jueves, 18 de diciembre de 2008

Trotskistas hoy

¿Los trotskistas querían una revolución mundial o eran, como decían los estalinistas, un caballo de Troya?
¿Quien pide lo imposible quiere, en realidad, el inmovilismo?
Al plantear la revolución como un incendio de todas las praderas, un parto épico del tamaño del mundo y un acabose sin fronteras, ¿el trotskismo contribuyó al triunfo del proletariado o, al revés, saboteó con sus monsergas maximalistas al movimiento marxista?
El saldo del trotskismo es claro: decenas, centenares de siglas lo representaron pero en ningún caso esas ideas sedujeron masivamente a los obreros y campesinos y en ningún país del mundo las banderas del Programa de Transición se discutieron en alguna sede de gobierno. En resumen: el más exhaustivo de los fracasos.
Y, sin embargo, el trotskismo reclutó muchas veces a los marxistas más honestos, a los más generosos y a los más auténticos. Mientras el estalinismo pactaba con Hitler, el trotskismo lloraba aún el asesinato de su líder a manos de un agente de la NVKD dirigido desde Moscú.
Y mientras los estalinistas se contaminaban de política “frentista” y construían con cara seria partidos ortodoxos devotos de Rusia –o “democracias populares” que tenían el deber, cuando era imprescindible, de ametrallar al pueblo-, los trotskistas anunciaban que el verdadero triunfo del marxismo de veras caería en forma de diluvio.
Bueno, esos eran los que podríamos llamar trotskistas bíblicos. Había zamarros como Homero Cristali Frasnelli (alias Juan Posadas), que vivían de crecientes donaciones y que eran el equivalente marxista del pastor supremo de la Iglesia de los Últimos Días.
Posadas pedía plata, primero en Córdoba y después en Buenos Aires, para construir los refugios nucleares que serían necesarios después de la guerra atómica que él no sólo vaticinaba como inexorable sino que solicitaba como “depurativa”.
Mucho antes que Bush, Posadas habló de una guerra preventiva (sólo que en contra de los Estados Unidos). Fingía imaginar que tras esa devastación, atravesando nubarrones de uranio y avistando las piltrafas de humanidad que hubiesen quedado, el trotskismo –más tenaz que las cucarachas inmortales- levantaría sobre tierra arrasada el paraíso primordial de los trabajadores.
Es difícil explicar cómo es que hubo gente de buena fe que creyó en Posadas y cómo es que este farsante apocalíptico pudo fundar la llamada “Cuarta Internacional Posadista”, una de las tantas máscaras pomposas que el divisionismo trotskista produjo. Lo cierto es que quienes supusieron que Posadas era un loco se equivocaron. Era, más bien, un talentoso vividor que exprimió la vida de muchos y exigió lealtad hacia unas ideas que jamás asumió.
Posadas fue en el escenario trotskista el equivalente del Consejero de los Canudos en la novela de Vargas Llosa “La guerra del fin del mundo”. Con la diferencia, en favor del personaje de la ficción, de que Posadas no creía una palabra de lo que decía mientras que el beato del sertón sí estaba convencido de que en 1899 “los ríos se tornarían rojos y un planeta nuevo cruzaría el espacio”.
Sería injusto, sin embargo, juzgar al trotskismo por el caso casi cinematográfico de Juan Posadas. Porque, frente a él y casi a pesar suyo, hubo en la misma Argentina miles de trotskistas, afiliados a alguna capilla salida del divisionismo maniático que siempre atormentó al movimiento, que entregaron lo mejor de su inteligencia (y a veces la vida) en la lucha por un mundo mejor.
Aquí en el Perú el trotskismo tuvo de todo. Desde las maravillosas chicas bien que redimieron culpas inventadas militando en sus filas, hasta el campesino Hugo Blanco, pasando –era inevitable- por personajes como Ismael Frías o Nicolás Lúcar.
Este columnista siempre pensó que Trotsky habría hecho, en el poder, lo que Stalin consideró necesario hacer. O sea, crear esa especie de zarismo proletario que terminó con el borracho de Yeltsin subido a un tanque y agitando la bandera de los Romanov.
Lo que no quita la fascinación que el brillo intelectual de Trotsky sembró hasta entre las filas de los no creyentes.
Pienso en Trotsky y pienso en la dulce Vanessa Redgrave encabezando una raleada marcha en alguna calle londinense. Intento abrir la vieja página del Centro Internacional del Marxismo Ortodoxo (CITO), producto de la mitosis de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), y compruebo, una vez más, que la verdadera revolución permanente del trotskismo es su divisionismo oncológico.
Cuando logro abrir la página, la melodía de La Internacional irrumpe con toda la nostalgia que uno pueda imaginar mientras un letrero me advierte:
“El Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo se ha disgregado. Algunos de los partidos que lo formamos hemos formado La Liga Socialista Internacional”.
No, jamás cambiarán.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Las campañas anti-Trotsky promovidas por los partidos comunistas en la época de Stalin produjeron globalmente un efecto contrario al buscado. Facilitaron el surgimiento en muchos países de organizaciones trotskistas y crearon condiciones favorables a la mitificación de Trotsky.

Intelectuales burgueses y exiliados rusos, muchos de ellos ex-comunistas, hicieron una importante contribución para crear y difundir la imagen de un Trotsky imaginario. Los grandes diarios de Occidente, del The New York Times al Guardian, abrieron sus columnas para esas iniciativas. Comprendieron que la transformación de Trotsky en héroe revolucionario puro, víctima del engranaje triturador de un sistema monstruoso, daría mayor credibilidad a las campañas contra la Unión Soviética.

La glorificación de Trotsky es un fenómeno tan lamentable, por falsificar la Historia, como la diabolización de la Unión Soviética, inseparable de la visión de la época de Stalin como un tiempo de horrores.

Cabe a los epígonos de Stalin —repito— una gran responsabilidad por el éxito en occidente de la tentativa de utilizar la victimización de Trotsky como arma del anticomunismo. La historiografía soviética no se limitó a negar a Trotsky un papel mínimamente importante en la preparación de la Revolución de Octubre y en su defensa. En los procesos de Moscú Trotsky es acusado, en algunas declaraciones, de agente de Hitler que habría llevado su traición al punto de preparar con el III Reich nazi el desmembramiento de la joven república soviética.

Ese tipo de calumnias es tan absurdo como la expresión de un odio irracional, como el esfuerzo realizado por escritores anticomunistas y algunos gobiernos para criminalizar el comunismo como sistema comparable al fascismo.

La falsificación de las estadísticas fue llevada tan lejos que algunos autores acusan a Stalin de haber exterminado o enviado para campos siberianos más de 100 millones personas1. La atribución del Nóbel de Literatura a un escritor reaccionario y medio loco como Solshenitzin (que se enorgullecía de odiar a la Revolución Francesa) traduce bien la necesidad que la burguesía sentía en Occidente de satanizar a la Unión Soviética, negando la herencia progresista y humanista de la Revolución de Octubre.

Es en ese contexto que se inserta el reverso de la medalla, esto es la reinvención de Trotsky.

Las obras del propio Trotsky y la trilogía de Deutscher2 —El Profeta Armado, El Profeta Desarmado y El Profeta Desterrado— funcionaron también como estímulos en la fabricación del mito.

Trotsky, en “Mi Vida”3, su autobiografía, no atribuye gran significado a las divergencias entre el y Lenin durante los años que precedieron a la Revolución de Febrero del 17. En su “Historia de la Revolución Rusa”4 valoriza mucho las convergencias desde el inicio de la Revolución de Octubre y son escasas las referencias a cuestiones fundamentales en que asumieron posiciones diferentes, a veces antagónicas, en ocasiones diferentes. Solamente en los ensayos editados bajo

el titulo “La Revolución Permanente”5, al responder a las críticas de Karl Radek y Stalin, reconoce que Lenin lo criticó por divergir en lo tocante al papel de los sindicatos y del Gosplan, pero subestima la importancia de esos desacuerdos.

Simultáneamente, al identificar en Lenin al gran líder de la Revolución y expresar profunda admiración por el ideólogo, estratega y el estadista, encamina, con habilidad, al lector hacia la conclusión de que, en lo tocante a los problemas fundamentales de la construcción de una sociedad socialista en la Rusia revolucionaria, existió entre ambos en los últimos años de vida de Lenin una confianza mutua y una gran armonía en el trabajo.

Tal conclusión deforma la Historia.

Deutscher, que se asume como un admirador entusiasta de Trotsky y confiesa odiar a Stalin, proyecta una imagen distorsionada del biografiado. No esconde las divergencias de él con Lenin, mas, procurando ser objetivo en el relato de los hechos, se esfuerza por persuadir a los lectores de que en los últimos meses de su vida, presintiendo la proximidad de la muerte, Lenin veía en Trotsky el miembro del Politburó más indicado para sucederle en la jefatura del Estado Soviético.

La conclusión carece de fundamento, es puramente subjetiva.

El propio Deutscher señala que la vieja guardia bolchevique, aun reconociendo el talento de Trotsky como estadista, nunca vio en él a un hombre del Partido. Su pasado como menchevique no fue olvidado. El carácter de Trotsky, su vanidad, su estilo autoritario, su tendencia a la crítica demoledora cuando discordaba de compañeros de lucha inspiraban desconfianza y hasta rencor.

Es significativo que poco después de la muerte de Lenin, Olminski, muy ligado a Stalin, haya propuesto la publicación de una carta fechada en 1912, encontrada en los archivos de la policía zarista, en la cual Trotsky, dirigiéndose a Tchkeidzé, un destacado contrarrevolucionario, describía a Lenin como “un intrigante”, un “desorganizador” y un “explotador del atraso ruso”.6

La sugestión no fue entonces atendida, pero en la campaña contra Trotsky la recordación de su pasado anti-bolchevique se volvió permanente y desempeño un papel importante.

Anónimo dijo...

Ahora resulta que los planteamientos de la "revolución integracionista" que planteó León Trotsky para evitar la asfixia económica del fenómeno bolchevique del 17, como en efecto setenta años después ocurrió, son una "patraña"..!

Sesudos analista, arcaicos y modernos dicen que en realidad, se trató de "poses" exhibicionistas del revolucionario soviético que muchos aprovecharon y hasta hoy aprovechan, sin duda:

Una suerte de galletitas deliciosas e imaginativas acusan a su teoría, que en hora buena necesitó el excelente paladar de Occidente, como el admirable apetito de Oriente.

El Sur y el Norte, ni que se diga.

Las huestes criminales de José Stalin, los paladines libérrimos de la democracia del voto cuenta, y los sargentos todo terreno del fascismo/nazismo, codo a codo con vociferantes intelectuales de todo pelaje, afortunadamente desde el principio se lanzaron a salvar al mundo combatiéndolo.

Desenmascararon sus reales intenciones contrarias al bienestar de la Unión Soviética y de la humanidad.

Sin embargo, cotejando los planteamientos expuestos por el "profeta asesinado" sobre el desenlace que devendría sobre la revolución bolchevique de no prosperar la "revolución permanente" en otras latitudes, como en efecto ocurrió, la pregunta que se cae de madura es la siguiente:

¿Acertó o se equivocó el “profeta”..?

Si la teoría stalinista hubiera acertado y hoy la URSS fuese lo que pensó el Kremlin post Lenin, lógicamente no valdría la penas revisar las incongruentes ofertas del "profeta" endiablado.

Pero sucede que las cosas ocurrieron justamente como él se adelantó en decirlo. Y lejos de hacer esta observación, nuestros corajudos “analistas” se lanzan a regar sobre mojado.

Y lo hacen con brillante caligrafía.

Por ejemplo, lo "sancionan" y "culpan" de toda las maldades que de haberse implementado sus teorías el mundo hoy padeciera.

Son los analistas sui géneris del salto al vacío; “ilusos” que de desilusión se quejan.

CCC)))

Anónimo dijo...

Hace apenas un par de días declaré a los represen­tantes de la prensa mexicana que mi deseo más fer­viente era vivir en el retiro y no atraer la atención del público sobre mi. Deseaba entregarme de lleno a la biografía de Lenin. Pero el proceso de Moscú me obliga nuevamente a dedicar mi tiempo a la prensa mexicana. Ante todo me interesa que esta campaña sistemática de mentiras y calumnias no vuelque en mi contra a la opinión pública del país que me ha brindado hospitali­dad. Y no tengo la menor duda de que el principal obje­tivo del proceso que se inicia en Moscú es desacreditarme ante la opinión pública mundial.
Debo solicitar la colaboración de El Nacional para aclarar la verdadera situación.
Soy revolucionario y marxista. En marzo se cumplirán los cuarenta años de mi actividad en el movimiento obrero revolucionario. Al presentarme como “enemigo número uno”, la camarilla que dirige a la Unión Sovié­tica quiere convencer al mundo entero de que yo, por razones desconocidas, he traicionado los ideales de toda mi vida para convertirme en enemigo del socia­lismo, partidario de la restauración capitalista, aliado del fascismo alemán y terrorista. Los últimos cables informan que mis partidarios en la Unión Soviética son acusados de sabotaje industrial, espionaje militar a favor de Alemania e inclusive de conspirar para exterminar en masa a los obreros de los centros de producción armamentista. Al leer estas líneas uno cree hallarse en un manicomio. Sigo siendo un ferviente partidario de las conquistas sociales de la Revolución de Octubre y, a la vez, implacable enemigo de la camarilla que detenta el poder con el único fin de controlar esas conquistas para sus propios fines egoístas.
El grupo que detenta el poder dice: “Yo soy el estado”. Pero la Oposición dice que el estado soviético no es José Stalin. Si yo creyera que el terror individual y el sabotaje industrial aceleran el progreso social y mejoran la situación de las masas trabajadoras, lo diría abiertamente y sin vacilar. Estoy acostumbrado a decir lo que pienso y a hacer lo que digo, pero siempre sostuve y sostengo que el terrorismo individual favo­rece a la reacción más que a la revolución y que el sabo­taje de la economía destruye las bases de todo progre­so. Stalin, el numen de la GPU, me atribuye ideas absurdas y métodos monstruosos con el único fin de desa­creditarme ante las masas trabajadoras de la Unión Soviética y el mundo entero.
Cuando, en 1922, Zinoviev postuló a Stalin para el cargo de secretario general del Partido Comunista. Lenin dijo, “No lo aconsejo. Este cocinero sólo prepa­rará platos picantes.” En ese momento Lenin no sabía cuán picantes serían los platos de Stalin. ¿A qué se deben estos juicios repugnantes, que sólo sirven para desacreditar a la Unión Soviética ante el mundo entero? Por un lado, la camarilla dirigente afirma que el socialismo ya está establecido en la URSS y que se ha inicia­do la era de prosperidad. Por otro lado, ellos mismos afirman que los colaboradores de Lenin, la Vieja Guar­dia bolchevique que llevó el peso de la revolución sobre sus hombros y constituyó el viejo Comité Central del partido, se han convertido todos, con excepción de Stalin, en enemigos del socialismo y aliados de Hitler. ¿No es esto un disparate evidente? ¿Podría lanzarse una calumnia más perniciosa, no sólo contra los infe­lices acusados, sino también contra el Partido Bolche­vique y la Revolución de Octubre? La camarilla dirigente quiere obligar a los obreros y campesinos a creer que la crítica a la burocracia, su despotismo, privile­gios, arbitrariedades y violaciones del derecho equivale a ser agente del fascismo.
A medida que el anacronismo del nuevo absolutismo y de la nueva aristocracia se vuelve más evidente a los ojos de las masas populares, Stalin se ve obligado a cocinar platos cada vez más picantes y venenosos. El nuevo proceso de Moscú es un síntoma inequívoco de la aguda crisis política que está surgiendo en la URSS.
Conozco íntimamente a siete de los acusados men­cionados en los cables del día: Radek, Piatakov, Sokol­nikov. Serebriakov, Muralov, Boguslavski y Drobnis. Todos ocuparon puestos de gran importancia en el Partido Bolchevique y en la revolución, todos militaron alguna vez en la Oposición y todos -excepto quizá Muralov, quien se retiró de la actividad política- capitularon ante la burocracia en 1928 y 1929. En la URSS existe una enconada hostilidad entre los mili­tantes de la Oposición y los capituladores. En 1928 corté todos mis vínculos con los acusados, a quienes considero adversarios políticos irreconciliables. Sin embargo, no me cabe la menor duda acerca de que ninguna de las personas mencionadas pudo participar en actividades terroristas, de sabotaje, o de espionaje. Si el acusado confiesa haber cometido los supuestos crímenes se debe a que la GPU emplea métodos parecidos a los de la Inquisición. Los que se niegan a las confesiones exigidas son fusilados sumariamente. Sólo los que están totalmente quebrados y han aceptado hacer las declaraciones requeridas aparecen en el ban­quillo de los acusados.
¿Será posible salvar a las diecisiete víctimas de la GPU? No lo sé. Depende de la opinión pública mundial. Si las masas trabajadoras, la prensa democrática y los partidos y grupos progresivos levantan la voz de pro­testa oportunamente, es probable que salven a los diecisiete acusados.
En lo que a mí concierne, estoy dispuesto a compa­recer ante cualquier jurado imparcial, ante cualquier comisión investigadora, para demostrar con hechos, cartas, documentos y testimonios irrefutables que el juicio de los “trotskistas” es una horrenda falsifica­ción y que los verdaderos culpables no son los acusa­dos, sino los acusadores.

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Un síntoma inequívoco de una aguda crisis política en la URSS
22 de enero de 1937
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[1] El nuevo juicio. El proceso de Moscú. Traducido [al inglés] para esta obra por Cándida Barbarena. Los dos primeros y los tres últimos párrafos fueron tomados de un comunicado de prensa publicado en el periódico mexicano El Nacional. Con autorización de la Biblioteca de la Universidad de Harvard.

CCC)))

Anónimo dijo...

Vaos a Troskiar?
bsos

Anónimo dijo...

QUIERO QUE EL ESTADO ME MANTENGA

Anónimo dijo...

Abajo hay un Link de partidos trotskistas.

Si se ve bien, en la entrada Leftists Parties of the world, todos los partidos de izquierda estan divididos. Ni digamos de Lima, hay como cuchucientos grupos que son "guevaristas", o marxistas" etc, en general antitrotskos. Pero nadie se acuerda que tambien estan mas divididos...



http://www.broadleft.org/trotskyi.htm

Anónimo dijo...

¡Victoria de la resistencia palestina!
¡Cese inmediato de la ofensiva de Israel en Gaza!
¡Abajo el sionismo y el Estado colonial!
¡Palestina socialista!

Nuevos actos de barbarie contra los palestinos

Los tanques y las tropas sionistas acaban de invadir la Franja de Gaza, después de 8 días de bombardeos intensos en un pequeño territorio muy denso donde están encerradas más de un millón de personas. Pretextando algunos tiros de cohetes artesanales, un ejército sobreequipado interviene fuera de su territorio después de haber destruido una gran parte de las infraestructuras: todos los locales administrativos y también una Universidad, escuelas, carreteras, una clínica... Habría matado ya a 500 palestinos y habría herido a más de 2000. Los hospitales no pueden darse abasto. Para impedir los testimonios sobre su crueldad, el Ejército israelí prohibió a los periodistas y a los diplomáticos entrar en Gaza.

El Gobierno de Olmert, un personaje convicto de corrupción, opera con el apoyo explícito de la administración Bush y el implícito de Obama, según una entrevista concedida por su consejero mientras el futuro Presidente jugaba al golf en Hawai:

Eh.. bien, es cierto que el Presidente elegido es consciente de que existe una relación particular entre Israel y los Estados Unidos. Es un vínculo importante, una relación importante. Y piensa respetarla... Está claro que esta situación es aún más complicada estos dos últimos días, o incluso estas últimas semanas. Como Hamas reanudó los lanzamientos de cohetes, Israel respondió. (David Axelrod, CBS, 28 de diciembre de 2008)

Para preparar su nueva masacre, Israel había acentuado el bloqueo con la complicidad del Gobierno Moubarak de Egipto, que cerró su frontera en Rafah. Debido al bloqueo israelí, el desempleo estaría afectando a un 50% de la clase obrera y la Franja de Gaza depende de la ayuda internacional (en la medida que Israel lo tolera). La población sufre cortes de electricidad de 10 horas al día y sólo tiene agua una vez por semana. Gaza carece totalmente de medicamentos y la desnutrición crece.

Israel está basado en la colonización y genera inevitablemente la guerra

Pretextando la exterminación de judíos europeos por el nazismo, los sionistas, que habían buscado acuerdos con Hitler, recurrieron después de la Segunda Guerra Mundial al terrorismo en Palestina y la colonizaron, con el apoyo de las grandes potencias como los Estados Unidos y la URSS, que no habían hecho nada contra el antisemitismo criminal del Estado alemán y de sus comparsas como el Estado francés.

El Estado fundado en 1948 transformó a una pequeña parte de los judíos del mundo en opresores. Transformó a los antiguos habitantes de Palestina y a sus descendientes en ciudadanos israelíes discriminados y en habitantes de dos grandes guetos separados por Israel (la Franja de Gaza y Cisjordania) que están bajo su amenaza militar permanente; en refugiados oprimidos en campos mal tolerados por los Estados burgueses árabes vecinos, donde fueron destrozados desde todas partes por la reacción árabe en un momento u otro (Líbano, Jordania, Siria).

Israel es una sociedad capitalista con una economía de transfusión y fuertes desigualdades, con características militaristas, clericales y racistas. Israel, que posee "armas de destrucción masiva", construye en los "Territorios de la Autoridad Palestina" un muro que confisca aún más tierras y obstruye la economía de esos territorios. La colonización continúa en Jerusalén y Cisjordania. Cada año, el ejército de ocupación mata a cientos de palestinos, algunos miles son arrestados, algunos cientos de miles son humillados.

Toda la experiencia prueba que la coexistencia de dos Estados supuestamente iguales (Resolución 1397 de la ONU) es una superchería, puesto que en la práctica, uno de ellos (Israel) bloquea la economía del otro (los Territorios de la Autoridad Palestina), mordisquea su territorio, desplaza y secuestra a sus nacionales, le impone guerras periódicas no declaradas: en el 2001, 2002, 2006 y 2009. Israel también invadió el Líbano de 1996 a 2000 y luego de nuevo en el 2006.

El callejón sin salida del nacionalismo árabe y del islamismo

Los palestinos han sido hasta el presente llevados al error por organizaciones controladas por la burguesía palestina, sujetas a los Estados vecinos (Egipto, Irán, Irak, Siria...). Debido a las traiciones de la burocracia de la URSS, y a la subordinación a la burguesía local de los partidos "comunistas" de Palestina y del resto de los partidos estalinistas de Medio Oriente, los Palestinos nunca han poseído un partido obrero revolucionario e internacionalista capaz de dirigir la lucha nacional, basándose en la clase obrera y el campesinado pobre de toda la región.

Cuando Palestina devino una llama revolucionaria al final de los años sesenta, todos los componentes de la OLP (Fatah, FPLP, FDLP...) se engañaron con el terrorismo pequeño-burgués (secuestro aéreo, asesinato de deportistas...), negándose al mismo tiempo a luchar por la caída revolucionaria de los regímenes árabes vecinos, todos partidarios del capitalismo y enemigos de la clase obrera. El resultado fue que las tropas de la monarquía de Jordania, las bandas fascistas del Líbano y la soldadesca del régimen del Baaz, por turno, aplastaron a los combatientes palestinos y destrozaron a los refugiados de los campos. Cuando las masas palestinas, incluyendo a las mujeres y a los jóvenes, se alzaron espontáneamente en diciembre de 1987 (Intifada), la OLP se comprometió con el reconocimiento de Israel, bajo la presión de la URSS que multiplicaba entonces las concesiones a los Estados Unidos:

Durante una reunión en el Kremlin con Yasser Arafat, el Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, el Sr. Gorbachov mencionó los derechos de Israel en sucesivas ocasiones en los términos siguientes, según la Agencia Tass: "el pueblo palestino tiene el derecho a la autodeterminación en la misma medida que el pueblo de Israel". (The Nueva York Times, 11 de abril de 1988)

Basados en las sucesivas derrotas de los palestinos, en la restauración del capitalismo en Rusia y China, los Estados Unidos, las otras potencias imperialistas y el régimen egipcio de Moubarak exigieron en nombre de la ONU el reconocimiento de Israel. En 1993, a cambio de un seudo-Estado, Arafat y Fatah capitularon ante el imperialismo para luego derogar la "Carta Palestina" en 1996. El FPLP y el FDLP siguieron siendo miembros de la OLP junto con el Fatah después de esta traición histórica.

De allí proviene el desarrollo de Hamas (ex - Hermanos Musulmanes), un partido clerical y racista que rechaza toda presencia de judíos en Palestina (aunque allí siempre ha existido) y que se ha mostrado más eficaz reprimiendo a las mujeres, a los trabajadores y a los jóvenes en la Franja de Gaza, que contra el ejército sionista. En realidad, el partido clerical acepta también la colonización de la mayor parte de Palestina, a condición de que se limite a las fronteras de 1967.

"Aceptamos un Estado palestino en las fronteras del 4 de junio de 1967...", afirmó Mechaal en Damasco. Respondía así a las propuestas de Jimmy Carter. El ex - Presidente norteamericano emprendió la semana pasada una gira a Oriente Próximo destinada a convencer a Hamas de que apoye las negociaciones de paz israelíes - palestinas. (Le Figaro, 24 de abril de 2008)

En los países imperialistas, ya corrompidas las direcciones sindicales, los partidos resultantes del estalinismo y los partidos socialdemócratas apoyaron a la ONU. Sus guardaflancos seudotrotskistas capitularon ante el islamismo (morenistas, cliffistas, pablistas, lambertistas....) o ratificaron la colonización sionista (grantistas, hardystas, pablistas, altamiristas, robertsonistas...).

Tanto el Fatah de Abbas como el Hamas de Mechaal son incapaces de convocar a los trabajadores judíos así como a los trabajadores árabes, persas, turcos y kurdos de la región, ya que son ambos partidarios de la propiedad privada de los capitalistas y grandes propietarios de bienes inmuebles.

Los Hermanos Musulmanes durante años fueron alentados por Israel contra la OLP. Hamas, su resultante, es financiado por el régimen capitalista y reaccionario de Arabia Saudí, aliado de los Estados Unidos, opresor de las mujeres, explotador innoble de los trabajadores inmigrantes (entre ellos los palestinos), y por el régimen capitalista y clerical de Irán que apoyó la intervención imperialista en Irak, que oprime a sus minorías nacionales (incluidos los kurdos), que reprime las huelgas obreras y propaga el antisemitismo.

Los cohetes lanzados por Hamas desde Gaza afectan a la población civil de Israel. Estos últimos años, las milicias del Hamas, Fatah, el FPLP y el FDLP también han recurrido a atentados suicidas contra la población civil judía, en vez de armar a la población palestina y movilizar a los trabajadores egipcios, libaneses, jordanos, sirios...contra el ejército sionista y contra los regímenes árabes cómplices.

Por el frente único obrero en defensa de los palestinos

No hay ninguna igualdad entre un Estado que coloniza, que bloquea, que bombardea y que invade, y un pueblo oprimido que se defiende mal que bien. Ninguna confianza puede ser concedida a la ONU que ha reconocido la colonización desde 1948, a Estados Unidos (que financia y arma a Israel), a la Unión Europea (en la que sus principales miembros arman a Israel), ni a Egipto, Katar, Turquía...

Para defender a los palestinos, los trabajadores y las trabajadoras deben exigir la solidaridad urgente y efectiva de todas las organizaciones obreras de todos los países, para manifestarse en Israel mismo y ante las Embajadas de Israel del mundo entero, por el cese inmediato de la intervención militar, por impedir la entrega de armas a Israel, por proporcionar comida, medicamentos y equipos a la población, y ayudar por todos los medios a los combatientes palestinos:

· ¡Retirada inmediata de los tanques y tropas israelíes! ¡Cese inmediato de los bombardeos en Gaza! ¡Supresión del bloqueo de Gaza y Cisjordania!

· ¡Destrucción del muro del apartheid! ¡Liberación de todos los presos palestinos!

· ¡Ningún arma, ninguna ayuda militar a Israel! ¡Retirada de las tropas imperialistas de Líbano e Irak! ¡Cese de las amenazas imperialistas hacia Irán y Siria!

La mejor ayuda a los palestinos es la lucha para derrocar al Gobierno belicista de Israel y a los Gobiernos que, en los Estados Unidos, Europa, Medio Oriente, sostienen al Estado sionista.

Por una Palestina unificada, laica, multiétnica; por la revolución socialista en Medio Oriente

El fin de la opresión nacional y del racismo antiárabe, el derecho a la vuelta de todos los refugiados, la igualdad de los derechos para todos los que quieren vivir en Palestina, judíos y árabes, hombres y mujeres, cristianos, israelíes, musulmanes y ateos, pasan por el derribamiento del Estado sionista y por la instauración de una Palestina laica y multiétnica en todo el territorio de Palestina. Esa Palestina sólo podría nacer bajo la forma por un Estado de obreros y campesinos, porque la única clase capaz de realizar esta obra histórica es el proletariado, porque el único método es la revolución socialista y la única perspectiva viable para tal Palestina es la creación de la Federación Socialista de Medio Oriente.

Por eso es necesario que las trabajadoras, los trabajadores y los jóvenes árabes de la Palestina ocupada y de los "Territorios" rompan con Fatah y Hamas, que los traicionaron y los traicionarán más, para construir un partido obrero revolucionario que atraerá a las trabajadoras y a los trabajadores hebreos que rechazan el sionismo, que establecerá vínculos por una Internacional obrera revolucionaria, con las trabajadoras y los trabajadores de Egipto, Turquía, Irán, Irak...y también con los de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, España...

¡Proletarios de todo el Medio Oriente, únanse!

05 de enero de 2009

Colectivo Revolución Permanente
(Francia, Perú, Austria)
http://www.revolution-socialiste.info/CoReP.htm

EL (único) troskista dijo...

El trotskismo es la verdad. Abrácenla.

Un saludo revolucionario.

Anónimo dijo...

Excelente análisis, sin embargo un poquito parcilizado hacia el centro inexistente, es decir hacia la nada. Da la plena impresión de que Hildebrand hablara, no sólo como un analista objetivo, sino como un actor desde dentro del posadismo. Efectivamente esa corriente fue muy nefasta. Pero que hayan muchas corrientes y muchos divisionismos, no es necesariamente lo más relevante en todo este asunto. ¿Acaso el cristianismo no se dividió mil veces, y el estalinismo? La única diferencia, es que efectivamente como Hildebrandt lo recuerda, el troskismo no llegó a instalarse en un poder territorial como sí lo hicieron la santa madre en el Vaticano y Stalin en la URSS, o Busch en los EEUU. Eso más bien podría ser un signo de mayor valor ético y de integridad política, y de análisis político. El campesino Hugo Blanco, del quien sólo hace referencia calificativa con esas dos palabras. Es mucho más que eso, y estoy seguro que será en la historia peruana una referencia, con todas sus anécdotas. Él es más que un simple campesino es un intelectual, mediano por cierto, no brillante, pero lo es; es un político incorruptible, un luchador, profundamente democrático. Ha rechazado toda posición de poder político y económico, todo figurantismo y continúa produciendo. A su nivel, no grandes obras académicas, pero sí trabajando por la unidad y la educación de los campesinos. Tampoco es un Santo, perfecto. Por ese lado podría haber sido un poco menos despectivo con el troskismo. Pero claro que tiene razón en que las tesis troskistas eran demasiado maximalistas, generales, utópicas, a lo que yo añadiría contradictorias. Coincido en que probablemente si hubiera llegado al poder se hubiera convertido en una corriente nefasta. No se sí tanto como el estalinismo, pero muy probablemente hubiera sucumbido a las tentaciones del poder, de la corrupción, de la prepotencia y de la violencia. Pero eso es lo que sucede en una sociedad en la que impera la cultura y la civilización de violencia, con casi todas las figuras que tienen cierta ascendencia en la política y con las masas.
Por eso hay que construir otra cultura. Se tiene, para empezar, que terminar con los individualismos, con los cargos eternos, incluso con los tradicionales puestos tanto en el Estado como en las instituciones civiles. Hacer que los cargos roten, que sean compartidos. Los cargos de presidentes deben dejar el paso a las presidencias colegiadas; los de secretarios generales a las de Secretarías colegiadas. Sino se alimentan los caudillismos y la impunidad en todos los niveles de la sociedad. Cedal, sin ser un paradigma de democracia y honestidad. Es mucho de lo que podrían ser otras instituciones, porque los cargos no son eternos. Claro que no es perfecta. Hay también otras instituciones que funcionan con ese estilo, la Coordinadora, entre ellas, y mejores probablemente; pero hay otras que a pesar de haber una rotación formal, en el fondo continúan siendo pequeños feudos. ¡Qué no sucederá en el Estado! Pero la cosa no termina allí tienen que establecerse mecanismos efectivos de vigilancia, y sobre todo el debate e impulsar el florecimiento de una cultura auténticamente no violenta. Porque todo lo que va contra la naturaleza de las cosas es violencia, ya sea, en el terreno, político, social, económico, intelectual, personal o familiar. Una cultura de no violencia es la clave para asegurar, no solo el progreso de los pueblos, sino la supervivencia de la humanidad.