martes, 21 de octubre de 2008

El derecho y el revés

En una revista del Colegio de Abogados de Madrid ha aparecido una lista de intervenciones abogadiles y jurisperitas que son para matarse de risa. Son frases escogidas a lo largo del tiempo y, claro, son la excepción y no la regla. Porque, por lo general, tanto en Madrid como en Lima, los abogados son personas inteligentes al servicio de una mentira particular.
“¿Estaba usted solo o era el único?”, preguntó un hombre de leyes a un testigo clave.
Mejor es esta solicitud de precisión:
“¿A qué distancia estaban uno del otro los vehículos en el momento de la colisión?”
O esta, abiertamente filosófica:
“¿Estaba usted presente cuando le tomaron la foto?”
O esta otra: “¿Usted estuvo allí hasta que se marchó, no es cierto?”
Y no digamos nada de este diálogo que de tan excepcional ya parece una calumnia:
Pregunta: Doctor, ¿verificó si había pulso?
Respuesta: No.
Pregunta: ¿Verificó la presión sanguínea?
Respuesta: No.
Pregunta: ¿Verificó si había respiración?
Respuesta: No.
Pregunta: Entonces, ¿es posible que el paciente estuviera vivo cuando usted comenzó la autopsia?
Respuesta: No.
Pregunta: ¿Cómo puede usted estar tan seguro, doctor?
Respuesta: Porque su cerebro estaba sobre mi mesa, en un tarro.
Ese es el lado humorístico del asunto. Lo natural, sin embargo, en el mundo de los argumentadores por recibo, es el lado oscuro de la vida: esa capacidad espantosa de defender con ardor aquello que no se cree, de gastar oratoria teatral atacando el punto de vista que, en el fondo, se sabe verdadero. Porque el día en que la justicia y el derecho se divorciaron tirándose el menaje, ese día nacieron los abogados.
La verdad es que mi madre siempre me dijo que yo podría ser un buen abogado. Creo que era porque estaba cautivada por Raymond Burr haciendo de Perry Mason o por Spencer Tracy haciendo de juez de Nuremberg. O, simplemente, porque creía que mi carácter alegoso podía hacerme famoso en el mundo de las batallas legales.
Yo sentía horror ante la posibilidad de que me fuera impuesto estudiar Derecho. ¿Perder mi vida, el gusto por las letras, mi pundonorosa capacidad para el ocio mientras me sumergía en códigos que debía de memorizar y revisar cada año a ver cómo y en qué habían cambiado? ¿Gastar la finita memoria no para grabarse a Miguel Hernández sino para estudiar qué rendija del código tributario podía emplearse en liberar a tal zamarro?
Y es que sólo en la aséptica ficción de Perry Mason el abogado era un fiel servidor de la decencia. Siempre tuve la certeza de que la raza de los abogados carecía, como mecanismo de defensa surgido de la evolución, de todo instinto ético, de todo amor por la verdad (o como diablos se llame ese misterio que atrae a los otros mortales), de toda devoción no dineraria.
Por eso quizá me hice periodista, que es un modo modesto de emplear el lamparín de Diógenes para iluminar el aquí y el ahora.
Y a lo largo de estos años, la peor gente que he visto, la calaña de gente que está en el vestíbulo del Dante esperando a cobrarle la minuta, viene del mundo de los abogados. Rapaces disfrazados de juristas, constitucionalistas que adularon al golpista, tribunos que sólo piensan en cobrar, los abogados son los que, a semejanza de ciertas señoras de alquiler, jamás le dicen no a un cliente.
Por lo tanto, ya sean O.J. Simpson o los monstruos del grupo Colina, los jerarcas nazis o la banda de Fujimori, todo canalla de este mundo tendrá su acérrimo bufete, su jauría de argumentadores que aullarán incisos, parágrafos, casuísticas, y demostrarán, en el universo pútrido del expediente, que ese crimen no fue crimen sino convergencia de fatalidades, que tal pederasta no lo era sino que había citado una frase de Jesús sobre los niños, que el ladrón no es que robó sino que olvidó devolver y que la hiena que enloda a cuantos puede no es que enloda sino que masajea con barro reparador.
Con excepción de unos cuantos –Alberto Borea, quienes defienden inocentes en las ONG, los que honran la memoria de Laura Caller- los abogados que conozco me merecen el más intenso –sí, ya sé: y también el más inútil- de los desprecios. Sin ellos, no seríamos el país de pleitistas enrevesados que nos gusta ser. Sin ellos, dos tercios de la corrupción que nos hunde se desvanecerían de inmediato. Sin ellos, que mezclan Rashomon con butifarra, no habría verdades “subjetivas” por encima de toda norma civilizatoria. Sin ellos, en suma, tendríamos menos leyes y más humanidad.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Los periodistas me dan la misma repugnancia. La misma chola con diferente calzon. Solo dicen lo que les conviene.

Dan Brownie dijo...

Y creo que faltó algo que a mi modesto entender quedó fuera de este artículo : "sin ellos no habrían interpretaciones autenticas de nada".

Anónimo dijo...

Efectivamente, Anónimo de las 13:43: lo mismo se puede decir de los periodistas. Y eso que estos no necesitan referenciarse a códigos y jurisprudencia sino tan sólo abrir la boca o marcar el teclado de una computadora. Nakasaki, nadando contra corriente de la Justicia y pretendiendo vender negro por blanco cumple, en el mejor de los casos, con su profesión; Magali -en el otro lado- ha hecho de la injuria estentórea y procaz su excelente ganapan.

A ambos, sin embargo, el alma podrida se les nota en la cara.

Anónimo dijo...

El CAL debe contribuir, a mejorar la imagen del abogado. Hay que ser autocríticos: aceptar que los abogados somos parte del problema judicial y, entonces, tenemos que ser parte de la solución. El CAL debe actualizar, capacitar y orientar a los profesionales del Derecho, para que puedan servir a las empresas en los nuevos tiempos.

No estoy diciendo que los abogados somos responsables de la corrupción. La corrupción viene desde la familia, del incumplimiento de ciertas reglas, la compra de un CD pirata, por ejemplo. Lo que planteamos es que los abogados, por su formación están en capacidad de ayudar a superar la base de ese problema: la morosidad y excesiva burocracia.

En el CAL no se debe admitir abogados corruptos. Se debe sancionar a los abogados que han entendido mal la profesión y han incurrido en actos de corrupción comprobada. Hay que crear un Tribunal de Ética que funcione. En otros países los abogados que presentan una demanda maliciosa o que dilatan un proceso son sancionados.

Anónimo dijo...

Es meridianamente claro Sr. Hildebrandt, que este 'post' es casi acto reflejo de lo que fuera su entrevista con el dr. Nakazaki el domingo último en su programa de tv. Si tantas arcadas le produce el quehacer jurídico y, en particular las de dicho letrado con sus peculiares declaraciones, no hubiera sido mejor, el decir frente a su invitado, todas estas generalizaciones, que por lo mismo, pecan de arbitrarias?!

Anónimo dijo...

Que hipocrita es Hildebrandt cuando dice esto:
"Y a lo largo de estos años, la peor gente que he visto, la calaña de gente que está en el vestíbulo del Dante esperando a cobrarle la minuta, viene del mundo de los abogados. Rapaces disfrazados de juristas, constitucionalistas que adularon al golpista, tribunos que sólo piensan en cobrar, ....

Bueno usted Sr Hildebrandt tambien adoro a un milico golpista, un Dictador Populiston llamado Velazco Alvarado, para el cual usted trabajo con mucho entusiasmo en el SINAMOS , un aparato que creo esa dictadura para adoctrinar a la poblacion acerca de las bondades de la revolucion socialista mediante el golpe de estado de este General Velazco Alvarado el Idolo de Hugo Chavez. Asi que sr Hildebrandt vallase a contar cuentos a otro lado

Anónimo dijo...

En un Estado de derecho repleto de inequidades, la culpa de su existencia y el hedor que exhala, no sólo debiera caer en el personal de mantenimiento...

Tampoco en la habilidad de los abogados para hacer brillar el piso, o cocinar suculentos manjares...

A fin de cuenta "cumplen" su función en la sociedad.

¿Qué culpa tiene el tomate de estar colgado en la mata..?

Los responsables son todos los actores de la farsa que pudiendo hacer algo por cambiarla, miran al techo y silban algo que no recuerdan.

El equivalente a los bodrios de la abogacía que menciona Hildebrandt, los tenemos por manadas en el periodismo, él lo sabe y lo ha denunciado.

Sin generalizar, que tengo grandes amigos y familiares bien "derechos" :

¿Cuál de las dos espécimen es más repugnante..?

Eso está muy peleado:

¿El pozo de reptiles..?

¿O las cortes de cortesía..?

¿Quien da más..?

¿O quién se arrastra mejor..?

Comino

Anónimo dijo...

Al menos sabemos claramente de que lado estan los abogados, es decir, a quienes defienden.

Los periodistas son los mas podridos y vendidos porque nunca se sabe de que lado estan ud. cree que del pueblo... no me de risa.Estan del lado de su billetera... De acuerdo con casi todos los comentarios.

Me sorprende con mucho asco como todos los periodistas se la dan de defensores del "real" periodismo. Difaman, insultan, involucran a miles de personas, en cada periodico , en cada programa de tv, en cada dia, en sus denuncias y nunca van presos! La REPUGNANCIA de estos periodistas da lastima.

Anónimo dijo...

Hildebrandt es un Periodista y punto. No pasa de ser uno de tantos periodistas buenos, por lo que su enfoque se limita desde esa perspectiva, no le podemos pedir mas a una persona asi. Su analisis es muy emocional e hipocrita.

Anónimo dijo...

Correcto , dado las ultimas noticias con respecto a Magaly. Todos los periodistas (ultra-vendidos) hablan como si fueran santos. Que tire la primera piedra el periodista que nunca ha difamado... dan pena.

Bruno dijo...

Pai Mei o quiza otro sabio descubrio claramente que todos estamos hechos de la misma materia y que las diferentes profesiones u oficios son nada mas que caretas, antifaces que ocultan nuestros verdaderos rostros de simples recolectores de dinero. Comerciantes.

Anónimo dijo...

Cierto los abogados son la escoria de la sociedad, y como se arañan los muy cacasenos cuando les dicen la verdad.

anselmoromero dijo...

Solo los cobardes se esconden mediante un anonimo, y razon tenia el Dr. Hjodpt, cuando decia que la miseria del ser humano esta en siempre defender su individualidad por sobre todas las cosas y odiar por todos los siglos a quienes se atrevieran tocar sus mandiles llenos de lagrimas y sangre de aquellos que sufrian al labrar la tierra para poder subsistir mas no vivir, de aquellos niños que eran considerados los otros , humillados y vejados como paco Yunque.

Mejor , señor ANONIMO porque no te callas.

Si vives en MIAMI entiendo tu molestia, pues la razon jamas va de la mano del dinero, pero si eres un miserable como yo que esta sobreviviendo en el Perú, sinceramente necesitas urgentemente la atencion medica del Dr. Hitler.

Anónimo dijo...

Somos un mal necesario Herr Hildebrandt... le guste o no, algún día acudirá a alguno... pero de todos modos se agradece vuestra cáustica apreciación.

MWAHAHAHAHAHAHAHAHAHA!!!

Anónimo dijo...

Ahora bien, sin embargo este artículo tiene razón en algo:

"Yo sentía horror ante la posibilidad de que me fuera impuesto estudiar Derecho. ¿Perder mi vida, el gusto por las letras, mi pundonorosa capacidad para el ocio mientras me sumergía en códigos que debía de memorizar y revisar cada año a ver cómo y en qué habían cambiado? ¿Gastar la finita memoria no para grabarse a Miguel Hernández sino para estudiar qué rendija del código tributario podía emplearse en liberar a tal zamarro?"

Bingo. Debo reconocer que pese a todo, es verdad. Es el método más efectivo de sadomasoquismo cerebral.

Por cierto qué lástima para mí que descubro el año pasado que lo que realmente me gusta es llenar de garabatos un papel que por casualidad esté en blanco. D: Todo porque la PreSanMarcos me fue favorable en esta carrera.

Pero ni modo =/ a seguir infectando este país.