miércoles, 16 de julio de 2008

¿Alianza corazón?

Las imágenes difundidas anoche, aunque editadas piadosamente a pedido lloroso de algunos influyentes, son la prueba redundante de que el fútbol peruano está en manos de mequetrefes y en las patas de algunas mulas trotonas.
En la juerga por la despedida de Reymond (sic) Manco, sudada en una discoteca a 48 horas del partido decisivo con Cienciano, algunos de los aliancistas que se iban a jugar la vida por esos tres puntos se emborracharon como la Jibaja, vomitaron como Bush papá y fueron al baño a echarse polvos porque el maquillaje se les había corrido tanto como la vergüenza.
A las 5 de la mañana, zigzagueantes como nunca pueden estar en el campo, dribleando a la mona, algunos de estos bajofondinos que cobran como si jugaran y exigen como si fueran serios, se despidieron y se fueron a dormir la variada intoxicación que se habían infligido.
Dos días después, Cienciano les volteó el 0-2 vigente hasta el minuto 70 y los sacó de la clasificación de los siete primeros con un gol al minuto 93. ¡3-2! ¡Fue un partido tranca para la pandilla de Matute! Se diría que, al final, los únicos diablos en la cancha fueron los diablos azules que el equipo había visto entre Pisco y Nazca.
Con razón los jugadores de Alianza se niegan sistemáticamente a entrenar temprano por la mañana. Es que, sin necesidad de surfear, frecuentan la resaca.
Y hasta el señor Johnnier (sic) Montaño, que cobra veinte mil dólares mensuales, aportó al vomitorio. El señor Marko Ciurlizza no vomitó, es cierto. Sólo se quedó dormido como cualquier borracho con el encéfalo sumergido en cañazo. Y fue el señor Ciurlizza quien permitió, con su marca al estilo Jimmy Santi, el gol enterrador de las postrimerías. Como se sabe, Ciurlizza es un veterano de mil batallas terminadas todas, escrupulosamente, en fracaso.
Hubo otros cadáveres de futbolistas en la discoteca del adiós. El señor Juan Jayo Legario abandonó su habitual silla de ruedas para brindar de pie (como casi nunca está en la cancha). El señor Waldir Sáenz, que era malo hace 20 años y que ahora es un malo añejado y con cierto prontuario, salió de su letargo hipotalámico y se animó a gritar “¡salud!” sin cometer ningún error de pronunciación. El señor Kerwin Peixoto jura que no fue él quien orinó en las inmediaciones del local. El señor Jorge Soto se sometería al polígrafo para demostrar que él no fue ese viejo patético que contaba porquerías.
Y así por el estilo desfilarían todos los que casi se amanecieron bebiendo como Bob Esponja. Porque los jugadores, como siempre, son el reflejo de sus dirigentes. Y hace mucho tiempo que Alianza Lima, el equipo que me hizo amar el fútbol, está en manos de los que no tienen nada que perder porque jamás ganaron nada en el brutal partido de la vida.
El presidente de Alianza Lima, el señor Carlos Franco, que hoy finge indignación radial, es el mismo que le regala centenares de entradas a las dos barras bravas que compiten para ver cuál de las dos es la que acuchilla mejor, la que insulta más, la que escupe con la mejor parábola. Es el mismo que vende jugadores apenas brotan “para hacer caja” siguiendo la política suicida de deshacerse de lo que vale y quedarse con lo invendible (reforzado con algunos obesos colombianos). El mismo que ha dado derecho a voto a algunos fanáticos cuyo mérito es votar por Franco sin preguntar qué se está votando.
¿Y el entrenador? Pues es un buen hombre que viene de Venezuela, donde hace diez años que se juega al fútbol en serio. Se llama Richard Páez y a él le dijeron los del club del vómito que “se iban a una reunión familiar”.
Yo me enamoré del fútbol porque es un deporte donde caben el brillo y el equipo, la fantasía personal y la severidad colectiva, la estrella y el firmamento que la sostiene. El fútbol americano construye cargadores frontales. El nuestro hace trenes fantasmas. Los deportes colectivos (el básket, el vóley) son, por lo general, bastante predecibles y escasos de ocurrencias. En el fútbol, como en la vida, todo puede pasar. Porque el fútbol es destino concentrado, zumo de azar, esencia de imprevistos, rayo que te mata o lluvia bendita para la cosecha del gol.
Cuando yo iba al estadio de niño, Gómez Sánchez era materia oscura a la velocidad de la luz por la banda izquierda. Y Guillermo Delgado era Lanzarote defendiendo a su reina en el centro de la fortaleza. Y Barbadillo era un genio del humor porque los que querían taparlo terminaban dando risa.
En estos últimos años, sin embargo, he llegado a pensar que lo que aquí se juega es un dialecto del fútbol, una manera lateral de entenderlo, un crónico adagio de lentitudes y resignación. El fútbol peruano padece de anorexia de gol. Para el fútbol peruano los arcos son horizontes que se miran sin mucha ambición, desde el abatimiento, desde el Tratado de Ancón.
Ahora ya sé por qué este fútbol que tanto emocionó mi infancia y mi primera juventud es hoy un vinilo de 33 revoluciones por minuto. El cambio tiene que ser de raíz.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La dirigencia del club peruano Alianza Lima impondrá las más “drásticas” sanciones económicas a los jugadores que hubieren incurrido en actos de indisciplina antes del partido contra Cienciano del Cusco, anunció su presidente Carlos Franco.

“De ser cierta la información, vamos a aplicar las más altas sanciones económicas que nos permite la ley”, señaló Franco quien dijo, además, sentir vergüenza de que el cuadro blanquiazul sea víctima del mal comportamiento de un grupo de sus futbolistas.

De acuerdo a medios locales, varios jugadores aliancistas estuvieron en una desbordada fiesta de despedida de su compañero Reimond Manco, quien viajó a Holanda para jugar en el PSV, a pesar de la proximidad del partido ante los cusqueños.

Franco indicó que este miércoles tendrá en su poder el informe final de la investigación que se realizó para aclarar esta situación. “No vamos a tener contemplaciones con ningún jugador, llámese como se llame y tenga la cantidad de años que tenga en el club”, enfatizó.

Franco lamentó que las normas del Ministerio de Trabajo, así como el estatuto de la Agremiación de Futbolistas, no permitan resolver los contratos de los jugadores que resulten implicados.

El último domingo, Alianza Lima cayó por 3-2 ante Cienciano del Cusco, en partido pendiente por la vigésimo cuarta fecha del torneo Apertura que se jugó en el estadio Garcilaso de la Vega.

Anónimo dijo...

cesar disculpa por salirme del tema, tienes que opinar sobre lo que va a pasar en la policia, otra vez quieren separarala. en el primer gobierno de garcia la unificaron y en el segundo gobierno la van a separar.
Lo que se debe hacer es preparar bien a los policias y ciudadanos para que trabajen en conjunto.

Anónimo dijo...

Siendo blogger de CH, que extraño no que publiques nada de la campaña que hay para hacer que CH vuelva a la radio.

Carlinho dijo...

Es lamentable pero tienes mucha razón. Culpables los dirigentes?. Si porque a pesar que Alianza tiene buenos proyectos en sus divisiones inferiores prefieren contratar a Waldir Saenz; lógicamente que Richard Paez al no conocerlo cree que poniéndolo a jugar puede ser capaz de afrontar un partido importante como era contra Cristal.
Soy un convencido que los jugadores a los 17 ó 18 ya deben jugar en el primer equipo desde el momento que sean capaces como por ejemplo Balta o Duarte de la "U", otro muchcacho de la San Martín con sólo 17, el hijo de Franco o el de Bazalar que sin ser de lo mejor demuestran que pueden ser piezas de recambio.
Por estas razones son culpables los dirigentes, no ahora sino desde hace muchos años y no solamente en Alianza sino en todos los demás equipos, incluída la Selección, donde los dirigentes no son malos, son pésimos, sino escuchemos lo que hace unos días dijo el Gral?? Velasquez Giacarini. Felizmente que ya está de baja.