lunes, 1 de septiembre de 2008

Cuatro textos breves

Liberales

Pinochet se rodeó de ellos:
los hizo ministros, validos, portavoces.
Así empezó la historia de estos días.
En las batallas campales de la codicia y el poder,
en las ciénagas de la subliteratura,
levantando las máscaras
de algunos moralizadores,
he conocido a hijos de puta
difíciles de remedar.
Pero ningún hijo de puta es tan hijo de puta
como un liberal hablando del Estado
y los fueros privados
y Popper y Aristóteles
(con su Leviatán más),
mientras está pensando sólo en el dinero.

Contra la marea

Resistid:
sembrad en llanuras de obsidiana
y cosechad la locura,
toda la locura que podáis,
fanegadas de locura:
os harán falta.
Almacenad locura para los peores tiempos
que vendrán.
Sólo la locura os hará libres,
sólo la locura salvará al mundo,
sólo en la locura de perder el tiempo y
no hacer las tareas que nos encomendaron,
hallaremos nuestras almas malheridas
pidiéndonos agua con un hilo de voz,
nuestras almas mirando
(con ojos que fueron nuestros)
el cielo que dejamos de mirar.

Martín Adán

Entre la rosa y la historia
eligió la historia de la rosa.
No lo entendieron.
No es normal hablar sobre las rosas.
No se estila dedicarle a la rosa
sonetos gongorinos
ni andar por la vida con la barba crecida,
con el gusto por los muchachos en flor,
la vieja gabardina cual velamen
de balsa a la deriva.
Tenía algas enredadas en la barba
y dos volcanes apagados en vez de ojos
y voz de mar cansado
y un método para ser triste y no pedir tregua
y otro para contar mentiras en gerundio
y un último para ser procaz
y jamás disculparse
y una irresistible vocación por
el trastero del idioma
y los enrevesadores del sentido
y unas ganas urgentes por orinar donde estaba prohibido.
La cordura de los asesinos y ladrones
que pueblan la historia y detestan las rosas
terminó de matarlo.

Declaración

Sueño con ser jefe de nadie,
mariscal destropado,
fantasmal presidente de ninguno,
gerente del vacío,
embajador de algún país del pasado,
un noble del reino de Aragón
(que en paz descanse).
Lo único que quiero de verdad,
lo único que realmente deseo
es que tu amor me emplee
y ser oficinista en tu pelaje
y conserje servil de tu mirada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué puede decirse de la vida del poeta Martín Adán que no se haya dicho antes? Su azarosa existencia, a salto de mata entre la bohemia y la celebridad, ha sido siempre comidilla periodística, material predilecto para la construcción de mitos. Desde una infancia particular, regida por una enérgica y dominante tía Tarcila, hasta su internamiento en el hospital Larco Herrera debido a serios problemas de alcoholismo, Martín Adán, cuyo verdadero hombre era Rafael de la Fuente Benavides, consolidó, sin proponérselo, una imagen de poeta maldito que atrajo la atención de muchos. Uno de ellos, cuenta la leyenda, fue el beatnik Allen Ginsberg.

“¿Quieres tú saber de mi vida?/ Yo sólo sé de mi paso,/ De mi peso/ De mi tristeza y de mi zapato”, precisó Adán en Escrito a ciegas, una especie de autobiografía poética escrita, como lo cuenta Juan Mejía Baca, ante el pedido de una estudiosa argentina (Celia Paschero, colaboradora de Borges) que requería del poeta una breve reseña biográfica.

Sin embargo, lejos del biografismo, Adán perdura gracias a la solidez y particularidad de su obra poética, aquella que lo sitúa, según algunos, en una posición de privilegio, superado apenas por Vallejo.

Salvo por La casa de cartón, aquella inclasificable obra literaria que no ha dejado de reeditarse, sus libros posteriores se han vuelto inubicables, codiciados objetos para coleccionistas. Por suerte, acaba de aparecer su Obra poética en prosa y verso –edición, prólogo y notas de Ricardo Silva-Santisteban– en la serie Obras esenciales que publica el rectorado de la PUCP.

Una feliz iniciativa, pues, como apunta Silva-Santisteban, se trata de una obra que es necesario “conocer en conjunto para poder apreciarla con justeza en todo su valor”. Así, el libro presenta la obra de Adán teniendo como base las primeras ediciones, publicaciones periódicas y diversos manuscritos proporcionados por Juan Mejía Baca, que actualmente se encuentran en la colección Martín Adán de la PUCP.

En el caso de La casa de cartón, se han compulsado las ediciones de 1927 y la de 1958, corrigiéndose todos los errores evidentes. La discusión sobre el género al que tendría que adscribirse esta obra parece inacabable. Aunque, claro, parece haber consenso en cuanto a que de ninguna manera se trata de una novela. Luis Loayza prefiere llamarla “un largo poema en prosa que vuelve siempre a un lugar, a un recuerdo determinado”. Para Ricardo Silva-Santisteban se trata de una “especie de semblanza irónica, sentimental y vanguardista de Barranco en que el autor vierte sus impresiones en fragmentos donde su visión de poeta condensa los elementos de la realidad sensorial en cuadros de un estilo, a la vez que preciso, deformante con los elementos técnicos que le brinda su inimitable dominio del lenguaje”.

El libro contiene además dos fragmentos de Dan y los animales dibujados, Itinerario de primavera, Aloysius Acker (con un largo fragmento inédito), La campana Catalina, La rosa de la espinela, Sonetos a la Rosa, Poemas varios, Travesía de extramares, Escrito a ciegas, La mano desasida, La piedra absoluta, Mi Darío, Diario de poeta. Irrefutable muestrario de un poeta que ha delineado una obra de trascendental valía en nuestras letras.

Salvador Núñez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.