domingo, 31 de enero de 2010

Los felinos de Castañeda

El señor Luis Castañeda Lossio está convencido de que no pasará nada, así su segundo de a bordo se aparezca con un sorprendente BMW azul cuando el sueldo no le alcanza ni para comprarse el Hyundai que también tiene.
El señor Castañeda Lossio tiene metido en la cabeza el ejemplo de Fujimori, a quien sirvió en el Seguro Social. Y el ejemplo de Fujimori es claro: en el Perú, robar no es un problema.
La lasitud moral del peruano promedio permite que un Castañeda desaparezca 21 millones de soles, sustraídos de Relima, y siga con una aprobación de ochenta y tantos por ciento; o que un García regrese cual hijo (o papá) pródigo; o que un Kouri dé lecciones de civismo y aspire a suceder, precisamente, a Castañeda, con un apoyo mercenario que te da ganas de vomitar.
El Perú se descompone y por eso buena parte de su política tiene ese aspecto violáceo y muerto que a tantos extranjeros sorprende.
Es en ese espacio gangrenado donde Castañeda y Kouri compiten con denuedo por el segundo puesto. El primer puesto pertenece, sin discusión alguna, a Alan García.
Dicho esto, sólo me cabe informar a mis lectores que tengo en mis manos, gracias a fuentes anónimas, dos Acuerdos de Concejo del municipio de Lima.
Gracias al primero, fechado el 2 de abril del 2009, me entero de que el señor Castañeda se endeuda, como alcalde y en nombre de la corporación edil, con el Banco de Crédito del Perú.
En efecto, según el documento, la Municipalidad de este mudo que algún tendrá que cantar aprueba el préstamo que le ha ofrecido el Banco de Crédito del Perú y que alcanza el increíble monto de 134 millones de soles.
El préstamo que los Romero le hacen por lo bajo a Castañeda –por lo bajo porque todo esto tiene los visos de una operación secreta- tendrá que ser reembolsado en dos años –o sea a la velocidad del usurero- y supone un interés de 10 por ciento anual.
Es decir que Castañeda le hace ganar al BCP más de 26 millones de soles en intereses en un lapso de 24 meses, plazo que vence en marzo del 2011.
¿Y por qué Castañeda dispone así de los dineros que sólo debería administrar con pulcritud y disponer con respeto?
Primero, porque Cas tañeda hace lo que le da la gana. Segundo, porque es un buen negocio entre él y el BCP y no tengo duda de que el alcalde de Lima obtendrá de este modo su enésima tajada. Tercero, porque tiene adormecidos, a punta de dietas suculentas, a todos los regidores y regidoras del municipio metropolitano (incluyendo a apristas y a humalistas). Y cuarto, porque se sabe impune ante la prensa, que recibe lo suyo en publicidad muchas veces innecesaria.
¿No le alcanzan a Castañeda los impuestos que cobra, lo que recauda la Banda del SAT, las transferencias del gobierno de García a través del MEF, los flujos de Invermet, el chorro inagotable de Emape, los préstamos del Banco Mundial, el saqueo a las notarías y ciudadanos en relación a la alcabala, el financiamiento de la Corporación Andina de Fomento?
No, no le alcanzan. Por eso acude en secreto al BCP, su banco de confianza, y a la luz de una vela, cerca de una maritornes, en una posada, se deja tentar por la suma de 138 millones, 489 mil y veintiocho soles.
El acuerdo que cito ni siquiera especifica qué obra vital, que urgencia de Defensa Civil o de transporte se afrontaría con el dinero usurario del BCP. Se dice apenas que esa plata se aplicará “en obras viales y no viales”, lo que resulta tenebrosamente general.
Sin embargo, unas manos igualmente mágicas me consiguieron un segundo documento. Tiene fecha del 22 de diciembre del 2009 -cerquita de Papá Noel, los reyes magos y el siempre dadivoso Alibabá- y da cuenta de uno de los proyectos beneficiados con la plata del préstamo del BCP.
Ese proyecto se llama “Construcción de los Ambientes de Hábitat, Exhibición y Refugio de los Felinos en el Parque de las Leyendas”, o sea algo así como “jaulas para tigres y leones”.
El Acuerdo del 22 de dieciembre del año pasado señala que ese proyecto, que ocho meses atrás valía 5’996,401.56 soles, ha subido de precio y ahora cuesta 6’591,000 soles, “es decir –dice el propio texto- un incremento del 9.92%”.
El texto, que firman el judiciable Parra y el interrogable Danos –teniente alcalde y secretario general del municipio respectivamente- no dice por supuesto por qué demonios el proyecto se ha incrementado en 10%, desde su fecha de presentación en abril del 2009, ni en qué consiste esta maravilla tan cara ni a qué reserva keniana se parecerá ni qué extensiones abarcará en el perímetro no precisamente grandioso del Parque de las Leyendas.
Tampoco dice por qué una cifra tan agudamente exacta como 5’996,401.56 soles ha sido engordada y redondeada a 6’591,000, así, sin centenas ni centavos ni pormenores.
Lo que dice el documento municipal da vergüenza ajena. Dice que las modificaciones encarecedoras del proyecto –las que justificarían los 594,599 soles adicionales- han sido revisadas por la Oficina de Programación e Inversiones...”concluyendo que al no ser sustanciales no se requiere verificación de viabilidad y que dichas modificaciones no alteran la rentabilidad del proyecto”. Es decir, que adelante con el asunto y sin pestañear.
¿Seis y medio millones de soles para los nuevos ambientes de los felinos en ese Parque de las Leyendas bajo administración de Castañeda?
Como algunos de ustedes saben, amo tanto a los animales que a veces hasta siento que no soy demasiado justo con los seres humanos.
Pero ante una inversión así, me pregunto: ¿Esta ciudad, que en muchos sectores apesta a orina y a excremento, no tiene otras demandas más dramáticas de gasto?
Y si el felinario de Castañeda cuesta dos millones trescientos cincuenta mil dólares, ¿cuánto nos costarán –pregunto- las comisiones de las ratas?

sábado, 30 de enero de 2010

Reflexiones sobre la prensa

El periodismo peruano fue fundado por los cronistas de la conquista. Me refiero a aquellos cronistas que relataron, con todas las dificultades imaginables, los sucesos que terminarían con el hundimiento precoz y sanguinario del imperio de los Incas.
Ahora bien, muchos de esos cronistas no se limitaron a relatar hechos, a describir procesos y a elogiar conversiones. Muchos de ellos inventaron hechos, imaginaron procesos y llamaron conversiones a la imposición violenta de una cultura y unas creencias que, vistas con objetividad, incurrían en tantas supersticiones como aquellas que España se empeñó en extirpar en estas tierras.
Muchos cronistas fueron, entonces y para decirlo con lenguaje familiar, periodistas fabuladores y amarillentos, remotos ascendientes de la chicha contemporánea, tatarabuelos de los tatarabuelos de esos periodistas que, hoy mismo, son capaces de llamar bizcocho al pan y agua al vino.
Aquellos cronistas que vieron animales monstruosos donde sólo había parajes nuevos y aguas sin desentrañar, aquellos que inventaron mitos como el de las Amazonas y leyendas como la ciudad del oro siempre inaccesible, lo hicieron, sin embargo, con más candidez que perversidad, con más irresponsabilidad histórica que apetitos a los que obedecer. Pero lo hicieron y fundaron así un género ambiguo, mezcla de historia, relato de actualidad, compendio de mentiras, almacén de inverosimilitudes y registro oral de testimonios verdaderos.
En el Perú del Tawantisuyo no había libros porque no había escritura. En el Perú de los españoles dominadores los libros, sencillamente, se prohibían. En toda la América virreinal la Inquisición prohibió la lectura y creación de novelas, con lo que la primera novela de esta parte del mundo data de 1816, ya en pleno proceso de emancipación, y corresponde al mexicano José Fernández de Lizardi. Estoy convencido de que Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar o José Lezama Lima se vengaron largamente de esa cuarentena novelesca conquistando España con sus libros y su vitalidad creadora. Lo hicieron quinientos años después, es cierto, pero, de algún modo, nos reivindicaron.
Si la novela es un producto tardío en esta América, el periodismo, en cambio, es elaboración que se remonta al siglo dieciséis. Y el Perú es uno de los países con linaje más antiguo en este menester. En efecto, la primera Relación –relato seco y casi notarial de algún hecho- impresa en el Perú virreinal, data del año 1584 y se llamó “Pragmática sobre los diez días del año”. Esta hoja, que todavía puede verse en la Biblioteca Nacional de Lima, da cuenta del nuevo Calendario Gregoriano y fue impresa en la imprenta que el italiano Antonio Ricardo instaló en Lima en el año de 1580.
El historiador del periodismo Lewis Bull considera que Lima se anticipó a Europa en la fabricación de las Relaciones, germen del periodismo, pero Alejandro Miró Quesada insiste en que antes que aquella relación sobre el calendario gregoriano está la relación impresa en Sevilla en 1577 y que trata del viaje a esa ciudad andaluza del rey Fernando.
De cualquier modo, fuimos, junto a México, el centro fundacional del periodismo latinoamericano.
Nuestro primer Noticiario –descripción de hechos variados en una sola publicación- data de 1618 y contenía noticias venidas de Roma, llegadas a Sevilla, y reproducidas en Lima.
Y el primer Diario de Lima, así llamado, circuló restringidamente, hecho a mano, desde 1629 a 1634 y es, junto a Nuevas de Castilla, de 1621, antecedente ilustre de nuestro quehacer. No puedo dejar de decir que el único ejemplar de La Gaceta de Lima, el primer periódico propiamente dicho del Perú, no está en nuestra Biblioteca Nacional sino en la Biblioteca Nacional de Chile, llevado por la soldadesca de nuestro vecino junto a millares de libros de incalculable valor. Debemos decir, además, que esta Gazeta, que tenía vocación periodística evidente y enumeraba hechos como la salida y entrada de los barcos del puerto de Lima, fue la primera de América, lo que hizo del Perú el país fundador de lo que podría llamarse el periodismo formal en esta parte del mundo. Con este linaje, con este pasado, ¿por qué estamos como estamos?
Vivimos una mala época. Vivimos un momento histórico en que la mayor parte de la prensa es parte del problema y no de la solución. Y no sólo aquí, sino en muchas partes del mundo.
La gran prensa parece comprometida con un nuevo pacto universal: las leyes del mercado no se deben discutir, el neoliberalismo sin compasión no se debe discutir, la hegemonía de una sola potencia no se debe discutir.
Lo que antes era una propuesta de los ricos para que nada cambiara pretende pasar hoy por receta mundial y panacea cósmica.
Los que antes juraban que el mundo podía ser mejor si hubiera más humanismo y más justicia, hoy llaman idiotas a quienes no piensan como ellos. Y hay un idiota llamado Álvaro Vargas Llosa que le pide a su papi que le haga propaganda a sus libros y su papi se la hace y, de paso, llama idiota también a Noam Chomsky, ejemplo de intelectual comprometido con las buenas causas, o sea con las causas perdidas.
Parece un shakespereano cuento de locos contado por idiotas, pero ahora resulta que hay gente que insiste en que la historia ha terminado, que el neoliberalismo es la máxima creación del cerebro humano y que las invasiones y brutalidades del imperio son injerencias democráticas, excursiones civilizadoras y masacres pedagógicas hechas en nombre de Dios.
Bueno, Sartre, el brillante Sartre, también pensó que el marxismo era la filosofía insuperable de su época y miren en qué acabó el marxismo: en Boris Yeltsin borracho celebrando la extinción de su país.
Sucederá lo mismo esta vez. Pero sucederá a pesar de la gran prensa, comprometida hasta el tuétano con los intereses corporativos mundiales, vendedora de conformismo, cobra que quiere hipnotizarnos y hacernos creer que los pobres son una realidad irremediable, que el Estado debe empequeñecerse hasta casi desaparecer, que el TLC con los Estados Unidos es magnífico para todos y que libertad y mercado son socios de la misma aventura posmoderna.
La gran prensa no tiene ahora otra responsabilidad social que la apuesta corporativa por el statu quo. Esa perspectiva dicta sus coberturas, maneja sus editoriales, califica a sus colaboradores y aconseja sus silencios.
La gran prensa ha llegado a la conclusión interesada de que el mundo, en esencia, está mejor que nunca y que sólo merece, acaso, ciertos retoques. Es por eso que sólo hace cuestionamientos secundarios, anecdóticos y banales sobre el sistema económico que ancla a los pobres en su pobreza. La gran prensa, en suma, es parte del sistema mundial de dominación. Puede cuestionar, hablando del mundo, que Obama envíe 20,000 soldados más al frente de Irak pero jamás discutirá la naturaleza criminal y petrolífera de la invasión norteamericana sobre Irak. Puede cuestionar, hablando del Perú, una licitación más o menos tronante pero jamás cuestionará este sistema que le permite al señor Dionisio Romero elegir el tribunal que lo habrá de juzgar y salir absuelto de cara a los mismos hechos que enviaron a la cárcel a otros.
La gran prensa está en eso de que la búsqueda ha terminado. Es una prensa que se ha hecho parte del poder. Es el pesebre que terminó en el Osservattore Romano, la pregunta que dejó de interrogar, el cuestionamiento que derivó en silencio.
Será la sociedad, entonces, la que deberá exigirle a la prensa que ayer le servía que vuelva a sus orígenes, a sus deberes intrínsecos. La gran prensa ha roto su pacto con el interés público y se ha sometido a las exigencias homogenizadoras del sistema.
George Orwell dijo que la libertad consiste en el derecho de decir a los demás lo que no quieren oír. Serán los consumidores los que tengan que decirle a la prensa el tamaño de sus omisiones. Porque muchos hablan de la crisis universal de la prensa. Pero lo que no dicen es que esa crisis es, fundamentalmente, una crisis de contenidos y un resultado de sucesivas y crecientes cobardías. La prensa no está condenada a desaparecer. Desaparecerá la que insista en olvidar a Émile Zola.

viernes, 29 de enero de 2010

Orgasmos de cuerpo presente

Alguna vez un médico de Carolina del Sur dijo haber descubierto un artilugio para producir el mejor orgasmo de origen mecánico al que pudiese aspirar una mujer.
El aparato –una verdadera instalación- se accionaba por control remoto, tenía intensidades para cada gusto, y podía, según su inventor, extenuar a su portadora, sentada sobre un potro ondulante, hasta la frontera del suicidio hedonista.
O sea que la señora en cuestión podía experimentar la ampliación patagónica del Punto G, la montaña rusa sólo de bajada y la ruleta rusa con todo el tambor cargado de balas calibre 38 –todo a la vez y a la cadencia del vértigo-.
En esa época, a comienzos de este siglo que tan repetitivo está resultando, muchos pensaron –entre ellos este columnista- en posibilidades desopilantes: que la señora Fulanita de Tal, por ejemplo, se casara en segundas nupcias con un enchufe; o que la señorita Menganaza del Hilo se fuera de luna de miel informal con su transformador incorporado; o que Luz del Sur patentase su propia versión del Polvo Sustituto.
Y que hubiese víctimas de algún pico en el fluido eléctrico y, por lo tanto, viudos del amperaje. Y que hubiese infidelidades a batería y, por lo tanto, cornudos del níquel-cadmio. Y así por el estilo.
Pero, felizmente, nada de eso sucedió. A las pocas semanas nadie habló más del experimento y lo que aquel médico fenicio expresaba, en realidad, era un aspecto de la decadencia de esta civilización que quiere reducirlo todo a espasmos y a neurotransmisores.
Es cierto que somos una construcción química. Pero es también indiscutible que las enzimas y los goteos corporales no lo explican todo.
No sé cómo se llame eso que convierte el péndulo en música, la cuerda de tripa en Bach, el vuelto de la mesera en teoría económica marxista y la fricción púbica en la poesía de Petrarca o Neruda, pero eso es, precisamente, lo que nos salva de ser sólo diseños hormonales y, vallejianamente, lóbregos mamíferos.
El orgasmo femenino no reside en la médula ni en el sobreestimado Punto G y no es profundo ni es clitoral. Sólo es. Y no viene sólo de las órdenes del cerebro, de la boca soñada y del asalto final. Viene de la memoria y del borrado de la memoria, viene del hoy pero también de los rescoldos, viene del limbo y se dirige al olvido, camino a la repetición, pasando por el dolor, a dos pasos de ti, en plena mezanine de tu sombra.
Y no habrá médico mentecato ni llave Ticino ni dispositivo vibratorio –ni siquiera el que inventará Apple cuando salga del clóset- que pueda acabar con las espaldas mojadas del amor. Con el esfuerzo honesto y el pan ganado del amor verdadero.

jueves, 28 de enero de 2010

Teoría del progreso

Le fatiga al ratón su destino de rincón y de escobazo.
Algún día será un león del Parque Nacional del Serengueti -está seguro.
El ratón cree en los milagros de la meritocracia y el esfuerzo.
Está harto el geranio de su proliferación y baratura.
Ha mirado a la orquídea y se ha visto ya en ella, en el futuro. Le complace al geranio el aroma que le corresponderá cuando ese trance ocurra.
Será también un asunto de mercadotecnia –piensa el geranio.
La lluvia está cansada de ser lluvia y quiere ser diluvio.
No sabe que el problema es que se es lluvia o se es diluvio pero no hay progresión garantizada de una cosa a la otra.
Lo que pasa es que la lluvia cree en la teoría del progreso. Que es lo mismo que le pasa a la garúa cuando se siente lluvia del mañana.
Cómo se cansa el pícaro de ser sólo un pícaro de medio pelo: sueña con ser tiburón de Wall Street, pájaro de alto vuelo del Citigroup, ladrón de varios ceros hacia la derecha. Y está convencido de que el tiempo trabaja para él.
Seguro es que el cerro Centinela, el que divide Surco de La Molina, está geológicamente convencido de que en el futuro será rival del Aconcagua.
Y es un hecho que algunos escritores de Alfaguara apuestan a que sus prosas, añejadas por el tiempo, madurarán como los buenos vinos. Y que algunos poetas creen firmemente que el grass se hará laurel y olivos las espinas.
El adjetivo sueña con ser verbo, la frase una oración, el párrafo un discurso, el discurso un ensayo, el ensayo la suma explicación del universo.
Y no hay aspiración más clara que la de un átomo creyendo que contiene la materia o la del hombre diciéndose que es pariente de la estrella y primo de los ángeles y hasta hijo de Dios.
Nada de eso es cierto, desde luego.
El ratón es ratón, el geranio geranio, la lluvia lluvia y el hombre ese remedo de grandeza.
Nada más doloroso y frustrante que creer en la teoría del progreso.

miércoles, 27 de enero de 2010

La olla podrida

A mí me encanta cuando Mario Vargas Llosa quiere dar lecciones de ética personal y coherencia política.
Es en ese momento cuando resulta más divertido que Pantaleón, más trágico que Palomino Molero, más cimbreante que la Chunga y más suicida que aquel candidato de 1990 que hizo todo lo posible por perder en la segunda vuelta después de que “los cholos” lo despreciaran en la primera.
Hace un par de noches, en Canal N, habló de que la izquierda peruana no ha entendido hasta ahora que el muro de Berlín cayó en 1989.
Es cierto que hay muchos izquierdistas que no quieren entender, desde sus trincheras anacrónicas, que el socialismo realmente existente hasta la implosión soviética era una farsa perversa y un agravio a la idea de una democracia popular.
El problema es que para decir eso se necesita de dos cosas: amar el lugar común con gran pasión y tener alguna autoridad moral para el pronunciamiento.
Vargas Llosa ama cada día más los lugares comunes, pero carece, ahora, de autoridad moral para hablar de la izquierda, sea esta peruana, europea, asiática o –dados sus nuevos compromisos- chilena.
Viviendo una semana en la casita de Sebastián Piñera, haciendo de Anthony Hopkins en “Lo que queda del día” y chillando como fan por el candidato chileno de la derecha, el señor Vargas Llosa renunció a los cuatro vientos a su papel de “intelectual liberal” y se matriculó en el club de ganapanes que preside, entre otros, su hijo Álvaro.
Y si es cierto que la izquierda peruana está sola y es impar y no sale de su estado catatónico, también es cierto que esa rigidez cadavérica podría tener la discreta decencia que tienen los mausoleos. De los izquierdistas peruanos podría decirse, entonces, que están por ahora muertos y que el mundo, en efecto, les es hostil.
Pero hay vitalidades que no siempre honran y demostraciones de adaptabilidad al ambiente que nos aproximan a las virtudes del camaleón y a las babas del caracol. Para decirlo de una vez por todas: hay mutaciones que no expresan las funciones de la vida sino los designios de Tánatos.
Vargas Llosa, por ejemplo, detestaba a Alan García –y así lo escribió y así lo decía en cuanta conversación mencionase su nombre- por lo que García representaba en la política peruana: la avidez por el dinero, la sinvergüencería como hábito, el latrocinio como destino, la mentira como un estilo de vivir.
Y tenía razón: García es, de modo abreviado, todo eso. Y la historia lo pondrá en la hornacina inversa donde yacen los Echenique y los Piérola y los Prado.
Pero he aquí que Vargas Llosa, un ex casi profesional, se ha vuelto hoy también “ex cuestionador de Alan García”.
Y todo porque García está haciendo el gobierno que le place a los patas de la playa donde el buen Vargas Llosa huye, cada temporada, del invierno europeo.
De modo que García era un “ladrón impresentable y un bribón sin fisuras” cuando quería estatizar la banca. Y ahora que es la banca misma, la encarnación de la Bolsa, el cocinero del yate de Romero, el capitán Nemo de la ultraderecha peruana, ahora sí, entonces, García es bueno, es uno de los nuestros, una oveja negra blanqueada por los años.
Y cuando Chile está tomando decisiones soberanas, decisiones difíciles, va este “ex casi todo”, este Vargas Llosa que tan bien escribe y tan mal actúa, y dice: “¡Viva Piñera!”. Y lo dice en la casa de Piñera, donde “El Mercurio” lo descubre a solas. Y lo pifian por esa intromisión. Y gana Piñera, a pesar de la proximidad salada de Vargas Llosa, y Vargas Llosa se siente con derecho de lanzarnos una nueva retahila de lugares comunes.
Las lanza en ese principado del lugar común cavernoso que es el programa de Althaus y las repite con ese tono de dómine arequipeño que ya nadie puede admirar.
Dice que la izquierda es cero a la izquierda, que la única izquierda válida es la socialdemócrata, que sólo el resentimiento puede malquerer al capital extranjero y que sólo “la olla podrida” del nacionalismo humalista puede desear que las relaciones con Chile se tensen.
Dice eso y a las 24 horas –de puro salado- resulta que el jefe de la Fuerza Aérea de Chile, el general FACH Ricardo Ortega, el heredero de la hiena Gustavo Leigh, anuncia que se ha confirmado la compra de 18 aviones F-16 por 270 millones de dólares y añade: “Chile está preparado para pegar muy fuerte. Mejor que no se metan con Chile”.
Y como es un antropoide sincero y llano, en charretera y calzoncillo este Ortega, se permite agregar:
“Chile ha crecido. Y nosotros (los militares) tenemos que darle la seguridad para seguir creciendo. Entonces, esto (la flota recién adquirida) es un seguro”.
¿No era, don Mario Vargas Llosa, que con Piñera todo mejoraba porque para eso están las derechas, para entenderse y socorrerse y embarraganarse?
¿Llamará usted a Piñera para que le llame la atención, como presidente electo, al general Ortega?
¿O irá usted a Santiago, a la casa de su recomendado, a hablar del asunto?
¿O compartirá usted pesares con su nuevo aliado, Alan García, el presidente de la frase inmortal “¿Y si se molestan los chilenos?”
Hay quienes se niegan a aceptar que el muro de Berlín ha caído. Son piezas de museo. Pero hay otros cadáveres exquisitos siempre dispuestos a suponer que la sensatez y la cordura deben ser siempre una variante pútrida de la resignación.

martes, 26 de enero de 2010

La sierra maestra

En el hospital Alberto Sabogal, que seguramente García habrá de “inaugurar próximamente” para las cámaras de sus canales favoritos (o sea todos), se equivocan de día, de páncreas, de morgue, de anestesista, de retina, de cáncer y duodeno, se equivocan de pierna y de paciente.
Con el señor Jorge Vi-llanueva Morales -86 años, diabético, con la pierna derecha ulcerada de modo irremediable- metieron la pata especialmente los médicos del Sabogal.
Como denunció su hija Carmen, el hombre entró a la sala de operaciones para que le amputaran la pierna enferma (es decir, la derecha).
Al salir de la sala, sin embargo, la que le faltaba a don Jorge era la pierna izquierda, la sana, la pierna inamputable, el miembro inimputable, la pierna que le garantizaría una cojera estrepitosa y un andar de lado y con muletas pero andar al fin, con un pie sobre la tierra, algo es algo, y el otro pie hecho muñón melancólico y picante.
Cuando su hija lo recibió en la sala de pobres donde esperan los pobres a los pobres que se tienen que operar en el Sabogal, a las diez de la noche de ese día de serrucho erróneo, lo primero que hizo fue levantarle la colcha vieja que lo cubría.
Aterrada, acudió al médico de guardia. El médico de guardia le dijo que él no había intervenido en la operación y que al día siguiente pidiera explicaciones.
No le dieron ninguna. Porque en el Sabogal –que Kouri y García van ahora a remodelar seguramente a un alto costo- las explicaciones sobran. Sobran tanto o más que las piernas serradas por error.
Lo que sucedió entonces fue que la infección de la pierna avanzó. Y cuando ya había avanzado lo suficiente como para temerse una gangrena, una septicemia, una muerte más en el rosario de equivocaciones y cadáveres que es el Sabogal, entonces los médicos tomaron la decisión de cercenarle la pierna que debieron cortar el día en que cortaron, desde el muslo, la pierna sana.
De modo que don Jorge Villanueva Morales no sólo tiene 86 años, no sólo tiene diabetes, no sólo es pobre hasta el punto de depender del Sabogal: ahora tiene el diseño aligerado con dos piernas menos.
¿Medicina preventiva? Esos médicos, salidos de una academia de batas y armas blancas, ¿le cortaron la pierna sana para que no se le enfermara? ¿Les asqueaba la idea de que ese anciano diabético llegara a los pocos meses con una úlcera de necesidad quirúrgica en la pierna izquierda? ¿Es la oferta 2x1 del Sabogal?
Ironías aparte, así está la asistencia de salud en los hospitales públicos. Es decir, así sigue. Porque ser pobre en el Perú es estar condenado a que te atiendan –hay heroicas excepciones, por supuesto- médicos de mala paga y mala muerte, canallas que parecen disfrutar de su desgano, hijos de la mala praxis que amontonan a los dolientes en emergencia mientras conversan entre ellos o se rifan a la próxima enfermera.
Mil veces hemos hablado de esto. Mil veces lo hemos grabado, fotografiado, difundido, reportado y documentado. Y nada pasa. Y no pasa nada. Y pasan los ministros como sombras.
Mientras tanto, la corrupción avanza con cara de compra, con perfil hindú de laboratorio favorecido por García, con cara de Digemid convertida en agente de los laboratorios transnacionales.
Y mientras Chile tiene 42% y Colombia 48% de medicamentos genéricos en sus mercados, el Perú tiene 3%. Porque de lo que se trata, en el Perú, es de que la industria farmacéutica sin bandera y sin alma prevalezca. Allí está el negocio. Allí están las comisiones.
Cuando Vallejo preguntaba al ministro de Salud qué hacer, no estaba haciendo poesía: recogía las voces desairadas.

domingo, 24 de enero de 2010

Llamado a la reflexión

Lima, 23 de enero del 2010

Compatriotas:

Me dirijo a ustedes para compartir una reflexión que –estoy seguro- puede ser de interés general.
Nuestro jefe y líder nato, Alex Kouri, acaba de anunciar que va a postular a la alcaldía de Lima gracias al vientre amable de “Siempre Unidos”, el partido político del señor Felipe Castillo, alcalde de Los Olivos e injustamente acusado, por los envidiosos de siempre, de licitaciones amañadas, despilfarro de recursos y sobrevaluación de obras.
Pues bien, ya que nuestro jefe ha hecho sonar el pistoletazo de salida tenemos que poner manos a la obra para emprender la tarea de llevarlo al sillón que alguna vez ocupara Don Nicolás de Ribera (el Viejo).
Sólo con gente como Kouri en el municipio de Lima podremos superar la alta vara que nos habrá de dejar ese patriarca de la apropiación ilícita y ese caudillo indiscutible del anarquismo ético que es Luis Castañeda Lossio.
¿Quién sino Kouri, el de la hazaña de Convial, para superar la marca impuesta por Castañeda con el asunto de Relima y los 21 millones de soles desaparecidos en un solo cheque?
¿Quién sino Kouri para empequeñecer lo sustraído en las obras del Metropolitano, en los saqueos del SAT, en las compras directas y en las adjudicaciones con nombre propio?
¿Quién sino Alex Kouri para inmortalizar ese apellido que ya hiciera célebre el hermano Beto?
¿Quién sino Kouri para instalarnos en aquel jardín japonés del Edén en el que la víbora era peruana y la mordida manzana era siempre chilena, por supuesto?
Además, tienen que comprender, queridos compatriotas, que este triunfo será la primera etapa de esa carrera imparable que llevará a nuestro líder a la Casa de Pizarro (o lo que quede de ella, luego de García: seamos francos).
Porque después de la alcaldía de Lima, viene la presidencia de la República, heredada de Keiko, que ganará en el 2011 para rabia de esos caviares humalistas y de esas sobras rojas que sobrenadan en la sanguaza.
Es decir, luego de una gran gestión como alcalde de Lima, a Alex Kouri la presidencia de la República le quedará a tiro a quemarropa y con silenciador.
Y ese sí que será un gobierno histórico.
Es cierto que también será difícil brillar en mayor medida que el gobierno fundacional de Alberto Fujimori. Pero los grandes hombres como Kouri están hechos precisamente para encarar desafíos tan descomunales como el que acabo de señalar.
Alex Kouri, nuestro querido y grande compañero jefe, siempre piensa a mediano y largo plazo. Y en alguna ocasión me ha hablado de parte del equipo de personalidades que lo acompañaría en su gestión de gobierno, si es que los peruanos tenemos la inteligencia de elegirlo presidente de la República.
Reynaldo Rodríguez López, que alguna vez fuera calumniado por cierta prensa y encarcelado injustamente durante largos años, sería el ministro del Interior. ¿Se puede aspirar a algo mejor?
Marco Parra, que ahora es el segundo de Castañeda y que acaba de estrenar otro BMW, ocuparía el puesto clave de presidente del Banco de la Nación y director de la Casa de la Moneda. ¿Quién podría objetarlo?
Luis Alva Castro sería, venciendo algunos mitos rígidos impuestos por el feminismo radicaloide, ministro de la Mujer. Y Abencia Meza estaría al frente de la muy descuidada Escuela Nacional de Folklore.
Para el ministerio de Vivienda, ¿acaso habría alguien mejor que Pepe Graña, el de Graña y Montero?
Y si Defensa vuelve a su fórmula original de independizar cada arma, ¿alguien sería mejor ministro de Aviación que Emilio Rodríguez Larraín, el presidente del directorio de LAN-Perú?
En el gobierno de Alex Kouri, nuestro jefe indiscutible, Lourdes Alcorta sería comandante en jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Francis Allison iría a la SUNAT, Mariella Zanetti al Instituto Nacional de Cultura, Rosario Sasieta al ministerio de Turismo, Alvarito Vargas Llosa a la Dinandro, Ricardo Belmont al ministerio de Educación, Tongo al Conservatorio Nacional de Música y Rafael Rey a la presidencia de la Federación de Halterofilia.
¿No ven que casi todo ya está pensado?
¡A trabajar, patriotas! ¡Kouri a la alcaldía de Lima!

Con mis mejores deseos,

Carlos Manrique Cheverengue.

sábado, 23 de enero de 2010

Telesur

He huido toda mi vida de las unanimidades.
Por eso es que huyo del menú planetario de las noticias, ese menú que hoy pretenden que traguemos los que nos consideran invitados de segunda en el banquete ultraliberal.
Ese fast food de la información se ha instalado en todas partes.
En España, por ejemplo, donde acabo de estar durante un mes, el recetario ha llegado a ser extremo en la televisión, tomada por asalto por las hordas de Berlusconi y sus adláteres.
Ver TV española es, por lo general, asistir a un espectáculo donde el cretinismo compite con la estupidez, la frivolidad con la ignorancia, el envilecimiento con la ruindad vestida de bata y en pantuflas.
Quienes salen ganando son los que necesitan manadas y no ciudadanos para lograr la hazaña –todavía en proceso- de destruir el modelo europeo y hacer del viejo mundo una franquicia del modelo Reagan: capitalismo a lo bestia, darwinismo social, abolición de derechos laborales, competitividad siguiendo el canon de Shangai.
No es que la TV esté dedicada a entretener -eso sería legítimo y hasta podría ser divertido-: su propuesta es mucho más audaz. De lo que se trata es de hundirnos a todos en el mismo caldo de vulgaridad venérea y chismografía de cinco céntimos.
El propósito es que la grey llegue a rebuznar, balar, croar, mugir o relinchar. Es el proyecto de reemplazar a Dios por Esopo y convertir el mundo en una fábula bufa. También se trata, por supuesto, de que nadie recuerde las lecciones de “Rebelión en la granja”.
Ni Roma en su esplendor imperial intentó algo parecido. Este proyecto mundial de Construcción de la Docilidad no tiene precedentes.
Y es que Roma no sólo era un cometido de dominación. Era también un sueño civilizatorio, una propuesta republicana y una construcción del espíritu.
Hoy no. Hoy no hay un Virgilio que cante la antiepopeya de Irak ni un Cicerón que defienda a los inocentes ni un Apio Claudio inclinado a las esencias del Derecho.
Hoy hay sólo una mafia avariciosa que ha creado la plutocracia global más encarnizada que alguien pudo imaginar.
Esa mafia se ha apoderado de la mayor parte de los medios y ha secuestrado el discurso de la información imponiendo sus mentiras y haciendo de la televisión esa cosa estupefaciente que aspira a reemplazar a la realidad.
Esa mafia, en suma, ha construido la utopía inversa de abolir al mundo y sustituirlo por sus ideas, sus prejuicios, sus intereses, sus gustos putañeros y aun sus miasmas personales.
De modo que cuando uno ve la Fox o alguna tele privada española lo que ve no es lo que pasa o ha pasado en el mundo. Lo que ve son los diablos azules de Murdoch, los cuentos de Andersen contados por gansters, los mitos celtas cantados por Madonna con las tetas al aire.
De la TV peruana no voy a decir mucho. Apenas diré que he regresado y la he visto más de una mañana y me ha dado vergüenza vivir en un país donde esa mierda que se grita y esas mierdas que se callan son “la oferta informativa” al uso.
En medio de ese panorama existe, sin embargo, una posibilidad de seguir siendo humano y más o menos lúcido. Me refiero a Telesur.
Sí, Telesur, ñaños de la Caverna, hijitos de Eisha, sirvientes de Piñera.
Puede uno discrepar de muchas cosas de Telesur pero al menos está claro que esa cadena no es parte del plan lobotomizador de las corporaciones.
Gracias a Telesur uno recuerda que hay palestinos sufriendo, una ONU descalificada, un Uribe voraz que va por la segunda reelección. Sólo por eso vale la pena verla. Está, arrinconada pero tenaz, en el 814 de Cable Mágico.

viernes, 22 de enero de 2010

El gesto de Del Castillo

Es imposible no reconocer el gesto de Jorge del Castillo al presentar a la Fiscal de la Nación un pedido para que se le investigue en relación con el fallido proceso de los petroaudios.
Sólo desde la mezquindad cainita de un Alva Castro, amigote inexplicable de un dueño de periódico muy próximo, puede negársele a Del Castillo el valor que ha tenido para demandar que se le averigüe y se le espulgue en torno al asqueroso asunto del señor Químper y del señor León y del señor Canaán y de la novia del ya pringado señor Guitiérrez.
El juez Barreto se ha negado a considerar correos y audios de este proceso malnacido porque fueron dizque “ilegalmente obtenidos”.
El juez Barreto va a terminar mal. Porque hay jurisprudencia respecto de este tema, jurisprudencia que Jorge del Castillo cita en su escrito dirigido a la Fiscal de la Nación:
“La posibilidad de indagar sobre las comunicaciones (audios y correos electrónicos) obtenidas ilegalmente...se basa en la Teoría de Ponderación de Intereses, aceptada por el Plenario Jurisdiccional de Vocales Superiores del 11 de diciembre del 2004, que en su quinto punto establece: “un interés mayor prevalece sobre un interés menor. Y si bien toda violación de derechos fundamentales de por sí ya es grave y acarrea la ilicitud de la prueba, el asunto cambia si lo sometemos a la ponderación del interés de mayor intensidad, como el que hay que sopesar cuando de por medio están los bienes jurídicos concurrentes en la criminalidad organizada o en delitos de estructura compleja...”
Pocas veces se ha visto que alguien construya un argumento tan sólido para exigir una investigación sobre su conducta. Sobre todo si se tiene en cuenta que el parlamentario aprista está pidiendo ser incluido en el escrutinio fiscal de los llamados “petroaudios”, un asunto en el que no ha estado comprendido y del que ha salido políticamente librado en la comisión congresal presidida por Daniel Abugattás.
Y hay que recordar que Del Castillo sabe de qué habla cuando se refiere a intereses mayores y menores.
Hace años, en 1999, cuando Alan García mandaba a Mantilla a negociar en la salita del SIN y la mitad del Apra –incluidos Garrido Lecca y Cabanillas- hablaban pestes de su líder, Jorge del Castillo me entregó, en las modestísimas oficinas de “Liberación” y a cambio de un conmovido “gracias”, las primeras pruebas bancarias de la ilícita y descomunal fortuna de Vladimiro Montesinos, el subjefe de la banda del Chino y sus pistoleros.
Las pruebas habían sido obtenidas “ilegalmente” gracias a la cuñada de Del Castillo, trabajadora del banco preferido del mafioso, es decir el Wiese.
Esa formal “ilegalidad” fue esgrimida por el patético fiscal de la nación (así con minúsculas) de aquel entonces, el dos veces malogrado doctor Miguel Aljovín, el tío de ya saben quién.
Ese fue el comienzo de la gran batalla que terminó ganando la decencia. Y de esa época viene el odio que a Jorge del Castillo le profesan los fujimoristas, en general, y algunos aprofujimoristas, en particular.
Mi respeto por Jorge del Castillo se renovó en ese momento.
Es un respeto que, desde luego, terminará públicamente -y de modo definitivo- si la fiscal Gladys Echaíz, que ha acogido el planteamiento de empezar una investigación en regla, demuestra que las visitas que Del Castillo hizo a Canaán en el Country Club de Lima fueron algo más que impertinentes, desafortunadas, o lamentables. O que sus contactos con Rómulo León fueron algo más que repelentes concesiones a eso que algunos llaman, con harta huachafería y suma temeridad, “la incondicionalidad de la amistad”
Mientras tanto, sólo queda decir que Del Castillo ha dado un ejemplo. Un ejemplo que muy pocos podrían seguir. Ni Kouri ni Alva Castro, por ejemplo. Ni García, desde luego.

jueves, 21 de enero de 2010

Frases hirientes

- Con Pinochet, Chile cambió de golpe.
- Se demostró: la derecha con sangre entra.
- Todos saben cuáles serán las primeras acciones de Piñera. Empezando por las de Lan, claro.
- La Caverna Peruana, con el meso-oriental Chlimper a la cabeza, festeja el triunfo de Piñera como si fuera el suyo. Y tiene razón: es también suyo.
- Vargas Llosa terminó como aliado de un Cayo Mierda menos chusco y vecino no de San Isidro sino de Providencia. Conversión en la Catedral, como quien dice.
- Cipriani quiere a la Católica como Fernando quería a Isabel: por intereses dinásticos.
- Nada vuelve más insípida a la gente que cuando la cordura adopta el rostro de la ordinariez.
- ¿Jesucristo creería en Dios?
- Madona, a los 51, quiere tener otro bebé. ¡Pero si su novio tiene 22!
- Mi sueño no se ha cumplido: ser gerente general en un banco de niebla.
- Por supuesto que “Metálica” es el grupo favorito de Marisol Aguirre.
- Manuel Saavedra, el autor de las encuestas más fujimoristas del mercado (minorista), necesitaría un sondeo de la Interpol.
- Barba se ha metido con Bayly por su afición por los puros.
- “Todos los paros son parciales”. (La Federación Feminista)
- Obama ha cumplido un año en el poder y ya es blanco de muchas iras.
- El drama de García es que ha llegado a ser Haya pero escribiendo como Idiáquez.
- “¿César Gutiérrez y Lily Lemaster se casarán en Punta Canán?”. (Belmont)
- El caso que mece el juez Barreto lo decidirá el oro negro.
- “Por la razón o por la fuerza”. (Francis Drake)
- Con el robo de los 21 millones en el municipio de Lima, a Castañeda Lossio ya le tienen preparado el contralema para la campaña del 2011: “Castañeda-Perú-21”.
- El publi a Castañeda en “Caretas” es como para ponerle Marco.
- Keiko no da la talla, Castañeda terminará con grilletes electrónicos, Toledo es PPK en las rocas: el 2011 estará lleno de sorpresas.
- Los salarios de las Fuerzas Armadas son parte del puente del Ejército.
- RPP tiene la frecuencia modulada por el billetón.
- Habrá que robarle a Castañeda para tener cien años de perdón.
- La agrupación de Keiko Fujimori se llama “Sí cumple”. Sí cumple condena.
- Lo que Fujimori necesita no es un oncólogo sino un académico de la lengua.
- “Marines ya están en el infierno”, titula “La República”. ¿Cómo? ¿Y Afganistán? ¿E Irak?
- Los escritores dependen también de cuántas frecuencias de vuelo puedan mantener.
- El tira y afloja es el secreto de los matrimonios.
- “Noventa años en favor de la paz”, dice “El Comercio” refiriéndose al ilustre y flamante nonagenario Javier Pérez de Cuéllar. La verdad es que este peruano universal no requería de tamaña exageración.
- Todo sería más coherente si García inaugurara el hospital psiquiátrico más grande de Latinoamérica.
- En el Perú es posible que haya idiotas que exijan que un ciego sea fiscal. ¿Y la escena del crimen? Pues la tendrá de oídas.
- Maradona le metió la mano al fútbol.
- A Piñera “Codelco” no le importa ni un cobre.
- La mafia de construcción civil estuvo detrás del Caso Convial, ¿verdad mister Kouri?
- “Juro por Dios y por la plata...” (El Papa Borgia)

miércoles, 20 de enero de 2010

El perfume

El perfume es un lenguaje. Siempre nos quiere decir algo. Y las mujeres que no huelen a nada parecen mudas o guardando un silencio sospechoso.
Hay perfumes de brujas, a la legua: góticos, enredosos, químicos. Vienen de una redoma de genciana, de una nariz urbana, y se cuelgan de mujeres musculosas, esas que dicen que nunca se equivocan y que asaltan fortalezas sin que se les corra el rímel.
Esas mujeres taconean con fuerza y expedientan a los hombres de una sola mirada mientras de ellas emana una nube de óxido de hierro mezclada con orquídeas genéticamente alteradas. Son las mujeres felices que nunca te harán feliz.
Hay perfumes florales que usan las mujeres que sueñan con el prado que no tuvieron -ese es el prado que más se echa de menos- y los hay de limón, que revelan, para los iniciados, una alta dosis de disponibilidad traviesa y juegos de entrecasa.
Hay mujeres que huelen a capricho y hay las que pretenden crear una distancia sin apelación oliendo a una cosa que podría recordarnos al chicle globo.
Estas últimas, muy jóvenes, son absolutamente peligrosas: recuerdan al chicle-globo “Bazooka” en la matiné, a un beso en la comisura de la boca, a una mano sobre otra mano en el pasamanos de una escalera que llevaba al cielo -o sea a la azotea, que era el cielo pagano de los primeros chapes-.
Hay mujeres que se perfuman para marcar su espacio y lo hacen calculando la intensidad de las otras mujeres del torneo.
Porque el perfume es también una manera culturosa y disimulada de marcar un árbol y crear un perímetro patrimonial.
Hay mujeres que con su perfume te dicen que están solas –y a veces muy solas- y hay otras que asaetean el aire con disparos de especias –estas últimas anuncian, por lo general, proezas de camarote y lonches que no te esperabas-.
Hay mujeres que dan la idea de un desodorante a punto de desistir y otras, aéreas, plantadas en la lavanda de sí mismas, que es lo más honesto que se puede pedir.
Las hay también neuróticas que eligen perfumes pundonorosos para encubrir su incapacidad de tomar decisiones o aromas calmos para disimular las tormentas de su carácter.
Pero lo más difícil de descifrar es el perfume de las tristes.
Por lo general, estas últimas feromonean con señales equívocas y olores punzantes de feriado. Pero no pueden evitar que, a unos milímetros de la nariz del hombre al que intentan decirle algo a través del aroma, ese mensaje ondulante se estropee y caiga, gravitatorio, como una bala sin fuerza.
Y entonces las miras a los ojos y allí está la tierra que acaba de escampar, la garza con una pata rota, el sencillo olor de un manzano olvidado. Son las mejores. No porque sean tristes sino porque huelen a tierra enamorada.
Yo no volvería a tener a una mujer Chanel número 5 pero no sé qué daría por una que, en vez de oler a loción cítrica, oliera de una vez por todas a limonero y a grava húmeda y sonara a agua corriente y se desvistiera con la naturalidad con la que el otoño desarropa a ciertos árboles.
Pido mucho, es cierto.

martes, 19 de enero de 2010

Tabaco y don

¿Así que el gobierno de Alan García se empeña en erradicar el tabaco mientras el aire corrompido de los petroaudios se esparce? Muy gracioso.
Las tropas del fascismo hospitalario avanzan en todos los frentes. Tomaron los lugares públicos y ahora apetecen los privados.
Su meta es el baño, el Iwo Jima de la intimidad. ¿Qué las hace tan poderosas? Su cuartel general está en la OMS y su estado mayor opera en Bruselas.
No es que estén contra el tabaco por razones altruistas. El problema es el dinero.
Y es que la nicotinofilia eleva los costos de las seguridades sociales. Así de simple.
Porque si fuera por un asunto de amor al prójimo hace rato que habrían emprendido la madre de todas las batallas en contra del alcohol.
Y es al revés: al alcohol lo auspician, lo apapachan y se lo beben en las cuchipandas fotografiadas en las páginas sociales y en los garitos sombríos donde nacen los crímenes que luego salen en las páginas de 50 céntimos.
Es que el alcohol es una multimillonaria fuente de ingresos para todos los fiscos. Y el alcoholismo es el vicio secreto de la mitad de las burocracias mundiales.
Fumar es, a la larga, nocivo para la salud. Pero, a la larga, vivir es nocivo para la salud. Respirar el aire podrido por las fábricas y los automóviles, es, a la larga, letal. Caminar a las once de la noche por una calle poco iluminada de Washington, Lima, o Milán puede ser, a la larga, tan nocivo para la salud como la presta mano de Jack, el eviscerador.
A la larga, todo es nocivo para la salud: la buena vida por el colesterol que atorará tus arterias hasta que olvides tu nombre; la mala vida por los déficits proteicos y la baja inmunidad.
Aun si pienso en mi queridísima Chachi Sanseviero, no puedo evitar preguntarme: ¿Qué es más nocivo? ¿Un “Gitane” o un discurso idiota del presidente de la República? ¿Una calada o un fujimorista esparciendo la plaga de la amnesia por toda la ciudad para que los pobres diablos voten por Keiko?
A la larga, de modo inexorable, te secarás. Todas las desmesuras –es decir, todos los placeres- te pasarán, con mano esquelética, su factura.
Y si fuiste un santo del término medio, un Papa de la moderación, te secarás también. Y los placeres que no te diste te pasarán cruelmente la lista de tus abstenciones. Te secarás amargamente.
Todos nos morimos por mano propia. Todos construimos el mausoleo que nos acogerá. Unos haciendo estallar una vena decisiva en una transacción millonaria. Otros en la lasitud de la penuria. Unos con la rabia del cazador. Otros con la melancolía como sombra.
Y si todos, a la larga, nos morimos en el planeta agonizante que hemos permitido, los suicidas, entonces, son nada más que una impaciencia y hasta una redundancia.
¿Por qué Bruselas nos persigue? ¿Por qué la sucursal limeña de la OMS clama al cielo asmático para que dejemos de matarnos? Por dinero.
¿Triunfará esta GESTAPO de neumólogos y oncólogos y cocainómanos?
Probablemente. La hipocresía de Washington y Bruselas consiste en llamar mortal al tabaco y rescate democrático a las bombas sobre Irak. A propósito: el gran triunfo de la OMS en tierras mesopotámicas es que ahora, gracias a la metralla educadora de los norteamericanos, hay cientos de miles potenciales fumadores menos en Irak (incluyendo niñas y niños que podrían haber aprendido el vicio si se les hubiese permitido vivir).
Cuando la GESTAPO antitabáquica triunfe, pasaremos a la clandestinidad.
Todas las noches, en hangares vacíos, cruzando charcos de mercurio minero, tosiendo por la lluvia ácida más que por el tabaco, los fumadores de puros encenderemos un Cohíba robusto esperando que ninguna sirena policial nos haga salir despavoridos.
Porque, al fin de cuentas, fumar es un asunto de soberanía personal. Y que no me jodan con discursos de filibusteros preocupados por mis pleuras.
Este humo habanero que me place y que terminará matándome, esta categoría de ceniza, esta nube portátil de ácido prúsico, esta andanada contra mis pulmones, este enrollado de hojas asesinas, este modo lento de incendiarme por dentro, este hollín con que forro el celofán de mis arterias, esta lluvia de brea que cae sobre mis bronquios, este hueco que cavo dulcemente, cada noche, que agrando lentamente cada día, esta perforación a quemarropa, este forado de pólvora y hastío, todo esto es, sin embargo, diez veces preferibles, desde mi perspectiva de impaciente (de no-paciente, vamos), que morir de vejez, que agusanarme en vida, que adquirir ese semblante de los viejos: la mandíbula al aire, la nariz puntiaguda y los gestos que parecen estar huyendo, huyendo en ese instante de esa cara que en cualquier momento dejará de moverse (como si los gestos presintieran que de no huir podrían quedar atrapados en esa gravedad de estrella muerta).
Una buena bocanada de Montecristo, por favor.

domingo, 17 de enero de 2010

Maravillosas palabras

Cien especialistas hispanófilos se reunieron alguna vez en Salamanca y determinaron que Amadís de Gaula es la mejor novela de caballería de todos los tiempos.
Escrita a fines del siglo XIII por un desconocido, y leída en la versión de 1508 editada por Don Garci Rodríguez de Montalvo -quien se atrevió a modificar el original y le añadió dos capítulos finales- Amadís es el género caballeresco en carne viva, la historia-eje del héroe enamorado que sufre y luego es recompensado.
En el medio -y de allí su modernidad invencible- está el hermano que ignora que es hermano, la maldad de Endriago y la presta generosidad de Urganda, el destierro en las horas bajas y el regreso celebrado y las bodas espectaculares con Oriana, la bienamada.
Es decir, la matriz de todos los dramas que en la vida han sido, aquello que Wolfgang Kayser resumía con anonadante simplicidad: todas las historias de la literatura de todos los tiempos son amor o muerte, o amor y muerte a la vez y en clave de tragedia.
Y es cierto. Pero lo que valen son los modos y las palabras.
Al fin y al cabo, cualquier tesis enteca podría decir que los Buendía eran unos locos que terminaron con la cola de tirabuzón de los cerdos por portarse mal y perpetrar incestos -porque esa es la historia medular de Cien años de soledad-.
Pero cuando García Márquez nos cuenta que Remedios la Bella volaba con sus sábanas le creemos más que cuando Toledo jura que vio una luz celeste que le reveló su destino o cuando Alan García perjura sobre la honradez.
Y cuando Nabokov nos habla de Lolita la hace más carnosa y real, más provocadora y fatal que las dos Lolitas del cine y que aquella que abismó en la indecencia a Polansky.
Porque en literatura, a pesar de lo que digan los mensajistas y los sonsos, todo es forma: magia de la palabra y de la pausa, recodo del silencio.
Y eso no quiere decir que todas las grandes novelas estén escritas como espectáculo del lenguaje. Porque un Soltzhenitsin o un Balzac arrastran en su prosa la maleza de los días y la vulgaridad de la rutina y, sin embargo, de pronto, esa lentitud sedimentada, esa paciencia descriptiva hacen combustión y estallan y sucede que el mundo desaparece y queda el de ellos atrapándonos, succionándonos casi.
Y hasta hay escritores mediocres -como Malcolm Lowry- que producen personajes tan entrañables, tan bien construidos, que, por razones distintas, de pronto, somos rehenes de una historia y compañeros de un dolor. ¿Quién no se ha sentido, aunque fuera por una sola vez, el cónsul Firmin de “Bajo el volcán”?
Pero siempre son palabras. Palabras que la televisión quiere matar y está matando. Que la prensa escrita está olvidando. Que la gente desprecia. Palabras. Maravillosas palabras.

sábado, 16 de enero de 2010

Viuda irresistible

Un tribunal español ha resuelto ayer que la viuda del escritor gallego Camilo José Cela, premio Nobel de literatura, tendrá que desprenderse de unos cinco millones de euros y entregárselos al hijo del escritor.
La viuda se llama Marina Castaño y se casó con el Nobel en 1991, cuando él tenía 75 y ella 34 años.
La señorita Castaño no se casó con Cela, desde luego. Cela, como todos lo saben, aparte de escritor mediano y sobreestimado, siempre fue odioso y mal bicho y lo más sincero que hizo en su vida fue oficiar de delator fascista en la época de Franco y de censor de la soplonería falangista –con sueldo y número de serie- cuando España tenía cara de pasodoble, cara al sol y brazo alzado.
La señorita Castaño, una coruñesa con alma de montañista invencible, no se casó con ese viejo soez al que Francisco Umbral adulaba para ver si le caía alguito de Estocolmo. Como que el estómago no le daba para tanto a la señorita Castaño.
La señorita Castaño se casó con una Reputación, una Chequera, un Futuro Asegurado. Desposó una herencia y hubo de aguantar las pompas matrimoniales, en 1991, (las religiosas ocurrieron en 1998), y las pompas fúnebres en el 2002.
Y cuando el autor de “La Colmena” estiró la pata, la señorita Castaño, más rubia química que nunca y más fashion que en el papel cuché, apareció de lo más compungida en su nueva condición de viuda y casi huérfana y con el título, adquirido por contagio matrimonial, de marquesa de Iria Flavia, parroquia de Padrón, el hermoso pueblo coruñés donde nació Cela y donde funcionaría la Fundación que adoptó su nombre.
No sólo eso: la flamante viuda blindó la herencia con unos abogados que parecían salidos de las cuevas suizas de la FIFA y dejó al hijo del escritor en la mera calle.
Este hijo del Nobel se llama Camilo José Cela Conde y fue el único que tuvo Cela en su matrimonio de 47 años con María del Rosario Conde Picavez, a quien dejó cuando la señorita Castaño, periodista de grandes miras, empezó a entrevistarlo con cautivante asiduidad (circa 1985).
La señorita Castaño logró, con la maestría que ya le era reconocida en las revistas del corazón, que el Nobel y el hijo único del Nobel se convirtieran en enemigos íntimos y no se hablaran ni en los días de los cumpleaños o en las fiestas de guardar.
Y hasta obtuvo que Cela declarara en público que la herencia para su hijo sería el lienzo de Joan Miró “El cuadro rasgado”.
Empujado por la señorita Castaño, el pobre Cela llegó a decir, para darle de comer a los peores buitres del escandalete, que con ese legado “bastaba y sobraba porque esa obra vale millones”.
Pero no era cierto, por supuesto. “El cuadro rasgado” fue tasado por varias galerías en sólo cien mil euros y, frente a eso, el abogado de Camilo José Cela junior tuvo un argumento adicional en la extensa y compleja querella planteada en contra de la viuda.
Ayer, un tribunal de Madrid ha determinado que el Nobel Cela fue manipulado, que sus bienes se ocultaron, que fundaciones sucesivas encubrieron la magnitud de esa fortuna y que todo se hizo para usufructo y placer semisolitario de la señorita Castaño.
La sentencia es apelable, pero todo indica que la próxima y decisiva instancia tendrá en cuenta los considerandos de esta primera resolución.
Mientras tanto, la señorita Castaño ya ha dado un paso firme frente al desafío que el destino pretende lanzarle: está saliendo, a tranco largo, con un empresario rico, famoso y gourmet: Patxi Egui.
Que la calle está dura, como quien dice.

viernes, 15 de enero de 2010

Ojo con Bayly

Para votar por Jaime Bayly no habrá que taparse la nariz como muchos hicieron con Alan García.
Votar por Bayly será la obra cumbre del peruanismo moderno, aquel que podríamos situar como nacido con el golpe de Estado a Guillermo Billinghurst.
En efecto, después de esa maniobra correctora que la vieja derecha peruana realizó en contra del populista Billinghurst la política peruana ha consistido en seguir cavando el foso que separa a ricos y pobres.
Se amplió el foso sin pausa, aunque con dos paréntesis: el del primer Belaunde Terry, saboteado por la Apra aliada con la oligarquía terrateniente desde 1963; y el de Velasco, proyecto transformador desmantelado radicalmente por su sucesor, el general Morales Bermúdez.
No incluyo en esas treguas al conservadurismo el periodo del primer alanismo, porque ese régimen fue una auténtica cacocracia, un quinquenio cuyo programa máximo fue la abolición de las cerraduras y las bóvedas.
De modo que desde Billinghurst hemos estado en las mismas, vendiéndonos a los británicos primero, a los estadounidenses después, y a los franquiciadores de los estadounidenses siempre y sin pausa.
Porque el peruano promedio no tiene vocación de nación ni sueña con ser parte de un país más o menos integrado. El peruano promedio tiene vocación de visa, sueños de subasta, apetitos de rendición.
García, convertido en monigote de la vieja derecha que secuestró también a Haya, dijo el otro día que hubo mucho heroísmo en la batalla de San Juan y Miraflores.
Hubo heroísmo de pocos y huidas y corrupción de muchos. Lo que García no quiso recordarnos es que la gran responsable del desastre de la guerra perdida fue la impertérrita derecha a la que ahora sirve.
Y quien crea que exagero al proponer la continuidad histórica de la derecha peruana, podría hacerse esta pregunta: “¿Ha cambiado la mentalidad de la clase dominante en relación a sus metas económicas excluyentes, su gustosa subordinación a intereses extranjeros, su concepción primario-exportadora, su racismo apenas disimulado?”
Que cada quien se responda como pueda o quiera. Lo cierto es que cuando hoy uno lee a algunos de sus matones letrados, el mensaje parece haber salido de la derecha que habló por boca de los encomenderos realistas que se opusieron a la independencia de España.
En suma, que hay algo pétreo e irreductible en lo que, con generosidad, alguien podría llamar “pensamiento conservador”. Que tiene muchísimo de conservador y poquísimo de pensamiento. Porque la derecha peruana es viuda intelectual de Riva Agüero y, desde entonces, se dedicó a los negocios y al torerío y huyó de los libros como si fueran impuestos.
Y bien, si hay algo de cierto en todo esto, ¿por qué no Bayly?
Bayly es decadente. ¿Y no es la decadencia una segunda naturaleza del Perú contemporáneo?
Bayly es un irresponsable. ¿Y no ha sido la irresponsabilidad la marca de fábrica de Fujimori, Toledo y García?
Bayly es más reaccionario que una velita misionera. ¿Y quién nos gobierna acaso?
Bayly es un pluriambiguo. ¿Y qué? ¿No sería hora de hacer experimentos con los organismos bilaterales?
Bayly puede decir cualquier cosa. ¿Y? ¿No nos suena eso de lo más familiar?
Bayly tiene un lado involuntariamente tragicómico. ¿Y? ¿Qué cosa suponen que somos como país cuando nos creemos lo máximo porque producimos miles de hectolitros de aguardiente de uva?
Bayly firmaría TLC hasta con Birmania y llamaría al coronel del KFC como asesor militar para enfrentar a las tribus amazónicas cuando “Avatar” se escenifique en la Curva del Diablo. ¿Y qué creen que está pensando hacer Alan García?
De modo que no se burlen de los chistes de Jaimito. Si el Perú tiene a veces pinta de suicidio en masa, Bayly tiene el perfil de una Smith and Wesson.

jueves, 14 de enero de 2010

Haití y la hipocresía

Todo el mundo habla ahora de Haití.
Claro, su terremoto llama la atención. Sus casas destruidas son fotogénicas, su palacio presidencial en escombros es espectacular, sus negros quejumbrosos tienen buena voz.
Y, además, están los aviones y las tropas de Obama, aviones y tropas que Haití conoce muy bien en otras circunstancias nada telúricas.
Y los socorristas de todos los países, que llegan de todas partes con su humanitarismo en ristre y sus perros especialistas en distinguir a vivos de muertos. Con eso y los ayes de los sobrevivientes se harán los noticieros de los próximos días.
Porque Haití puede haber sido semidestruido, pero con sus ruinas se harán periódicos y televisiones. Siempre hay un lado bueno en las desgracias.
Porque Haití ahora sí que es noticia.
Gracias a lo que el periodismo de entrecasa llama “las fuerzas de la naturaleza”, Haití es hoy noticia.
Ha necesitado un terremotazo de grado 7 y con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe para volver a ser noticia.
Digamos que Haití ha pagado el peaje tarifario para ser noticia: miles de muertos, miles de viviendas y edificios en el suelo, gente aturdida por doquier, réplicas que no parecen acabar, una polvareda humeante que amenaza su cielo siempre azul.
Pero este país espectral que ahora se luce en las pantallas de cristal líquido es el mismo de siempre: 400 dólares de ingreso anual per cápita, más de nueve millones de habitantes sobre una superficie de apenas 27,000 kilómetros cuadrados, 50 por ciento de analfabetismo, una derecha presocrática empeñada en brutalizar a quien se atreva a intentar cambiar las cosas.
Hundido en la pobreza extrema y crónica, demostración plena de que hay países inviables, Haití es, más allá de males propios, el producto degenerado de años de intervencionismo militar estadounidense.
Estados Unidos lo tuvo bajo la bota de su imperio desde 1915 hasta 1934. No parecía ese un destino muy justo para un país que Francia había inventado como fábrica de esclavos desde el año 1697, tras arrebatarle a España parte del territorio colonial de la isla La Española, y que en una gesta sin precedentes, había sido liberado gracias a una guerra liderada por dos esclavos que terminaron derrotando a los franceses el 1 de enero de 1804, el año de su precoz independencia.
Esos dos Espartacos exitosos, esos dos gigantes de la epopeya anticolonial en el Caribe se llamaron Toussaint-Louverture –que moriría en Francia vejado y torturado- y su discípulo Jean Jacques Dessalines, que aplastó a las tropas imperiales francesas en la decisiva batalla de Vertierres.
Quizá los problemas de Haití empezaron cuando Dessalines, el primer guerrillero heroico de América Latina, se proclamó, para sorpresa de muchos, emperador. La trayectoria circular pudo empezar en ese momento.
Papá Doc, esa bestia sanguinaria y rapaz que se proclamó “Presidente Vitalicio” a partir de su elección en 1957, fue un ahijado de Washington. Y lo fue también su hijito y sucesor Jean Claude, el llamado Baby Doc.
Cuando eso ya no pudo sostenerse, entonces vinieron las elecciones supervisadas internacionalmente.
Y cuando las elecciones encumbraron a Jean Bertrand Aristide, un curita respondón y de izquierdas, entonces Washington frunció el ceño.
Pero Aristide no hizo mucho por justificar su fama de cura salesiano expulsado de la Orden por subversivo. De modo que Washington lo toleró.
Lo toleró tanto que hasta ayudó a reponerlo en la silla presidencial tras haber sido depuesto por el golpe del general Raoul Cédras.
Fue en el segundo mandato constitucional de Aristide cuando las cosas se pusieron feas.
Aristide restableció relaciones con Cuba, se acercó a la Venezuela de Chávez y propuso algunas tímidas reformas.
Estados Unidos respondió como siempre, aunque esta vez el golpe de Estado fue encubierto y tuvo una pincelada de sofisticación: en febrero del 2004 Aristide se vio obligado “a renunciar a su cargo” y fue embarcado en un avión bajo la vigilancia de una misión multinacional. Se exilió en la República Centroafricana y, más tarde, en Sudáfrica.
Ayer Aristide, lamentando la tragedia de su país por lo del terremoto, reiteró lo que todos sabíamos: que Estados Unidos estuvo detrás de su derrocamiento y que aquella “renuncia” fue una farsa.
Pero ese es el Haití que no es noticia.
Porque ni la violencia imperial ni el hambre ni la miseria como norma ni la corrupción como endemia ni el dolor silencioso de los miserables son noticia.
¿Haití ha sido destruido por un terremoto?
No lo creo.
Haití vive en estado de cataclismo institucional y nadie dice nada.

miércoles, 13 de enero de 2010

Cárceles privadas

Me parece un chiste colorado eso de privatizar las cárceles, tal como lo ha propuesto ayer el siempre bien intencionado aunque estratosférico congresista Juan Eguren.
Como el Estado peruano es un ente en trance de putrefacción, ¿las cárceles deberían pasar a manos de ese sector de las fuerzas vivas que tan bien representaron, alguna vez, los Echenique del guano, el Prado de la guerra del salitre, los Leguía de la coima, el Arana del caucho, el Manchego de los latifundios, la Cerro de la minería, los Picasso de la banca, el Romero de las asesorías en el SIN, el Joy Way de los tractores y hasta el Hermoza Ríos de la privatización –al grito de “arriba las manos”- de los dineros públicos?
¡Las cárceles para el sector privado! ¡El sector privado para las cárceles!
¿Cómo no confiar en el capitalismo de Bernie Ma-ddoff? ¿Cómo no entregarles las prisiones a liberales como nuestro Francis Allison?
Más allá de la ironía lo cierto es que el Estado peruano ha convertido las cárceles en depósitos de desdichados y ha renunciado, para todos los efectos, a la misión rehabilitadora que debería estar implícita en cada pena.
Al mismo tiempo, ese Estado dantesco que identifica punición con infierno ha exonerado de estar en sus prisiones a todos los señoritos y señorones que en la vida (y en la trafa o el crimen) han sido.
¿Estaría Allison preso en el Perú? La respuesta es obvia: ¡aquí era ministro de García!
¿Algún banquero tramposo de apellido con resonancias oligárquicas ha estado preso en el Perú? La respuesta también está cantada.
¿Habrían soltado a Crousillat el viejo en un país con mínimos de decencia vigentes?
La respuesta es no.
Y así podríamos seguir.
Lo que está claro es que un Estado atravesado por la corrupción –y el indulto a Crousillat el viejo es un ejemplo de manual- tiene las cárceles que le corresponden.
De allí a imaginar que el sector privado podría actuar como desinfectante del sistema carcelario hay, sin embargo, un inmenso trecho.
En el capitalismo realmente existente –la última película de Michael Moore es toda una lección- el negocio y la felonía, el beneficio y el crimen, han llegado a ser tan próximos y tan íntimos que ya es imposible dudar de que en la concepción de la señora Thatcher –aquella que Vargas Llosa, el intelectual con cama adentro de Piñera, alaba y repite- la rapiña y Popper son una sola cosa, Isaías Berlin y las hipotecas basura se mezclan en el mismo revoltijo.
Cuando ese capitalismo encarnado en Cheney y Bush (el hijo, el tarado) haya sido enterrado por la crisis planetaria de la energía y la rebelión global, cuando esta inmundicia actual sea historia y pesadilla (sí, tengo la esperanza de que así sea), quizá para entonces habremos de conocer a un sector privado más implicado en el interés público, quizá tengamos para esos tiempos gestionadores privados de una planificación pública vinculante y quizá sólo en esos momentos podremos imaginar cárceles administradas con limpieza y prescindentes del Estado.
Pero en ese hipotético paraíso tendremos que poner dentro de esas cárceles recreadas a quienes hicieron de la política la pestilencia que es, el negocio sucio que quiere seguir siendo, el asalto que pretende ocultar.
Me refiero, claro, al señor Crousillat y a su directo benefactor-beneficiario. Para empezar.

martes, 12 de enero de 2010

La pifia a Vargas Llosa

El abucheo a Mario Vargas Llosa en Santiago, Chile, es el cierre del círculo y el final de la jornada.
Durante todos estos años el novelista ha pretendido mantenerse en una línea de centro aunque sus opiniones estuviesen más cerca de la derecha y sus iras se dirigiesen invariablemente en contra de todo aquello que pudiese contrariar al establecimiento.
Brillante para jugar a las escondidas, Vargas Llosa logró en los últimos tiempos mantener, en España por ejemplo, una reputación de moderado.
Pero ese viaje del peregrino engañoso acaba de terminar.
El apoyo explícito, entusiasta y compadreril de Vargas Llosa a Sebastián Piñera acabó con el carnaval de las máscaras.
Y las pifias de ayer, provenientes de partidarios del gobierno de Bachelet –es decir de socialdemócratas más bien tibios- confirman que ya no sólo en el Perú, donde las pasiones domésticas pueden distorsionarlo todo, sino en crecientes sectores de la región, el papel de Vargas Llosa es visto como el de un funcionario del sistema de dominación y engaño que se ha instalado en el mundo desde 1980.
Vargas Llosa no necesitaba apoyar a Piñera. Digamos que bastaba con continuar prestando su respaldo a la Concertación para cumplir con el rito de no atizar ningún fuego.
Al fin y al cabo, nada más moderado y reflexivo que la Concertación. Ningún servicio mejor prestado que el que le ha hecho el socialismo chileno posallendista a la españolizada transición chilena.
Porque si España tuvo a un González Chile tuvo necesidad de cuatro. Y cada uno de ellos ha cumplido, con placer como en el caso de Frei o con reticencias como en el caso de Lagos, su rol de contención.
De modo que apoyar a Piñera es una manera ruidosa de romper con el centro y apostar por el reaganismo andino –que eso es, si la abreviatura es permitida, el señor candidato de la vieja y sanguinaria derecha chilena-.
Hace poco dijimos en esta columna que Vargas Llosa terminaría –era una figura un tanto impía, lo admitimos- pensando como su padre y escribiendo como su hijo.
Lo primero se está cumpliendo. Lo segundo, felizmente, no. Vargas Llosa sigue brillando como prosista. Pero cuando dijimos lo que dijimos no nos referíamos al estilo y a la estética, sino al fondo, a los contenidos.
El salto de Vargas Llosa desde el difícil equilibrio hasta el clavado olímpico en la piscina de la derecha latinoamericana es una vuelta de tuerca decisiva en su evolución.
Comunista de célula, sartreano curioso, castrista declarado, excastrista en nombre de la libertad, camusiano converso, conservador belaundista en los 80, antisartreano hasta la difamación en los 90, aldea-globalista al arrancar el milenio, cronista que contempla todos los matices en muchos de sus artículos, antiindigenista rivaagüerino, aldeaglobalista cada vez más entusiasta, Vargas Llosa ha terminado este largo y quizá muy explicable viaje en las sentinas de una nave que zarpó del Callao en los años 50.
La derecha, con sangre en las manos y pólvora siempre a mano, ha terminado de reclutar a su más eximio espadachín. Que le aproveche.
Construyéndole un museo a Alan García y patrocinando a Sebastián Piñera, Vargas Llosa demuestra por qué el Fredemo –el frente que lideró en 1990- tuvo en Francisco Pardo Mesones a su mayor representante.

domingo, 10 de enero de 2010

Historia de Marcos

Alguna vez se reveló que el subcomandante Marcos, el hombre de Chiapas, trabajó en una tienda de “El Corte Inglés”.
Cuando esa noticia se conoció como que todo el enigma en torno a Marcos quedó resuelto.
Porque de un trabajo como ese se puede salir de dos maneras: como feligrés comprador de la sociedad de consumo, o con pasamontañas y pal’ monte.
Claro. El 99,99% de los mortales se adhiere a la primera opción.
Marcos –me imagino- salió un día de “El Corte Inglés” del paseo La Castellana, caminó rumbo a la parada del autobús, miró las luces de la navidad que encendían la fachada, vio a las mujeres con sus bolsas, a los hombres con sus mujeres con sus bolsas, a los niños con sus bolsas de los reyes magos, encendió un Ducado para el frío, una nostalgia de Tamaulipas para no morirse, el rostro de una novia de la UNAM para sentir que le quedaba corazón, y tomó la decisión de enmascararse para ser otra vez el que estaba dejando de ser a cara limpia.
Cuando yo vivía en Madrid era obligatorio, de vez en cuando, ir a un “Corte Inglés”. A mi mujer de aquellos años le gustaba el de la calle Princesa. A mis hijos les fascinaba el que quedaba cerca de la Vaguada. Yo, en secreto, con disciplina de marido ya perdida y amor de padre felizmente intacto, odiaba todos los “Cortes Inglés” del universo.
O fingía odiarlos. O quería odiarlos. Pero iba, siempre iba.
Si los fenicios hubiesen diseñado la galaxia la habrían dibujado como un “Corte Inglés”. Si las caravanas de la seda no hubiesen trashumado se habrían detenido para hacer un “Corte Inglés” definitivo. Si Pepe Botellas, el hermanito de Napoleón, hubiese entrado a un “Corte Inglés” (era imposible: Ramón Areces ni pensaba en nacer) se habría hecho español en los espacios dedicados al gourmet.
Porque “El Corte Inglés” es el estallido de la cosa, el diluvio de las tentaciones, el paraíso de todo lo que es inútil y, por lo tanto, imprescindible y amado. No es una tienda sino una China entera de trapos y artefactos. No es un almacén sino un monumento a la fugacidad del ser humano.
No es un negocio sino que es la vida tal como la entendía Marco Polo. Es un viaje interminable por todo el mapa de las urgencias inventadas y los apetitos recién descubiertos. Es el Nirvana que te llevará a la quiebra.
“El Corte Inglés” habría cambiado el humor de Valle Inclán y el ceño de Unamuno. Los fariseos que decimos odiar las cosas caemos de rodillas en “El Corte Inglés”, que es el becerro de oro de la España que ayer vendía playas y hoy compra telefónicas y se sumerge en la crisis desde esta Europa sucursal de Washington.
Caemos de rodillas los fariseos y compramos, sobre todo lo que no habremos de usar. Y todos, a pesar de la crisis, seguimos pagando con plástico, a futuro, felices de caer en la tentación y sin librarnos de ningún mal, amén.
Ahora entiendo a Marcos. Debió atender en la sección lencería internacional.
De allí al monte no había sino un charco grande que cruzar. Del consumismo a la revolución hay sólo un paso. Al fin de cuentas, las revoluciones también se hacen –o deberían de hacerse- para que el frenesí del consumo alcance a todos.

sábado, 9 de enero de 2010

Constitucionalista Beodo

Ahora que han recondenado y rematado al reo Fujimori, ¡cómo extrañan los forajas los buenos tiempos!
¡Cómo extrañan, por ejemplo, a Constitucionalista Beodo!
Si el fujimorismo cree en la inmortalidad, es justo que se pregunte:
¿Dónde estará Constitucionalista Beodo? ¿En qué alambique? ¿En qué pipa de roble? ¿En qué odre? ¿Perdido en qué cosecha? ¿En qué escocés helado?
Hipando habrá de estar, una helada y una sin helar, para cabecear: dos más y terminamos, la del estribo, te juro, tú manejas.
¡Y había sido tanto! Fue el hombre que prestó su indiscutible elocuencia y su corbata michi a la mafia.
¡Y qué elocuencia! Venía de Roma su capacidad de hacer doctrina parado en un montículo de principios contradichos. Él mismo era un senador de la decadencia, un tribuno en defensa de Calígula. Los bárbaros eran los otros, los que solicitaban fumigar al Perú.
Lo blanco era negro en el discurrir de su elocuencia. Y lo bueno era malo, lo justo reprobable, lo maldito deseable, la bazofia un bien perdido, el crimen una demanda del futuro, el futuro un charco oleaginoso, la vida un vómito de etiqueta azul, la muerte el uniforme que todos nos pondríamos en el nombre de Dios y San Patricio.
Era un orador de polendas este Beodo de erres arrastradas. Pero era mucho más que eso. Era el Merlín de las transmutaciones chinescas.
Bajo su influjo podía hacerse sortijas de compromiso con el óxido, papel de baño de la Constitución, estropajos con la dignidad.
Era un mago que obtuvo, durante años, lo que ningún Batista de esta América soñó: que el hedor oliera a Chanel, que las Marthas parecieran humanas, que la manada del congreso diese la impresión de una mayoría ordenada.
A él le daban un asesinato y sacaba una amnistía astutamente general. Le daban un robo y sacaba una estampita. Le daban un traidor y salía Montesinos. Le daban una arbitrariedad y extraía de ella prestigiosos antecedentes que la convertían en nimiedad, señor presidente, en escandalillo que sólo los bastardos pueden alentar, señora presidenta.
Le daban a Fujimori y él hablaba de los estadistas. Le mencionaban el Tribunal Constitucional y sacaba la navaja de ese tranviario turbulento que jamás dejó de ser.
Pero todo lo hacía con la buena prosa que la huachafería arequipeña suele estimar. Un poquito de Rubén Darío (el más estereofónico), dos pizcas de Chocano, un volatín de Eguren, una cita de Víctor Andrés Belaúnde (no le alcanzaba para Maurrás), todo eso revuelto en Time y Selecciones, en The Miami Herald y escuelita de Beltrán, y la poción quedaba lista. Y el Mr. Hyde que salía del laboratorio tenía la cara de Bartolomé Herrera mezclada con la de Eudocio Ravines.
Con ese discurso y esa cara rabiosa todo resultaba previsible: los que se oponían sólo podían ser enemigos del país y de Fujimori.
Constitucionalista Beodo le prestó diccionario y chaqué a la única banda armada que ha tenido generales y almirantes en su plantel. Era el consejero de Capone, el defensor de los Bonnano. Pero, sobre todo, era el borracho vitalicio que la dictadura de Fujimori convirtió en embajador y encarnación.
Era un logotipo, un peleador de sumo, el monstruo de la elocuencia y, mas tarde, el que llegó a servirle el sake caliente al mismísimo Yamamoto. Y no hubo uno sino que varios Pearl Harbor.
Todas las zorrerías lo echan de menos.
¿Dónde está Constitucionalista Beodo? –preguntan los zorros.
Las goteras suspiran por su ausencia. Drenes hay que se mataron por su desaparición. La colina de la deshonra ya no es la misma sin él.
¿Hasta cuándo sufrirán los fermentos, la levadura, la mosca de la fruta? Las aglomeraciones lo reclaman. La cochambre ha quedado huérfana. Lloran los tacamas y los taberneros. Las vides solicitaron pensión de viudedad.

viernes, 8 de enero de 2010

El otro Ampuero

Yo creía que el único Ampuero malo como escritor era el nuestro, pero tengo ahora que admitir mi error.
Hay uno peor y se llama Roberto Ampuero. Este Ampuero es chileno, goza de una fama editorial construida a punta de gacetilleros amigos y dice que es uno de los autores “más leídos de América Latina”.
No lo dudo. Ahora se lee todo lo que los periódicos recomiendan y el 90 por ciento de ese material es de usar y tirar y tiene el sello de deleznable junto a la fecha de impresión.
Y muchos críticos recomiendan leer esas nimiedades porque eso es lo que ellos leen y porque no vivimos una época en la que la buena literatura tenga prestigio.
Ahora basta con ser pupilo de alguna Carmen Balcells para que las reseñas catapulten y las vitrinas se amiguen con el bodrio a la venta.
Entre otras cosas, acabo de leer, aprovechando estas semanas en España, “El caso Neruda” y tengo que decir que el libro del tal Roberto Ampuero es uno de los más exhaustivamente peor escritos de los últimos tiempos.
Y es que Ampuero está infectado de lugares comunes (“una muchedumbre compacta copaba ya la calle”), de cursilerías sin vergüenza (“un moderado optimismo alentó su alma”), de torpes inverosimilitudes (los personajes hablan con su sintaxis, con su solemnidad, con sus estropicios seriabundos).
Pero eso no es lo peor de “El caso Neruda”. Lo peor es la historia: un detective cubano afincado en Miami –o sea un gusanazo- se halla en medio de las vísperas golpistas del Chile de 1973.
¿Qué hace allí este lector de “El diario de las Américas”, este oyente de “Radio Mambí?” ¿Espía para la embajada de los Estados Unidos? ¿Se infiltra en la izquierda?
Nada de eso. El triste Ampuero chileno lo pone como marido de una cubana revolucionaria que vive en el Chile de Allende y que viaja a Cuba a prepararse para la guerra civil que se viene en el país de Diego Portales.
Y encima este esperpento de personaje resulta que es contratado por nadie menos que Pablo Neruda para que averigüe si él –el poeta, que se está muriendo de cáncer a la próstata en julio de 1973- resulta ser el papá de una señorita que pudo haber ayudado a traer al mundo durante una relación adulterina con la mexicana Beatriz de Bracamonte.
Y para investigar pista tan ridícula el protagonista perpetrado por Ampuero –es decir, el detective privado y a la vez gusano y revolucionario Cayetano Brulé- tiene que viajar a Cuba, Alemania Oriental, México y Bolivia. Todo para que el libro tenga pinceladas de Atlas turístico y un cierto cosmopolitismo de postal.
“Trama” tan rebuscada es, en realidad, el pretexto para denigrar a Neruda en los aspectos más personales e íntimos.
Porque lo que este Ampuero quiere hacernos creer, desde la supuesta información y el chisme seudoliterario, es que Neruda fue un mal bicho con sus mujeres, un padre canalla con la hija que tuvo con la holandesa María Antonieta Hagenaar, un vividor que usó a Delia del Carril mientras pudo, un traidor de marras porque llegó a acostarse con la sobrina de Matilde Urrutia y hasta un “batistiano” de alquiler que habría elogiado al dictador cubano allá por los años 40 (y que “por eso” nunca habría sido favorito de Fidel Castro o de Nicolás Guillén, fíjense qué “datazo”).
Magaly Medina del antinerudianismo envidioso, Viborita chilena salida de “Condorito”, este Ampuero reincidente quiere que despreciemos a Neruda de lo puro malo que fue como persona.
Y todos los que hemos sabido algo de Neruda sabíamos también que al poeta le sobraba libido, le faltaba delicadeza y lo afeaban algunos desplantes dictados por su corazón de veleta y pirata del catre.
Pero de allí a la caricatura sentimentaloide con la que Ampuero intenta birlarnos la imagen compleja de Neruda, hay una distancia importante. La que media entre un moralista hipócrita –que ese es el caso de Ampuero- y un lector que comprende que el lado humano de Neruda tiene las sombras y las verrugas de cualquier biografía.
Pero de lo que se trataba es del asesinato simbólico de Neruda –personaje en el fondo incómodo en el Chile de los Ampuero que hacen “el muertito” y de los Piñera que vuelven a las andadas-.
Tiro por la culata, Ampuerito. Para matar a Neruda ni un regimiento de los tuyos bastaría. Ni sesenta libros salidos de tu neceser alcanzarían.
Con sus miserias y sus enormidades, con su egoísmo beligerante y sus orfandades, con su genio y sus hallazgos allí está Neruda con sus odas elementales y sus cantos generales y sus varias residencias en la tierra de todos.
Allí está Neruda y acá está Roberto Ampuero. Uno como el Aconcagua. El otro como el cerro Santa Lucía. Porque así es la orografía, compadre.

jueves, 7 de enero de 2010

Recordando a Tobi

A mí me encantaba Tobi porque a todo le veía el lado bueno.
Era un gordito que hacía de detective disfrazado de Inspector Araña, de misógino respecto de Lulú y Anita, de violinista que desalentaba a las palomas con sus chirridos, de enamorado remoto de la divina Gloria, de conspirador fracasado cuando quería enfrentarse a la pandilla del oeste...
Y todo lo hacía mal pero con una dignidad que conmovía.
Pertenezco, como resulta patéticamente evidente, a la generación que el televisor no pudo lobotomizar. Fuimos la última generación que pudo librarse de esa cosa imbécil que hoy controla las mentes en huelga y gobierna las almas desterradas.
Éramos la patota casta (y nerd, como hoy se dice tratando de desacreditar la ingenuidad) que iba al quiosco a preguntar si ya había llegado, desde México (Editorial Novaro), la última entrega de La pequeña Lulú.
Claro que para no quedar como bobos y mariquitas, omitíamos el título comercial de Marge y preguntábamos no por La pequeña Lulú sino por Tobi, así, con la boca chiquita y las ganas grandes de saber qué había sido de Ágata y de Anita, y del antipático Pepe del Salto, que tenía su correlato en el barrio, y de la señora Mota, que también tenía sus clones en el barrio y que eran esas señoras que vestían de trajes floreados y olían a Drowa en el verano.
¡Qué bellos éramos retozando en nuestros pantalones de corduroy, sin mirar a las chicas todavía (como Tobi), con nuestros dientes excesivos que crecían a su albedrío!
¡Y qué veloces eran nuestras Hércules con barra al centro, no como esas Monarch que tenían el freno en el pedal y que sólo las chicas debían montar!
A veces íbamos al Polo, que es una manera de decir que íbamos a las inmediaciones casi extranjeras de algo que se llamaba el club de Polo, y nos perdíamos en la audacia y llegábamos ansiosos y culpables a tomar el lonche que precedía a las tareas, que precedían a la lectura de Los Halcones Negros (o de Súper Ratón, o de Gene Autry, o de Roy Rogers, o de Cisco Kid si no había otra cosa), que precedía al sueño largo y pulcro.
Vivíamos esa edad maravillosa en la que uno no ha tenido tiempo para herir ni ser herido, donde el cajón de los remordimientos está vacío y huele a madera fresca y todos queremos lo mismo. O sea, como debimos de ser en el maldito paraíso del que nos expulsaron por culpa de una víbora.

miércoles, 6 de enero de 2010

El encuestón de García

No sé por qué tantos se preguntan cómo es posible que se haya hecho una encuesta de 27,000 personas.
Y más me sorprende que otros planteen dudas técnicas y sospechas financieras respecto de lo que García anunció en la radio donde ya tiene un alto porcentaje de acciones (viles).
Con la complicidad de Raúl, su hermano del alma, este Castro de El Frontón que es García ha vuelto a poner a los medios de vuelta y media, a los ingenuos de pico y patas y a los compañeros tan felices como cuando Sabroso vivía y “La Marsellesa” significaba algo.
No, pues, tardozonzones: la tal encuesta no existe; es uno de esos inventos que García lanza al ruedo para distraer a los televidentes cuando de sacarlos de algún tema impropio se trata.
Y como de lo que se trata es de que la gente no siga pensando en el asqueroso indulto de Crousillat, o en el juicio de Kouri (que implica directamente a la banda), o en la confirmación de la sentencia al asesino y ladrón (y colega) Fujimori, o en la inconstitucionalidad que clama al cielo del TLC con los amos chilenos, entonces viene el Gran Farsante, el Mitómano Inagotable, el Mentiroso Compulsivo, y ensucia otra vez la política con alguna de sus ocurrencias.
Porque así es García.
Puede decir lo que le convenga o lo que le resulte rentable y puede hacerlo sin escrúpulo alguno.
Puede decir cualquier cosa, en suma. Desde que hará “el cambio responsable” hasta que “el Perú se enrumba al primer mundo”.
Su ya larga carrera política es una pirámide egipcia de mentiras. Su propia vida personal es la mentira de cada amanecer. Y el Apra es, gracias a él, una mentira cómica del socialismo a pañuelazos de América Latina.
¿Encuesta con un universo de 27,000 personas?
¡Pamplinas! Cualquier instituto demoscópico del mundo dirá que una encuesta de esa magnitud sería un gasto absolutamente innecesario.
Cuando “Coca Cola” quiere hacer un estudio de mercado sobre nuevas tendencias en los Estados Unidos no llega a los 10,000 encuestados. Las encuestas que se plantean en España para medir la intención de voto de las próximas elecciones bordean, en el mejor de los casos, las 3,000 opiniones.
Algunos reclaman que no se haya convocado a una licitación para ejecutar el “megasondeo”.
¡Más pamplinas! No ha habido licitación porque no ha habido “megasondeo”. No ha habido corruptela (menor) porque todo es un cuento.
García no se ensucia por unos cuantos soles. Cuando él dispone de lo que a otros pertenece siempre se trata de muchos millones –y lo prueban sus ya innumerables bienes inmuebles-.
Lo que ha querido hacer García es darle una manita a Keiko Fujimori –su candidata de corazón y cochinada- y volver a advertirle al empresariado que Humala “sigue siendo un peligro”.
De paso, claro, ha insinuado que el Apra es todavía una opción. No vaya a ser que los empresarios se olviden del partido que hoy los representa.
El cajero Garrido Lecca volverá a pasar con el chancho-alcancía.
Y los empresarios contribuirán a la causa para que el “apocalíptico Humala” sea bombardeado desde Palacio con la mayor cantidad de bombas de humo y granadas de mugre. De eso se trata todo. De mentiras, dinero y cintas de video.

martes, 5 de enero de 2010

Marilyn Monroe

El 5 de agosto de 1962 Marilyn Monroe estaba invitada a una fiesta en casa de Peter Lawford.
Dicen que allí se encontraría con Robert Kennedy, con quien mantenía un sólido affaire. Tres meses antes, en el Madison Square Garden, le había cantado el famoso Happy Birthday al presidente John Kennedy, a quien había conocido en una fiesta en 1954.
Fue a principios de 1955, al parecer, que Marilyn, divorciada de Joe Di Maggio, empezó su larga relación con John Kennedy, resumen de la hipocresía católica.
Sus biógrafos no se ponen de acuerdo en determinar si ella esperaba de ese enredo algo más de lo que solía esperar: sexo a duras penas, un poco de cariño, una pizca de reconocimiento.
Su vida la había pasado dejando plantados a hombres que la querían y dándose a hombres que la querían usar. No se requiere de ningún texto de Freud para imaginar que detrás de esa cacería de infortunios estaba la búsqueda de la manta que le fue negada cuando niña, el buenas noches que no le oyó al papá panadero y en fuga, el no te preocupes que su madre no le pudo decir desde los sucesivos manicomios donde fue recluida.
Con John Kennedy, desde luego, se volvió a equivocar. Sería por eso que lo echaba de menos. Porque lo curioso y lo perverso es que apenas encontraba algo que se pareciera a un hogar, a Marilyn la llamaba otra vez la intemperie.
Por eso había dejado tan feamente a Arthur Miller, que sí la amaba, por Ives Montand, que sólo quería disfrutar del mito. Y por eso y por muchas otras cosas se había enredado con Frank Sinatra, el reducidor de cabezas más grande de Hollywood, y se había internado, deprimida hasta el tuétano, en una clínica psiquiátrica en el invierno de 1961.
Pero su película ya estaba escrita, aunque se hiciera lenta y anárquicamente como algunas de las producciones de John Huston.
Por eso aquel 5 de agosto de 1962, borracha como había estado las últimas semanas, llamó al FBI, a la Casa Blanca y a Peter Lawford. Nadie le contestó. No había nadie. Se sentía nadie. Tenía 36 años y era bella como un ángel y triste como una despedida.
Así que cogió el frasco de Nembutal y se tomó las cápsulas una por una. Si no había sido dueña de su vida – ni se reconocía en el nombre de las marquesinas ni en el tono lavanda de su pelo- sería dueña de su muerte, editora soberana de su propio final.

domingo, 3 de enero de 2010

Pareciéndose al enemigo

Carlos Alberto Montaner es un típico producto del exilio cubano: exacerbado, siempre atrabiliario e insultador de oficio y beneficio.
Alguna vez se despachó un sañudo artículo en contra del llamado subcomandante Marcos, aquel de Chiapas, a quien acusó de ser un payaso al servicio de los “idiotas sin fronteras” que despotrican de la globalización.
Claro, este es un resumen servicial de algo más vasto y corrosivo. Porque Montaner extiende su odio a Rigoberta Menchú, a Alain Touraine, a Ignacio Ramonet y hasta a la irrelevante Danielle Mitterrand, que –según Montaner- cometió el pecado nefando de usar Chanel número 5 para perfumarse.
Qué mal gusto tiene este señor que “El Nuevo Herald” endiosa y que la prensa que ama a Aznar llama filósofo y que las cavernas de todos los reinos adoran como la serpiente cascabel de la letra impresa.
¿Aparece alguien que ponga en peligro lo que el pobre Montaner cree que es la mecánica celeste de las relaciones sociales –o sea que a los que cortan el jamón no se les toca y lo que es bueno para General Motors es bueno para el mundo-?
Pues allí va Montaner con su navaja de West Side Story, con su chaira salsera de Blades de biblioteca y con su machete literario de Chivo mimado por el Neanderthal del periodismo.
¿Alguien asoma su cabeza para decir que el modelo de consumo actual es inviable a largo plazo? Pues allí va esta mamba negra, salida de Vichy y del Sacro Imperio Germánico, y le pega su mordida.
¿Alguien dice que la aldea global es un cuento para aldeanos del Tercer Mundo mientras Estados Unidos se ríe del planeta en Copenhague? Pues allí está este agente supernumerario del FBI de Fukuyama para decirle “idiota, marxistón, pasado de moda, globoidiota”.
Lo que más se le reprochará a Fidel Castro, más inclusive que la supresión de la libertad y la conversión de una revolución de abajo en una foto fija de la nomenclatura, es la clase de exilio que produjo.
La derrota de la República española inundó América Latina de poetas gratos de leer y de ensayistas inspiradores, que enriquecieron el quehacer cultural de México y Argentina de una manera decisiva.
Pero el exilio cubano, con sus notables excepciones, ha producido una diáspora de bilis que preside el más estúpido de los pensamientos maniqueos del Tercer Mundo. Y Montaner lidera ahora esa fiebre amarilla de la sumisión.
Montaner va al cementerio y escupe sobre la tumba del estalinismo. Es su derecho. Pero luego va a la sede del Partido Republicano en Washington y se arrodilla y le reza a la Triple Alianza. Y cree que Kissinger fue un estratega metternnichiano y no el asesino al servicio de la CIA que realmente siguió siendo a lo largo de su siniestra existencia.
Y tiene un grupete de pandilleros de la inteligencia –Plinio Apuleyo Mendoza es su compinche, Eduardo Galeano es su blanco preferido, Mario Vargas Llosa es su idolatría casi sospechosa- que recorre barrios con pinta de trabajar para los Soprano y que quiere saber quién se rebela, quién se está dejando barba, quién compra pasamontañas, quién lee a Chomsky, quien comentó favorablemente “El horror económico”, qué frutera aspira a ser Menchú, qué tal lisura.
El pobre Montaner ha terminado pareciéndose a su peor enemigo. Es un Fidel Castro que tiene su paredón de papel continuo y una Siberia con palmeras en el alma.
Haría con Marcos y con Galeano lo que Castro hizo con él: los convertiría en operadores hidropónicos del pensamiento único, en alguaciles del Big Brother y en capitanes del Exxon Valdez.
Sin país, creyendo que el mundo es ese lobby eterno de los hoteles 5 estrellas, Montaner terminará de relacionista público de Monsanto. Entonces desatará su furia sobre los militantes de Green Peace. Cosa que ya está haciendo, dicho sea de paso.

sábado, 2 de enero de 2010

Lo que Dickens se perdió

Enrique Zileri llamó una vez Rasputín a Montesinos. Había que ser audaz para hacerlo en ese momento, cuando la banda de Fujimori dominaba todo lo imaginable.
Montesinos se molestó mucho. Tanto, que le ordenó a uno de sus jueces ciempiés que fabricara una sentencia “por difamación” en contra de Zileri. ¿Qué pudo molestarlo tanto?
Todo indica que lo que lo sacó de las casillas fue que lo compararan con un parásito de la corte de los Romanov, un sujeto que tuvo que apelar a la santería tenebrosa para hacerse un hueco en el corazón de la emperatriz, primero, y en el entorno del propio Nicolás II, después.
Montesinos quiso decirnos algo con esa reacción. Quiso decirnos que él no era otro que el mismo emperador. O que, en todo caso, el papel de Fujimori no era el de un Romanov.
Los años y los videos lo demostrarían después: Fujimori era el bufón sobreactuado de una corte de los milagros dedicada prioritariamente a robar. Dickens hubiera hecho una novela deliciosa con los Joy Way y los Crousillat y los Hermoza.
Él, que bajó a los hospicios de los lamentos y a los orfanatos de los ayes y al Londres de las uñas negras y los harapos, jamás soñó con un gobierno poblado por sus personajes, un régimen de picabolsos y atracadores que tenían ejército propio, majestades otorgadas por el voto, generales pulguientos con carros de combate, decretos urgentes para saquear con prontitud, discursos humanistas para engatusar, ministerios en donde hurgar cajas chicas y grandes, flotas de barcos dotados de inmunidad para embarcar y desembarcar cocaína, repartos de botín no en una pocilga sino en un palacio con eco de pisadas y guardianes de rojo.
¡Ah, Dickens! ¡Ah, Dostoiewski! Lo que se perdieron por nacer antes de tiempo. ¡Qué fuente de inspiración! ¡Qué personajes!
Recordemos al modesto y genial Dickens disculpándose, en su prefacio de 1867, tres años antes de su muerte, por el paisaje social presente en su obra:
“Parecióme que el sacar a escena a estos asociados en el crimen tal como realmente eran, el pintarlos en toda su deformidad, en toda su maldad, en toda la sórdida miseria de sus vidas, vagando vergonzosamente por los más inmundos senderos de la vida con la gran sombra del patíbulo cerrándoles el horizonte donde quiera que se volviesen; parecióme que el hacer esto sería intentar algo que era preciso hacer y que constituiría un servicio a la sociedad. Y lo hice lo mejor que pude”.
Y vaya que lo hizo. Pero lo que Dickens llama crímenes resultaron, en el Perú charcoso de Fujimori, faltas administrativas, levedades indignas de comentarse, cojudeces.
Aquel Londres donde siete peniques para la comida de un huérfano se convertían en dos por la avaricia de la señora Mann parece idílico, casi idiota de puro primitivo frente a lo que fue esa república fujimorista de francachelas dinerarias.
De haber existido un Nobel para el bandidaje, un Guiness del desplume, un Oscar de la inmundicia, aquí, aquí estarían, relucientes y bien ganados en las estanterías de Cambio 90, en las pocilgas de Nueva Mayoría, en las vitrinas de Alianza para el Futuro y en las oficinas de Carlitos Raffo.
Porque aquí, en este país condenado a repetirse, electroshocqueado y sin memoria, aquí el crimen fue, con Fujimori, creación heroica (pobre Mariátegui). Aquí Pedro Navaja hubiera sido por lo menos ministro de Defensa.