lunes, 9 de junio de 2008

Errores cerebrales

El cableado cerebral decide el destino de los humanos y marca la naturaleza de sus relaciones con la gente y las cosas.
¿Cableado? ¿Chicotería? Sí, el cerebro es, fundamentalmente, una organización electroquímica, una planta hemoeléctrica, un sistema que produce respuestas frente a los estímulos y desafíos del exterior.
Esta máquina de extremas complejidades tiene, sin embargo, gruesos errores de diseño. Y hay quienes piensan que buena parte de la sangre derramada a lo largo de la historia procede de esta ingeniería insuficiente.
No estamos hablando de los desperfectos que algunos se empeñaron en llamar psicopatías. Estamos hablando de cerebros que funcionan al ciento por ciento.
Por ejemplo, es una certeza neurológica más o menos aceptada que la percepción del mundo exterior nos ha llegado como un presente griego de la evolución. Lo que quiero decir es que el cerebro envía, por lo general, información insuficiente o desfigurante a las redes que se encargan del descifrado. Y esto conduce a que el objeto exterior sea “leído” incorrectamente. Lo que a su vez lleva implícito el error primordial de la identificación del objeto.
¿Cómo se come este enunciado? Muy simple: “vemos” lo que muchas veces queremos ver. El almacenaje de memorias asociativas, la tendencia del cerebro a economizar energía, nos empujan, por ejemplo, a “leer” en una barba crecida el desaliño, la dejadez y el fracaso que otras barbas crecidas nos pudieron confirmar en el pasado. Pero eso casi no es “ver” sino, más bien, retrotraer.
Blas Lara, catedrático emérito de la Universidad de Lausanne, Suiza, apunta que percibir al otro como lo que quizás no es, es una tendencia “de estos estereotipos culturales que son abstracciones almacenadas en el neocórtex como etiquetas simplificadoras”.
Las funciones cerebrales tienen algo de reacción en cadena (aunque estas reacciones pueden ser varias a la vez y ocurren en las distintas redes en línea del sistema). Pero si la información primaria viene distorsionada, lo que pasa muchas veces es que las instancias que podrían “corregir” esa percepción errónea –la límbica y la cortical– asumen el error como propio y lo dejan pasar. El paso siguiente es que esos errores producirán, al final, programas de respuesta inadecuados.
Desde ese punto de vista modernamente químico-cerebral, un exceso, verbal o fáctico, es hijo remoto de una información contaminada. Y, como acabamos de ver, hasta la memoria puede jugarnos una mala pasada al querer meterse en el presente tiñendo negativamente una experiencia actual que no tendría por qué parecerse a las experiencias guardadas en nuestro disco duro.
Todos los últimos avances en torno a la máquina cerebral parecen coincidir en una verdad que el narcicismo antropocéntrico habrá de admitir aunque mucho le duela: el “autocontrol social” del sistema cerebral humano es frágil y la capacidad de imponer razones y frenos en las barreras límbica y del neocórtex desaparece con mucha más frecuencia y facilidad de lo que imaginábamos. De allí vienen todas las sangres del terrorismo religioso y de Estado y todas las matanzas “doctrinarias” que en el mundo han sido.
En resumen, el cerebro de este “lóbrego mamífero” que somos no es ni de lejos la máquina perfecta que soñó el racionalismo.
Si el cerebro humano fuese la maravilla impecable que nos contaron, ¿cómo explicarse que el hedonismo de entrega inmediata de la drogadicción se haya convertido en un problema masivo? Si la computadora neuronal tuviese un antivirus enérgico, ordenaría, en ese caso, que el lector de peligros del neocórtex impusiese su punto de vista. Para no hablar de los mares de estupidez que vemos crecer todos los días a nuestro alrededor y que amenazan con inundarlo todo.
Las fallas de fábrica del cerebro humano y la nueva comprensión en relación a sus orígenes nos permiten decir ahora que esta masa grasienta de un kilo cuatrocientos gramos –membranosa, surcada y protegida por la bóveda craneana–, es más una laptop escolar que una IBM de última generación.
Y es por eso que resulta imperativo cargar a esa computadora esencial con muchos programas que mejoren su rendimiento, refinen sus respuestas y creen barreras adicionales para el espía software simiesco que siempre aspira a adueñarse de sus circuitos. Y eso es lo que, en términos simples, se llama educación. Educación y un poquito de tolerancia (que casi son sinónimos).

7 comentarios:

richardqt dijo...

Aún no está en línea, pero el número de Julio de The Atlantic contiene un excepcional y provocativo artículo por Nick Carr, haciendo la pregunta ¿Google nos está convirtiendo en estúpidos?. Es una idea derivada del libro de Carr, The Big Switch (El Gran Cambio, revisión disponible en este enlace), pero cubre nuevos terrenos que preocuparían a cualquiera. Carr escribe lo siguiente:

El cerebro humano es casi infinitamente maleable... James Olds, un profesor de neurociencia quien dirije el Instituto Krasnow para estudio Avanzado en la Universidad de Manson, dice que aún la mente adulta "es muy plástica... El cerebro tiene la habilidad para reprogramarse a si mismo al vuelo, alterando la forma en que funciona."

De la forma en que usamos lo que el sociologista Daniel Bell ha llamado nuestras "tecnologías intelectuales" —las herramientas que extienden nuestras capacidades mentales en lugar de físicas— nosotros inevitablemente comenzamos a absorber las cualidades de esas tecnologías.

«¡Excelente!» diríamos, «Ahora seré capaz de recuperar una infinita cantidad de información, como Google.» Puede ser. O tal vez nuestra habilidad para retener y procesar información continuará disminuyendo. ¿Recuerdan los libros? Esas eran las cosas que leíamos antes de que aparecieran en escena el correo electrónico, navegadores de Red y Twitter.

Realmente no queremos pensar como Google. No queremos hablar como Twitter. No queremos conversar como en el correo electrónico. Y sin embargo lo hacemos cada vez más, al paso que Internet reconfigura el mundo a su imagen. Carr escribe:

La Internet promete tener particularmente efectos de lejanía sobre la cognición... La Internet, un inmensurablemente poderoso sistema de cómputo, está sometiendo la mayoría de nuestras otras tecnologías intelectuales. Está convirtiéndose en nuestro mapa y nuestro reloj, nuestra prensa impresa y nuestra máquina de escribir, nuestra calculadora y nuestro teléfono y nuestra radio y TV.

Cuando la Red absorbe un medio, ese medio es recreado a la imagen de la Red. Inyecta el contenido del medio con hiperenlaces, anuncios parpadeantes y otras baratijas digitales, y rodea al contenido con el contenido de otros medios que ha absorbido. Un nuevo mensaje de coreo electrónico, por ejemplo, puede anunciar su propia llegada mientras los sumergimos en las últimas noticias en el sitio de un periódico. El resultado es dispersar nuestra atención y hacer difusa nuestra atención.

Razón por la cual al menos Matt Asay regresará a los libros. Probablemente muchos de ustedes lean una gran cantidad de libros, pero muy seguramente lo hacen mientras viajan. Como menciona Carr, es casi seguro que que todos tenemos dificultades para leer cuando hay una computadora o laptop presente, la cual nos distrae con gratificaciones instantáneas. El artículo de Carr hace pensar que tal vez sea buena idea volver a acostumbrar leer a los niños antes de dormir.

Anónimo dijo...

Hola señor hildebrant aqui chemo escucho su programa de radio y le mande este video en respuesta, ojo es chemo ..chemo cambio un poco su tono con la colera del 4 a 0 y su renuncia .que lo colgo en youtube ..

http://es.youtube.com/watch?v=ZHnh-5Kbq8M

....atte alexandra del solar

Pasqueño dijo...

Entonces lo que nos queda es autoeducarnos, aún los más inteligentes hasta que nuestro cerebro deje de funcionar. Desde Cerro de Pasco (en el que la falta de oxígeno no perjudica las funciones cerebrales) atentamente: Walter Samuel.

Anónimo dijo...

que asco de definiciones, me quedo con El Creador, que nos hizo con grandes potencialidades y libre albedrío para escogerlo a El o rechazarlo para poder inventarse definiciones que lo borren de la historia-

Anónimo dijo...

Señor Hildebrandt:
Aprovecho este espacio para comentar lo siguiente:
Francisco Morales Bermides hijo, es diplomàtico peruano acreditado en Santiado de Chile? no es el mismo que tuvo su affaire en Miami cuando papito era presi?

Que le parece lo de Moquegua:
Creo que el Sr. Garcìa no aprendio nada en su primer gobierno sobre la organizaciòn del Estado Perùano por pura demagogia elimino las prefecturas aduciendo un gran ahorro lo que no es cierto de ninguna manera sino que diga cuanto ha ahorrado. Luego de darse cuenta de su estupides pelea por quedarse con los gobernadores para usarlos polìticamentey ni siquiera sabe organizarlos ni formarlos.
Creo que en los hehchos de Moquegua ha faltado la mano de un Prefecto,no se hubiesen producido semejantes y vergonzosos hechos al menos esa es mi modesta opiniòn y demuestra cuan ignorante es nuestro presi

Anónimo dijo...

Como digo, quien nos estupidiza mas, los medios de comunicacion o nuestros lideres? Ahora el internet como por ahi dicen nos esclaviza hasta nos embrutece sino se escoge bien la informacion.

Daniel Barona Narváez dijo...

Señor Hildebrandt, la verdad que muy interesante su artículo. De hecho, esas imperfecciones existentes en toda estructura biológica son explicadas por los mecanismos de la evolución.
Mucha gente, en su antropocentrismo, piensa que el hombre (por que no les gusta decir ser humano, sino "hombre", en una muestra del machismo imperante) es una máquina perfecta; un "diseño perfecto", lo cual es falso. Primeramente si tomamos esta denominación, caeremos inmediatamente en admitir la existencia de un ser creador del Universo y apoyaremos la idea esta del "diseño inteligente", que proclama muchas estructuras biológicas como prueba de la existencia de un creador y de la imposibilidad de que el proceso evolutivo haya tenido lugar. Bueno, no quiero entrar mucho en cuestiones biológicas y evolutivas aquí, pero de todos modos, como Ud. dice, el cerebro tiene muchas fallas e imperfecciones (y no solo el cerebro, sino todas las estructuras biológicas en general). Pero es deber de la humanidad, o en este caso de las personas que poseen algún tipo de poder, fomentar la educación y la liberación de las ideas supersticiosas que traen las religiones, ya que es la única manera de que se pueda lograr un desarrollo global en cuanto a la expansión del conocimento en general y como medio combativo de la ignorancia y la estupidez humana. Ya lo dijo Einstein: "Existen dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, pero no estoy seguro de la primera". De todos modos, la cuestión es algo compleja, porque he mencionado a las personas que ostentan algún tipo de poder como las indicadas para iniciar este cambio, lo cual es algo moderadamente utópico, porque se sabe que el poder engendra corrupción, y que además el pensamiento religioso y la ignorancia del pueblo favorecen a los poderosos. Como dijo alguna vez Napoleón, "¿Cómo se puede tener orden en un Estado sin religión?, la religión es un formidable medio para tener quieta a la gente".
Es decir, un pueblo culto es un pueblo libre, cosa que no le conviene al gobierno. Más bien lo que le conviene es un pueblo que no piense por sí mismo y que reciba y acate órdenes sin siquiera analizar su contenido (tal y como sucede con las ideas religiosas).
Me despido de Ud. y le deseo éxitos.

PD: lo invito a pasar por mi blog: www.naturalezayracionalismo.blogspot.com