El ingeniero Ernesto Ciriani Pérez-Alcázar llamó hace más de tres meses a una radio donde el alcalde Manuel Masías se estaba luciendo derramando promesas litradas y a granel.
Ciriani le planteó un problema específico de comercio ilegal que ya obraba en poder del municipio y tenía número de expediente y todo. Alguien había incumplido una norma en la calle José Gálvez, cuadra 5, Miraflores.
–No se preocupe: hoy mismo, esta tarde misma, lo recibiré y veré su reclamo, que me parece justo –dijo Masías sin que se le moviera una pestaña.
–Muchas gracias, señor alcalde. Allí estaré –dijo Ciriani, quien estaba grabando la conversación.
La locutora no cabía en su pellejo. Masías resolvía las cosas en tiempo real, los oyentes parecían quedar estupefactos ante tanta atención, Miraflores progresaba desde una cabina radial.
Ciriani fue esa tarde pero nadie lo atendió.
Regresó al día siguiente pero nadie lo atendió.
Fue a la siguiente semana pero nadie lo atendió.
Pasaron tres meses y nadie lo atendió.
Hasta hoy nadie lo atiende.
Ese es el retrato robot de Manuel Masías: un irresponsable demagogo, un mentiroso al menudeo, un señor al que debiera levantarse el secreto bancario en vista de tantas remodelaciones inútiles, tantas veredas vueltas a hacer para ganar 60 centímetros de ancho, tanto cemento que redunda y huele mal.
Ahora dice Masías que “investigará hasta las últimas consecuencias”.
Las últimas consecuencias deberían llegar hasta su puerta. Porque Masías –si el Perú fuera un país y no un cobertizo– tendría que ir a parar a la cárcel junto a los mandamases de “Inversiones Jaqueline” (promotores) y “JIJ Ingenieros SAC” (dizque constructores). Este triángulo bermudiano tiene responsabilidad penal en el asunto porque desde el 11 de febrero de este año el señor Alejandro Pinglo Meza Cuadra –cuya vivienda, contigua a la construcción salvaje, ya tenía daños estructurales– había hecho una advertencia pública sobre lo que podía ocurrir.
“Apenas empezaron a excavar, mis paredes se rajaron. Era evidente que lo estaban haciendo mal y allí mismo las autoridades debieron parar la obra”, declaró Pinglo Meza Cuadra al diario “La República”.
¿Qué pasó entonces? ¿Por qué no mandaron a parar?
Masías admite ahora “que los técnicos del municipio inspeccionaron la obra y no encontraron nada irregular”.
¿Y cuánto costó que no encontraran? ¿Cuánto hubo en juego para que no se dieran cuenta de lo que era clamorosamente evidente?
¿O es que los técnicos del municipio de Miraflores sólo son imbéciles?
Pero tanto si son chulos de la construcción como si son ordinariamente imbéciles, las huellas llegan hasta la responsabilidad de Manuel Masías.
Masías ofrece ahora hoteles para los damnificados, asesoría legal para los familiares de las víctimas, cara de circunstancias para las cámaras, voz adolorida para los micrófonos, seriedad de enterrador para las fotos. Y se atreve a decir que la culpa la puede tener “la desburocratización, el destrabamiento de las licencias, el premio a la rapidez y el descuido, quizás, de la seguridad”. Es cierto que una ley construida por el Apra (y Graña Montero) permite lo inimaginable en materia de edificaciones. Pero también es cierto que quien tiene vigilar –aun corrigiendo de facto a la ley– que la celeridad administrativa no permita que rufianes de la construcción maten obreros, es el alcalde.
Ya el presidente del Colegio de Ingenieros del Perú ha dicho que, luego de ver el grosor de la calzatura, es posible afirmar “que en esa obra los ingenieros especialistas brillaron por su ausencia”.
Y el viceministro de Trabajo, Jorge Villasante, ha sido preciso: “Esta tragedia pudo evitarse”.
Y el jefe de Defensa Civil se ha sumado: “Aquí (en Reducto, Miraflores) se han cometido las mismas faltas que en Gamarra (donde murieron hace poco ocho obreros sepultados por otro derrumbe)”.
El día de la tragedia, muy temprano, hubo un leve deslizamiento de piedras. Los obreros que estaban en la zanja de 20 metros de profundidad –donde iban a ir los cimientos de un edificio de cinco pisos con dos sótanos de estacionamiento– se miraron unos a otros. ¿Sería un presagio, un aviso? Lo cierto es que en ese momento los trabajadores presentes en la excavación eran once. Siete de ellos salieron antes del derrumbe de aquel muro criminalmente levantado. De modo que –para usar el lenguaje de la Cámara Peruana de la Construcción– podemos sentir algún alivio: los muertos pudieron ser una oncena.
Pero si el expediente policial conduce a la casa de Manuel Masías, el político le toca el timbre a Alan García. En efecto, este gobierno que tan bien se vende ha promulgado, con la anuencia del Congreso en su fase de tapizón de tránsito intenso, la ley que permite, en efecto, el crimen organizado en la construcción civil.
Me refiero a la ley 29090, aquella que –a la caza del perro del hortelano– salió de la presión de las constructoras (y de su chequera), aquella que García firmó con alegría cementera, aquella que permite construcciones sin licencia, sin perfil técnico, sin supervisiones de ninguna clase. Y las permite para urbanizaciones “de no más de cinco hectáreas”, “edificios que no superen los tres mil metros cuadrados y tengan hasta cinco pisos”, “viviendas de hasta 120 metros cuadrados” y “ampliaciones que no superen los 200 metros cuadrados”.
O sea que García, los constructores y Garrido Lecca, con su bandera de huesos cruzados flameando en el mástil, han decretado la informalidad homicida en la industria de la construcción. Pero de eso nadie habla. A esos temas se les echa tierra. Como a los obreros.
¿Dónde están los matanceros de Gamarra? ¿A cuántos años los condenaron?
¿Dónde estarán los de JIJ Constructores?
Quizás tomándose un preocupado cafecito con algún inspector municipal.
viernes, 2 de mayo de 2008
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7 comentarios:
Tienes razon en lo del silencio administrativo. En Con nuestro Peru ya habian hablado de eso desde el derrumbe de Gamarra, aca hay un analisis interesante:
Derrumbe de Miraflores: copia fiel del de Gamarra
http://www.connuestroperu.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1951&Itemid=32
AHORA LA PRENSA HABLA MUCHO DEL DERRUMBE EN MIRAFLORES, HABLA MUCHO DE QUE LA EMPRESA LOS HABIA ASEGURADO, DE QUE CORRERAN CON LOS GASTOS DEL SEPELIO..HAAA SIIII, NO ME DIGAN. COMO SI ESO LES VA A DEVOLVER LA VIDA. ESO ES LO QUE POR LEY TIENEN QUE HACER TANTO COMO IRSE PRESOS TODOS ESOS EMPRESARIOS POR NEGLIGENTES, PERO DE ESO LA PRENSA NO HABLA NADIE DICE QUE HAY QUE METER PRESO A LOS DE JIJ NADIE, TIRA DE PORQUERIAS CREEN QUE PORQUE PAGAN SEGUROS Y PAGAN UN BILLETITO A LOS FAMILIARES YA NO MERECEN IR A LA CARCEL , ASI ESTAMOS EN ESTE PERU, .... TANTO Y PEOR QUE EL INFORMAL DE GAMARRA Y A MI MANERA DE PENSAR MAS BASURAS TODAVIA LOS JIJ.
Nuevamente esta semana el Perú se enluto con otra tragedia lamentable. La mañana del miercoles 30 un grupo de obreros que participaban en una contruccion de un edificio en Miraflores, fueron sepultados vivos, por el derrumbe de una pared de concreto, con el funesto saldo de cuatro obreros muertos, para desgracia de sus familiares. Lo inaudito e indignante es que la compañía constructora logro el permiso de construcción con una licencia reciente a pesar de que llevaba varias ssemanas de trabajo, que no habia un ingeniero presente para dirigir las obras, que la mayoría de obreros trabajaban sin seguro ni contaban con los implementos de seguridad necesarios, y que el municipio no atendió los reclamos de un vecino que noto las fallas y advirtio del peligro de derrumbe. Como se puede apreciar el municipio tiene una clara responsabilidad por omisión de funciones, por cuanto al presentar fallas debió paralizar la obra, multar al propietario y disponer su demolición. Por su parte al propietario de la construcción le acae responsabilidad de carácter penal y civil. Esta tragedia no ha sdo un caso fortuito pues la estadística sindical eleva a 35 el número de trabajadores de construcción fallecidos en el 2007, y que solo un 20% se encuentra en planilla y por lo tanto cuenta con un seguro. Lo ironico de esta tragedia es que el 28 de abril se habia celebrado el dia de la seguridad laboral en el trabajo, en el que se conmemora a aquellos trabajadores que perdieron la vida o sufrieron accidentes laborales. El 'boom' de la construcción que se vive en el pais no debe ser argumento para flexibilizar los controles y el otorgamiento de licencias de construcción como lo permite la ley vigente que exonera de calificación técnica a cualquier edificación hasta por cinco pisos hasta despues de concluida la obra, pues con el pretexto de fomentar la autoconstrucción solo se fomenta aun mas la informalidad en este sector. Es ahora evidente que esta norma debe modificarse para impulsar la formalización y que los propietarios de obras, sean públicas o privadas, destinen un presupuesto específico para implementar medidas de seguridad. Para evitar que en el futuro se repitan estos accidentes las autoridades, sobre todo municipales, deben comprometerse a hacer cumplir las normas escrupulosamente asi como aplicar las mas severas sanciones para los responsables; una negligencia agravada como esta debe ser castigada con todo el peso de la ley.
¡Ay, suelten a la Melisa!- Melisa Patiño y la banda de desmadrados que la acompañan, y a quienes hemos visto en videos secretos de la policía, son, sin el menor jerónimo de duda, terroristas de todos los pelajes y de todos los países. Comunistas hijos de puta (valga la redundancia) a quienes jamás se les debió permitir ingresar al país. Claro, en este botadero llamado “república”, hasta las tortugas, perezosos y caracoles huevean a nuestras “autoridades”. Y si encima se orinan en los pantalones con las oenegés, con los tetudos de la CGTP y con cualquier putita que sale de la embajada de Venezuela, estamos hechos. Y quienes defienden a la flaca esa dicen que no puede ser terruca “porque es poeta” ¡La pucha! Me encantaría leer alguna de sus cosas. ¿Qué mierda espera Alan García para romper relaciones con el cerdo de Caracas?
Cambio de placas de rodaje.- Hace unos días vi en el programa de Jaime De Althaus a un señor que tiene que ver con esta “brillante” idea de cambiar las placas de rodaje de todos los vehículos del país. Creo que se llama Tino de la Jodienda o algo así. No fue capaz de dar una sola razón convincente –ni una sola– que justifique esta imbecilidad. Quedó como lo que es: un burócrata inútil más a quien sabe Dios qué funcionario estúpido envió como “bolquilla” del ministerio. Habló durante un cuarto de hora y no dio las únicas dos razones por las que un “funcionario” actúa: para sacarle plata al sufrido ciudadano y –la más importante– para joder. Simplemente para joder. Joder es la razón de ser del empleado público. Es la forma como manifiesta su complejo de inferioridad (por el hecho de no ser aceptado en la actividad privada), humillando a los ciudadanos inteligentes.
Ratzi y los pedófilos.- Escuché las palabras de Benedicto 16 en su visita a los Estados Unidos. Lo primero que hizo fue pedir perdón a todas las decenas de millares de víctimas de los curas pedófilos. Ya no le fue posible continuar con la “política del secreto” a la que El Vaticano es tan aficionado, pero insistió en reducir el problema sólo a los Estados Unidos, cuando todos sabemos que es algo mundial. Conversó con tres víctimas –ya entradas en años–, les pidió perdón una vez más, y les dijo que oraran mucho. Claro que sí. Como que la oración les va a borrar el horror y el trauma provocados por esos curas. Sugiero a Ratzinger que popularice aún más entre sus pollerudos, las palabras de Mateo 18, 5-6: “Y al que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar”.
¡Vergüenza!
Hasta más vernos.
A propósito de un artículo de César Hildebrandt
Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe
www.naufragoaqp.blogspot.com
El periodista antiliberal y el comentarista fiel
Gracias a los comentarios desinteresados de un amigo y ex condiscípulo de la secundaria, Lucho Juárez, es que recientemente me veo más obligado a escribir sobre ciertos temas cuya discusión considero importante. De no ser por este fiel comentarista, difícilmente hubiera leído el artículo que César Hildedrandt escribió sobre el libre mercado en agosto de 2007 (el cual sugiero leer antes de esta nota, puede consultarlo en http://cesarhildebrandt.wordpress.com/2007/08/17/economia-de-mercado/; fiel a su estilo incisivo y mordaz, este connotado periodista odiado y admirado a la vez, de seguro que es extrañado por un gran sector de los televidentes, agotados por las moralejas de Cecilia Valenzuela o nostálgicos por los mejores momentos de Rosa María Palacios: “La ventana indiscreta” parece cada vez más un recetario sobre lo políticamente correcto mientras que “Prensa libre” padece de un ritmo por momentos cansino). En el mencionado artículo, su autor arremete contra el libre mercado, el capitalismo salvaje y el liberalismo con mucho hígado pero sin distinguir el trigo de la paja: solo se regodea con la paja. A continuación, procuraré “despajarizar” lo vertido acerca del libre mercado para completar la otra parte ausente en el texto de Hildebrandt.
La fuente desconocida
Tanto los que defienden a muerte como los que critican el liberalismo político y/o económico cometen el error de no consultar las fuentes sino que reciclan la crítica de la crítica. Dudo que Hildebrandt haya leído La riqueza de las naciones de Adam Smith además de su Teoría de los sentimientos morales los cuales muchos liberales económicos acérrimos y antiliberales también deberían revisar. En La riqueza de las naciones Smith afirma que el mercado debe regular la economía mediante la oferta y la demanda (la mano invisible), pero en ningún momento dice que el Estado deba desaparecer, más bien dice que este debe garantizar el bienestar individual del ciudadano permitiéndole acceder a los requerimientos mínimos para su realización, a partir de lo cual, cada uno podrá escoger su destino. Esto lo complementa en Teoría de los sentimientos morales un tratado acerca de los valores éticos sostenidos por el liberalismo clásico. El desconocimiento de ambos textos induce al error generalizado, en la actualidad, de confundir liberalismo con neoliberalismo y liberalismo político con económico. Obviamente, el ciudadano de a pie no tiene la obligación de conocer estos detalles; sin embargo, aquellos que expresan opiniones favorables o adversas sobre el libre mercado —y por extensión, sobre el liberalismo— o cualquier tema de actualidad no deberían cometer un desliz como este, sobre todo cuando se trata de líderes de opinión como periodistas o políticos (no incluyo a los intelectuales ya que ellos están, lamentablemente, cada vez más lejos de la gente) cuya responsabilidad compartida es hacer pedagogía política.
El liberalismo clásico, en su vertiente política, tiene muchos puntos de coincidencia con el anarquismo (rechazo a la limitación de la libertad) y con el socialismo utópico (bienestar social). Por otro lado, derechos humanos, contrato social, instituciones legales supranacionales, tolerancia con las diferencias, estado de bienestar, etc., son conquistas liberales no socialistas, marxistas ni comunistas. La lucha contra el poder despótico y absolutista de las monarquías europeas la inició el liberalismo, no el marxismo. Estos principios liberales fueron distorsionados en el siglo XX por los ideólogos del capitalismo salvaje (neoliberales) para quienes el mercado está por encima del individuo y lo ético no es más que una molestia a enfrentar.
Hildebrandt enfiló sus baterías contra el libre mercado (con las cuales coincido en parte) pero le faltó pedagogía política para no confundir al lector: todo ello que menciona no es culpa de Adam Smith sino de las tergiversaciones, según algunos expertos, de Milton Friedman y Frederick von Hayek, economistas ultraneoliberales del siglo XX.
Chomsky desarrolla de manera profunda las coincidencias entre liberalismo clásico y socialismo libertario en El gobierno del futuro, conferencia dictada en el Perry Center de Nueva York en 1970. Ahí señala que en el futuro no quedará otra opción que conciliar lo mejor del liberalismo con lo mejor del socialismo para construir un liberalismo de izquierda (posibilidad viable para algunos y para otros un disparate porque se trataría de una contradicción insuperable. Acerca del liberalismo de izquierda sugiero revisar el blog del filósofo Gonzalo Gamio (www.gonzalogamio.blogspot.com) y el del politólogo Martín Tanaka (www.virtuefortuna.blogspot.com). Ambos analizan las posibilidades y obstáculos, respectivamente, que enfrentaría esta síntesis en el Perú).
Chomsky señala que “las ideas liberales clásicas, en su esencia, aunque no en la manera como se desarrollaron, son profundamente anticapitalistas” (15). Critica al libre mercado pero deja en claro que la deshumanización de la sociedad industrial no fue responsabilidad del liberalismo sino del capitalismo industrial de fines del siglo XIX hacia adelante. Este capitalismo solo puso énfasis en la reducción del Estado y en la exacerbación del individualismo el cual no es avalado en su totalidad por el liberalismo clásico ya que busca establecer una comunidad de libre asociación acentuando los vínculos sociales entre sus miembros. Vale la pena citar un fragmento de la conferencia de Chomsky:
“(…) el punto de vista liberal clásico se desarrolla a partir de una determinada idea de la naturaleza humana que hace hincapié en la importancia de la diversidad y la libertad de creación; por lo tanto, ese punto de vista se opone de un modo fundamental al capitalismo industrial con su esclavitud de los salarios, su trabajo alienante y sus principios jerárquicos y autoritarios de organización social y económica (…) el pensamiento liberal clásico se opone a los conceptos del individualismo posesivo, que son inherentes a la ideología capitalista”.
En relación a las limitaciones del libre mercado, Karl Polanyi afirma que el mercado “no podría existir durante un periodo de tiempo prolongado sin arruinar la sustancia humana y natural de la sociedad; aniquilaría físicamente al hombre y destruiría su entorno por completo”. En conclusión, el capitalismo moderno manipuló las tesis del liberalismo clásico; este es el sello del neoliberalismo: capitalismo deshumanizado.
Mercaderes, indiferentes y excluidos
Hildebrandt explota muy bien la pluma ácida, el ejemplo certero y la frase efectista, recursos con los que en dos trazos diseña una estrategia de argumentación práctica para la comprensión del lector pero poco sustancial para el análisis. Los perjuicios del libre mercado deben interpretarse en oposición a sus beneficios. ¿Por qué después de tantos años tenemos tarifa plana de Internet, cable y telefonía? ¿Por qué se reducen las tarifas de llamada a celular y a teléfonos fijos? Por la tremenda oferta que existe de estos servicios en el mercado. Y esta tardía pero beneficiosa reacción de Telefónica no se debe a que el Estado patee el tablero y desconozca los contratos ni a cruzadas sociales contra la inversión española ni a los debates en el congreso sobre la eliminación de la renta básica. Aquello es resultado del esfuerzo de miles de peruanos cuya necesidad los llevó a idear una manera de sacarle la vuelta al sistema aprovechando las ventajas del libre mercado. Me refiero a las cabinas de Internet, los locutorios públicos y a los “hombrecitos celular”. Es a ellos a quienes deberíamos agradecer la rebaja de las tarifas telefónicas porque vienen cubriendo una demanda creciente a precios muy bajos. En 1997, la Universidad Nacional de San Agustín ofrecía el servicio de Internet al público los domingos de 8 a 12 a un precio de 3.50 soles por dos horas. Recuerdo que en el verano de 2000 pagué 4 soles por hora en una cabina ubicada en la avenida Benavides de Miraflores en Lima. Mientras en toda Latinoamérica Telefónica ofrecía tarifa plana de Internet, en el Perú se pagaba por tiempo de conexión en el caso de usuarios domésticos y una tarifa plana solo para distribuidores. ¿Qué sucedió durante los siguientes ocho años? Proliferaron las cabinas públicas de Internet de una manera vertiginosa al punto de que en Arequipa una hora cuesta 0.70 céntimos. (Según estadísticas, el Perú es el país que posee mayores niveles de acceso masivo (cabinas públicas, no doméstico) a Internet en Latinoamérica. Este fue solo el primer paso para que las tarifas de telefonía descendieran puesto que las llamadas por Internet pusieron en sobreaviso a las compañías de telefonía fija y celular: progresivamente, redujeron el precio de la línea fija y de los aparatos y tarifas celulares (los primeros armatostes que llegaron al Perú en 1992 costaban desde 1 000 dólares hacia arriba). Lo curioso es que las campañas de promociones no desalentaron el negocio de las llamadas por Internet sino que, aparte de ello, incentivaron el aprovechamiento de los minutos libres: tal es así que, dependiendo del criterio del “hombrecito celular”, una llamada local cuesta igual que una nacional. ("Los usuarios de telefonía móvil descubrieron que los planes más ventajosos de las empresas del mercado permitían tener minutos más baratos. Así empezó el negocio de vender minutos para llamar a celulares. La ganancia promedio es de 100%". Fuente: Diario La República.http://www.larepublica.com.pe/content/view/171464/)
Además de la creatividad criolla de los locutorios públicos, no perdamos de vista que gracias al libre mercado es que las tarifas de transporte público urbano no se incrementan de manera correlativa al alza de los combustibles, pese a que dicho aumento estaría plenamente justificado de parte de los transportistas (los precios del pasaje urbano llevan un considerable retraso respecto al alza del combustible: entre 1994 y 2008 el precio de la gasolina y el petróleo aumentó en casi 50% mientras que el pasaje urbano lo hizo en 25 a 30%). Tanto en el transporte urbano masivo como en los taxis existe una “dictadura” de los usuarios quienes retrasan las alzas al no pagar más allá de lo acostumbrado. Este es un típico caso de transferencia de los costos al ofertante del servicio y no al consumidor, como sucede la mayor parte de veces. Sin embargo, aunque los usuarios controlen relativamente estos precios, lo cierto es que también la renovación de unidades de transporte y la adquisición de repuestos es más difícil de sostener debido a que los transportistas no pueden solventar estos costos cada vez mayores por la progresiva reducción de sus ganancias. El resultado: buses y combis contaminadores por carencia de mantenimiento. El caso del transporte urbano masivo y particular es ejemplo de que el mercado libre no solo se sitúa del lado de los ofertantes del servicio o del producto sino también del lado de los usuarios, aunque a veces con perjuicio de ellos mismos.
Muchos se sorprenderían de saber que las localidades más capitalistas del Perú son Puno y Juliaca. Paradójicamente, es en estas ciudades —sobre todo en Juliaca— donde se practica el más rabioso capitalismo de libre mercado a pesar de que suelen hacer noticia por protestar contra el “neoliberalismo hambreador” y por concentrar la mayor cantidad de votos a favor de Ollanta Humala, abanderado del nacionalismo; la región en donde Hernán Fuentes lanza diatribas contra el mercado libre. ¿Cómo entender aquellas protestas si su economía gira en torno de lo que combaten? Simplemente porque aún subsiste un gran sector de la población que no se ha beneficiado del mercado libre como sí sucede con los “hombrecitos celular”. Los contrabandistas no son empresarios que se exponen a los campos minados en la frontera con Chile o a enfrentamientos contra la policía por alguna pasión aventurera: son comerciantes —aunque no todos ellos claro está— que no pueden ingresar a la formalidad por las vallas tan altas que le impone el Estado. En el Chicago de los años 20, el contrabando se desmoronó inmediatamente al derogarse la prohibición sobre el consumo de alcohol.
Entonces, zanjemos el malentendido. Lo que no aceptan los neoliberales ortodoxos es que el Estado intervenga para regular el mercado cuando los individuos ven coaccionada su libertad de elección al no poder alcanzar el grado de realización personal (laboral, artística, académica, etc.) no por la falta de capacidades sino por deficiencias estructurales (vivienda, comunicaciones, salud, educación, economía) que el Estado debe garantizar a sus ciudadanos. Ampliar las redes telefónicas en Asia, Chacarilla o La Planicie es lo económicamente correcto para las empresas de telefonía ya que así podrían asegurar el consumo y la consecuente recuperación del capital; en cambio, instalar Internet, cable y telefonía en Huancavelica, Chumbivilcas o Juli no es atractivo porque los pobladores carecen de recursos para pagar esos servicios y, en consecuencia, no se recuperaría lo invertido. Esta mentalidad empresarial siempre será pragmatista y dudo mucho que cambie a pesar de que la responsabilidad social empresarial es el discurso de moda en las empresas modernas. Hasta que el cambio ocurra, el Estado tiene el legítimo derecho de intervenir en situaciones como el alza indiscriminada de pasajes interprovinciales y alimentos pero no a través del control de precios que genera mayor especulación sino mediante la información y el establecimiento de infraestructura básica. Los alimentos se encarecen por el incremento de los combustibles pero, además, por el flete que agregan los transportistas cuando transitan por carreteras de trocha carrozable. Un maestro rural además de una remuneración digna necesita contar con servicios básicos en la comunidad donde labora, lo mismo que un médico o un abogado. El mercado por sí solo no puede asegurar el progreso de una sociedad si es que no incluye a la mayor parte de sus miembros. Por el contrario, si es excluyente, generará descontento en las mayorías desplazadas. En este sentido, afirmar que la exclusión es implícita al mercado —“Eso es Adam Smith con su Tirifilo más, Milton Friedman con su Lastenio al costado, la mano invisible y el dedo medio en ristre”— según César Hildebrandt, significa caer en inexactitudes.
A lo anterior se agrega que nuestros mercados son imperfectos ya que en lugar de alentar la formación de precios en base a la oferta y la demanda, se fomenta el oligopolio de los reyes de la papa, el camote y la cebolla, y de los intermediarios. Mejores carreteras permitirían a los agricultores primarios (escasa o nulamente tecnificados) a ofrecer sus productos directamente en los mercados sin intermediarios, con el consecuente incremento de sus ganancias, lo cual a mediano o largo plazo deberían invertir en la tecnificación de sus productos tal como viene sucediendo en Ica con la exportación de espárragos a los EEUU; Piura y Tumbes con el mango; y Cajamarca con los lácteos. El alza mundial en el precio de los alimentos bien podría beneficiar a los más necesitados: aquel vasto sector de comunidades empobrecidas debido a los mercados imperfectos y a la ineficiencia del Estado y los gobiernos regionales cuyas arcas están repletas de dinero pero carentes de proyectos de inversión. Para los agricultores de la sierra, el mercado libre dejará de ser “el monstruo detrás de los cerros” cuando comprueben que mejora su nivel de vida tanto por el incremento de sus ingresos como por la calidad de los servicios públicos (salud, educación y vivienda).
De esta manera, nos damos cuenta de que, en realidad, algunos de los vicios atribuidos al libre mercado (desigualdad, exclusión, alza de precios) son corresponsabilidad de las políticas económicas de los estados que dejan al mercado en piloto automático.
En resumen, para que el mercado libre funcione allí donde es excluyente el Estado debe intervenir como promotor de la inversión privada a la vez que asegura la infraestructura básica para el desarrollo de los ciudadanos. Por lo tanto, suele suceder que las deficiencias del libre mercado no sean responsabilidad total de los capitalistas sino también del Estado que abandona a su suerte el bienestar social.
Libertad económica y libertad política
En Alaska, EEUU, una empresa minera fue sancionada severamente al comprobarse que contaminaba el medio ambiente; en Uruguay, sucesivos gobiernos han convocado a plebiscito la cuestión de la privatización del servicio de agua potable y, hasta ahora, siempre ha perdido la privatización. Ambos ejemplos demuestran que salvaguardar los intereses de los ciudadanos no implica atentar contra el libre mercado: se sanciona a los que infringen la ley y se consulta a los directamente afectados sobre decisiones trascendentales como la administración del agua.
Si antes mencioné que la exclusión no es implícita al libre mercado sino que determinadas condiciones estructurales no permiten la inclusión de las mayorías en su circuito, no es menos cierto que los gobiernos son los responsables de los términos en que se negocian los contratos de privatización. Si la negociación es perjudicial para los intereses nacionales, se debe diseñar mecanismos jurídicos que permitan su revisión, lo cual no equivale a patear el tablero y desconocer los acuerdos. El libre mercado no es el culpable de los estropicios o de la ineptitud de los gobiernos que celebran acuerdos sin tomar en cuenta el costo-beneficio para sus ciudadanos. Si a Telefónica se le entregó en bandeja el mercado de las telecomunicaciones en el Perú y no reditúa los beneficios al Estado en los términos estipulados, iluso es creer que por “buena fe” lo harán más adelante. ¿Quién y bajo qué condiciones privatizó las empresas públicas? ¿A dónde fue a parar todo ese dinero? Aquellos sujetos tienen nombre y apellido y son los que deben responder, pero de ahí a satanizar al libre mercado endilgándole la depredación de la riqueza nacional existe un trecho muy largo. No debemos confundir el clientelismo, la prebenda, el favoritismo político con el libre mercado. Mercantilismo no es igual a mercado libre sino que es su distorsión y junto con los anteriores, los causantes de la desconfianza popular ante la libre competencia en el mercado.
Otro aspecto que los neoliberales dogmáticos proclaman a los cuatro vientos es que las libertades económicas generan por añadidura, libertades políticas; es decir, si saturásemos Irak de franquicias de comida rápida entonces ello ayudaría a que los fundamentalistas islámicos se democraticen. La historia ha demostrado lo contrario: que las libertades económicas carentes de libertades políticas han servido para sostener dictaduras en el poder bajo el pretexto del crecimiento económico. En Taiwán, uno de los tigres asiáticos, la dictadura del Kuomintang duró hasta 1991; en Singapur, el sistema de gobierno se aproximaba más al autoritarismo que a una democracia multipartidista: Lee Kuan Yew fue el único primer ministro desde 1959 hasta 1990, cuando por su propia voluntad decidió dejar el cargo; desde 1953, en Corea del Sur las dictaduras militares se sucedieron el poder hasta los años 80; ¿sería necesario abundar sobre el capitalismo neoliberal planificado por el Partido Comunista Chino?; en Chile, los resultados obtenidos por los Chicago boys solventaron ante el mundo la imagen de país en vías de desarrollo, pero Pinochet concentró el poder desde 1973 hasta 1990 (contrariamente a lo que se cree, el despegue económico de Chile se dio en democracia y no en dictadura). En conclusión, la aplicación del neoliberalismo tuvo a las dictaduras militares como soporte para aplacar la resistencia social.
El artículo de César Hildebrandt es reflejo sintomático de la frustración que siente la gran mayoría de peruanos que no percibe los beneficios del libre mercado debido a la corrupción del empresariado clientelista y a la exclusión generada por la falta de infraestructura adecuada (responsabilidad estatal). Los conceptos vertidos por el autor no contribuyen a la elucidación de conceptos frecuentemente utilizados por los medios de comunicación y por la ciudadanía tales como libre mercado, liberalismo, neoliberalismo, libertad económica o libertad política; al contrario, acrecientan la confusión ya que, por un lado, el desarrollo de los mismos es de un alcance limitado (frases efectistas, ejemplos contrastantes, afirmaciones radicales pero sin argumentación coherente) y por otro, desconoce las fuentes básicas de los temas que discute lo cual redunda en una secuela de imprecisiones. Mediante este artículo, espero haber contribuido en algo al conocimiento de lo que significa, a grandes trazos, el libre mercado.
BAcán la última entrada, Hodebrandt se ha convertido a su vejez en un eyaculador de basura, el liberalismo es otra cosa, y el Perú está creciendo, pero los imbéciles no lo quieren ver y solo quieren parecerse a esas cagadas de Cuba o Vnezuela, yo prefiero a mi país como Corea del Sur, JApón o EU.
Esos imbéciles que se vayan pus a esos países perdedores si tanto les gusta.
Javier Berna
escritor
SEÑOR CESAR HILDEBRANTH FELICITO SU LOABLE LABOR EN ESTE BLOG QUE ES UNA MANERA DE INFORMARNOS Y CONOCER LOS DETALLES "A CALZON QUITAO" Y UD ES EL UNICO VARON DEL PERU Y DE LA PRENSA QUE SE ATREVE A DEMOSTRAR LO QUE VERDAREAMENTE SUCEDE EN NUESTRO POBRE E INFELIZ PAIS QUE AHORA YA NO DEBERIA LLAMARSE PERU SINO PAIS EXTRANJERO YA QUE CON TODO LO QUE ESTA HACIENDO ALAN GARCIA PEREZ VENDIENDO EL PERU A CHILE ESPAÑA ALEMANIA ETC ETC ETC Y QUE CON SU LEMA FAMOSO LEMA "EL PERRO DEL HORTELANO" NOS CALLA A TODOS LOS PERUANOS AUN MAS CON SUS MATONIAS Y SUS ABERRANTE AMENAZAS POR INTERMEDIO DEL MINISTERIO DEL INTERIOR QUE POBRE DE AQUEL QUE HAGA MOTIN LABERINTO O HUELGAS O PROTESTAS ALGUNAS QUE NOS QUIERE INTIMIDAR Y ASI DICE QUE ES UN GOBIERNO DEMOCRATICO ESTE SEÑOR GARCIA YA TIENE LAGUNAS CENILES QUE SE OLVIDA Y SE DESDICE.
Y COMO NO SI ESTA RODEADO DE BATRACIOS DE CAMALEONES COMO RAFAEL REY REY COMO ROMULO PIZARRO COMO JOSE LUIS CHIRINOS CHIRINOS Y TODOS LOS DEMAS CONDENADOS VENDE PATRIAS Y TRAIDORES DEL PERU.
PARA UD NUESTRO RESPETO Y AGRADECIEMITNO Y MUCHAS FELICITACIONES.
ATENTAMENTE,
TERESA MENESES DE LA PUENTE
DNI 045678925
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