jueves, 15 de mayo de 2008

Cecilia recuerda a Javier

Cecilia Heraud Pérez, hermana de Javier, ha escrito el texto que hoy ocupa, con todo derecho, el espacio de esta columna que, en días pasados, recordó al poeta asesinado el 15 de mayo de 1963, hace exactamente 45 años. Ella tuvo la generosidad de agradecerme, en nombre de la familia Heraud, lo que yo apenas pude balbucear en aquellas líneas que ­evocaron la imagen de un poeta que sólo quería que su patria fuera hermosa y justa y que pereció acribillado en ­“ese paraje humeante” que más tarde, en su discurso de aceptación del premio Rómulo Gallegos, recordaría también, doliente e indignado, Mario Vargas Llosa. Hoy le toca a Cecilia recordar a su presente hermano. Que los encumbrados asistentes a la reunión que ha feriado a Lima se enteren de que el Perú no es sólo negocios y oportunidades. Que sepan que nuestro país tiene deudas viejas y deberes olvidados. Y que Javier Heraud también nos encarna y nos encara. (¡Pensar que hoy el buen Javier sería llamado, gracias al triunfo semántico de la Caverna, un terrorista!)
“Hace 45 años Javier Heraud fue muerto en el río Madre de Dios, en ese río enorme donde paradójicamente se ha instalado la base de lo que será el puente que unirá la carretera interoceánica que se espera traiga progreso y desarrollo en la zona. Hace 45 años, Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios, era un pueblito de apenas unas cuadras y unos pocos miles de habitantes –no sé exactamente cuántos–.
Yo visité la tumba de mi hermano en noviembre de 1963, ­apenas unos meses después de su asesinato, y aprecié el atraso y el ­abandono. Javier, en realidad, iba de paso a Puerto Maldonado. No fue a quedarse ni a iniciar allí ninguna acción. Según versiones que recogí, el pueblo fue azuzado por curas y autoridades, los gamonales de siempre que tienen miedo a perder lo que tienen. Y lo mataron: a él, que sólo quería luchar por los pobres de su tierra.
Desde entonces acudí a su tumba en varias oportunidades y me hice amiga de algunos pobladores y autoridades, gente buena que cuidó la tumba de Javier con amor y dedicación. El cementerio “Los Pioneros” era un hermoso lugar donde paseaba y charlaba con Javier. El día de hoy su abandono es impresionante. Un lugar que debería ser la memoria colectiva del pueblo y sus precursores es un lugar abandonado, con maleza que no permite ver más allá de unos metros. La hermosa puerta de hierro fue clausurada y se abrió otra en una esquina, en lo que antes era el final del cementerio. Se ingresaba por allí y se lograba llegar casi sólo hasta la tumba de Javier. Lo demás estaba abandonado y hasta las tumbas habían sido destrozadas, no sé si por robos o por los traslados al nuevo cementerio.
Pero este 29 de abril la tumba de Javier estaba limpia y cuidada como siempre. Un cartel pegado decía: “Gracias hermanitas por venir a visitarme. Javier”. Ni el amigo que nos esperaba sabía que habíamos iniciado el viaje de regreso de Javier a Lima.
He dormido todo/ un año/ o tal vez he muerto/ sólo un tiempo/ no lo sé./ Pero sé que un año/ he estado ausente,/ sé que un año he descansado,/ sé que en ese tiempo/ las moras y las frutas/ secaban sus raíces/ triturándolas/ de sabor y regocijo/. Yo descansé/ en la tierra/ y felizmente/ mi corazón no se secó con la humedad/ del llanto,/ no sollozó,/ no reclamó tristezas pasadas/.
He vuelto ya./ Mamá, papá,/ he vuelto. Hermanos,/ aquí estoy/ como antes,/ cantando en las noches del invierno/ con mi seco corazón de pan y piedra/. Gustavo, tú has crecido/. ¿Y ya no cuentas/ con los dedos/ y ya no lees/ letra a letra/ y ya no sueñas/ con los tigres y elefantes?/ Es cierto, padres,/ hermanos, aquí estoy./
He estado un largo año/ tendido en la hierba del olvido/ cubierto por las hojas/ del ­amor y del otoño/. Ya he descansado un poco,/ lo confieso,/ yo partí/ sin despedirme,/ pero es que en mi corazón/ no cabían ya más flores/ en mi corazón no entraba ya/ el duro secreto de la vida/…
Y seguía caminando,/ pensando en el pan/ caliente de la casa,/ saboreando el arroz/ preparado por mi madre,/ sintiendo a mi cama con sus sábanas felices…/
Pues sí, trajimos a Javier de vuelta a Lima, a descansar junto a mi padre y cumpliendo un deseo vivo de mi madre. Ella misma firmó el poder que nos daba para iniciar las gestiones del traslado. Y lo hicimos con mucho amor.
Pedimos al Equipo Peruano de Antropología Forense para atenderlo como Javier se lo merecía. Yo deseo expresar la sensación que sentí cuando sus huesos aparecieron increíblemente ante nuestros ojos. Era como si Javier nos estuviese diciendo: “los he estado esperando 45 años”.
José Pablo y Franco han limpiado y recogido cuidadosamente el cúbito, el radio, el fémur, su mandíbula, sus dientes, vimos la muela del juicio apareciéndole, como justamente suele hacerlo, entre los 20 y 21 años (los que él tenía), su húmero, su tibia y peroné, su hermosa cabeza, su pelvis… Fue un regalo de hermano. Y el dolor de tantos años se transformó en ese consuelo que buscan todos los que pierden a un ser amado al que no pueden dar sepultura.
Hemos traído en ­avión a Javier, lo hemos tenido ­una noche con nosotros y lo hemos despedido los hermanos cantando Porque mi patria es hermosa,/ como una espada en el aire,/ y más grande ahora y/ más hermosa todavía,/ yo hablo y la defiendo con mi vida…
Y lo hemos sepultado junto a nuestro padre, según expreso deseo de esa mujer maravillosa que le dio vida y que ha vivido esperando este momento.
Por primera vez, al decolar el avión de Puerto Maldonado, no se me quebró la garganta por el llanto como cada vez que partía dejándolo solo en esas tierras. Ahora podremos visitarlo siempre y llevarle flores a su tumba. Si bien ­eso no lo devolverá con vida, sí nos dará consuelo y nos ­ayudará a ser mejores que antes, como él hubiese querido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De Javier Heraud se ha dicho casi todo y su prestigio en la poesía peruana es indiscutible. Aprovechando el grave momento en el cual, por voluntad de sus familiares, se han trasladado sus restos desde su ya mítica tumba en Puerto Maldonado hasta Lima (merced a la generosa labor del Equipo Peruano de Antropología Forense) y -más aún- ahora que se conmemoran 45 años de su muerte; cabe hacer algunas disquisiciones que puedan servir a los escritores jóvenes de hoy.


Unos ven a Heraud a la distancia, simpático pero lejano, con la misma postura acrítica de nuestros textos escolares de historia. Para otros -y saludo la valentía- se señala directamente que la trayectoria de Heraud debería representar lo que los jóvenes peruanos no deben hacer, el camino que no deben seguir.


Una reflexión final: Me hubiera gustado que Heraud viviera, que entre tazas de café o chelas me dijera cómo fue capaz de entrar a Puerto Maldonado llamando tanto la atención, llegando en tropel al ventiúnico hotel de la ciudad con unos tipos ostensiblemente barbudos y que cuadraban con el esteriotipo del comunista y sin nigún contacto con la población. Que cómo se podía ser tan ciego, que cómo se podía ser tan loco. Que cómo jugó la increíble carta de dejar la vida muelle de la oligarquía limeña para hechizarse en Moscú y en Pekín, lanzándose gigantescamente al vacío y terminar su vida junto a las orillas de un río remoto con solo ventiún años.


Bueno Javier, por lo menos a tí no te llaman terruco ni antipatria. Tu poesía ha sido la barrera contra los baldazos de indignidad que los de siempre arrojan sobre quienes les señalan sus felonías y crímenes.

Anónimo dijo...

Heraud es n buen poeta ,pero su juventud hizo que se tragara el cuento de que siendo comunista o alzándose en armas podía hacer germinar la justicia en nuestro país. Javier es un corazón generoso víctima de las becas tramposas que otorgaba Fidel Castro, para, supuestamemente estudiar cien, a oo que en realidad iban era a convertirse en guerrilleros.
Si JAvier hubiese vivido un poco más, estoy seguro que no hubiese estado de acuerdo que con el asesinato y el crimen se puede hacer justicia.
NO es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que deben justificar el fin. Saludos de Javi Choque Mayta

MUSMUKEANDO - FRANZ MAX dijo...

Grande javier! fue el primer libro que lei sobre poemas!