En el diario que todos los días tiene que rectificar sus cocecitas de burro sobrecargado de mermelada (qué abuso, que intervenga la Sociedad Protectora de Animales), la procuradora antidrogas Sonia Medina me emplaza a rectificarme.
¿Sobre qué debo rectificarme?
Dice esta señora que yo he dicho “que se vendió a los Zevallos”. No, madame. Eso le ha hecho creer algún monguito de la redacción de “Correo”. ¿Cómo voy a decir algo así si no me consta, si no tengo pruebas, si ningún documento me respalda? ¿Cómo la voy a calumniar de esa manera?
Esa tonta versión se la ha hecho creer el periódico de los visitantes del SIN, los señores Aguá. Lo que no me explico es cómo es que una mujer de su cociente intelectual se ha tragado tan hiriente anzuelo.
Vamos a ver. Lo que yo dije, doctora Medina Calvo, es que usted, que se presenta como la virgen de la Macarena de la lucha en contra de la banda del narcotraficante Zevallos, usted, sin embargo, ordenó la liberación, cuando era jueza, del que resultó segundo de esa banda, es decir Jorge Chávez Montoya, alias Polaco.
¿Puede usted negar que decretó la libertad de Polaco? No, no lo puede negar.
Usted lo liberó el 2 de agosto del 2001 con una resolución que terminaba así:
“RESUELVE: DECLARAR PROCEDENTE EL BENEFICIO DE LA semi-LIBERTAD solicitado por el sentenciado Jorge Chávez Montoya… y en consecuencia Ofíciese al Instituto Nacional Penitenciario para su inmediata excarcelación…”
Y usted firma abajo. ¿Es cierto o no? Entonces, ¿de qué me voy a retractar? ¿A quién quiere usted atarantar?
Pero veamos qué escribió usted, que disfuerzos jurídicos y qué acrobacias penalísticas tuvo que hacer para ordenar sacar a Polaco de la cárcel cuando éste, como usted misma señala en su resolución, había cumplido sólo cuatro años, seis meses y cinco días de una condena de quince (15) impuesta el 22 de julio de 1997.
Ahora bien, usted puede decir que ese era el tiempo de la carcelería sufrida pero sin incluir los beneficios penitenciarios. Muy bien, usted sumó el Certificado de Cómputo Laboral y entonces la suma de la carcelería sufrida por Polaco llegó a cinco años, diez meses y siete días. A eso añadió usted el Informe Sicológico (“se notan condiciones favorables en el rematado para acogerse al beneficio solicitado, las mismas que le permiten reincorporarse adecuadamente a la sociedad”, señaló usted de lo más comprensiva); el de Buena Conducta (“datos que demuestran el grado de rehabilitación y reincorporación a que ha llegado el solicitante”) y, claro, su soberana gana, doctora Medina, porque parece que usted tenía ganas de ser generosa en este caso.
¿Que no? ¡Claro que fue usted generosa!
Como la ley vigente en el 2001 no alcanzaba para decirle sí a Polaco, usted escribió lo siguiente:
“Quinto: Por lo que ante el beneficio solicitado cabe un análisis hermenéutico antes de incurrir en una simple denegatoria, puesto que si bien resulta imperativa la aplicación de las normas vigentes, también es imperativa la aplicación de normas anteriores en uso del Principio de Retroactividad IN BONAM PARTEM…verbigracia TEMPUS REGITACTUM es regla general que la ley aplicable es aquella que estuvo vigente en la fecha de la comisión del hecho o cuando se ejecuta la sanción impuesta…”
Mucha erudición, mucho latín, mucha reflexión de jurisperita y todo para ordenarle al Inpe que soltara a Polaco. Usted puede decir que estaba en su derecho el emitir esa resolución. Yo no lo discuto. No discuta usted mi derecho de juzgar, como periodista, su actuación en ese caso. Y si quiere llevarme a los tribunales por lo que aquí ratifico, pues nos vemos en los tribunales. No me amenace porque yo no soy Luz Loayza y usted no me da miedo.
En relación a la “valiente” Luz Loayza, la cosa ya se torna patética. Antes de ayer la agencia noticiosa de Cecilia Valenzuela de H. la entrevistó para arrancarle, entre otras cosas, algunas palabras en contra de este modesto columnista.
La señora Valenzuela, sustituida con suma injusticia pero con mucho mejor rating por la señora Rampolla en las noches de Canal 2, está obsesionada hace años con enviar a este columnista al infierno de sus maldiciones de hija del Piojo y matriarca del periodismo de investigación.
¿Qué logró la doctora Valenzuela? Que la señora Luz Loayza, la valiente que se orina las bragas de terror, le dijera que yo una vez la llamé por teléfono dos veces y que ella no me contestó.
Claro que la llamé dos veces. La llamé para decirle que la iba a denunciar por hacerme perder el tiempo y prestarse a las jugadas sucias de El Comercio –con su sicario Miguel Ramírez a la cabeza–. ¿Y por qué no me contestó? Porque sabía qué tipo de porquería había hecho, a quién había servido, de quién recibía dineros y privilegios (de la DEA en combina con El Comercio) y hacia dónde apuntaban los pliegos interrogatorios que mandaba a Lima para que sus jefes (la DEA y El Comercio) vieran qué dócil había sido.
Resulta, como ustedes sabrán, que un tipejo, un granuja que había sido sicario, delator, nuevamente sicario y más tarde confesor sincero para todo uso y siempre al servicio de la DEA y El Comercio, sostuvo, sin que viniera a cuento, que alguna vez vio a un camarógrafo de un programa dirigido por mí recibir “35 mil dólares en una caja de zapatos cerrada” de Fernando Zevallos nada menos. ¿Treinta y cinco mil dólares en una caja de zapatos, delante de testigos, en un mundo donde hay cuentas en el exterior como las negras de El Comercio? ¿Y a Orlando Cánepa, uno de los periodistas más honestos y modestos del gremio, un colega ejemplar en todos los sentidos?
La cosa se caía de estúpida y ni siquiera fui mencionado, pero a la fiscal Loayza le “preocupó” tanto el asunto que envió preguntas dirigidas a mí, al camarógrafo y a Mariella Patriau, con quien alguna vez me tiré los trastos pero de cuya limpieza nadie puede dudar (también la acusaron de haber hecho un reportaje en un avión “fletado” por Aerocontinente).
Detrás de esa caca de cacasenos que quedó en nada, estaban la DEA y el Chicago Chico que vive dentro de El Comercio. Delante de ella, dando la cara, estuvo Luz Loayza. Y ahora viene a decir que yo la llamé y que ella no me contestó “porque no hablo con quienes investigo”.
Yo fui citado como testigo y mi testimonio corroboró el descargado por mis otros dos colegas, doctora Loayza. Allí están mis citaciones para desmentirla. Ni usted ni nadie me ha investigado a mí o a alguien de mi entorno por el caso Zevallos. Miente usted, doctora Loayza. Así que encima de teatrera, miedosa como una gata que va a la ducha, espía de una potencia extranjera por los servicios que presta en la DEA, y secretaria de El Comercio, es usted una mentirosa. Vaya, doctora Loayza. Es usted una joyita. Debería usted tener un programa de investigación en la tele. Ya hizo méritos suficientes.
sábado, 9 de febrero de 2008
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5 comentarios:
Este articulo, es una mierdaa Cesar. Putaa, que tristeza, siempre te he leido huevon desde Caretas hace 20 anos, siempre dije que eras lo mejor del periodismo peruano podia ofrecer, pero te leo ahora, y ME DA NAUSEASSSS.
Te comento aunque sé que los elogios te resbalan y los insultos mucho más...para mí, tú eres Dios. Amén
lo máximo el tio hildebrandt!
Lo maximo hildebrandt desde el gobierno democratico de Velazco yo lo admiro cuando el trabajaba para Velazco, bueno se hildebrandt
ya pues chato habla cuanto te dio el lunarejo para apoyarlo. A ti te gusta la plata como a todos. No te hagas. Espero que no te hayas vendido por cien mil dolares minimo era trescientos mil dolares. habla pues chato.
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