viernes, 31 de julio de 2009

Padre nuestro

Francisco Tudela, que fue algo así como la simbólica madame Pompadour de aquel bonapartismo fujimorista nacido en una llantería, acaba de decir que jamás volverá a la política.
¿Pero es que alguien lo ha llamado, aparte de Raúl Vargas, claro está?
¿Lo han llamado de algún antro académico, de alguna sigla con casa matriz en Huachipa, de alguna lista de parlamentarios ávidos de parecerse a Aldo Estrada?
No, nadie lo ha llamado. Ni Yehude Simon está tan desesperado.
Pero he aquí que Francisco Tudela desprecia el llamado que no se ha producido y rechaza la invitación no formulada. Así de misterioso es este pariente vergonzante de la China Tudela, que es, como se sabe, lo mejor de la familia.
No quiere don Francisco volver a bailar el baile del Chino montado en la tarima de la re-reelección, moviendo hombros y caderas junto a Carlitos Álvarez en aquellos mítines inolvidables surgidos de la imaginación de Carlos Raffo.
Sí, porque no hay que olvidar que Francisco Tudela fue, aparte de canciller para todo servicio, el segundo de a bordo en la cochinada aquella de la tercera elección de Fujimori, tercera que volvióse segunda después de que Torres Lara la “interpretara auténticamente” leyendo la entrelínea del artículo 112 de la Constitución.
Pero este señorito de voz queda no sólo agrede a la política renunciando a ella. Agrede a algunos periodistas y nos nombra como los responsables de su prescindencia, de su automarginación.
Y habla “de la calaña de la política peruana” como si él no hubiese aportado toneladas de bosta a la mala reputación de la política peruana. ¡Qué oportuna modestia!
Pero estoy seguro de que Tudela no miente cuando ahora dice que la política peruana le asquea. Bueno, es comprensible que al sirviente de una dictadura le cause arcadas el marco democrático, la relativa limpieza de la Onpe, la existencia de una prensa libre, la siempre tensa vigencia de las leyes.
Ya quisiera Tudela que volvieran las oscuras golondrinas de Montesinos y los buitres de Blanca Nélida y las guaneras de Rossy War, su rumbera de al lado. Eso sí no le daba vahiditos a Tudela. Eso, más bien, le gustaba: un Chino emperador, un rufián comprando congresistas y canales y él de canciller citando a Séneca.
Además, ¿qué puede interesarle la política a Francisco Tudela ahora que ya tiene a su adorado papi a su costado? ¿No era acaso su padre lo que él más quería?
¿No es tierno?
Cuando a Felipe Tudela y Barreda lo tenía su esposa (o sea la madrastra fea y mala), resulta que el señor estaba, según sus entrañables vástagos, mentalmente inhabilitado y judicialmente interdicto para tomar decisiones. Era poco menos que un anciano decrépito que obedecía a una bruja. Y así lo establecían “los peritajes de parte” y los diagnósticos por encargo.
Pero ahora que está al lado de sus hijitos, que tanto lo quieren y que tanto han hecho por él a lo largo de todos estos años, resulta que don Felipe Tudela y Barreda ha recobrado, de pronto, la lucidez, el buen juicio y, seguramente, hasta el pulso para firmar lo que resulte conveniente. Se diría que hasta la vista la ha recuperado y que hasta podría leer, cual locutor, el teleprónter que se le presentara. ¡Qué maravilla!
O sea que la proximidad con esos creciditos retoños que jamás estuvieron interesados en otra cosa que no fuera su felicidad, ha logrado el milagro sináptico que ningún doctor Alzheimer pudo prever ni ningún neurólogo vulgar admitiría. ¿No merece esto un reportaje urgente de Natgeo? ¿O es Discovery Health?
Y ahora don Felipe –sin ninguna intervención de sus hijitos, claro está, espontáneamente por supuesto- reniega de su mujer, le dice que fue una cornuda porque él se distrajo con otras damas y la llama raptora porque afirma que la suya no fue boda sino secuestro. ¿Pero cómo un caballero parecido al José Antonio de Chabuca Granda llega a decir cosas que podría haber dicho un tamalero de Pancho Fierro? ¿No querrá Biography Channel interesarse?
Al mismo tiempo, sus amorosos (y dicho sea con delicadeza: quizá inminentes) herederos van a RPP a hablar de minutas de abogados que llaman excesivas, de gastos conyugales que consideran inauditos y de dineros esfumados que no es que importen (porque así son de desprendidos ellos) sino que revelan el interés material de aquella Graciela de Losada mala, mala y tres veces mala por interesada. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

jueves, 30 de julio de 2009

El fin de la historia

“Irlanda emitirá más de 100,000 folletos sobre salud mental para prevenir suicidios entre los jóvenes que no tienen empleo o se encuentran en dificultades financieras, en medio de la peor recesión en la historia del país...Más personas mueren por su propia mano cada año en Irlanda que en accidentes automovilísticos, según la Fundación Nacional de Investigación del Suicidio...”
(Despacho desde Dublín de la agencia Reuters, 29 de julio del 2009).
Se matan porque cayeron en la trampa de la vida al crédito. Porque les dijeron que siempre sería así, que los genios del capitalismo habían descubierto la máquina del movimiento perpetuo, que el asunto era no bajarse de la bicicleta en marcha.
Y un día, de pronto, todo se detuvo. La película se atascó en un fotograma. Cayó el gobierno, el dinero dejó de inundar las plazas públicas y las cuentas impagas se acumularon.
Y otro día se detuvo el propio trabajo. La fábrica de software, el casino, la oficina de servicios consiguieron un expediente de reducción de plantillas y despidieron a quienes pudieron. Se ensañaron, claro, como siempre, con los más sencillos y menos especializados.
Todo se paró, excepto la publicidad, que seguía acribillándolos con sus variados paraísos. Y mientras las deudas crecían la televisión seguía mostrándoles el ensueño que se estaban perdiendo los expulsados del bienestar, los que acababan de estrenar su condición de parias, los derrotados.
Se esfumaba el dinero de los bancos pero ningún banquero sufría. Cerraban las ensambladoras multinacionales pero ningún CEO se tiraba desde algún piso alto. La derrota no parecía ser de los jefazos sino de los de siempre: los herederos de las viejas hambres irlandesas, los nietos de las diásporas, los O’Hara del bajo Dublín.
¿O sea que había sido un cuento traicionero eso del crecimiento interminable y la prosperidad sin límites y el consumo que no debía parar porque el secreto estaba en el vértigo y en borrar del léxico la palabra saciedad?
¿O sea que ahora, lleno de deudas y sin empleo?
Leo en el cable de Reuters:
“Para los adultos jóvenes irlandeses el suicidio es la principal causa de muerte”.
¿Qué mundo es este? ¿Qué infierno hemos creado? ¿Qué burdel con pretensiones de castillo? ¿Qué mingitorio con ínfulas?
Cuando el capitalismo fracasa –y siempre fracasará porque se basa en la licantropía- los que pagan el pato son los más débiles. ¡Qué anacrónico y aldeano suena el doctor García recomendándonos el futuro que ya fue!
Pienso en los jóvenes suicidas de Irlanda y pienso en Vallejo, que tanto amaba a los parados:
“Este es, trabajadores, aquel
que en la labor sudaba para afuera,
que suda hoy para adentro su secreción
de sangre rehusada”
Nadie como Vallejo imaginó un paro tan general y tan profético, un mundo detenido por la crisis, y nadie supo nombrar de mejor modo el desconsuelo de la dignidad del trabajo arrebatada:
“...paradas en un pie las aguas móviles
y hasta la tierra misma, parada de estupor
ante este paro” .

miércoles, 29 de julio de 2009

Discurso sin método

El doctor Alan García promete que en el 2021, el año del bicentenario de la independencia, Perú será un país del primer mundo. Será un milagro pertenecer al ranking del primer mundo con presidentes del tercero, digo yo.
Después habla de un pueblo convocado que hará obras públicas sin intermediación de autoridades ni burocracias. O sea, como lo trató de hacer Belaunde con su Cooperación Popular y las históricas placas donde se leía: “El pueblo lo hizo”.
Señala en seguida que gracias a él la pobreza ha bajado 14 puntos porcentuales: de 50 a 36 por ciento. Sólo Fujimori mentía con esta desfachatez. Las estimaciones más optimistas apuntan a una reducción real –metodología nueva y algo tramposa incluida- de cuatro puntos porcentuales.
Al rato demanda al ministro del Interior que use las armas de la policía “sin vacilación”. No lo satisface Bagua. Quiere más. Y en ningún momento del discurso lamenta la muerte de los 10 nativos. Reserva sus pesares sólo para los policías asesinados. Penas unilaterales de conservador converso.
Insiste, otra vez, en citar mal a Vallejo: “Pero hay, hermanos, muchísimo más que hacer”, dice con voz de recitador en el teatro Segura. Y no ha dicho que esté parafraseando. ¿Por qué le gustará manosear al pobre Vallejo?
Se jacta de que los teléfonos celulares ya no son los cinco millones que él encontró. “Ahora hay 20 millones”, se fascina. Como si ese no fuera el negocio leonino de Telefónica, Claro y Nextel.
Segundos más tarde, un gran hallazgo retórico: “Tuvimos errores”. Pero, oh desilusión, no señala cuáles. La autocrítica no le alcanza para tanto.
En seguida dice que parte de su misión es “salvar al Perú de la crisis mundial”. Pero en el mismo discurso dice que ya hay señales de que el mundo está saliendo de la crisis. ¿De qué nos salvará, entonces? ¿Por qué no nos salva de él mismo?
Con el cinismo en ristre afirma que la democracia requiere de “poderes independientes”. No alcanzo a distinguir si Luis Alva Castro, su seudónimo en el Congreso servil, lo mira con especial devoción en ese momento.
“Cualquiera puede movilizar a las turbas”, exclama indignado. Una turba de aplausos convenidos lo interrumpe.
“El modelo estatista y autoritario necesita controlar al parlamento”, reincide. Pero ya no parece cinismo sino alguna encefalopatía.
Anuncia que presentará el Código del Consumo y que una nueva cárcel en la selva espera a los corruptos. Pero no habla de la corrupción que invade su gobierno ni de la fiscalización que la puede evitar y que él, más bien, quiere debilitar para apurar el gasto.
“Haremos la Descentralización Popular No Burocrática”, persevera. Es que cuando se prometen idioteces nadie va a reclamar su no cumplimiento. ¿Se imaginan a alguien diciéndole dentro de once meses: ¡usted prometió la Descentralización Popular No Burocrática y no ha cumplido!?
Y a renglón seguido una frase que quedará para la historia del ridículo: “La mejor manera de dialogar es gastar...” Como si todo fuera un asunto de dinero. Como si el sentido de la dignidad no hubiese estado presente en las cóleras de Bagua y en las lejanías hostiles del sur andino.
“Tengo un pacto sagrado con los jóvenes”, afirma. ¿Ignora que la mayor parte de los secretarios regionales de la Juventud Aprista se han pronunciado en contra de la expulsión ignominiosa de Luis Alberto Salgado, castigado por decir que el Apra se ha apartado de su cauce?
¿Y su respuesta a la reforma del Estado? Parece una broma: “¡Los Núcleos Ejecutores de Jóvenes!” Cree que con cuadrillas de obreros provisionales que hagan escaleras y limpien acequias se arreglará el problema del Estado-botín, del Estado cuadrapléjico que complica las cosas y produce la más alta cuota de corrupción.
Cuando anuncia que en el 2010 el Perú deberá de crecer por encima del 6 por ciento, ya la cosa es digna de “Los chistosos”. Lo mismo que cuando se enorgullece del precio de la gasolina (aunque no dice que el barril del crudo ha bajado 80 dólares desde su pico de 145 y que a eso se debe la insuficiente reducción del precio del galón de combustible).
Cual socio de Telefónica o amigo de Carlitos Slim (que lo es), se hincha para decir que hoy tenemos 772,000 conexiones de banda ancha. Lo que no puede reconocer es que las tarifas que aquí se cobran son las más caras de la región.
Y otro anuncio: “Comenzará la derivación de Huascacocha” (para la Central de Huachipa). No dice cuándo ni cuánto cuesta ni en qué estado está el estudio. Llena las páginas de augurios coloridos como este: “Se completará la entrega de 292,000 computadoras entre escolares...”
Ya no es circense ni festivo cuando grita que “se ha capturado a 498 sospechosos de terrorismo”. No precisa cuántos de esos sospechosos tuvieron que ser liberados porque sus detenciones fueron brutales y arbitrarias.
Pero quizá lo peor del malhadado discurso ha sido aquello del Núcleo Básico de Defensa.
Ha sido de una absoluta irresponsabilidad histórica mentirle al Perú diciendo lo que no es y anunciando “terribles sorpresas” que sólo existen en la cabeza de Su Excelencia. Estamos desarmados frente a Chile. Dependemos del pacifismo de Chile, no del nuestro. Esa es la pura verdad.

--------------------------------------------------

Posdata: ayer, en esta columna, donde debió decir: “fue discípulo de José Courtier en Santiago de Compostela...”, apareció: “fue discípulo y José Courtier...” Muchas gracias, como siempre, al inexistente corrector de este periódico.

martes, 28 de julio de 2009

Varios asombros

Voy a escuchar a la Orquesta de la Ciudad de los Reyes porque quiero ver cómo dirige la española Inma Shara, de la que he oído hablar mucho y siempre para bien.
Y me quedo asombrado. Por Inma Shara, esta vasca que parece un relámpago rubio, y por la orquesta, que suena como debía de sonar una orquesta nacional si tuviéramos política cultural y si tuviéramos Estado.
En un programa dedicado a músicos españoles se asoma, como un tímido intruso, el peruano Alekhine Rebaza. Estrena su Rapsodia Andina, que resulta intensa y bella y magistralmente interpretada bajo la batuta de Inma Shara. Es el tercer asombro de la noche.
El Intermezzo de la ópera “Goyescas”, de Enrique Granados, y la Danza Número 1 de la ópera “La vida breve”, de Manuel De Falla, son parte de la cumbre de este festín de talento y buena música.
Si la música requiere lirismo y precisión, técnica y nervio, relojería y corazón, Inma Shara abunda en todo ello. Le arrancaría una sinfonía al bosque si en sus manos estuviera la dirección del viento.
Y en eso viene “Aires Gitanos”, de Pablo de Sarasate, que es el Paganini español (y por español, claro, no tiene la fama de Paganini). Sarasate, nacido en Pamplona, fue discípulo y José Courtier en Santiago de Compostela y de Urbano Casasvellas en Pontevedra, desde donde partiría a Madrid, donde sería patrocinado, gracias a su genio, por la reina Isabel II. Su formación la terminó en París y fue tan famoso y reconocido que Edouard Lalo y Saint Saëns le dedicaron una sinfonía y un concierto. Sarasate compuso algunas de las piezas más difíciles y prodigiosas para violín.
Pues bien, una de ellas, la archifamosa opus 20, llamada “Aires Gitanos”, se toca esta noche de julio del 2009 en el colegio Santa Úrsula. Y quien la toca es un niño peruano de 17 años llamado Andrés Ramírez-Gastón Costa.
Sus nervios, al saludar, son los míos. ¿Podrá con este peso colosal? “Aires Gitanos” se estrenó en 1878 en Alemania y fue recibida con vítores. Se trata de una obra que ha sido grabada por Itzhak Perlman, interpretada por Yehude Menuhin y que figura en el repertorio más exigente de figuras mundialmente consagradas como Anne-Sophie Mutter. ¿Podrá este Andrés nuestro?
Sí, pudo. Y no podemos cesar de aplaudir a este prodigio nacido en Lima en 1992. A este milagro hecho a pulso y a contramano de las entidades oficiales y del Estado imbécil que dice “teníanos” y tiene la cara de Alva Castro y la chequera de algún proveedor.
Porque esta noche qué lejos estamos de la ordinariez de la política y qué cerca de lo mejor de la humanidad. Y la noche no acaba. Porque después de la hazaña del adolescente Ramírez-Gastón Costa, viene Joaquín Turina, siempre pleno y complejo, moderno y frío. Y después de Turina, la Shara nos regala “Las bodas de Luis Alonso”, carabela española de la conquista cultural con letra de Francisco Javier de Burgos y música inolvidable de Jerónimo Giménez.
¡Qué noche!

lunes, 27 de julio de 2009

La Patria: soñemos el Perú

Por Manuel Rodríguez Cuadros

La patria es el referente social y nacional de la existencia histórica del Perú. La organización social, económica, política y cultural que los antiguos peruanos crearon en Caral, hace cinco mil años, simboliza el horizonte de culturas que desde la antigüedad otorga a nuestra nación esa valiosa especificidad de ser cuna de civilizaciones, junto a Mesopotamia, Egipto, India, China y Mesoamérica.
La patria, la nación, tiene en su formación un componente subjetivo que pertenece al campo de la conciencia social colectiva e individual. Es el sentimiento de pertenencia, de identidad con un conglomerado social y su devenir histórico. Es la filiación de Garcilaso o Unanue con el Perú antes que se constituyera en Estado-nacional.
El Perú es una sociedad pluriétnica y multicultural. No obstante esa diversidad y la fuerza cultural quechua o aymara, la única conciencia histórica de sus habitantes es la identidad nacional peruana. Esta es una fortaleza. Sin embargo, uno de nuestros desgarres históricos ha sido no reconocer la diversidad e intentar imponer el poder no democrático a la mayoría, excluirla de los beneficios de la riqueza nacional y el progreso.
Hay que recordar que la patria, la nación, tiene, también, componentes objetivos, de carácter material: el territorio, la población, las condiciones de existencia, la organización de la economía y el ejercicio del poder. El grado en el que la felicidad, el bienestar y la seguridad de una vida digna está distribuido entre la población. Aquí está el problema peruano del presente y el futuro: la extrema desigualdad del ingreso, el nivel inaceptable de la exclusión y las iniquidades de la discriminación. Hiere a la patria que en la post modernidad dos de cada cinco peruanos sean pobres y que en los mundos rurales de la Amazonia y la sierra, los pobres sean cerca del 70 por ciento y más del 60 por ciento.
La pobreza, la desigualdad, la exclusión y la discriminación no sólo afectan la vida social, espiritual y material de grandes sectores de la población, debilita la legitimidad de la democracia y ofende la conciencia ética de la nación.
En este sentido -el de la carencia de equidad social como sustento de la fortaleza nacional- la construcción de la nación es todavía una tarea pendiente en el Perú. Y esa es la tarea que la patria demanda a sus hijos. Una gran empresa y determinación colectiva que movilice el capital y el capital social para que la pobreza no se herede, para revolucionar la educación pública en calidad y cobertura, para que la vivienda no sea un privilegio, para que la indispensable reforma de la salud permita que los más pobres conozcan la atención de salud y todos accedan a servicios oportunos, seguros y de calidad, para que la legítima ganancia de la empresa conlleve la progresiva y responsable alza de los salarios y mejore la calidad de vida de los trabajadores, para que las oportunidades se democraticen. Para que la democracia sea un instrumento del desarrollo.
De la confluencia de nuestra historia con la post modernidad global, se deriva para todos los peruanos y peruanas, sin exclusiones, el desafío de soñar el Perú. De seguir construyendo la patria -como dijo Basadre- lejos del faccionalismo, lejos de separatismos suicidas, lejos del voluntarismo que busca oponer peruanos contra peruanos, inventando estados de guerra ideológica interna; por el contrario, con unidad, con solidaridad, con coherencia, con el debido respeto a los distintos grupos históricos y a la altura de los tiempos que vivimos y de los que vendrán.

domingo, 26 de julio de 2009

El mito del infierno

El prestigio literario del infierno es enorme. Quizá sólo comparable a la leyenda que la religión, esa rama de la literatura fantástica como decía Borges, ha construido para sembrar de miedos el planeta.
Desde hace muchísimos años monjes y fabuladores se han disputado el derecho de ponerle al infierno más detalles intimidatorios.
La carrera fue por ver quién ponía más fuego a los calderos, más podre en sus orillas, más torniquetes al potro, más sal a las heridas.
El infierno, dicen los mitómanos sagrados, es lo que merecemos cuando deseamos a una mujer en flor. Y si arrancamos esa flor, entonces, de puro castigo, más infierno, más chirridos de ingenios que martirizan, más aullidos de bestias innombrables.
Entre el principio del placer y el principio de la realidad la religión siempre escogió el placer de negar la realidad. Cuando se inventó el asunto de que María no había concebido humanamente a Jesús se dio un paso de gigante en el proyecto de la abolición del cuerpo y el destierro de los sentidos.
La religión odia la carne porque sus mitos más ancestrales nos proponen, en la apuesta chiflada de la resurrección, una carne exonerada de los ciclos de la materia.
Si arrancamos esa flor o florecemos, ¡el infierno nos espera! El mayor pecado es, entonces, vivir. Pero no por el absurdo que nos legisla ni por la brevedad y finitud de nuestras vidas sino -dicen los religiosos- porque corremos el riesgo de ser libres. La pesadilla de la religión es que alguien viva su libertad.
Aunque no lo parezca, yo creo en la ley del progreso. Por eso estoy seguro de que dentro de miles de años examinarán este periodo de la humanidad de la misma manera como un entomólogo estudia sus criaturas bajo el microscopio.
El infierno es puro cuento, saga de narradores por encargo, verdín de César Borgia, emanaciones de fraile pederasta.
¡Al demonio con el infierno!
El infierno real, laico y próximo, siempre está en otros lados. Yace a veces al lado nuestro, en la misma cama, o sobrenada en la sopa, o huele a laca en ciertos camerinos, o hace piruetas bajo un cielo de neón, o es, sencillamente, el sedimento de los meses, la baba de los años.
El infierno real, el verdadero y ateo infierno del que no podremos escapar, es un hombre que escribe sobre el infierno cuando la voz de su esposa derriba la puerta de un grito, un grito respaldado por miles de años de levadura e intendencias, una voz robusta de razones y sentido común, una voz que vuela debajo de todos los radares y que pregunta si ha sido el hombre que escribe sobre el infierno quien echó a la basura el pan duro, sí, ese pan duro que estaba destinado a una sopa de ajos.

sábado, 25 de julio de 2009

Flor de venenos

El escritor mexicano Gabriel Zaid se ha sumergido en el mundo de la diatriba para escoger algunas flores de esos barros gloriosos.
Se trata, por supuesto, de flores carnívoras. Pero lo que comen estos engendros no es carne sino reputaciones, honras, narcisismos.
Como dice Zaid, algunas de estas flores del mal dicen más de quienes las profieren que lo que pueden decir de sus presuntas víctimas. Y es que muchas de ellas son auténticas deposiciones de la envidia y el malestar por la notoriedad ajena.
Zaid se remonta a Catulo, quien fue el autor de esta frase genial:
“Lo que recitas en tu plagio es mío, Fidentino. Pero lo dices tan mal que hasta parece tuyo”.
¿Lapidario? No tanto como este dardo impregnado de moralina lanzado por Thomas Macaulay, el mediocre poeta e historiador inglés:
“El sistema ético de Byron se reduce a estos dos mandamientos: Odia a tu prójimo y ama a su mujer”.
Y tenía razón. Pero eso no expulsa a Byron del paraíso de la poesía ni sitúa al primer barón de Macaulay en ningún parnaso. Porque, como se sabe, hasta la envidia tiene serias limitaciones.
Ahora bien, no hay nada más feroz que la ironía. Por eso es que, en la colección de Zaid, las agujas más punzantes son las que vienen del humor. He aquí un ejemplo:
“De haber estado en la creación del mundo, Emerson hubiera hecho sugerencias valiosas”. La frase es de Herman Melville y debe haberle brotado en los más amargos momentos de su fracaso como escritor. Porque Melville, como muchos otros, fue valorado sólo de manera póstuma.
Chesterton, que fue todo un profesional del humor (y muchas veces del malhumor), construyó esta lápida textual en torno al poeta inglés Alfred Tennyson: “Tennyson tenía un estilo tan elevado que sus ideas no llegaban hasta allí”.
Para arsénicos verbales, el Reino Unido. Y para canibalismo fratricida, los ingleses. Samuel Coleridge dijo del historiador Edward Gibbon algo horrible: “El estilo de Gibbon es detestable, pero no es lo peor de él”.
El estrepitoso Mark Twain era más áspero: “Si me pagaran, leería la prosa de Edgar Allan Poe, que es ilegible. Pero ni pagado leería la de Jane Austin”.
De una perversidad sin límites resulta esta casi sentencia de Wilde: “Henry James escribe novelas como si fuera un deber desagradable”.
Famosos son los celos en el escenario de la música. El gran Satie dijo del opaco Ravel lo siguiente: “Ravel rechaza la Legión de Honor, pero toda su música la acepta”.
La muy sobreestimada Virginia Woolf se atrevió a construir uno de los juicios más estúpidos de la literatura:
“El Ulises de Joyce es difuso, mañoso, pretencioso, pasado de sal y literariamente (no sólo socialmente) maleducado”.
Y Mary McCarthy no se resistió a ser cruel con Lillian Hellman, la escritora estadounidense que vivió muchos años con Dashiell Hammett: “Cada palabra de lo que escribe Lillian Hellman es mentira, incluso and y the”.
Y qué rabia impotente habrá experimentado Juan Ramón Jiménez cuando escupió esto: “Neruda es un gran mal poeta”.
Ni Jorge Luis Borges se pudo librar del comején de los celos: “Cien años de soledad está bien, pero le sobran veinte o treinta...”
Y Kerouac no dejó de ser, con su torrente callejero, la obsesión maligna de Truman Capote: “Kerouac no escribía: mecanografiaba”.
En fin, que para insultar con clase hay que tenerla.

viernes, 24 de julio de 2009

Comandante a la deriva

El señor Ollanta Humala es tan revolucionario y tan nacionalista que busca en Madrid al novelista Mario Vargas Llosa para decirle que no, que de ninguna manera, que él (Ollanta) no es un cáncer, que no hay de qué preocuparse.
Y sale de la reunión el señor Humala convencido de que convenció al novelista y creyendo que ya no le lloverán palos por ese lado del tejado.
Lo único que le faltó a Humala fue respirar aliviado y decir a todo pulmón:
-Con la bendición de Mario Vargas Llosa me puedo considerar “parte del sistema”.
Es como si Mitterrand le hubiese pedido un visto bueno a Raymond Aron. O como si el joven Allende de los años 50 hubiera solicitado la aprobación de Gabriela Mistral. O como si Rodríguez Zapatero hubiese perseguido a Camilo José Cela para que no siguiese hablando mal del socialismo. O como si José Carlos Mariátegui le hubiera escrito cartitas demandantes a Clemente Palma.
Este columnista piensa con cada vez más intensidad que el señor Humala no es el líder de la oposición. No tiene el carácter de un líder ni la consistencia de un personaje. No lo ampara un temperamento, no lo auxilia un cuerpo de ideas, no lo corrige un programa y no lo alivia el esperpéntico cuerpo de asesores que más bien lo sabotea.
Lo peor de todo es que lo primero que hizo el señor Vargas Llosa, luego de la reunión con Humala, fue llamar a su amigo Fernando de Szyszlo y decirle que aquellas dos horas de conversación sólo habían servido para reafirmar todo lo que pensaba del ex candidato del Partido Nacionalista.
-Acepté la cita sin ninguna esperanza –le dijo Vargas Llosa a Szyszlo, según la crónica del diario “La República”.
Según Szyszlo, Vargas Llosa, a la hora de despedirse, le dijo a Humala, cortés pero claramente, que lo que pensaba de él no había cambiado un ápice.
Y a pesar de eso, Humala salió de la reunión diciendo que esperaba que Vargas Llosa ya no lo percibiera como el cáncer del dilema cáncer/sida que el novelista planteó como metáfora de una segunda vuelta entre el nacionalismo y el fujimorismo.
No contaba con que Vargas Llosa iba a llamar a Lima a darle su versión de los hechos al pintor Fernando de Szyszlo.
El ridículo, entonces, ha sido doble.
Porque Vargas Llosa es un novelista genial pero también un funcionario intelectual de la derecha con sede en Washington y Bruselas. Y Humala no ha querido tener un encuentro con el narrador sino que ha buscado la bendición civil del intelectual ultraderechista.
Que Vargas Llosa no apruebe las ideas de un progresista dice mucho y bien del progresista.
Que un progresista vaya a rogarle a Vargas Llosa que no lo siga reprobando, dice mucho y mal del progresista.
Mario Vargas Llosa, que se había burlado de algunas cachaquerías en “Pantaleón y las visitadoras”, debe estar muriéndose de risa. Ni siquiera a Vega Llona, gran amigo del novelista, se le ocurrió que un día Ollanta Humala iba ir a Madrid a pedirle que dejara de considerarlo un enemigo.
Si García Márquez inventó al coronel que no tenía quien le escriba, Humala acaba de representar al comandante más a la deriva que hayamos conocido.

jueves, 23 de julio de 2009

Bienvenido, Herr Lieberman

El ministro de relaciones exteriores de Israel llegará en las próximas horas al Perú.
Espero que el gobierno peruano tenga la decencia de tratarlo con la cautelosa distancia de la diplomacia y que no se atreva ni a condecorarlo ni a rendirle homenajes.
Porque Avigdor Lieberman, el canciller en cuestión, es mucho más que un halcón: es un monstruo.
Halcón era Ariel Sharon, que destruyó dos veces el sur del Líbano. Halcón fue Menahem Begin, que ordenó aquella invasión de 1982 (la de Sabra y Chatila).
Pero el señor Lieberman ha superado todas las marcas del extremismo sionista.
El 16 de marzo del 2009 el corresponsal en Jerusalén del diario español “El País”, Juan Miguel Muñoz, escribió lo siguiente a raíz del nombramiento de Lieberman como canciller del gobierno que preside Benjamín Netanyahu:
“Lieberman, que ha propuesto el empleo del arma nuclear en Gaza y lanzar a los palestinos al Mar Muerto, ha pactado con Netanyahu que uno de los objetivos será “derribar el gobierno de Hamas”. Una misión que, visto lo sucedido en la reciente guerra de Gaza, sólo sería posible perpetrando una matanza descomunal...”
Dos meses después de este despacho, el señor Lieberman autorizó a su partido, el Israel Beiteinu (Israel, nuestra casa), para que presentara ante el parlamento dos proyectos de ley cuyos destinatarios eran los ciudadanos israelíes de procedencia árabe (árabe porque allí vivían ellos o sus padres cuando Israel decidió expandirse después de ganar las guerras que tuvo que enfrentar).
El primero de los proyectos exigía a esos ciudadanos un juramento de lealtad al Estado Judío (así, con mayúsculas) y el otro prometía la cárcel (tres años de reclusión) para quien considerara en público que la creación de Israel (1948) fue una catástrofe para los derechos de sus ascendientes.
O sea que con uno se garantizaba “la unidad judía” del presente. Y con el otro se borraba de la memoria el trauma del origen del Estado de Israel, nacido del mundialmente consentido despojo de la nación palestina. Era la construcción del pretérito perfecto según el modelo Lieberman.
El señor Lieberman ya había cautivado a los ultras israelíes diciendo que Israel debía enfrentar el problema de Gaza “de la misma manera como los estadounidenses enfrentaron y terminaron con la agresión japonesa”. Era la primera vez que un líder israelí hacía clara alusión al poderío nuclear del estado judío.
También había dicho que a los israelíes de origen árabe que simpatizaran con Hamas “habría que fusilarlos, del mismo modo que fueron fusilados los colaboracionistas franceses en la posguerra”.
Por supuesto que a Lieberman le fascinó la masacre de Gaza. Pero, por lo visto, la muerte de 1,400 palestinos, trescientos de ellos niños, y la destrucción de 200 colegios y 50,000 viviendas no fueron para él suficientes. Total, ¿para qué bombardear Gaza si se la puede borrar del mapa con el arma atómica?
Ahora, como canciller israelí, Lieberman, aparte de desconocer los acuerdos de Annápolis y de decir que Israel “no está obligado a buscar la paz”, es el más firme apoyo para la continuidad de los ilegales asentamientos en la Cisjordania ocupada.
Un judío genial y decente como Noam Chomsky lo ha dicho con todas sus letras en reciente entrevista:
“A Israel no le importa mucho Gaza, estarían felices de que se pudrieran y se hundieran en el mar. Lo que sí les importa es Cisjordania, ahí hay tierra con valor, tierra arable, ahí están los placenteros suburbios de Jerusalén y Tel Aviv...Así que continúan apoderándose de los recursos, las tierras, principalmente el agua de Cisjordania, para así dividirla en cantones inviables en los cuales la población se pudra y, esencialmente, a la larga, haya un éxodo...”
Ahora llega el señor Lieberman a advertirnos de que Irán es una amenaza para el mundo porque pretende construir una bomba atómica.
Habría que preguntarle si esa bomba, en el caso de que se construyera, tendría los mismos megatones que la que él usaría en la despreciable franja de Gaza. Esa bomba que Israel ya creó y que tiene guardada para el momento en que la voz del todopoderoso le exija emplearla.

miércoles, 22 de julio de 2009

De primera

El presidente Alan García ha dicho que erradicar el analfabetismo es uno de los objetivos de su gobierno.
El problema, como dicen algunos educadores metidos en los problemas del presente, no es esa franja, cada vez más reducida, de analfabetos abiertos y censados.
El problema es el analfabetismo funcional. O sea aquel que consiste en no ejercer de lector (ni siquiera en Internet).
Ahora bien, hay varios tipos de analfabetos funcionales.
El primero es el que no lee a secas y al que la sesera de las letras se le va secando hasta quedar como dátil.
El segundo es el que lee alguna prensa de cincuenta céntimos y reduce su consumo de información y cultura a una dieta de muerte lenta. Son los señores que terminarán creyendo que Melcochita es un gran actor, el fútbol peruano un arte incomprendido, la viveza criolla algo plausible y la señora Valcárcel una diva.
El tercer tipo de analfabeto funcional ha logrado, por lo general, un sitio encumbrado en la escala modificada de la burocracia (lo que demuestra que en el Estado las exigencias no son muy grandes).
Estos señores son casi vírgenes del hipotálamo, cerokilómetros del ventrículo cerebral izquierdo, sin estrenar del lóbulo frontal. Tienen, además, una memoria con decenas de gigas sin usar.
Y, sin embargo, son tan eficaces como obedientes. Resultan imprescindibles a la hora de formar comisiones, nombrar directorios públicos, corretear detrás de un expediente. Y es que para ser eficaz en un Estado como el nuestro se puede prescindir de la incómoda inteligencia. La anancefalia y el ascenso en el funcionariado son, en el Perú, cosas perfectamente compatibles.
De lo que no es posible prescindir en ese mundo es de la obediencia y la lealtad con rabo. No hablo de la lealtad a una idea ni de la obediencia a un destino sino de la lealtad a un sátrapa y la obediencia a un califa.
El analfabeto funcional de este rango ha borrado todo asomo de duda y se ha instalado en ese mundo en el que los demás están equivocados y uno es el que lleva la cruz nunca entendida de la verdad.
Si fuera honesto y alguien le preguntara cuál es el último libro que ha leído, tendría que recordar los cromos de Coquito, las hazañas aéreas del Hombre Araña, el cielo sellado por la señal de Batman. Pero como la honestidad le es tan ajena como la lectura, el analfabeto funcional tipo 3 dirá: “La agonía del Estado-nación”.
Y por supuesto que de Fernando Fuenzalida no ha leído ni la biografía que de él figura en la enciclopedia de Milla Batres.
Pero así es esta criatura surgida del presupuesto y para el presupuesto.
Todo en él es simulación y pura apariencia.
Se puede decir aprista, pero de Haya sabe lo que le escuchó decir a Villanueva y las reseñas que alguien le preparó para una charla en Pomalca.
Y está convencido de que el doctor García es un pensador. Porque los analfabetos funcionales aman la prosa del doctor García.
Este espécimen de escalador brioso de cargos y honores está dotado de un blindaje de locuacidad y dominio de escena que lo hace parecer siempre solvente e impertérrito.
Muy pocas veces, como si de un guiño irónico se tratara, suelta un “teníanos” que expresa su verdadera identidad. Pero eso sucede con mínima frecuencia. Por lo general, parece un presidente de Congreso y hasta un presidente de Consejo de Ministros. Porque los analfabetos funcionales son de primera.

martes, 21 de julio de 2009

Cárceles privadas

El señor Aurelio Pastor, que ayer nomás fue asesor del Congreso fujimorista, ha propuesto la privatización de los penales.
Este señor parece estar infiriéndonos una generalización desmedida: como el Apra ha sido privatizada por Alan García, los penales tienen que caer en las mismas manos que hoy manejan, desde las empresas próximas a Palacio, los designios del partido que Haya fundara.
Claro, la pregunta que mana natural de esta declaración de Pastor es esta: ¿Y quiénes estarán detrás de esta propuesta?
No será desde luego la Caja de Pensiones Militar-Policial, una de cuyas oficinas adquirió Aurelio Pastor en sociedad con don Jorge del Castillo. Como es notorio, esa entidad está quebrada.
Entonces, ¿será la empresa de Fortunato Canaán? ¿O será Odebrecht, la favorita internacional del doctor García (dado que la favorita nacional es Graña y Montero)?
Horas después de hacerse con el puesto de ministro de Justicia, Pastor anuncia su propósito: que la empresa privada se haga cargo de la administración, la ampliación y la construcción de las cárceles en el Perú.
Después de asistir a la bancarrota moral del capitalismo salvaje en Estados Unidos –donde los Maddoff eran mayoría y el Citigroup era un fraude de gestión envuelto en papel moneda-, ¿quién puede garantizar que la empresa privada nacional será más eficiente y más honrada en el asunto de mantener vivos y en buenas condiciones a quienes han perdido su derecho a la libertad?
Como ministro de Justicia Pastor habría tenido que recordar que dos tercios de los internos permanecen entre las rejas sin sentencia. De modo que el problema del hacinamiento y la sobrepoblación pasa por el Poder Judicial y no por la conversión de las cárceles en un nuevo negocio.
Como algunos saben, el señor Pastor renunció al Apra en el 2000. Lo hizo en una extensa carta plagada de acusaciones histéricas en contra de algunos de sus compañeros.
Denunció a Armando Villanueva, que había pedido su suspensión partidaria por conducta infraterna. Acusó a Alan García, a la sazón fuera del país y todavía en condición de prófugo, de haber debilitado al Apra al convocar, durante su primer gobierno, a gente como César Vásquez Bazán. Tildó a Mercedes Cabanillas de “colaboradora de la dictadura militar desde el Sinamos” por no haberse sumado a sus demandas.
Y todo ello porque se vio solo en el pedido que planteó ante el Jurado Nacional de Elecciones y la ONPE de anular la votación de quien, desde las mismas filas apristas, hacía peligrar su elección.
Perdida toda esperanza de acceder a un escaño en el Congreso, Pastor renunció al Apra y se convirtió en asesor, con siete mil soles mensuales de sueldo, de la comisión de fiscalización presidida por el fujimorista Rolando Reátegui. Era el año de la segunda y fraudulenta reelección de Fujimori. El Apra destituyó a Pastor como personero y secretario nacional de asuntos electorales.
Ahora Pastor pide que vuelvan los tiempos de Guvarte y que hagamos una de las cosas que más le gustaron a Ronald Reagan: privatizar hasta el infierno.
En el año 2000 ya había 32 cárceles privadas sólo en el estado de Texas. Las cifras demuestran que en ellas la violencia suele ser mayor por la degradación de la limpieza y la atención médica y la “deshumanización” del sistema de vigilancia, encargado a cámaras para ahorrar en personal.
No sólo eso. Muchos estudiosos del sistema carcelario de los Estados Unidos, donde se ha ensayado la privatización en algunos estados más que en otros, parecen haber demostrado que el incremento de la población carcelaria tendría que ver con la necesidad de llenar los crecientes establecimientos gerenciados por particulares. Como quien dice: a más presos, más ingresos.
Quizá sea por eso que, hasta la declaración de la crisis de las hipotecas basura, una de las firmas más al alza en la bolsa de Nueva York era la Correction Corporation of America, la principal gestora de cárceles privadas en los Estados Unidos.
Microsoft y Colgate son dos de las empresas que se han servido de la mano de obra abaratada y sin mayores derechos de la vasta población carcelaria de los Estados Unidos (2’300,000 personas tras las rejas, 7’000,000 si se toma en cuenta a los liberados bajo palabra).
¿Cárceles privadas? ¿Y por qué no una Sunat privatizada, procuradores del Estado del estudio Ghersi, Fiscalía en manos del estudio Echecopar? ¿Y por qué no la Confiep, de frente y sin máscaras, al gobierno?

lunes, 20 de julio de 2009

La mediterraneidad de Bolivia y el juicio en La Haya

Por Manuel Rodríguez Cuadros

El presidente de Bolivia ha señalado que la demanda peruana ante la CIJ sobre el límite marítimo con Chile, podría “afectar y retrasar una de las posibles soluciones” a la aspiración boliviana de salida al mar. Más allá de los factores de sensibilidad emocional que oponen a Evo Morales y Alan García y que pueden explicar la forma y el momento de esa declaración (conmemoración militar del “Día del Mar”), lo cierto es que se trata de una opinión que representa la posición oficial de La Paz y que evidentemente tiene consecuencias en las relaciones boliviano-peruanas y chileno-bolivianas. Y que las tendrá en la propia evolución futura de la diplomacia marítima de Palacio Quemado.
El gobierno de Bolivia debe saber y ser consciente que esa afirmación no es cierta. La única hipótesis de que el juicio obstaculice una posible fórmula de salida al mar por Arica (a ello hace referencia Morales cuando se refiere a “una de las posibles soluciones”), sería que, como resultado del fallo, Arica quede mediterránea. Pero esta hipótesis es un imposible jurídico, pues así la Corte sentencie enteramente a favor del Perú, Arica siempre tendrá un mar adyacente de extensión suficiente a través del cual Chile pueda ofrecer un acceso de Bolivia al mar.
Conforme al Tratado de 1929 y su protocolo complementario, toda posibilidad de acceso al mar por Arica conlleva imperativamente un acuerdo con el Perú, sin el cual no es posible materializar ninguna fórmula de solución. Para que el Perú concurra a un acuerdo constructivo deberá siempre haber una negociación y en ella se deberán contemplar los intereses nacionales del Perú, entre ellos los marítimos. Si el tema de la inexistencia del límite marítimo entre el Perú y Chile no se resuelve, evidentemente el Perú no podría siquiera considerar cualquier fórmula que haga referencia a la zona marítima en controversia con Chile. En otras palabras, mientras subsista la controversia marítima peruano-chilena no es posible considerar solución alguna por Arica. Si la demanda peruana en La Haya tiene algún impacto sobre la salida al mar de Bolivia, es exactamente lo opuesto a la valoración negativa hecha por Morales. Hay aquí un delicado error de apreciación. En realidad, lejos de ser un obstáculo o entorpecer, la demanda aparece como una acción de consecuencias positivas para los intereses marítimos bolivianos, pues luego de la sentencia que resuelva el límite marítimo entre el Perú y Chile recién se habrán creado las condiciones objetivas para considerar cualquier fórmula de solución por Arica. Y estas nuevas realidades se obtendrán en un tiempo relativamente corto en relación a la historia centenaria de la justa reivindicación boliviana.
Es importante que la Cancillería boliviana sopese detenidamente la situación y repare con agudeza diplomática que cualquier fórmula por Arica no requiere sólo una consulta con el Perú, sino un acuerdo entre Perú y Chile, lo que implica un proceso de negociación en el que, necesariamente, se deberán contemplar los intereses nacionales del Perú y muy especialmente los de Tacna, que quedó mediterránea al perder su puerto natural (Arica), con lo acordado en el Tratado de 1929.
En cualquier hipótesis, sólo un enclave o corredor paralelo a la línea de La Concordia no es aceptable para el Perú, como ya se señaló oficialmente el 20 de noviembre de 1976. Hay que pensar en fórmulas de integración tripartita en torno a modalidades de internacionalización del puerto de Arica.

domingo, 19 de julio de 2009

Cómo toca esta orquesta

La orquesta del Tropicana de la era Batista está tocando a todo dar. Ha vuelto el danzón y ha vuelto la guaracha. Celia Cruz no se ha ido todavía a Miami y Benny Moré canta en el cabaret del hotel Riviera.
Y la orquesta toca. Toca en Honduras, con un payaso apellidado Micheletti. Toca en Washington, donde el gobierno de Obama -esa enorme decepción- acaba de señalar que el de Caracas es un régimen viciado por el narcotráfico (con lo que se pretende repetir la historia de Manuel Antonio Noriega, ese sirviente de la CIA que luego quiso ser autónomo y terminó con su Panamá ametrallada y con sus huesos en una cárcel de los Estados Unidos).
Toca bien la orquesta. No desafina. Toca en Irán, donde los triunfos electorales no se computan como válidos si el que gana se llama Ahmadineyad y sigue siendo un dolor de cabeza para los Estados Unidos y su portaaviones anclado en Medio Oriente, quiero decir Israel.
Y sigue tocando. Toca en Lima, donde el señor García, tercero en el escalafón de coristas de la Casa Blanca, acusa a Bolivia y Venezuela de armarle los líos que le arman, en realidad, sus propios desatinos.
Toca sus vientos y sus cueros en la media luna boliviana, en los territorios de la minoría uigur en China, en los círculos polacos que demandan la instalación de misiles atómicos dirigidos a la Federación Rusa.
Y toca ahora en Ecuador, donde, justo en el momento en que los estadounidenses tienen que largarse de su base militar en Manta, aparece un video en el que el Mono Jojoy, alto mando de las FARC, hablaría de la ayuda financiera brindada a la campaña electoral del presidente Correa.
He visto el video que fue entregado a la Associated Press. Lo he visto en RCN, la televisora colombiana, y es evidentísimo que está editado, sacado de contexto, manipulado hasta el descaro.
No sé si esa tarea la ha cumplido la Associated Press o la RCN, o el DAS, o el entorno colombo-estadounidense del señor Uribe. Y la verdad es que eso importa poco. Lo importante es que la tal “primicia” le cae como anillo al dedo al ajuste de tuercas que el señor Obama ha ordenado hacerle al mundo.
En Afganistán, por ejemplo, el señor Obama ha duplicado las fuerzas militares de los Estados Unidos, que ahora son más de 60,000 efectivos. Y las matanzas de civiles continúan en un escenario virtualmente sellado para la prensa. Y la respuesta a esa barbarie imperialista es la barbarie terrorista estallada en Indonesia. Porque, como sabemos, las guerras frías pueden poner al mundo incandescente.
Porque lo que pasa es que vivimos la segunda Guerra Fría de la historia. Con mejores relaciones públicas, con menos chusquedad, con más inteligencia, pero con casi las mismas armas y los mismos objetivos que los que tuvieron los Reagan y los Bush. El señor Obama ha revuelto todo para que nada cambie.
En el video que hoy pretende remecer al Ecuador -un sector de la oposición ya está demandando la renuncia de Correa- se ve al Mono Jojoy decir (o leer), ante una laptop, unas líneas que hablan de una contribución electoral para Correa. Pero hay tal corte de edición y tal malicia en la extracción quirúrgica que se ha hecho de ese momento, que no se sabe si Jojoy se está quejando de una calumnia o lamentándose de una supuesta infiltración.
Lo que no se puede admitir, por respeto a la inteligencia del público, es que Jojoy, que está en las FARC desde 1975 y que es uno de los más duros de su ala militar, haya grabado un spot anunciándole al mundo que Correa le debe mucho. ¿O será que el Mono Jojoy trabajaba para la CIA?
La orquesta no para de tocar. La fiesta es, como la de Peter Sellers, inolvidable. E interminable también.

sábado, 18 de julio de 2009

Patético Fujimori

Escucho a Fujimori gracias a Manuel Delgado Parker, que envía a un reportero de los suyos al juicio de los 15 millones de dólares y que transmite en vivo, a toda trompeta y enterito, el discurso narcisista del reo. Manuel no puede olvidar esos tiempos dorados, cuando visitaba la salita del SIN para discutir la programación de RPP con su mentor y protector.
El menos dotado de los Delgado Parker, Manuel fue, durante años, el megáfono del fujimorismo y el otrosí del montesinismo, que era lo mismo pero con metralleta. Pobre Manuel: podría haber sido consciente de que el poder lo tenía él, con la extensión y el éxito empresarial de su radioemisora, y no los truhanes con los que trataba y que le hacían creer que le estaban haciendo un favor. (Y lo mismo hace hoy, sin necesidad alguna, con el gobierno de García).
Pero vuelvo al tema de esta columna, que es el discurso de Fujimori. Pocas veces he oído algo más patético.
El tono sigue siendo enérgico, la voz alzada, el castellano hervíboro y la concordancia mendiga. Pero ya no es el mismo. Del líder de la ultraderecha en banda ya no queda nada.
Con Nakazaki al costado y Keiko de asesora, Fujimori está a solas con su miseria moral y su recién estrenada estupidez senil.
“Con los 15 millones de dólares evité un golpe de Estado”, grita varias veces. “Le evité al Perú el sufrimiento de un golpe de Estado”, añade. “Fue para evitar las incalculables consecuencias que habría tenido para el Perú un golpe de Estado que accedí al pedido de Carlos Boloña de pagarle 15 millones de dólares a Montesinos”, cantaletea.
¿Patético? Más que eso: bochornoso. ¿Quién le escribió ese discurso? ¿Melquíades? ¿La rana René? ¿El perro del hortelano?
Ni a Fulgencio Batista se le ocurrió decir algo como eso. Ni a Somoza. Ni a un macaco asustado se le ocurre decir lo que ayer dijo Fujimori.
¿Evitar un golpe de Estado pagándole al golpista en cierne 15 millones de dólares?
¿Pero qué gobierno de forajidos era ese?
Un hombre decente hubiera mandado detener al golpista, hubiera abortado la conspiración, hubiera salido a denunciar ante el mundo el intento sedicioso.
Pero a Fujimori la decencia le ha sido esquiva desde siempre. Y, además, él era socio de uña y mugre de Montesinos. Había robado gracias a Montesinos. Había ordenado matar junto a Montesinos. Había pagado a tránsfugas por intermedio de Montesinos. Había comprado canales de TV y periódicos y radios con la plata negra que le proveía Montesinos. Se había hecho rico gracias a las maletas que Montesinos le mandaba a Aritomi. Había mandado a estudiar a sus hijos al extranjero con la plata facilitada por Montesinos.
Y ahora pretende decir que el golpista Montesinos complotó contra Fujimori cuando se enteró de que Fujimori ya no quería ser Presidente (“yo quería darle la posta al doctor Tudela”, mintió ayer). O sea que el que quería deponerlo lo que quería era que continuara en el poder. ¡Ni Cantinflas la hubiera hecho mejor!
¿Y, además, cómo iba a denunciar al golpista que era su secuaz siendo él mismo, intrínseca y permanentemente, un golpista? ¿O es que con Fujimori no vivíamos un golpe de Estado vitalicio?
¿No era vivir en un golpe de Estado vivir sin Poder Judicial independiente, con Blanca Nélida Colán en la Fiscalía, con el Congreso “mayoritariamente fujimorista” así fuera comprando a Beto Kouri y a la gentuza parecida a él? ¿Y no fue golpe de Estado neutralizar al Tribunal Constitucional, usar a la Sunat como pata de cabra, silenciar a la Defensoría del Pueblo, envilecer a la ONPE para hacer trampas a la hora de los votos?
¡Así que el golpista decidió pagar 15 millones de dólares para evitar el golpe de Estado de su socio!
Y entonces, señora Keiko, dígame usted: ¿por qué, desvanecida la amenaza del golpe, su apá siguió defendiendo a Montesinos hasta el último minuto? Y dígame, acabado señor Nakazaki: ¿por qué, si se había desmantelado la conspiración gracias a los 15 millones con los que se sobornó al golpista, Fujimori terminó huyendo del Perú y diciendo que su vida peligraba?
¿Y por qué devolvió esos 15 millones de dólares con dinero pestífero acarreado desde Tokio por Aritomi? ¿No fue justo en el momento en que se supo que Suiza había descubierto una cuenta de más de 50 millones de dólares de Montesinos?
En fin, para qué seguir haciendo preguntas si ya sabemos que las respuestas van a ser babas, mentiras, taradeces, pensadas para que las aplaudan los pícaros o los descerebrados.
En todo caso, gracias señor Alberto Fujimori. Con su discurso de ayer, usted quedó más expuesto que nunca. Nunca fue más gánster y más indecoroso. Gracias de veras.

viernes, 17 de julio de 2009

Estar en la luna

Hace cuarenta años Neil Armstrong pisó el suelo lunar y dijo aquello del pequeño paso para un hombre (no para “el hombre”, como reclamarían luego las feministas sin depilar) y el gran paso para la humanidad y todos nos quedamos boquiabiertos.
Era el triunfo de la razón, la ciencia, la ilustración, el positivismo y la confianza. Era también el triunfo de los Estados Unidos.
Fue el momento más cálido de nuestra relación generacional con lo que podía encarnar la primera potencia del mundo.
La conquista del espacio parecía haber dado el primer y gigantesco paso y todos nos sentimos, por un momento, colonos de otros mundos.
Pero pasaron los días y la hazaña de la caminata lunar se fue olvidando y la guerra de Vietnam continuó, los bombardeos sobre Vietnam del Norte se intensificaron, murió Rocky Marciano, Charles Manson mandó matar a Sharon Tate, Lennon y Yoko Ono se encamaron en un hotel de Amsterdam en protesta en contra de la guerra, y todo, en general, volvió a la gris normalidad del día a día.
La aventura feliz del Apolo XI fue la luna de miel de la Nasa con la opinión pública mundial. Nunca hubo otra. Ni las otras misiones a la luna y ni siquiera la repetida muerte de astronautas a bordo de sendos transbordadores merecieron la atención que tuvo aquella jornada épica del 20 de julio de 1969.
Mirar la bola cenicienta de la luna nos distrajo un rato e imaginar que la ciencia podía volver a ser soñadora y altruista nos alivió. Era como volver a Galileo, a Pasteur, a madame Curie, a Newton. Era volver a creer en el genio de la especie. Y era el gozo añadido, además, de hacer retroceder a la Religión y a sus talismanes.
Pero llegó 1970 y descubrimos que el alunizaje había sido un capítulo de la propaganda de los Estados Unidos y no un gesto científico. Y, de paso, todos los exámenes del material lunar traído a la tierra llegaban a la misma conclusión: polvo estéril, granulillos de un satélite inútil y varias veces muerto. No había misterio ni promesa: la luna era un pobre diablo celestial.
Y siguieron pasando las cosas de siempre. En ese 1970 horrendo, a Jimmy Hendrix y a Jannis Joplin los mató una sobredosis de heroína, murió Charles De Gaulle (con la misma amargura de su inspirador Napoleón Bonaparte), llegó Allende al poder, Estados Unidos invadió Camboya, el Perú conoció del infierno de un terremoto con 67,000 muertos, hubo un golpe de Estado en Argentina, el escritor japonés Yukio Mishima se abrió el vientre después de una arenga fascista.
Ese año, además, se tuvo noticia, gracias a la traición pía del analista de la Rand Corporation Daniel Ellsberg, de las miles de páginas que, fotocopiadas y sacadas clandestinamente de la secretaría de Defensa, se conocerían como “Los papeles del Pentágono”, el más grande documento oficial sobre las mentiras y los crímenes de la política de los Estados Unidos en el sudeste asiático.
Leyendo esos documentos yo entendí que, en materia de relaciones internacionales, había estado en la luna. Y mientras Kissinger, más criminal que nunca, preparaba la distensión con Mao, más déspota que ninguno, la luna, despojada de todo halo de poesía, siguió siendo el ojo ciego que el azar nos dio como comparsa.
No es que llegamos a la luna. Es que quisimos invadirla. Lo que pasa es que no tenía nada que pudiésemos saquear.

jueves, 16 de julio de 2009

Lobistas para Honduras

Si se preguntan por qué andan tan lentas las cosas en relación a Honduras, parte esencial de la respuesta la acaba de dar la notable periodista estadounidense Amy Goodman: la gorilada derechista hondureña ha contratado, a nivel de gobierno, al cabildero Bennet Ratcliff, un especialista en presiones sobre el Congreso muy próximo a esa señora que dice ser experta en relaciones internacionales y que se llama Hillary Clinton. Sí, la misma estatua de sal y de silencio que susurra frasecitas cada vez que Israel le dice que seguirá construyendo asentamientos ilegales en la ribera oeste del río Jordán.
La señorita Goodman nos informa también de que un grupo empresarial hondureño ha arrendado, por su cuenta y riesgo, los concurrentes servicios de Lanny Davis, ex asesor jurídico especial del presidente Clinton y archiconocido de la secretaria de Estado del gobierno de Obama. Enroque perfecto.
Y tanto Ratcliff como Davis han empezado a hacer su trabajo desde hace diez días. Con el aplomo que se les reconoce, el dinero que no les falta y el apoyo internacional de intelectuales como Mario Vargas Llosa, convertido en el Pound prosístico de La Caverna Global (que no es el nombre de un periódico sino el club tácito de los hijos de Milton Friedman).
Y vaya que las cosas les están saliendo bien a esos filibusteros contratados por “la nueva Honduras”. Ya vendieron la idea de que el golpe simiesco en contra de Zelaya fue una respuesta (“condenable pero comprensible”) a la “provocación inconstitucional” del depuesto presidente hondureño.
¿Y cuál fue esa provocación inconstitucional?
Pues convocar a una consulta popular “no vinculante” sobre una hipotética y futura reforma constitucional.
En efecto, el día anterior al golpe de Estado Zelaya se había encargado de apaciguar los ánimos subrayando que la consulta era “no vinculante”. De modo que no había cómo seguir acusándolo de promover un referéndum no previsto en la legislación de Honduras.
Pero a Zelaya le pasó lo que le sucedió a Allende. Cuando Allende le dijo a Pinochet, 72 horas antes del 11 de septiembre de 1973, que iba a plantear un referéndum para que los chilenos decidieran el destino de su país, firmó su sentencia de muerte. Pinochet, comandante general del “ejército constitucionalista chileno”, adelantó la fecha del golpe, que estuvo previsto, originalmente, para el día de la independencia (18 de septiembre).
El lobismo puesto en marcha en los alrededores de la Casa Blanca y en los pasadizos del Congreso de Washington, explica por qué ahora el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, le pide a Zelaya la paciencia de Job y por qué la presión sobre los golpistas ha disminuido tan considerablemente y ha salido de las agendas noticiosas.
No voy a decir, desde luego, que Zelaya ha sido un gran presidente. La verdad es que fue un charlatán izquierdoso que dejó a Honduras casi tal como la había recibido. Pero lo que me parece repulsivo es que la derecha hispanoescribiente, con “El País” a la cabeza, abandone todo principio y hable de golpes “preventivamente democráticos” (los que inspira La Caverna Global) y golpes “del todo inaceptables” (los que ponen en peligro el inmovilismo oligárquico de América Latina).
Y que escritores como Vargas Llosa se remanguen la camisa y laven con sapolio la reputación de los golpistas hondureños da una idea de qué y cuánto está en juego en ese pequeño y secuestrado país.

miércoles, 15 de julio de 2009

Uno y el universo

El problema de la prensa es el que mencionaba Borges con aquella devastadora frase: “los periodistas deben fingir que todos los días sucede algo importante”.
En perspectivas astronómicas, y peor aun siderales, el hombre es, como se sabe, un pequeño asco aferrado a una roca que da vueltas alrededor de una estrella que se habrá de morir.
Basta observar las estrellas una noche clara para llegar a la conclusión de que todo lo que le pase a esta inmensa manada de mamíferos crueles es bastante menos que la nada, mucho menos que la insignificancia y bastante menos que el brillo de una estrella que titile apenas a diez millones de años luz.
Pero si la historia de esta especie de grafómanos narcisistas es como la viruta de lo inexistente, pensemos qué puede significar la historia de un país, de una aldea, de una familia y –más escalofriantemente- de un hombre. Si la vacuidad tuviera gradaciones, la historia de un individuo no podría aparecer ni en la más prolija de las mediciones.
Ahora bien, la prensa, desde un sentido filosófico, alimenta el romanticismo de nuestra pretendida trascendencia, sostiene la utopía de una cotidianidad que, alineada más tarde, se convertirá en “historia” y contribuye a la locura de imaginar que la humanidad es inmortal. Como si la palabra inmortal fuera antídoto suficiente para nuestra banalidad.
De otra manera no se puede uno explicar el entusiasmo del periodismo por hacer una antología diaria de la estupidez humana y proponer ese menú como contribución a la posteridad.
Fingimos que damos cuenta de lo importante cuando lo que hacemos, en realidad, es cavar más profundo el hoyo donde el avestruz meterá la cabeza.
A mí me fascina acudir a escalas cósmicas y a cálculos aplastantes sobre galaxias distantes y estrellas binarias que tardan millones de años en devorarse y ser una, y luego, de inmediato, aterrizar en una primera plana de cualquier periódico.
Es una experiencia alucinante comprobar la ridiculez humana sobre el fondo escenográfico del universo y sus océanos gaseosos de materia oscura.
Guerras apasionadamente criminales, odios míseros, sentimientos de superioridad basados en supersticiones religiosas, dioses invocados para matar niños, ladrones que presiden países, homicidios surtidos: un nanosegundo de alguna estrella del billón de estrellas que tiene la galaxia de Andrómeda resultaría mucho más importante que todo aquello que la Enciclopedia Británica ha compilado y exhibe, hinchadamente, como historia de la humanidad.
Porque, al final, nadie recordará a nadie y nadie merecerá ser recordado. La última vez que tuvimos la oportunidad de darnos cuenta de nuestra condición fue con Nietzsche y su utopía sobrehumana. Después de él, a nadie se le ha ocurrido pensar en serio respecto de “la condición humana” como condena.
Les recomiendo amablemente hacer esta prueba: escuchen al doctor García hablar desde su vientre, al señor Velásquez Quesquén desde su harapo, al humorista en planilla desde su sobre, y luego piensen esto: la Galaxia de Andrómeda se acerca a la Vía Láctea a un promedio de 140 kilómetros por segundo y, en un periodo que oscilaría entre tres y cinco mil millones de años, tenderá a chocar con ella.
En ese momento, la porción del universo en la que nunca nos cansaremos de matarnos será un big bang de hierro triturado y atmósfera desvanecida. La humana inmortalidad habrá llegado a su fin.

martes, 14 de julio de 2009

Comisiones del día

La cronología de la muy variada (aunque monótona en un sentido) vida sexual del peluquero muerto es la comisión número 1. Deberá contarse la mayor cantidad de detalles sobre sus parejas, becarios, amigos ocasionales, novios crónicos y ángeles de la guarda. Todo lo que se pueda oír y recoger.
La comisión número 2 es cómo anda la investigación sobre el horrendo asesinato del estilista (que es como los huachafos llaman a los peluqueros). No se entiende por qué han mezclado al narco “Turbo” cuando se trataría de un crimen pasional. ¿Qué está pasando con la Dinincri? ¿Se está llenando de pelotudos?
La comisión número 3 es seguir con el crimen de la Delgado. O sea que nos estamos quedando en esto de Abencia Meza, que nos dio de comer tantos días. Hay que reforzar el equipo con los practicantes que se fueron por reclamar vales de almuerzo. ¿No se puede meter una cámara en la cárcel y sacar a “Pistolita” como “preciosa”?
La comisión número 4 es la saga del “rey del pop”, ese compositor genial, bailarín lunar y dudoso amante de los niños, que ahora –dicen- hasta podría haber sido asesinado. ¿Pero cómo se mata de un paro cardiaco a alguien sin dejar rastros químicos? ¿O no era esto lo que decía la autopsia?
La número 5 de las posibles noticias de la jornada consiste en averiguar si Jorge Luis Glenni Ponce actuó solo o en sociedad a la hora de asfixiar con una bolsa (y con un cable de computadora) al peluquero en cuestión. Porque esta (de la que me acabo de enterar) puede ser la primera de primeras si la Unidad de Investigación hace su trabajo con propiedad y le paga lo que le debe al policía que nos filtraba todo. ¿Hasta cuándo tendré que trabajar con aficionados?
Comisión número 6: ¿Es cierto que Pedro Mamanchura se ha vuelto a retractar y ahora niega haber asesinado a la folclórica que apuñalaron por la espalda? Hablar con la policía y con el abogado. ¿Cómo es posible que nos hayamos olvidado de esto?
La 7: Como el lector ya puede estar cansándose de tanta sangre, una crónica sobre quiénes han visitado en las últimas horas a Micky Rospigliosi. Infografía sobre su cáncer al colon. Nadie la ha publicado todavía. Hablar con médicos del INEN. Entrevista a la novia. Nadie la ha sacado como se merece. ¿Y la hermana? ¿Por qué vive en Suiza? Fotos, despliegue.
La 8: Para que el lector no crea que el Perú es el mundo y como una muestra de que somos cosmopolitas, hay que hacer una información grande sobre las orgías con putas del primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Resulta que el tipo pagaba como 2,000 euros por encamarse con la prostituta Patrizia D’Addario. Bajar de Internet toda la información. Fotos de la tipa. No hablo de fotos vestida, por supuesto.

Nota al pie.- No hay que hacer ningún comentario sobre lo que acaba de salir en “The Guardian” y que seguramente vendrá en alguna agencia. Dice ese diario inglés que los periodistas que trabajan para Rupert Murdoch en “News of the World” y “The Sun” han pagado más de un millón y medio de dólares para no ir a juicio después de que se comprobara que, con la ayuda de detectives privados inescrupulosos, habían chuponeado a celebridades de la farándula, el cine y los deportes. No hay que meterse con Murdoch. Quizá un día venga a Latinoamérica y nos compre. Eso es todo. Suerte. El jefe.

lunes, 13 de julio de 2009

Recuperar la relación peruano-boliviana

Por Manuel Rodríguez Cuadros

Las relaciones peruano - bolivianas están en el peor momento del siglo. Se ha rozado incluso la posibilidad de una ruptura diplomática. El ultimo antecedente de una situación tan crítica se dio en 1909, cuando La Paz objetó el laudo arbitral del presidente argentino José Figueroa Alcorta, pero la crisis se resolvió por el acuerdo Polo - Sánchez Bustamante. Entre el Perú y Bolivia existen intereses permanentes que se derivan de la geografía, la historia, la cultura, la demografía y la complementación económica. No en vano durante cientos de años fueron una sola unidad administrativa y geo-económica.
Las relaciones han tenido hasta 2006 un alto grado de integración y entendimiento. En ese estado las recibió Alan García, luego que los presidentes Meza y Toledo suscribieran, el 2004, el Tratado general de integración y cooperación económica - social para la conformación de un mercado común entre Bolivia y el Perú y el Acuerdo para que el gas boliviano se exporte por los puertos del sur peruano.
Esto fue posible gracias a la visión estratégica con que la diplomacia peruana enfocó las relaciones con Chile y Bolivia. Aplicamos, en función de intereses nacionales permanentes, una diplomacia de integración profunda con Bolivia que, además, la juzgamos indispensable para plantear ante Chile la solución judicial de la delimitación marítima con la comprensión de La Paz.
En tres años se ha destrozado esa visión estratégica de la relación bilateral. Las crisis que se dieron en el pasado estuvieron vinculadas a la cuestión de límites. Tuvieron de alguna manera una razón de ser. La crisis actual no tiene bases objetivas. Es una crisis “ideológica”, en un mundo sin ideologías. Una suerte de anacronismo de la diplomacia sudamericana.
La diplomacia debe estar alejada de la pasión y la vanidad personal. Los presidentes y los cancilleres no se representan a sí mismos, sino a sus naciones, a sus Estados, a sus sociedades. Moral y constitucionalmente están impedidos de anteponer sus sentimientos individuales a los intereses de sus colectividades nacionales. En contra de estas reglas básicas, los dos mandatarios han llegado a extremos que ofenden a sus naciones y que afectan intereses esenciales de uno y otro país.
La animadversión entre Evo Morales y Alan García no debe traducirse en una situación de tensión crítica entre las Repúblicas del Perú y Bolivia y menos afectar a sus poblaciones (caso de los peruanos que residen en el Alto). Eso sería sustituir la diplomacia por la irresponsabilidad y la anti diplomacia, que ya se ejerce. Los cancilleres, por una falsa emulación de sus jefes, no deben imitarlos o superarlos en conductas que contradicen la razón del ejercicio de sus cargos.
Los presidentes García y Morales tienen la obligación de representar a sus pueblos y no a sus humores y antipatías personales. Ello implica dos cosas prácticas: 1. Dejar de hacer anti diplomacia por los periódicos, lo que incluye a los cancilleres. 2. En esa cura de silencio, indispensable para recuperar la buena salud de las relaciones, deberían nombrar dos representantes, con sensatez diplomática, para trabajar una agenda de “sanación” que empiece por recuperar el clima de respeto y confianza que nunca se debió perder.

domingo, 12 de julio de 2009

Por Dios y por la plata

Jura por Dios, la patria, el Apra, su familia, su apá que está en los cielos, el señor Aurelio Pastor. Decorará el ministerio de justicia (con minúsculas).
Es una de las novedades del gabinete (de cocina) que preside Javier Velásquez Quesquén. Una portátil aprista se ha encargado de matizar con gritos de euforia el ritual de este tercer consejo de ministros (con minúsculas) del segundo alanismo.
Velásquez Quesquén está exultante. Parece un sapo que está próximo a convertirse en príncipe. No es para menos. Ahora se da cuenta de cuánto paga ser, en la política peruana, un farsante.
Porque este es el mismo Velásquez Quesquén que un día apareció fotografiado y durmiendo la mona en una plaza pública de Sao Paulo, fotografiado por Torres Iscariote después de haber estado de juerga en un sambódromo. Para la iconografía de Velásquez Quesquén quedó esa foto suya mirándole las tetas de caucho a un travestido mientras bebía un líquido que más tarde, ante el escándalo, sería “agua mineral, puedo jurarlo”.
Sin olvidar que el viaje era oficial, que recibió viáticos y pasajes del Congreso y que la cita era nada menos que una sesión del Parlamento Latinoamericano.
Eso sucedió en diciembre del 2006. Meses antes, y por encargo directo de su jefe Alan García, Velásquez Quesquén había sostenido en el Congreso la acusación en contra de Alejandro Toledo por una supuesta violación sexual, evento que jamás ocurrió, como lo demostrarían las investigaciones realizadas tras la denuncia. Pero en esa época García le había ordenado a su jauría atacar a Toledo y Velásquez Quesquén obedeció. Como siempre.
Velásquez Quesquén es un mitómano que no se esfuerza, un solapa que carga al Señor de los Milagros (como su mandante), un fabricante de apócrifos.
Un día de 1994, por ejemplo, Velásquez Quesquén iba en un coche de Chiclayo a Zaña. No se sabe por qué, en el sector de San Nicolás, una pareja de esposos había denunciado el auto como sospechoso de extrañas maniobras. Lo cierto es que un retén policial hizo el alto en plena carretera, el chofer desobedeció y los efectivos, irreflexivamente, dispararon.
El resultado fue que una de las balas mató a uno de los ocupantes -un militante aprista llamado Ciro Fernández- y otra hirió en la pierna a Velásquez Quesquén. El policía que disparó fue enjuiciado en su fuero y condenado por los hechos. El Apra culpó al fujimorismo del peligroso incidente y las cosas quedaron allí (el relato viene en el blog “Náusea Política”).
Pues bien, resulta ahora que Velásquez Quesquén le ha contado a “Caretas” una historia mítica que lo sitúa entre los héroes sobrevivientes de la guerra contra el terrorismo. “Caretas” la ha publicado así:
“El 12 de diciembre de 1994 fue el día más aciago en la vida de Javier Velásquez Quesquén... Aquella vez estuvo a punto de morir a manos de Sendero Luminoso, que emboscó el vehículo en el que viajaba de Chiclayo a Zaña... “Fue uno de los hechos más dramáticos que me tocó vivir”, remarcó el congresista a casi 15 años del brutal atentado”. Hasta aquí la cita de “Caretas”.
Todo mentira. Sendero, descabezado hacía dos años, ya no sólo no actuaba en Zaña o Chiclayo -donde había tenido pocas intervenciones durante su esplendor asesino- sino que estaba hibernando y lamiendo sus heridas en sus “territorios originarios” como Huamanga. ¿Cómo podía entonces organizar un atentado en contra de quien era un oscuro aspirante a dirigente regional aprista en el camino de Chiclayo a Zaña?
Cuando Velásquez Quesquén dice que los 290 empleados que ha zampado en el Congreso porque tienen carnet aprista “sólo han regularizado su situación”, también miente. Porque está comprobado que más de la mitad de ellos entraron al presupuesto congresal en los últimos cuatro meses de su gestión. Y en relación a los otros, que ya ejercían funciones desde la directiva anterior, cabía perfectamente la figura de apelar a la austeridad y de no seguir abultando los gastos parlamentarios. Velásquez los ha incorporado formalmente y les ha dado estabilidad laboral. ¿Alguna comisión los evaluó? Ninguna. Pero tenían carnet partidario o eran simpatizantes.
Velásquez Quesquén dice que ignoraba “absolutamente” que su secretaria personal Giovanna Díaz Moreno, estudiante de derecho, había ganado, con una empresita fundada en el 2007, más de un millón de soles vendiendo enseres escolares, levantando módulos educativos y hasta incursionando en el tendido de redes eléctricas rurales.
¿Y dónde operaba la empresita Contratistas CG? Pues en el gobierno regional del Callao, del compañero Alex Kouri, y -oh casualidad- en las municipalidades amiguísimas de Ferreñafe, Pimentel y Chiclayo. ¿Y cómo obtenía el grueso de sus ingresos? Pues mediante la figura de “menor cuantía”, o sea dispersando en varias partes el presupuesto de la obra para no pasar la suma de 30,000 soles en cada factura.
“Yo no sabía qué hacía mi secretaria en sus ratos libres”, dijo Velásquez Quesquén hace muy pocos días, luego de la denuncia de “Cuarto Poder”.
El mensaje de García nombrando a Velásquez Quesquén es todavía más ominoso. Convencido de que fue Jorge del Castillo quien habría estado detrás del reportaje de “Cuarto Poder”, García le ha contestado a su ya carbonizado ex primer ministro, a la prensa que odia (este diario, “Perú 21”, “Cuarto Poder”, a veces “La República) y al peruano de a pie que lo desaprueba en masa: “hago lo que me da la gana”.
Sí, hace lo que le da la gana. Por eso premia a un farsante que aspira a ser tan rico como él. Será una tarea titánica, pero no imposible.

sábado, 11 de julio de 2009

Vienen tiempos oscuros

El anuncio de “Caretas” se ha cumplido.
Tenemos un jefe de gabinete que puede considerarse “de choque”.
Si Yehude Simon era el del diálogo falsete, las actas de tinta que se hacía invisible a las dos semanas y las promesas hechas para romperse, Javier Velásquez Quesquén será el perfecto búfalo al servicio de la única causa que un cerebro como el suyo puede captar: la antropomórfica causa de Alan García.
Reconforta que el doctor García haya optado por la transparencia. Qué independientes ni qué ocho cuartos. ¡A apostar por el servicio doméstico!
Velásquez Quesquén, que dice “teníanos” cuando quiere decir “temíamos” y persiste en decir “teníanos” cuando quiso decir “teníamos”, es uno de esos apristas que Haya de la Torre habría ocultado, de pura vergüenza, en el trastero.
Y es que Velásquez Quesquén da vergüenza. No sólo es su ignorancia moldeada a la sombra de los algarrobos –cosa que sería relativamente fácil de atenuar y pasar por alto-. No es tampoco su matonería intrínseca, su vocación por la trampa, su gusto por el enjuague.
Lo más desagradable de Velásquez Quesquén es, en realidad, su alanismo sin tregua, ese fanatismo privado y cánido –con perdón de Rin Tin Tin- que lo conduce a gritar como energúmeno cada vez que alguien menciona las palabras “robo”, “latrocinio”, “Frontón”, “fideicomiso”, “tren”.
Velásquez Quesquén es un peón sin escrúpulos del despacho presidencial. Y ahora lo premian con algo que lo convierte en comandante en jefe del área de servicios. Nadie en Chiclayo imaginó que llegaría tan lejos.
¿Qué nos quiere decir el doctor García con el nombramiento de Velásquez Quesquén?
Que las cosas siempre pueden empeorar. Que, además, se vienen tiempos confrontacionales. Que el gobierno “recuperará la autoridad” a punta de dureza. Que las mesas de diálogo pasan a la cuarentena. Y que la bufalización del gabinete es el anuncio de que la campaña electoral para el 2011 será, desde el gobierno, una de las más sucias de los últimos tiempos. García quiere cumplir esa promesa de que no podrá imponer a un candidato pero que sí puede impedir que la gente vote por alguien que no pertenezca “al sistema”.
Que se diga que Rafael Rey va a Defensa ya es de por sí una humorada digna del mejor Ugo Tognazzi. Y que un vocero de Yanacocha sea mencionado como posible ministro de Energía y Minas da una idea del descaro al que vamos llegando. Lo único que me falta oír a la hora en que escribo estas líneas es que Marcelo Odebrecht, nacionalizado como Baruch Ivcher, irá a Sedapal y que “la mecánica del folclore” so montará en el ministerio de la Mujer.
En todo caso, lo que está a estas alturas confirmado ya es suficiente: el impresentable Velásquez Quesquén será “primer ministro”. La respuesta alanista a su caída en las encuestas y al naufragio del gabinete Simon es mano dura, sectarismo y adulación. Con Velásquez Quesquén todo eso está garantizado. Aparte, claro está, de mano libre para el ingreso de apristas a la administración pública y de manejos mafiosos en relación a la prensa. Tiempos oscuros los que se vienen.

viernes, 10 de julio de 2009

Las mujeres arriba

Qué bueno es ver a las mujeres del vóleibol –niñas, adolescentes o adultas- demostrando que al Perú lo que le hace falta es que el hembraje dé un golpe de Estado y acabe con el machismo enfermo que termina en Burga y en Oblitas, en Chemo y Tongo, en Momón y Montesinos.
El 2011 tendría que ser el año de la reparación y de la elección de una presidenta. Claro, no estoy hablando de mujeres como Lourdes Alcorta, que estaría perfecta para dirigir el FBI sin los vicios de Hoover, ni de algunos apristas que se visten de reinas del satén a la hora de la intimidad, ni de las folclóricas de doble pechuga y bífidas por naturaleza.
Estoy hablando de esas mujeres que nos recuerdan lo mejor del género y que han permanecido lejos de las fuentes de contaminación de la política: los cargos públicos en regímenes corruptos, el lobismo encubierto, la trata de bancas y las cuchipandas con Roque Benavides.
En todo caso, qué niñas adorables las que juegan en Tailandia, qué cojones frente a la adversidad, qué limpieza para asumir los triunfos, qué lecciones de camaradería. Y cómo es que demuestran que detrás del escenario de cualquier éxito está un esfuerzo que extenúa y, en este caso, un tesón que se agranda con el juego de equipo.
El fútbol peruano está arruinado porque dicen los maradonas del comentario que el fútbol es cosa de hombres y lo que aquí se ve –con la excepción de Solano, Fano y algunos otros- son las señoritas de Avignon en traje corto. Y, como todo el mundo sabe, las señoritas de Avignon que Picasso inmortalizó eran putas y no es que salieran de Avignon sino que salieron de un burdel situado en Avignon.
Lo que quiero decir es que nuestros futbolistas posan para la inmortalidad que no los espera. Y no posan para Picasso sino para el fotógrafo de “Líbero”. Y no es que sean precisamente delicados. Es que todos se sienten la abeja reina cuando la verdad es que todos tiran para zánganos. Las obreras están, como se sabe, en el vóleibol.
Es cierto que quien escribe esta columna no es imparcial respecto de las mujeres. Pero esa devoción terrenal por sus andares –esa devoción aquietada ahora creo que definitivamente gracias a la señorita de Pontevedra que me cambió la vida- no me quita el derecho de decir que las mujeres son lo mejor que le ha ocurrido al país y que ya es hora de que la política se airee y se renueve con ellas.
Marginadas en los trabajos, manoseadas en los micros, asediadas por todos los turbios con poder, las mujeres son lo que son porque han aceptado el desafío del machismo y del ninguneo y de la discriminación. Y están respondiendo en todos los terrenos. La poesía joven parece estar en sus manos, los emprendimientos más audaces son los suyos, las artes plásticas son su nuevo territorio. Y podría seguir.
Dicen que no hay situación peor que la de una guerra. Eso es mentira. Peor que una guerra es una posguerra.
Y en la posguerra de 1945 hubo miles de alemanas que tuvieron que pagar la beodez tanática de Hitler y su banda.
Entre esas alemanas que fueron heroínas a la hora del hambre y las ruinas, hubo muchas que se dedicaron a recoger los muchas veces escondidos ladrillos enteros de aquel Berlín vuelto escombrera. Se las llamó “pulidoras de ladrillos” y contribuyeron grandemente a la reconstrucción de la ciudad. Fue tal su importancia hormigueante y sacrificada que la escultora Catalina Singer les hizo un monumento que todavía podía verse, hace algunos años, en el distrito berlinés de Neukoellen.
La capacidad de aceptar tareas modestas para objetivos enormes y de actuar en equipo y de aceptar el “nosotros” con alegría y no con resignación es básicamente femenina. Yo estoy convencido de que si la defensa de Lima la hubiera coordinado la mujer de Piérola, otro habría sido el resultado de los combates de San Juan y Miraflores. Del mismo modo que a las madres del vaso de leche sólo se les pudo acusar cuando la uña de los Rodríguez Banda escarbó en sus carteras.
En fin, lo que quería decir, sencillamente, es que las muchachas del vóleibol me han emocionado.

jueves, 9 de julio de 2009

Dante en los suburbios

Se ha muerto Enrique Congrains, el Dante que nos llevó a conocer los arrabales a los muchachos que estábamos seguros de que Lima no tenía marujas ni infiernos, el De Sicca del realismo urbano que nos paseó por los parajes negados y que hizo por el descubrimiento de la ciudad lo que Alegría y Arguedas habían hecho por el descubrimiento del mundo andino.
La cruel descripción que de él hizo Vargas Llosa en su autobiografía precoz la devolvió Congrains diciéndole a todo el mundo, la última vez que estuvo en Lima, que para él quien mejor escribía en el Perú era Gregorio Martínez.
Vargas Llosa lo pintó, con cuatro crayolazos maestros, como un fenicio chiflado que lo mismo podía vender pulidores de ollas que novelas y que escribió desde los cuentos de “Lima, hora cero” hasta la novela breve “No una sino muchas muertes” con el único propósito de ir de puerta en puerta ofreciendo su mercadería textual al contado o en cómodas cuotas mensuales.
La verdad es que Congrains nunca fue un escritor al que le sobraran brillos y también es verdad que su asilo en el realismo seco y duro parecía más una coartada que un modo de entender la literatura. Y es que el realismo tiene que ser el de un Dos Passos o el de un Solztjenitzin- –realismo-río, plenitud mediocre, laborioso retrato de penurias- para llegar a ser arte. Y lo de Congrains tenía enormes méritos pero como que dejaba ver costuras, propósitos de conmover, trucos dramáticos.
También es cierto que nuestra crítica oficial fue siempre roñosa con Congrains. Pero eso no es de sorprender. Con la excepción del Oviedo original y del González Vigil de siempre, ¿de qué crítica podemos hablar que no sea esa que Clemente Palma podría reclamar como suya?
Como los críticos con diplomas lo ignoraron, Congrains se reafirmó desapareciendo. Y un día partió míticamente a Venezuela, donde hizo negocios inverosímiles que terminaban tas con tas con el fracaso, y otro día acoderó en Cochabamba, donde escribió sus dos últimos y olvidables libros. La última vez que estuvo en Lima, hace dos años, un sector de escritores reconoció su deuda con él y la saldó con algunas semblanzas y uno que otro ágape más bien chifoso. Las “autoridades” brillaron gracias a su ausencia.
Congrains tuvo el mérito de descubrirnos, proféticamente, el infierno de Lima. Necesitaríamos cien Congrains para novelar la pesadilla que es Lima hoy. Porque si los críticos jamás homenajearon a Congrains, quien le rindió culto y tributo fue Lima, que cada año se pareció más a sus libros y que hoy es como el borrador del libro crispado que Congrains debió escribir.
En todo caso, prefiero, como lector, a Congrains y su rudeza de arenal y estera que a los escritorcitos ovejados (meeeeeeeeee) que hacen todo lo posible por seguirle la corriente a los que cortan el jamón. El jamón serrano, claro está. Porque hablamos de una promoción de evasores que el viejo Lara y sus pandillas han domesticado desde el Planeta del entretenimiento. Porque para Lara todos los libros debían ser para el bolsillo. Y Planeta jamás hubiera editado a Congrains.

miércoles, 8 de julio de 2009

Caviares en su salsa

La caviarada de la Católica rinde un homenaje a Fernando de Trazegnies, el fujimorista desvergonzado que fue lavavajillas, mayordomo y, en sus ratos libres, dizque canciller de la Manchuria andina que era el Perú de Fujimori.
Me encantan los caviares. Me fascina su hipocresía, sus idas a la embajada de los Estados Unidos cada 4 de julio (a ver qué ayuda pescan, a quiénes saludan, ante quiénes se lucen), su banquete de palabras vacías, sus ocurrencias suicidas (como esa de inventar, a través de un cálculo aleatorio, el número de víctimas del fascismo en la época del contraterror), sus tarjetas de platino, sus discursos de tungsteno.
Pero lo que más me gusta de los caviares, más allá de algunas de sus mujeres y muchas de sus corbatas Oscar de la Renta, son sus homenajes.
Ellos sí que saben apapacharse, cubrirse de auxilios mutuos. Y, en ese aspecto, la Católica es antro consumado de homenajes a gente que no vale la pena, a farsantes que pretenden olvidar y a abogados a tanto la hora que quieren pasar por académicos del derecho.
Esto de Fernando de Trazegnies, con libro y todo, es patético.
¿A quién le rinde tributo la Católica?
¿Al Trazegnies que ahora se dice apolítico y casi neutral o al sirviente del fujimorismo que en diciembre de 1998 decía, a voz en cuello, que los derechos humanos eran “un producto del Occidente liberal” y que, por tanto, no podían imponerse a todas las culturas?
En el blog “Desde el tercer piso” se acaba de recordar algunas de sus intervenciones más rastreras:
-En junio del 2000 le decía a “La Prensa”, de Managua, que el tercer fujimorismo iba a ser “un salto hacia adelante en el fortalecimiento de las instituciones democráticas”.
-El 11 de noviembre del 2000 declaraba ante “El País”, de Madrid, que Fujimori lideraba “una transición seria, ordenada y transparente, porque si él dejara de serlo Perú podría convertirse en un caos”. Ocho días después, como lo recuerda el citado blog, Fujimori pasaba de Brunei a Tokio, desde donde enviaba, por fax, su “viril” renuncia a la presidencia de la República.
-En esa misma entrevista a “El País”, De Trazegnies se refirió así al ladrón y asesino serial que decía ser asesor presidencial y solía llamarse Vladimiro Montesinos Torres: “Montesinos ayudó mucho en la lucha contra el terrorismo, que tuvo sus excesos y errores pero que no supuso una violación de derechos...”
O sea que Martha Chávez era Evita y De Trazegnies Adán en el paraíso taboádico del fujimorismo. Y a este señor, que merecería ser entrevistado por el falso marqués Valero de Palma, es a quien la Católica, esa cuna del humanismo liberal, va a subir al podio de los ciudadanos ejemplares. Como si en la trayectoria de un catedrático y de un intelectual no pesaran sus miserias morales. Como si fuera lo mismo ser un Chocano leguiista que un Vallejo en París con aguacero. Como si la biografía de De Trazegnies se hubiese grabado sobre teflón.
Por eso es que los caviares son humoristas involuntarios de tanto éxito.

-------------------------------------------------------------------

Posdata:
qué prensa tan aldeana la que tenemos. “El Comercio”, nuestro diario de exportación, no trajo ayer ni una sola línea (repito: ni una sola) sobre la muerte de Robert McNamara. “Correo” le dedicó una piltrafa interior, pero cumplió con dar la noticia. El único que dedicó un espacio razonable a tamaña desaparición fue “La República”. Todos los demás –qué pena: todos- siguieron ofreciendo el menú con hándicap de cada día. “Leches aguadas, cajamarcas crueles...”, que decía Juan Gonzalo Rose. Pobre prensa peruana. Terminará como parte de comisaría o panfleto ideológico. O monólogo interior de Magaly Medina.

martes, 7 de julio de 2009

El cielo como castigo

A Robert McNamara, graduado en matemáticas, economía y filosofía por la universidad de Berkeley, le parecía fascinar el efecto que sobre el ánimo de las poblaciones civiles podía causar un bombardeo aéreo.
Cuando colaboró con el general Curtis LeMay, durante el último tramo de la segunda guerra mundial, se dedicó a la estadística de los vuelos aliados y descubrió que un 20% de los pilotos dejaban indemnes sus objetivos militares por no exponerse a las baterías antiaéreas que los protegían.
De modo que McNamara ajustó tuercas y tornillos y los resultados mejoraron considerablemente, aunque no tanto como él esperaba. Su fama de hombre brillante e implacable, con cuadros estadísticos siempre a la mano, empezó en esos años.
Distintos y mucho más exitosos eran los bombardeos multitudinarios, indiscriminados y anchurosos en los que McNamara tuvo alguna participación como asesor de LeMay.
Tras las enseñanzas de Dresde (35,000 civiles muertos) y Hamburgo (40,000), McNamara contribuyó con su talento de planificador a diseñar lo que sería el bombardeo ciudadano más esplendoroso que general alguno hubiese podido concebir.
Ese bombardeo fue el de Tokio y se realizó en una sola noche y madrugada: la del 9 al 10 de marzo de 1945. Trescientos treinta y cuatro bombarderos B-29 de la aviación estadounidense partieron de su base en las islas Marianas y arrojaron sobre Tokio un infierno bíblico de metralla y fósforo expansivo.
Cien mil fueron los muertos, el 95 por ciento de ellos civiles.
La orden de LeMay y de su equipo fue aquella noche la misma que se daba tratándose de ciudades japonesas: volar lo más bajo posible para evitar que los vientos del Pacífico desviaran las bombas. El bombardeo de Tokio redujo Gernika a ensayo diminuto y preparó al gobierno de Truman para el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, decisión que contó, desde luego, con la entusiasta aprobación de Curtis LeMay.
Esa experiencia en el arte sombrío de desaparecer ciudades con sus habitantes incluidos, fue muy valiosa a la hora en que Robert McNamara, luego de presidir Ford Motors, encaró el desafío de Vietnam.
Convencido de que Hanoi era Tokio y Ho Chi Minh era Tojo, McNamara, secretario de Defensa nombrado por John Kennedy en 1961, planteó que esa guerra sin ideales también se decidiría desde el aire. Y aunque el napalm era el mismo, los B-52 eran auténticas maravillas porque podían llevar 32,000 kilos de bombas en cada incursión. Y además ahora había visores nocturnos, bombas guiadas y todo lo que la naciente tecnología de la informática podía darle a la industria de la guerra.
De modo que McNamara, alentado por el presidente Lyndon Johnson, concibió, diseñó y operó la escalada de la guerra de Vietnam. Estudioso y detallista, fijó 57 blancos estratégicos situados en Vietnam del Norte –la mitad de ellos con población civil “colateral”- y los bombardeó metódicamente. Los cientos de blancos situados en territorio de Vietnam del Sur estaban fuera de la jurisdicción de McNamara y podían ser bombardeados a discreción por el general Westmoreland y sus jefes de línea.
Hay que recordar que Estados Unidos jamás le declaró la guerra a Vietnam y que fue McNamara el hombre que, en 1964, aprobó la conspiración de Tonkín, una mentira que consistió en hacerle creer a los estadounidenses que dos de sus destructores –el Maddox y el Turner Joy- habían sido atacados por torpederas norvietnamitas.
De resultas de este invento, el Congreso de los Estados Unidos dictó la llamada “Resolución del Golfo de Tonkín”, que autorizó a Johnson (y a McNamara) a proceder militarmente en contra de los vietnamitas.
Pero regresemos al tema principal, que era esa extraña capacidad de McNamara de imaginar el cielo punitivo, el diluvio infernal de la metralla. Cuando el fracaso de sus bombardeos se hizo evidente y cuando hasta su hijo, que estudiaba en Stanford, marchaba en contra de la guerra, McNamara renunció a su cargo y no fue a ningún Nuremberg sino que fue premiado con la presidencia del Banco Mundial.
Era febrero de 1968 y para entonces ya se había lanzado sobre Vietnam diez (10) millones de toneladas de bombas y 55,000 toneladas del llamado agente naranja, un defoliante que mató el 20 por ciento de los bosques de Vietnam del Norte e hizo inapto para la agricultura el 32 por ciento del territorio contiguo a la frontera entre ambos Vietnam.
Tuvieron que pasar un millón y medio de norvietnamitas muertos, 56,370 soldados estadounidenses abatidos, 18 millones de desplazados, 184,000 survietnamitas caídos en combate para que Estados Unidos empezara a aceptar su primera derrota del siglo XX.
Y todo eso se lo debemos a Robert McNamara, un hombre de muchas luces que en la Florencia de los Médicis hubiera sido amigo de Maquiavelo, pero que en los tiempos de Lyndon Johnson y del brutal imperialismo yanqui tuvo que resignarse a ser jefe del Pentágono y a planear uno de los más abultados crímenes de guerra de la historia. Que no descanse en paz.

lunes, 6 de julio de 2009

Los golpes se sancionan

Por Manuel Rodríguez Cuadros

En lugar de José Manuel Zelaya Rosales, el presidente depuesto podría llamarse Cristina Fernández, Michelle Bachelet, Álvaro Uribe, Alan García, Miguel Calderón o Hugo Chávez. El efecto hubiese sido el mismo: la ruptura de la institucionalidad democrática. También sería la misma la reacción internacional: inviabilizar el golpe a través de la acción diplomática y las sanciones legales y legítimas
Como toda fuerza golpista, los conjurados (militares, políticos y empresarios antidemocráticos) hicieron bien sus tareas internas, al revestir el golpe de una apariencia legal a través de una resolución de la Corte Suprema y la designación de un presidente civil por el Congreso. Si la democracia estuviese protegida sólo por la ley interna, el golpe se habría legitimado. Pero no ha sido así. La democracia es un bien público protegido internacionalmente. Su estabilidad está garantizada por el Derecho Internacional: la Carta de la OEA y la Carta Democrática Interamericana.
Los golpistas lo calcularon todo, menos el factor externo. Minimizaron la capacidad de reacción regional y mundial. Pensaron, falsamente que al ser el régimen de Manuel Zelaya un gobierno cercano a Chávez y miembro del ALBA, Estados Unidos tendría una reacción permisiva. Craso error. Obama tiene la oportunidad de demostrar -y lo está haciendo- que Estados Unidos de hoy no amparan golpes de derecha contra gobiernos de izquierda, ni de izquierda contra gobiernos de derecha. Como no lo puede hacer ningún gobierno democrático de la región. La reacción de Estados Unidos ha sido firme y, lo más importante, en consonancia con el consenso regional, sin ejercer una política de poder de gran potencia. Washington no ha dudado en actuar en la OEA de consuno con Venezuela y México, Bolivia y Costa Rica, o Brasil y Nicaragua, para aprobar por aclamación las resoluciones que desconocen al gobierno golpista y lo sancionan con la suspensión de su membresía en el organismo regional.
Se ha producido en la OEA un gran consenso democrático, más allá de orientaciones políticas o “modelos” económicos. Esta realidad, inédita en la región, muestra con claridad que el único sistema protegido internacionalmente es la democracia. Y que las fuerzas antisistema son aquellas que conspiran o atentan contra la institucionalidad democrática y la vigencia de los derechos humanos. Dentro de la democracia, el pluralismo en la orientación ideológica, política, económica y social de los gobiernos es la normalidad cotidiana. Esta prescripción doctrinaria, a partir de la crisis hondureña, ha dejado de ser sólo una expresión de la teoría política. Se ha convertido en una práctica de los estados de la región, legitimada por un consenso que va de Obama a Chávez, de Uribe a Evo Morales o de Calderón a Mauricio Funes.
Las fuerzas antisistema, es decir las fuerzas antidemocráticas han sido notificadas que la Carta Democrática se aplica, que sus previsiones se cumplen y que los intentos de golpe se sancionan. Queda, también, confirmado el anacronismo de la política exterior del presidente García, basada en la invención de una nueva guerra fría, cuya sola mención ruboriza a los estudiantes iniciales de relaciones internacionales.

domingo, 5 de julio de 2009

Michael Jackson

Nunca se sabrá qué personaje fue el que será enterrado la semana que viene en el cementerio Forest Lawn Hollywood Hills de Los Angeles.
Ese ilustre cadáver tenía la identidad de quien había nacido en Indiana como Michael Joseph Jackson pero se parecía sólo de un modo remotísimo a quien todos habían admirado en los años 80.
Empecemos por el comienzo. Cuando la muy pobre familia Jackson apostó por la música como atajo al ascenso, Michael sólo tenía cuatro años. Era, sin embargo, tan maravillosamente precoz que un año después ya era el vocalista de The Jackson Five.
Como la infancia le fue arrebatada, Jackson (Michael) hizo lo que muchísimos niños secuestrados por la fama llegan a hacer para vengarse: decidió congelarse emocionalmente en una edad que lo exonerara de las miserias de ser adulto.
Genial y desquiciado, no sólo se pasmó en ese estado de gracia sino que empezó a jugar con su identidad y su género. No sería negro como el papá abusivo que manejaba una grúa y siempre estaba escaso de dinero ni sería del todo el hombre de la casa que sus padres habían ideado -parásitos de su talento- desde las primeras grabaciones en el sello Motown.
De modo que se puso a trabajar en ello y los resultados asombraron al mundo. Ese negro original, apuesto y bien plantado, se fue suicidando hasta llegar a ser un monstruo de luz de neón, un blanco a punta de descamados sucesivos, una pesadilla de nariz respingada.
O sea que del Michael Jackson nacido en agosto de 1958 en Gary, un pobre pueblo de Indiana, sólo quedó el armazón. Todo lo que cubría aquel esqueleto prodigiosamente ágil y dúctil para el baile fue cubierto por una piel falaz, unos labios que dejaron de ser belfos a cuchilladas, un mentón de niñita y una peluca androide terminada en un lacio robacorazones.
Claro que le quedaba la agilidad, el talento y la voz y con todo ello pudo seguir haciendo música y dinero, pero lo que Jackson no supo es cuánto lo odiaron los negros de todo el mundo que no se avergonzaban de serlo, los que en su país habían sobrevivido a siglos de desprecio y a la triple K del sur infame, aquellos por cuya liberación Abraham Lincoln había librado una guerra espantosa, aquellos que, a pesar de su liberación, siguieron siendo, hasta 1965, los apestados de Alabama.
Jackson no sólo desacreditó al gremio de los cirujanos plásticos sino que deshonró las luchas de Stokely Carmichael, la música de Miriam Makeba y los discursos que construyeron la autoestima negra de Martin Luther King. Fue, en suma, alguien que se hizo ex negro en el quirófano.
Por eso el entierro de la próxima semana tendrá una cierta atmósfera de redundancia.