Hasta el 2000, en suma, “El Comercio” se agachó ante la dictadura, le sacó ventajas publicitarias y fue un diario que Fujimori leía sin temor alguno cada mañana.
¿Y RPP? Pues RPP producía algunas arcadas. Se la pasó toda la dictadura adulando al dictador, prestándose a los sicosociales que preparaba el SIN y –lo que es peor- ignorando los crímenes y desacreditando a sus testigos y a las víctimas. Una voz cavernosa franeleaba, otra voz, que después llegó al Congreso en la lista del fujimorismo triunfador, sobaba y una tercera voz –la de Humberto Martínez Morosini, qué vergüenza- silbaba. Las tres voces componían el trío imaginario “Los Panchos del SIN”.
¿Y no vimos, acaso, en los vladivideos, a Manuel Delgado Parker –dueño de RPP- pidiéndole favores (y obteniéndolos) a Vladimiro Montesinos y casi armando paneles de periodistas con ese delincuente?
A mí que no me vengan con que no me acuerdo y desconozco mayormente. Porque yo sí me acuerdo y tengo los audios, los videos y los recortes necesarios para demostrar que “El Comercio” y RPP fueron funcionales al fujimorismo, cobardes cuando las papas quemaban y más bien sordidones cuando se trató de recibir favores judiciales de la dictadura.
¿O es que ya nadie recuerda que la fiscal fujimorista Julia Eguía fue la que archivó, por órdenes de Montesinos, el proceso penal que pudo mandar a la cárcel a medio directorio de “El Comercio”, acusado por el gerente general del periódico (nada menos) de evasión de impuestos, estafa y delitos contra la fe pública?
Pues bien, continuando con la tradición, “El Comercio” y RPP han sido y son fieles defensores del gobierno de Alan García. Cuando García leyó su mamotreto del 28 de julio del 2008 –reciencito nomás-, “El Comercio” escribió en su editorial: “En suma, vamos por buen camino. Mantenemos el programa económico y nos enrumbamos al desarrollo económico que debe ser también social”. ¡Mejor ni “La Tribuna”!
Y en cuanto a RPP, todos los días don Raúl Vargas nos recuerda que el miedo existe, el acomodo existe, el silencio existe. Por eso es que Vargas es un existencialista de renombre. Y si examinamos a Chema Salcedo –tan afónico él en la época podrida de Fujimori- encontraremos el mismo contenido (sólo que euforizado por dos litros de Red Bull o algo parecido).
Claro que el actual gobiernismo del Chema no tiene la intensidad de su amorío con el fujimorismo, que mucho tuvo de obsesión y desvarío –el otro día dijo que estaba muy bien lo de “Los iracundos” cantándole “Happy Birthday” al acusado de instigar el asesinato, entre muchos otros, de un niño de 8 años-.
En resumen, que “El Comercio” y RPP siguen siendo dos importantes miedos de comunicación (corrector: he puesto miedos de comunicación).
El problema, sin embargo, es que, de tanto acomodo por aquí y de tanto silencio por allá, “El Comercio” y RPP están recibiendo noticias no muy agradables.
En el último boletín sobre lectoría de periódicos, la muy seria CPI confirma un dato que más o menos se intuía pero que no deja de sorprender: en ninguna de las15 ciudades más importantes del país figura “El Comercio” como el diario más leído. Pero ni de lejos.
En Arequipa está en sétimo lugar, después de “Líbero”. En Chiclayo figura en el noveno. En Chimbote está penúltimo (hasta “Perú 21”, su joven promesa, está encima de él). En el Cusco anda en el quinto puesto mientras que en Huancayo tiene una participación de 3,6% de lectoría frente al 71,6% del líder, que es el “Correo” huancaíno.
Y así, esta megamuestra de CPI, basada en 10,200 entrevistas hechas en casa y 3,400 planteadas en la calle, demuestra que “El Comercio” es, cada día más, un diario desdeñado en provincias, insignificante en el rebelde interior del país. “El Comercio”, en suma, corre el riesgo de convertirse en un limeñismo, un tic de Eisha, una manía heredada y siempre reaccionaria.
¿Y RPP? Pues resulta que a CPN, que siempre estuvo pisada cuando la subfinanciaba Romero Caro y la dirigía un señor llamado Ku, la han comprado unos mineros que quieren convertirla en competencia para RPP. Ya le jalaron a Fernando Armas, su mejor humorista sin contar al señor Vargas, y están preparando una parrilla que puede arder muy bien.
Los análisis de mercado de ambas firmas –“El Comercio” y RPP- apuntan a que una de las debilidades que más los perjudica es ese airecito oficialista, esa facha inevitable de Angie Cepeda ganándose el pan con el sudor de su frente en lo de Pantaleón.
Así que el otro día a ambas firmas les cayó como anillo al dedo que García tratara absurdamente mal a un reportero balbuceante y desinformado que fue, en efecto, a ver si lograba algo.
Y claro que lo logró. Al día siguiente “El Comercio” se vistió de opositor y salió a la calle en bividí, a ver si despierta las pasiones de antaño. Y salió Raúl Vargas a decir que “el periodismo es incómodo por definición”. Y salió de la nada hasta Juan Paredes para decir –como nadie lo diría- que el asunto del nombramiento de Carlos Arana “es muy importante para el país”. Y así fue saliendo el elenco de la prensa confiepista –incluyendo a las guasonas de la noche y a los pájaros fruteros- a advertirle a García que si no hace lo que ellos quieren, y con los modos que ellos demandan, se acabó la relación, cada uno a su catre y a ver qué golpe a lo Bustamante y Rivero te armamos.
A mí el señor Arana ni me va ni me viene. Ni lo conozco ni lo conoceré. Y creo que todos saben qué pienso de muchos aspectos de este gobierno.
Pero no me voy a sumar a histerias teatrales ni voy a aplaudir a la división blindada de la derecha mediática saliendo con sus tanques a la calle.
He oído los audios y examinado el asunto y tengo que decir que el señor Wálter Samuel Neyra, el reportero de RPP que comenzó todo este escandalete, no honra al gremio. Primero porque es capaz de decir “una resolución en el cual”. Segundo, porque no sabía nada del asunto y lo demostró admitiendo que las irregularidades achacadas a Arana eran, realmente, “supuestas irregularidades”. Y tercero, porque, en efecto, dio la impresión de estar haciéndoles el cover a “El Comercio” y a Augusto Álvarez Rodrich.
No sé si Arana es un búfalo con ganas de entrar a saco en la administración pública. Lo que sí sé es que, en lo formal, el expediente que lo cuestiona como dador de datos falsos en relación a una empresa constructora está en el tribunal del Consucode, a la espera de un veredicto. Por lo tanto, se trata de un acusado y no de un convicto. De un cuestionado, no de un reo.
Y la prensa no puede ser llevada de las narices por “El Comercio” y RPP, que lo que quieren es volver a demostrar que en este país quienes mandan son los de toda la vida y que cholos levantiscos como Arana –que de eso también se trata, de su pizca de clasismo racista- no deberían estar en cargos de confianza. Sobre todo si no lo ha escudriñado Vega Llona, aprobado Roque Benavides y fotografiado la señorita Peschiera, editora de Sociales de “El Comercio”.
Que los payasos entiendan: hay periodistas que estamos hartos de que la derecha decida qué banalidad distractiva debe ir en primera plana. Y todo para disimular el verdadero menú que quisieran esconder: su entusiasmo egoista por el modelo económico que García ejecuta como si del mariscal Benavides se tratara.

sábado, 9 de agosto de 2008

¡Abajo las Olimpiadas!

Me niego a sumarme al embeleso-embeleco de las Olimpiadas. Y no es porque sea China la anfitriona. Porque, aunque Abimael Guzmán diga que es hijo de Mao, a mí el Central Imperio que inventó el papel siempre me ha merecido mucho respeto.
En cambio, las Olimpiadas siempre me han producido el mismo mortal aburrimiento.
Para empezar, la frase esa que Juvenal puso en sus “Sátiras” -eso de mente sana en cuerpo sano- resulta ampliamente desmentida en muchos gimnasios, en la mar de discotecas y se diría que en la totalidad de los establecimientos dedicados al patrístico oficio del puterío.
Yo conozco a gente que sale a correr con uniforme de campeón declatonista y que hace pesas y respira como un fuelle automatizado y que, sin embargo, le pega a su mujer, patea el perro del vecino cada vez que no lo ven y ama intensamente a Fujimori, con Saravá y todo.
Y lo que no se dice de la tal batalla de Maratón, es que el famoso mensajero, el que corrió a avisar a los atenienses de que los persas habían sido derrotados por Milcíades, terminó muy mal porque cayó muerto por el esfuerzo apenas llegó a la ciudad. O sea que la leyenda del deporte greco-olímpico empezó con un fracaso atlético de consecuencias mortales, consecuencia de una exigencia de naturaleza criminal.
Me captura el fútbol pero el olimpismo me da grima. Y es que en el fútbol se emplean el cerebro, la malicia y hasta la conspiración corporativa, pero no hay nada más lejano del plano encefálico y de la densidad neuronal que un corredor que ya no tiene nada que improvisar o que un lanzador de balas que se la ha pasado lanzando balas durante tres horas diarias los últimos cuatro años de su vida. ¡Socorro!
Ese olvidado pero importante escritor que se llamó Jean Giraudoux fue campeón nacional francés de los 400 metros planos cuando estudiaba en la Escuela Normal Superior y, muchos años después, escribiría un raro libro que tituló “El deporte”. Allí escribió esta frase agudísima: “El deporte consiste en delegar al cuerpo algunas de las virtudes más fuertes del alma: la energía, la audacia, la paciencia”.
Pues bien, yo no creo en esas delegaciones. Comparto, más bien, la creencia de quienes piensan que el cuerpo es prisión, miseria dispéptica, puñalada renal, condena gravitatoria. O sea que padezco de un agnosticismo de indeleble marca judeocristiana.
Mis únicos recuerdos adolescentes de verdad espantosos son los de un cornetudo toque de diana a las 5 y 45 de la mañana, un buzo puesto entre apuros, los gritos de un teniente llamado “Pluto” y una marcha a paso ligero hacia la clase de gimnasia. Por eso es que durante años me vengué negándome las primeras horas de la mañana y jurando que no haría nunca lo que el maniático de Buffon le mandó hacer a su mayordomo para poder escribir a marchas forzadas su “Historia natural”: despertarlo antes de las seis de la mañana con un jarro de agua fría en la cara.
Resultará entonces que la señorita Mengana batirá la marca del salto con pértiga, que Perencejo lanzará la jabalina doce centímetros más allá que el bodoque polaco de la última Olimpiada, que saldrá un jamaiquino o un hijo del Bronx y rebajará en 9 milésimas de segundo los 100 metros llanos. Y así sucesivamente.
Y, además, hay 204 países representados. ¿Es que hay 204 países en el mundo? ¿Usted puede creer que Tonga, un archipiélago oceánico y monárquico de 700 kilómetros cuadrados, está allí para competir? ¿O que alguien de la delegación de Madagascar subirá a un podio? ¿O que las gimnastas de Bonaire resplandecerán de llamadas? ¡No, por supuesto! Hay una docena de competidores y los demás, incluyendo a la delegación peruana, son comparsa y extritas.
Por último, ¿no es obsceno que China se jacte de haber gastado cuarenta y dos mil millones de dólares en organizar toda esta vaina? ¿Qué pensarán los países pobres que creyeron que la prosperidad de la República Popular China tendría otros ingredientes y bastante menos frivolidad?
Bueno, pensarán lo correcto. Que China ha pasado por el aro. Por los cinco aros del suntuoso olimpismo.

viernes, 8 de agosto de 2008

“Claro” y sus mensajes indeseables

¿Qué cartel de Guadalajara o Sinaloa, qué banda de Chihuahua, qué poderes ocultos de Cancún están detrás de “Claro”, la compañía mexicana que reemplazó a la seria e italiana “Tim”?
“Claro” te ofrece, por ejemplo, cambiarte el teléfono por un precio simbólico. Y entonces vas a “Claro” y presentas el papelucho que la empresa te ha enviado a casa.
Entonces la ventanillera masculla su dialecto y dice:
-Pero el cambio de teléfono viene con cambio de contrato.
-¿Y el cambio de contrato supone más altas tarifas? –preguntas con tu mejor cara de idiota.
-Así es –dice ella con la más dura cara que ha podido aprender.
-¿O sea que me han hecho venir para subirme la tarifa y el anzuelo ha sido este papel? –preguntas sabiendo cuál va a ser la respuesta.
La ventanillera calla pero asiente. Hasta se diría que parece avergonzada.
Entonces sales de esa oficina de chingados con ganas de no saber nada de “Claro” durante un buen tiempo.
-¿Y entonces, por qué está usted en “Claro”? –podrían preguntarme.
Y es que yo fui uno de los raptados de “Claro”. Yo estaba en “Tim”, que era una empresa incapaz de truhanerías, cuando un día llegaron los paisanos de Díaz Ordaz y López Portillo y de todos los ladrones que han pasado por la presidencia de México y dijeron con voz de “estas son las mañanitas que cantaba el rey David”:
-Como que se reventaron mis cuates: ¡hemos comprado “Tim”!
Los italianos no dieron ninguna explicación y se largaron. En ese momento fueron más palermitanos que milaneses y más berlusconianos (por su proceder) que la podrida “Juventus” del malogrado campeonato italiano de fútbol.
Yo, apenas me enteré de que Carlos Slim estaba detrás de “Claro”, quise largarme también a la italiana. No pude hacerlo. Me lo impidió el hecho de que aquí no existiera la llamada “portabilidad” de tu número telefónico (o sea el derecho que en la mayoría de países civilizados se respeta y que consiste en que “tu” número “te” pertenece y te lo puedes llevar a otra empresa).
Soy un rehén de “Claro” porque la “portabilidad numérica” recién estará vigente en este país de falsas rancheras y verídicos falsetes ¡en el 2010! Y es que así son de arrastrados estos gobiernos peruanos cuando de la inversión extranjera se trata. Y así de maleva y mercenaria es esa casa verde llamada Osiptel, local de alterne sito en ese amplio barrio rojo llamado Ministerio de Transportes (el que regenta madame Zavala y al que acuden, a la misma hora de Fujimori y su congresista faldera de turno, los chevalier sans peur et sans reproche).
Pero volviendo al relato banal de esta columna. Te vas de esa oficina de “Claro” con ganas de no saber nada de ellos hasta que te llegue la próxima factura mensual de ciento y veinte dólares, pero lo que no sabes es lo que te espera.
Porque al día siguiente de haber averiguado, en directo y en vivo, qué cosa es “Claro” y qué poco respeta a sus usuarios, la venganza de los del cartel te llena el aparatito de mensajes. Sólo en las últimas horas he recibido vibrantes alarmas que me han remitido a los siguientes mensajes:
Mensaje 1: “Te recordamos que las claves de recarga de tu “Claro” son secretas. Cuida de no revelarlas y no te dejes sorprender por terceros con falsos concursos o premios”. (¿Pero es que estos son libretistas de telenovelas? ¿No saben que no hago recargas ni tengo claves y me importa un carajo todo este asunto?)
Mensaje 2: “Estimado cliente: para ver detalle de llamadas y recibo por Internet suscríbete a www.claroenlinea.com.pe en centros de atención al cliente”. (¿Acaban de ganar un concurso de estúpidos? ¿Y para eso me hacen sonar la alarma? ¿Qué castigo proponen los mermeleros de Osiptel para este spam cautivo?)
Mensaje 3: Repetición exacta del mensaje 2.
Mensaje 4: “Por 35 soles envía CLARO al 2442, acumula puntos y podrás ganar 1 de los 5 autos Gol 0 km. que CLARO te trae”. (¿Esta gavilla de chicanos panchovillanos supone que todos los peruanos somos retardados mentales? ¿No se dan cuenta de que con ese método queda en evidencia cómo es que financian (y con creces) los dos automóviles que dicen regalar?)
Mensaje 5: “Para poder enviar SMS en Roaming, asegúrate de tener configurado el +511997990000 como centro de servicio/ mensajes en el menú de configuración/ ajustes de SMS”. (Si emparentan ese texto con las borracheras de José José, las jaladas de Alejandra Guzmán, las suciedades de Azteca Televisión y los robos monumentales del PRI a lo largo de 70 años, no los culparé).
Mensaje 6: “Aprovecha: si tienes un saldo mínimo de 5 soles marca *779, luego 6 y elige entre ocho opciones de bono para llamadas y mensajes de texto. Tienes hasta el 11/8 para hacerlo”. (Aquí ya está Felipe Calderón en persona, con su cara de ladrón mayor, robándose las cifras del cómputo, negando las del PRD (que de seguro también eran falsas) y lanzando tiros al aire para celebrar su victoria a la bandolera. O sea que estos chimoltrufios de “Claro” hacen aquí en Perú lo que ni en el D.F., capital de todos los tlatelolcos que en el mundo han sido, les estaría permitido).
Todos estos últimos días, puntual como la cagarruta de una cuculí, he recibido un mensaje de mis raptores.
¿Cuántos rehenes de “Claro” tenemos que sufrir su hampa publicitaria, su persecución babosa y sus métodos de Porfirio Díaz?
¿Cuánto le paga “Claro” a Osiptel para que le permitan estos desmanes? ¿Y cómo se arregla con Indecopi, esa otra casa de citas que decretó que Bryce no le había plagiado nada a Morote? ¿Y dónde está mi amigo Yonhy Lescano, que sólo parece tener oídos para los excesos de Telefónica?
A mí me pasa con “Claro” lo que me pasó con el Banco Santander. Yo era un feliz cuentacorrentista del Santander hasta que un día me llegó una carta que decía:
“El Banco Santander se ha ido del Perú. Ahora es usted cliente del Banco de Crédito”.
Los hijos putativísimos del muy epónimo Emilio Botín se largaron una medianoche. Y ahora estoy en las redes del BCP, que debe estar por debajo del Banco Central de Dacca y por encima de cualquier ley o corte judicial del Perú.
Y es que parte del problema de esta economía de mercado que tantas erecciones produce en la UPC y en el mundo de los admiradores de Cheney, es el elenco que la encarna, las entidades que la sostienen y los sistemas regulatorios que deberían de mantenerla lo más limpia posible.
Porque una cosa es estar en manos de una empresa italiana acostumbrada a tratar con ciudadanos y otra es estar en las manos de un cartel telefónico con casa matriz en los bajos fondos de Jalisco. Y una cosa es estar en un banco pulcro y comedido y otra en uno donde se considera un favor imposible entregar un corte anticipado del mes corriente.
Porque una cosa es la economía de mercado y otra el mercado de las coimas y los silencios que este gobierno ha empezado a regar con la mejor orina de búfala de América Latina. Y ustedes serán testigos de qué flores del mal de invernadero vamos a empezar a ver a la vera del camino.
-¿Aló, Indecopi? Quiero formular una queja.
-Estamos ocupados.