Cuatro niños menores de cinco años han muerto en estos últimos días en Huancavelica.
Han muerto de neumonía, que es el azote de las alturas y la especialidad cuchillera de las heladas.
En lo que va del año, sólo en ese departamento se han reportado 7,846 casos pediátricos de enfermedades respiratorias agudas.
Mientras nos enterábamos de esa noticia –pura cacofonía informativa en la agenda de nuestra “economía emergente”–, el ministro de Agricultura, el muy próspero banquero Ismael Benavides, tenía que reconocer, enfrentado a la prensa extranjera de visita gracias a la Cumbre, que en Huancavelica la pobreza actual llega al 88 por ciento de la población.
No sólo eso: encarado por las cifras, Benavides hubo de admitir una redundancia que parece plaga bíblica: que la pobreza ha aumentado en la miseria. Traducción toponímica: Ayacucho, Pasco y Huancavelica son ahora, si cabe, más pobres que hace tres años.
Y al sur del país, el que casi le da el triunfo a Ollanta Humala, Benavides le dedicó una generalización que sólo el cuarto mundo puede arropar: 70 por ciento de pobreza, 30 por ciento de desnutrición.
Ese es el rostro por lo general negado del Perú. Hay que reconocerle a Benavides el coraje que a otros les es negado. Habría que preguntarle, sin embargo, qué está haciendo él, como encargado del sector agrícola, para pelearle a la muerte la propiedad de tanto territorio y la desaparición precoz de tantos niños. Y la verdad es que es muy poco lo que Benavides puede hacer si se piensa que el doctor Alan García ya apostó por la agroexportación, desdeñando el concepto de la autosuficiencia alimentaria en un país que, mucho antes de los García o los Benavides o los Hildebrandt, pudo alimentar a su pueblo engriendo a la tierra, guardando sus frutos en las cadenas de frío de los nevados y sembrando en las laderas colgantes de la montañería. Y es que la derrota de los precolombinos fue también el acabóse de la agricultura como centro del hombre. Los forasteros ignoraban que el verdadero Potosí estaba en las semillas que ellos mandaron descuidar.
Ayer, primer día de la Cumbre sobreestimada, los peruanos nos hemos dado un baño helado de realismo. Antes de que Benavides nos hablara del avance de la pobreza en las sierras donde Sendero Luminoso ensayó sus primeras lecciones de marxismo mutante y maoísmo armado, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) nos había lanzado a la cara otros números hostiles: el Producto Bruto Interno (PBI) del Perú sólo ha crecido 5,5 por ciento en el mes de marzo, el rango más bajo de los últimos dos años. Es cierto que el promedio de incremento del PBI en el primer trimestre del 2008 sigue siendo muy alto (9,27%), pero ningún experto pudo prever un bajón tan drástico como el de marzo.
Además, como para que siguiera lloviendo sobre la fogata, el INEI también dijo que la inflación, medida en los últimos doce meses de marzo del 2007 a marzo del 2008, ha trepado al 9,1 por ciento, cifra que ya empieza a preocupar a los más optimistas. Si a esto le agregamos el dato de que el sector agropecuario creció –también en marzo– sólo 0,42 por ciento, estaremos frente a una diversidad de síntomas que apuntan a que el piloto automático del modelo ultraliberal peruano ha dejado de funcionar, lo que debería imponer una navegación manual y unas correcciones de rumbo que nos eviten la tormenta.
¿Querrá García tomar los controles de este avión ensamblado en los viejos hangares del Consenso de Washington?
Lo más probable es que no. Converso como Constantino, inflexible como Sixto V, milagrero como San Bonifacio, García y su nueva iglesia viven todavía una luna de miel sin sobresaltos. García debe estar convencido de que una mano decisiva (y claro que invisible) lo sacará del apuro y lo devolverá al hit parade de las economías anabolizadas por la inversión extranjera y los tratados de libre comercio.
En todo caso, ayer por la mañana, entre las cifras de la pobreza acrecentada y las del crecimiento decrecidas, los peruanos supimos que es muy difícil ser indefinidamente el tigre sudamericano que crece a tramos chinos y que “The Economist” recomienda como vacaciones para inversionistas. Ayer, como si nos despertáramos de un sueño borgiano, volvimos a parecer el otorongo que nos es tan cercano.
miércoles, 14 de mayo de 2008
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3 comentarios:
El golpe que la inflación ha dado a la economía de amplios sectores populares ha tejido un rebote sobre la popularidad de Alan García y los nervios del régimen. Efectivamente, en las últimas semanas, frente a este hecho el gobierno ha pasado de decir que era temporal y poco importante, a reducir los aranceles (sin éxito), a atacar a quienes resaltaron el tema, a plantear que los alcaldes persigan a las placeras de los mercadillos, y ahora a decir que repartirán directamente alimentos. El régimen no está al borde de un ataque de nervios: ya tiene ese ataque.
Vayamos por partes. La inflación es un fenómeno macroeconómico. Parte de las causas se deben al alza de precios internacionales, pero otra parte es el sobrecalentamiento de la economía a partir de una exagerada expansión del crédito, que ha añadido 6 puntos del PBI a la demanda interna durante el 2007. La política macroeconomía, fiscal y monetaria, son responsables. Y todavía no están haciendo lo que deben para controlar el asunto. Mas bien han optado por dejar caer el dólar como método antiinflacionario, lo que sin embargo resta competitividad a las exportaciones no tradicionales y a la industria para el mercado interno, ya afectada por el alza de aranceles. Y agrava el riesgo de un déficit externo en unos meses plazo.
El efecto de la inflación de alimentos sobre el bienestar es un efecto generalizado, afecta negativamente a todos los consumidores urbanos e incluso a buena parte de los rurales, ya que las familias del campo hoy consumen fideos, aceite y arroz como una parte importante de su dieta. Como se ha demostrado, además, la inflación ha sido mayor sobre los más pobres y sobre las provincias. El problema en este caso es que : 1) ese efecto no se limita a los pobres o pobres extremos, también a quienes sin ser clasificados como tales, apenas si lograr ingresos superiores a la línea de pobreza; 2) ese golpe negativo se suma a muchos meses de crecimiento económico sin chorreo, o con muy poco chorreo, o lo que es lo mismo, de un crecimiento económico que no beneficia a talvez el 50% o más de la población. Es este sector, ya fastidiado por el hecho de que las buenas noticias macroeconómicas que el Presidente, sus ministros y los medios repiten día tras día, el que ahora ha elevado varios decibeles su malestar.
En ese sentido, la inflación reciente es como llover sobre mojado, poniendo de relieve el problema central del actual modelo económico: la distribución de la riqueza, que ya era muy injusta, hoy tiene niveles escandolosos. La pobreza extrema no baja mientras las empresas mineras y otras obtienen ganancias elevadísimas. La respuesta a este problema no es ninguna "curita", ningún "mejoral", sino una modificación profunda del modelo económico y social.
Entregar alimentos en forma directa a las familias: de las ideas desesperadas que podía tener el gobierno, esta es probablemente la peor. ¿Van a llenar los estadios de comida para repartirla a las 12 millones de pobres que hay en el Perú? ¿A quién le van a entregar y a quien no?
El gobierno ha despreciado, con esta propuesta, el aporte que día tras día hacen cientos de miles de madres organizadas en los comités del vaso de leche y en los comedores populares, que son las vías por donde con mucha mayor facilidad y eficiencia podría distribuirse ayuda a los más pobres. Pero eso no es novedad: es lo mismo que sucede desde comienzos del actual gobierno.
Estoy seguro que mientras continúe la corrupción enquistada alimentándose del tesoro, los altos impuestos no permitan ampliar la base tributaría formalizándose los negocios de los más pobres y, como vemos, el ingreso grueso por exportación vaya a parar al bolsillo de unos pocos grandotes, seguiremos en lo mismo (niños muertos por gusto y bolsillos vacíos de los pobres).
García perdió la cabeza y nuevamente tiene 12 apóstoles (igual que la vez pasada), el INEI les fabrica el país que ellos quieren mostrar. Es más cruda la realidad, hay que darse una vueltita por provincias, o , si no alcanza el bille, por los cerros de Lima.
Si despues vendrá Humala y la misma caga...
sorry pero uds. y sus letanias ya me cansaron es que los pobres siempre seran la bandera de agitación... me pregunto si a los gobiernos anteriores estaban preocupados por esto y los que vendrán lo estarán..les dice un pobre que desde que naci lo sigo siendo...
bla, bla....
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