viernes, 13 de marzo de 2009

El puerto de la muerte

Ha muerto Blanca Varela y lo ha hecho de puntillas, tan discretamente como vivió. Ha muerto en el misterio que ella misma había decretado desde hace muchísimo tiempo. Ha volteado la cara hacia la pared, como ella misma presentía que debía hacerse en el momento adecuado.
Que ganara en el 2001 el premio Octavio Paz, en el 2006 el Federico García Lorca y en el 2007 el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana son hechos que confirman su universalidad y, al mismo tiempo, su exilio.
Como no podía ser de otra manera, el Perú jamás la trató con delicadeza. Y cuando en 1996 perdió a un hijo en un accidente de aviación el azar alevoso se sumó a la habitual mezquindad de esta tierra que pare poetas para maltratarlos.
Varela, como gustaba que la llamaran, jamás necesitó halagos, felizmente. Y cuando venían, generalmente de otros lados, los consideraba tan excesivos como prescindibles.
Su poesía empezó con esa piedra fundadora que es “Puerto Supe”, un poema que escribió en París y que aparecería en el libro que Octavio Paz prologó y tituló, a despecho del título original, “Ese puerto existe”.
Pero a partir de ese momento deslumbrante, de esos endecasílabos que venían de la tradición pero que daban forma a una ruptura parricida con lo viejo, a partir de esa tristeza deslumbrante, la poesía de Blanca Varela cambió en un sentido pocas veces visto en el Perú.
Porque en esta tierra de la abundancia, Blanca Varela fue afilando el silencio y aprendiendo el arte de decir apenas. Su poesía, que había empezado siendo volcán en erupción, quiso ser –y lo logró- lava esculpida dispuesta a que la interpretaran, formaciones que la rabia y la providencia forjaban sin propósito aparente.
En un excelente ensayo sobre Varela, Rossella Di Paolo recuerda a Sartre hablando de la obra escultórica de Giacometti y rescata aquella frase genial con la que el francés intenta definir la parquedad formal del artista: “Los cuerpos de Giacometti no tienen más materia que la estrictamente necesaria para prometer”.
Rossella Di Paolo emparenta las brevedades de Giacometti y Varela y, como casi siempre, acierta.
Tuve la impresión de unas rocas lanzadas desde el infierno de la magma apenas leí a Blanca Varela. Siempre supuse que su tarea era la de adelgazar su sufrimiento y castigar su escritura hasta hacerla borrosa y sugerente.
En el país de los excesos, Varela eludía las facilidades del idioma y hasta su respiración. Parecía decirnos muy poco y aun tapándose la boca. La verdad es que decía mucho callándose el tundete.
No se oye bien a Varela, que huye de las sinfonías y que apela a chirridos y disonancias. Pero en el fondo de ese estanque sucio brilla algo vivo que no quiere presentarse con una forma definida y que es, en suma, una vibración, una intuición, casi una amenaza de sentido.
Venida del surrealismo sin aceptarlo del todo, Varela goteaba lo que escribía y escondía muchas cosas y rompía muchas otras. No puedo jurarlo pero algo me dice que hacía pedazos el papel que albergase un poema que no viniese de la materia oscura.
Al fin y al cabo, estamos rodeados de materia oscura. Y esta verdad estelar estaba de algún modo en la poesía de Varela. Ella era un observatorio que declaraba la imposibilidad de descifrar el universo. Había una especie de placer en ese reconocimiento, un modo honesto de ser un ser humano despojado de sus peores arrogancias. El goce de la sabiduría destituido por el goce de la insuficiencia.
En el testimonio de la venezolana Yolanda Pantin (1996) se cita a Blanca Varela diciendo “me da miedo caer en una retórica del horror”. Lo que no hizo jamás fue caer en el horror de la retórica.
La Pantin, que grabó largas horas de conversación durante una permanencia de Varela en Caracas, recuerda que la poeta nacida en Supe declaró su admiración por Francis Bacon y “esas figuras borradas”. Esa afinidad está retratada en un solo verso que es toda una doctrina vareliana:
“De lo inexacto me alimento/ y toda el agua de los cielos es incapaz de lavar/ esta ínfima y rebelde herida de tiempo que soy...”
Ayer, esa herida ha terminado de cerrarse. Para nuestro pesar.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

“De la cutra y faenones de los mirage y el tren eléctrico me alimento/ y toda el agua de los cielos y fábricas de jabón es incapaz de lavar la mugre de mi partido que ahora se encama con el fujimorismo/ esta ínfima y rebelde verborrea de tiempo que soy...”

Anónimo dijo...

EL PERÚ SEGUIRÁ CON SU DECADENTE PRESENTE, SEGUIRÁ SIENDO, FUENTE DE INSPIRACIÓN DE SUS MAS MALTRADOS ENTENADOS.
¡GRANDE VARELA!

Anónimo dijo...

Estos ultimos dias ha bajado la asistencia de comentaristas idiotas a mi blog.Tengo que escribir mas estupideces a ver si sube mi rating.

Anónimo dijo...

Grandísima poeta, junto con Vallejo es lo mejor de nuestra historia poética.

Sus últimos años, lamentable e injustamente, los pasó sumida en la enfermedad que nubló una de nuestras mentes más brillantes.

Ahora la poeta descansa en paz, ahora la poeta es inmortal.

Ramón Rojas dijo...

Excelente texto,maestro, siempre Hildebrandt se luce cuando comenta sobre poetas.

FANNY JEM WONG M dijo...

Blanca Señora

El cordón se ha roto
otro poeta abandona el vestido…
Rebelde, sin ataduras, ni frenos
bate las alas Blanca Señora
conquista el centro de rueda
y mientras escuchas
los nobles cantos
de las apacibles hierbas
colma de letras
el tazón celeste
y escribe el poema
sin pestañear.

¡Así sea!


Lo que Ud. escribió señor Hildebrandt es hermoso.
Besos
JEM WONG

Anónimo dijo...

Reivindicamos sabotaje a la línea ferrea de Quilicura. Ahora ejercemos nuestra ira contra los que siempre nos han usado; la derecha voraz chilena.

Tony dijo...

Estamos acostumbrados a deslumbrarnos con las cosas buenas, con la moral, el rosario y las velas... pero del otro lado: la penumbra, el mágico espacio que también nutre al arte. Varela.

Anónimo dijo...

LEÍ A VARELA, LO RECONOZCO, SOY PERUANO, ELLA ME HA DEVUELTO EL ORGULLO PERDIDO.

Anónimo dijo...

Quiero que el estado me mantenga

Anónimo dijo...

este sindicalista es un tipo tan estúpido que se cree "chistoso" ¿asi son todos los peruanos?

Anónimo dijo...

Te vas, te vas como aguacero


llevandote toda la tierra mía,


se ha inmolado versos para el cielo


se ha ofrecido si estrofas,


pan con vino y ave marías.




quedo aqui con los amnésicos


con los tristes heme aquí


que viendo que no tienes pasado


presente ni futuro


has desafio el tiempo y te has quedado


dulcemente sempiterna

Anónimo dijo...

Lo que me parece increible es como los medios educan en negativo, CUARTO PODER, el mas preclaro poder de la prensa hoy dio un reportaje a la niña muerta por dos jovenes desde chimbote, pero tan solo menos de un minuto que Raul Tola leyo en su homenaje de Blanca Varela y es que mas puede en la prensa como en Magaly, el sensacionalismo,o como en Laura bozzo el escandalo, si no novende..bien l ehabrian hecho al Peru haber actuado al revés, si como a Kina Malpartida, un reportaje a Blanca Varela o esperará como Vallejo partir de esta vida para que se le de el lugar que merece.

Tony dijo...

Robert Varas: Por eso MVLL opinó lo que opinó, la vanidad en el periodismo es fatal.

Saludos.

Anónimo dijo...

La prensa es un reflejo de lo que cada país es como colectivo. En un país donde, segun encuesta, las mujeres más notorias son Gisela Valcarcel y Magaly Medina, ¿Qué se puede esperar?

¿No sufrió maltrato, humillación y hasta ridiculizaciones Cesar Vallejo?, o es que la gente ignora ¿por qué preferia París a Perú?
Blanca Varela fue de verso breve, su arte no necesitó jamás exprimir ni expander el lenguaje más allá del justo necesario y no por ello fue menos profundo y no por ello fue menos bello, menos cargado de nostalgia, menos esbozante de dolor, menos hiriente.

En verdad Blanca Varela no merece el reconocimiento de la prensa que impera en nuestro país suena incluso a faltarle el respeto a su memoria pretender el homenaje de Panorama, Cuarto Poder, Prensa Libre, Dia D, El Comercio, etc. y suena a falta de respeto porque Blanca Varela fue autentica y ellos cínicos, porque Varela fue honesta consigo misma, y ellos desleales desde el principio y los principios de su profesión.

Blanca Varela murió en el silencio de su propia decisión, en medio de gente que; si conciencia tuvo de su valia, la recordará en silencio, su homenaje será leer sus versos a solas, expresar a través de sus lineas los propios sentimientos, padeceres y alegrias.

Varela murió en silencio como Vallejo solo que sin aguacero y tal véz con menos tormento.