Como administradora de este blog me comuniqué con el señor Raúl Wiener, jefe de la unidad de investigación del diario "La Primera". Don Raúl, a quien agradezco su respuesta, emitió en su blog el siguiente comentario:
El señor Hildebrandt se retiró de LA PRIMERA por decisión propia. Su explicación fue que debía dedicarse a su proyecto de revista que ya salió a la venta. En el primer momento de su retiro, se resintieron las ventas en unos dos mil ejemplares. Luego hemos recuperado ese espacio y con la campaña sobre la corrupción estamos ahora por encima de lo que era nuestro diario con Hildebrandt.
Si volverá o no a escribir en el diario no lo sé. Lo que sí puedo advertir es que cuando don César recuenta su historia periodística no menciona su paso por este diario.
Saludos
Raúl
Abril 28, 2010 3:40 PM
Con esto se confirma el rumor: César Hildebrandt renunció a "La Primera".
Con la publicación de hoy quiero también cerrar el ciclo de "César Hildebrandt. Blogger" agradeciendo a las personas que comentaron y colaboraron con este blog a lo largo de su existencia. Me COMPROMETO a reactivar esta página en caso de que César Hildebrandt retorne al diario "La Primera" o que su actual semanario lanze una página web. De momento me dedicaré al proyecto que ya anuncié en la publicación anterior: el directorio de blogs.
Una vez más les manifiesto mi agradecimiento a este blog EXTRAOFICIAL de César Hildebrandt.
Hasta cuando el destino quiera.
viernes, 30 de abril de 2010
jueves, 15 de abril de 2010
Pedimos sugerencias
Como se sabe, este blog se retiró de la web perublogs.com debido a las constantes manipulaciones en el ranking y el favorecimiento a los blogs adulones del gobierno. Conociendo de este problema, la administradora de este blog y otros blogger hemos pensado en lanzar un nuevo directorio de blogs donde sí haya libertad para decir lo que cada blogger independientemente prefiera y se respete la cantidad de visitas de las web afiliadas sin manipulaciones en los rankings.
Por ello, con esta publicación, queremos solicitar vuestras sugerencias y comentarios al respecto: qué quisieran que haya en esta nueva web, las secciones o categorías, tipos de rankings, el manejo de la portada (hemos pensado en hacerla similar a perublogs.com pero con la opción que el público pueda escoger parte de las noticias que en ella aparezcan), entre otros.
Aguardamos sus sugerencias en la sección comentarios de esta publicación. Nuestro proyecto aun está en pañales, por lo cual hasta la más mínima sugerencia será bien recibida y valorada infinitamente.
Atte.
Los administradores de "César Hildebrandt. Blpgger".
Por ello, con esta publicación, queremos solicitar vuestras sugerencias y comentarios al respecto: qué quisieran que haya en esta nueva web, las secciones o categorías, tipos de rankings, el manejo de la portada (hemos pensado en hacerla similar a perublogs.com pero con la opción que el público pueda escoger parte de las noticias que en ella aparezcan), entre otros.
Aguardamos sus sugerencias en la sección comentarios de esta publicación. Nuestro proyecto aun está en pañales, por lo cual hasta la más mínima sugerencia será bien recibida y valorada infinitamente.
Atte.
Los administradores de "César Hildebrandt. Blpgger".
martes, 30 de marzo de 2010
Sobre el blog y Cèsar Hildebrandt
"Cèsar Hildebrandt. Blogger" desconoce las razones por las que el diario "La Primera" ha dejado de publicar las columnas del periodista Cèsar Hildebrandt. Algunos dicen que serìa sòlo vacaciones mas no hay una versiòn oficial del diario. Algo que nos tranquiliza es el hecho que la foto de Cèsar Hildebrandt aun se mantiene en la web del diario lo que hace pensar en su pronto retorno.
"Cèsar Hildebrandt. Blogger" se compromete a seguir publicando los comentarios Cèsar Hildebrandt en cuanto èl vuelva a "La Primera":
Atte.
Los administradores de "Cèsar Hildebrandt. Blogger"
"Cèsar Hildebrandt. Blogger" se compromete a seguir publicando los comentarios Cèsar Hildebrandt en cuanto èl vuelva a "La Primera":
Atte.
Los administradores de "Cèsar Hildebrandt. Blogger"
sábado, 20 de marzo de 2010
El amor no mata
Dice la tele que el suicidio de un niño de doce años, ocurrido ayer en Chosica, se ha debido al amor.
La reportera de la tele precisa: “un amor platónico hacia una joven de 23 años motivó el suicidio de un niño de 12 años, que se ahorcó con una correa para pasear perros en la casa de Giselle Noras, de quien habría estado enamorado...”
A este niño irremediable no puede haberlo matado el amor. Es más: el amor no mata; lo que mata es el desamor.
En la última línea de la parrafada televisiva puede estar el dato clave: el cadáver de A.E.P.H. –esas eran sus iniciales- fue levantado sin la presencia de ninguno de sus padres. La mamá no se había enterado porque estaba lejos trabajando; el padre siempre fue un fantasma desertor.
El amor no puede matar, aunque Ortega y Gasset lo llame “imbecilidad transitoria” y “angina psíquica”. Ni aunque Lope lo describa como “creer que un cielo en un infierno cabe”. Ni aunque Heine nos recuerde que decir “locura de amor” es una redundancia porque el amor ya es una locura.
Lo que sí mata, pero no con mano propia sino con la sádica lentitud de los años, es la sobreestimación del amor. Eso de creer, por ejemplo, que el amor hace milagros, salva, redime, desencarcela.
El amor que nos impuso el romanticismo occidental sí puede ser, aparte de cursi a lo Bécquer, espectacularmente desdichado.
Nada más peligroso que el extremismo sentimental. Detrás de su apego tembloroso hay una adicción.
Para que el amor funcione es imperativo cantar a dúo. Pero la mayoría dúa el silencio y a veces, con un poco de suerte musical, los ruidos de la apnea.
Sin embargo, es bueno aclarar que el romanticismo se contrae, se adquiere, es opcional. No existe en la naturaleza. Algún día desaparecerá.
Lo que primero inventó la civilización fue el respeto. Y esa es la base del amor veraz. No sólo del amor interpersonal sino del amor al mundo, a la vida, a la mayor cantidad de otros que uno pueda imaginar.
El romanticismo ligó para siempre el amor y el sufrimiento, alianza que es una de las lepras culturales más espantosas que hayamos podido difundir.
En el “Don Carlos” de Schiller se escucha esta frase: “Sólo conoce al amor quien ama sin esperanza”.
Pero quien ama sin esperanza no está tocado por el amor sino por la devastación y la idiotez. Es preferible mil veces entregarse al ascetismo zen, al autismo hinduista, a las mortificaciones de San Ignacio que esperar la lluvia en el Sahara o el sí de un corazón ajado.
Con los años he descubierto que detrás de ese fatalismo romántico se venden, como en pack, otras resignaciones: la del trabajo indeseable, la del patrono canalla, la del sistema que condena a millones a mirar la tele para ver como vive la gente “decente”. Como si te dijeran: “Sufrirás hasta en los ruedos del amor”.
O sea, el cuento ese del cielo prometido.
La reportera de la tele precisa: “un amor platónico hacia una joven de 23 años motivó el suicidio de un niño de 12 años, que se ahorcó con una correa para pasear perros en la casa de Giselle Noras, de quien habría estado enamorado...”
A este niño irremediable no puede haberlo matado el amor. Es más: el amor no mata; lo que mata es el desamor.
En la última línea de la parrafada televisiva puede estar el dato clave: el cadáver de A.E.P.H. –esas eran sus iniciales- fue levantado sin la presencia de ninguno de sus padres. La mamá no se había enterado porque estaba lejos trabajando; el padre siempre fue un fantasma desertor.
El amor no puede matar, aunque Ortega y Gasset lo llame “imbecilidad transitoria” y “angina psíquica”. Ni aunque Lope lo describa como “creer que un cielo en un infierno cabe”. Ni aunque Heine nos recuerde que decir “locura de amor” es una redundancia porque el amor ya es una locura.
Lo que sí mata, pero no con mano propia sino con la sádica lentitud de los años, es la sobreestimación del amor. Eso de creer, por ejemplo, que el amor hace milagros, salva, redime, desencarcela.
El amor que nos impuso el romanticismo occidental sí puede ser, aparte de cursi a lo Bécquer, espectacularmente desdichado.
Nada más peligroso que el extremismo sentimental. Detrás de su apego tembloroso hay una adicción.
Para que el amor funcione es imperativo cantar a dúo. Pero la mayoría dúa el silencio y a veces, con un poco de suerte musical, los ruidos de la apnea.
Sin embargo, es bueno aclarar que el romanticismo se contrae, se adquiere, es opcional. No existe en la naturaleza. Algún día desaparecerá.
Lo que primero inventó la civilización fue el respeto. Y esa es la base del amor veraz. No sólo del amor interpersonal sino del amor al mundo, a la vida, a la mayor cantidad de otros que uno pueda imaginar.
El romanticismo ligó para siempre el amor y el sufrimiento, alianza que es una de las lepras culturales más espantosas que hayamos podido difundir.
En el “Don Carlos” de Schiller se escucha esta frase: “Sólo conoce al amor quien ama sin esperanza”.
Pero quien ama sin esperanza no está tocado por el amor sino por la devastación y la idiotez. Es preferible mil veces entregarse al ascetismo zen, al autismo hinduista, a las mortificaciones de San Ignacio que esperar la lluvia en el Sahara o el sí de un corazón ajado.
Con los años he descubierto que detrás de ese fatalismo romántico se venden, como en pack, otras resignaciones: la del trabajo indeseable, la del patrono canalla, la del sistema que condena a millones a mirar la tele para ver como vive la gente “decente”. Como si te dijeran: “Sufrirás hasta en los ruedos del amor”.
O sea, el cuento ese del cielo prometido.
viernes, 19 de marzo de 2010
Teatro aprista
El teatro de Pirandello cambió mi manera de ver el mundo. Lo mismo que el de Ibsen, o el de O’Neill, o el de Beckett.
El teatro aprista, en cambio, no deja de producirme alergia cutánea. Lo vi por primera vez en un mitin de Alfonso Ugarte: falanges desfilando como si Lima fuese la Roma de 1922, brazo y mentón en ristre y pañuelo agitado. Pero ese teatro tenía dignidad de masas y disciplina de sufridos.
¿Vieron, en cambio, la tercera escena del cuarto acto de esa comedia involuntaria que hubiera podido robarle el título a la obra de Wilde “El abanico de lady Windermere” y que tuvo como co-protagonista al varias veces nominado Aurelio Pastor? ¡Una delicia!
Horas antes de recibir una patada en el trasero que hará historia, Pastor había hecho dos cosas testarudas pero dignísimas:
1) Había denunciado el tsunami vengador de “El Comercio” y el poder concentrado de ese grupo; y
2) Había buscado apoyo en algunas bases apristas para salir por lo menos con la cabeza en alto.
En el tiempo que demora hornear un pan, Pastor se había erguido como el nuevo líder de los más o menos cuarentones apristas. Su manera de encarnar la resistencia frente al abuso de García –el verdadero perpetrador del indulto a Crousillat- lo convertía en un proyecto de Cachorro Seoane, en un Valle Riestra de los cincuenta, en un rebelde esperanzador.
Pero he aquí que, para dejarnos estupefactos y orinados de risa, Pastor acude a su deshonroso relevo y se presenta como Sara Bernhardt (nacida Rosine Bernardt) en el debut de “Las sabihondas”, de Moliere, y convierte el palacio de gobierno en el teatro Odeón de París.
Vejado por un cese que hará historia, va Pastor a la sede del agravio y se presenta ante su verdugo cívico y le hace venias, lo saluda, lo comparsea, se deja sobajear y recibe tibios saludos de la claque aprista allí reunida.
Y entonces, uno entiende por fin: todo había sido teatro, arte escénico, emoción fingida, ira del Actor´s Studio.
Y para continuar con la función, se dirige a la prensa y dice, locamente triunfal, que él no va a retroceder (cuando ya caminó en reversa todo el circuito de playas) y que “El Comercio”, chúpate esa, tiene ya su candidato y ése es Alejandro Toledo.
“Y aquí está el pueblo, con nosotros, y allá está “El Comercio” y su candidato Alejandro Toledo”, insiste como si estuviera grabando para “Al fondo hay sitio”.
¿Verdad? ¿O disfuerzo en el “Lido” y cimbreada en el “Moulin Rouge”?
Porque la verdad es que ningún lector ha notado que “El Comercio” favorezca a Toledo: ni en las encuestas, donde suele castigarlo; ni en sus opiniones, en las que suele olvidarlo; ni en sus recuentos, donde suele omitirlo.
Porque “El Comercio” no tiene, por ahora, candidato. Su candidato, en todo caso, es “El Comercio”. Y, si fuera el caso, “El Comercio” votaría por la imposible reelección de Alan García, que tan bien ha defendido sus intereses y tan espléndido ha sido con “el sistema” que “El Comercio” encarna y vigila.
Lo que este actor no dice es cómo pudo firmar para un infame un indulto reservado a tuberculosos y a enfermos terminales. Y lo que jamás dirá es que sólo cumplía órdenes de García.
¿Por qué, a la hora de ser presionado por García, Pastor se calló en siete idiomas? ¿No hubiera sido ese un buen momento para renunciar, denunciar y salir como todo un líder moral de la nación?
Lo que nadie puede entender, por otra parte, es qué tendrían que ver las hipotéticas inclinaciones de “El Comercio”, sus episódicas coincidencias con un Toledo que ni siquiera se ha proclamado candidato, qué tiene que ver eso, digo, con la vergüenza del indulto al prófugo Crousillat. ¿O es que Toledo armó ese bochorno?
Y lo que sí tendría que ver (y mucho) es que García expulsó a Pastor para congraciarse, precisamente, con “El Comercio”.
¡Y Pastor dice que “El Comercio” y el gobierno de García combaten, como en Verdún, en trincheras opuestas! Que le pregunte a José Graña, accionista importante de “El Comercio” y uno de los favoritos más contantes y sonantes del doctor García.
Después algunos se preguntan por qué la política repele tanto a los jóvenes y asquea a tanta gente decente.
El teatro aprista, en cambio, no deja de producirme alergia cutánea. Lo vi por primera vez en un mitin de Alfonso Ugarte: falanges desfilando como si Lima fuese la Roma de 1922, brazo y mentón en ristre y pañuelo agitado. Pero ese teatro tenía dignidad de masas y disciplina de sufridos.
¿Vieron, en cambio, la tercera escena del cuarto acto de esa comedia involuntaria que hubiera podido robarle el título a la obra de Wilde “El abanico de lady Windermere” y que tuvo como co-protagonista al varias veces nominado Aurelio Pastor? ¡Una delicia!
Horas antes de recibir una patada en el trasero que hará historia, Pastor había hecho dos cosas testarudas pero dignísimas:
1) Había denunciado el tsunami vengador de “El Comercio” y el poder concentrado de ese grupo; y
2) Había buscado apoyo en algunas bases apristas para salir por lo menos con la cabeza en alto.
En el tiempo que demora hornear un pan, Pastor se había erguido como el nuevo líder de los más o menos cuarentones apristas. Su manera de encarnar la resistencia frente al abuso de García –el verdadero perpetrador del indulto a Crousillat- lo convertía en un proyecto de Cachorro Seoane, en un Valle Riestra de los cincuenta, en un rebelde esperanzador.
Pero he aquí que, para dejarnos estupefactos y orinados de risa, Pastor acude a su deshonroso relevo y se presenta como Sara Bernhardt (nacida Rosine Bernardt) en el debut de “Las sabihondas”, de Moliere, y convierte el palacio de gobierno en el teatro Odeón de París.
Vejado por un cese que hará historia, va Pastor a la sede del agravio y se presenta ante su verdugo cívico y le hace venias, lo saluda, lo comparsea, se deja sobajear y recibe tibios saludos de la claque aprista allí reunida.
Y entonces, uno entiende por fin: todo había sido teatro, arte escénico, emoción fingida, ira del Actor´s Studio.
Y para continuar con la función, se dirige a la prensa y dice, locamente triunfal, que él no va a retroceder (cuando ya caminó en reversa todo el circuito de playas) y que “El Comercio”, chúpate esa, tiene ya su candidato y ése es Alejandro Toledo.
“Y aquí está el pueblo, con nosotros, y allá está “El Comercio” y su candidato Alejandro Toledo”, insiste como si estuviera grabando para “Al fondo hay sitio”.
¿Verdad? ¿O disfuerzo en el “Lido” y cimbreada en el “Moulin Rouge”?
Porque la verdad es que ningún lector ha notado que “El Comercio” favorezca a Toledo: ni en las encuestas, donde suele castigarlo; ni en sus opiniones, en las que suele olvidarlo; ni en sus recuentos, donde suele omitirlo.
Porque “El Comercio” no tiene, por ahora, candidato. Su candidato, en todo caso, es “El Comercio”. Y, si fuera el caso, “El Comercio” votaría por la imposible reelección de Alan García, que tan bien ha defendido sus intereses y tan espléndido ha sido con “el sistema” que “El Comercio” encarna y vigila.
Lo que este actor no dice es cómo pudo firmar para un infame un indulto reservado a tuberculosos y a enfermos terminales. Y lo que jamás dirá es que sólo cumplía órdenes de García.
¿Por qué, a la hora de ser presionado por García, Pastor se calló en siete idiomas? ¿No hubiera sido ese un buen momento para renunciar, denunciar y salir como todo un líder moral de la nación?
Lo que nadie puede entender, por otra parte, es qué tendrían que ver las hipotéticas inclinaciones de “El Comercio”, sus episódicas coincidencias con un Toledo que ni siquiera se ha proclamado candidato, qué tiene que ver eso, digo, con la vergüenza del indulto al prófugo Crousillat. ¿O es que Toledo armó ese bochorno?
Y lo que sí tendría que ver (y mucho) es que García expulsó a Pastor para congraciarse, precisamente, con “El Comercio”.
¡Y Pastor dice que “El Comercio” y el gobierno de García combaten, como en Verdún, en trincheras opuestas! Que le pregunte a José Graña, accionista importante de “El Comercio” y uno de los favoritos más contantes y sonantes del doctor García.
Después algunos se preguntan por qué la política repele tanto a los jóvenes y asquea a tanta gente decente.
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