domingo, 30 de agosto de 2009

Máquina defectuosa

Dicen que el cerebro humano es una maravilla. Siempre he pensado, en cambio, que es una máquina defectuosa, parte de un diseño que poco tiene de inteligente.
Porque si el cerebro es una maravilla, ¿cómo es posible que no se pueda olvidar a voluntad?
¿Y por qué sólo ciertas anomalías -o algunas drogas- nos permiten ver más allá de lo visible?
¿Y por qué los sentidos están separados en vez de ser variables combinables, lo que nos permitiría conocer qué sabor tiene la felicidad, qué textura la lujuria, qué aroma una jitanjáfora de Reyes?
Más grave aún: ¿Por qué la inteligencia y las emociones están escindidas? ¿No es esa una invitación al crimen que nos formula la naturaleza?
¿Por qué una memoria superlativa puede ser compatible con una mayúscula estupidez?
¿Y por qué la estupidez puede estar engastada sobre un fuerte carácter?
Y socialmente hablando, ¿por qué la política está poblada de fronterizos cuando debería ser el arte que reclutara a los mejores prospectos humanos?
¿Por qué el impulso sexual no tiene un interruptor volitivo que permitiera a algunos curas respetar a sus sacristanes?
¿Por qué nos es tan difícil establecer analogías cuando estas parecen evidentes?
¿Por qué caemos tan fácilmente en el pensamiento binario y en los falsos dilemas?
¿Por qué el pensamiento lateral nos es tan huidizo y por qué la complejidad nos asusta y preferimos el monismo reductor cuando no el maniqueísmo asesino?
¿Por qué la historia es una sucesión de los mismos errores con casi los mismos personajes?
¿Por qué creemos que progresamos cuando miniaturizamos lo que ya teníamos o cuando tendemos redes universales para transmitir, por lo general, los mismos cretinos mensajes del odio que se vuelve miedo y del miedo que se disfraza de odio?
¿Por qué esa máquina defectuosa que es el cerebro no tiene un lóbulo ético, un hipotálamo de la compasión, un hipocampo que nos condujera más allá de la triste, insuficiente y aburrida razón?
¿Por qué quemamos a Servet y creemos, sin embargo, que Dios tuvo varios cónsules y que los seguidores de cada uno de ellos deben seguir matándose?
¿No debiera haber una Federación Mundial de Dioses Homologados?
¿Por qué una teta de Penélope Cruz vale más que una novela de Flaubert?
¿Por qué hemos hecho de la violencia el hábitat psíquico de nuestros niños?
El cerebro humano no es sólo una máquina defectuosa. Es también una máquina perversa.
Perversa porque nos ha hecho creer que es lo mejor de nosotros cuando basta mirar a un perro perdiguero para saber que eso no es verdad. Basta mirarlo con nuestros ojos de cacería y tumba.
Creemos que el cerebro es una fascinante red eléctrica. Pero ese prodigio es el que nos ha guiado por la ruta sin salida del calentamiento global, la guerra como goce, la vulgaridad como virtud y la ignorancia como jactancia.
La verdad es que el cerebro es un óvalo de grasa. Un balón de fútbol americano hecho de lecitina y fósforo. Una entidad sobreestimada que sirve para hacer un nudo de corbata, una bomba atómica, un maíz cruzado con mosquito. Que sirve para todo excepto para el arte de ser felices y de sentirnos prójimos.

sábado, 29 de agosto de 2009

García y la Unasur

El señor Alan García tiene el sentido de la diplomacia que podría haber tenido un mamut en plena era del hielo.
Ayer se largó de la cumbre de la Unasur dos horas antes de que terminara y dejó como representantes a un funcionario de quinta y a la muy secundaria, aunque respetable, señora Judith de la Mata.
Como si al Perú no le interesara que su presidente estuviera en las deliberaciones finales de una cita tan importante.
Como si no tuviéramos fronteras con Colombia ni selva que proteger ni soberanía que hacer respetar.
Como si fuéramos Uruguay, cuyo presidente, Tabaré Vázquez, también se fue prematuramente sin que nadie lo echara de menos.
Pero así es Alan García. Dijo lo suyo, que fue interesante, y desairó el debate. Como hace aquí. Como si le fuera imposible admitir que la discusión es también insumo de la democracia.
La cita de la Unasur demostró que en Latinoamérica es donde ahora se libra la guerra fría más abierta y brutal.
Colapsado el sistema que imaginó Marx, despilfarró Lenin y degeneró Stalin, ya no quedan dos imperios disputándose áreas de influencia. Queda uno solo ajustando las tuercas de su dominio. Un dominio sin posible respuesta militar (por lo menos en el marco de las armas convencionales).
Pues bien, ese imperio ha empezado a pasar lista en ese patio trasero que ayer no parecía tener tanta importancia.
Y ayer se vio, con más claridad que nunca, que Perú y Colombia gritan “¡presente!” cuando esa lista se pasa. Y que todos los demás murmuran o se callan. O protestan, como hicieron Chávez, Correa y Morales.
Qué dividida está América Latina. Qué envenenado su ambiente. Y cuántas mentiras se dicen en su nombre.
Álvaro Uribe, por ejemplo, habla de “los bandidos de las FARC” –y tiene razón en varios sentidos- pero se olvida de los bandoleros que él protegió en Antioquia, de los paramilitares que interpretaron sus deseos y de los abiertamente milicos que se sumaron al genocidio de la Unión Patriótica.
Los jóvenes de Latinoamérica deben enterarse de que, en 1985, las FARC y el Partido Comunista de Colombia, juntos bajo el nombre de Unión Patriótica, quisieron hacer vida política legal y a la luz de las ánforas.
Y lo hicieron. Y en 1986 llegaron a obtener el 3 por ciento de los votos. Que no era mucho pero que les significó tener cinco senadores, nueve representantes a la Cámara, catorce diputados departamentales, 351 concejales municipales y 23 alcaldes.
¿Y qué pasó luego?
Pues que empezó el genocidio de la Unión Patriótica. Genocidio es una palabra que la derecha colombiana y el catolicismo macartista de sus fuerzas de choque conocen muy bien. ¿Les suena lo de Gaitán y el bogotazo de 1948?
De modo que las elecciones de 1986 fueron usadas para localizar a los líderes de izquierda que habían apostado por el juego democrático.
Y una vez localizados esos líderes resultaron asesinados (o desaparecidos) por sicarios que obedecían a planes de exterminio de las Fuerzas Armadas de Colombia (Plan Esmeralda, Plan Baile Rojo, Plan Cóndor, Plan Golpe de Gracia).
Tres mil militantes de la Unión Patriótica fueron asesinados en Colombia desde el año 1986 (243 sólo en ese año). La masacre incluye decenas de concejales, la totalidad de sus diputados de representación nacional, cientos de dirigentes sindicales y campesinos y dos candidatos a la presidencia: Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo. En 1996, la presidenta de Unión Patriótica, Aída Abella Esquivel, se salvó de milagro de un atentado con cohetes y tuvo que marchar al exilio.
Todo eso contribuyó al encarnizamiento de las FARC y al endurecimiento salvaje de sus métodos. Pero lo que resulta indiscutible es que la llamada democracia colombiana no tolera que la izquierda crezca bajo su sombra.
De resultas de lo cual puede decirse que las FARC no son un accidente surgido de la intolerancia sino una consecuencia inevitable de las políticas de exterminio que la derecha colombiana, ahora con Uribe a la cabeza, ha practicado desde siempre.
Nadie le dijo a Uribe que tiene las manos manchadas de sangre. Ni que su segunda reelección es abiertamente tramposa. Desde esa perspectiva, la reunión fue una expresión de delicadísima diplomacia regional.
Lo que sí le pidieron fue que garantizara que las bases estadounidenses que tolerará serán para “uso doméstico” y que no amenazarán a ningún país vecino.
Pero lo cierto es que esa garantía sólo la podría ofrecer el presidente Barack Obama. Y, hasta donde sabemos, el señor Obama todavía no se ha integrado a la Unasur.
Lo del narcotráfico pareció, más que nunca, un pretexto para que el ojo del águila americana nos mire a su gusto desde sus aviones y parafernalias electrónicas. El secretismo en relación al acuerdo Obama-Uribe no hace sino acrecentar sospechas.
Colombia es un ensayo de Israel latinoamericano. Y Chávez, Correa y Morales son el islamismo a abatir.
¿Y el Perú? Bueno, nosotros, gracias al doctor García, somos tan irrelevantes como Jordania.

viernes, 28 de agosto de 2009

Envidia

La envidia es un emblema nacional.
Aquí se envidia hasta lo inferior.
La envidia es la dentellada de lo que no pudimos ser, de lo que no supimos hacer, de lo que no logramos tener.
Hay una envidia que la prosperidad borra. Es la envidia vulgar de las cosas. Se soluciona con una tinka bien ganada y es la menor, aunque la más extendida, de las envidias.
Pero la envidia sin remedio es la que odia lo que jamás se podrá tener o imitar. Es el retortijón de la impotencia convertido en punzada crónica. Es la punzada con cara de crítico literario.
Porque los críticos son, por lo general, hijos de la envidia y hermanos de la consolación. Y huerfanitos de todo lo pensable.
A mí me ha fascinado siempre imaginar las tuberías de la envidia: su aliento a cebolla hervida, su tripa sinfónica, sus ojos de vidrio, sus ruidos de acecho.
Cómo envidian a Vargas Llosa los que no podrían llevarle ni el maletín con los manuscritos. Y cómo esa medianía cenicienta se alaba entre sí, en el reino de los tuertos y en el país donde el último libro más vendido de la feria ha sido el de Aldo Miyashiro.
Cómo envidiaron a González Prada los cobardes. Cómo envidiaron a Moro o a Rose los patealatas de la poesía. Claro, Moro y Rose manejaban el torpedo de Fangio mientras ellos tropezaban con sus pasadores.
Cómo, en el fondo, don Miguel Grau Seminario es institución venerada y, simultáneamente, incomodidad. Porque nos recuerda la sangre de orchata, la criollada evasiva, el chicheñó, la fuga del tondero.
Siempre creí que lo que más envidió Pinochet era la muerte con honor de Allende. Pinochet terminó como un viejo olvidadizo y vastamente asesino. Allende será recordado, siempre, como un hombre de palabra.
Bien visto, el capitalismo es el sistema en el que mejor crece la puya de la envidia.
Porque el combustible del capitalismo es la frustración. La real y la inventada. La que padecemos de verdad y las que nos hace padecer la publicidad.
El capitalismo no es sólo un sistema. Es también un metabolismo de la fiereza. No corrige lo menos diurno del hombre sino que le aplaude los instintos más asesinos y el egoísmo más neanderthal.
La envidia es una contribución peruano-peninsular a ese puchero amargo que nos tensa cada día recordándonos que el espíritu no está de moda, que la cultura es prescindible, que el buen gusto no existe, que el tumulto es altar y que somos, antes que nada, consumidores.
Y a consumir se ha dicho. Y a envidiar también, que la máquina no puede parar.

jueves, 27 de agosto de 2009

Mitos sobre Ted Kennedy

Ha muerto Ted Kennedy y ahora, vestido de difunto, parece un héroe del Partido Demócrata.
La verdad es que el señor Kennedy no fue ningún héroe y, además, resulta soberanamente cierto que, como decía Borges, la muerte no mejora tanto a las personas.
Ted fue lo que quedó del clan Kennedy tras el asesinato sucesivo de John y Robert y su larga carrera como senador demostró que el imperio estadounidense puede acoger a románticos y contestatarios y usarlos como coartada.
Porque eso fue Ted en realidad: una coartada de ese bipartidismo que piensa igual cuando de los grandes temas se trata. El Senado podía decir: “tenemos a un Kennedy liberal”. Pero debía añadir: “Los liberales son necesarios mientras no estén en el poder”.
Al liberal John Kennedy, por ejemplo, lo mató una mano negra que lo empezó a ver como un obstáculo para los planes de esa trama corporativa y militar que pone y quita (y mata) a los presidentes de los Estados Unidos.
¿No había acaso Kennedy abortado la invasión a Cuba negándose a un apoyo aéreo que hubiera resultado decisivo? ¿No se había hecho el remolón para la ejecución del llamado Plan Mangosta, que consistía en una invasión en forma a la isla de Castro usando como pretexto una “provocación” armada por la CIA en aguas próximas a Guantánamo? ¿No había cedido ante Kruschev prometiendo no invadir Cuba y retirando misiles balísticos de Turquía? ¿No se oponía a la escalada sin límites de la guerra de Vietnam?
La derecha estadounidense celebró la muerte de Kennedy mientras lloraba sus lágrimas de cocodrilo en el cementerio de Arlington.
Lo que no sabía esa derecha es que detrás de John venía Robert, que había sido fiscal general, que odiaba a J. Edgar Hoover, que despreciaba a Johnson y que podía ser un peligro para la ortodoxia brutal del Pentágono.
Pues entonces se encargaron de Robert en la cocina de un hotel. Y el FBI volvió a pedir disculpas por su descuido aquel 6 de junio de 1968.
El 4 de abril de ese mismo año la derecha se había librado del hombre que más temía. Martin Luther King, el negro más brillante y carismático del siglo XX estadounidense, había recibido un disparo mortal en un hotel de Memphis. Fue un año de grandes cosechas para los hombres que izaron a Nixon al poder. Nixon sí que era de los suyos.
Y, entonces, quedó Edward Moore Kennedy, abreviado como Ted Kennedy para la mercadotecnia.
Pero cuando todos pensaban que Ted iba a ser el sucesor del rey león y el candidato invencible, sucedió, en 1969, lo del lago Chappaquiddick.
Tras una fiesta, al senador no se le ocurrió nada mejor que subirse al carro acompañado de Mary Jo Kopechne, que era ayudante en su oficina senatorial. El auto, conducido por Kennedy, quebró las defensas de un puente y cayó al lago Chappaquiddick, en Massachussetts. Mary Jo murió ahogada. El senador se salvó nadando a solas. Y avisó a la policía con seis horas de retraso para que el alcohol de la fiesta se le evaporara de las venas.
Allí se terminaron sus aspiraciones presidenciales. Sin embargo, creyendo que el apellido lo amnistiaría, el buen Ted le hizo la vida imposible a Jimmy Carter, el único presidente decente que tuvo los Estados Unidos en las últimas décadas. Al final, no obtuvo la candidatura demócrata pero sí debilitó lo suficientemente a Carter como para que Ronald Reagan lo aplastara y ensuciara de modo indeleble la irónica Casa Blanca.
De modo que Ted se convirtió en senador de antemano y en cabildero vitalicio por decisión de sus votantes y porque su progresía retórica amenizaba los debates. Su discurso en contra de la guerra de Irak, por ejemplo, alcanzó cotas de brillantez. Al final, sin embargo, la votación aplastante del patriotismo en versión Bush puso las cosas en su sitio. Y fueron a la guerra para apoderarse para siempre del petróleo iraquí.
Llegó a ser tan divertido y tan inofensivo Ted Kennedy que hasta los republicanos hablaban bien de él. Y terminó siendo tan funcional al sistema que hasta la Fox, que es como la CNN dirigida por Capone, ha lamentado su pérdida. Con lágrimas de cocodrilo por supuesto.

miércoles, 26 de agosto de 2009

74 a 9

En Puno, la gripe AH1N1 ha matado a nueve personas en lo que va de este invierno. Pero durante este mismo periodo la neumonía ya ha fulminado –sigo hablando de Puno- a 74 niños menores de cinco años.
Por lo tanto: Gripe AH1N1 9-Neumonía 74. Es la goleada mortal más abultada de los últimos tiempos.
Y a esto habría que añadir que más de la mitad de las muertes causadas en Puno por el virus de la gripe porcina corresponde a niños. La última de estas víctimas, por ejemplo, era una niña de dos años y ocho meses que no pudo ser salvada en el hospital Carlos Monge.
De modo que hablar de 74 a 9 resulta no sólo idiotamente frívolo sino también inexacto.
Es cierto que la mortalidad infantil ha descendido lentamente en el Perú. Pero aun ahora, después de estos años de bonanza minera y agroexportadora, seguimos siendo un país con cuatro veces más muertes infantiles que las que ocurren en los países desarrollados.
Los números no mienten: 6 infantes de cada mil en el primer mundo, 21 por cada mil en el Perú.
Y, claro, decir 21 muertes por cada cien mil es un espejismo estadístico. Porque ese promedio funde las cifras de Lima y las ciudades de la costa mejor atendidas por la salud pública con el pavor del mapa de la extrema pobreza.
En la raíz de esas muertes evitables está la pobreza. Y la hija mayor de la pobreza, que es la desnutrición. Las cifras dadas a conocer por la Unicef en el 2008 señalan que en el Perú, tras la lluvia de millones de todas las yanacochas reunidas, 27 de cada 100 niños menores de cinco años padece de desnutrición crónica.
Esta es otra deformación de la síntesis. Porque en Huancavelica esa hambre a tiempo completo llega al 49 por ciento de los niños menores de cinco años. Y en doce de las veinticuatro regiones del país la desnutrición infantil llega al 30 por ciento.
Lo más decidor es que la estadística de desnutrición se ha mantenido constante en los últimos diez años. No lo digo yo. Lo dijo el año pasado en Lima, discretamente, Nils Kastber, director regional de la Unicef para Latinoamérica y el Caribe.
-Claro –dirá alguno-, pero lo que no dice el columnista criticón es que la tasa internacional de mortalidad infantil es de 68 niños por cada mil nacimientos.
Y eso es cierto. Y también podríamos decir que, a cifras del 2008, hay 148 millones de niños con hambre en el Tercer Mundo. Y que en Sierra Leona la tasa de mortalidad infantil es de 262 por mil. Y que cada 24 horas mueren, de infecciones prevenibles y diarreas evitables, 25,206 niños (1,050 por hora).
Sí, todo eso es cierto. Pero no sólo está aquello de que a mal de muchos consuelo de tontos. Es que cuando hablo de Puno hablo del mundo. Porque no somos globales porque la Coca Cola se venda en todas partes ni porque las fusiones corporativas sin nacionalidad prosperen.
Tendremos que ser globales en la solidaridad, en los valores, en el sufrimiento de los otros.
Hemos avanzado (en el 1996 de Fujimori la mortalidad infantil peruana era de 43 por cada mil). Pero no hemos avanzado tanto como fingimos creer. Avanzaríamos mucho más si la política y la justicia social se reconciliaran y la economía y la redistribución dejaran de ser tan enemigas. En suma, si la neumonía infantil de Puno nos arrancara una lágrima.

martes, 25 de agosto de 2009

Tumbas reales

Lo que voy a contar es real. Está sucediendo. Así, gerundialmente. Y demuestra hasta qué mundo el mono humano ha cavado para encontrarse con su imbecilidad más pura.
Sucede que en 1986 Richard Poncher, de 81 años y muerto de muerte natural, fue enterrado en el cementerio Westwood Village Memorial Park, en Los Angeles, en una tumba contigua –y hasta en un nivel más alto- a la de Marilyn Monroe.
Poncher, un mafioso con algún éxito en Chicago, había adquirido, en 1954, esa última residencia en la tierra de manos del beisbolista Joe di Maggio, quien fue uno de los maridos de la actriz.
Lo que está pasando ahora es que Elsie Poncher, la muy longeva viuda de Richard Poncher, atraviesa por algunas dificultades económicas.
Y no ha tenido mejor idea que rematar a través del Internet la tumba de su marido.
De modo que ha puesto un aviso en el sitio de las subastas más famoso de la red y, según un despacho de la agencia France Presse, ya ha conseguido en eBay una oferta mayúscula de cuatro millones y seiscientos mil dólares.
Más de cuatro y medio millones de dólares para adquirir el derecho de pudrirse cerca de lo que quede de Marilyn Monroe, que fue enterrada allí el 6 de agosto de 1962 luego de suicidarse con una dosis colosal de tranquilizantes.
Para llegar a la suma que terminará por aceptar seguramente, la viuda Poncher fue animando a los 18 postores interesados.
Ninguno de ellos, por supuesto, le preguntó si no sentía algún remordimiento por desalojar de modo tan póstumo e incontestable al que fuera su marido.
En estos tiempos palabras como culpa, escrúpulos o delicadeza parecen no sólo anacrónicas sino también ridículas.
Y la señora Poncher hace tiempo que dejó de tener finezas para con el hombre que, sin duda, debió de odiar a todas las horas de todos los días de no sé cuántos años.
Porque la señora Poncher, según ha confesado a Los Angeles Times, enterró a su marido boca abajo para que molestara menos (o para que mordiera el polvo de la derrota con más rapidez que el común de los mortales, no está muy claro).
Y ahora lo desahucia y lo arroja del mausoleo que el mafioso creyó búnker eterno. Porque las deudas apremian y la casa de Beverly Hills, donde ella también habrá de morir, demanda gastos que no puede cubrir.
¿Qué es más sórdido en todo esto? ¿La trémula codicia de la vieja señora Poncher o el pago millonario por ser enterrado casi encima de Marilyn Monroe? Que Jorge Bruce diga algo, por favor.
En todo caso, la mala racha de Marilyn Monroe no cesa. Porque otro de sus vecinos cadavéricos será Hugh Hefner, el propietario de “Playboy”, quien compró la tumba que da al otro lado en 1992 y al despreciable precio de 75,000 dólares.
Algunos dicen que Hefner piensa hacer en “la otra vida” lo que no pudo hacer en esta: estar cerca de esa niña adorable que Hollywood convirtió en desdichada y los Kennedy en promiscua. Y que, como recordaba Cardenal en ese poema famoso, se murió llamando por teléfono a alguien que no podía contestarle.

domingo, 23 de agosto de 2009

Familia muy normal

La madre practicaba brujerías negras y creía en las adivinaciones. El padre era un ausente hostil y despreciado. El hermano y la hermana pertenecían a las minorías sexuales.
A pesar de que la madre se aplicaba a sortilegios de lo más góticos no hubo chamán ni síquica que le avisara que una noche del año 2006 alguien entraría a su casa, se deslizaría hasta su dormitorio, lucharía brevemente con ella y terminaría estrangulándola.
En los forcejeos, las enormes uñas de acrílico de la madre se quedarían con restos de piel y sangre de quien la asesinó.
Fue el mayordomo de todos los días quien entró a su habitación a las 7 de la mañana del martes 15 de agosto del año 2006. Encontró a su patrona tirada en el piso, al lado de la cama, con los labios amoratados y el pijama salpicado de sangre, tan muerta que no cabía duda.
Cuando llegó la policía lo primero que se descubrió fue que el asesinato no había tenido el robo como móvil: las joyas de la señora, abundantes y variadas, estaban en su lugar. Lo único valioso que había desaparecido era una laptop.
Los agentes tampoco tardaron en descubrir una marca circular y violácea en el cuello de la mujer, peleada hacía muchos años con su padre por razones de dinero y disputas sobre sus disposiciones testamentarias. La marca correspondía al cable de una computadora.
La policía encontró, significativamente, que una puerta que da el garaje de esa casa de Paul Harris, en San Isidro, había amanecido sin seguro. ¿No era que el mayordomo cerraba todas las puertas antes de irse a dormir?
No sólo eso: el visor de la puerta del garaje tenía la rejilla corrida. No parecía haber dudas: la víctima conocía a su verdugo y lo había hecho entrar por la puerta más discreta de la casa.
Esa hipótesis parecía confirmada porque la perra de raza maltesa que dormía con la víctima, siempre dispuesta a hacerse oír si veía a un extraño, no había ladrado.
Por lo menos eso fue lo que dijeron el mayordomo y los dos hijos, de 17 y 18 años, hombre y mujer, de la víctima. Los muchachos tenían sus dormitorios en el segundo piso y ninguno declaró haber oído algo inusual.
En el año 2002 el padre de la asesinada había cambiado su testamento, determinando que no sería su hija sino su nieta quien debía recibir la propiedad de esa casa de la calle Paul Harris, el 33,33 por ciento de las cuentas (estimadas en dos y medio millones de dólares) y el paquete mayoritario de la empresa inmobiliaria familiar.
Un año después de ese cambio en el testamento, el testador murió. De modo que, cuando el crimen ocurrió, la hija de la víctima, una chica de nombre Eva Bracamonte, era la dueña de la casa y la más afortunada de la familia. Es más, la interfecta madre, que conservaba apenas el puesto de gerente general de la inmobiliaria heredada, resultó siendo empleada de su hija.
De modo que la policía descartó rápidamente a Eva y a Ariel, los hijos de la señora Fefer, como sospechosos. No sólo es que eran muy jóvenes y carecían de motivo. Es que, según el testimonio de las amigas que llegaron a la casa aquella mañana, parecían devastados con lo sucedido.
Quizá en un primer momento no fue demasiado notorio que en la habitación de la señora Fefer había una especie de altar con una bandeja. Sobre ésta la policía encontró una figura cerámica de Merlín, unas fotos manchadas de sangre, un cuerno renegrido por la quemazón y algunas pequeñeces que parecían amuletos: una llave antigua, una botella azul, una caparazón pequeña.
Al costado de todo esto estaban las fotos de dos secretarios de un juzgado que se habían atrevido a denunciar a su superior, la jueza Ana Espinoza Sánchez, por la aparente benevolencia con la que la magistrada trataba al narcotraficante israelí Zeev Chen, descubierto en Lima en una operación en la que la DEA fue protagónica.
La policía encontró que la jueza Espinoza y la señora Fefer eran amigas. Las fotos de quienes habían sepultado la carrera de la jueza parecían ser parte de un ritual con el que la señora Fefer pretendía dañar a los enemigos de su protegida.
Nadie imaginó, en aquel momento, que, tres años después del crimen, un sicario colombiano encarcelado en Argentina por otro asesinato diría, aparentemente, que fue la hija de Myriam Fefer quien le pagó para que la asesinara.
Y nadie pudo adivinar que después de esa supuesta revelación -no confirmada ante ninguna autoridad judicial- desfilarían por todas las televisiones y las radios imaginables de Lima el hermano de Eva y el padre de Eva diciendo ambos, a dúo canibalístico, en plena armonía fratricida y filicida respectivamente, que sí, que era no sólo posible sino probablemente cierto que, en efecto, Eva hubiese contratado a un mercenario delivery para deshacerse de su propia madre. Tan mala era ella y tan buenos y livianos de culpa resultaban ellos.
Familia muy normal.

sábado, 22 de agosto de 2009

¿García es envidiable?

El doctor García pierde el control en público. Su salud, fatalmente, resulta un asunto de Estado.
Ayer, hecho una furia, ha dicho que quienes lo critican “tienen el alma carcomida por la envidia”.
El despacho de la agencia Europa Press ha puesto esas palabras a circular por todo el mundo. Claro, para Europa Press es noticia que un presidente de la república derrape en esa rabia.
No es la primera vez que el doctor García tilda de envidiosos a sus oponentes (o sea, al 67 por ciento de los peruanos, según todas las encuestas de nivel nacional).
En los días remotos en los que fuimos cercanos –antes de que él se hiciera esplendorosamente rico- el doctor García solía deslizar la idea de que los políticos de su generación (la nuestra) lo envidiaban a más no poder y le mordían los tobillos y le escupían el estofado de pura impotencia.
Y quizá en esos tiempos el doctor García no andaba descaminado. Era cierto que sus dotes de líder y la velocidad de su ascenso provocaban más de un retortijón de tripas entre sus coetáneos.
Inclusive en el Apra se hizo práctica corriente ponerle zancadillas a García, hablar a sus espaldas y roer su fama.
Para decirlo con todas sus letras: García era una figura envidiable en esos tiempos. Elocuente como Castelar, radical como González Prada, deseoso de un cambio en democracia como el Gaitán que el crimen se llevó, García era, además, extraordinariamente joven para sus logros, majestuosamente alto para sus pares y groseramente más inteligente que la generación política que lo precedía.
No es necesario explicar en detalle por qué esa envidia no es repetible ahora y por qué ahora evocarla resulta suicida.
Resumiendo con la mayor delicadeza posible: Castelar se ha ido y en su lugar un Perón de montaña habla en las inauguraciones. González Prada ha sido recluido en un asilo y hay un chocho con la cara de Ravines que da consejos de cocina. Y la sombra de Gaitán se ha esfumado. Un Uribe en inglés lo ha reemplazado.
A todos nos cae el tiempo como un martillo hidráulico. Pero a los que envejecen siendo lo que no quisieron ser y aceptando hacer lo que juraron no harían les pasa algo peor. Eso peor está en la cara actual del doctor García y en sus gritos de envidiado imaginario.
¿Envidiar a quien, en nombre del realismo conservador, arrió todas sus banderas? ¿Envidiar su 27 por ciento de aprobación?
Desde luego que alguien podrá preguntarnos si no son dignos de envidia su fortuna, su departamento parisino, sus poderes diurnos, sus derechos nocturnos.
Y creo que aun en ese caso la respuesta es no. Porque los envidiosos, en todo caso, apuntan siempre, con su garra inmunda, a la felicidad del otro. Y a estas alturas yo no creo que el doctor García sea especialmente feliz.

viernes, 21 de agosto de 2009

Mancha de partidos

Qué grande es la política peruana.
Dice la ONPE que en los dos últimos años se han vendido más de 200 kits para inscribir partidos.
El Partido de Fonavistas, por ejemplo, ya dio el paso siguiente: presentar las firmas de adherentes para obtener su registro. Me imagino que seguirán su ejemplo el Partido Pensionista, el Frente Unido de Transportistas y la Unión de Bosquistas de Pómac.
Otro caso es el de JUSTE –Justicia, Tecnología, Ecología-, que está en pleno proceso de formalizarse.
Pero a mí la que me fascina es esa ocurrencia llamada “Partido Manpista del Perú”.
Los aburridos dicen que manpista es un derivado remoto del llamado Movimiento de Acción Nacionalista Peruano (Manpe), una esotérica secta fundada dizque en los años 50 por peruanos radicados en Argentina.
Eso dirán los aburridos. Me place pensar que los manpistas competirán, en el 2011, plaza por plaza y villorrio por villorio, con los vampiristas, los cojudistas, los estilistas, los comunistas y los pipistrélicos.
Y sueño con que de esa batalla campal y democrática surja un gobierno orinista (u onirista) que haga chorrear la bonanza para abajo y no sólo para arriba.
Con los keikistas de un lado y los cuchincistas del otro (o sea del mismo), las elecciones del 2011 verán a un ejército de angurrientos disputarse la atención de la tele, los tugurios del dial y, sobre todo, los cupos de financiamiento que algunos empresarios desparraman por si acaso. Porque el negocio es competir.
Es que si Castañeda es líder y Miró Ruiz congresista y Varguitas vocero de bancada, ¿por qué diablos las barras bravas de la muchedumbre no pueden aspirar a entrar a la política por las cañerías de la Onpe?
¡Doscientos formularios de inscripción vendidos!
¿Y cuántos partidos llegarán a inscribirse? ¿Treinta? ¿Cuarenta? Modestamente, ¿veinticinco? Será difícil que algún país subsahariano nos iguale en esto de la democracia cuantitativa, el business del partido propio y la mandrágora de la demagogia.
En el Perú la política, por lo general, se ha convertido en el premio consuelo de la estupidez. Si en todo te ha ido mal, si tu vida se parece a una maleta vacía y eres un personero del fracaso, siempre podrás ir a la Onpe, comprar tu kit, llenarlo con firmas de otros sonámbulos e inscribirte. Con lo que en tu hoja de vida resplandecerá el renglón de “ex candidato a la presidencia de la república”, que es una profesión que no se estudia pero que rinde y suena.
Hay una relación inversamente proporcional entre la seriedad de una sociedad y el número de sus constituciones, leyes o partidos.
Desde ese punto de vista, nuestras constituciones proliferantes (hay una que fue llamada vitalicia y tuvo una vigencia de 49 días), nuestras leyes que se cuentan por miles y nuestros partidos hormigueantes nos convierten en un país abiertamente cómico.
Lo serio es que ese hacinamiento de siglas y vanidades expresa el fracaso del consenso y la crisis de la institucionalidad. Nos falta un proyecto nacional capaz de entusiasmar casi a todos. Nos sobran egos de pacotilla.

jueves, 20 de agosto de 2009

Pescado podrido en Paita

Cómo olerá a pescado podrido lo de la concesión del terminal portuario de Paita, que el mismísimo congresista Luis Negreiros Criado, aprista de los honrados e hijo de un mártir asesinado por una dictadura derechista que hoy aplaudiría al doctor García, ha tenido que mandarle un oficio al ministro de Transportes y Comunicaciones expresando sus sospechas, su desazón y su estupor.
El oficio tiene fecha 12 de agosto del 2009 y no deja lugar a dudas respecto de la ilegalidad de la medida, de la festinación de los trámites, del hedor que despide toda esa operación apadrinada por el señor Cornejo, el hombre que dirigiera, en los tiempos de Ali Babá, la cueva mágica del ICE (Instituto de Comercio Exterior), donde todas las vacas lecheras decían mmmmuuuucccc mientras las ordeñaban.
Cito textualmente un párrafo del oficio de Luis Negreiros al ministro de Transportes:
“Sin embargo, con la expedición del Decreto Supremo 032-2009-MTC es posible comprender que la posición de su Ministerio y de las entidades que han tenido participación en la decisión de aprobar el Contrato de Concesión...asumirán su respectiva responsabilidad ante el País por el perjuicio que sufrirían los intereses del Estado...y particularmente por el maltrato de las normas legales antes señaladas, asunto éste al que limitaré mis comentarios por la presente comunicación, antes que asumir un silencio que me haría culpable y partícipe de la inconstitucionalidad e ilegalidad derivadas de que se vaya a perpetrar una acción criticada por la mayoría de los peruanos...”
Más allá del estilo pedregoso y obreril, hay que decir que Negreiros sigue siendo aprista. Es más: es uno de los pocos apristas que sobreviven, dignísimos y ninguneados, en esa célula parlamentaria dispuesta a ser el felpudo del doctor García. Y precisamente como aprista es que se dirige al ministro Cornejo.
Porque lo de Paita es de juzgado de guardia. Y los que están en esa danza, empezando por la ugly people de Proinversión, irán desfilando por el ministerio público cuando este régimen termine y el cielo escampe.
Negreiros Criado se escandaliza, con toda razón, al enterarse de que el Ingreso Mínimo Anual Garantizado (IMAG) para los compradores de Paita –un consorcio de capitales privados portugueses y chilenos- llega a los 14 millones de dólares anuales, lo que, multiplicado por los 15 años del acuerdo, se estira a la increíble cifra de 210 millones de dólares.
No sólo rematamos a precio de ganga el puerto de Paita. Encima le asignamos a sus compradores una anualidad de 14 millones de dólares. De 14 millones de dólares anuales durante quince años consecutivos. ¡No vaya a ser que les vaya mal!
Aquí sí que no funciona ni Friedman, ni el mercado, ni el liberalismo. ¡Es el reino de Caco! ¡Es Tatanlandia! ¡Es la montaña rusa de la mafia chechena!
Y así, de paso, estos rematadores de bienes ajenos hunden a Enapu, una empresa nacional a la que le ha ido bien cuando no le han puesto trabas ni le han saboteado inversiones.
El contrato de esta concesión de postor único, además, no ha sido publicado en “El Peruano” (lo que lo convierte en inexistente) ni ha cumplido, según señala Negreiros, “con la condición indispensable de contar con el Informe Previo de la Contraloría General de la República..., lo que significa haber incurrido en la nulidad absoluta del acto jurídico”.
Es decir, un faenón de verdad. No sé si alcanzará para comprarse un pisito en París, pero para eso están, por si hagan falta, las licitaciones que se vienen, las concesiones que se traman, los postores que se conversan, las comisiones que no pueden regatearse, los taboadas de la imaginación, los 26 mil millones de inversión pública “que es un deber gastar” y los proyectos de ley para que la prensa entrometida deje de joder.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Atentado contra la prensa

Mercedes Cabanillas está muy interesada en amedrentar a la prensa y vengarse de ella por todo lo dicho y escrito en torno a la tragedia de Bagua, tragedia en dos actos de la que ella fue autora, promotora e intérprete (en el papel de La Irresponsable).
Bagua es su sombra. Treinta y cuatro cadáveres la persiguen despidiendo briznas y musgos en su carrera. No es el “Thriller” de Jackson: es la danza macabra de la curva del diablo y el ballet esquelético de la Sexta Estación.
Y como la señora está enloqueciendo, entonces presenta su proyecto.
Quiere cambiar las leyes vigentes, que ya castigan el delito cometido a través de la prensa, para incluir a las empresas como terceras civilmente responsables. Con Vega Vega en la Corte Superior y una judicatura ampliamente maleable, el proyecto promete ser un misil en el blanco de la libertad de expresión.
Ahora bien, como la señora Cabanillas se está reconstruyendo y no da puntada sin nudo ni paso sin permiso parece claro que ese proyecto ha sido presentado con el pláceme de Alan García, que en privado culpa a la prensa de su desfalleciente popularidad.
La procedencia palaciega del proyecto estaría probada, además, por el hecho de que hace algunas semanas quien lo presentó fue José Vargas, que es algo así como el Joe Pesci del aprismo en trance de grupo ejecutor. O sea que Pesci, quiero decir Vargas, jamás presenta algo suyo sino que es el mandadero de Palacio y el matón de “Casino”.
El proyecto se las trae. No sólo incluye a las empresas en los juicios por injuria o difamación –un modo eficaz de asustar a los directores y propietarios de medios- sino que modifica el artículo 132 del Código Penal estirando la jurisdicción de la ley a cuanto blog o twitter pueda uno imaginar.
Un partido cuyo lema fue (y es) “sólo el aprismo salvará al Perú” viene de estirpe autoritaria. Con el proyecto García-Cabanillas el Apra vuelve a lo que “La Tribuna” llamaría “sus prístinos orígenes”. Ya no es época de matar a periodistas, por supuesto. Pero siempre se los puede amedrentar.
Si el proyecto prospera será porque cuenta con el respaldo del Congreso, esa colección –salvo muy honrosas excepciones- de apopléjicos en curso y propietarios de los rabos de paja más extensos de esta comarca. Será entonces –si se aprueba- un gesto de la clase política congresal en contra de la libertad de expresión.
Y el proyecto habla del perentorio derecho de rectificación (que ya existe y está reglamentado) aludiendo, según Andina, a quienes se sientan afectados por “informaciones inexactas o agraviantes”.
Así que veamos.
¿Es inexacto o es agraviante decir que el presidente de la República miente cuando inaugura hospitales inexistentes?
¿Es inexacto o es agraviante decir que Mercedes Cabanillas es la responsable de 34 muertes que pudieron evitarse?
¿Es inexacto o es agraviante decir que el Apra nunca muere y que a más calumnias, más aprismo?
Tanto que hablan de Chávez. Lo que García quiere es ser Uribe a la hora de las repartijas y Chávez a la hora de la prensa. Veremos si el Congreso se lo tolera.

martes, 18 de agosto de 2009

La hija del ladrón

El Perú tiene varias marcas mundiales en su haber.
La marca mundial del narcisismo idiota –categoría pecho y espalda, nado sincronizado, estilo mariposa-, por ejemplo. Narcisismo idiota que se expresa en la frase “Dios es peruano”, o en la creencia de que nuestra comida es insuperable, nuestros paisajes son únicos y nuestro folclore no tiene pares.
Los peruanos somos como los brasileños. Lo único que nos diferencia es que no hemos ganado cinco veces el campeonato mundial de fútbol ni hemos tenido a Ayrton Senna –para no hablar de la industria aeronáutica brasileña, del tamaño de su PBI y de las cualidades humanas y éticas de Lula-.
Lo curioso es que si un observador imparcial llegara a estas tierras y preguntara a la gente –la gente de este gran pueblo que se supone que somos- por quién votaría en las próximas elecciones, 22 por ciento de los que contestaran dirían: “Keiko Fujimori”. Y entonces ese observador se caería de espaldas.
Porque Keiko Fujimori Higuchi es hija del delincuente convicto Alberto Fujimori Fujimori -alias Kenya Fujimori, alias Presidente de la República, alias Pacificador y alias Su Excelencia-, merecedor de tres condenas que suman 38 años de carcelería efectiva.
Este ladrón que robaba en sacos, este asesino que empleaba armas del Estado, este peruano que se hizo japonés para eludir la justicia, este japonés que fingió ser peruano para gobernar, este cónyuge que encerró a su cónyuge cuando ésta lo denunció por robar donaciones japonesas, este resumen de todas las taras yakuzo-peruvianas que uno puede imaginar, es el padre de quien se perfila como la próxima mandataria de la nación (así, todo con minúsculas).
Y no es que la señora Keiko haya huido de su ADN ni de la maldición de la herencia. Porque la señorita Keiko estudió en Boston con dinero robado por su padre, felonía que ejecutaba Vladimiro Montesinos pero que mandaba hacer el propio Alberto Fujimori.
Y eso sería una mancha muy fea en cualquier país donde la decencia fuera un requisito para entrar a política.
No es una mancha, sin embargo, en el Perú. Porque en este país, de aparente enorme ego, se tolera todo.
Se tolera, por ejemplo, que el programa político de la señora Keiko se resuma en este grito clanesco: “¡indulto para mi papá!” (con lo que el Perú no tendrá una presidenta sino una alcaide y seremos, por fin, lo que Saravá siempre soñó que fuéramos: un vasto Lurigancho).
Porque si Dios es peruano, como dicen los huachafos, entonces Satanás también pasó por la Reniec.

lunes, 17 de agosto de 2009

Volvemos mañana

"César Hildebrandt. Blogger" regresa mañana al mundo blogger dado que, según lo anunciado, César Hildebrandt retornaría a las páginas de "La Primera".
Lamentablemente y por motivos personales, vinculados a la bloggera a cargo de este blog, en retorno de "César Hildebrandt. Blogger" quizá sea sólo temporal y por un periodo muy breve.
Aguardaremos a los movimientos de los hilos de la vida y del destino.

Gracias.

martes, 4 de agosto de 2009

Gracias a todos

"César Hildebrandt. Blogger", blog EXTRAOFICIAL del periodista César Hildebrandt, agradece a todos los lectores que hasta hoy siguieron las columnas del destacado comunicador a través de este blog.
Todo indica que César Hildebrandt habría renunciado a "La Primera" tras ser censurada la columna de Ricardo Letts Colmenares, así lo dejó a entender el periodista y conductor de "Hildebrandt a las 10" la noche de ayer. Esperaremos que en el trascurso de las horas se confirme o descarte esta noticia.
"César Hildebrandt. Blogger" ACLARA no estar manifestando la postura de César Hildebrandt ni la de ninguna otra persona. Queremos aclarar este tema ya que hace unos meses, de forma malintencionada, un sinvergüenza bloggero intentó descalificarnos y generarnos problemas con el entonces conductor de "El perro del Hortelano".

Gracias.

Publicación independiente. No vinculada a César Hildebrandt.

lunes, 3 de agosto de 2009

Honduras: incrementar las sanciones y el aislamiento

Por Manuel Rodríguez Cuadros

No obstante la suspensión decretada por la OEA y las medidas de aislamiento político y diplomático adoptadas por Washington, la Unión Europea y algunos países latinoamericanos, el régimen ilegítimo conducido por Roberto Micheletti continúa ejerciendo el poder en Honduras. La estrategia del golpismo es simple: resistir la presión internacional hasta el mes de noviembre en que están programadas las elecciones generales; efectuarlas en un marco restrictivo y asegurar la elección de un nuevo gobierno que de alguna manera sea la continuidad “constitucional” del golpe militar.
Algunos analistas han querido justificar el golpe hondureño aduciendo que el gobierno de Zelaya estaba en un proceso de afectación progresiva de la institucionalidad democrática, para afianzarse en el poder a través de la reelección. Este enfoque es equivocado y no es democrático. Retrotrae el debate político latinoamericano a las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado, donde la democracia se supeditaba a la voluntad política de los golpistas y se justificaban los regimenes de facto “en defensa de la democracia” . Cualquier alteración de la institucionalidad democrática en Honduras, si la hubo, debió combatirse dentro de la democracia y utilizando la propia Carta Democrática Interamericana que prevé esas hipótesis “blandas” del golpismo.
La democracia como única expresión legítima del ejercicio del poder político, las libertades y el respeto a los derechos humanos jamás se deben supeditar a intereses ideológicos o económicos. La historia de los miles de latinoamericanos asesinados, desaparecidos y torturados en la década de los setenta, ha sido el producto macabro de subordinar la institucionalidad democrática y los valores permanentes de la libertad y la dignidad humana a las ideologías de “salvación” del orden y el statu quo.
La democracia es un bien jurídico protegido. Se defiende independientemente de la ideología u orientación política del gobierno afectado o del poder de facto instaurado. Ello explica la extensa coalición de países e intereses que a nivel regional y mundial han condenado el golpe y actúan para obtener la restitución del gobierno legítimo del presidente Zelaya. No obstante, las acciones adoptadas se han mostrado insuficientes. Luego del fracaso de la mediación del presidente Arias, es urgente la convocatoria de una reunión de cancilleres en la OEA, para decidir medidas de sanción y presión más eficaces al amparo de la Carta Democrática Interamericana.
La Carta es un instrumento efectivo. Legitima la acción de los estados, no la decide. Esta es competencia de los gobiernos. En ese ejercicio responsable, el gobierno peruano debe retirar de inmediato a su embajador en Tegucigalpa. Es inexplicable que hasta ahora no se haya adoptado esta decisión. Y la OEA debe decidir sanciones de mayor envergadura, incluidas la suspensión inmediata de las exportaciones e importaciones desde y hacia Honduras.

domingo, 2 de agosto de 2009

Derechos de autor

Un jurado de los Estados Unidos ha condenado al estudiante Joel Tennenbaum a pagar 675,000 dólares a cuatro casas discográficas que él pirateó desde la Red.
Tennenbaum se declarará en bancarrota para no pagar y el juicio será un proceso interminable.
Los sellos discográficos no tienen apuro en cobrarle a Tennenbaum, estudiante de 25 años y residente en Boston.
Lo que querían era que se enviara un mensaje policiaco-judicial a los que, como Tennenbaum, descargan música no para sí sino para “distribuir”, como si de un regalo se tratara, entre sus amigos.
Hace pocas semanas las disqueras habían obtenido su primer triunfo cuando un jurado federal de Minneapolis dictaminó que una mujer, que había trasegado música bajada del Internet, debía pagar dos millones de dólares como indemnización por un delito en contra de los derechos comerciales de terceros.
Aquí hay una discusión muy animada y aleccionadora sobre el asunto de los derechos de autor.
Por un lado están los ortodoxos e inflexibles señores feudales de instituciones que dicen velar por esos derechos. A ellos les cuesta mucho aceptar que la Red ha borrado fronteras y murallas y ha creado un capítulo nuevo en las relaciones humanas y en las condiciones del comercio.
No es posible castigar a quien descarga música para su consumo personal. Es como si una cafetería cobrase por el placer de pasar por su puerta y oler el aroma de sus mezclas.
Y lo mismo está pasando con las películas que ya agotaron su paso por el circuito de los cines.
Música y películas están allí, al costado de un vínculo y al alcance de una tecla. Y eso es demasiada tentación. Sólo un hombre ensimismado y sin tiempo, como el que escribe estas líneas, puede pasar de largo por ese convite que, además, tiene el atractivo del placer prohibido.
Sin embargo, los derechos de autor existen. Y los derechos de los sellos discográficos y de los estudios de cine, también están vigentes.
De modo que una cosa es esa felonía inocentona de bajarse música para el iPod o cine para la propia vista y otra es creer que estamos en el mundo de los piratas del caribe, con Johnny Depp de presidente y Cara de Pulpo de primer ministro.
O sea que una cosa es el usufructo íntimo de lo que es inevitable que circule por la chicotería de la aldea global, y otra -bien diferente- es alentar a las mafias chinas o rumanas (o peruanas) a hacer de la capa un sayo y del derecho una cagarruta.
Hay en el Perú unos criollazos disfrazados de anarquistas y de archiliberales que lo que pretenden es que no haya legislación sobre la piratería ni definición de lo que es monra electrónica, ni castigo alguno para el robo de los intangibles.
Porque el que crea arte, el creador de algo que primero es milagro y después es artículo de consumo, aspira, legítimamente, a vivir de lo que hace.
Y las empresas que patrocinan a los músicos populares, por ejemplo, esperan, con todo derecho, a recuperar sus inversiones y ganar dinero. Porque así de fenicias son las cosas.
¿Que deberían ganar mucho menos esos monstruos transnacionales? No tengo la menor duda. Pero esa es otra discusión. ¿Que el arte debería ser lo de más libre circulación en este mundo que se pudre con tantas cosas inútiles? Claro que sí. Pero entonces habrá que cambiar las leyes internacionales. Y hacerlo al unísono. ¿Que es un abuso elitista que una película nueva cueste 50 soles y otra pirateada 3? Seguramente.
Pero con esa lógica también podríamos comprar camionetas robadas, que siempre serán más baratas, y con esa ética no tendríamos ninguna autoridad moral para protestar cuando algunos pandilleros llaman pisco a su aguardiente y cebiche a su bocado.
Por ahora, quien se apropia de lo ajeno para obtener beneficios no es un ciudadano del mundo ni un globoaldeano que no requiere de visas ni permisos. Es más bien, modestamente, un ladrón. Que su ganzúa sea tan invisible como lo que sustrae -el derecho autoral- no lo exime de responsabilidad.
La Red ha borrado muchas cosas. Lo que no ha borrado es el Código Penal. Y los ciberpájaros fruteros, que satanizan a todo aquel que recuerde que los autores existen, deberían dejarse de pronunciar discursos gonzalezpradistas.
A veces pareciera que Abimael Guzmán hubiese ganado la batalla de los valores.

sábado, 1 de agosto de 2009

Esperpéntico Chávez

Más esperpéntico que nunca, Hugo Chávez ajusta la maquinaria de su régimen personal.
De otro modo no se puede interpretar la propuesta de ley presentada ayer por la Fiscalía de Venezuela en relación con la libertad de expresión.
¿Qué dice esa propuesta?
Que serán “delitos mediáticos” aquellas informaciones que atenten contra “la paz social, la seguridad y la independencia de la nación, la seguridad de las instituciones del Estado, la salud y la moral pública de los venezolanos”.
O sea que, desde esa óptica, “La Primera” tendría que ser clausurada en Caracas. Y sus periodistas tendrían que terminar encausados y, casi seguramente, encarcelados.
El artículo cuarto del proyecto afirma que también serán considerados delitos punibles “las acciones u omisiones que lesionen el derecho a la información oportuna, veraz e imparcial...”
Ese artículo podría suscribirlo un nuevo Pinochet, un viejo Somoza, un estalinista de toda la vida. He aquí su versión extendida:
“Constituyen delitos mediáticos las acciones u omisiones que lesionen el derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, que atenten contra la paz social, la seguridad e independencia de la nación, el orden público, la estabilidad de las instituciones del Estado, la salud mental o moral pública, que generen sensación de impunidad o de inseguridad y que sean cometidas a través de un medio de comunicación social”.
¿Y quién decidirá qué es independencia de la nación, atentado contra la paz social, agravio al orden público, amenaza a la salud mental?
Pues Hugo Chávez y su corte de aduladores impávidos, sus fiscales ad hoc, sus jueces al hilo, sus tribunales sin escrúpulos y sus congresistas sin vacunar.
El artículo quinto promete una pena de prisión de dos a cuatro años para “toda persona que divulgue noticias falsas que ocasionen una grave alteración a la tranquilidad pública, pánico en la población, la hubieren mantenido en zozobra, que haya alterado el orden público, que hubieren producido un perjuicio a los intereses del Estado...”
Con esta gramática y con estas intenciones, ¿qué puede esperarse? Pues, entre otras cosas, que mañana alguien deslice, desde un ministerio, una noticia bamba y atractiva y que algún ingenuo de oposición la acoja. Bastará eso para que la maquinaria estilo Granma se eche a andar.
Leer el artículo sexto del proyecto mandado a hacer por Chávez y que el Congreso chavista está dispuesto a aprobar es descender al surrealismo involuntario y con palmeras:
“Toda persona que manipule o tergiverse la noticia, generando una falsa percepción de los hechos o creando una matriz de opinión en la sociedad, siempre que con ello se hubiere lesionado la paz social, la seguridad nacional, el orden público o la salud mental o moral pública, será castigada con una pena de prisión de dos a cuatro años”.
¿Creando una matriz de opinión? ¿Generando una falsa percepción? ¿La moral pública?
Parecen los años cincuenta, cuando Marcos Pérez Jiménez gobernaba Venezuela con su Semana de la Patria y su Seguridad Nacional, sus cárceles repletas, sus enemigos amordazados y sus amigos prosperando.
La tragedia es que la derecha venezolana vertebra la oposición a Chávez y está, penosamente, al servicio de la embajada estadounidense.
La tragedia es que para Venezuela no parece haber salida en democracia: o la corrupción adeca o este “socialismo” con borceguíes y mala fe dictatorial.
Para evitar la guerra civil y la anarquía, al general del ejército Marcos Pérez Jiménez lo tuvieron que derrocar los militares venezolanos.
La última tragedia es que no hay ningún Rómulo Betancourt en el escenario.