Según la voz seria y autorizada de la Defensoría del Pueblo, en el Perú hoy existen 189 conflictos sociales. 133 están activos y 56 latentes. Sólo en el mes de octubre se registraron 15 conflictos nuevos. Sobre los lamentables sucesos de Tacna, Beatriz Merino, con razón, ha señalado que la violencia suscitada en la región sureña fue advertida por la Defensoría, pero el gobierno hizo caso omiso.
Dos conclusiones. Primero: En el Perú de hoy no hay paz social. Y ello no es bueno ni para la democracia ni para el bienestar básico de cientos de miles de familias. Tampoco para las inversiones. Segundo: Casi todos los conflictos se pueden prever. Es factible evitarlos. ¿Por qué surgen? Principalmente, porque el gobierno tiende a legislar y decidir sin ponderar y tener en cuenta los intereses en juego. Porque trata de imponer su voluntad unilateralmente defendiendo los intereses de unos pocos, en detrimento de los intereses de la clase media, de los pobres, de las comunidades, de los pueblos, de las regiones. No se consultó a los maestros sobre una evaluación necesaria -aunque selectiva y aislada-, vino el enfrentamiento con los docentes. Se incumplió lo pactado con los médicos y se les agredió, vino la huelga médica. Se aprobó una ley de la selva (¿vinculada al caso Alegría–Canaán?) sin consultar a las comunidades originarias de la selva, vino la movilización que hizo retroceder al gobierno. Se modificó el canon sin establecer previamente un consenso con los gobiernos de Tacna y Moquegua, vino la protesta violenta en el sur.
El gobierno tiene que aprender a gobernar. No puede seguir imponiendo decisiones no concertadas con los sectores sociales afectados por esas decisiones. En casi la totalidad de los conflictos reseñados por la Defensoría los que reclaman son los de abajo. Lo que es también un indicador que el gobierno favorece excesivamente o excluyentemente a los sectores más pudientes. Es indispensable tomar en cuenta todos los intereses en juego, tratar de conciliarlos y lograr soluciones consensuadas. Ni la situación actual que abre más grietas en una sociedad terriblemente desigual. Ni que la “tortilla se vuelva”. Más bien, estrategias de negociación que creen valor y sean ganador-ganador.
No se puede negociar como hace el gobierno a partir de posiciones y sin el análisis previo de la mejor alternativa al acuerdo negociado. Ello va contra las reglas mínimas de la negociación eficaz. La negociación –y la escuela de Harvard de Fisher y Ury ha hecho en esto un aporte fundamental- debe aislar los intereses de las posiciones, y por esa vía articular consensos que siempre significarán concesiones mutuas. Si no se concerta y negocia como práctica de gobierno, la pradera seguirá ardiendo.
Art{iculo escrito por Manuel Rodriguez Cuadroz, ex-ministro de la república.
martes, 11 de noviembre de 2008
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Yehude Simon se estrena esta semana como el “bombero” oficial del gobierno para “resolver” los conflictos sociales en el país. Considero que Simon es un “factor político” que influye, por lo menos coyunturalmente, en el súbito incremento de los conflictos sociales. O en todo caso en la notoriedad que muchos han adquirido en los últimos días. Es posible pensar que su nombramiento como nuevo titular de la PCM ha sido interpretado como un “incentivo” para protestar. Simon es en sí mismo una “oportunidad política” para los protestantes y muchas de las aparentemente “virtudes” que justificaron su designación pueden jugar, desde el lado de los movilizadores de los conflictos, como argumentos en contra. Veamos cómo es esto posible:
1. Tiene un pasado político (“radical”). Me conmueve las declaraciones de hace unos días de Simon cuando se refiere a los frentes de defensa, considerándolos “anti-democráticos”. Antes de ser elegido diputado en 1985, Simon era, para usar sus propias palabras, “alguien que violaba las reglas de la democracia”. Fue uno de los principales dirigentes del Frente de Defensa de Lambayeque (FEDEL), y precisamente su protagonismo en la defensa de las demandas populares de esta región lo llevó al Congreso en 1985. (Obviamente, a su retorno en el 2003 como Presidente Regional, prescindió de su pasado).
Simon conoce muy bien a sus “ex colegas”, pero sus “ex colegas” conocen a Simon. Precisamente por ello, Simon juega a “desconocerlos” y práctica una prédica descalificadora con respecto a los protestantes. Creo que Del Castillo incluso podía resultar menos ofensivo (“si alguien toma carreteras, tiene que ser detenido”… y luego te quejas de que estuviste injustamente en la cárcel!). En su discurso, Simon niega su pasado, pero no convence. Sobre todo a los que llama “azuzadores”. Lo que es peor, puede despertar decepción y bronca, e incentivar de este modo la permanencia de los conflictos en los ya movilizados. (“Qué se habrá creído éste!”)
2. Será un cambio “hacia la izquierda” (en comparación con Del Castillo). Por más que haya llevado a los salones de 28 de Julio a amigos progresistas (por ejemplo, Leyton), la política general del gobierno no va a cambiar. Es iluso pensar que ello sucedería. Simon no tiene ningún poder frente a la política económica y redistributiva. Este es un hecho que se comprobará con más contundencia conforme pasen las semanas. Pero ya que es interpretado como un giro de izquierda (así es vendido por el propio García Pérez y por los analistas que se emocionan por conocerlo desde la Apafa del colegio de sus hijos), se cree que será más receptivo ante las demandas sociales (las cuáles se expresan a través de los conflictos, ya que no hay otra forma de intermediación política en el país). Una mano en el pecho: Simon no tiene la capacidad para atender los requerimientos convertidos en violencia, y seguirá siendo el “bombero” apagaincendios, con el agravante que quizás tenga menos habilidades que su antecesor.
3. “Viene de provincias”. Precisamente como viene del “interior del país”, se supone que conoce mejor la política de frentes de defensa, de reivindicaciones regionales, del bloqueo de carreteras. Esto es claramente falso. Quizás conoce tal igual que cualquier otro esta realidad. Al no haber proyecto alguno estructurado a lo largo del país, el tipo y los actores de la conflictividad distan bastante de una realidad a otra. Mientras que desde Lima y la prensa nacional se “homogeniza” a los “radicales”, en provincias la diversidad de los actores, de los incentivos y de los motivos es tal, que ni Rafo León que para recorriendo el país como si fuera su chacra puede reconocer. (Se viene un post sobre los programas de viajes para pitucos: “El país es mi chacra”)
4. “Es nuevo”. Precisamente alguien nuevo en este cargo de importancia, es el incentivo perfecto para iniciar protestas (Cajamarca), volver a legitimar acuerdos en base a una nueva correlación de fuerzas (Moquegua) o simplemente llamar la atención. Dado el bajo nivel de institucionalización en el país, sobre todo a nivel de acuerdos como los “inventados” a través de las Actas de Compromisos y la Comisiones de Alto Nivel (¿alguien me puede explicar cuál es el alcance y la legitimidad legal de éstos?), la consecución exitosa de requerimientos se consigue más por iniciativas personales que por la canalización institucional de las demandas. En otras palabras, no depende de los procedimientos estatales, sino de quien ocupe los puestos claves. Al haber nuevo Jefe del Consejo de Ministros, se buscan nuevos posicionamientos, levantando nuevas demandas o simplemente buscando que lo “ganado” no se pierda ni se vaya en los folders de Del Castillo.
En conclusión, Simon es un imán que atrae clavos, de por sí sólo un “factor político” que incentiva a los protestantes para iniciar conflictos o radicalizarlos. La ecuación de los siguientes elementos: “nuevo” + de “izquierda” + de “pasado radical” + “de provincias”, se traduce desde el lado de los mal llamados “azuzadores” como: “ya está Yehude, veamos que sacamos, armemos chongo”. El pasado condena de diversas maneras, y eso es algo que se le enrostrarán a Simon, ex miembro del Frente de Defensa de Lambayeque, todos los días. No quizás como la crítica más fácil lo hace (ya mencioné que asociarlo con el MRTA es un golpe bajo), sino como sus “ex colegas de los frentes regionales” se lo recuerdan todos los días. Mientras, Simon intenta rechazar abruptamente su pasado, “limeñizarse”, no reconocerse en el espejo, hacerse el “yo no fui”, cantar “Yo no me llamo Javier (Diez Canseco?)”. Pero quizás ésta no sea la mejor estrategia. Sino entrar a la cancha en one (no me vengas con esa de “para la huelga, que sino no dialogo”, eso es faltosazo).
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